—21—. PESADILLAS.
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N/A. Advertencia para la segunda parte de este capítulo: descripción de un ataque de pánico y pesadillas con escenas violentas y lenguaje fuerte. Lo verán con letra tipo itálica por si desean saltarlo.
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Draco constató en el reloj de mesa que tenía en su habitación que iban a dar las cuatro de la mañana; apenas dormitaba por lo que se despertó al escuchar unos ruidos en la sala, como de alguien moviendo unos muebles. Intrigado por la hora, se levantó y se dispuso a salir de su dormitorio para investigar la causa. Granger debía estar loca si consideraba que la madrugada era el momento adecuado para poner orden en una casa.
Al abrir la puerta, vio que la luz estaba apagada, situación que le extrañó aún más. En la oscuridad, intentó enfocar el origen del sonido, pero ya había cesado. Sin embargo, encontró a la joven dando vueltas en la sala, murmurando algo que no comprendía. Iba en pijama y con el cabello suelto, no con el aspecto de un arbusto como cuando la conoció años atrás, sino cayendo en suaves ondas más allá de la cintura. Se había vuelto hacia él y con la mirada perdida, hacía movimientos con los brazos como si estuviera lanzando hechizos de protección con una varita que solo existía en su mente. De pronto, se paralizó y lanzó un grito mudo que parecía desgarrarle el alma, para luego caer sobre la alfombra aparentemente a causa de un desmayo.
Draco encendió la luz de su dormitorio para dar un poco de claridad a la sala y se acercó rápidamente a ella sin saber exactamente qué hacer, comprendiendo que probablemente estaba teniendo un mal sueño. Su rostro pálido y sudoroso sumado a un gesto de dolor lo denotaban. Crookshanks estaba a su lado y parecía entender la situación pues maullaba insistente a su ama a tiempo que lamía sus manos. Draco le palmeaba suavemente el rostro mientras pronunciaba su apellido, intentando que volviera en sí; segundos después, ella despertó con expresión horrorizada.
—¿Qué sucede? ¿Nos descubrieron los carroñeros? —susurró tratando de enfocar el rostro de la persona frente a ella. Su voz denotaba un miedo atroz—. ¿Harry?
—Soy yo, Granger, Draco. ¿Qué ha pasado?
—¿Malfoy? ¿Por qué estás acá en el bosque? ¿Has venido por nosotros? ¿Cómo nos descubrieron? —preguntó con voz quebrada y respiraciones superficiales al tiempo que pasaba la mirada por el lugar. Su rostro reflejaba angustia y miedo—. Por favor, ¡no nos entregues! —suplicó desesperada tomándolo por la camisa y aferrándose a ella como si fuera su única salvación—. Todavía debemos encontrar los horrocruxes. ¡No nos delates, por favor, Malfoy, no nos delates!
Draco, con el corazón acelerado, reconociendo en ella los síntomas de cuando él mismo despertaba de sus pesadillas, imaginó lo que agradecería que le dijeran si alguien lo encontraba en ese estado y, algo cohibido, pues no estaba acostumbrado al contacto físico de ese tipo ni a ofrecer consuelo, empezó a murmurar «tranquila, Granger, todo está bien, fue solo un mal sueño… tranquila...» al tiempo que le frotaba ligeramente un hombro con miedo también de la reacción que ella pudiera tener al percatarse de su cercanía. Para su alivio, poco a poco sus palabras fueron surtiendo efecto pues la respiración de la joven fue haciéndose más lenta y menos perceptible y al fin lo había soltado de la camisa. Sin el pánico reflejado en su rostro, ella pasó nuevamente la mirada por todo el lugar y dándose cuenta dónde se encontraba, suspiró aliviada.
—Estoy… estoy en casa... —murmuró minutos después, relajando los hombros y respirando profundo para luego secarse el sudor con las mangas del pijama y retirando algunos mechones que se habían adherido al rostro; con pericia, trenzó la mitad inferior del cabello y luego empezó a masajear la zona temporal de la cabeza con ambas manos. Aunque lucía aparentemente más tranquila, su rostro aún denotaba mucho dolor.
Posteriormente, Hermione intentó ponerse en pie pero volvió a caer. A pesar de la penumbra, se veía muy pálida y parecía que iba a desfallecer, así que Draco, sin detenerse a pensarlo, la levantó en sus brazos y ella se acurrucó contra su pecho, dejándose llevar sin replicar. Él mismo se asombró al notar que, pese a estar tan delgado y débil, tenía la fuerza suficiente para cargarla. Debía ser la reacción por el momento, pero notó que su cercanía no le incomodaba contrario a lo que hubiera esperado, y más bien se encontró disfrutando el delicado perfume a jazmín que penetraba en sus sentidos. Lo reconocía de los jardines que tanto amaba su madre. Era la primera vez que reparaba en ese detalle de ella y tuvo que confesarse a sí mismo, que ese aroma no tenía nada de sucio.
Draco se encaminó hasta el dormitorio de la muchacha, al cual nunca había entrado pero que había visto rápidamente días atrás, y la recostó suavemente en la amplia cama. Detrás de él pudo comprobar que el fiel Crookshanks lo había seguido y se había acomodado al lado de la joven. Ella se hizo un ovillo y él la cubrió con las sábanas de algodón tipo satén color azul oscuro —se sorprendió de no encontrar rojo y dorado pero después de sintió tonto ante tal deducción pues ya no estaban en Hogwarts— y luego, movido por un impulso desconocido en él, le apartó unos mechones de su aún desencajado rostro; todavía le temblaba la barbilla y unas lágrimas brillaban en sus ojos. Él no sabía si dejarla sola o quedarse, por eso había permanecido inmóvil a la orilla de la cama. Ella se veía tan apagada, tan derrotada, que casi dolía. Nunca había sido fácil de conmover pero la situación había tocado algo en lo más profundo de su ser.
—Lo siento si te asusté… —dijo ella al cabo de unos minutos tratando de ahogar un sollozo; su voz era apenas audible—. A veces tengo estas pesadillas en las que revivo episodios que pasé durante la búsqueda de los horrocruxes y despierto con crisis de pánico; en otros sueños, mi mente me juega una mala broma y me presenta lo que pudo haber pasado de haber ganado Voldemort.
Draco sintió un escalofrío recorrer su espalda ante la mención de aquel nombre que tanto odiaba.
—Intento correr pero me detienen unas figuras que no sé si son mortífagos o dementores pero que me tienen atrapados los pies y no puedo escapar o aparecerme porque la varita de pronto se rompe en mi mano. —De nuevo había angustia en su voz y en su rostro—. Aunque no sé si la peor de todas es cuando Nagini casi nos mata a Harry y a mí en Navidad… Y quiero gritar pero no me sale nada de la garganta… y sé que sí he gritado porque despierto y me encuentro a Harry a mi lado…
Hizo una pausa como si volviera a percatarse que estaba en su cama. Cerró los ojos y luego suspiró profundo.
—Él siempre me ayuda quedándose conmigo y quizá en mi subconsciente, el hecho de saber que en estos días él no estaría en casa, activó el miedo. Desde que vivimos juntos no se había ausentado. Sé que quizá estoy pidiendo mucho pero… —La claridad de la ventana apenas iluminaba el rostro de la bruja pero él pudo leer algo similar a una súplica en su mirada—, ¿podrías acompañarme hasta que me vuelva a dormir?
Como única respuesta, Draco acercó a la cama el pequeño sillón que estaba al pie de la ventana y se sentó.
—Por lo visto, ahora es mi turno de cuidarte —comentó para luego sonreír tratando de sonar tranquilo, a pesar de que tenía los nervios de punta. Nunca había presenciado una situación similar que no fueran sus propios miedos. Verlos en otra persona era casi igual de angustiante que vivirlos. Verlos específicamente en Hermione Granger, la chica valiente y decidida que siempre brillaba había sido funesto—. ¿Quieres que te traiga algo? Agua, alguna poción... Tal vez la de dormir sin sueños te ayude… —Ella negó con la cabeza.
—Mi cuerpo reacciona mal a la valeriana… —murmuró—. Me provoca palpitaciones y fuertes dolores de cabeza… así que no puedo usarla… pero gracias…
—¿Filtro de paz?
—Creo que la última dosis la tomaste tú pero de verdad, no suelo tomar nada, ni pociones ni medicina muggle. No me bajan de la garganta. Así que no te preocupes. Ya se me pasará.
Draco la vio intentar dormir por varias horas en las que aprovechó para observar los detalles de la habitación: evidentemente era el cuarto principal del apartamento debido al tamaño mucho más amplio que el que él usaba; dos puertas laterales probablemente llevaban al baño privado y al vestidor, una mesa de noche a juego con la cama sobre la cual estaba una lámpara de porcelana italiana que tenía una tarjeta que decía «Santini Gold» y era de una niña al lado de un violín, varios libros y una foto muggle, supuso que de sus padres, un juego de tocador con asiento y espejo a juego también con el resto de los muebles y la pequeña alfombra para levantarse, un librero de metro y medio de alto en una esquina, el cómodo sillón blanco en el que estaba sentado. Nada de lujo, no había más adornos. Todo sencillo pero bonito. Y de pronto se sintió un intruso en ese espacio, aunque no quería irse.
Cuando al fin vio que ella lograba dormirse, ya casi estaba amaneciendo pero su sueño no parecía ser tranquilo pues se removía constantemente en la cama. Entendió al fin lo que le había comentado; que no solo él había pasado momentos terribles durante la guerra. Ella no se lo había inventado para hacerlo sentir bien. Era algo real. A pesar de haber estado del lado ganador, profundas heridas estaban adheridas a su alma; ambos compartían un mismo trauma psicológico. Al final, no eran tan diferentes como creía…
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Hermione se encontraba en un lugar muy oscuro y sucio. Estaba prácticamente desnuda en el piso de ese frío lugar, apenas cubierta por una sábana que en algún momento fue blanca pero que ahora también estaba llena de su propia sangre y residuos orgánicos, al igual que su largo y más que nunca enmarañado cabello.
A la distancia escuchaba el constante repiqueteo de una gota caer en una poza. Trató de abrir los ojos pero sus párpados estaban pesados y le dolía el cuerpo como si miles de cortes recorrieran su piel. El hedor, la humedad e inmundicia imperaban, le costaba respirar pero su organismo ya se había acostumbrado a ese repugnante ambiente por lo que ya no le provocaba náuseas; un sabor metálico en la boca le confirmó que también tenía heridas en las encías.
Había perdido la noción del tiempo. Tampoco recordaba hace cuánto no ingería alimentos o agua de manera decente. En todo caso, dudaba que pudiera comer en aquellas circunstancias. Un mohoso pedazo de pan y agua sucia era lo que le daban una vez al día para apenas mantenerla con vida y poder seguir torturándola diariamente. El objetivo de sus captores era obtener información acerca de los planes de Harry Potter luego de que él había logrado escapar del Bosque de Dean. Como si ella fuera a hablar no importa cuánto la torturaran física o psicológicamente. No entendía por qué no se rendían de una vez por todas después de todos sus intentos por doblegarla. Sabía que no la matarían: la necesitaban viva para atraer a Harry.
Hermione intentó nuevamente abrir los ojos al escuchar unas verjas chirriar. Unos pasos lentos y arrastrados se acercaban. La punta de una varita apenas iluminaba la cueva de piedra en la que se encontraba. La figura alta detrás de una máscara plateada de mortífago y una larga capa negra arrojó al suelo su ración de comida del día, la cual fue a parar entre la porquería. Cinco ratas acudieron presurosas a comerse lo que había caído. Posteriormente, el hombre le dio un fuerte puntapié a la altura del estómago, golpe que sumaría otro hematoma más en su piel, pues ese era uno de los pasatiempos favoritos del enmascarado: patearla varias veces con el fin de subyugarla, de escucharla suplicar por piedad, pero ella siempre ahogaba el grito de dolor con éxito con tal de no satisfacer el sadismo del hombre. Sin embargo, en esa ocasión la patada había sido más fuerte que otras veces, lo que provocó que ella gimiera. Con voz ronca, le ordenó:
—¡Cómete eso rápido, sangre sucia inmunda! O las ratas te ganarán el manjar, y hoy te necesitamos con buenas fuerzas. Mi Señor Tenebroso en persona será quien haga los honores en mi lugar. Puedes sentirte una basura con suerte —soltó algo parecido a una carcajada—. Él nunca pierde tiempo con los prisioneros, y menos con los de tu calaña. Pero tu querido Potter parece que sigue metiéndose en asuntos que no le competen y eso tiene de muy mal humor a mi señor, por lo que ha decidido que él mismo será quien te haga hablar de una vez por todas. ¡Levántate, asquerosa —la había vuelto a patear, esta vez por la espalda—, que no estás de vacaciones en este sitio! ¿O es que acaso no me escuchas, maldita impura? —Se había agachado y con su mano enguantada la tomaba con fuerza del cabello a la altura de la coronilla—. ¡Despierta, que no tengo tu tiempo!
La soltó con tal fuerza que no pudo evitar el golpe contra el suelo; se había mordido la lengua e inmediatamente sintió el sabor a sangre dentro de la boca.
Nunca le había visto la cara a su captor, no solo por la presencia de la máscara sino por la luz en la varita, que aunque no era muy intensa, sus ojos acostumbrados a la permanente oscuridad le impedían tener los párpados abiertos cuando él colocaba la luz frente a ella; pero el acento soviético inconfundible no dejaba dudas que el hombre que la visitaba cada día para torturarla era Antonin Dolohov, con quien otras veces ya se había enfrentado. Incluso su cuerpo tenía cicatrices debido a uno de esos encuentros y recordar el miedo que había sentido en esa ocasión provocaba que se le acelerara el pulso y le costara respirar.
Hermione intentó levantarse para alcanzar los restos del sucio pan, pero sabía que no podría hacerlo rápido. El dolor en el abdomen y la espalda sumado a la debilidad le impedían hacerlo con la velocidad que su captor exigía. Sin embargo, segundos después, un rayo de luz verde iluminó momentáneamente el lugar y luego el golpe seco del cuerpo al caer a su lado la hizo tratar de pegarse lo más posible a la pared, completamente aterrorizada por el giro que habían dado los acontecimientos pero con la garganta demasiado lastimada como para gritar. Escuchó nuevamente pasos y la presencia de un desconocido la llevó a arrastrar la sucia sábana para intentar cubrir su desnudez.
Instantes después sintió que, sin importarle lo sucia y maloliente que ella estaba, alguien la elevaba como si fuera una pluma y la acercaba a un pecho cálido; un fresco y masculino aroma a sándalo inundó sus sentidos y le recordó su época colegial. El aire limpio también alcanzó su nariz y casi quiso llorar de felicidad a pesar de las circunstancias. Avanzaron rápidamente por varios metros de un oscuro túnel, sintió que subían unas gradas que fue contando en la mente y al llegar a un claro, con los párpados escasamente entreabiertos, divisó una casi blanca cabellera, quizá por la presencia del sol en el cenit.
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Hermione, aún dormida, sabía que había tenido esta pesadilla en otras ocasiones. Su yo consciente tenía conocimiento de que nada de eso había pasado en la vida real. Este era nuevamente su inconsciente atormentándola con lo que pudo haber pasado si Dobby no la hubiera rescatado de Malfoy Manor. Aquella vivencia se repetía una y otra vez siempre con el mismo resultado, provocarle un nivel alto de angustia por varios días, en los que incluso evitaba salir de casa. Sin embargo, su sueño nunca había terminado con un rescate. Y en su mente se preguntaba, qué podría haber cambiado para que esta vez hubiera otro final en su terrible pesadilla.
Intentó salir del sueño ordenándole a su mente despertar y se dio cuenta que estaba buscando la varita debajo de la almohada, por supuesto sin resultados positivos. Hacía muchos meses que no era necesario tenerla a mano. Sentada en medio de la cama, con el corazón aún desbocado y una fina capa de sudor frío cubriendo su frente, suspiró aliviada.
La luz de la mañana entraba por la ventana por lo que rápidamente cayó en cuenta de que no estaba en aquella maloliente cueva de sus pesadillas. Volvió a cerrar los ojos e intentó reprimir las arcadas que le habían provocado el sueño con respiraciones lentas y pausadas hasta que dejó de sentir las palpitaciones de su corazón, señal de que el susto había pasado. Abrió los ojos, Malfoy se encontraba de pie a su lado, asustado probablemente por su reacción de instantes atrás, y la veía fijamente.
—Te quedaste… —murmuró aclarándose la garganta pues le dolía un poco. Estaba asombrada pero no sabía si era por percatarse de que el hombre que había aparecido hacia el final de la pesadilla lucía tal y como el que tenía al frente, aunque no tan demacrado, o porque él se había quedado a su lado a velar su sueño.
—Sí, como me lo pediste. —Ella asintió e intentó levantarse pero él la detuvo—. Creo que deberías intentar dormir algo más… si acaso has dormido una hora, Granger…
—Volví a tener pesadillas… siempre la misma… aunque esta vez… En fin… es mejor que me levante… sé que no lograré dormir de nuevo…
—Al menos quédate un poco más en la cama —la instó casi en modo de súplica—. No luces bien…
Hermione pudo leer en la mirada del muchacho algo similar a la lástima, como si ella fuera a quebrarse de un momento a otro y él estuviera aterrado con la idea y odió el sentimiento. Además, ¿su voz denotaba preocupación? Eso sí que era una sorpresa pero al final decidió que no tenía ánimos de analizar la situación. Sabía cómo lucía después de tener pesadillas, ya se había visto en el espejo en ocasiones anteriores. No podía culpar a Malfoy por sentirse así.
—Lo sé… ya he pasado por esto antes… Por suerte es domingo… Si tuviera que ir a trabajar sí tendría que pedir libre el día… No suelo quedar bien del sistema nervioso luego de noches así…
Hermione se sentó en la cama y sintió que todo su dormitorio le daba vueltas por lo que se quedó unos minutos sin moverse, mismo tiempo que notó que el joven estuvo de pie a su lado. Crookshanks se había acercado a su regazo y ella le hizo un mimo detrás de las orejas mientras le agradecía por haberla acompañado a dormir, lo que provocó un ronco maullido en el minino y luego lo empujó suavemente para que se bajara; el gato se dirigió hacia Draco para restregarse por unos instantes en sus piernas y luego salió de la habitación.
—Deberías ir a dormir —sugirió ella sin levantar la mirada de su mascota—. Luces cansado…
—No necesito dormir… Pero sí me preocupas tú…
—Eso suena divertido viniendo de ti. —Sonrió viéndolo por el rabillo del ojo.
Draco frunció el ceño y Hermione se preguntó si sería por el comentario o por haberse percatado de ese detalle que ella había mencionado. Prefirió dejar el asunto de lado, abrió el cajón de su mesa de noche, sacó la varita y luego invocó una bata para levantarse. El mago pareció entender el mensaje de que a pesar que en la noche la había visto en pijama, ahora ella no se sentía cómoda frente a él, así que sin decir nada, salió del cuarto. Antes de salir ella le dio las gracias y él, sin detenerse o voltearse, levantó una mano en señal de que la había escuchado.
Hermione se dirigió al baño dentro de su dormitorio para llenar la pequeña tina casi hasta el tope, anhelando en ese momento la gran bañera del tamaño de una piscina del baño de prefectos de Hogwarts, con sus grifos de oro y con miles de productos a disposición del estudiante. Sonriendo con nostalgia ante la evocación, agregó unas sales y esencias que había comprado para estas ocasiones y que había usado en el colegio con buen resultado para calmar sus nervios, se quitó la ropa, hizo un moño flojo en la coronilla y se introdujo en la tina sintiendo las burbujas sobre todo su cuerpo, como un cosquilleo suave. El agua caliente alivió la tensión de sus músculos y cayó en una especie de obnubilación donde en cámara lenta volvió a revivir su última pesadilla.
Por qué precisamente Draco la había rescatado cuando su sueño siempre terminaba en tortura, la intrigó. Definitivamente era una mala jugada de su subconsciente.
No supo cuánto tiempo había pasado pero tenía los dedos completamente arrugados cuando despertó; salió de la tina y decidió que en definitiva, debía valorar el buscar ayuda psicológica de un profesional. Tendría que hablarlo con Harry. Pensando en su amigo, inmediatamente recordó los eventos del día anterior y se preguntó si hoy tendrían noticias de la señora Malfoy. Debía aferrarse a cualquier pensamiento que la ayudara a olvidar su mala noche.
N/A. Pueden ver la imagen en la que me inspiré para la escena donde se narra la pesadilla de Hermione en la cueva, en la publicación que anuncia este capítulo en mi cuenta de Instagram: adrimazofeifafanfics.
Busqué por todo internet y no encontré el autor del fan art,así que si alguna persona sabe, agradecería me lo informaran para darle el crédito correspondiente.
¿Acaso no amaron a Draco en este capítulo? Mi escena favorita fue cuando empezó a tranquilizarla en la sala y en esta escena:
Hermione: Te quedaste…
Draco: Sí, como me lo pediste. 😍😍
Se los juro que siempre que la leo, casi grito de emoción jajaja.
No es nada y a la vez mucho, ¿no lo creen? 😏😏
