Nocturno de nula autoestima
El lugar donde estamos realizando el campamento de entrenamiento está algo más alejado de Uji que el año pasado, así que hubo cierta sensación de alivio cuando pudimos levantarnos de las sillas y estirarnos un poco al llegar. Sin embargo, no hubo tiempo para relajarnos, ya que entre todos debíamos apresurarnos en dejar nuestros equipajes —futones, mudas de ropa e implementos de aseo— en las habitaciones que nos asignaron, para luego bajar los instrumentos y atriles del camión y organizarlos en la sala donde tendremos nuestro primer ensayo general. Concluida esta tarea, noto que algunos de primero tienen la respiración agitada. No saben lo que les espera.
En medio del expectante barullo que impera la sala, tres adultos —dos hombres y una mujer— entran y se posicionan frente a nosotros. Para los de primero, dos de esas tres personas son nuevas y generan cierta incertidumbre. Uno de los dos hombres toma la palabra.
—¡Vaya que ha pasado tiempo desde la última vez que los vi! Aunque veo bastantes caras nuevas. ¿Cómo han estado? ¿Descansaron durante el Obon? Para quienes no me conozcan, mi nombre es Masahiro Hashimoto, pero pueden decirme Profe Hashi con toda confianza. Soy percusionista profesional y amigo íntimo del profesor Taki, aquí presente. Disculpen que haya llegado algo tarde este año, pero tuve que atender una cosilla en el extranjero.
—Profe Hashi, ¿sabe hablar inglés? —pregunta uno de los percusionistas.
—I'll be back —responde el profesor Hashimoto haciendo una pose algo ruda. Algunas risas se escuchan en el salón.
—Profesor Hashimoto, estamos por iniciar el ensayo, así que deje de jugar —interviene el otro hombre, el profesor Taki
—Qué malo eres, Taki —protesta el profesor Hashimoto, lo que aumenta las risas entre nosotros.
Los ensayos serán duros, pero las interacciones entre ambos, al igual que el año pasado, nos darán pequeños y muy necesarios momentos de distensión. La mujer a su lado niega con la cabeza, aunque mantiene una sonrisa divertida, mientras da unos pasos al frente para tomar la palabra.
—Ha pasado un buen tiempo desde que pude estar con todos ustedes en un ensayo. Si bien vine a instruir a los vientos de madera… —La mujer hace una pausa, estableciendo contacto visual con Yoroizuka, quien asiente hacia ella—, estoy bastante complacida de también poder ayudarlos a todos ustedes este año. Igualmente, para los de primero, es un placer conocerlos. Mi nombre es Satomi Niiyama, flautista y docente universitaria.
Todos aplaudimos en respuesta a las palabras de la profesora, incluso sus dos colegas a su lado.
—Muchas gracias por venir en una época tan ocupada, profesora Niiyama —expresa el profesor Taki en un tono cordial.
—No es nada. Me alegra que me hayas pedido venir, profesor Taki.
Ambos profesores intercambian sonrisas dulces, trayendo recuerdos del año pasado. Recuerdos que, junto a las miradas atónitas de los de primer año, hacen que tenga que cubrirme la boca para evitar que se me escape una carcajada.
—¿Estás bien Kousaka? —susurra Yuuko a mi lado. Asiento mientras respiro profundamente.
—A los de primero se les romperá el corazón cuando se enteren que ellos dos son solo amigos —murmuro.
Tras un primer ensayo general bastante exigente, en el que los tres profesores dieron bastantes indicaciones tanto para Sky como para Liz, es momento de los ensayos seccionales. Si bien en estos momentos estamos por nuestra cuenta, es habitual que el profesor Taki pase a supervisar nuestra forma de ensayar y nos dé algunas recomendaciones adicionales de forma más personalizada.
—Cielos, me duelen los labios y aún no es medio día —se queja Junichi durante una pausa tras repasar Sky.
—¿Con quién te estuviste besuqueando para perder tanta condición física en los labios por solo tres días sin ensayar? —pregunta Yoshisawa en un tono burlón.
—¡Con nadie! Pasé el Obon con mi familia. —El chico parece ruborizarse al notar la mirada incrédula que recibe—. Pregúntale a Sayaka si no me crees.
—Suficiente de líos amorosos, ustedes dos —interviene Yuuko. Ahora es el turno de Yoshisawa para sonrojarse—. Recuerden lo que nos dijo el profesor Taki en el ensayo general: debemos tocar con más ímpetu. Esto va en especial para las terceras trompetas. Recuerden que las notas bajas no destacan tanto, así que deben poner algo más de volumen para que la sección no se sienta tan vacía.
No es difícil inferir que las palabras de Yuuko van bastante enfocadas hacia Kohinata. Desde que bajamos del bus la he notado aún más nerviosa e insegura que de costumbre, lo que se refleja en su bajo desempeño incluso en su zona de confort. ¿Por qué temerá tanto estar rodeada de gente? Quisiera preguntárselo directamente, pero ella es tan hermética que dudo que vaya a responderme. Suspiro con pesadez mientras vuelvo a poner mi atención en las partituras.
Nuestro ensayo prosigue con aparente normalidad. Noto que Kohinata se ha quitado sus lentes, al igual que lo hizo durante la competencia de Kioto, y ese pequeño acto hace que su desempeño mejore de forma considerable. ¿Por qué sucede eso? Ese es otro de los misterios que rodean a la joven y talentosa trompetista. De repente, una de las trompetas desafina al intentar una nota alta, lo que nos hace dejar de tocar.
—Perdón, arruiné el ensayo —murmura Kohinata, pese a que ella no fue la que se equivocó.
—No te disculpes por errores que no has cometido, Kohinata —hablo, tratando de sonar con calidez. Luego miro a Yuuko—. ¿Aún te cuesta esa nota, presidenta?
Ella asiente con expresión de frustración en su rostro.
—Las notas altas siempre se me han dificultado —admite.
—Si tan solo hubiéramos dejado a Kohinata como primera trompeta…
—No empieces, Kousaka. Ella misma pidió ser tercera. No podemos obligar a nadie a hacer algo que no quiere. ¿Cuántas veces tengo que repetírtelo?
—Hasta que empieces a aplicar eso en tu propia vida, ¿quizás? —Mi voz sale a un volumen más alto del que hubiera querido— Tú misma te estás forzando a hacer muchas cosas.
—Con la diferencia de que yo sí quiero hacer esas cosas.
—¿En serio? ¿Realmente querías ser primera trompeta, Yuuko?
—Kousaka, presidenta, por favor dejen de discutir —interviene Junichi, poniendo una de sus manos entre nosotras.
La mirada que Yuuko me lanza es una que no le había visto en más de un año. Realmente está enojada esta vez, y eso me hace sentir mal.
—Perdón, Yuuko.
—Solo deja de insistir con el tema de Kohinata, ¿quieres? —Yuuko suspira suavizando su expresión— Yo también la he escuchado y sé lo talentosa que es. Desconozco sus razones para no mostrar todo su potencial en público, pero, sean las que sean, debemos respetarlas.
Ambas miramos hacia donde hasta hace unos minutos estaba Kohinata, quien de nuevo se escabulló sin que nos diéramos cuenta.
—Lo sé, pero no es solo Kohinata quien me preocupa. También lo hace el hecho de que tú pareces estar dando más de lo que realmente puedes dar tratando de complacer a todos.
Yuuko me mira con asombro por un instante, para luego sonreírme.
—Ya pareces Natsuki con eso. Pero descuida, sé que puedo hacer todo lo que hago.
Pese a la sonrisa que me brinda, me cuesta creer lo que dice, y vaya que quisiera hacerlo, pero tras estos meses en los que hemos convivido, he notado que tiende a dar más de su cien por ciento.
El resto de la jornada transcurrió sin mayores novedades. Kohinata regresó para el almuerzo con la misma actitud retraída que tenía en la mañana. Eso y la pequeña discusión que tuve con Yuuko hicieron que no pudiera concentrarme del todo, ganándome regaños tanto del profesor Taki como de la propia Yuuko. Al haber estado todo el día agrupados por secciones, no he podido desahogarme con Kumiko como hubiera querido.
A diferencia del resto de actividades en las que nos agruparon por secciones, la distribución de las habitaciones se hizo de acuerdo al grado que cursamos y a nuestro sexo, distribuyendo hasta diez chicos por habitación. Para mi fortuna, estoy en la misma habitación que Kumiko y sus amigas.
—¡Fuera luces! —exclama alguien a la vez que las luces se apagan.
En medio de la penumbra nocturna, mis ojos ven hacia el techo de la habitación mientras mi mente divaga en lo acontecido hoy. La cada vez más lejana idea de que Kohinata sea mi sucesora y mi preocupación porque Yuuko pueda colapsar en cualquier momento dada su presión autoimpuesta me dificultan poder conciliar el sueño. A mi lado, Kumiko se mueve de forma algo brusca, como si tuviera una pesadilla. Al girar a verla, noto que sus ojos están abiertos.
—¿No puedes dormir? —pregunto en un susurro.
—Así es, majestad —responde en un tono algo frustrado—. Por alguna razón, estoy completamente despierta.
—También yo. ¿Quieres hablar afuera?
—Seguro.
Con sumo cuidado, ambas nos levantamos de nuestros futones y caminamos de la forma más silenciosa que podemos hasta salir de la habitación, para no despertar a ninguna persona. Aun cuando vamos descalzas, la madera del piso emite leves crujidos con cada paso que damos. Ambas suspiramos aliviadas luego de cerrar la puerta.
—¿A dónde vamos? —pregunta mi novia manteniendo un volumen de voz bajo.
—Al área de descanso. Hay varias máquinas expendedoras ahí, así que podremos charlar sin molestar a nadie.
—Entendido.
Kumiko toma mi mano, entrelazando nuestros dedos, y comenzamos a caminar juntas hacia nuestro destino.
El área de descanso se encuentra cerca del comedor. Junto a las máquinas expendedoras hay algunas cosas destinadas al entretenimiento de los visitantes, como juegos de mesa o algunos arcades. Las luces de las máquinas son lo suficientemente intensas como para poder ver con relativa claridad, en especial saliendo de la penumbra del pasillo. Dicha claridad nos permite notar que hay alguien más aquí, sentada junto a una de las mesas con su atención puesta en su teléfono.
—Al parecer no somos las únicas con insomnio hoy —susurra Kumiko. Asiento en respuesta.
Pese a que hemos procurado no hacer ruido, aquella persona levanta la mirada de su teléfono con expresión de alerta. Se ve diferente teniendo su cabello suelto y no con aquella trenza que siempre usa, pero esa mirada es inconfundible.
—Kohinata…
A decir verdad, creí que huiría de nosotras como suele hacerlo, pero no es el caso. Solo se queda mirándonos fijamente.
—¿Podemos hablar? —pregunta Kumiko. Me sorprende que haya tomado la iniciativa. Kohinata asiente nerviosa. Ambas nos acercamos a donde ella se halla, tomando asiento frente a ella—. Antes que nada, quiero disculparme contigo. Cuando nos vimos por primera vez a inicio del año escolar, no me di cuenta de que eras alguien de la secundaria Kita. Realmente lamento mucho eso.
—No, no. —Kohinata rota su cabeza de un lado al otro mientras habla—. Éramos muchos en la banda, así que es comprensible que no recuerdes a una persona como yo… —Haciendo una pausa para tomar aire, ella cierra sus ojos antes de continuar—. Habría sido increíble que hubieras dedicado una parte de tu memoria para recordar a alguien tan horrible como yo, señorita Oumae. Asistir a la misma secundaria que yo debió ser una vergüenza para ustedes dos. Lamento haber manchado una página de sus brillantes adolescencias.
Kumiko y yo nos miramos con incredulidad. Si bien no es la primera vez que veo a la menor hablando así de ella misma, sigue siendo chocante.
—¿Qué estás diciendo? Eso no es verdad —asegura mi novia, sonando firme y amistosa.
—Lo es. En verdad soy horrible. Solo soy basura que no tiene ningún propósito para existir. Soy peor que una cucaracha por molestarlas. No soy más que basura.
—¿Cuánto más vas a hablar así de ti? —intervengo tratando de no subir la voz. No quiero que piense que estoy enojada con ella, porque no lo estoy, sino impactada por sus palabras y frustrada por no ser capaz de quitarle esas ideas de la cabeza—. Ninguna de nosotras ni nadie que conocemos piensa de esa forma respecto a ti.
—Ustedes son muy dulces. Han sido tan amables desde que me inscribí en la banda. ¿Acaso son diosas?
—No exageres. No somos tan geniales como dices que somos.
—No estoy exagerando, señorita Kousaka. Todo lo que digo es verdad. Te he admirado desde que estaba en secundaria. Eres todo lo opuesto a la persona que soy. Eres genial, con plena confianza en ti misma, buena en los estudios y, además, hermosa. Siempre he querido ser como tú. Tener suficiente confianza en mí misma para poder resistir cualquier situación. Ser así sería increíble.
—Sé cómo te sientes —habla Kumiko.
—Tú también eres asombrosa, señorita Oumae. Eres muy popular entre las personas. Ahora brillas mucho más que cuando estabas en secundaria. Es como si tuvieras un halo alrededor de tu cabeza.
—¿No estás exagerando con los cumplidos? —Noto como mi novia se sonroja mientras dice esas palabras.
—No estoy exagerando en absoluto. En verdad has cambiado desde que ingresaste a Kitauji. Estás mucho más animada que en la secundaria. Siento que tú eres el eje en torno al que las cosas giran. Eres genial cuando nos instruyes a los de primero. Creo que entiendo por qué eres la novia de la señorita Kousaka.
El rubor en las mejillas de Kumiko aumenta. Supongo que la tomó por sorpresa que Kohinata supiera que somos pareja.
—Escucha —hablo con cierta firmeza—, no somos el tipo de personas que deberías alabar tanto.
—¿Pero no están aquí hablando con un pedazo de basura como yo? Eso prueba que ustedes son muy amables.
—Ugh, ¿podrías dejar de tratarte como basura? —ruega Kumiko, algo exacerbada.
—Pero lo soy. Soy realmente horrible. Mi vida no tiene sentido.
—¿Por qué eres tan dura contigo misma? —pregunto.
Kohinata baja la mirada. Creo ver un par de lágrimas rodando por sus mejillas, lo que aumenta el sentimiento de impotencia en mí.
—Me disculpo por molestarlas.
—Eso no…
—No tienes que obligarte a decir que no —interrumpe Kohinata, aún sin levantar la mirada—. Sé quién soy. Soy una cobarde, aunque ustedes digan lo contrario. Soy alguien horrible sin un verdadero motivo para vivir. Además, es mi culpa que tú y la presidenta estén discutiendo.
—¿Otra vez ustedes dos discutiendo? —pregunta Kumiko poniendo sus manos en jarras.
—Después de las audiciones ellas constantemente discuten sobre si yo debería ser primera o tercera. Pero… —Un sollozo escapa de la boca de Kohinata—, ¿cómo podría tocar como primera en vez de una superior?
—Yo también creo que tú deberías ser primera trompeta. Te he escuchado en los ensayos individuales y realmente eres buena.
—Si nadie me ve, puedo tocar. Pero si me doy cuenta de que alguien me está prestando atención, al instante me vuelvo mala. Además, soy la única trompetista de primero que logró entrar al grupo competitivo. Me aterra pensar en que la sección se esté fragmentando por eso. La gente me aterra, al igual que las presentaciones. Entro en pánico si pienso que alguien se molestará por algo que hice. Odio destacar, por eso odio los solos, las melodías y todo lo que me obligue a hacer algo destacable.
—¿Has tocado algún solo? —pregunto. Ella asiente.
—Durante mi tercer año en secundaria. Lo hice durante la competencia. Al final sentía que iba a arruinarlo todo y no podía mover los labios. Si bien todos me animaron, sentí que fue mi culpa que no hubiéramos avanzado a Kansai. Ese fue el punto en el que más quise desaparecer. Fue ahí que decidí que nunca volvería a tocar un solo. Después de todo, si no toco uno, no puedo arruinarlo, ¿verdad?
Tengo sentimientos encontrados al escuchar su relato. Por un lado, entiendo su miedo al fracaso. Yo también lo he vivido en más de una ocasión. Por el otro, me entristece que no tenga la fuerza para sobreponerse a su fracaso. Esta chica necesita ayuda, una ayuda que yo no puedo darle; que nadie en Kitauji puede.
—Entonces, ¿cómo lograste pasar la audición? —cuestiona mi novia—. Los profesores Taki y Matsumoto te estaban observando y escuchando.
—La señorita Kabe me aconsejó que me quitase los lentes al momento de tocar frente a los demás. Según sus palabras, si no puedo distinguir los rostros de los demás, sentiré que estoy sola y podré tocar bien. Hasta el momento ha funcionado en cierta medida, pero aún siento que voy a arruinarlo todo.
En un momento impulsivo de mi parte, me pongo de pie, recorro el pequeño espacio que me separa de Kohinata y la envuelvo en mis brazos.
—¿Quién te hizo tanto daño para que tengas esa imagen tan mala de ti misma? —pregunto mientras siento que ella corresponde mi abrazo.
No obtengo respuesta, tal como suponía. Realmente era algo retórico. Esta conversación en parte liberó un peso en mí. Sigo sintiéndome impotente por no poder ayudarla, pero ahora entiendo que esto va más allá de mi falta de habilidades sociales. Yume Kohinata necesita ayuda profesional, y el reto ahora es poder convencerla de que la busque.
Continuará…
yami-anna: muchas gracias. Palabras como las tuyas son las que me motivan a seguir escribiendo.
Syaoran Li Clow (para cuando llegues aquí): me alegra que te haya gustado el inicio.
Gracias por leer.
