Discurso virtuoso

Creo que ahora entiendo un poco mejor lo que pensaba Yoroizuka cuando se contenía al momento de tocar el dueto de Liz. Al haber dos voces principales, ambas tienen que ser interpretadas con la misma intensidad, de modo que una no opaque a la otra. Por tal motivo, y por iniciativa de Kabe para intentar aumentar la seguridad de Yume, estoy conteniéndome mientras practicamos el concierto a dos trompetas de Vivaldi. Pese a que solo estamos nosotras tres en uno de los jardines del campus del colegio, y que Yume está en la burbuja protectora que su miopía le proporciona cuando no usa sus gafas, aún no da todo lo que sé que ella puede dar cuando está a solas. Admito que es un enorme avance que ella pueda tocar sin desafinarse siendo consciente de que otras dos personas la miran de cerca, y temo que ese avance se pierda si genero más presión al pedirle más vivacidad a su interpretación, además de que para ambas es un reto tocar en trompetas pícolo —usadas para interpretar piezas barrocas—, por lo que me abstengo de hacer cualquier crítica al terminar de tocar.

—¿Ves? Puedes tocar incluso con nosotras viéndote —comenta Kabe. Yume aparta la mirada.

—Eso es porque ustedes están siempre conmigo.

—Vamos, si puedes hacerlo frente a nosotras, también puedes frente a otras personas.

—Eso…

—¿Qué tal si tocamos una vez más? —interrumpo, algo cansada de ver que los intentos de Kabe por motivar a Yume parecen ser infructuosos.

Ambas asienten. Yume se lleva la trompeta a la boca y me mira para que iniciemos a la vez. Nuestra coordinación es bastante buena, tanto en las partes en que tocamos a la vez como en las que nos alternamos en canon. Todo iba relativamente bien hasta que…

—Oh, ¡hola, Kumiko!

Tan solo bastó que Kabe mencionara el nombre de mi novia para que el desempeño de Yume se viniera al piso. Desde una ventana cercana, Kumiko nos mira con preocupación.

—Oh, no. —Kabe frota su cabeza con su mano, pensando en lo que acaba de pasar—. Parece que la presencia de Kumiko no es buena, ¿eh?

—Lo… lo siento. Lo intentaré de nuevo.

Hay cierto atisbo de frustración en el tono de Yume. "No sé si pueda avanzar más de donde estoy, teniendo aún presente en mi mente el rostro y las palabras desalentadoras de mi madre". El recuerdo de aquellas palabras me enfurece. No me cabe en la cabeza que una persona pueda hacerle tal daño al fruto de sus entrañas.

—Te acostumbrarás si lo sigues intentando. ¡Acostúmbrate a que otros te miren! —No podría decir si esas palabras de Kabe son un consejo o una orden.

—¡Lo estabas haciendo muy bien, Yume! —alienta Kumiko—. Tú y mi Reina hacen un dueto espectacular.

—Mu… ¡Muchas gracias! —Dudo que Yume pueda distinguir las facciones de mi novia sin sus gafas, pero ella sonríe con timidez mientras agradece, sonrisa que se borra al suspirar mientras se acerca a la ventana—. Necesito desahogarme con ustedes tres acerca de lo que me detiene de tocar en público. Mi terapeuta ya sabe todo esto, y me aconsejó que intentara decírselo a las personas en que más confío y, ya que ustedes, de una u otra forma, han estado apoyándome y ayudándome desde el primer día, creo que es justo que ustedes lo sepan.

» Mi madre era una talentosa trompetista. Probablemente estuvo al mismo nivel que la señorita Reina a su edad. De hecho, alcanzó a tener una carrera exitosa, llena de oros en competiciones tanto en orquestas como en eventos solistas, pero esa carrera llegó a su fin de forma repentina el día en que sufrió un aparatoso accidente de tránsito. Tuvo fracturas en sus brazos y su mandíbula, de las que se recuperó satisfactoriamente, pero el trauma que le produjo ese accidente le impidió recuperar su nivel. No queriendo desperdiciar su vida, ella decidió rehacerla estudiando otra carrera. Fue ahí que conoció a mi padre. Hubo química entre ellos y, si bien no estoy segura de que ella realmente se enamoró de él, de alguna forma se terminaron casando y cerca de un año después nací yo.

» Supongo que lo heredé de mi madre, pero desde niña he estado fascinada por la música. Siempre estaba tarareando alguna canción y me sentía atraída por los juguetes que emitían música. Ella lo notó y comenzó a enseñarme a tocar la trompeta. En ese entonces estaba encantada por aprender de ella, y al principio todo iba tan bien que no me di cuenta de lo mucho que ella se estaba proyectando en mí.

» Mi madre me inscribía en cuanto concurso de talentos había, con la intención de que los ganara todos. Los ensayos en casa se hacían cada vez más exigentes y, poco a poco, eso comenzó a afectar mi rendimiento. La presión de no decepcionarla me hacía perder la concentración y cometer fallos absurdos. Fue entonces que comenzaron los insultos, las descalificaciones e incluso los golpes. Más de una vez mi padre también fue golpeado al intentar detenerla, y eso me hacía sentir peor. Pensaba que todo era mi culpa y me presionaba aún más por mejorar, por no decepcionarla más, pero todo era inútil.

» Como ya las señoritas Kumiko y Reina saben, en tercero de secundaria fui designada como solista para las competencias de bandas. Creí que esa era la oportunidad perfecta para demostrar mi valía. Ensayé mi solo hasta el cansancio con tal de perfeccionarlo, sacrificando más de lo que quisiera admitir con tal de que pudiera tocarlo tan bien como quería. Pero el día de la competencia de Kioto, cuando salimos al escenario, comenzaron las alucinaciones. En cada persona veía el rostro iracundo y decepcionado de mi madre. Su voz estaba en mi mente insultándome y despreciando mis esfuerzos. Entré en pánico, mis labios se paralizaron y no pude emitir una sola nota.

» Pese a los actos de consuelo que mi padre, mis profesores y compañeros de banda hicieron, yo había perdido la voluntad de continuar. Pensé en dejar todo de lado. Incluso he llegado a tener ideas suicidas. Sin embargo, la pasión que siento por la música sigue presente, y es la razón por la que quise seguir tocando a pesar de ya no tener ambiciones, me dejé llevar por la admiración que siento hacia la señorita Reina y vine a esta escuela. El resto de la historia ya ustedes la saben.

Escuchar el relato de Yume hace que me hierva la sangre, no solo con esa mujer que tanto daño le hizo a su propia hija, sino que también conmigo misma por ser tan descuidada hacia los demás. Si no hubiera estado tan cegada por mis propias ambiciones, seguramente habría notado mucho antes que Yume, a quien solo veía como una rival a vencer en secundaria, estaba mal y habría tomado cartas en el asunto.

—Perdóname, Yume —hablo abrazando a la menor. Ella intenta protestar, pero yo continúo desahogando mi frustración—. Perdóname por no darme cuenta antes de lo mal que estás, por no ayudarte cuando estábamos en secundaria, por ser una completa desconsiderada…

—No, no diga eso, señorita Reina —interrumpe Yume—. Ya usted ha hecho mucho por mí en estos meses y le estaré eternamente agradecida por ello. Voy a continuar mi terapia y, aunque me tome la vida entera, algún día estaré a su nivel.

Siento que dos pares de brazos ajenos nos envuelven con delicadeza. La calidez de mi novia y de Kabe, junto a las palabras de Yume, me hacen sentir algo mejor. Después de todo, puse mi grano de arena en el proceso de recuperación de Yume. Y aunque no vea resultados en su forma de tocar, sé que ella no va a rendirse.


Falta un día para nuestro concierto en el jardín botánico. Kumiko ha ganado bastante seguridad al ejecutar su solo en Hometown Sky, al igual que los demás solistas en esa pieza. Presiento que la gente aplaudirá tras cada intervención solista, rompiendo los protocolos que se tienen al asistir a eventos orquestales. Liz y el tema de Star Wars están saliendo sin inconvenientes. Pero…

—Señorita Kohinata, debes relajarte más —indica un impaciente profesor Taki en otro intento de ensayar el concierto a dos trompetas de Vivaldi.

—Lo… ¡Lo siento! —Yume se encoje en su lugar, de nuevo, ante las palabras del profesor.

Tomando en cuenta las necesidades de este evento, Yume se ha estancado. En privado, conmigo y con Kabe, las cosas fluyen relativamente bien, pero en los ensayos seccionales y generales es un desastre, incluso sin sus gafas. He intentado convencer a Yuuko varias veces para que sea mi compañera, o que le demos la oportunidad a Yoshisawa o a Asakura, pero la presidenta permanece recia en su decisión de mantener a Yume en ese rol.

—Si te relajas, creo que no tendrás problemas en mostrarnos tus verdaderas habilidades.

—Sí, señor. Lo siento.

Ay, profesor. Por lo que veo, él no está al tanto de todos los demonios que atormentan a Yume y que le impiden relajarse y tocar apropiadamente en público. Algunos murmullos y miradas de lástima de los demás miembros de la banda se ciernen sobre Yume, quien se encoje aún más. Mirando su reloj, el profesor Taki suspira.

—Dado que la concentración de todos se ha perdido, tomaremos un receso ahora. En quince minutos iniciaremos de nuevo, así que prepárense para ese momento.

Tras un sí colectivo de nuestra parte, el profesor abandona el gimnasio, donde nos encontramos ensayando hoy para incluir las movilizaciones hacia el frente en nuestros momentos solistas. Yume y yo regresamos con el resto de la sección de trompetas. A lo lejos veo a Kumiko bostezar y siendo molestada por Kanade. Sonrío y niego con la cabeza.

—Puedes hacerlo, estarás bien —alienta Yuuko.

—No, es imposible para mí. Por favor cambie conmigo.

—¿Qué estás diciendo? Has llegado muy lejos.

—Eso no me sirve mientras siga sin poder tocar en frente de otras personas —insiste Yume—. No soy digna de tocar al lado de la señorita Reina. Solo soy una basura.

Oh no. Han pasado varias semanas desde la última vez que Yume se había tratado de forma despectiva. La presión que Yuuko le ejerce parece estarla haciendo retroceder.

—Kousaka está feliz de tocar contigo, ¿verdad? —Asiento sin decir palabra alguna ante la afirmación de la presidenta—. ¿Ves? ¿No estás feliz de tocar al lado de tu ídolo?

—Sí, pero…

—¡Disculpen! —interrumpe Kabe, de pie en el estrado donde hasta hace unos instantes estaba el profesor Taki—. ¡Quiero decirles algo!

Un silencio sepulcral se hizo en el lugar. Es inusual que nuestra manager quiera decirnos algo en general. La última vez que lo hizo fue precisamente cuando anunció su cambio de rol dentro de la banda.

—Todos, tomen asiento y escuchen lo que Tomoe quiere decirnos —ordena Yuuko. Todos seguimos su instrucción sin protestar.

—Desde que me volví manager, he escuchado todas sus presentaciones y ensayos. Siempre en primera fila. Así que hay algo que siempre he querido decirles. El día de la competencia de Kansai no supe qué decir. Algunos de ustedes lloraban en el autobús, así que no dije lo que quería. Yo siempre… —Tomando una bocanada de aire, Kabe continúa—, ¡siempre he pensado que todos estuvieron increíbles! Su presentación en Kansai fue absolutamente asombrosa; fue la mejor. Ganar oro en Kansai es increíble en sí mismo, ¿no creen? Realmente quería felicitarlos, pero no pude. Cuando los vi aquel día, sentí que sería muy rudo de mi parte decir eso.

Sus palabras pesan bastante. Kabe, como manager, escuchó una y otra vez nuestras versiones tanto de Sky como de Liz. Cualquier otra persona se habría cansado de esas piezas, llegando incluso a odiarlas, pero no es su caso. Esa leve sonrisa en su rostro indica que no miente al decir que nuestra presentación en Kansai fue la mejor.

—Liz interpretada por los ochenta y ocho también es asombrosa. Mucha gente se deleitó de la grabación que usó el club de danza en su coreografía, y estoy segura de que también lo harán mañana en el jardín botánico. Pero en el ensayo de hoy, soy la única persona en el público. Estoy monopolizando su actuación, y ese es un lujo que no volveré a tener. Me alegra haberme convertido en la manager de Kitauji y apoyar las actuaciones de todos. De corazón, estoy orgullosa de poder hacerlo. ¡Así que gracias a todos!

El aplauso de nuestra parte no se hace esperar. Incluso algunos de tercero tienen los ojos llorosos y están sollozando, Yuuko entre ellos. Palmeo su espalda con suavidad, como muestra de apoyo y gratitud hacia su gestión. Después de todo, estamos a las puertas de su último evento como presidenta.

—¡Yume! —llama de repente Kabe. Todas las miradas se dirigen hacia la menor, quien vuelve a encogerse en su sitio—. Honestamente, has sido un dolor de cabeza desde el principio. Tu autoestima y confianza en ti misma son nulas. Aun así, tienes algo de talento. Todos en la sección de trompetas sabemos del enorme potencial que tienes y de lo mucho que ensayas a solas. Sin que te dieras cuenta, te escuchamos y te envidiamos. Kousaka incluso sueña con que seas su sucesora como trompetista estrella en nuestra banda.

» Durante mucho tiempo me pregunté qué rayos pasaba contigo. ¿Por qué te asustaba tanto fallar? Todos cometemos errores, es parte del proceso de aprender y mejorar. Quise ayudarte a dejar esos miedos atrás, pero cada intento era infructuoso, al menos hasta que abriste tu corazón y nos contaste a mí, a Kumiko y a Kousaka el origen de todo lo que está mal contigo. Por eso, quiero hacer un último intento de espantar a tus demonios, al menos durante hoy y mañana. Yume Kohinata, ¿ves en mí el rostro de esa persona que tanto daño te hizo?

—No, se… —Yume responde en un hilo de voz apenas audible, pero…

—¿Qué dijiste? No te escuché —insiste Kabe.

—Dije que no…

—Más fuerte.

—¡No, no veo ese rostro en usted!

Ese fue un grito certero por parte de Yume.

—Eso está mejor. ¿Alguna vez te he dicho algo despectivo o hiriente cuando te has equivocado?

—¡No, señorita Tomoe! ¡Solo palabras de aliento de parte de usted, de la señorita Kumiko y de la señorita Reina!

—Bien. —Kabe da una palmada al aire, similar a las que da Yuuko cuando quiere que le prestemos atención—. Tú eres la dueña de tus pensamientos. Visualiza nuestros rostros y nuestras palabras de aliento cada vez que esos demonios intenten hacerte creer que no vales nada. Eres talentosa y somos más quienes creemos en ti que quienes no lo hacen.

De cierta manera, este acto de Kabe rinde efecto en Yume, quien toma sus lentes del atril donde siempre los deja y se los pone con decisión, rompiendo su burbuja protectora.

—Presidenta, señorita Kousaka, ¿podemos intentar de nuevo el concierto a dos trompetas?

—¿Qué dicen, chicos? ¿Sorprendemos al profesor Taki ensayando por nuestra cuenta? —pregunta Yuuko, obteniendo un sí colectivo por parte nuestra—. Bien, ¡hagámoslo!

Yuuko, Yume y yo nos dirigimos al frente de la banda, listas para un nuevo intento. El cambio de Yume es notorio desde la primera nota, mucho más segura que nunca. Ni siquiera cuando ensayaba a solas tenía esa fuerza. Ya no tengo la necesidad de restringirme, al menos de momento, así que toco con toda mi habilidad, escuchando complacida como la chica a mi lado responde de forma positiva, dando todo de sí. El resto de la banda responde de igual manera, motivados por las palabras que Kabe pronunció minutos atrás. Cuando la pieza termina, de manera exitosa por primera vez, nuestra manager aplaude con todas sus fuerzas y una gran sonrisa en su rostro, y tras ella el profesor Taki hace lo mismo.

—Vaya, parece que aprovecharon bastante el receso —dice al retomar su lugar al frente de la banda—. Señorita Kohinata, espero que recuerde ese sentimiento mañana en el concierto.

—Lo haré, profesor.

Por primera vez, una gran sonrisa ilumina el rostro de Yume mientras los demás miembros de la banda comienzan a aplaudir. Poso mi brazo alrededor de su cuello mientras le sonrío.

—Muchas felicidades por el gran paso que acabas de dar, Yume. Eres valiente.

—Muchas gracias, señorita Reina. —La sonrisa de Yume se amplía aún más—. Es muy valioso para mi escuchar eso de usted.

Continuará…


Yami-anna: tienes razón, ese solo es un encanto, más sabiendo que Reina tocó ese solo para Kumiko.

Gracias por leer.