—35 —. DECLARACIONES.
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Hermione se dirigió a su habitación y cerrando la puerta se recostó contra la misma pues sentía que las piernas no la sostenían; luego, dejó caer su rostro acalorado en sus manos y emitió unos opacados grititos infantiles por la emoción. No podía creer lo que había pasado hacía escasos minutos.
Había sido una larga semana; siete días extrañando a Draco, intrigada y dolida por su repentino alejamiento, preguntándose qué había ocurrido para que la evitara, —porque eso era lo que ella percibía—, y temiendo que hubiera vuelto a caer en una depresión y el alcohol. En la vida se hubiera imaginado que al preguntarle por las razones de su repentino comportamiento del viernes anterior, la conversación terminara con ellos besándose como si se les fuera la vida en ello.
Aún sentía su cuerpo vibrar, su corazón palpitar desbocado y la piel hirviendo. Nunca escuchar su nombre había provocado escalofríos en la espalda y acelerado su corazón, nunca un beso había provocado tantos sentimientos en su interior: pasión, felicidad, plenitud. Jamás se había sentido tan deseada.
Había tenido meses para conocer a Draco el amigo, pero su faceta apasionada era algo que jamás hubiera imaginado y se declaraba completamente dispuesta a explorarla. La forma en que había pronunciado su nombre por primera vez, la forma en que la había besado, las sensaciones que ese beso había despertado en cada rincón de su cuerpo… Quería repetirlo, quería darse el permiso de vivir plenamente cada momento sin tener que analizarlo, sin darle cabida a lo que podría pasar después, sin pensar en las posibles consecuencias, en los qué dirán, pero sobre todo, quería disfrutarlo mientras durara.
Todavía con todas esas emociones a flor de piel, encendió la luz y caminó hasta el tocador para verse en el espejo. Sus ojos brillaban, las mejillas tenían un hermoso tono carmesí y los labios aún lucían hinchados por los mejores besos que había recibido en su vida.
Acariciándolos lentamente, cerró los ojos y sintió a Draco otra vez sobre su boca, lo escuchó emitir quedos gemidos, percibió sus manos sobre su zona lumbar, deseando que se hubiera atrevido a más. Abrió los ojos con asombro ante semejante pensamiento. Su rostro se había encendido aún más si eso era posible.
Hermione era inexperta en temas amorosos. Uno que otro beso con Viktor en cuarto año, algunos más con Ron en su corto noviazgo, un intento de beso con Cormac en sexto. A eso se resumía su vida sentimental. Y nada jamás se había parecido a lo que acababa de vivir, y al comprenderlo, se dio cuenta que nunca había estado realmente enamorada de Ron, que lo que había sentido por él se acercaba más a lo que sentía por Harry y no a lo que sentía por Draco.
Desde que meses atrás se había descubierto atraída por Draco Malfoy, sobre todo en las noches que seguían a varias horas compartiendo con él y en las que tenía que hacer un gran esfuerzo por no darle rienda suelta a sus deseos de besarlo, se había imaginado lo que sentiría tenerlo tan cerca de su cuerpo, lo que sentiría si acariciaba su cabello. Se había preguntado dónde y cómo colocaría él sus manos al besarla, qué sentiría ella al tocarlo, pero lo vivido había superado a sus fantasías, quizá porque siempre estuvo segura que él jamás podría llegar a sentirse atraído por ella.
Se pasó las manos por el cabello en un intento por acomodar el paso de las manos de Draco por su cabeza. Estaba desordenado pues él había introducido sus dedos en él, en ese cabello del que él años atrás tanto se había burlado. Por supuesto que ella ahora lo cuidaba con productos de belleza muggle que lo dejaban manejable y para nada con apariencia de «arbusto» cuando no lo llevaba trenzado. Sonrió nuevamente y decidió que se daría un baño aunque lamentaba borrar de su piel el suave perfume a sándalo que percibía en sí misma.
Mientras llenaba la tina con agua caliente, buscó algunas cosas en el vestidor, se desvistió e introdujo en la bañera y una vez dentro, añadió unas bombas de baño de jazmín que al contacto con el agua de inmediato empezaron a burbujear y liberar los pétalos de la flor que se pegaron a su piel. Dormitando, dándole rienda suelta a su imaginación sobre lo que pasaría de ahí en adelante con él, reviviendo una y otra vez lo sucedido en la pequeña sala de su apartamento, pasó una hora.
Cuando volvió al dormitorio vestida con su pijama favorito, vio un avión de papel en el piso que le recordó los memorandos interdepartamentales del Ministerio de Magia y no pudo evitar emocionarse, anticipando que era un mensaje de Draco y una muy divertida manera de hablarle después de lo ocurrido. Un «hola» seguido del dibujo de una mano en movimiento, saludando, le sacó una sonrisa. Supuso que quizá hacía mucho que él lo había enviado, y a lo mejor se había dormido esperando contestación, pero aún así decidió responder.
Buscó su varita, escribió otro hola debajo del anterior y como no era muy buena dibujando, hizo lo que se suponía, era una carita feliz, esperando que Draco la entendiera. Con un sutil golpecito de la varita, hizo volar el avión de papel el cual pasó por debajo de la puerta para luego dirigirse hasta el otro dormitorio unos metros frente del suyo.
Con la ansiedad al tope, se quitó el turbante que había hecho con la toalla en su cabeza y empezó a peinar el cabello para después aplicar la crema y poderlo secar. Cuál fue su asombro cuando a los pocos minutos recibió una respuesta, lo que probablemente significaba que al igual que ella, estuviera reviviendo todo lo sucedido y muy pendiente de recibir su mensaje.
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Solo quería desearte buenas noches. Aunque creo que no voy a poder dormir.
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Su corazón empezó a latir más rápido y sentía sus mejillas arder.
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Yo tampoco...
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Lo escribió y envió tan rápido que no le dio tiempo de darse cuenta de lo que había hecho hasta que pasaron dos segundos, y eso la avergonzó. La respuesta llegó poco después.
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¿Será por la misma razón?
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Pensó unos instantes la respuesta y volvió a escribir.
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No sé... ¿Cuál es la tuya?
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Se sintió traviesa en ese momento. Invocó una almohada y escondió su rostro en ella como si alguien pudiera verla. Sabía que Draco estaba a escasos pasos de su habitación y que podía escucharla.
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Una mujer me tiene en las nubes...
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El corazón volvió a acelerarse. Conocía a Draco: él no era de los que expresaban sus sentimientos tan fácilmente y saber que ese día nuevamente se estaba abriendo a ella con esa frase, inundó de emoción su pecho.
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¿Hace cuánto la conoces, que te quita el sueño?
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Esta vez la misiva tardó un poco más en regresar.
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Desde hace muchos años, pero hemos estado conociéndonos realmente desde hace unos meses. Me venía cautivando pero creo que me enamoré y no sé si soy correspondido. Y es la razón por la que no podré dormir… ¿Crees que yo podría gustarle?
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Lo que leyó la sorprendió. Ella tenía algunos meses sintiendo algo por él pero leer que él probablemente estaba enamorado parecía irreal, sobre todo porque las palabras venían de Draco Malfoy, a quien no catalogaba como precisamente un hombre romántico. Y no lo pensó más. Rápidamente secó el cabello con la varita, se hizo un rápido moño alto, se levantó, se dirigió con paso lento hacia la puerta, la abrió y se detuvo en medio del pasillo que separaba su dormitorio del de Draco.
La puerta de él estaba abierta pero no tenía encendida la luz, así que se recostó de espaldas a la pared del baño. Sabía que él la había escuchado porque oyó sus pasos acercarse hasta el umbral de la puerta. No podía verlo, pero si hablaba, aunque fuera muy bajito, sabía que él la oiría.
—Estás exagerando...
—No lo estoy... —Lo escuchó suspirar. Casi podía imaginarlo, igual que ella, recostado en la pared—. No soy bueno con las palabras, Hermione, y lo sabes, pero lo que escribí es cien por ciento verdad. Recién lo he descubierto. Creo que estoy enamorado de ti… —declaró arrastrando las palabras como si con eso quisiera darle más veracidad a cada una.
Hermione sintió que su corazón casi se detuvo. Draco no podía estar hablando en serio. Sonaba más a lo que decían los hombres para engatusar a una mujer y llevarlas a la cama.
En penumbras, por la escasa luz que salía de su dormitorio y la que entraba por la ventana de la sala a través de la cortina de gasa, empezó a caminar por la sala, y sin darse cuenta, se estaba mordiendo las uñas debido a los nervios. Las manos de Draco sobre sus hombros, deteniendo sus pasos, la sacó de sus pensamientos. No lo había escuchado acercarse y se sobresaltó al sentir su contacto.
—Siento si te asusté con lo que dije —lo escuchó decir a su espalda—. No estoy bromeando… Supongo que eso significa que nuestro insomnio no sería por la misma razón —musitó; su voz sonaba triste.
Lentamente, ella se volteó para quedar frente a él y pudo admirar su cabello cayendo libremente sobre su frente, su mirada limpia, los hombros anchos. Por Merlín, cómo le gustaba ese hombre. Debía ser otro sueño donde una vez más él era el protagonista, aunque jamás había tenido uno donde él le hiciera tantas declaraciones y donde su tacto se sintiera tan real.
—Estoy igual de asustado que tú… —continuó tomando suavemente sus manos; su voz se escuchaba nerviosa—. Sé que estoy lejos de ser merecedor de tus afectos… No soy el mejor hombre del mundo, pero tampoco soy el mortífago que cometió errores. Si me lo permites, puedo demostrarte que soy distinto a quien alguna vez conociste. Sabes que ya no tengo las mismas creencias de antes, aunque soy la misma persona de siempre. Tengo miles de defectos, y a pesar de eso, mi verdadero yo es el que está frente a ti pidiéndote que le des una oportunidad.
—¿Qué cambió? ¿Por qué ahora es diferente conmigo?
—No sé en qué momento o por qué todo lo relacionado contigo cambió, pero ciertamente nuestra diaria convivencia ha jugado un papel importante. Y confieso que agradezco inmensamente esta oportunidad que me dio la vida de poder conocerte realmente y de aprender, a través de ti, que el valor de la sangre no está en si somos puros, mestizos o hijos de muggles. Tú demostraste tener una sangre más pura que la de cualquier heredero de los Sangrados Veintiocho. Eres valiente, fuerte, decidida, apasionada… Que no lo haya dicho antes no significa que no lo sienta y sea verdad. Me gustas… y la verdad hasta yo mismo estoy sorprendido de que te esté diciendo esto…
Draco había intentado sonreír para aligerar el ambiente, pero no pudo y soltando sus manos, ahora era él quien caminaba muy despacio por la habitación, ignorando a Crookshanks que al final se cansó de llamar la atención de ambos y resignado se dirigió a su rincón en la sala. Ella quería decir algo, pero temía interrumpir lo que él le estaba confesando. Él continuó hablando casi en murmullos.
—Los caminos de la vida son extraños. Siempre he sido un hombre solitario aunque rodeado de personas… Mi vida no tenía un rumbo definido; iba por donde me decían. Y cuando quise hacerlo por mi cuenta, no lo hice bien, aunque en ese momento me moviera el remordimiento. Después, nuestros caminos se cruzaron, me encontraste… y no hablo de aquel día en que me hirieron, sino de todos estos meses acá contigo, descubriendo quién era yo realmente, tratando de sacar lo mejor de mí, luchando por mi vida como cualquier muggle y sintiendo que todo eso, lejos de ser una deshonra, fue lo que me permitió ser yo mismo. Ahora sé que la vida me preparaba para llevarme hacia ti, y que tenía que pasar por todo el dolor y sufrimiento para poder valorar a la persona que realmente eres.
—Draco… —murmuró sin dejar de verlo a los ojos que ahora parecían negros debido a que sus pupilas se habían dilatado. De nuevo, él se había ido acercando lentamente, acción que provocó en ella un estremecimiento por toda la piel debido a la expectación. Él tomó suavemente su rostro y volvió a besarla, primero en la frente, luego descendiendo por la nariz hasta llegar a sus labios.
Ella no sabía cómo decirle que sentía lo mismo, que le gustaba desde hacía varios meses, que también tenía sentimientos fuertes por él, aunque no estaba segura si era amor. Pero con él sobre su boca, callándola con sus besos y emitiendo casi inaudibles gemidos, decidió que debía ser con actos como quería expresarlo y se aferró a su cabello y a su espalda como si no quisiera separarse nunca de su cuerpo, como si no hubiera un mañana.
Luego de varios minutos, los besos y caricias habían ido subiendo de tono provocando que la excitación llegara al máximo; Draco se apartó unos centímetros y buscó su mirada. Intentando leer en sus ojos, hizo una muda pregunta; ella sin dudarlo respondió asintiendo ligeramente para luego esbozar una sonrisa, sonrisa que él no dudó en atrapar.
Sin dejar de besarse, intentando transmitirle con ese idioma todo lo que ella sentía en ese momento, se dejó llevar lentamente hasta su cama, decidida a entregarse por completo a él, sin importarle si era muy pronto como él lo había sugerido más temprano; simplemente dejándose llevar por sus instintos. Ella había soñado con ese momento desde que rozaron sus manos camino a una bandeja llena de pan con ajo meses atrás, y no quería detenerse. Quería que él besara cada milímetro de su piel, que la acariciara donde nadie lo había hecho y, por primera vez en su vida, la hiciera tocar el cielo con las manos…
Como si fuera una lenta danza, ambos dejaron que sus deseos y palabras los embriagaran; nublados de placer se fundieron en cuerpo y alma en un momento perfecto, único e irrepetible, conectándose más allá de lo carnal, creando un vínculo que los uniría el resto de su vida.
Arrullada por suaves caricias en su espalda y ocasionales besos en su frente, se durmió recostada sobre el hombro de él, invadida por un sentimiento de dicha que no recordaba haber experimentado jamás.
Cerca de las cuatro de la madrugada, luego de haber dormido por unas horas, Hermione se despertó sintiéndose todavía en el paraíso. Aún no podía creer lo que había pasado, pero estaba desnuda y a su lado, Draco; ambos cubiertos únicamente con una blanca sábana, lo que le dio fe de que no lo había soñado y se sonrojó intensamente. Se había entregado a él ¡el mismo día, noche, que se habían besado por primera vez!
Ella, que siempre había hablado de lo fácil que eran algunas mujeres, se había dejado llevar por sus sentimientos, sus instintos más bajos y lo peor es que no estaba para nada arrepentida pues no era lo mismo ¿cierto? Llevaba muchos meses conteniendo su deseo por él. Vivían juntos desde febrero pasado… No es un desconocido, trató de justificarse aún sin poder creer lo que habían hecho. Volvió de nuevo la mirada hacia Draco a su lado, durmiendo tan tranquilo, tan bello como un ángel…
Muchas veces había imaginado lo que sería su primera vez. En algún momento creyó que sería con Ron, pero después de su ruptura y de descubrir sus sentimientos por Draco, este último pasó a ser el protagonista de sus fantasías.
Irían a cenar en un pequeño restaurante, rodeados de ambiente romántico con velas aromáticas; después, él la llevaría a un mirador para ver la luna llena y las estrellas. Posteriormente caminarían tomados de la mano por la calle, deteniéndose ocasionalmente para una sesión de besos que iría subiendo de tono hasta que el deseo los invadiera y no quedara duda de lo que seguiría al llegar a casa, a su dormitorio. Y en realidad, había sido tan diferente pero tan perfecto, que se percató que en la vida, los mejores momentos son los que no se planean.
Se tapó la cara con la sábana, controlando el impulso de patear la cama o gritar de alegría por lo sucedido. En los diez meses que tenía de vivir con él en ese pequeño apartamento, era la segunda vez que él entraba a su habitación. La primera vez fue para velar su sueño luego de una horrible pesadilla. Jamás en aquel momento hubiera imaginado tenerlo en su cama después de haberse entregado uno al otro.
Cayendo en cuenta de algo, se levantó con cuidado para no despertarlo y buscó la varita que había dejado sobre el tocador para luego realizar una floritura sobre su abdomen. Nunca pensó que algún día agradecería el haber tenido a Lavender Brown como compañera de cuarto en Hogwarts, pues algunas noches la había visto decirle a Parvati cómo hacer adecuadamente el movimiento de la mano para hacer efectivo el hechizo «por si en algún momento se dejaba llevar por la lujuria». Sabía, ansiaba que se repitiera por lo que evidentemente había llegado la hora de buscar pociones anticonceptivas, o en su defecto, algún método muggle para planificar.
Sintiendo un ligero escozor en su intimidad, se dirigió al baño para asearse y después, volvió a acurrucarse nuevamente al lado de Draco, quien, medio dormido, al sentirla la atrajo hacia su cuerpo en un abrazo y besó nuevamente su frente. Aprovechando la ausencia de Harry como cada fin de semana, se permitió dormir tranquilamente entre sus brazos hasta bien entrada la mañana, sabiendo que ese era su lugar, que él era ahora su hogar.
N/A: ¿Quién conmigo pegando brincos de emoción? ❤️ 💚
