—33—. CATARSIS.

.

El sinsabor que le había dejado su encuentro con Theo puso a meditar a Draco más de la cuenta. Si con él, con quien siempre se había llevado mejor en la vida, que consideraba más un hermano que un amigo, se había sentido incómodo, no quería ni imaginar lo que pasaría si se veía con Pansy o Blaise, quienes no tenían pelos en la lengua para despotricar de lo que fuera. Era eso o todavía no estaba preparado para volver completamente al mundo mágico, donde la mitad de las personas le preguntaría por qué había desaparecido, y la otra mitad, dónde se había quedado todo ese tiempo. Ni siquiera a sus padres había tenido el valor de contárselo.

La situación se había evidenciado aún más a raíz de una conversación amistosa que había tenido con su compañero de apartamento. Esa fría mañana de un sábado de octubre, Hermione había salido temprano porque era el cumpleaños de su padre, por lo que, prácticamente, era la primera vez que ambos magos compartían un desayuno sin estar ella, y lo más increíble de todo, de manera civilizada.

Draco evitaba quedarse a solas con Harry debido a toda la tensión que por lo general había entre los dos, aunque era cada vez menos tangible. Esa mañana, él se había levantado temprano y estaba preparando su desayuno cuando Harry salió de su habitación. A Draco le pareció lo más normal del mundo preguntarle si deseaba que le sirviera un té y que hiciera más salchichas y tostadas. Habían estado comentando trivialidades como el clima o algo relacionado con el trabajo, cuando de pronto se instauró un silencio.

—Sé que no mataste a Dumbledore cuando tuviste la oportunidad —dijo Harry untando más mantequilla a una tostada—. También que, quizá por unos instantes, valoraste aceptar la protección que te ofrecía para ti y tu madre.

—¿Y cómo es que sabes eso? —cuestionó dejando de trocear la salchicha en su plato, sintiéndose de pronto cohibido por la revelación de quien tanto había despreciado desde que rechazó su amistad en el expreso de Hogwarts camino a su primer año.

—Porque estuve ahí, debajo de mi Capa de Invisibilidad, petrificado por el profesor Dumbledore, y pude ver todo lo que pasó. Escuché todo lo que hablaron y vi como los minutos pasaban… pudiste haberlo hecho después de desarmarlo pero no... Evidentemente él tenía razón. No eres un asesino.

Draco no supo qué responder y solo llevó su mirada a la ventana de la sala de estar, para ver el horizonte. Era un momento bastante incómodo sobre todo por lo mal que se habían llevado hasta hacía poco tiempo. Pasaron varios minutos sin poder articular palabra o comer, probablemente ambos recordando aquella terrible noche en la Torre de Astronomía, donde uno había perdido a un mentor, y otro no había completado su misión y se había condenado a vivir una vida llena de castigos y sufrimientos, haciendo el trabajo sucio del Señor Tenebroso. Y de pronto, algo en su memoria tuvo sentido.

—Por eso no nos condenaron, ¿cierto? Fuiste tú quien les dio la información que nos absolvió de los cargos… Mi padre facilitó los nombres de los mortífagos que habían huido luego de la muerte del lord, pero sabíamos que eso no iba a ser suficiente… Tampoco el que no hubiéramos huido después de la batalla sino que nos quedamos en el colegio o en mi caso, porque fuera menor de edad cuando… bueno, cuando cometí muchos de los crímenes. —El hombre sentado frente a él asintió ligeramente, lo que lo asombró aún más—. Supimos que alguien había abogado en nuestro beneficio pero jamás imaginé que fueras tú.

Harry parecía dudar en lo que iba a responder pero al final, musitó:

—Tu madre le mintió… Cuando supo que estabas vivo en el castillo, le mintió y con eso me salvó… era lo menos que podía hacer…

El Wizengamot nunca les había dicho quién había dado la información que los había salvado de ir a prisión a él y a sus padres. No supo bien por qué pero quiso aclarar ciertos acontecimientos aunque no era su afán justificar nada.

—Mis padres seguían a un mestizo con ideas como la pureza de la sangre, algo completamente irónico, ilógico, y sin embargo, ahí estaban porque sabían que era descendiente de Salazar Slytherin, pero sobre todo, porque le temían… Era mejor unirse a él que enfrentarse a su inmenso poder y es por eso que al final fui arrastrado a trabajar para ese psicótico… humillados en nuestra propia casa…

—Viví con un pedazo del alma de Voldemort durante dieciséis años… —murmuró Harry, lo que hizo que Draco se escalofriara ante la sola mención del odiado nombre—. Creo que podría decirse que entiendo lo que sentiste.

Draco vio a Harry tocar su cicatriz, aquella de la que tantas veces se había burlado.

—¿Cómo sucedió eso, y cómo lo supiste?

—Intentó asesinarme luego de matar a mis padres —explicó con desgano—, pero la maldición rebotó y le dividió el alma en dos. Una parte se aferró a lo único vivo cerca, que era yo… ¿Cómo lo supe? Empezó poco antes del Mundial de Quidditch, pero fue hasta quinto año que el profesor Dumbledore me dijo que había una conexión, y que yo podía sentir sus emociones: júbilo, ira… tenía visiones o sueños donde él estaba presente. Incluso, cuando más solo me sentí, cuando estaba pasando por un momento muy difícil, lo sentía muy real, alimentándose de mis emociones negativas, manipulando mis sueños o visiones a su antojo debido a que no logré aprender Oclumancia con Snape. La cicatriz me dolía mucho cuando estaba furioso o cerca de mí, como si quemara… Fue así como lo supe… Es un alivio saber que nunca más me dolerá. —Harry intentó sonreír pero no lo logró, quizá porque también tenía pésimos recuerdos de aquellos momentos.

—¿Y esta? —preguntó Draco con curiosidad, señalando el dorso de la mano izquierda donde era apenas visible el remanente de unas letras.

—Umbridge… —Draco recordó el sadismo de aquella mujer y se imaginó por dónde iba la historia—. Me torturó durante una semana con una Pluma Negra por decir que había regresado Vol…

—Sé cómo funciona. —lo interrumpió antes de que terminara de pronunciar aquel nombre. Había escuchado algo similar utilizado por el padre de Theo—. Es la sangre de quien la utiliza lo que sirve de tinta… Magia negra. Por eso no desaparece.

—«No debo decir mentiras» —murmuró Harry luego de asentir, señalando cada palabra en su mano.

—Algunos pocos sabíamos que no mentías, si sirve de algo… Mi padre, el cementerio… Madre no volvió a dormir después de esa noche…

Harry apretaba la mandíbula con fuerza. Draco de pronto también se sintió incómodo al recordar esos eventos.

—Yo… —prosiguió Harry instantes después luciendo todavía cohibido—. Quisiera disculparme por lo que sucedió aquella vez en el baño de Myrtle… Ignoraba las consecuencias que tendría al usar ese maleficio… no tuve que haber perdido el control así…

—Bueno, si mal no recuerdo, yo lancé un Cruciatus primero.

—Pero lanzar un Sectumsempra sin conocer cómo funcionaba fue muy bajo de mi parte, aunque fueras mi enemigo y te lo merecieras. —Sonrió de lado.

—Y aun así, me salvaste de morir quemado por el fuego maldito de Crabbe… —Harry asintió, probablemente teniendo el mismo pensamiento que él en ese momento.

—Siento lo de tu amigo.

—Una muerte dolorosa que él mismo provocó… —Hubo unos instantes de silencio. Recordó las furiosas últimas palabras que su amigo le había dicho pocos instantes antes de morir: «tú y tu padre están acabados» y él tratando de que Crabbe no lanzara un Cruciatus a Potter o lo matara—. Yo quebré tu nariz en el tren —dijo esta vez Draco con una sonrisa de satisfacción; recordar ese momento de pronto le parecía divertido. Harry sonrió a su vez acariciando su puente nasal.

—Bueno, creo que me lo merecía —se carcajeó—. Te estaba espiando pues ya sospechaba que eras un mortífago.

Ambos empezaron a reír y luego de unos segundos, Draco, jugando con un trozo de pan que estaba sobre el plato y que movía de un lado a otro con el cuchillo, comentó:

—En aquel momento tenía mucha rabia. Padre estaba en Azkaban por tu causa, madre estaba deshecha por lo que nos estaba pasando y luego estaba la tarea que ese loco me impuso… —De pronto se puso muy serio—. Ambos éramos muy jóvenes; con toda esa presión de tener que cumplir con una misión para darle esperanza a cada uno de nuestros bandos. Al menos todo eso ya quedó atrás… —Draco trató de sonreír. Sentía que estaba hablando de más.

—Sí… —apenas respondió Harry completamente ido en sus respectivos pensamientos—. Aunque no niego que fue divertido ver cómo Ron te rompió la boca la noche de la Batalla de Hogwarts; caíste encima de un mortífago pero tú ni te enteraste porque estábamos bajo la Capa de Invisibilidad. —Harry rió a carcajadas ante el recuerdo.

—Si no me equivoco, me salvaste nuevamente ahí también. Ese mortífago me iba a matar pero lo aturdiste al pasar, ¿cierto? —El mago esbozó una sonrisa traviesa como única respuesta.

—Esa no fue la primera vez que un Weasley te puso en su lugar; también yo te di una buena dosis de golpes en esa ocasión —rió Harry nuevamente como si hubiera recordado algo extremadamente divertido. Draco pareció también recordarlo en ese momento aunque no era algo nítido. Sin embargo, George y Harry pegándole en quinto año después de un partido de Quidditch se fue aclarando en su memoria.

—Para ser honesto, no recuerdo por qué fue pero probablemente me lo merecía —comentó haciendo una mueca.

—¡Sí! Tenlo por seguro —afirmó Harry frunciendo el ceño pero luego siguió riendo—. Algo con respecto a nuestras madres… —Draco se sonrojó adivinando lo que había dicho—. Quería moler a palos cada centímetro de tu piel. Pero bueno… creo que ambos hemos cambiado de aquellos chiquillos que buscaban cómo provocarse por lo más mínimo—. Hermione también tuvo su oportunidad cuando llamaste patético a Hagrid —comentó Harry con una sonrisa burlona. Era evidente que se estaba divirtiendo con los recuerdos. Draco se masajeó la nariz como si aún le doliera lo que había pasado en tercer año, aunque en verdad le había dolido más el orgullo.

—¿Tienes esa capa desde hace mucho, no es así? Estaba en lo cierto cuando le dije a Snape que había visto tu cabeza «flotando» en las afueras de la Casa de los Gritos y fuiste tú quien nos llenó de barro a Crabbe, Goyle y a mí.

Harry nuevamente no pudo contener la risa y por poco escupió lo que acababa de meterse en la boca; no fue necesario que respondiera afirmativamente. Draco no tuvo más remedio que sonreír mientras negaba con la cabeza. Segundos después reinó el silencio y luego, algo cohibido por lo que iba a decir, tomó un sorbo de su té y comentó:

—Crecí escuchando la magnificencia del niño que vivió, del poderoso mago que serías al crecer y de lo importante que sería para mí y mi familia si nos hacíamos amigos. Sin embargo, así como tenía admiración por ti sin conocerte, crecía el odio por los nacidos de muggles gracias a la influencia de mi padre. Fui al que se le enseñó a odiar. Y cada momento vivido durante los primeros años de Hogwarts iba fomentando también ese odio extendido a ti. Era una rivalidad muy fuerte simplemente porque no eras el poderoso niño que yo imaginaba, sino un niño como cualquier otro que tras de todo, había crecido con muggles, no tenía idea de nada de la magia y se asustaba con dementores.

—Escuchaba a mi madre suplicarle a Voldemort que no me matara… —apenas murmuró.

Draco sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor, no por haber escuchado aquel nombre, sino por la confesión. ¿Cuántas veces se había burlado de su reacción en el tren y en el partido de Quidditch entre Gryffindor y Hufflepuff cuando estaba en presencia de aquellos seres?

—Lo siento… Quizá de haberlo sabido… —el nudo en la garganta no le dejó continuar.

—Hubieras hecho lo mismo —aseguró Potter con despreocupación, intentando sonreír—. Además, he de confesar que yo también me dejé llevar por prejuicios inculcados recién conocí a Ron sobre todos los que iban a Slytherin. Y bueno… quizá el sombrero quería enviarme a esa casa pero le rogué que no lo hiciera… —Draco abrió la boca con asombro—. Supongo que pudo haber sido otra la historia entre nosotros si las cosas se hubieran dado diferente… Estos meses hemos tenido algunas oportunidades para conocernos y creo que ambos coincidimos en que, después de todo, no somos como pensábamos.

—Como bien dijiste cuando llegué a este apartamento, era un idiota arrogante… quizá hubiera sido lo mismo o peor al estar más en contacto… no lo sabremos nunca. —Draco alzó ligeramente los hombros—. Los hubiera no tienen cabida, Potter. Únicamente nos queda seguir adelante. Merlín se encargó de unir nuevamente nuestros caminos cuando, al menos yo creía que nunca más volvería a saber de ti. Solo él sabrá qué nos tiene deparado para el futuro.

Draco terminó su té para posteriormente levantarse con su plato y taza vacíos, dando por terminada la conversación. Se había sentido extraño tocar esos temas con su compañero de casa y antiguo enemigo, hacer catarsis con quien había rivalizado estúpidamente desde los once años. Antiguo porque ya nada se sentía como en ese entonces. Un calor en su pecho lo reconfortó pues sentía que algo más había sanado dentro de él. Definitivamente la vida había dado un giro de ciento ochenta grados para todos.