Nota de autor extensa pero necesaria :)

¡Hola! Acá vengo con un nuevo fanfic, el más largo que he escrito hasta ahora, y en el que he estado trabajando por más de un año.

Es una historia diferente a lo que he escrito anteriormente pues, al menos en bastantes capítulos, no hay romance, por lo que podría decirse que es un slow burn con algo de angst.

Quise describir a los personajes que he elegido muy afectados por la Segunda Guerra Mágica y he intentado mostrarlos a todos respetando sus personalidades del canon aunque quizá, al pasar el tiempo por ahí aparezca alguno que otro cliché y sus sentimientos los hagan "menos ellos". Si encuentran algo muy OoC, véanlo como licencias de escritora. :D

El fic está completo así que actualizaré dos veces por semana, pero dependiendo de la respuesta y si me motivan con reviews o comentarios, a lo mejor sean actualizaciones de dobles capítulos o más días a la semana, incluso diarias. Así que depende de ustedes. ;)

Un especial agradecimiento a Mary Eagle Med, Irene Garza y Lmoraga por toda la ayuda con los errores de redacción. También a las chicas del grupo La Tanga de Draco Malfoy por sus ideas y por hacer que me enamore cada vez más del Dramione: María, Irene, Lidia, Vania, Johanna, Silvana Maldini y Silvana Montecinos, Yulz, Holly, Melisa, Merce, Paola, Lorena, Florencia y Ange. ¡Las quiero mil!

Advertencias: Este fic tiene Rated M por el vocabulario soez, mención de ideas suicidas, adicción al alcohol y descripción de ataques de pánico. No he experimentado en carne propia ninguna de las situaciones que narro en la historia por lo que me disculpo si no logro plasmar adecuadamente los sentimientos acordes a cada situación. Simplemente he querido relatar una idea que tenía mucho tiempo rondando en mi cabeza; no es mi intención herir susceptibilidades ni promover ninguno de los actos mencionados. Las adicciones a cualquier tipo de droga arruinan vidas. Por favor, no romanticen ninguna de estas acciones. Los capítulos con esos contenidos estarán identificados por si tienen algún desencadenante y prefieren no leerlos.

He creado un tablero en Pinterest para esta historia pero si no quieren spoilers, no lo vean hasta el final. ️;)

Usuario: Adrimazofeifa, Tablero: Heridas del alma.

Espero con ansias sus reviews; suelo contestarlos todos. Se agradecen los favoritos. :*

«El trabajo de los escritores es soñar. Pero aún tenemos un trabajo más importante: Compartir nuestros sueños con la gente. Es imposible ser escritor sin tener esa sensación de compartir lo que escribes». Haruki Murakami


Disclaimer: todos los personajes, escenarios y hechizos que reconozcan pertenecen a J.K. Rowling. El resto es producto de mi imaginación.


—1—. DESAPARECIDO.

«¿Dónde está Draco Malfoy?»

Era el título de la primera plana del diario El Profeta ese cálido primer domingo de septiembre de 1998. La polémica periodista Rita Skeeter había logrado la primera página luego de haber descubierto que el exmortífago llevaba varios meses desaparecido.

Se había especulado que el joven regresaría al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería para concluir con sus estudios luego de que a finales de mayo había sido juzgado y absuelto junto a sus padres por su participación en las filas del Señor Tenebroso, pero el martes primero de septiembre nadie lo había visto en la estación King's Cross y tampoco en el tren, y «fuentes fidedignas han confirmado que no forma parte del alumnado». Los días seguían pasando y nadie tenía noticias del joven heredero. Sus padres tampoco habían querido dar ninguna declaración, pero «la periodista vio a la señora Malfoy enjugarse unas lágrimas con un pañuelo blanco que llevaba las iniciales de su hijo grabadas, mientras su esposo declaraba que el joven Draco se encontraba de viaje con el fin de tomar nuevos aires».

Apretando la mandíbula con fuerza, Lucius Malfoy tomó el último trago de whisky de fuego que quedaba en el pequeño vaso el cual desapareció con un movimiento de mano para luego lanzar al suelo el periódico junto a todo lo que estaba sobre su escritorio de madera de caoba y resopló con desesperación crispando los puños, para luego empezar a murmurar una retahíla de maldiciones dirigidas hacia la reportera.

—¿Dónde te metiste, Draco?

Con curiosidad debido al escándalo, su esposa había acudido a la biblioteca con su usual paso sigiloso por lo que, como siempre, no la había escuchado llegar; con movimientos de varita y murmurando unos encantamientos, ella había colocado todo en su lugar para luego sentarse en el cómodo sillón frente a su esposo.

—Veo que leíste El Profeta —casi murmuró.

La otrora elegante señora Malfoy llevaba un vestido negro, único color que usaba desde hacía meses, como si estuviera de luto por la ausencia de su hijo, lo que la hacía ver más pálida que nunca; su rostro demostraba una profunda angustia: finas arrugas alrededor de los ojos, profundas ojeras y mirada triste como consecuencia de muchas noches sin dormir habían alejado la belleza y frescura de años atrás. La arrogancia aristocrática y los bellos colores pastel en sus vestidos que la hacían lucir joven y fresca y la diferenciaban aún más de su malvada hermana, habían desaparecido.

Lucius también parecía cansado y de mucha más edad a pesar de cumplir cuarenta y cinco años dentro de pocos meses. Eran visibles círculos oscuros debajo de los ojos y profundas líneas de expresión en la frente y entrecejo.

—Esa mujer es desesperante. Mira que inventar lo del pañuelo y tus lágrimas. Es un asco que ese periodicucho llene sus arcas en Gringotts a punta de mentiras y a costa de nuestro sufrimiento —resopló. Haciendo levitar el periódico, lo incendió con un tronar de dedos.

—Le negaste la entrevista, Lucius, ¿qué esperabas? Esa es su especialidad: las noticias sensacionalistas. Lo que me extraña es que llegara a esa conclusión. —Su voz era apenas audible, como si no tuviera fuerzas ni siquiera para hablar.

—¡Es una arpía! Lo más lógico para ella es que si no está en Hogwarts y tampoco se deja ver con nosotros o sus amigos, es porque «no está» —bufó remarcando con sarcasmo las últimas dos palabras.

—Supongo que le extrañó que no asistiera a la fiesta de cumpleaños de Daphne en julio. La prensa estaba ahí, como en toda actividad que hacen los Greengrass y se esperaba que Draco, como uno de sus mejores amigos y posible futuro marido, acudiera a ella…

—Los Greengrass están desesperados por casar a sus hijas ahora que quedaron en bancarrota —se quejó Lucius—. No quiero imaginar qué fueron capaces de hacer para celebrar esa fiesta. Además, ¡acaba de terminar la guerra, por las barbas de Merlín! No son tiempos para ese tipo de actividades. Todo es muy reciente… En todo caso, si bien es cierto era nuestro deseo tiempo atrás, jamás dejaría que Draco se casara con una de ellas ahora que no tienen un knut, ni aunque fuera la única manera de recuperar la antigua gloria de nuestro apellido. Nuestros galeones son lo único que nos queda.

—Quizás este reportaje nos ayude a encontrarlo —se atrevió a decir la mujer esbozando una triste pero esperanzadora sonrisa; jugueteaba sin darse cuenta con uno de los adornos del escritorio—. No sé si podré soportar más la incertidumbre de no saber dónde está.

—Siempre has sido muy débil en lo que a él respecta —señaló con irritación—. Estoy seguro que él está bien. —No sabía si quería convencerla a ella o a él mismo.

—¡Es mi único hijo, Lucius! Y no sé nada de él desde hace dos meses. Sé que está vivo, me lo dice mi corazón, y eso me da algo de tranquilidad. Pero no se llevó su varita. Tampoco ha habido registro de que haya visitado Gringotts —sollozó Narcissa escondiendo su rostro entre las manos—. ¡Necesito saber de mi hijo! —casi gritó por primera vez en mucho tiempo, rompiendo a llorar desconsoladamente. Y a él le desgarraba el alma ver a su esposa sufrir así—. ¡Necesito saber que está sano y salvo!

—¡Es terco e insensible! ¡Dejarnos así sin decir nada! —Volvió a tirar todo al suelo en un nuevo arranque de furia.

—¡Es tu culpa! —gritó Narcissa poniéndose de pie y deseando abalanzarse sobre su esposo. Raras veces perdía la compostura y evidentemente, esa era una de las ocasiones. Esa mirada de hielo era capaz de congelar la estancia pero él no se dejó intimidar. Alguien debía ser fuerte por los dos.

—¡Basta, Cissy! ¡No tenemos que volver a lo mismo! Draco es mayor de edad y, por lo tanto, responsable de sus actos y si él decidió irse, ¿qué más puedo hacer yo? Es tan terco como los Black cuando se le mete una idea en la cabeza. —Su esposa frunció los labios desaprobando el comentario—. Además, ¿cómo querías que lo detuviera? ¿Se te olvidó que me lanzó contra la pared sin necesidad de varita cuando intenté detenerlo? ¡Estaba fuera de sí y no controló su magia como cuando era niño!

—Si tú no hubieras empezado a discutir con él como todo el tiempo, recriminando cada uno de sus actos, obligándolo a hacer cosas que nunca ha querido… Lucius, Draco ya no es un niño al que podamos manejar. ¡Descargas todas tus frustraciones con él! Además, ya sabes que él puede usar magia sin varita, no creo que haya sido un hecho aislado.

—¡Pues entonces culpa a la loca de tu hermana! Ella lo entrenó para Voldemort en el uso de magia no verbal y sin varita.

—Pero si tú no hubieras fracasado en el Departamento de Misterios, el Señor Tenebroso no lo habría forzado a ser un mortífago a sus dieciséis años, ni Bellatrix hubiera tenido que enseñarle magia oscura para hacerlo más poderoso que cualquiera y con eso evitar que le fallara también a Voldemort. Ya estaba bastante enlodado nuestro apellido gracias a ti como para seguir cayendo en más desgracia si Draco fallaba.

—¡Narcissa! ¡Estoy harto de siempre volver al mismo tema! —rugió frunciendo aún más el ceño y golpeando la mesa con sus puños. Recordar sus equivocaciones no le hacía nada bien, aunque jamás lo reconociera frente a su familia.

—¡Y yo estoy harta de que mi hijo tenga siempre que pagar por tus errores! —respondió con voz casi apagada. Había sacado su varita y la apuntaba directamente al corazón de su esposo totalmente fuera de sí. Lucius levantó las manos en señal de rendición.

—Cissy, por favor —murmuró y su rostro denotaba espanto—, baja esa varita… no hay necesidad de discutir entre nosotros. No es un buen momento para ninguno de los dos. —Hablaba con calma para también tranquilizar a la mujer—. Pero tenemos que apoyarnos. Sé que estás desesperada, yo igual lo estoy. —Ella bajó la varita y dejándose caer al piso empezó a llorar nuevamente.

—Mi hijo… —se lamentó desgarradoramente entre lágrimas con la angustia saliendo atropelladamente del corazón; su esposo empezó a acercarse lentamente y viendo que ella había bajado la guardia por completo debido al dolor por no saber nada de Draco, se arrodilló frente a ella y la abrazó sintiéndola aún más delgada que días atrás. Debía encontrarlo pronto o Narcissa moriría de dolor y por supuesto, él con ella.

—Estoy en eso, amor, y lo sabes…

Lucius le masajeaba la espalda con delicadeza. Solo ella era capaz de sacar al Lucius comprensivo y tierno que por lo general escondía muy dentro de su ser. Narcissa seguía llorando desconsoladamente en el pecho de su marido, pero asintió resignada al escuchar sus palabras. Él la adoraba y era capaz de mover cielo y tierra ante el más pequeño de sus deseos, y era precisamente el no poder quitarle ese dolor de no saber el paradero de su hijo el que lo estaba mortificando. Verla así lo quebraba completamente. Tenía que encontrarlo.

Aceptaba, aunque no en voz alta, que todo lo que estaban viviendo era su culpa. Draco había sido presionado a tomar la marca tenebrosa por sus propios errores, por haberle fallado al mago oscuro más poderoso de los últimos tiempos; pero nada de lo que había pasado era lo que él había imaginado. Todo se había salido de control y ahora sufrían las consecuencias. De nada había valido su devoción de años. Un único fallo había sido suficiente para degradarlos, para humillarlos. La sociedad en la que siempre habían brillado ahora los hacía a un lado.

A todo lo anterior se sumaba la depresión en que su esposa había caído al desaparecer Draco, por lo que ya no participaba en eventos de caridad ni tenía ánimos para organizar tardes de amigas ahora que todo volvía lentamente a la normalidad fuera de Malfoy Manor, casi segura de que nadie acudiría, y prefería evitar esa vergüenza. Se había retraído poco a poco en aquella inmensa casa y las pociones para calmarla tampoco estaban surtiendo efecto.

¿Qué pasaría ahora que todo el mundo mágico sabía de la desaparición de su hijo? ¿Podría seguir con la mentira de que estaba en Noruega haciendo pruebas para un equipo de Quidditch?

Suspiró calmándose con el paso de los minutos hasta que su respiración era casi imperceptible.

—Quiero que regrese, Lucius, por favor, hagamos algo más. Esta angustia me va a matar… Cuando ya habíamos superado toda nuestra situación con el ministerio, cuando se suponía que seríamos felices sin él rondando nuestras vidas… cuando logramos salir vivos, pasa esto… no creo poder soportarlo más… Tráelo conmigo, Lucius —suplicó—. Necesito a mi hijo conmigo…

—Ya he agotado todas las opciones pero es evidente que no quiere que lo encontremos, ni siquiera llega a tocar los sobres por lo que el hechizo de rastreo no se activa; tampoco funcionó ningún método de rastreo del ministerio y bien sabes que ofrecí muchos galeones al primer cazarrecompensas que lo encontrara pero ninguno ha podido dar con él. Supongo que sí está en el país porque el búho y las lechuzas no tardan tanto en volver, pero presiento que cada vez se está alejando más. Veamos lo positivo de este maldito reportaje: tal vez alguien lo ha visto y nos dé alguna información. Llega a todos los rincones del país.

—¿Y si ya no está en Gran Bretaña?

—Draco no se llevó dinero ni la varita, no pudo haber ido muy lejos. —Seguía acariciando la espalda de su mujer y dándole pequeños besos en la coronilla—. Tengo la esperanza de que pronto vamos a tener noticias de él.

Juntos, abrazados en una de las amplias estancias de la mansión, la pareja lucía ahora tan frágil y vulnerable, que era casi imposible reconocer en ellos a los altivos padres de Draco Malfoy. Podrían tener todos los defectos del mundo, pero solo se tenían a ellos mismos, y ese amor era lo único que les quedaba.