36 —. NAVIDAD.

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Harry había conocido el verdadero significado de la Navidad hasta después de los once años cuando por primera vez había recibido muchos regalos que, sabía, venían con un cariño sincero de quien los daba. Pero el no tener recuerdos agradables de su temprana infancia hacía que no la viviera con la intensidad con la que la celebraba Hermione.

Sin embargo, ese año presentía que sería diferente a los anteriores.

El año anterior había pasado el veinticinco de diciembre con los Weasley y Hermione con sus padres, pero ese año estaba Malfoy y habían acordado cenar juntos el día previo, hacer un desayuno juntos la mañana de Navidad y después, el almuerzo pasarlo con sus respectivas familias. Naturalmente, él iría con los Weasley al ser el evento de Navidad más importante para sus suegros.

Hermione había insistido en adornar la casa, algo que no habían hecho la Navidad anterior. Con las mejillas levemente sonrojadas a causa del frío y sus ojos brillando por la emoción, se veía muy bonita con su gorro de lana color vino y con aquella alegría que contagiaba mientras caminaba de un lado para otro buscando el abeto perfecto.

Prácticamente los había obligado a ir con ella, alegando que debían escogerlo entre los tres, y llevarlo de la manera muggle —Harry y Malfoy alzando cada uno un extremo— hasta el apartamento mientras tarareaba villancicos. Una vez instalado en una esquina de la sala, le había pedido que la acompañara a comprar los adornos y al regreso, también había involucrado a Malfoy con la decoración del árbol, quien sin queja alguna y para su sorpresa, pareció disfrutar del momento.

Hermione había sido muy acertada al no dejarse llevar por los típicos colores dorado y rojo tan distintivos de la casa Gryffindor, y había optado por esferas y lazos plateados, dorados y muchas luces blancas.

En apariencia, todo parecía normal, pero había algo que había cambiado. Lo sentía en el aire.

Ella sonreía más de lo acostumbrado, hablaba sin parar sobre regalos y lo que harían de cenar el veinticuatro, había horneado galletas de jengibre e insistido en que los dos hombres le ayudaran con la decoración de las mismas para después colocarlas en el árbol el propio día de Navidad, no fuera a ser que desaparecieran misteriosamente. También habían comprado unas botas navideñas que ella insistió en grabarles el nombre de cada uno, y luego las había colocado en una pared de la sala, a falta de chimenea.

Era casi divertido ver a Kraus y Crookshanks siguiendo con interés cada movimiento, y eran advertidos por sus dueños para no acercarse al abeto cada dos por tres. Para evitar inconvenientes, Harry, quien ahora también guardaba la varita en el apartamento, había preferido protegerlo con un escudo. No quería llegar y encontrarlo en el piso con los adornos quebrados.

Por pedido de su amiga, él había comprado Mince Pies, el dulce típico para esa época en el país y Mulled Wine, la bebida caliente que los acompañaba y, en los días previos a Nochebuena, los comían antes de ir a dormir. Malfoy había comentado que nunca antes los había probado y que lamentaba eso, pues le habían gustado mucho. Esa era otra de las costumbres muggles que disfrutaba el nuevo Malfoy, como Harry solía llamarlo.

Malfoy también había ido a Honeydukes por algunos dulces que solo preparaban en esa fecha y habían comentado con naturalidad, las diferencias entre las navidades muggles y mágicas y lo mejor de cada una.

Se podía asegurar que los tres vivían tranquilos, y fuera de contadas ocasiones, prácticamente sin magia. Lo habían hablado; pasaban días y no se acordaban que tenían poderes que los hacían diferentes al resto de los mortales, incluso en la preparación de la cena del veinticuatro de diciembre, los tres habían estado cooperando como si de viejos amigos se trataran, relatando experiencias de su vida diaria sin traer a colación recuerdos tristes de navidades anteriores. Pavo relleno, papas asadas con mucha mantequilla, coles de Bruselas y pudín de ciruela como postre.

Como siempre que él estaba presente, Malfoy era más reservado, pero su amiga intentaba que participara constantemente en la conversación, haciéndole preguntas y al final, habían hecho de la cena un gran momento para compartir.

A la mañana siguiente, las botas se notaban abultadas por la cantidad de dulces que Hermione había introducido en ellas y varios regalos de diferentes tamaños reposaban bajo el árbol. Dos eran de parte de Hermione para ellos y el que Harry le daría a ella pues no había comprado nada para Malfoy; este tampoco había comprado algo para él, pero sí para la bruja. Ciertamente la relación había mejorado después de la conversación dos meses atrás; sin embargo, ambos tenían claro, sin hablarlo, que la hipocresía no era lo de ellos. Él y Malfoy se toleraban, pero no se podía decir que fueran amigos, aunque quizá en algún momento cambiaran las cosas.

Los regalos en forma de pequeños bultos, eran golosinas para la Izzy, Kraus y Crookshanks de parte de sus respectivos dueños y de Harry quien también se había encariñado con las mascotas. Sí, aunque uno fuera propiedad de Malfoy.

Una elegante pluma estilográfica gris oscuro grabada con su nombre y una bufanda de lana color azul marino sorprendió a su compañero de apartamento, quien estaba encantado con su regalo.

—No entiendo cómo es que los magos siguen usando plumas y tinta por separado existiendo estos utensilios —comentó emocionado y viendo a Hermione con una mirada que, a juicio de Harry, era más que agradecimiento.

A Harry también le pareció que el abrazo había durado más de lo usual, pero imaginando que cualquiera que fuera su conclusión, era un completo absurdo, se dispuso a recibir su regalo: su colonia favorita y unos guantes de invierno color negro. Después, se fijó en el regalo más grande que reposaba debajo del árbol y que se veía aún más grande a la par del que él y Ginny habían comprado para su casi hermana, un kit básico de maquillaje.

—Ginny lo escogió —aclaró Harry como si justificara el por qué de la base, la polvera, un labial y la máscara para pestañas—. Ya sabes que yo no sé nada de eso.

—Me gusta mucho este color; es muy natural —dijo después de abrir el labial y dibujar una fina línea palo rosa en el interior de su antebrazo izquierdo. Se acercó y lo abrazó efusivamente—. Gracias Harry, y agradécele a Ginny también.

Malfoy se acercó al abeto, se agachó y tomó con cuidado el obsequio que quedaba. Acercándose a ella, le sonrió. Varios pastelitos de zanahoria y nueces aparecieron cuando ella abrió la caja.

—¿Los hiciste tú? —preguntó la bruja con emoción.

—Seguí la receta de tu mamá —respondió Malfoy con evidente turbación. Harry casi sintió el impulso de burlarse cuando vio que también se había ruborizado, pero ellos ya no se comportaban de esa manera—. Le hice una copia a tus apuntes la última vez que los preparaste. Lo intenté varias veces así que espero que hayan quedado como a ti te gustan.

Evidentemente, Malfoy conocía los gustos de su amiga y había atinado con los favoritos de ella y eso lo tomó por sorpresa, pues no le conocía esa faceta de hombre detallista, mucho menos hacia una nacida de muggles, pero, ¿quién pensaba en eso en aquel apartamento?

Un nuevo y efusivo abrazo se hizo presente y luego ella probó uno de los pasteles, haciendo ruiditos de estar completamente complacida con el sabor; posteriormente le ofreció uno a cada uno. Sabían muy bien, casi mejor que los que Hermione horneada. El detalle de la crema Chantilly y trocitos de nueces decorándolos era lo mejor. Se notaba que Malfoy se había esmerado al preparar su regalo para ella. No se había limitado en comprar algo; lo había horneado él mismo y eso lo impresionó aún más. Su antiguo enemigo era una cajita de sorpresas.

Después de desayunar, Hermione insistió en que los tres debían ir a un parque cercano para hacer un muñeco de Navidad, tradición que ella había tenido con sus padres durante la infancia y que haría perfecta la festividad de ese año puesto que la noche anterior había nevado bastante. Malfoy se había rehusado a participar diciendo que no disfrutaba eso de jugar con la nieve pero al final lo vio suavizar su rostro: ella lo había convencido con una mirada suplicante y exigentes peticiones de niña mimada que le desconocía.

Y de pronto, Harry se sintió un intruso en aquel momento; algo pasaba ahí, lo estaba confirmando en ese instante. Él era muy observador cuando se lo proponía y trató de analizar el comportamiento de ambos el resto de la mañana, pero sobre todo el de Malfoy para ver si detectaba algún cambio, algo que confirmara qué sentía por su amiga, algo en su tono de voz, quizá en la forma de verla o tratarla, pero no había un cambio más que el que a lo largo de ese año se había ido dando entre ellos. Y eso lo intrigaba, pues él percibía que sí había algo. Era tangible en el ambiente.

Decidió no darle vueltas al asunto. Al fin y al cabo, su amiga ya era una adulta y lo que ellos sintieran o tuvieran no era de su incumbencia, aunque en esa ecuación estuviera involucrado Draco Malfoy.

En todo caso, la situación le pareció muy divertida y se preguntó si ellos se habían percatado de lo que pasaba o todo era producto de su imaginación.