30—. MUDANDO DE INTERESES.

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Ron Weasley había dejado pasar un mes tras otro intentando vivir fingiendo que no le importaba que Hermione ya no estuviera en su vida. Había brincado de una mujer a otra tratando de llenar el vacío que ella había dejado, poniéndole a las cámaras fotográficas de El Profeta y Corazón de Bruja su mejor sonrisa de héroe de guerra soltero y sin compromiso, siempre al lado de hermosas y despampanantes brujas que lo buscaban por su estatus sangre pura y por su dinero. El negocio de George había crecido como la espuma y atrás había quedado el mago que usaba la ropa de sus hermanos mayores. Para nada. Su guardarropa actual en diferentes tonos de verde, azul y gris nada tenía que envidiarle al de los mejores tiempos de los Malfoy.

Había dejado La Madriguera y rentaba un apartamento en el Callejón Diagon con vista al Londres mágico y muggle, y viajaba con frecuencia pues George había decidido abrir sucursales en Hogsmeade pero también en las cercanías de los colegios Beauxbatons y Durmstrang. No había duda que los estudiantes de magia eran sus mejores clientes.

Ser un héroe le gustaba porque le abría muchas puertas, conocía muchas mujeres hermosas y le permitía también vivir la vida que siempre había querido, no a la sombra de otros, —primero sus hermanos mayores y luego sus mejores amigos—, sino por méritos propios. Al fin había hecho algo que lo destacaba por sobre sus hermanos y no a la sombra de ellos.

Sin embargo, al volver a su triste realidad, al verse solo en aquel apartamento o despertando al lado de una mujer que no era Hermione, volvía a caer en cuenta de lo estúpido que había sido. No se permitía llorar, pero era lo que más deseaba: rendirse ante el dolor que le dejaba su vacío existencial. Él no solo había perdido a Hermione como amiga, confidente y novia. También había alejado prácticamente al único amigo que había tenido en la vida, Harry, y los extrañaba a ambos.

Ron siempre había creído que Hermione volvería a su lado a los pocos meses, arrepentida y dándole la razón por haberlo dejado. Pero las semanas seguían pasando y nada de eso ocurría. En la fiesta de Navidad en su casa ni siquiera habían cruzado más que un frío saludo a lo lejos. No ayudaba el que Molly lo increpara continuamente por haber dejado ir a Hermione y que Arthur insistiera en que la buscara si no quería perderla definitivamente. Su orgullo era más grande que el amor y la amistad que una vez pensó que tenía y así había pasado ya un año.

Fuera de su vida laboral, se sentía un fracasado. Incluso Ginny triunfaba como cazadora en las Arpías de Holyhead y su relación con Harry iba mejor que nunca. No sabía nada de Hermione pues las pocas veces que veía a Ginny y se atrevía preguntar por ella, su hermana era sumamente reservada con la vida privada de su amiga, pero sí aclaraba que estaba feliz y aunque eso debería alegrarle, no era así. Se sentía miserable sin Hermione.

Al principio se había consolado diciendo que la extrañaba por puro hábito. Habían sido inseparables por siete años. Pero después se encontró tomando el té como a ella le gustaba o comiendo sus platillos favoritos como una manera de sentirla cerca. Pero eso le dejaba aún más soledad. Y ya no quería más estar solo. Necesitaba a la mujer que realmente amaba a su lado para complementar el resto de su vida, para compartir con ella sus éxitos laborales. Quería ser feliz, por lo que tomó la decisión de buscarla.

Sabía que no la iba a tener fácil. Hermione no era de las que llegas y simplemente dices «me equivoqué» y ya. Debía demostrarle que de verdad estaba arrepentido y que la amaba por sobre todas las cosas. Aprovechando su cumpleaños y recordando lo mal que se había comportado con ella hacía exactamente doce meses, le escribió una carta saludándola y deseándole mucha felicidad para el nuevo año de vida. También mencionó la posibilidad de verse pronto. No quiso mencionar nada relacionado con lo sucedido. Pigwidgeon fue la feliz lechuza encargada de llevar la misiva.

Sintiéndose muy positivo, se dispuso a ir a almorzar al Caldero Chorreante y a esperar a su lechuza con la respuesta en ese lugar, disfrutando de una fresca cerveza de mantequilla, pues aunque el clima en esa época era más fresco, sentía sus mejillas arder por la emoción. Cuál fue su sorpresa al encontrarse en la taberna con Luna, quien emocionada, lo abrazó.

—Hacía mucho que no te veía —le dijo ella con ojos brillantes.

—Sí, creo que un año, para ser exactos —recordó la terrible fiesta en Hogsmeade para el cumpleaños de Hermione—. ¿Cómo está Neville?

—Muy bien, por lo menos hace dos días que lo vi. Pero… terminamos hace nueve meses…

—Oh… lo siento.

—No lo sientas —se apuró a decir para luego sonreír—. No nos estábamos llevando tan bien como pareja como lo éramos de amigos. Entre su entrenamiento como auror y su tiempo libre en el invernadero de su casa, tenía poco tiempo para mí que estaba en Hogwarts y eran muy pocas las oportunidades para vernos. Estamos muy bien ahora como los mejores amigos que siempre fuimos. Hace un mes que sale con Hannah Abbott.

—Pues… al parecer estás bien con eso. —Ella asintió—. ¿Y qué haces por acá?

—Estoy a cargo de El Quisquilloso y acabo de realizarle una interesante entrevista a Rolf Scamander, quien heredó la pasión por los animales fantásticos de su abuelo, el famoso magizoólogo. Hablamos acerca de sus últimas investigaciones con unas criaturas que se encuentran solo en Nueva Zelanda y que se creía, los maoríes los habían extinto. Pero no quiero aburrirte con eso. ¿Cuéntame qué has estado haciendo?

—Viajo mucho por cuestiones de negocios. George es el creativo y yo el encargado de distribuir sus inventos. Tenemos tres sucursales más además de la del Callejón Diagon.

—Sé que están muy bien en ese sentido y me alegro por ustedes. Aunque a veces tu hermano todavía se ve triste...

—Ha sido duro para todos, pero mucho más para él… —Ron sintió un nudo en la garganta pero la calidez de una pequeña mano sobre la suya y la mirada comprensiva de la joven bruja le inundó inmediatamente el corazón.

—Nunca los olvidamos. Simplemente aprendemos a vivir sin su presencia física. —Esbozó una dulce sonrisa—. Al menos nos quedan sus recuerdos. —Él asintió—. George debe estar feliz de tener a su lado al pequeño Ikle Ronnikins.

—No tan pequeño. —Sacó el pecho con orgullo—. Soy el más alto de la casa. Y también el más apuesto.

Eso hizo reír a Luna.

—Y el más humilde —agregó ella con lágrimas en los ojos después de unos instantes de mucho reír. Ron pensó que hacía mucho no reía tanto ni con tanta sinceridad como esa tarde.

Luego de almorzar, Ron llevó a Luna a Sortilegios Weasley para mostrarle las nuevas remodelaciones del lugar y después fueron por un helado. Antes de despedirse, Luna realizó una invitación.

—Hoy en la noche, Wilhelmina Bletchley se presenta en los jardines de Fountains Abbey para conmemorar los treinta años de su carrera artística. Es amiga de mi padre y nos regaló dos entradas para su presentación pero él no tiene ánimos para asistir. Me lo he pasado tan bien contigo que me preguntaba si te gustaría acompañarme a su concierto. No sé si te gusta su música…

—¡Me encanta! Pero aceptaré solo si antes cenamos juntos. ¿Te gusta la comida italiana?

—¡Sí! —afirmó Luna, sonriendo complacida.

—¡Excelente! Hay un restaurante espectacular cerca del Soho. ¿No te molesta ir al Londres muggle, verdad?

—No. Tengo el traslador programado para las nueve en punto. ¿Te parece si nos vemos a las siete acá mismo?

Ron lo había pasado tan bien con Luna que había olvidado que estaba esperando la respuesta de Hermione. De hecho, se había enfrascado tanto en observar a la muchacha que había descubierto que tenía los ojos color plateado y no celestes como siempre había creído y en varias ocasiones tuvo que hacer un gran esfuerzo por no tocar una de sus manos.

En la madrugada llegó a su apartamento y cayó rendido en la cama y no fue hasta que amaneció que al ver a Pig durmiendo en su rincón se percató que Hermione no había respondido. Curiosamente no le dolió tanto como imaginó. El tiempo había volado junto a Luna y para ser sincero consigo mismo, lo había pasado tan bien que no valía la pena molestarse por no tener respuesta.

Aun así, no iba a dar el brazo a torcer. Visitaría a Kingsley y trataría de que le diera la dirección actual de sus amigos, aunque presentía que no lograría nada con el ministro. Tampoco sabía dónde vivían los señores Granger ahora. Pero ya tendría tiempo para investigar. De momento, era hora de ir a trabajar y quizá, en la tarde se daría una vuelta por la casa de Luna con pretexto de saludar a Xenophilius y comentarle lo bien que lo habían pasado en el concierto.


N/A:

Hoy, 15 de agosto, aparte de ser el Día de la Madre en Costa Rica (¡feliz día si me lee alguna mamita!), está de cumpleaños una amiga muy especial que conocí gracias a que compartimos nuestro amor por el Dramione.

No la conozco personalmente y estamos a miles de kilómetros de distancia, pero es una de mis más entusiastas seguidoras en Wattpad, asi que en honor a ella, ¿qué creen? ¡Doble actualización!, así que ¡sigue leyendo! ¡Y un muy feliz cumpleaños, Nora, Noracerecedo! Creo que ese capítulo que sigue te gustará. ¡TQM! ¡Un abrazo grande!