—5—. ODIO.

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Pocos días después sería el cumpleaños de Hermione y decidieron que en esa fecha, ella y Harry anunciarían a todos que, debido a una misión secreta que el ministerio les había encomendado, se ausentarían por tiempo indefinido. Pensaron que era la mejor idea y que probablemente nadie dudaría de la versión pues era bastante creíble y al ser «secreta», no se atreverían a pedir detalles. El mismo Ron, que sabía del «proyecto» de Hermione, tendría que tragarse el cuento, ya que, de todos modos, como él trabajaba en Sortilegios Weasley con su hermano George, «no había sido tomado en cuenta por el ministerio para acompañarlos».

Ese año, el diecinueve de septiembre caía sábado, así que era muy conveniente reunirse en Las Tres Escobas con Ginny y Luna, quienes habían pedido permiso en el colegio para visitar Hogsmeade y así poder celebrar con la cumpleañera y sus amigos más cercanos. Harry había invitado a Ron, pero no sabían si acudiría debido a lo que había pasado con Hermione días atrás.

Precisamente por la forma en que Ron había reaccionado, era que Harry había preferido ocultar a los demás sus verdaderas intenciones de alejarse un tiempo. Era probable que su amigo siguiera molesto y tampoco aprobara que él y Hermione se marcharan sin tomarlo en cuenta, pero dada la situación de George con la muerte de Fred, era entendible que no lo hubieran contemplado como una posibilidad, puesto que George ahora se apoyaba en su hermano menor para intentar superar la pérdida.

La pequeña reunión acercó a Neville, Dean, Seamus, Parvati, Luna, Ginny, Harry y finalmente Ron en compañía de George, quien estuvo pocos minutos solo para felicitar a su amiga. En algún momento de la tarde, también llegaron Hagrid y la profesora McGonagall, quienes sentían un especial cariño por la festejada. Harry había comprado un pastel de cumpleaños y unas botellas de vino de sauco para celebrar y estaba muy feliz de compartir con todos sus amigos, aunque sentía que esa era también, en cierto modo, una fiesta de despedida para él y Hermione. Harry disfrutaba mucho con todos, pero se sentía ahogado fuera de ese círculo, y sabía que unos meses fuera ayudarían a valorar el privilegio de ser un mago, que si bien, agradecía tener ese don, desde hacía un tiempo lo veía como una maldición. Su vida estaba vacía.

Cuando Harry les dio la noticia, su novia se lo tomó con algo de asombro, sobre todo porque era una misión sin fecha de término. Eso significaba que esa Navidad tampoco estarían juntos, igual que el año anterior debido a la búsqueda de los horrocruxes. Harry desvió la mirada hacia Hermione quien esbozó una triste sonrisa. No habían contemplado esa fecha tan importante para los Weasley.

—Tan fácil como aparecerte en casa —le dijo Ginny algo melosa—. No creo que el ministro ponga objeción… de todos modos, es Navidad. —Estaba intentando no llorar, pero su voz temblaba—. El año pasado tampoco estuvimos juntos y era muy angustiante no saber siquiera, dónde estabas.

—Tienes razón, es una fecha importante. —Él no podía negarle nada a su chica, no después de todo lo que habían sufrido por estar separados—. Haré todo lo posible para estar contigo ese día. —Y la abrazó sobre su pecho, intentando calmarla. Definitivamente había que afinar los detalles de ese alejamiento temporal si no querían levantar sospechas.

Ron se había quedado en una esquina con actitud rencorosa y aunque algunos estaban intrigados por su actitud, sobre todo por no estar junto a Hermione, habían pasado por alto ese aspecto al verla a ella sonreír y hablar con todos animadamente. Ron no había dejado de beber whisky de fuego como si fuera agua desde su llegada, pero al ver la escena de su hermana y cuñado, se acercó a Hermione y le dijo sin ocultar su molestia:

—No te entiendo. Dijiste que querías alejarte de todo y ¿ahora te vas en una misión con Harry?

—Harry me lo pidió y no pude negarme.

—Pues yo también te pedí que no te fueras.

—La situación es diferente, Ron.

—¡Por supuesto que es diferente! —protestó alzando la voz—. ¡Ahora veo todo con claridad! ¡Esto estaba planeado! ¡Me has visto la cara todos estos meses! Ahora resulta que te has dado cuenta que Harry es mejor que yo y ¡solo buscabas un pretexto para dejarme y largarte con él!

—¿Te estás escuchando, Ron? —Hermione no podía estar más horrorizada con las insinuaciones de su ahora exnovio.

—¡Claro que me escucho! Escucho cómo debieron reírse ambos del tonto de Ron cuando le contaste que habíamos terminado —bufó.

—¿Has olvidado que Harry está con tu hermana? —Los señaló. En ese momento, la pareja reía ante algo que decía Seamus.

—Una pantomima, seguro. ¡No sé por qué no lo vi venir!

—¿De verdad nos crees capaz de hacer una bajeza como la que dices? —Hermione estaba haciendo un gran esfuerzo por contener las lágrimas de rabia—. ¿No fueron suficientes siete años juntos para conocernos? —Ron la veía con desprecio y sus ojos se habían oscurecido de odio y rencor.

—Por lo visto nunca se termina de conocer a las personas —murmuró con amargura y Ron empezó a caminar hacia la salida.

—¡Eres un tonto, Ronald Weasley! —gritó haciendo que todos volvieran su atención sobre ella.

Harry dejó a Ginny para inmediatamente acercarse a Hermione, quien no había podido evitar que unas lágrimas de impotencia cayeran por sus mejillas.

—¿Ni siquiera en su cumpleaños pudiste evitar comportarte como un patán, Ron? —le gritó Harry abrazando a su amiga—. ¿Qué le hiciste?

—¡Cómo siempre, el gran Harry Potter saliendo en defensa de los más desvalidos! —vociferó con sarcasmo y arrastrando lentamente cada una de las palabras. Definitivamente era el alcohol quien hablaba y no su amigo. Ginny se había acercado a su hermano para ponerse al tanto de lo que estaba sucediendo. Ron no le había contado a nadie sobre su ruptura y no entendía qué pasaba.

—¿Puedo saber qué sucede? —inquirió con voz compungida.

—Tu noviecito, y mi ex —seguía arrastrando las palabras con odio—. Se van juntos… ¿no los escuchaste? ¡Nos hacen a un lado para largarse a vivir su romance! —Se tambaleaba de un lado a otro. A Ginny se le heló la sangre y sus ojos inmediatamente buscaron los de Harry, quien, acomodándose los lentes, negó con la cabeza lanzando un resoplido.

—¿Pero qué tontería estás diciendo? —casi gritó la menor de los Weasley—. ¡Que alguien me explique! —exigió.

—¡Pues, eso! ¡Que siempre nos han engañado! ¡Están juntos quién sabe desde cuándo! —gritó. Ginny pasaba su mirada de Harry a Hermione y luego a su hermano, buscando una respuesta coherente—. Míralos ahí, bien abrazados, ya ni les importa que estemos acá.

—Ginny; Ron está ebrio, no mide el alcance de sus palabras —comentó Neville—. Todo lo que dice no tiene sentido.

—¡Ya salió el otro héroe de guerra! —se carcajeó con ironía—. ¡Por lo visto a ti también te ha engañado este par!

Harry se acercó a Ron para intentar calmarlo, pero al tocar su hombro, su amigo se exaltó aún más y lo fulminó con la mirada. Harry sintió de pronto un déjà vu. Esa actitud le recordaba mucho a la que había tenido Ron en su cuarto año cuando, para el Torneo de los Tres Magos, creyó que él había logrado esquivar el hechizo de la línea de edad que el profesor Dumbledore había puesto sobre en el Cáliz de Fuego para que nadie que no fuera mayor de diecisiete años pudiera colocar su nombre. Rememorar esa situación hizo que de pronto Harry sintiera la sangre arder. También era la misma actitud que tuvo cuando buscaban horrocruxes y creía que él y Hermione estaban enamorados, pues él había sido muy susceptible a los poderes negativos del guardapelo de Salazar Slytherin. ¿Por qué Ron siempre tenía que comportarse como un idiota inmaduro? ¿Por qué era tan inseguro aún después de todo lo que habían vivido?

—¡Suéltame, traidor! ¡No me toques! ¡Te consideraba un hermano! —lo empujó e intentó sacar la varita, pero por más que buscaba en cada bolsillo con movimientos torpes, no la encontraba. Resopló una vez más. Todos lo veían desconcertados y fijando la perdida mirada en Hermione, confesó denotando aún más su embriaguez—. Hace unas semanas ella terminó nuestra relación. Me dijo que estaba harta de la magia y que se iba. Pero ahora se va con ese —señaló a Harry— y de pronto, todo quedó muy claro. ¿O es que ustedes no lo ven? ¡Nos han visto la cara de idiotas a todos!

—Señor Weasley —dijo la profesora McGonagall tratando de apaciguar la situación—, creo que es mejor que se vaya. Rubeus, asegúrate que llegue sano y salvo a la tienda de su hermano. No creo que esté en condiciones de aparecerse por sí mismo en el Callejón Diagon y no queremos que sufra una despartición, así que mejor que utilice la Red Flu. De seguir acá con todo este malentendido, puede terminar lamentándolo cuando esté sobrio.

Hagrid llevaba a Ron como si fuera un juguete vociferador, pues intentaba zafarse del agarre del semigigante, obviamente sin éxito, camino a la chimenea detrás de la taberna. Pasado el disgusto del momento, Hermione se disculpó y decidió seguir con la pequeña celebración. Al fin y al cabo, era su cumpleaños y no iba a permitir que Ron se saliera con la suya y les arruinara la velada. La profesora se despidió de sus antiguos alumnos y también se marchó alegando que ya era muy tarde para ella que hacía muchas décadas había pasado la edad para divertirse hasta tarde en una fiesta. Harry le propuso a Ginny que fueran a otro sitio más privado, así podría aclarar la situación con ella y aprovechar para disfrutar de un momento a solas. Neville y Luna se quedaron un rato más y luego siguieron el ejemplo de Harry y Ginny hasta que fue el momento de regresar a Hogwarts.

Al día siguiente, Harry le envió una carta a Hermione diciéndole que todo estaba bien con Ginny y que los planes seguían tal cual lo habían hablado. Dos días después, ambos tenían cita con un agente de una importante inmobiliaria de Londres —el mismo que le había ayudado a encontrar la casa para los Granger—, y con la tranquilidad de que todo iba viento en popa, esperaron con ansias la reunión.