—32—. DESILUCIÓN.
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Salir con sus compañeros de apartamento le hizo recordar a Draco lo mucho que extrañaba a Theo; por eso, luego de pensarlo por varios días, le envió una nota con Izzy para proponerle una reunión la tarde del primer sábado de octubre en el Callejón Diagon, pues Draco quería aprovechar ese encuentro para aplacar las habladurías que sabía que se seguían presentando sobre su larga ausencia. Sabía que volvía a tener la lozanía y el aplomo de antaño, así que dejarse ver por algunos minutos estratégicamente en las afueras del Diario El Profeta sería una buena forma de callar las bocas de quien deseaba verlo derrotado.
Estaba valorando si contarle a Theo todo lo que había pasado durante más de un año. Se conocían tan bien que eran capaces de comunicarse sin pronunciar una palabra. Draco confiaba en él; había sido el único al que le había contado sobre la misión que el Señor Oscuro le había impuesto y ante aquella mirada de espanto, le pidió, o más bien, le rogó que no se involucrara ya que no quería empeorar las cosas.
Sin embargo, esto era diferente, y estaba aún con la incertidumbre de esconder para siempre los motivos de su desaparición o ponerlo al tanto. Sentía que entre menos personas lo supieran mejor, pero se pensaba que si, Hermione y Potter lo sabían, ¿por qué la persona a la que consideraba un hermano no?
Ya no necesitaba desahogarse, pues las veces que había hablado con Hermione habían sido suficientes para sacar todo el odio, dolor y rencor que había guardado por tanto tiempo, pero, a la vez, sentía que se lo debía. Al menos a Theo, quien en su momento también le había confiado sus miedos más profundos sobre todo relacionados con el maltrato de su despiadado padre y la idea de tomar la marca.
Ambos habían sido el ancla emocional del otro durante muchos momentos tensos y por eso su amistad siempre había sido diferente que con el resto de la pandilla: Theo era su hermano, no de sangre pero sí por elección. No es que lo hubieran hablado alguna vez. Era algo implícito. Habían pasado juntos prácticamente toda su vida excepto los últimos meses transcurridos desde el juicio.
Debido a que el señor Nott nunca había cometido errores del calibre de los de Lucius Malfoy ante el que No-debía-ser-nombrado, Theo no llegó a tomar la marca; de todos los jóvenes a su alrededor, solo Draco había tenido ese honor. El señor Nott había muerto en la Batalla de Hogwarts, algo que había traído alivio a su hijo, y como Theo no había estado involucrado abiertamente en nada relacionado con la guerra, no fue necesario que participara en ningún juicio, pero sí había sido el único apoyo real que tuvo Draco en esos días.
Huérfano de madre desde temprana edad, Narcissa había representado a esa figura materna que nunca tuvo y por eso se habían unido aún más.
Theo pasaba largas temporadas en Malfoy Manor. Habían vivido juntos muchas experiencias de «primeras veces» y hecho travesuras a lo largo de la vida: montar una escoba a escondidas a muy temprana edad a pesar de la prohibición impuesta por Lucius, experimentar magia con y sin varita —varita que hurtaban a la matriarca al no tener una propia—, visitar la sección prohibida de la biblioteca de la mansión e intentar hacer alguna poción solo porque podían, esconderse de los tutores para evitar las aburridas clases, pedir excesiva cantidad de postres a los elfos, espiar a sus padres en una reunión secreta previo al Mundial de Quidditch, robar un poco de los whiskies más antiguos de las bodegas, incluso habían gustado de la misma niña rubia de ojos verdes al conocerla… A todo lo anterior se sumaban las incontables horas que habían pasado en casa de Snape aprendiendo pociones, magia no verbal, algunos hechizos de magia oscura, Legeremancia y Oclumancia.
La tarde en cuestión, Draco llegó con diez minutos de antelación para poner en marcha su plan y con estudiada gallardía se paseó por algunas tiendas cercanas al punto de encuentro con Theo. Muchas personas no pudieron evitar murmurar por lo bajo, pero fingió no darse por enterado.
Draco no era muy dado a externar sus sentimientos, pero no había podido evitar abrazar a su amigo por más tiempo del que se consideraba prudente para un abrazo, y al otro mago, escasamente más alto que él, tampoco le había parecido inadecuado. Tenían más de un año sin verse luego de tratarse casi a diario desde que tenían uso de razón así que las emociones estaban a flor de piel. Ambos se habían observado mutuamente por algunos instantes, incapaces de expresar verbalmente lo que sentían al reencontrarse, emocionados por estar juntos de nuevo.
Ya había tenido bastante de dejarse ver así que sugirió que fueran al club londinense donde había ido por el cumpleaños de Hermione, donde esperaba que por la hora, estuviera poco concurrido y así pudieran conversar sin el ruido de la música nocturna.
Por supuesto, ambos vestían demasiado formales para lo usual en un pub según el vulgo, casuales según sus propios estándares. Theo no llevaba túnica pero sí una gabardina de tres botones pues ya estaban en otoño y Draco no se quedaba atrás, habiendo mejorado con ropa más elegante todo su vestuario para este tipo de ocasiones, por lo que no pasaban desapercibidos sobre todo para el ojo femenino. La clase se les notaba en sus atuendos, su andar, los modales y hasta en la forma de expresarse.
Por recomendación de Draco, más experimentado en ese ambiente muggle, ordenaron sendas cervezas negras y unos chips de papas que compartieron los dos. El fin era hablar, no tanto comer.
—Te ves bien, pero sigo siendo más guapo que tú —comentó Draco sin dejar de ver a su amigo, sonriendo de lado.
Siempre tan gallardo, iba vestido con un pantalón negro hecho a la medida, camisa oxford manga larga azul oscuro que resaltaba sus también azules ojos, los dos botones superiores sin abrochar le daban un aire informal. El anillo de sello de los Nott, pasado de generación en generación desde hace siglos, de plata pura, lucía imponente en su meñique izquierdo. Draco de pronto sintió desnuda su mano, pero esa sensación inmediatamente fue reemplazada por alivio, libertad, por lo que rápidamente desechó la idea de la cabeza.
Continuamente él y Theo bromeaban sobre cuál de los dos era más atractivo y en ese momento no fue la excepción. Los ojos de su amigo se habían humedecido por la emoción y brillaban como siempre que estaba feliz. Se había dejado crecer el cabello y lo llevaba peinado hacia atrás dándole una apariencia desordenada, falsa por supuesto, debido a que se ensortijaba en las puntas, algunos mechones ligeramente más rubios aclaraban el tono castaño usual de él. También lucía una cuidada y corta barba, que si bien le hacían parecer ligeramente mayor, no disminuía su atractivo.
—Tú también estás mejor que la última vez que te vi. Parecías un fantasma luego del juicio…
La imagen de aquel Draco indigente vino a su memoria y no pudo evitar hacer una mueca. Se preguntó qué hubiera dicho su amigo si en algún momento lo hubiera visto en aquellas circunstancias. Contrastaba con el de ese día: afeitado perfecto, cabello brillante y sedoso peinado de lado con algunos mechones algo largos cayendo libremente por la frente y mejillas, su piel impecable y humectada y cuerpo más bien atlético debido al trabajo fuerte en el invernadero; vestido completamente de negro con lo mejor de su guardarropa. No; definitivamente nada quedaba en él que recordara a Paul o al pálido y asustado adolescente de la guerra.
—Pansy está con Blaise desde la Navidad pasada —anunció Theo de pronto, con sus ojos muy fijos en él, como si no quisiera perderse de su reacción por la noticia.
—Me alegro —respondió con franqueza pero sin sentir algún tipo de emoción en su interior que se pareciera a celos.
—¿De verdad?
—Nunca te he mentido, Theo; no a ti.
—¿Alguna vez la quisiste, Draco?
—No del modo en que ella esperaba. Bien sabes que padre no lo hubiera tolerado. —Alzó ligeramente los hombros.
En aquel entonces jamás se hubiera atrevido a desafiar a Lucius, pero agradeció a Merlín haber tenido su cabeza ocupada para no caer en las redes del amor. Pansy podía ser bastante persuasiva si se lo proponía, a pesar de que él siempre fue claro que entre ellos no podía haber nada serio.
—Y en cambio ella…
—Por lo visto, eres tú quien no lo supera —musitó frunciendo el entrecejo; para evitar decir algo más prefirió darle un sorbo a la cerveza. Ante el silencio de su amigo, supo que había acertado.
—Daphne y yo estamos juntos desde agosto…
—Vaya, eso sí que es una sorpresa… —Draco no pudo evitar recordar que se habían peleado por ser quien le llevara un helado a la hermosa niña de apariencia de hada que cumplía siete años y a cuya fiesta los habían invitado.
—Sé que no me quiere… únicamente soy el clavo que saca otro clavo.
La voz de Theo estaba cargada de derrota; su mirada fija en él. Era su mejor amigo, lo conocía bien. No le recriminaba, pero percibía aún cierta envidia.
Todas te quieren a ti, le había dicho cuando la mitad de las alumnas de su casa ansiaban ser su pareja para el baile de Navidad en cuarto año. En aquel momento el comentario había inflado su ego de adolescente presumido y se había dado el lujo de rechazarlas a todas. Sin embargo, Pansy lo había engatusado pues «había comprado una bonita túnica rosa pensando en él por lo que no serviría si iba con alguien más». Draco, resignado, había aceptado acompañarla luego de carcajearse pero Theo había fingido una sonrisa cuando en realidad sentía enojo. La joven bruja había rechazado a Nott alegando que no estaba interesada en asistir a la actividad y de repente, comprometía a Draco a ir con ella con una excusa barata. Recordar todo eso ahora le provocaba náuseas.
—¿Y te conformas con eso? ¿No quieres ser feliz después de todo lo que viviste con tu padre? —Theo hizo una mueca de indiferencia—. ¿Sabes que están en la quiebra, verdad?
—Sí.
—¿Y no te importa?
—El dinero es lo de menos, sobre todo ahora que padre ha muerto, porque tengo de sobra y ni viviendo diez vidas me gastaría esa fortuna. Además, en nuestro mundo no hay espacio para el amor, Draco, y lo sabes. Tenemos una misión, sobre todo los que somos hombres en una familia y en esa misión no está contemplado ser feliz sino perpetuar nuestro apellido, pero sobre todo la sangre mágica, nuestra pureza. Con quién lo hagamos es lo de menos mientras tenga nuestro mismo linaje.
—¿Aún crees en todas esas porquerías? —inquirió levantando una ceja.
—¿Tú no? —preguntó a su vez Theo con asombro. Draco volvió a alzar los hombros. De pronto había sentido que el ambiente se ponía tenso, pero tenía que decir lo que pensaba.
—Todo eso es parte del pasado. No estoy dispuesto a que sigan manejando mi vida. Ni mis padres, ni la sociedad… Nadie. En todo caso, si es lo que quieres hacer, espero que al menos se lleven bien e intenten ser felices, hermano. Ella es hermosa.
—Lo sé…
—Pero no es Pansy.
—No… Y de todos modos, ser feliz no viene con el paquete.
En la mirada de Theo había tristeza. Draco deseó que algún día ese sentimiento tan profundo que le tenía a su amiga en común desde que la había conocido, se esfumara, aunque lo dudaba. Theo nunca se lo había confesado a Blaise y sabía que debía estar sufriendo cada vez que la veía con él.
—Debiste confesárselo en algún momento.
—No iba a cambiar mucho… está enamorada de ti. Lo de Blaise… Quizá pudo elegirme a mí, pero él fue más insistente; ya lo conoces. Tampoco se aman. Nosotros no nos casamos por amor… Hacemos alianzas… Es la maldición de ser un sangre pura, uno de los Sagrados Veintiocho…
Draco escuchaba aquellas frases y las sentía tan ajenas a su vida que le pareció irónico que hacía poco tiempo atrás él pensara exactamente igual. Escuchar a Theo era como verse en un espejo. Él se hubiera casado con Daphne o Astoria porque ese era su deber. Y se sintió asqueado ante esa idea, pero también algo desilusionado de que su amigo, a pesar de todo lo vivido, siguiera pensando en tanta estupidez y se conformara con vivir de apariencias, con recibir migajas de cariño, algo que a su criterio, no merecía.
Por supuesto que Theo no había vivido las mismas cosas que él, aunque ambos lo habían pasado muy mal; Theo con su padre, y él con Voldemort, su desquiciada tía y toda la tropa de mortífagos profanando su casa, por lo que evidentemente a él la guerra lo había afectado más.
Draco había sido testigo de la relación que Callum tenía con su prometida. El amor se percibía en el aire cuando esa pareja estaba junta. Y descubrió que quería eso para sí mismo si en algún momento de su vida se presentaba la oportunidad. En ese instante tuvo la firme convicción de que no se contentaría con menos que amar y ser correspondido, aunque por supuesto, eso jamás ocurriría. Él no merecía atar a su vida a nadie. Ninguna mujer estaría lo suficientemente cuerda como para enamorarse de un mortífago.
—¿Me vas a contar qué has hecho todos estos meses?
Draco titubeó y como prevención, inmediatamente cerró su mente a ciertos eventos desde su salida de Malfoy Manor; aunque eso nunca había sido necesario con su amigo, conocía muy bien sus habilidades como legeremante y no deseaba que hurgara en sus pensamientos, aun cuando sabía que Theo no lo haría sin su consentimiento.
Tomó lo que quedaba en la botella e hizo un gesto al mesero para que le trajeran otra. Ahora podía controlar la cantidad de alcohol que metía a su cuerpo por lo que no corría el riesgo de volver a lo de antes, pero deseó poder beber hasta caer que responder esa pregunta.
En ese momento decidió que le diría una verdad a medias. Theo no estaba preparado para la versión completa. No entendería que ahora él tenía una pseudo amistad con su otrora enemiga ni la razón por la que se había quedado con ella y Potter en el apartamento, pues la verdad, tampoco él la entendía, pero él se sentía bien en ese pequeño lugar y quiso seguir ocultándolo. Era su refugio, un espacio casi sagrado, y no quería que alguien lo profanara con opiniones clasistas.
Recordó las excusas que Hermione había sugerido para justificar su ausencia ante sus padres y como quien no quiere la cosa, comentó:
—He estado haciendo una investigación de campo para poner en práctica en las empresas Malfoy.
Theo evidentemente no le creía, pero no le importó porque en realidad no estaba mintiendo. Con su experiencia en el invernadero, hacía semanas que venía barajando la idea de expandir los negocios de la familia al área de la herbología, experimentar con fertilizantes muggles y mágicos para mejorar la producción de plantas más fuertes y resistentes, sobre todo las que se utilizaban para pociones.
—¿Y para eso tuviste que desaparecer? No contestabas nuestras cartas. Ni siquiera tus padres sabían de ti.
—Necesitaba un tiempo para mí mismo, Theo. Estaba cansado o más bien, harto de todo lo que había pasado.
—Y lo comprendo; creo que de todos nosotros, fuiste quien peor lo pasó, pero nos tenías muy preocupados. Incluso eras noticia en El Profeta y se especuló que incluso habías muerto.
—Lo sé, pero en los lugares donde he estado no llega nada de eso. Lo siento si los preocupé, pero no me detuve a pensar en las consecuencias de mi alejamiento.
—¿Lo siento? —Theo lo veía como si él fuera un dementor a punto de besarlo—. ¿Desde cuándo Draco Malfoy se disculpa? Eso no va contigo, ¡con nosotros! ¡Es un signo de debilidad!
Theo estaba realmente sorprendido. Draco recordó haberse disculpado varias veces en los meses anteriores. Más de las que ahora quisiera aceptar. Pero ahora entendía que eso no lo hacía menos persona, que eso formaba parte de las tontas ideas de antes en las que se creía un dios. Él había logrado hacer catarsis con todas aquellas emociones y no se avergonzaba de quien era. Como le había dicho Hermione, él era diferente, era un mejor hombre. Quiso decirle todo eso a su amigo, pero percibía que no lo entendería, que para él no había cambiado nada, así que era mejor no entrar en conflictos.
—La guerra, llevar esta marca en mi brazo —golpeó el antebrazo izquierdo con un algo de rabia—, tenerlo viviendo en mi casa y ver el horror y el miedo en los ojos de mi madre… todo eso y más me hicieron ver las cosas de otra manera.
—Yo diría que te has ablandado…
—O a lo mejor este es mi verdadero yo sin la influencia de un trastornado lord oscuro y tanta inmundicia que me rodeaba antes —le dijo en tono serio sintiendo muy dentro de sí cada palabra.
No quería mostrar que la situación le estaba incomodando porque evidentemente Theo no lo entendería. Sin ver a su interlocutor, que juraba se había quedado sin argumentos ante su confesión, bebió casi la mitad de la cerveza. En todo caso, haciendo un rápido análisis en su interior comprobó que no le importaba lo que Theo pensara de él. Si no lo comprendía, si perdía a su hermano por ahora pensar diferente, lo superaría. Al fin y al cabo, en muchos aspectos de su vida había empezado de cero. Buscarse otros amigos no sería nada del otro mundo, y de hecho, ya los tenía: Callum, Jacob y también otro par que al menos era lo más similar a unos, aunque fueran las dos personas que más hubiera odiado en algún momento de su existencia.
