31 —. HERMANDAD.

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La mañana de su cumpleaños, fecha que Hermione disfrutaba mucho, ella se levantó y notó en su mesa de noche un sobre con la letra de Harry encima de una caja de tamaño mediano.

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Para mi mejor amiga y compañera del vivir, ¡para mi hermana del alma!

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Coincidentemente, ese fin de semana, Harry no saldría con Ginny pues su equipo estaba de gira por Noruega en juegos de fogueo, por lo que la noche anterior él le había dicho que le prepararía un rico desayuno y luego ella visitaría a sus padres, como casi todos los domingos. Por la noche irían a un club nocturno londinense que estaba muy de moda. Emocionada, leyó la carta de su amigo.

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Hoy es tu día así que ¡feliz cumpleaños, Hermione! ¡Me complace mucho haberte conocido y tener tu amistad, de tener la oportunidad de felicitarte en esta fecha tan importante para ti! ¡Hoy inicias otra década de vida, y es por eso que deseo que logres todo lo que deseas para esta nueva etapa y que seas muy feliz! Porque no mereces menos que la felicidad, Hermione.

Creo que nunca te lo he dicho pero quiero aprovechar este medio para darte las gracias por regalarnos a quienes te rodeamos esa energía que irradias con tu presencia, tu bondad y perspicacia, la posibilidad de compartir esa alegría que desprendes, la personalidad magnífica que hace de mí buscar tu amparo y amistad... ¡Feliz cumpleaños, Hermione! Que lo pases muy feliz hoy, ¡y espero que siempre!

Harry.

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Harry no acostumbraba expresar sus sentimientos así que no pudo evitar que unas lágrimas rodaran por sus mejillas. No recordaba que alguien le hubiera dedicado palabras tan bonitas. Lo mejor es que sabía que sus deseos eran sinceros. Y de pronto sintió la necesidad de abrazarlo así que sin limpiarse las lágrimas, salió del dormitorio en su busca. Harry estaba saliendo del suyo cuando ella se abalanzó a su cuerpo y lo rodeó con sus brazos con fuerza, llorando sin poder evitarlo.

—¡Gracias, Harry! —le dijo entre hipidos aún en su pecho sintiéndose una tonta por reaccionar de esa forma—. Gracias... gracias.

—¿Leíste mi carta? —Ella asintió y se la mostró. Por la emoción, sin querer la había arrugado y ahora intentaba alisarla sobre la pared. Harry sonrió algo cohibido—. Nada que no merezcas, Hermione.

El ruido de otra puerta abriéndose la hizo reaccionar. Un adormilado Draco apareció en el umbral.

—Lo siento si te asusté —le dijo limpiándose las lágrimas con el puño de su pijama.

—¿Alguna pesadilla?

—No… Esta vez fue una reacción de felicidad. Perdón si te desperté —le dijo algo apenada.

Draco se restregó los ojos y cerró la puerta nuevamente. Había retomado su costumbre de levantarse tarde los domingos y evidentemente despertarse a las ocho de la mañana escuchando llantos, aunque fueran de felicidad, no debía ser agradable. Harry no pudo evitar sonreír ante la situación y ahora Hermione trataba de contener una risotada—. Me cambiaré para desayunar.

—Tómate tu tiempo. Como puedes ver, recién me estoy levantando y no he preparado nada.

Hermione volvió a su cuarto y desenvolvió el regalo que acompañaba la carta. Una foto enmarcada de ellos dos tomada por Ginny el día que Harry había cumplido años y donde se les veía muy sonrientes complementaba lo dicho en la carta y de nuevo se emocionó. Abrazando contra su pecho el cuadro, agradeció a la vida por haberle puesto a Harry Potter en su camino.

Minutos más tarde decidió darse un baño de burbujas para empezar relajada su día. Había comprado unas bombas de baño efervescentes con aceite esencial de jazmín y puso algo de música en el pequeño reproductor que compró junto al televisor y un reproductor de DVD, el nuevo equipo que prometía más que el viejo VHS de su padre.

Había comprado un bonito vestido largo hasta los tobillos color verde esmeralda con manga corta fruncida, escote princesa. Se aplicó varias gotas de aceite de argán para ayudarle a formar suaves ondas a su abundante cabello, se hizo un peinado recogiendo mechones de la parte superior y prensándolo a nivel de la nuca para luego dejar la mayoría del cabello suelto y después se puso brillo en los labios. Cuando salió, Harry la contempló extasiado.

—Vaya, pero qué hermana más guapa me tengo —le dijo besando una de sus mejillas.

—Harry… —respondió sonrojándose.

—Espero que estés hambrienta. Preparé varias cosas que sé que te gustan.

—Gracias, Harry. —Le devolvió el beso y lo volvió a abrazar con cariño—. Gracias por todo lo que haces por mí. A pesar de todo lo que nos pasó, sigues sin creerte que eres un gran ser humano y que siempre pones pasión en todo lo que te propones. También eres un gran mago, aunque ahora estemos un poco olvidados de la magia —le guiñó.

—Hermione… —interrumpió cohibido y sonrojado.

—No acepto réplicas, es mi cumpleaños. Y es así como yo digo y punto final —dijo presionando con el dedo índice el pecho de su amigo.

En el transcurso de la mañana, Hermione siguió recibiendo la visita de varias lechuzas, todas de sus amigos más cercanos y queridos que le enviaban regalos y cartas de felicitación por su natalicio. No podía faltar la de Viktor Krum; sin embargo, la que realmente le sorprendió fue la de Ron que llegó cuando aun estaba con sus padres.

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Hola Hermione. Donde sea que estés, deseo que disfrutes de un lindo cumpleaños y que seas muy feliz hoy y siempre. ¡Celébralo en grande! Me gustaría mucho verte así que dime cuándo podría ser. Ron W.

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Saber que él se había tomado la molestia de escribirle a pesar de lo ocurrido exactamente hacía un año, le había dejado emociones encontradas, sobre todo si a eso se sumaba que Ron no era de los que escriben cartas.

—Ron me escribió —le dijo a Harry apenas entró a la sala esa tarde, ansiosa de poder comentar con su amigo lo que sentía por haber recibido la carta de su ex novio—. No sé si alegrarme porque lo haya recordado o enojarme por ver que actúa como si no hubiera pasado nada… Hasta dice que quiere verme.

—Bueno, ya lo conoces y creo que concordamos en que es un gran paso para él el haberte escrito, pero sobre todo que no haya sacado a relucir lo del año pasado. Supongo que al fin se convenció de su estupidez, aunque ahora estoy convencido de que ustedes dos son mejores como amigos que como novios.

—Lo sé —asintió Hermione, recordando que de todos modos, su corazón tenía ya otro dueño.

—¿Ha ocurrido algo malo? —preguntó Draco cuando llegando de visitar a sus padres, aprovechando la apertura de la puerta, una lechuza se había colado para llegar hasta donde ella.

—Es mi cumpleaños… —respondió mostrando varias cartas en la mesa del centro de sala—. Muchas personas lo recuerdan… o quizá lo hayan mencionado en El Profeta porque de otra forma no me imagino el por qué de tantas cartas. Pasó igual con Harry.

—¿Es hoy? —Hermione asintió—. Vaya, no lo sabía. ¡Felicidades!

—¡Gracias!

Ella le sonrió y luego de unos segundos, Draco se dirigió a su dormitorio. Hermione vio a Harry y con timidez, le preguntó:

—¿Te molestaría si…? —Él pareció adivinar el resto de la pregunta.

—Es tu día —le dijo encogiéndose de hombros con indiferencia—. Invita a quien quieras.

Con el corazón latiendo muy rápido, tocó la puerta de Draco y le preguntó si le gustaría salir con ella y Harry a un club nocturno para cenar y bailar.

—He ido un par de veces con Callum y Jacob a un sitio de esos, pero me limité a observar. Es muy distinto a lo que me enseñaron como baile.

—Es muy fácil; solamente debes pararte en el centro de la pista, levantar los brazos como si quisieras tocar las bolas de espejo y quedarte en un solo lugar, moviendo un pie y luego otro.

—No entiendo cómo es que a eso le llaman bailar —comentó haciendo una mueca.

—Bueno, hay otros estilos, pero en su mayoría los muggles se contentan con hacerlo así. También puedes saltar. La idea es salir, tomar algo, divertirnos de manera sana y nada más. Aunque si no quieres bailar, te puedes quedar sentado, pero sí me gustaría que nos acompañaras.

Draco parecía sorprendido por su pedido y ella hubiera deseado no haber hablado de más; sin embargo, al final él accedió. Hermione se sentía feliz y por primera vez en aquellos meses, los tres salieron juntos. A la hora convenida se aparecieron en Londres y caminaron emocionados hacia el lugar que Hermione había escogido.

La velada transcurrió con ella y Harry bailando. Hermione realizaba muecas y movimientos con tal de provocar que Draco se riera, pero en ningún momento logró que él accediera a bailar con ella.

—Eres un aguafiestas —le dijo fingiendo un puchero cuando por fin se tomó un descanso para comer algo.

—Al contrario; desde este punto me he divertido bastante. No he parado de reírme.

—Te burlas de mí y eso no es justo; soy la cumpleañera. No todos los días se llega a los veinte años.

—Así que veinte… desconocía que fueras de las mayores. Eso lo explica todo —sonrió de lado.

—¿A qué te refieres?

—Eso deja claro el por qué eres tan mandona…

—No lo soy…

—Por supuesto que sí —secundó Harry que se acercaba con unas bebidas y había escuchado lo último de la conversación.

—¡Harry!

Y los dos magos empezaron a reír para disgusto de la bruja, pues empezaron a enumerar las muchas veces que justificaban su forma de pensar; tanto reían que minutos después, ella no pudo evitar unirse a la algarabía. Evidentemente le estaban tomando el pelo, esos dos truhanes. Le parecía increíble llevarse así de bien los tres.

Harry y Hermione volvieron a la pista de baile y cuando rato más tarde los tres volvieron a casa, Harry le dijo que le tenía otra sorpresa y que esperara en la sala con los ojos cerrados. Hermione lo escuchó dirigirse a la cocina y después de unos minutos, volver a acercarse cantando con emoción la famosa tonada. Al abrir los ojos, ella se maravilló al ver un pequeño pero elegante pastel que llevaba tres velas altas de colores que chisporroteaban. Hermione extasiada por el momento, aplaudió acompañando la canción, cerró los ojos para pedir su deseo y después sopló con entusiasmo para luego abrazar a Harry emocionada.

—Él también colaboró con esto —le dijo su amigo señalando a Draco—. Fue a traerlo al restaurante mientras bailábamos. Yo se lo había encargado al chef. —Hermione, aunque menos expresiva por miedo a que Draco no aceptara el abrazo, le dio las gracias presionando ligeramente su antebrazo; él asintió y sonrió complacido.

—Gracias, a ambos. ¡Se ve realmente delicioso! ¿Comemos?

Harry le dio el cuchillo y la espátula y la feliz cumpleañera partió y sirvió para ella y sus amigos una generosa porción del short cake de fresas, su favorito. Draco incluso repitió… Ella ya sabía que a él le encantaban los postres, sobre todo si contenían crema batida.

Cuando esa noche, acostada en su cama hizo un recuento del día, pensó que no podía haber tenido mejor cumpleaños que ese. Hizo conciencia de que Draco había ido al restaurante donde Harry trabajaba, había llevado el pastel a la casa y vuelto al club nocturno, todo en pocos minutos en los que ella no había reparado en su ausencia. Lo había hecho por ella. Porque ellos ahora eran amigos y eso la hizo sentir bien. Podía contentarse con eso.

Sin embargo, las sorpresas por su cumpleaños no terminaron ese día. A la tarde siguiente cuando regresó a casa, divisó a un lado de una de las ventanas de la sala, una bonita jaula con una pequeña lechuza blanca en su interior que tenía gran parecido con Hedwig, la antigua mascota de Harry, aunque mucho más pequeña. A la par había un paquetito de golosinas y un sobre con su nombre por fuera, por lo que inmediatamente leyó:

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Hace unos días dijiste que si tuvieras una lechuza no tendrías que estar molestando a Kreacher, y se me ocurrió que sería un bonito regalo, aunque no estés muy en contacto con el mundo mágico.

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No llevaba firma pero era evidente de quién provenía, y una emoción en su interior casi la hizo llorar. Draco había tenido un detalle con ella, había ido al Callejón Diagon por un regalo precisamente para ella. Y definitivamente, era invaluable. Hizo un esfuerzo por controlar sus emociones para ir a tocar su puerta y agradecerle. Quiso abrazarlo cuando se apareció en el umbral, pero sabía que no podía tener esas muestras de cariño con él, así que le dio un emotivo gracias. Él sonrió y le dijo:

—Fue divertido. Seguí los pasos de Clark Kent: unos lentes, cambié el color de mi cabello y nadie me reconoció en la tienda —sonrió. Habían estado viendo la serie que mostraba las aventuras de Lois y Clark y Draco siempre se burlaba de que nadie reconociera a Superman como el torpe periodista.

—Si cambiaste el color del cabello, ya no cuenta —comentó jocosa la joven.

—Bueno, puede que tengas razón pero es que esto —señaló su cabeza— definitivamente llama la atención. Aproveché y compré algunas golosinas. Tampoco ahí me reconocieron y eso que antes era cliente asiduo del lugar.

—¿Fuiste a Gringotts?

—No; hubiera sido difícil engañar a los duendes. Potter me cambió unas libras por galeones hace unos días —Hermione había ido caminando hacia la lechuza y Draco la seguía—. Es hembra y debes elegir un nombre.

Hermione se quedó pensativa y luego, acariciando suavemente las plumas de la cabeza, dijo con seguridad.

—Icy. Ái-si —dijo despacio como cuando le enseñó a Viktor a pronunciar correctamente su nombre. La lechuza ululó como si aprobará el apelativo y la muchacha, feliz, le dio una golosina que el animalito comió encantado—. Serás nuestra mascota comunal —le dijo hablando en un tono como el que se utiliza con los bebés—. Una bruja y dos magos sin lechuza era de verdad extraño. Gracias por el detalle. —Ahora lo veía a él, quien asintió complacido mientras sonreía.

—Me alegra que te haya gustado.

Hermione podía vivir viendo sonreír a Draco de ese modo por el resto de su vida y eso sería suficiente para ser feliz. Aunque también, estaba convencida de que cada día que pasaba le costaba disimular lo atraída que se sentía por él. ¿Cuánto tiempo más lograría esconder ese sentimiento? No lo sabía…