—20—. IMPOTENCIA.

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Hermione empezó a preparar el desayuno mientras Draco estaba en el baño.

No había dudado en prestarle su varita, aunque de camino a su dormitorio había pensado en todas las posibles consecuencias: él podía aturdirla, aunque en todo ese tiempo no había intentado hacer nada contra ella así que descartó esa posibilidad. Podía aparecerse y no volver a saber de él, pero eso también pudo haberlo hecho en toda la semana anterior y no se había ido. Incluso pensó en que podría transfigurarse en otra persona y llegar a San Mungo sin levantar sospecha, pero ya habían enviado la carta para su madre por lo que igualmente desechó esa idea.

Ella le dio el beneficio de la duda, decidió confiar y ahora estaba algo ansiosa por el resultado.

Mientras cocinaba analizó el hecho de que le hubiera pedido su varita: eso lo sentía como un gran avance. Sabía que solo el acto de que se hubiera rebajado a pedirle ayuda precisamente a ella había sido difícil, pero era un progreso y sonrió satisfecha. No podía alegrarse de lo que la señora Malfoy estaba viviendo, pero agradeció que fuera la persona, que sin saberlo, lo había sacado de su autoimpuesto confinamiento.

Cuando el joven salió del baño, se quedó boquiabierta para luego sonreír al verlo. A pesar de tener prácticamente la piel pegada al hueso, aspecto que ahora se magnificaba en el rostro pues se había quitado la barba, pudo ver algunos rasgos del muchacho que había conocido.

—¡Vaya! Había olvidado que eras un hombre atractivo —se sorprendió diciendo, provocando que Draco se sonrojara, pero también frunciera el ceño, evidentemente asombrado por la estupidez que había dicho, sobre todo porque en la actualidad, estaba a años luz de estar atractivo. Por segunda vez en ese día, volvió a sentirse muy tonta—. Me gusta lo que hiciste con tu cabello y por supuesto, ropa negra… No sé por qué no se me ocurrió antes.

Sonrió aún cohibida tratando de aligerar el incómodo momento que ella misma había creado con sus comentarios fuera de lugar. Tomó nota mental para en adelante, transfigurar la ropa al estilo que él ahora llevaba y así estuviera más a gusto.

Él caminó hasta la mesa del comedor y colocó la varita, murmurando un apenas audible «gracias» para luego sentarse en el sofá gris oscuro de la sala de estar. Ella se preguntó si sería la primera vez que se sentaba en ese mueble desde que vivía en el apartamento pues escasamente dejaba su dormitorio, e internamente se sintió complacida al ver la naturalidad con que se desenvolvía en ese lugar.

—Qué tal si aprovechamos tu recién adquirido look y salimos para que te despejes un poco por lo de tu madre. —Vio que Draco volvía a abrir los ojos con asombro—. Tranquilo, donde tengo pensado ir nadie nos reconocerá. ¿Alguna vez has ido de pic nic?

—¿De qué? —inquirió. Su mirada aún más sorprendida le provocó un estallido de risa que no pudo contener.

—Por lo visto no. Ya verás qué bien nos lo vamos a pasar. Claro, es mejor hacerlo en primavera o verano, pero podemos aprovechar que no hay nieve. El día está frío, pero nada que unos buenos abrigos no solucionen. Tenemos que empezar a trabajar con tu peso si queremos que estés más recuperado para cuando veas a tu madre así que acá tienes algo para desayunar —le dijo mientras colocaba dos platos y una taza con té en la mesa. Draco no se movió.

—No tengo hambre. Tampoco me siento con ánimos para salir, Granger.

—Lo sé —respondió alzando los hombros ligeramente—. Pero encerrarte en tu habitación a lamentarte lo culpable que te sientes por lo que ella está pasando, no solucionará o mejorará su condición.

Draco le lanzó una filosa mirada que ella simplemente ignoró, esperando que él no le dijera con su típico tono Malfoy que si no quería salir, no saldría. Dio un suspiro de alivio cuando él no respondió y tarareando distraídamente una melodía, abrió la alacena y el refrigerador para analizar qué, entre lo que tenían ahí, podía servir para preparar algunos bocadillos. Rato después, tomó la varita de donde él la había dejado y conjuró una canasta en la que acomodó los sándwiches de pepino y pollo al curry que había preparado. Luego buscó un mantel a cuadros rojos y blancos que su madre le había regalado junto con otras cosas cuando se mudó con Harry al apartamento y lo metió dentro de la canasta también. Pellizcando la hogaza de pan dulce que había comprado la tarde anterior, trató de hacer conversación y comentó:

—Está rico este pan… Es la primera vez que compro en esa panadería. —El silencio de Malfoy sentado en la sala, a pocos metros de ella, no la sorprendió—. Hay que pasar por una tienda para comprar algo de sidra, fresas, crema batida y rollos de salchichas. Era lo que mi madre preparaba cuando íbamos de pic nic. Lo demás ya está acá…

—No entiendo el empeño en utilizarme como tu proyecto de caridad, Granger. No necesito nada de esto —gruñó levantándose y señalando todo a su alrededor con la usual mueca de fastidio. Ahora que se había rasurado la barba, sus antiguos gestos de desagrado eran más evidentes.

—No tienes que estar siempre a la defensiva, Malfoy; estaba tratando de hacer algo de conversación sin sentido. ¡No es necesario que reacciones como si fueras el único dramático mártir del planeta!

Hermione frunció el ceño demostrando su molestia, un calor dentro de su pecho empezó a formarse y sentía que iba subiendo hacia su garganta. ¿Por qué era tan difícil hablar con él o intentar llevar la fiesta en paz? Se sentía impotente ante su actitud. Se quedó viendo fijamente la canasta y después de unos instantes, sintiéndose al fin derrotada, tomó la varita y apuntándola, murmuró un evanesco que inmediatamente la desapareció. Con la mirada puesta en el sitio donde previamente había estado la canasta y con voz que demostraba cansancio pero también amargura, declaró:

—Tú ganas, Malfoy. Me rindo… Si es eso lo que piensas de mí, sé que no cambiarás de opinión, aunque en algún momento te des cuenta que te equivocas. Tuviste varios días en los que pudiste haberte ido, y no lo hiciste. No me interesa saber la razón. Tampoco estoy pidiéndote que te vayas. Pero ya me cansé de tu actitud autocompasiva. ¿Crees que eres el único que ha sufrido? ¿El único que ha tenido que enfrentar el mundo después de la guerra? Lo que pasa es que tomaste el camino fácil, el de emborracharte para tratar de olvidar. En cambio, Harry y yo hemos tenido que aprender a vivir con todo eso diariamente desde hace años. El hecho de que tratemos de llevar una vida lo más normal posible no significa que no tengamos las consecuencias de la guerra escritas en cada rincón de nuestro cuerpo y alma.

Respiró profundo. No era de las que perdía los estribos con facilidad y estaba algo sorprendida por lo que había dicho. Volvió su mirada a Draco quien seguía inamovible en el centro de la sala.

—Supongo que en la tarde tendremos noticias de tu madre. Si no, le pediré a Kreacher que investigue. Voy a salir. Acá te dejo el desayuno por si te apetece comer. —Hizo una pequeña pausa y al no ver ninguna reacción por parte de él, tomó su varita, invocó su bolso que estaba en su dormitorio y antes de aparecerse, le dijo—: Que tengas un buen día, Malfoy.

A diferencia de los meses anteriores que solía ir en taxi, se apareció a pocas cuadras de la casa de sus padres, resopló y cambiando su ceño fruncido por una alegre sonrisa al tener la oportunidad de visitarlos, ya que la semana pasada no los había podido ver. Guardó la varita en la parte más interna del bolso para que sus padres no la vieran y caminó con aire tranquilo el corto sendero hasta la vivienda.

Aún así, no había podido estar tranquila. Mentiría si decía que no había tenido presente a la señora Malfoy más de lo que esa familia merecía, pues por el bien y la estabilidad mental de su hijo, deseaba fervientemente que ella se recuperara. No quería imaginar lo que sería capaz de hacer Draco si se sentía culpable de otra muerte, en esta ocasión, precisamente la de su madre.

Luego de almorzar, decidió pasar un rato en la residencia de adultos mayores; sabía que el trabajo en ese lugar lograría mantener ocupada su mente y así apaciguar la ansiedad. La lectura de las fantasías de Catherine Morland al llegar a Northanger Abbey ayudaron en algo a su situación. Al menos la hicieron reír.

Cuando volvió en la noche, encontró el apartamento completamente a oscuras y la puerta del dormitorio de Draco, cerrada. Con miedo a un resultado negativo, sacó la varita y murmuró un Homenum Revelio que inmediatamente hizo vibrar y titilar al instrumento. Suspiró con satisfacción, encendió la luz de la sala y al dirigirse a su cuarto, se dio cuenta de que sobre la pequeña mesa del centro había una carta de Harry que ya había sido leída, pues iba dirigida a Malfoy. Supuso que él la había dejado abierta y en ese lugar para que ella también la pudiera leer, así que no dudó en hacerlo.

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Malfoy. En la tarde he pasado a San Mungo para interesarme por la salud de tu madre. Tu padre no ha hecho buena cara al verme cerca así que preferí fingir que estaba ahí por otros motivos y me las arreglé para preguntarle a una enfermera por ella. Me dijo que pasó la noche sedada y que hoy al despertar encontró una carta que la hizo estar muy tranquila. Aparentemente ha respondido muy bien al tratamiento y parece que están valorando que siga el tratamiento en su casa, pero será hasta el lunes que tomen una decisión al respecto. Me hizo mucho énfasis en lo animada que se puso luego de recibir esa carta, supongo que era la tuya.

Me alegro de que por lo menos hayas aparecido para ella, aunque fuera de esa forma y que eso haya mejorado su salud. Sentí que te iba interesar saberlo.

H. P.

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Hermione sonrió. Al menos una buena noticia. Solo esperaba que Draco no hubiera retomado la bebida luego de su discusión de la mañana; rezaba para que la preocupación por la salud de la señora Malfoy fuera motivo suficiente para mantenerlo sobrio y con ánimos de querer recuperarse pronto.