Cuando sepamos qué le depara KOF XV a Iori y Kyo, retomaré "Forsaken Memories". La incertidumbre no me permite escribir con libertad, ya que no quiero incluir algún evento que contradiga la trama de KOF XV. (El susto que me llevé al enterarme de que Antonov ya no es un millonario que presta su jet privado para viajes a Hungría... ^v^U).
No soy de escribir historias cortas, pero creo que esto es mejor que nada para aligerar la espera. Y es también un ejemplo de los pensamientos aleatorios sobre Iori y Kyo que vienen a mi mente durante el día.
[pre KOF XV]
Iori seguía a Kyo a un par de pasos de distancia por un angosto callejón inclinado de Shibuya.
—Fue mala idea venir a este vecindario en una noche de viernes —murmuró Kyo para sí, esquivando parejas y grupos de personas que se detenían sin previo aviso a examinar los anuncios de los numerosos restaurantes y bares y sus apetecibles fotos de comida.
La calle convergió en una vía más amplia, tanto o más concurrida debido a la cantidad de gente que paseaba bajo letreros y frente a escaparates de marcas mundialmente famosas que se alineaban unos tras otros saturando las fachadas.
A pesar de que se trataba de un lugar más abierto y espacioso, esa calle producía una sensación tan opresiva como el callejón del que acababan de salir. Debido a la falta de áreas libres para construir, los negocios amontonados en las edificaciones angostas no dejaban un milímetro sin aprovechar. Había letreros dondequiera que se mirara. Al alzar la vista, cada ventana de cada piso en lo alto mostraba el nombre de la tienda que funcionaba en el interior. Había filas para entrar en algunos edificios. Filas para entrar en los elevadores. Un flujo continuo de gente que subía y bajaba por las escaleras que llevaban a los pisos superiores.
Los restaurantes y pubs más populares estaban atestados. Grupos de jóvenes esperaban su turno en la puerta.
Kyo suspiró para sí y se dirigió con pasos decididos a una escalera estrecha que llevaba a un sótano. Había algunas fotos desteñidas de comida a lo largo de la baranda, pero no lo suficientemente llamativas como para animar a la gente a pasar su noche de viernes en ese lugar.
Kyo descendió la escalera y Iori fue tras él, aún manteniendo los pasos de distancia. El castaño deslizó la puerta del local hacia un lado y, al entrar, mantuvo su mano sobre la puerta el tiempo suficiente para que ésta no se cerrara automáticamente y golpeara a Iori.
Por algún motivo, la mesera que los vio entrar debió decidir que venían juntos, porque, en vez de preguntar "¿mesa para cuántos?", preguntó "¿mesa para dos?" y luego comenzó a disculparse porque no quedaban mesas libres, sólo espacios en una larga barra de madera que tendrían que compartir con otros comensales.
—No importa —dijo Kyo, sin hacerse problemas.
Iori dio una mirada al lugar. Pese a la nada llamativa entrada y el poco esfuerzo que hacían al promocionar su comida con fotos que habían estado a la intemperie por años, a ese restaurant no le faltaba clientela.
Las mesas estaban ocupadas por gente algo mayor, vestidos como oficinistas. Había sacos y chaquetas colgados de ganchos en las paredes, y costosas carteras de diseñador dispuestas en cestos bajo las mesas a los pies de sus dueñas. El ambiente era ruidoso porque todos los comensales parecían estar hablando a gritos, y el aire se sentía pesado, lleno de aroma a grasa y humo de cigarrillo.
La mesera llevó a Kyo a dos espacios vacíos en la mesa compartida, entre una pareja que miraba algo en la pantalla de un celular con las cabezas muy juntas, y una mujer que cenaba sin despegar la vista de su móvil.
Kyo se sentó en uno de los banquillos libres y recibió la tablet para hacer pedidos que la mesera le entregó. Sin perder un instante, el castaño navegó a la sección de pescados a la parrilla, mientras Iori ocupaba el banquillo a su lado, incómodo por estar sentado tan cerca de los otros clientes.
—Creo que también pediré una cerveza —comentó Kyo, deslizando su dedo por la pantalla, agregando la bebida a la orden. Y luego, sin preguntarle nada a Iori, Kyo agregó también un vaso de whisky para él.
Iori no comentó nada sobre la elección, ni le sorprendió que Kyo decidiera por él. Ambos sabían que, si Kyo le preguntaba si quería beber algo, él habría respondido con un seco "no".
Kyo no intentó buscar conversación. Después de enviar la orden a ser procesada, dejó la tablet a un lado y jugueteó con su celular por algunos minutos, como hacían varios de los otros comensales del lugar.
La mesera que los había recibido no tardó en llegar con una botella de cerveza helada y un vaso de whisky. Kyo aceptó la cerveza e indicó que el whisky era para Iori.
No brindaron. Kyo dio un largo sorbo a la botella, y Iori miró el líquido dorado en su vaso por unos segundos antes de humedecerse los labios con él.
La marca del whisky era Suntory. No se trataba de una de las preferidas de Iori, pero tampoco era desagradable. Más bien, era un whisky sin pretensiones, que iba perfecto con ese restaurant al que probablemente nadie iba para celebrar ocasiones especiales.
—Entonces, ¿cómo hizo Kagura para convencerte de participar? —preguntó Kyo de pronto, sosteniendo la botella de cerveza cerca de sus labios.
—Te convenció a ti tamb-
—Te dijo que yo iba a participar, ¿verdad? —interrumpió Kyo con un brillo travieso en sus ojos castaños.
Iori lo miró en silencio.
—Lo sabía —rio Kyo.
Iori continuó mirándolo. Esa noche, Kyo había hecho algo con su cabello. Los oscuros mechones estaban lacios. Distraído, Iori se preguntó si el cabello de Kyo podía crecer tanto en tan sólo un año.
La comida llegó pronto. El pescado a la parrilla de Kyo estaba dispuesto en un platillo rectangular, sobre una bandeja de plástico que simulaba ser de madera, y venía acompañado por arroz, una taza de sopa miso, y un diminuto acompañamiento de vegetales.
Kyo pareció olvidarse de Iori y se dedicó a comer el pescado con el arroz, como si no hubiese probado comida en días.
Iori apartó la mirada y bebió su whisky, procurando mantener lejos de su mente las preguntas que cualquier persona con sentido común se hubiera hecho. ¿Qué hacía ahí con Kyo? ¿No se suponía que esa noche lo había buscado para matarlo?
Se había presentado ante Kyo a unas calles de distancia del famoso cruce de Shibuya. No sabía qué hacía Kyo ahí, y tampoco había intentado averiguarlo. Lo había desafiado, pero ambos sabían que pelear en medio del barrio comercial de Shibuya era imposible. Kyo se había quejado de que tenía hambre y que así no podía pelear. Iori había decidido darle la razón y dejarlo vivir un día más.
Iori volvió a la realidad al notar que Kyo estaba pidiendo más comida en la tablet.
El bocadillo llegó en unos minutos. Era un plato que contenía cuatro cortes de sashimi de carne.
—Es para él —dijo Kyo, señalando a Iori, y la mesera puso la carne cruda delante del pelirrojo con una sonrisa amable.
Siguieron sin hablar. Kyo disfrutaba del pescado. Iori probó el sashimi de mala gana, pero el sabor de la carne se complementaba a la perfección con el sabor del whisky. El pelirrojo se preguntó si Kyo sabría esto, o si habría sido una simple casualidad.
Kyo sonrió a escondidas tras su tazón de arroz al ver que Iori no rechazaba la comida. Hizo una nota mental para intentar pedir un plato propiamente dicho para Iori la siguiente vez, y no sólo un bocadillo.
Con algo de esfuerzo, Kyo aminoró la velocidad a la que estaba despachando el pescado, y consiguió terminar justo cuando Iori comía el último pedazo de carne.
—Por cierto, Yagami... —dijo Kyo después de limpiarse los labios con una servilleta y de esperar a que el pelirrojo se volviera para observarlo—. Te advierto desde ahora que yo dormiré en la cama que esté más cerca a la ventana.
Por un momento, Iori pareció desconcertado ante esa frase salida de la nada.
—Durante el torneo —aclaró Kyo—. En todas las habitaciones que nos asignen. La cama de la ventana es mía.
—Como si a mí me importar-
—Ah, pero bien que te apoderaste del mejor lugar en todos los hoteles, la última vez que participamos juntos —interrumpió Kyo.
Iori entrecerró los ojos, tanto por aquella segunda interrupción como por la absurda recriminación.
Kyo sonrió burlón, observando atentamente el rostro del pelirrojo. En la expresión de Iori vio algo que bien podía ser el odio que decía sentir hacia él, pero también notó el fastidio que Iori sentía hacia sí mismo, por estar ahí, por haberlo seguido hasta ahí, y por continuar en ese lugar, escuchándolo decir tonterías, en vez de simplemente levantarse e irse.
—Reserva una habitación individual.
Kyo abrió más los ojos al oír la respuesta. ¿El pelirrojo le estaba siguiendo el juego?
—Nah, sabes que Kagura no lo permitirá —dijo Kyo apenas pudo recuperarse de la sorpresa.
—Nadie te obliga a hacer lo que esa mujer te dice.
—Ése no es el punto... Espera, ¿estás diciendo que vamos a tener que discutir al respecto?
Iori se levantó, como si hubiese decidido que había llegado al límite de lo que podía soportar a Kyo.
El castaño hizo un gesto hacia la mesera para que no le cobrara nada a Iori, y luego él se tomó unos minutos buscando efectivo y yendo a la caja a pagar la cuenta.
No esperaba encontrar a Iori en el exterior, pero vio que el pelirrojo aguardaba en una esquina, donde encendía un cigarrillo a pesar de los letreros de "no fumar" repartidos por todas las calles.
—Tomaré tu retirada como una concesión, Yagami —probó decir Kyo, porque al parecer esa noche estaba con ganas de provocar al pelirrojo.
—Decidámoslo con una pelea.
—Decid... ¿La repartición de camas? ¿Con una pelea? ¿Hablas en serio? —preguntó Kyo, conteniendo la risa.
—Quiero una excusa para golpearte, es todo.
—¿Desde cuándo necesitas una excusa para eso?
Kyo habló sin pensar, y en el momento que siguió, en la mirada que intercambiaron, ambos se dieron cuenta de que si continuaban esa conversación, tendrían que abordar el tema del que ambos eran conscientes, pero que nunca mencionaban.
Los pretextos y las excusas...
El hecho de que si peleaban esa noche, tendrían una justificación perfecta para pasar unas horas más juntos, sin necesidad de hablar...
Kyo fue el primero en recuperarse. Esbozó una sonrisa burlona.
—Lo siento, Yagami, no quiero pelear con el estómago lleno, será en otra ocasión —dijo con bastante desfachatez, porque atrás habían quedado los días de temer que Iori lo tomara por un cobarde, sólo porque no estaba de humor para luchar—. Sin embargo, si quieres, podemos encontrar un lugar donde beber algo y discutir esto como personas normales.
Iori resopló con desdén.
Pero no se negó, ni dio media vuelta para alejarse.
Complacido, Kyo alzó la vista hacia los letreros que saturaban la calle, buscando algún bar que no estuviera demasiado concurrido.
