Rapsodia de sentimientos encontrados
Hacía mucho que no lloraba hasta sentir que ya no tengo más lágrimas que derramar. La última vez que lo hice fue cuando sentí que Kumiko me rechazaba al decirme que apoyaba cualquier avance que quisiera hacer con el profesor Taki hace casi un año. Esa vez me lo busqué, no voy a negarlo. Enamorarme de mi actual novia mientras aún tenía aquella atracción por el profesor me hizo enviar señales mixtas, y haber dicho abiertamente que él me gustaba no ayudó en nada. Agradezco a las deidades que Kumiko me haya perdonado por jugar con sus sentimientos de esa forma y que estos no se hayan debilitado por aquella razón. Pero eso es otra historia, y hoy, pese a que haber estado en los brazos de Kumiko todo este tiempo me hace sentir algo mejor, me queda una enorme incertidumbre acerca de esta derrota que acabamos de sufrir.
—No lo entiendo —hablo, rompiendo el abrazo y poniéndome de pie. Kumiko imita mis actos—. Esta fue nuestra mejor presentación desde que estamos en Kitauji. ¿Por qué no nos alcanzó para avanzar?
—No lo sé. —La voz de Kumiko es bastante fría ahora. Espero que solo sea su frustración por la derrota—. Tampoco sé si obtendremos esa respuesta una vez hayamos escuchado las presentaciones de Myoujou, Shuutou y Ryuusei.
Entiendo a lo que se refiere. Aun teniendo los audios de las presentaciones rivales, es casi imposible hacerse a una idea de cuáles fueron los criterios de los jueces para elegir a los representantes de la región en las nacionales.
—Sea como sea, tenemos que esforzarnos aún más para que esto no se repita el próximo año. No quiero irme de este país sin haber ganado el oro en las nacionales.
—Típico de ti.
Kumiko me da una media sonrisa. Su mirada se nota algo triste y quiero creer que es por la derrota que acabamos de sufrir. Prefiero cerciorarme de que así sea.
—¿Estás bien?
Por primera vez en mucho tiempo, Kumiko evita el contacto visual conmigo. Su rostro se enseria y noto que aprieta sus puños.
—No lo estoy —admite—. Por ahora no quiero entrar en detalles, pero estoy en un conflicto interno. Tenme algo de paciencia, majestad. Cuando esté lista, lo hablaré contigo.
—Seguro, cuando estés lista.
Una desagradable idea cruza mi mente al escuchar esas palabras. Cabe la posibilidad de que Kumiko se esté arrepintiendo de estar en una relación conmigo, que su mente ahora la considere como una fuente de distracción y que sea la causa de nuestra derrota. De corazón espero estar equivocada. No quiero que este oro simbólico también represente el punto final de mi noviazgo con ella. De ser así, lo odiaría aún más de lo que ya lo hago. Por ahora, me consuela que Kumiko aún me llame "majestad" y que, mientras caminamos hacia los baños para limpiar los restos de lágrimas de nuestros rostros, ella haya buscado mi mano y la haya tomado.
Debo admitir que me aterra un poco la imagen de mi rostro que veo en el espejo. Esa expresión a medio camino entre la seriedad y el enojo da la impresión de que podría matar a la primera persona que se me atravesara, y tener los ojos rojos por haber llorado no ayuda mucho a suavizar dicha impresión. Ahora entiendo por qué Tsukamoto y otras personas parecen temerme. Al parecer, mi cuerpo ya está bastante relajado como para sentir el llamado de la naturaleza. Poco después de encerrarme en el cubículo, oigo que la puerta del baño se abre, así como una voz familiar.
—De verdad, perdóname, Mizore. No pude cumplir la promesa que te hice hace tres años.
No escucho una respuesta por parte de Yoroizuka, solo sus pasos mientras se adentran más en el baño.
—Tranquila —habla finalmente la oboísta—. A decir verdad, creí que habías olvidado aquello cuando renunciaste en primero.
—¡Por supuesto que no! Esa promesa, al igual que todo lo relacionado contigo, es muy importante para mí. Fue por poder cumplirla que volví a la banda.
—Conque ahora sí es importante, ¿eh?
Para ser alguien de pocas palabras, Yoroizuka puede decir las más adecuadas —y dolorosas— cuando se lo propone. Dado el silencio que hay entre ellas, supongo que Nozomi está rememorando aquella conversación que tuvieron durante el campamento.
—Mentí esa vez, ¿de acuerdo? —confiesa la flautista—. En realidad, todos y cada uno de los momentos que hemos pasado juntas están siempre presentes en mi memoria. Pero sé que no soy buena para ti. No merezco… —Un sollozo interrumpe sus palabras—. No merezco estar en el pedestal en que me tienes, no después de todo el daño que te he hecho.
—Nozomi…
—¡Es la verdad y lo sabes! Te oculté mi renuncia. Nunca hice el mínimo esfuerzo por buscarte durante ese año que nos distanciamos. Te mentí acerca de que quisiera entrar a un conservatorio. Envidio tu increíble talento. Sentí celos de ver que has hecho amigas sin mi ayuda. ¡Y aun así tú…!
Un leve sonido ininteligible se escucha, como si alguien hubiera cubierto la boca de Nozomi. Luego se hace el silencio. Tengo curiosidad por ver lo que está pasando, pero las circunstancias me lo impiden.
—Y aun así he perdonado todo eso —admite Yoroizuka—. Eres especial para mí, Nozomi. Fuiste mi primera amiga y la persona que me puso en contacto con la música. De no ser por ti, seguiría siendo una persona solitaria sin un propósito en la vida. A pesar de todo, estoy feliz de haber podido tocar contigo aquí.
Un par de gimoteos son la respuesta que da Nozomi, al parecer bastante conmovida por esas palabras.
—También yo.
Tras esto, escucho que abren la llave del agua por unos instantes y luego sus pasos saliendo del baño. Suspiro aliviada, pudiendo al fin terminar con lo que vine a hacer aquí. Al salir del cubículo, me doy cuenta que Kumiko, que antes había sido requerida por los chicos de logística para solucionar un pequeño roce entre dos chicos de primero, se lava las manos mientras me observa a través del espejo con una sonrisa burlona.
—Creo que tienes una obsesión con Mizore para andar escuchando sus conversaciones a escondidas.
Me alivia ver que su humor está de regreso, pero sigue sin gustarme que se burle de mí.
—Te juro que fue una coincidencia que ellas entraran mientras yo estaba en el cubículo —aseguro mientras me lavo las manos.
—Tres coincidencias en aproximadamente un mes… Qué conveniente. —Kumiko ríe. La codeo en respuesta mientras termino de enjuagar mis manos. Su risa continúa unos instantes más, para luego enseriarse—. ¿Crees que ella estará bien?
—Creo que sí. Sé que ella continúa preparándose para entrar al conservatorio y recién dijo que está feliz de haber tocado hoy con Nozomi, así que queda confiar en que esté bien.
—Espero que tengas razón.
Por el bien de Mizore Yoroizuka, yo también espero tenerla.
El ambiente triste continúa entre nosotros tras la toma de la foto conmemorativa; desolación entre los de tercero, amargura entre los de segundo y culpa entre los de primero. Es frustrante no poder decir nada para intentar subirles el ánimo. Sé que nuestra presentación hoy fue perfecta, por eso se nos dio el oro, pero queda ese sinsabor de desconocer qué nos faltó para avanzar a las nacionales.
—Fue mi culpa, fue mi culpa, fue mi culpa… —Yume lleva un tiempo repitiendo eso como si se tratara de un mantra, y me duele verla así. Temo que esta derrota pueda significar un retroceso en su proceso de recuperación.
—Yume… —intento hablarle tocando su hombro. Ella gira con rapidez y me envuelve en sus brazos rompiendo en llanto.
—¡Señorita Reina, perdóneme por arruinarlo todo y no poder avanzar a las nacionales!
—No fue tu culpa…
—¡Sí lo fue! —Aun entre lágrimas, su tono de voz es inusualmente decidido, lo que aumenta mi malestar—. Si no hubiera huido de ser primera trompeta, todo habría sido diferente.
Concuerdo en que todo habría sido diferente, pero no estaría segura si lo sería para bien. Si aún como tercera trompeta había la posibilidad de que Yume sufriera un ataque de pánico, siendo primera esa posibilidad podría haberse visto aumentada.
—No dejes que la culpa te carcoma —expreso mientras acaricio su cabeza—. El próximo año lo haremos mucho mejor juntas.
—Oigan, ¿por qué este ambiente? No estamos en un funeral. —La voz de la presidenta, caminando hacia el frente del grupo, nos toma por sorpresa. Su tono enérgico contrasta tanto con el ambiente como con cierto tono rojizo que permanece en sus ojos—. ¿Por qué tan tristes? Dimos nuestra mejor presentación hoy, ¿no es verdad? Entonces, ¿no deberíamos llenarnos el pecho de orgullo por todo el apoyo que hemos recibido de nosotros mismos, el grupo logístico, los profesores y nuestros padres? Es cierto que no avanzamos a las nacionales, pero eso no significa que nuestra presentación no fuese increíble. ¡¿No recuerdan la respuesta del público?!
Vaya que fue una buena respuesta. Inmediatamente dejó de sonar el último acorde de Liz, el público se puso de pie, aplaudiendo con gran fuerza. Recordar aquello hace que una leve sonrisa se dibuje en mi rostro.
—Dedicamos mucho tiempo para ese momento en el que pudimos mostrar todo nuestro esfuerzo en nuestra presentación —prosigue Yuuko—. Ciertamente la reflexión es importante, pero no debemos deprimirnos. Hoy fue, sin duda, nuestra mejor actuación. Esta es una lección que nos encamina al mañana, hacia el año que viene. Se los aseguro como la presidenta de este año: ¡Kitauji se hará mucho más fuerte! ¡Así que levanten ese ánimo!
En respuesta, los profesores y los chicos del grupo logístico comenzaron a aplaudir, acto que imito aún con Yume en mis brazos.
—Hoy damos el primer paso para la competencia del próximo año. ¡Vamos a darlo todo desde el ensayo de mañana!
Un sí colectivo es la respuesta a aquellas palabras finales de nuestra presidenta. Yuuko sigue teniendo esa habilidad de hacernos sentir enérgicos con sus palabras. Agradezco a las deidades de que ella haya sido nuestra presidenta este año. Si bien los de tercero aún no van a retirarse, ya se escuchan algunos rumores sobre quién será la persona que la sucederá al mando de la banda. Sea quien sea, tendrá un gran reto el próximo año. Tras esto, poco a poco comenzamos a dirigirnos a los buses para volver a la escuela.
—Gracias por no apartarme de su lado —dice Yume, soltándome y haciendo una venia.
—Al contrario, gracias a ti por confiar en mí.
—¡Tsukinaga!
Una voz masculina ajena a la banda se acerca a nosotros. Nuestra atención se centra en el joven contrabajista, quien no se ve muy contento de ver a aquel otro chico que, por el uniforme que porta, es de la academia Ryuusei.
—¿Qué quieres, Higuchi?
—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos.
—Y no pensaste en un peor momento, ¿verdad?
—¿Momento? —El tal Higuchi medita confundido por un instante—. Ah, mi error. Es verdad que Kitauji…
—Si dices algo más, te golpearé —amenaza Tsukinaga, pese a verse en desventaja física ante el otro chico.
—Perdón. Iba a decir que, si tienes tiempo, ¿por qué no vienes a saludar a los demás? El profe Gen-chan también está aquí, así que…
—No, gracias. —Ese tono de voz puede indicar que nuestro contrabajista aborrece la idea de involucrarse con sus excompañeros de Ryuusei, o con el profesor Tsukinaga—. No tengo nada que ver ahí.
—Pero…
—Ya es hora de que Ryuusei se vaya, así que vete.
—De acuerdo —accede a regañadientes el tal Higuchi—. Te escribiré luego.
—No tienes que hacerlo.
—No digas eso. Nos vemos.
Mientras que aquel otro chico se aleja, Midori se acerca a un Tsukinaga cabizbajo, hablándole en voz baja. Supongo que nuestro joven contrabajista estará mejor ahora que su superior favorita está con él, así que, dando la vuelta, retomo mi camino hacia el autobús.
Mientras llega el momento de partir, los integrantes de la banda optan por conversar entre ellos, bien sea dentro o fuera del bus, así como buscar otras formas de pasar el tiempo. En mi caso, decido refugiarme en la música. Últimamente vengo escuchando el concierto para dos trompetas de Vivaldi, pieza que alguna vez quisiera interpretar junto a Yume.
—¿Qué escuchas? —pregunta Midori, sentándose a mi lado.
Sin decir nada, tomo mis audífonos y se los doy. Ella se los pone y escucha con atención.
—Así que te gusta el barroco, ¿eh, Reina? —comenta, quitándose uno de los audífonos.
—Admito que tiene su encanto, en especial las piezas que requieren más virtuosismo, aunque soy más fanática del romanticismo.
—Ya veo.
Mientras Midori y yo conversamos, Kumiko aborda el autobús, sentándose junto a Kanade.
—¿De qué sirve esforzarse? —pregunta la menor—. A pesar de los ensayos, de cada discusión, de ir cada día a la escuela durante las vacaciones de verano, al final nada cambia, ¿o sí? Por eso no me gusta esforzarme. Es una tontería. Y yo soy una tonta.
—Tienes razón, eres una completa tonta—concede Kumiko. Por un momento se hace el silencio entre ellas—. Oye, Kanade.
—¿Qué quieres?
—¿Estás frustrada?
—Lo estoy —admite la menor—. ¡Podría morir de la frustración!
Vaya, parece que esa línea se está poniendo de moda. A veces, la frustración es la antesala del deseo de mejorar, aunque eso depende de la voluntad de cada quien y de su forma de afrontarla, ya que también hay quien se da por vencido cuando las cosas no salen bien, mientras que otros no dejan de intentarlo. Me pregunto a cuál grupo pertenecerá Kanade.
Continuará…
Yami-anna: muchas gracias por tus deseos hacia mí, y por seguir acá.
El desafío de Reina se tomará un descanso la próxima semana y regresará el 22 de enero con el inicio de su recta final. Gracias por leer.
