Capítulo 1.
POV Edward.
El icono del sobre seguía parpadeando en la parte inferior de la pantalla, pero lo ignoré, junto con las persistentes miradas en mi dirección. Mase tenía un talento excepcional en muchas áreas, pero la sutileza no era una de ellas.
Estaba nervioso, y no era por las copiosas cantidades de café que había estado bebiendo toda la noche; estaba excitado. Mase solía estar emocionado, con un metabolismo elevado y unos rasgos expresivos que se podían leer a la legua, pero esta era una clase especial de emoción.
Era entrañable. Aunque nunca se lo diría.
Apartó la silla de su escritorio, girándose para mirarme, pero seguí sin reaccionar.
Disfrutaba demasiado del juego.
Nuestro despacho en la casa es íntimo. La tensión se alargó hasta que se rompió, con un gemido fingido.
—¡¿Y bien?! ¿Has mirado?
—No—dije.
—Maldita sea, Edward, ¿quieres mirar? Por favor.
Incliné la pantalla de mi portátil hacia abajo y le miré fijamente, de forma larga y severa, haciendo lo posible por no romper en una sonrisa.
—Estoy ocupado. Propuesta de acogida. Plazo de entrega mañana.
—Vete a la mierda. Siempre hay una fecha límite mañana. Cinco minutos, solo compruébalo. Solo necesito un sí. Un pequeño sí. Tendrá un sí, lo prometo.
Suspiré ara dar efecto.
—¿Quién es esta vez? ¿Otra Penelope Pout? ¿Quiero una operación de tetas, un Audi TT y la paz mundial? No, espera... ¿Otro genio artístico sin dinero pero con talento, que busca el amor verdadero en Sugar Daddy Match-up? Te gustan esos...
Desplazó su silla por el suelo, apoyó los codos en mi escritorio y señaló con un dedo mi portátil.
—Sólo mira. No se parece en nada a las otras.
—Siempre dices eso.
Sonrió.
—Sí, pero no siempre lo digo en serio.
Minimicé mi documento y cliqué en su correo electrónico. ¡Emparejamiento con Sugar Daddy! ¡Tienes correo!
Pasé por encima del enlace y me crucé de brazos.
—Entonces, dame el discurso del ascensor(1). ¿Por qué este?
Rodó los hombros e inclinó la cabeza de lado a lado.
—El discurso del ascensor, lo tienes—. Levantó un dedo— Ella es caliente, realmente caliente. No es una Penelope Pout, ni un bronceado falso, ni un contorno épico, ni siquiera pestañas postizas. Simplemente está buena. También es linda.
—¿Rubia? ¿Morena?
—Castaña. Ondulado. Natural. Ojos castaños.
Así con la cabeza.
—Continúa.
—Ella es local. Much Arlock.
—¿Local?— Le concedí un punto en nombre de la conveniencia. Much Arlock estaba a sólo treinta minutos en coche de Cheltenham. Casi nada—Vale, te escucho-
—Es un poco extravagante, en el buen sentido. No es una chica boho, sólo... tiene personalidad.
—Eso espero, Mase. Queremos una compañera, no una puta. Aunque una puta sería mucho más barata.
—Como dije, ella tiene personalidad. Parece agradable. Divertida.
Me reí.
—Eso se nota en su foto de perfil, ¿no?
—Sólo mira, joder, ¿quieres?— Se colocó las gafas en la nariz y se alisó la barba, con los ojos brillando.
Bueno. Otra más. ¿Podría soportar otro pequeño espíritu libre de moda en la casa? Probablemente. La idea no me desanimó del todo.
Hice clic en el enlace, y Mase se agachó un poco e inclinó mi pantalla para que pudiera compartir mi visión. Me resigné a la inevitable apatía, otra cara bonita en el catálogo de caras bonitas que buscan una cuenta bancaria más sana y una buena polla rica. O dos. La oferta de dos no parecía dificultar en absoluto nuestro éxito. Ni mucho menos.
La cara que me saludó no estaba fuera de ningún catálogo. Su cabello era una cascada castaña natural, que caía sobre los hombros delgados para descansar en la curva de su chaleco. Sus ojos eran vivos y amables, de color castaño suave y llenos de picardía, y su sonrisa era brillante y genuina. Una naricita dulce, con una pizca de pecas sobre una piel brillante. Bonitas tetas. Cintura estrecha. Piernas largas en vaqueros desteñidos, cruzadas bajo ella mientras se inclinaba hacia atrás, con las palmas de las manos extendidas sobre la hierba.
Era hermosa. Hermosa y diferente a las demás, tenía razón.
Un collar de conchas marinas y dos pulseras de piedras preciosas eran sus únicos adornos.
Bohemia, sí. Pero sólo un poco.
Mase me dio la descripción general, pero sonó distante.
—Su perfil dice que tiene veintidós años, no es demasiado joven. A punto de terminar la universidad. En Worcester. Licenciada en Empresariales. Todavía vive en casa. Conduce. Tiene dos trabajos. Es una persona al aire libre, natural. Le gusta la pizza y el KFC, sin embargo. Todas las cosas poco saludables. Probablemente incluso le gustan los sándwiches de las estaciones de servicio. Te llevarás bien con ella.
—No todos podemos hacer una fiesta de pijamas y trabajar desde casa todos los días. Tus pequeños bocadillos vegetarianos deshumidificados difícilmente cortan un día en la carretera— Mi voz salió seca mientras mi tono se volvía serio — Este. ¿Lo sabe ella? ¿Es ella... adecuada?
No aparté los ojos de la pantalla, pero sabía que él estaba poniendo los suyos en blanco.
—No empieces. Ella sabe algo de eso.
—¿Algo?
—Algo. De nuestro perfil.
—Entonces cuéntale el resto.
Gimió.
—Escuche, Sr. Digo-las-cosas-como-son, necesitamos tiempo. Ella necesita conocernos. Ni siquiera la hemos conocido todavía.
—Vale, entonces conozcámosla, y luego se lo diremos. Colocaremos nuestras cartas sobre la mesa y veremos si las suyas coinciden.
Sacudió la cabeza.
—Seis meses, lo prometiste.
—Prometí tres.
—Dijiste seis. Después de que Nicole de Northampton corriera gritando por las colinas, dijiste seis. Te sentaste ahí, justo donde estás ahora, y prometiste seis.
—Bajo presión. He cambiado de opinión.
Dio una palmada delante de mi pantalla, forzando mi atención.
—Seis, Edward. Esta vez vamos a estar seis meses. Lo digo en serio.
Su tono me hizo cosquillas.
—¿Quién ha muerto y te ha convertido en el Señor de las citas Sugar Daddy? Todos sabemos quién lleva los pantalones aquí, Masen—. Sonreí.—No finjas que no te gusta así.
—Me gustaría mucho más si lográramos hacer un trío un poco más allá de tus negociaciones de cabeza de jabalí. Esto no es un acuerdo de venta. Se trata de... gente, Edward, gente...
—Se trata del alma, hombre...— Me burlé.—Yo negocio. Eso es lo que hago.
—Esta vez no—. Sacudió la cabeza.— Seis meses. Deja que yo me encargue de esto—. Sus ojos eran como los de un cachorro.—Por favor... déjame manejar este...
Me desplacé por el correo electrónico.
—¿Dónde está el desnudo obligatorio?
—No hay ninguno.
Levanté las cejas.
—¿No hay foto de tetas? ¿Ni siquiera en ropa interior?
Sonrió.
—No. Nada de nada.
Estaba extrañamente impresionado.
—Ella sabe que venimos en pareja, ¿no? ¿Sabe que son a la vez o no?
—Ella sabe que necesitará... acomodarse...
—Qué manera tan delicada de decirlo. Ella está feliz con eso, ¿verdad?
—Está claro en nuestro perfil. Ella se refirió a ello en su mensaje. Es bastante explícito... no es una puta, no es una golfa, pero es... clara en sus intenciones...
Un cosquilleo de excitación me recorrió las pelotas.
—...su nombre es Bella, por cierto.
.
—Isabella Marie Dwyer... y está interesada...
Me desplacé más allá de su foto, hasta el mensaje de abajo.
«Nunca había hecho algo así. Estoy segura de que casi todos los mensajes dicen lo mismo, pero lo digo en serio. Nunca he hecho algo así antes... pero quiero hacerlo.
Mentiría si dijera que no estaba en un sitio web de sugar daddy por el dinero, pero no esperaba encontrar a nadie lo suficientemente cerca, y definitivamente no esperaba encontrar un perfil como el tuyo.
He fantaseado con tener dos hombres a la vez desde que tenía edad suficiente para saber que era posible. Preguntas en tu perfil si he experimentado sexo así antes, y no lo he hecho. No sé cómo se sentiría tener dos hombres dentro de mí, y no sé si me resultaría fácil, pero quiero intentarlo.
Me preguntas si alguna vez me he abierto lo suficiente como para recibir dos hombres en mi coño, y no, no lo he hecho, ni siquiera cerca, pero pienso en ello todos los días desde que leí tu perfil.
Me ha llevado un tiempo armarme de valor para mandar un mensaje. Pero ya estoy lista.
Realmente quiero esto.
Me preguntas qué quiero del acuerdo, y no estoy muy segura de cómo cuantificarlo.
Sólo soy una chica de pueblo con grandes sueños, por eso estoy en este sitio. Pero no se trata sólo del dinero. Ya no. Bella. X»
Explícito pero no guarro. Sin pretensiones grandiosas de montar dos pollas gordas durante toda la noche. Nada de demostraciones gráficas de su capacidad para estirar el coño, y teníamos muchas de ellas. Nada de tómenme, chicos grandes, tomen mi pequeño y apretado coño, o, nunca han conocido un coño tan hambriento de dos como el mío. Nada de eso. Traté de medir a Bella.
—Si ella no puede cuantificarlo, ¿qué es lo que quiere? Presumiblemente no las tasas universitarias, y no parece del tipo de lista de deseos de cirugía estética.
Se encogió de hombros.
—Una chica de pueblo con grandes sueños… quién sabe. Pero es linda, ¿no?
—Bonita. Sí.
La sonrisa de Mase mostró sus hoyuelos.
—Es realmente linda. Creo que ya estoy enamorado.
—Con una declaración así, ¿cómo podría decir que no?
—De todas formas no dirías que no. No has dejado de mirarla.
Astuto gilipollas. Golpeé mis dedos en el escritorio.
—Muy bien, envíale un mensaje. Es un sí de mi parte.
Dio un puñetazo al aire.
—¡Lo sabía!— Volvió a rodar por el suelo, con los vaqueros raídos arrastrando la alfombra—. Te quiero, Edward Cullen, no te arrepentirás.
—Un último disparo— dije—. Entonces estamos fuera. Perfil borrado. He terminado con esto.
Me hizo un saludo.
—Sí, sí, un último disparo. Esta es nuestra chica, puedo sentirlo en mis huesos.
Me reí.
—En tu erección, querrás decir—. Mi cursor se situó sobre minimizar, pero no hice clic. No quería hacer clic. Tal vez, sólo tal vez... — Mándale un mensaje, entonces, ahora. Prepáralo.
Se reclinó en su asiento, con las manos detrás de la cabeza.
—No hace falta—dijo con una sonrisa—. Le envié un mensaje antes de enviarte el correo electrónico.
0-0-0-0-0
POV Bella.
Hola, soy Bella, encantada de conocerte. ¿Un apretón de manos? ¿Un abrazo? ¿Beso en el aire? Tal vez no. Hola, soy Isabella. Me alegro de conocerte, por fin. ¿Por fin? ¿Suena desesperado?
Di marcha atrás con el coche al final de la calle. Otra vez. Los engranajes torpes me hicieron girar demasiado y rechinaron como dientes en la pizarra. Qué desagradable. Podía sentir cómo se movían las cortinas. No tardarían en llamar a la vigilancia del barrio. Ya había dado tres vueltas a la carretera en los últimos quince minutos, y aun así llegué pronto.
¡Hola, Mase! ¡Edward! Soy Bella. Bella Dwyer. ¡Encantada de conocerte! No. Demasiado efusivo.
Puse el coche en punto muerto y miré de nuevo a mi alrededor. La carretera era el centro de los suburbios, y me sorprendió que la propia calle no estuviera pavimentada con billetes. Me sentí totalmente fuera de mi zona de confort, un patético patito que se balanceaba sobre las olas.
Pero debería haber sabido que sería así. Debería ser así. Sería mucho más preocupante aparecer en alguna finca de mala muerte en algún lugar y descubrir que mis Sugar Daddies no eran todo lo que decían ser. Había comprobado este lugar en Street View muchas veces, pero Street View no tiene en cuenta la escala. Estas propiedades eran grandes.
Parecía tan fácil en la seguridad de mis propias fantasías, pero ahora era un juego completamente diferente, estacionado en la ciudad del dinero con un vientre lleno de mariposas y un caso serio de lucha o huida.
Lucha o huida. Mas bien, follar o huir.
La idea me puso nerviosa.
Tal vez eso es lo que esperaban. Encantado de conocerte, desnúdate ahora, por favor, y muéstranos tu coño.
Mase dijo que no, pero lo haría, ¿no?
Aun así, eso no sería lo peor que podría pasar. Asesinato en la fila del dinero, la zorra de Sugar Daddy es masacrada en los suburbios de Cheltenham.
Poco probable, los había comprobado. Los perfiles de Facebook, el censo electoral, el sitio web de Business Connect. Estaban por todas partes, en negrita, y todas las líneas coincidían perfectamente. Además, había dejado un práctico dossier de información sobre ellos en el cajón de mi tocador. Incluso la somnolienta policía de Much Arlock podría descifrar ese crimen en un santiamén.
Me quedé mirando su casa, dándome cuenta de nuevo de que mi coche iba a parecer una bolsa de mierda en su entrada. Mi coche parecería una bolsa de mierda en la entrada de cualquiera.
Tomé aire. Aquí no pasa nada.
Tiré de mi viejo y maltrecho Ford hacia su propiedad, e inmediatamente deseé haberle dado un lavado a chorro. El mío estaba cubierto de barro y arañazos y probablemente de medio fardo de heno, y los suyos estaban relucientes. Brillante y nuevo. Un elegante Range y un deportivo BMW plateado, inmaculados en su lujoso camino de entrada de ladrillo rosa. Al menos había hecho el esfuerzo de arreglarme. Apagué el motor y me quité los zapatos de tacón, sustituyéndolos por los tacones de infarto que había guardado en el espacio para los pies del copiloto. Comprobé mi maquillaje en el espejo retrovisor, el lápiz de labios aún se comportaba en un tono sólo más oscuro que el desnudo, y unos pocos toques de rímel. Pasaría. Con suerte. Me bajé más el vestido por los muslos, consciente de estar enseñando mis bragas de zorra mientras subía a la vista de todos. Las piernas largas son a la vez una bendición y una maldición, ya que tienen la capacidad de convertir un vestido perfectamente respetable en un vestido de puta con un solo movimiento en falso. Finalmente, cogí mi bolsa y comprobé mi documentación por última vez. El papeleo, caramba. Esto era una locura, pero mis sueños no se hacían más pequeños.
Podía hacerlo. Tenía que hacerlo.
Respiré y salí al aire fresco del atardecer, un alivio bienvenido contra la piel ardiente. Mi vestido era el más caro que tenía; un número sin tirantes de color rosa suave con una pequeña y recatada rosa de diamantes en el busto.
Mis pasos desafiaban mi falta de confianza, mis tacones repiqueteaban contra el suelo mientras me acercaba a la puerta principal.
Mase y Edward, Edward y Mase.
Esperaba que fuera Mase quien respondiera. Mase parecía simpático, amable y genial. Mase era atractivo y divertido. Podría enamorarme de Mase. Tenía tatuajes en toda la manga y su ropa era nerd-chic. Tenía el pelo castaño desordenado y los ojos oscuros, y una barba de hipster completa. También era diseñador. ¿Qué es lo que no se puede amar?
Edward, por otro lado... Nunca había hablado con Edward. Edward parecía... intenso. Intimidante. Trajes elegantes, y músculos de acero, y rasgos cincelados, y absolutamente todo lo que yo no era. El hombre del saco corporativo bajo mi colcha de chica de campo. Tal vez las fotos lo hacían parecer más de lo que realmente era.
Llamé a la puerta y el corazón me golpeó como una perra loca, con la respiración entrecortada en la garganta cuando vi una sombra moverse detrás del cristal.
La puerta se abrió y no pude respirar, sólo puse la sonrisa más cálida y brillante que pude reunir y se mantuvo. Se mantuvo porque era Mase quien respondía, y él también estaba sonriendo. Su sonrisa era increíble, grande y genuina, y le salían hoyuelos. Llevaba unos vaqueros negros ajustados sobre unos zapatos de salón y una corbata púrpura sobre una camisa de cuadros de manga corta. Mase Brandon, el extraordinario diseñador gráfico, era absolutamente magnífico, mucho más magnífico que sus magníficas fotos. Uno para ganar.
—¡Bella! Hola— me hizo señas para que entrara como un amigo perdido hace tiempo y me envolvió en unos coloridos brazos que estaban más calientes en carne y hueso que en cualquier foto online, y que olían a océano y a cerezas simultáneamente. Tenía el pecho duro bajo la camisa y era más alto de lo que esperaba, tan alto como yo, incluso con tacones.
Empujó la puerta para cerrarla detrás de nosotros y me cogió la mano, y la sentí bien. Podía hacerlo.
O eso creía.
Hasta que llegó él. El Sr. Cullen. Y era enorme. Masivo y perfecto. Y realmente severo. Sus ojos parecían cazar chicas como yo para desayunar.
—Ella, ella es Bella. Bella, este es Edward.
Edward dio un paso hacia delante y yo retrocedí instintivamente, pero su mano ya se había posado sobre la mía, apretada con fuerza.
—Las presentaciones no son del todo necesarias, Mase— dijo, y no estaba segura de que tan en serio hablaba— Me alegro de que puedas unirte a nosotros, Bella. He oído muchas cosas. Todo bien.
—Lo mismo— dije—. Quiero decir, pedazos, de Mase.
He oído que eres intenso, y serio, y genial en la cama. He oído que no eres tan aterrador como parece a primera vista. He oído que trabajas por todo el país, cerrando mega acuerdos tecnológicos que valen lo suficiente como para que los ojos se llenen de lágrimas. He oído que eres impulsivo, e inteligente, y realmente agradable cuando te conocen.
He oído que tengo que llevaros a los dos a la vez. Esa es la condición. Tu condición.
He oído que eso es lo que te excita.
Pero no podía entender nada de eso, sólo podía arder bajo la forma en que sus ojos comían los míos. Verdes, como hojas de laurel, salpicados de plata. Su pelo era cobre y liso, y su camisa era blanca y nítida, con un cuello tan afilado que podía cortar. Llevaba pantalones a medida, incluso en fin de semana, y su reloj era caro y captaba la luz mientras veía su mano estrechando la mía.
—Entonces, Bella, ¿qué te trae por aquí? ¿Por qué nosotros?
Directo.
Mase le pinchó en el brazo, le dio un codazo bastante fuerte.
—Estoy seguro de que a Bella le gustaría tomar algo, Edward—. Me rodeó los hombros con un brazo, haciéndome pasar por su otra mitad enfrentada, donde mi cuerpo bordeaba el de Edward un poco más cerca de la cuenta. Se me erizó la piel y sentí las piernas como gelatina, como si me estuviera derritiendo.
No podía follar con él.
Me destruiría. Me convertiría en un charco de nada pegajoso.
Pero me daba vértigo la idea. Me sentía mareada por todo. Y todo parecía tan estúpido, todo esto era una locura. Una chica tonta fuera de su alcance, pensando que podía ser una especie de acompañante de clase alta de dos tipos bisexuales, sólo porque se la metieron por el culo unas cuantas veces en la universidad y lo disfrutó.
Mucho.
Vale, lo disfruté mucho. Pero aun así.
Joder.
Mase me guio por el pasillo hasta una enorme y aireada cocina. El lugar era precioso, anuncios enmarcados de bebidas energéticas se alineaban en las paredes sobre azulejos de cerámica blanca brillante, y las encimeras eran de mármol negro.
—¿Hiciste esto?— pregunté, señalando una.
—Claro— Me sonrió y me habría relajado por completo si no hubiera sentido el calor de Edward detrás de mí— ¿Vino? ¿Refresco?— Mase levantó las cejas— ¿Lima potenciada, la bebida de los campeones?
Le devolví la sonrisa.
—Agua, por favor.
Sacó un agua mineral, una de esas elegantes en botellas de cristal, dispensó un poco de hielo de su frigorífico-congelador superguay y me la entregó en un vaso giratorio. Bebí un sorbo y se me hizo un nudo en la garganta por los nervios.
—¿Un poco aprensiva?— preguntó Mase, y sus ojos brillaron. —Oye, no te preocupes. Yo también estoy nervioso—. Miró detrás de mí.—Todos lo estamos—. No me lo creí de alguna manera.
—Esto es... surrealista...— Me las arreglé para decir— Se siente tan diferente en la vida real—. Me revisé a mí misma—. No está mal diferente. Sólo diferente.
—Deberíamos pasar al salón— dijo una voz profunda— Es más cómodo.
Mi corazón latía con fuerza.
Le seguí en silencio, con una sonrisa de papel en mi cara durante todo el camino. Elegí un asiento en el rincón más alejado, un gran sillón de cuero blanco que me engulló. Mase ocupó uno de los pufs que había a mi lado, acomodándose despreocupadamente con las piernas extendidas hacia las mías. Edward ocupó la silla de enfrente, y no había nada casual en él. Se sentó hacia delante, con decisión, con los ojos puestos en los míos.
—¿Tienes alguna pregunta?
Muchas. Pero no se me ocurría ni una sola, aparte de las obvias. ¿Vas a cogerme ahora? ¿Aquí? ¿En tu alfombra del salón mientras mi corazón late a diez por docena? ¿Vas a insistir en que tome dos pollas desde el principio, y juzgarme si chillo? ¿Te vas a sentir decepcionado cuando me desanime en el sexo anal y llore porque ha pasado mucho tiempo?
¿Voy a ser lo suficientemente buena?
Imaginé mis sueños, todo lo que siempre había querido, y todas las formas en que habían parecido imposibles antes de tropezar con el artículo de Sugar Daddies en la revista Glitz.
Tenía que ser lo suficiente buna para esto. Tomé otro sorbo de agua y concerté mi mente.
Preguntas. Quería preguntas.
—Tengo algunas— dije.
Y entonces llegaron las preguntas.
(1) Un Elevator Pitch o Discurso del ascensor es un discurso o presentación que pretende ser impactante, ágil y rápido ya que debe durar entre 45 segundos y un minuto, ni más ni menos. Una de las principales características del Elevator Pitch es que debe ser claro, conciso y breve. Su objetivo es persuadir al receptor del mensaje y llegar a él.
Y aquí comienza una nueva aventura. En concreto esta dura 33 capítulos más un epilogo y, seh, tiene final feliz. En esta cuenta amamos los finales felices. Como veréis, es una historia diferente, no es la típica de chico más chica y espero que le deis una oportunidad porque os juro que yo la amé desde el primer segundo que la leí. Este Edward es gah, sin palabras, y Mase no es un personaje que conozcamos pero juro que os conquistará el corazón desde el primer minuto. ¿No lo ha hecho ya?
¿Qué os ha parecido hasta ahora la presentación de la historia?
