—23—. INCREDULIDAD.
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Cuando Harry llegó a casa, percibió un ambiente diferente, casi como el que sentía cuando eran solo él y Hermione.
Encontró a su amiga dormida en el sofá de la sala, con un pequeño libro entre sus manos. Reconoció que era el que solía leer cuando tenía las crisis de pánico y frunció el ceño con preocupación. No era normal que estuviera un domingo en casa, mucho menos que durmiera en el día y no se hubiera percatado de su presencia al llegar; eso significaba que había pasado una mala noche.
Con paso lento para no despertarla, fue hasta el refrigerador y metió unas cosas que había comprado para la cena en diferentes compartimentos.
Cuando iba hacia su dormitorio, Crookshanks se acercó para solicitar su dosis de cariño y el joven se entretuvo unos instantes haciéndole cosquillas bajo la barbilla. En seguida, al pasar frente al cuarto de Malfoy, se percató de que no había notado que la puerta estaba abierta y por un momento supuso que a lo mejor había decidido irse. Grande fue su sorpresa cuando al asomarse para confirmar su hipótesis, lo encontró sentado en un sillón, también dormido, con un libro muggle en el regazo. Se extrañó, además, que vistiera de negro y no su antigua ropa, se hubiera rasurado la barba, acomodado el largo cabello en una coleta y luciera con esos cambios menos como el mendigo que había llegado el fin de semana anterior y algo más como el Malfoy del colegio. Miles de dudas rondaron su cabeza.
Siguió rumbo a su propio dormitorio, se quitó los lentes y se acostó en la cama para descansar unos minutos. Le había prometido a Hermione cocinar algo para celebrar San Valentín y debía ponerse en ello si querían comer a una hora adecuada. Presionó su frente con las palmas y luego restregó los ojos con lentitud. Siempre que se separaba de Ginny tenía esa sensación de vacío que duraba algunos días y tenía el presentimiento de que en esta ocasión, duraría un poco más.
Había pasado un hermoso fin de semana al lado de su novia, dejándose querer por ella, planeando su futuro juntos cuando ella terminara sus estudios; siendo feliz. La amaba. Demasiado. Era prácticamente lo único real en su vida, aparte de su relación fraternal con Hermione. La amaba tanto que casi había estado a punto de contarle la verdad sobre su auto exilio del mundo mágico, pero lo habían pasado tan bien juntos que no quería empañar esos momentos revelando una mentira, aunque tenía claro que en algún momento iba a tener que hacerlo y que entre más tiempo pasara, sería peor.
Harry sentía que su situación emocional había mejorado con el alejamiento que había tenido. No es que estuviera listo para volver a lo de antes. De hecho, dudaba que alguna vez lo estuviera. La tranquilidad de ser solo Harry, el empleado de un bonito restaurante y el poder caminar por las concurridas calles del pueblo donde vivían sin recibir aclamaciones, no tenía precio. Pero no podía arrastrar a Ginny a la vida que se había impuesto; no era justo para ella.
De pronto se sintió algo molesto. Al regresar temprano a casa, no había tomado en cuenta de que iba a tener que compartir la cena de San Valentín irónicamente con la persona que más había odiado en su infancia, siendo peor que su primo Dudley en algún momento de su vida. Eso iba a ser incómodo. No habían tenido más que dos conversaciones en la semana que Malfoy llevaba viviendo en el apartamento, y la última no había salido nada bien. Gracias a Merlín, había mejorado mucho en el aspecto culinario debido a que observaba mucho al cocinero del restaurante. Si Malfoy había probado la cuchara de Hermione y seguía con ellos, no tenía nada qué temer. Él cocinaba muchísimo mejor que ella así que por ese lado, no le daría material de burla.
La vida era realmente curiosa. Haber tomado la decisión de alejarse un tiempo de todo y que Malfoy hubiera hecho lo mismo y ahora viviera con él y Hermione era una completa broma del destino. Incluso había ido a un hospital a interesarse por la mamá de él, no solo una sino dos veces. Apretó los labios y se pasó las manos por el rostro al percatarse de eso. Probablemente Merlín se estaba burlando de él.
Se levantó luego de media hora, tomó sus lentes y caminó hasta la cocina. Hermione se había despertado y se apresuró a acercarse, abrazarlo y besar con emoción, una de sus mejillas.
—Me alegro que hayas vuelto. ¡Feliz día, Harry!
—Feliz día para ti también, Hermione. Aunque… me extrañó encontrarte acá y dormida. ¿Estás bien? —preguntó con preocupación al verle las ojeras y el rostro cansado.
—No mucho… Tuve pesadillas anoche y ya sabes cómo me pongo al día siguiente. Lo único bueno de ellas es despertar y ver con alivio que son solo eso, pesadillas y no la realidad.
—Entonces no has comido en todo el día. —Frunció el ceño. Ya conocía la rutina de su amiga cuando tenía ese tipo de sueños.
—Ya sabes que la imagen del agua sucia, y el pan salpicado de excremento no se quita de mi mente. —La muchacha hizo una mueca que evidenciaba el asco que le producía la situación.
—Maldita sea, y yo no estaba para consolarte. —Estaba molesto consigo mismo por no haber podido ayudarla cuando lo necesitaba—. Tenía mi varita; pude haberme aparecido de haberlo sabido. Me hubieras buscado a través de Kreacher.
—Fue en la madrugada y en todo caso, jamás me hubiera perdonado que por mi culpa, hubieras perdido un domingo con Ginny; mucho menos hoy que es San Valentín.
—Ambas son igual de importantes en mi vida, Hermione, y lo sabes bien.
—Ginny debe serlo más. En todo caso, Malfoy me apoyó.
Harry levantó las cejas con incredulidad, dejando de lavar las papas que necesitaba.
—Lo sé… —Había bajado la voz y se había acercado aún más a su amigo. Era un apartamento muy pequeño y sabía que lo hacía para evitar que Malfoy los escuchara—. Yo tampoco me lo creía, pero me encontró desmayada acá en la sala, y luego se quedó conmigo.
—Eso sí que me cuesta creerlo.
—Le ha afectado mucho lo de su madre.
—¡Imposible! A ese no le afecta nada —comentó para volver a las papas.
—No empieces, Harry —advirtió su amiga golpeándole juguetonamente en un brazo. Él fingió que le picaba la piel y empezó a masajear con ahínco la zona lo que provocó una sonrisa en ella.
—En serio que no te entiendo, Hermione.
La muchacha rodó los ojos y luego fijó la mirada en la puerta abierta de Malfoy.
—Tampoco ha sido fácil para él…
—Ajá —respondió con ironía—. Ahora cuéntame una de duendes.
—¡Harry! —exclamó volviendo a golpear su brazo, esta vez algo más fuerte—. Bien sabes que los duendes sí existen.
—Sabes a lo que me refiero, Hermione —le dijo con seriedad. Solo ellos que habían crecido entre muggles eran capaces de entender ese tipo de frases y por lo general los hacía reír, pero con el tema Malfoy, él no estaba dispuesto a ceder.
—Lo sé. Pero te estoy hablando en serio. ¿Has tenido más noticias de la salud de su madre?
—Antes de volver a Grimmauld Place pasé por San Mungo. Tuve que usar mi encanto —refunfuñó haciendo una mueca de disgusto— con una enfermera quien me dijo que hoy había estado mucho mejor. Aparentemente fue diagnosticada con un trastorno depresivo mayor hace meses el cual empeoró en las últimas semanas porque no se alimentaba y se rehusaba a usar los medicamentos. Sin embargo, desde que recibió la nota de Malfoy, cambió de actitud. Le dejé claro que nadie debía saber que había preguntado por la salud de la señora, que era simple curiosidad por lo que había leído en el diario. Fue fácil. —Se encogió de hombros—. Al menos, para algo útil sirve que sea yo…
Harry, a pesar del tiempo que llevaba alejado del mundo mágico, seguía odiando tener que usar su nombre para obtener favores, sobre todo en esta ocasión, para beneficio de Malfoy.
—Prométeme que harás un esfuerzo por comer algo de lo que prepare. —La joven hizo un mohín llevándose una mano a la altura de la boca del estómago—. No me dejarás con la comida hecha, ¿verdad? Es algo que sé te gustará.
Hermione sonrió casi con adoración mientras él llenaba una olla con agua.
—Por detalles como estos es que eres mi mejor amigo —le dijo dándole un beso en la mejilla y un abrazo. Él sintió sus mejillas calientes. Siempre disfrutaba recibir cariño de parte de ella luego de una infancia llena de carencias afectivas. Puso las papas dentro de la olla y le devolvió el abrazo unos segundos; luego de lavarse las manos, continuó con sus labores culinarias.
—Hermione, cambiando de tema… —le dijo luego de encender la estufa—. Fui a Sortilegios Weasley. Ron aún está molesto. Apenas si me alzó a ver.
—Es tan obstinado…
—George me dijo que sigue despotricando contra nosotros. No es posible ser tan terco y ciego.
—Te confieso, Harry, que ni siquiera he pensado en él desde Navidad. ¿Está eso mal?
—Supongo que significa que definitivamente no hay esperanzas de que regresen… —Ella negó con la cabeza—. No te culpo… Es nuestro amigo, pero te hirió, a ti más que a mí. Creo que es normal tu actitud —dijo con aire resignado. Aún le dolía haberse alejado de Ron, pero no podía olvidar las palabras, sobre todo por el odio con que las había dicho—. Algún día entenderá y volveremos a ser los tres de nuevo, ya verás —agregó sonriendo—. Hermione… ¿Has pensado qué vamos a hacer cuando Ginny se gradúe? Estos días con ella me lo he planteado. Faltan cuatro meses, o sea, esta farsa de nuestra misión está casi por terminar. No creo que podamos seguirla manteniendo. Una vez que Ginny esté fuera de Hogwarts insistirá en querer visitarme, si no es que en mudarse con nosotros, aunque dudo que Molly esté de acuerdo; pero se me ocurre que es una posibilidad. Esta vez estuvo muy insistente por el lugar donde vivíamos y si estaba muy lejos de Londres. También me comentó que ha recibido algunas ofertas para dedicarse profesionalmente al Quidditch, pero en caso de que no se decidiera, siento que querrá estar más cerca de nosotros, aunque insistamos en lo «secreta» de nuestra misión. No me gusta mentirle pero… esto me supera…
—Qué rápido han pasado los meses —dijo con nostalgia, abrazándose a sí misma—. La verdad, me siento muy bien acá. Quizá siga en este apartamento un tiempo más. Supongo que tú volverías a Grimmauld Place.
—No estoy tan seguro de querer volver todavía, Hermione. Me siento tan bien en el restaurante y en este apartamento, que me da pena tener que dejarlo. He estado valorando contarle la verdad a Ginny. Tuve que hacerlo con Kingsley… Me dijo que el puesto de auror estaría siempre esperándome, no importa cuánto tiempo me tomara, y que podía estar seguro de su discreción y apoyo si alguien preguntaba por nosotros. En todo caso, de tomar ese puesto, supongo que lo normal sería regresar a la casa de Sirius, aunque no veo por qué, si podría recurrir a la aparición, aun cuando es mi forma de transporte menos favorita. Pero si decidiera irme, sé que no te vendrías conmigo y no me gustaría que te quedaras sola.
—Harry, soy una adulta. Y con la varita, puedo defenderme bien. Además, Malfoy también está acá.
Harry se sorprendió de lo que dijo.
—¿Crees que él se quedará por más tiempo? Creí que con lo de su madre se iría.
—No se siente en condiciones. Al menos no físicas. Le dije que podía quedarse todo el tiempo que quisiera, espero que no te moleste… —Su voz era apenas un susurro. Harry se alzó de hombros nuevamente. Era poco lo que él estaba en la casa y las posibilidades de encontrarse con Malfoy, quien prefería estar encerrado, eran pocas—. ¿Sabes? Hoy hasta me dijo que quería trabajar.
A Harry, que estaba en ese momento picando ajo y cebolla, se le cayó el cuchillo debido a la impresión. Hermione solo acató a asentir con la cabeza para luego juntar el utensilio y lavarlo.
—Adivino que esa también fue mi cara —murmuró la joven—. Mañana conseguiré el periódico local para revisar los clasificados aunque con ese aspecto, no creo que sea conveniente, pero insiste en no querer ser una carga.
—De cuándo a acá tan considerado… —comentó con sarcasmo.
—No es el mismo de antes, Harry. Por favor, dale una oportunidad.
—Me estás pidiendo mucho, Hermione.
—Creo que un trabajo es una buena idea. Al estar ocupado, no tendrá tiempo para pensar en sus problemas.
—¿Me estás ignorando?
—¡Harry! —exclamó la muchacha en un tono que evidenciaba no desear seguir ese rumbo de conversación.
—No me imagino a Malfoy en un puesto que no sea detrás de un escritorio dando órdenes. Es lo que debería hacer, volver a sus empresas o lo que sea que hace su familia para pasar el tiempo agrandando su fortuna.
—Él no quiere volver, Harry, ya te lo he dicho. Igual que nosotros, decidió alejarse un tiempo. Sus demonios son peores que los nuestros, Harry.
—No me digas… —espetó con ironía.
—Hemos hablado un poco…
—¿Ahora resulta que son amigos? Porque eso sí sería gracioso.
—No te burles. Ya no hay razones para ver en él un enemigo, ¿no crees? Todo eso quedó atrás. Simplemente ha surgido el tema en varias oportunidades y me ha contado muchas cosas. Recuerda que tuvo a Voldemort viviendo en su propia casa —susurró—. Fue testigo de cosas horribles. —Harry la vio con recelo—. Podría salir en cualquier momento y no me gustaría que me descubra contándote sus cosas, pero así fue, Harry. No somos quienes para juzgarlo. Digamos que cada uno de nosotros lo vive a su manera. Él no lo ha sabido hacer de la mejor forma, pero esto de su madre realmente parece haberle afectado.
Harry asintió. Era muy sabio lo que Hermione había dicho, cada quien vivía a su manera posterior a la guerra. Lo había comentado con Ginny poco después de que ella había vuelto a Hogwarts. No había sido fácil para ella regresar al lugar donde habían asesinado a su hermano y amigos cercanos. Contrario a ellos, su novia no había tenido la oportunidad de alejarse.
Siguió preparando el platillo. Albóndigas de carne de cerdo envueltas en bacon, puré cremoso de papa y guisantes. Además, había comprado unas peras en almíbar y helado de vainilla para el postre. Cuando todo estuvo preparado, se volvió hacia Hermione que se había sentado en la sala y leía mientras le daba sorbos a una cerveza de mantequilla. Harry vio con entusiasmo que había logrado tomar casi la mitad del vaso.
—¿Me ayudas poniendo la mesa? Y no sé si tu amigo querrá unirse…
—No insistas con eso, Harry, ya te dije que no somos amigos —alegó frunciendo el ceño.
—Se han estado haciendo confidencias, Hermione, y para tener ese grado de confianza…
—Es mejor eso que la alternativa, ¿no crees? —lo interrumpió.
—¿Que discutir y llevarse mal? —Ella asintió—. Supongo… —Encogió los hombros nuevamente.
—No creo que quiera sentarse con nosotros, apenas prueba lo que le preparo.
—Porque no eres buena cocinando —explicó sonriendo con picardía. Hermione fingió un puchero.
—Le preguntaré, pero a lo mejor se sienta aún cohibido contigo acá y prefiera comer solo o no comer del todo.
—Él se lo pierde, porque esto quedó delicioso —dijo Harry complacido después de probar el puré. Hermione le sonrió.
