—26—. BUSCANDO JUSTIFICACIONES.

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Unas tres semanas después, camino de vuelta a casa, Draco recordó que se acercaba el cumpleaños de su madre, y decidió que esa fecha sería un buen momento para visitarla. Sabía que iba a ser una bonita sorpresa para ella y tal idea lo ilusionó.

Iba en esas cavilaciones cuando escuchó unos maullidos debajo de unas cajas de cartón y bolsas de basura. Intrigado por los lastimeros quejidos del animal, se detuvo a investigar. Separando con los pies las bolsas, dio con un gatito negro de ojos verdes que temblaba de frío pero probablemente también de susto y, en el momento, no supo qué hacer. Sin embargo, sabía que no podía dejarlo ahí pues se veía muy deteriorado.

Draco nunca había tenido mascotas; los pavos reales albinos eran más un símbolo de grandeza de su padre y jamás se había acercado a ellos. Tampoco era como que un niño pudiera jugar con aves. Él no sabía cuidar de un animal pero su amistad con Crookshanks le había despertado una sensibilidad que desconocía en sí mismo. Dio la casualidad que estaba cerca del sitio donde Granger lo había encontrado meses atrás y no pudo evitar compararse con el animalito: ahora era él quien debía ayudar a un callejero desprotegido.

El gatito intentó escabullirse pero Draco no en vano había sido el buscador de su equipo de Quidditch y lo atrapó. El felino, en defensa, intentó morderlo, y aunque el joven logró esquivarlo, no se salvó de una buena rasguñada en sus manos. Una vez que lo tuvo consigo, el joven se preguntó qué podía hacer con él. No creía que se hubiera perdido, parecía más bien que lo habían abandonado o quizá su mamá había muerto. De momento, decidió que iría a la floristería para que Granger lo orientara sobre lo que debía hacer. Lo acercó al pecho en actitud protectora y las garras del animalito se quedaron enganchadas en su camisa, de tan finitas que eran. Eso hacía que el gato maullara intentando zafarse y lo hizo reír. Qué bien que ya no compraba sus camisas en Twilfit & Tattings, pues la que llevaba puesta estaba quedando hecha un desastre.

—Lo mejor es llevarlo al veterinario, el medimago de los animales —dijo ella luego de hablarle al gatito con un tono de voz más agudo e infantil y presionaba suavemente las almohadillas de sus patas delanteras—. No sabemos cuánto lleva en la calle y puede estar enfermo; además está desnutrido.

Ella le dio una dirección y le dijo que terminaría unos pendientes y lo alcanzaría en la clínica. Draco llegó al lugar, pero se sentía cohibido ante la entrada y salida de personas con perros, gatos y otras mascotas. En la sala de espera había un hombre con un perro gigante blanco con manchas negras que lo asustó por su tamaño. Cuando la asistente los atendió mencionó algo sobre una raza llamada «gran danés» y que aún no había alcanzado su tamaño de adulto. Él prestaba atención a todos los detalles y agradeció a Merlín haber encontrado un gato pequeño y no un animal tan grande como ese.

Cuando fue su turno, el doctor comentó que el gatito estaba deshidratado y muy desnutrido y que necesitaría muchos cuidados las primeras semanas. Luego le pidió a la asistente que lo bañara, pues estaba sucio y lleno de pulgas. Luego lo secaron, le tomaron muestras de sangre, le dieron un suero vitaminado y unas gotas para desparasitarlo. Draco tuvo que preguntar dos veces por esa palabra para intentar decirla bien. Se declaraba ignorante de todo lo que tuviera que ver con mascotas y su cuidado y por ende, todo el vocabulario técnico asociado a animales era nuevo para él. También le dieron algo para comer mientras llegaban los resultados de los análisis.

La asistente, intentando a su vez coquetear, le preguntó a Draco por un nombre para hacerle un expediente y eso lo dejó descolocado. Por supuesto, él tampoco sabía nada de nombres, ni siquiera sabía si se iba a hacer cargo del animalito. Para su suerte, en ese momento llegó Granger y tomó el control de la situación. Ella preguntó si era macho o hembra, el veterinario respondió que era macho y que tenía unos dos meses de edad.

—¿Te lo vas a dejar?

—No lo sé…

—Tendrías que cuidar de él…

—¿No me crees capaz de cuidar de un gato, Granger? —preguntó frunciendo el ceño y con tono de molestia en su voz.

—No te pongas a la defensiva, Malfoy, no lo decía por eso —aclaró con tranquilidad—. Los gatos son más bien independientes y no requieren muchos cuidados, pero al ser pequeño y estar enfermo, además de posiblemente no estar acostumbrado a estar dentro de una casa, deberás estar atento a él.

—Sé que no tengo experiencia y que a duras penas cuido de mí mismo, pero… —repuso con aire digno.

—Creo que sería bueno para ti… —interrumpió ella con seguridad, como si aún tuviera fe en él—. Tener a alguien, o bueno, algo a tu cargo, darle de comer, cambiarle el agua, educarlo con el arenero… —Draco sentía que todo sonaba muy complicado pero no quería dar el brazo a torcer—. Además, debes cuidar que Crookshanks no lo ataque. No sé cómo se comportará si se siente reemplazado... te tiene cariño, aunque no comprendo aún por qué —le dijo en tono de broma para luego esbozar una sonrisa.

—¿Y Potter?

—Yo me encargo. De pequeña tuve un perro pastor alemán —comentó con nostalgia—. Se llamaba Kraus y siempre me gustó ese nombre.

—Suena imponente.

—Puede ser provisional, mientras te decides por otro.

—Kraus me gusta —confesó viendo al gato y tratando de reprimir una sonrisa de orgullo. Sonaba a un nombre que tendría una mascota Malfoy.

La asistente recomendó dejar una cita para castración dentro de unos meses y les habló de la importancia de las vacunas que requería en próximas semanas. Draco no entendía nada de toda esa palabrería pero Granger asentía atenta a cada sugerencia y él la imitaba. Además del alimento, vitaminas y un champú que le mejoraría el brillo de su pelaje, ella compró un collar verde jade que combinaba con los ojos del felino y una plaquita para identificación que al llegar a casa y con ayuda de la varita, grabó con el nombre de Kraus y la dirección del apartamento.

—Vivimos en un barrio muggle. Esto es importante por si se escapa. Aunque creo que mejor tomamos algunas medidas para evitar eso. —Y dicho esto, fue en busca de la varita y murmuró algunos encantamientos alrededor de puertas y ventanas. Se preguntó si ella alguna vez había hecho lo mismo con él en febrero.

—No sabía que tener una mascota fuera tan costoso —comentó algo molesto. Ahora que entendía lo que era ganarse cada libra con el sudor de su propia frente, valoraba más el dinero. Lucius siempre había cumplido cada uno de sus caprichos y él solamente había tenido que extender la mano para recibir galeones a raudales. Qué iluso había sido.

—Es por ser la primera vez y la condición en la que estaba; además de que debías comprar todo para instalarlo. Las siguientes veces no será así.

—Gracias por ayudarme a pagar la factura —le dijo cohibido, haciendo un gran esfuerzo por no dejar aflorar su orgullo, una vez más, pisoteado. Ella se quedó anonadada ante su agradecimiento lo que provocó un leve sonrojo—. Te lo devolveré todo.

—No hay problema —contestó esbozando una sonrisa.

Él mantuvo unos segundos su mirada pero luego prestó atención a Kraus que se había hecho un ovillo en el nido con rascador, a la par del juguete que ella había insistido en comprar y habían colocado en una esquina del cuarto de lavado. Crookshanks, a unos metros de distancia, veía todo con interés. Granger, percatándose, lo alzó y lo besó con devoción para después explicarle todo; el gato le prestaba atención y ronroneaba como si entendiera sus palabras. «No lo debes molestar», enfatizó para después acercarlo a Kraus que maulló y lanzó una patita con las garras afuera en plan de ataque. Crookshanks lo ignoró y luego de estirarse completamente, buscó su nido en la sala. Era un gato inteligente.

—Creo que voy a necesitar ayuda con algo más —le dijo sin quitar la vista de su mascota. Estaba nervioso por lo que iba a decir pero requería de un plan para justificar su desaparición por tantos meses ahora que había decidido visitar a Narcissa por su cumpleaños, y sabía que Granger podría tener buenas ideas—. No se me ocurre ninguna excusa… y no quisiera decirle a mi madre la verdad; estoy seguro que saberlo la pondría realmente mal.

La joven empezó a divagar entre una opción a otra, primero de forma seria, y luego con las más ridículas que lo habían hecho reír a carcajadas como hace mucho no lo hacía. Muchas no eran factibles por el hecho de no haber llevado dinero consigo y otras eran ridículas, dichas solo para reír, y a pesar de eso, se soprendió por la cantidad de posibilidades que podía haber tenido hacía casi un año cuando había decidido desaparecer, y nuevamente se recriminó haber sido tan estúpido y no haber visto que ante él tenía un mundo de opciones diferentes si deseaba alejarse de Inglaterra.

*Que se había ido a terminar sus estudios en la Escuela de Magia Uagadou, en el África subsahariana, para especializarse en alquimia.

*Que había entrado a una famosa universidad en Dubai, con el fin de conocer más de cerca la cultura de quienes vivían haciendo magia en una ciudad ultramoderna.

*Que estaba en Corea del Sur haciendo una investigación para mejorar el rumbo de sus empresas en Gran Bretaña.

*Que había creado Malfoy Consulting Enterprises, una empresa dedicada a la consultoría financiera, en algún lugar de Estados Unidos o Canadá.

*Que perdió la memoria como consecuencia de un accidente y había vivido todos esos meses internado en un hospital psiquiátrico.

*Que se había dedicado a ser un gigoló en Holanda. O mejor aún, se había casado con una viuda millonaria y ahora vivía en Hawaii.

*Que se había recluido en un monasterio tailandés donde hizo votos de silencio y por eso no podía comunicarse con nadie.

Luego de varios minutos donde ambos reían por cada estupidez que ella o él inventaban, Granger se puso muy seria y como si no estuviera diciendo nada importante, comentó:

—Dile a todos que huiste porque sabías que no aceptarían que estabas conmigo. — Draco abrió la boca sorprendido.

—¡Estás loca! —afirmó escandalizado luego de unos segundos en los que no había sabido qué responder. La idea lo había tomado completamente desprevenido—. ¡Jamás podría tener algo contigo!

—¡No seas dramático! Eso es algo que ambos tenemos claro —respondió rodando los ojos—. Solamente es otra justificación a tu salida de casa. Sabías que ellos ni nadie lo aceptarían y por eso te fuiste, porque no podías tolerar que siguieran influyendo en tu vida y tus decisiones. A los meses yo también desaparecí después de haber terminado con Ron y es la excusa que necesitas para justificarte. Si ves que alguna de las que antes te propuse no funciona, puedes decir esta. No creo que sea necesario, pero hasta podríamos dejarnos ver por ahí juntos para que sea más creíble.

—¡No! —rechazó con ahínco. La cara de Draco era una mezcla entre asombro y disgusto. La idea le horrorizaba y no sabía si era por imaginar lo que diría su padre o por los golpes que le propinaría Pansy si los veía juntos—. Ni yo mismo puedo creerlo. Nadie creerá esa mentira. Me conocen bien.

—Y es por eso que lo hace creíble, porque nadie se lo espera.

—¿Y dónde queda tu relación con Potter?

—No seas iluso, Malfoy. Harry solo tiene ojos para Ginny. —Hermione tenía una sonrisa triunfal. Así que ella sabía que ese era un tema que le intrigaba y todo ese tiempo lo había engañado—. Son la pareja perfecta. Más bien, si fuera necesario, hasta Harry podría dar fe de nuestra relación. Ya sabes que todos escuchan y veneran cada palabra que dice.

—¿Estás secretamente enamorada de mí, Granger, y esta es tu forma de decírmelo? —preguntó con sonrisa arrogante.

—¡Oh no! ¡He sido descubierta! —dijo con teatralidad poniéndose una mano en el corazón y pestañeando de manera ridícula—. ¡Sí, Malfoy! Confieso que robaste mi corazón cuando te conocí en aquel vagón del Expreso de Hogwarts y te ofreciste a buscar a Trevor conmigo. Tus delirios de grandeza me flechaban cada vez que abrías la boca.

Draco se cruzó de brazos y frunció los labios en un intento por no reír con la actuación de la bruja. Ya otras veces ella había bromeado sobre su comportamiento infantil así que no le molestaba la escenita que estaba montando, pues era evidente que, una vez más, y de una forma muy sutil, ella lo ponía en su lugar por el tonto comentario que el había hecho.

—No seas ridículo, Malfoy. Ni en tus mejores sueños —comentó poniéndose muy seria—. Solo dije algo descabellado al azar porque estoy tratando de ayudarte. Créeme, esa idea es tan repugnante para mí, tanto o más de lo que es para ti.

—¿Entonces por qué estarías dispuesta a manchar tu nombre con esa mentira?

—Solamente sería ante tus padres —respondió alzando los hombros con indiferencia.

—Por supuesto, solo ante ellos, así que no te hagas ilusiones. Donde nadie nos vea seremos los enemigos de siempre —bromeó. Ella le mostró juguetonamente la lengua para después empezar a reír. Le hacía gracia molestarla.

—Eso sí, habría que poner algunos límites si tuviéramos que presentarnos juntos ante ellos… —dijo de pronto, poniéndose seria.

—Estoy de acuerdo. Como en todo juego, hay reglas que respetar —convino Draco.

—Y usarás ese recurso únicamente si ves que es estrictamente necesario.

—Por supuesto. Ya me quedó claro que eres buena actriz y podrás interpretar bien tu papel de enamorada —le dijo sonriendo de lado—. Y si tuviéramos que hacerlo, siempre está la opción de haber terminado por diferencias irreconciliables.

Granger empezó a reír.

—Ya se te están pegando los dichos del periodismo del corazón.

—No es mi culpa, es lo que ponen en la oficina para que el cliente se entretenga.

Ella volvió a reír.

—Bueno, ya tienes varias ideas. Me avisas si necesitas ayuda con algo.

Draco sabía que la última sugerencia era una locura, pero parecía la más convincente si llegara a necesitar justificar su desaparición.