—7—. DESCONCIERTO.

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—¿Por qué te has levantado tan temprano hoy? ¿No irás donde tus padres? —preguntó Harry a la mañana siguiente cuando al salir de su habitación, vio que Hermione había preparado el desayuno a pesar de que le correspondía hacerlo a él. Un pequeño botiquín de primeros auxilios la acompañaba.

—Ayer hirieron a uno de los indigentes mientras defendía a una compañera; ya sabes, a los que les llevo comida y ropa en ocasiones. Quedé en pasar hoy a revisarlo. Ayer no me dejó hacer nada por él y no sabes lo mal que me he sentido. Debí insistir más… la señora a la que defendió se arrancó un trozo de tela de su podrido y mugroso abrigo y con eso tapó la herida. No podía creerlo… es inhumana la forma en que viven.

—Hermione, está cayendo aguanieve y apenas está amaneciendo; no es buena idea que salgas con este tiempo. Además, no deberías involucrarte con esa gente, pueden ser peligrosos… muchos están en esa condición por elección propia. Se hundieron en el vicio a pesar de tener familia, trabajo, incluso puede que hasta dinero. Las drogas y el alcohol matan sus sentidos.

—No me va a pasar nada si lo ayudo, Harry, ya me conocen y están agradecidos conmigo por lo que he hecho por ellos. No sé muy bien por qué, pero mi instinto me dice que debo ir y curarlo. Ayer, por primera vez en varios meses, desee tener mi varita, pero bueno, las dejamos en Grimmauld Place… así que no me queda otra opción que hacerlo al modo muggle.

Harry suspiró. Como siempre, era imposible oponerse. Hermione había entrado a su dormitorio y volvía con un grueso abrigo impermeable.

—Te acompañaré.

—No es necesario, de verdad, y tú debes descansar. Sé que los sábados es mucho el ajetreo que tienes en el restaurante. Iré a verlo rápidamente y luego iré donde mis padres.

—Entonces no irás en bicicleta.

—No, pero está relativamente cerca, no te preocupes. De todos modos, gracias. El desayuno está preparado y en la refrigeradora está tu almuerzo.

Hermione abrazó rápidamente a su amigo y tomando el pequeño botiquín que había preparado la noche anterior, salió del lugar. No le gustaba la medicina o enfermería pero había aprendido lo básico, sobre todo durante el tiempo que había pasado con Harry y Ron viajando por el país. Cuando se mudó con Harry, su madre le había recomendado una lista de productos que se debían tener siempre a mano por cualquier eventualidad, por lo menos lo mínimo para hacer una curación.

Al llegar, en el mismo lugar donde los había dejado el día anterior, se encontró a Paul dormido y muy acurrucado y a la mujer colocando un sucio paño en la frente del muchacho.

—A pesar del frío, hace poco empezó con fiebre —explicó al ser cuestionada por Hermione—. Pero ya se le pasará.

Al escuchar la voz de Hermione, Paul, mostrando un hematoma sobre el pómulo izquierdo, había medio abierto los ojos y balbuceaba molesto que se fuera. Hermione hizo caso omiso, se quitó los guantes de lana y se colocó unos desechables de vinilo transparente y con ayuda de la indigente, revisó primero la mano. Había mucha suciedad y la herida, aunque pequeña, no se veía bien. Si esa, que era la menor, estaba mal, cómo estaría la otra... Con decisión, y a pesar de los quejidos de Paul, empezó a retirar el improvisado y sucio vendaje del muslo del muchacho, el cual no podía evitar comparar con el grosor de sus propios brazos debido a la desnutrición. Con agua limpia que llevaba en una botella, mojó la zona, y luego con torundas de gasa y jabón antiséptico —esto último completamente innecesario según manifestó la indigente dado el ambiente en el que vivían—, empezó a quitar la sangre seca que se había unido a la suciedad del resto del cuerpo. El fuerte olor a jabón se confundía con el de esas personas que no habían tocado una ducha quién sabe en cuánto tiempo y a su vez, el jabón fue dejando al descubierto, una piel blanca como la nieve que caía en ese momento. La herida no tenía más de cuatro centímetros de longitud y era superficial, aunque sí tenía los bordes muy enrojecidos y un líquido algo fétido saliendo de la lesión. Era evidente que había infección, lo que explicaba la fiebre. Si a eso se le sumaba la suciedad, la pésima alimentación y la forma en que esa gente vivía, el organismo de Paul no tenía defensas para sanar adecuadamente. Hermione trató de dejar limpia un área alrededor de la herida, y presionando con una torunda nueva, vendó la pierna para luego limpiar la mano.

—Le voy a dejar el jabón y estas gasas limpias para los próximos días —le dijo a Paul, quien había observado los movimientos de la joven sin levantar los ojos de su pierna.

—Te dije que no quería tu ayuda, Granger —murmuró con furia a pesar de su voz enredada debido a la embriaguez.

Al escuchar la mención de su apellido, Hermione se quedó paralizada y alzó su mirada hasta el rostro del muchacho, quien seguía con el mentón pegado al pecho, viendo el piso. Ella se había levantado y entrecerrando sus ojos, intentaba poner orden en su mente y hurgar en su memoria. Solo una persona en su vida le decía Granger con ese tono de voz, pero era imposible que esa persona estuviera frente a ella. Empezó a imaginar al elegante joven de antaño y quiso compararlo con el maloliente y deteriorado muchacho que tenía al frente.

—Paul, ¿conoces a la señorita? —quiso saber su compañera de infortunios, quien también se había quedado asombrada sobre todo al ver la reacción de la joven—. O quizá la está confundiendo, por la fiebre.

La mente de Hermione seguía trabajando a mil. Recordó que Harry le había comentado, poco antes de su cumpleaños, que Malfoy estaba desaparecido; de eso iban a ser cinco meses, quizá. A ese tiempo, debía sumar el que llevara él fuera de casa antes de haber salido la noticia. El hombre que tenía al frente tenía una delgadez extrema, algo comprensible dada su situación actual y el tiempo que había pasado; además, lucía muy sucio, greñudo y barbudo, completamente lo opuesto al joven que conocía, quien siempre había lucido impecable. Lo anterior, sumado a ropa mugrienta, desgastada y demasiado grande para su talla… No era, ni de lejos, la sombra de quien recordaba.

—¿Malfoy? —se atrevió a preguntar desconcertada, prácticamente en shock por la sorpresa, esperando que la respuesta fuera negativa. Era imposible que su antiguo compañero del colegio fuera quien tenía al frente. Cómo única respuesta, el joven por primera vez dejó que ella viera aquella mirada fría y gris que ahora lucía vacía—. ¡No puede ser! —Tal revelación casi la hizo tropezar y caer. El joven volvió a mirar su herida.

—No era necesario que lo hicieras… —masculló lentamente. Ella podía sentir el odio en cada palabra pronunciada—. A nadie le importa si muero o pierdo una pierna… Vete, y no me molestes más.

—Malfoy… —titubeó con escepticismo—. No entiendo… Cómo es que estás acá… por qué caíste en esto. —Ella se acercó al muchacho y se arrodilló a su lado para luego colocar una mano en un hombro con el objetivo que él volviera su mirada a ella.

—Déjame… esto es lo que merezco… —gimió zafándose con torpeza de su agarre—. ¡Vete!

—No creo que tus padres sepan que estás acá, ellos jamás lo permitirían, estoy segura.

—¡Vete, Granger! ¡Déjame en paz!

—Señorita, por lo general él no es así. Es callado y no se mete con nadie. Me imagino que su reacción es por la fiebre.

—Lo conozco… Lleva desaparecido muchos meses. Necesito que me ayude a levantarlo; no puedo dejarlo acá.

—No está en condiciones de moverse. Está ardiendo…

—Con mucha más razón, necesito que lo vean los médicos y regresarlo con su familia. —Con ayuda de la mujer, lo habían levantado. Al estar tan delgado, había sido fácil.

—¡No! —gruñó en un intento de grito, pero debido a lo débil que se sentía, escasamente salía la voz.

—Malfoy, siempre has sido testarudo y sé que soy la última persona que hubieras querido que te encontrara y ayudara, pero así se dio y ahora que sé que estás acá, no puedo dejarte en esta condición. Necesitas cuidados. Necesitas un baño, pero sobre todo, una cama y adecuada alimentación para que te recuperes. No es una herida grave, pero no podemos dejar que pase a más. Por favor, necesito que cooperes.

—¡No quiero volver!, no quiero que nadie sepa dónde estoy, mucho menos mi familia... Tampoco quiero que alguien me cuide. ¡Tú la última! —bufó a pesar de su estado completamente alcoholizado. A Hermione le recordó un animalito herido y acorralado que reacciona con furia y miedo pues no entiende que desean ayudarlo, una presa frente al cazador que lo apunta con un arma. Le recordó a la derrota en su máxima expresión.

—Si me dejas ayudarte, prometo no decirle a nadie en dónde estás. Es mi última palabra, Malfoy.

—No… —Debido al dolor, la fiebre o la debilidad de tantos meses, con el esfuerzo del forcejeo, él se desmayó.

Sin detenerse a pensar en que ese hombre le había hecho la vida imposible a ella y sus amigos desde el primer año en Hogwarts, Hermione aprovechó la situación para decirle a la mujer que buscara ayuda. Una vez que ella se alejó, empezó a idear cómo mover a Malfoy. Jamás pensó que extrañaría su magia para ayudar a su antiguo compañero de estudios. Sin varita no podía aparecerse ni llamar el autobús noctámbulo. Tampoco iba a poder llevarse al muchacho a cuestas, por más delgado que estuviera, pues él era bastante más alto y una persona inconsciente pesaba aún más. Tampoco era opción ir en busca de Harry, pues era probable que, a su regreso, Malfoy hubiera desaparecido, y no quería perderlo de vista. Definitivamente, no había de otra. Aprovechando que no había muggles a su alrededor, murmuró:

—¡Kreacher! —Inmediatamente se materializó el elfo quien en una ocasión había recibido órdenes de parte de Harry de obedecer a Hermione sin quejarse—. Necesito que nos aparezcas a Malfoy y a mí en el apartamento de inmediato, por favor.

El elfo se sorprendió al observar el lamentable estado del hijo de la señorita Cissy y tomando a los dos por las manos, los apareció en la sala de estar sin quitarle la mirada a Draco, murmurando dónde había dejado el joven la elegancia que lo identificaba como un honorable sangre pura de la casa de los Malfoy y que tanto le admiraba en los tiempos cuando, por órdenes de Harry, lo espiaba en Hogwarts durante el sexto curso.

—Gracias, Kreacher —le dijo interrumpiendo la retahíla que mantenía la criatura—. También necesito algunas cosas que están en casa de Harry, pero recuerda: no puedes decirle a nadie dónde estamos ni con quién. —El elfo asintió.