—40—. ILUSIONES.
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Una noche de fin de semana, Hermione soñó que se encontraba sentada leyendo frente a un gran lago cuando de repente, una vocecilla infantil gritó a lo lejos «¡mamá!». Ella, dejando el libro a un lado, giró rápidamente su rostro hacía donde provenía el llamado.
El sol del ocaso frente a ella impedía que pudiera ver el rostro del niño que se acercaba corriendo por delante de una alta y estilizada figura que no podía ser otra que la de Draco. Ella se levantó presurosa y salió corriendo a su encuentro con los brazos abiertos, atenta para atraparlo entre sus piernas pues no tendría más de tres años. El niño llegó hasta ella y luego de levantar sus bracitos para que lo alzara, colocó sus pequeñas manos en sus mejillas y empezó a besarla en diferentes partes del rostro. «Te amo», le decía entre cada beso, con su tierna y dulce voz y luego, se había abrazado muy fuerte a su cuello para posteriormente extender un brazo hacia Draco y unirlos a los tres en un emotivo abrazo grupal.
Este sueño la despertó sobresaltada con el corazón palpitando con fuerza. A su lado, Draco dormía plácidamente, así que con sigilo para no interrumpirlo, salió de la cama con la intención de corroborar en su agenda la fecha de su último periodo. Luego analizó con detenimiento el blíster de pastillas para el control de la natalidad. Sabiendo que ningún método tenía una efectividad del cien por ciento, Draco siempre realizaba un hechizo para reforzar la acción anticonceptiva por lo que todo parecía estar bajo control.
Aun así, estaba asustada con el sueño pues sentía que aún era muy joven para ser madre. Era algo que había anhelado en algún momento de su vida, sobre todo cuando veía el amor que se profesaban los nueve habitantes de La Madriguera. El haber sido hija única la había privado de una experiencia similar aunque la vida le había compensado con creces al conocer a Harry y a los Weasley.
En todo caso, sabía que ese no era un buen momento para formar una familia, mucho menos cuando ni siquiera le había contado a alguien de su relación con Draco.
Con la sensación de unos bracitos alrededor de su cuello a flor de piel, se dirigió hacia el espejo de su cómoda, algo alejada para poder observar su plano vientre y dejó volar la imaginación. Un niño rubio de cabello ensortijado y grandes ojos grises, corriendo hacia ella con sus mejillas sonrosadas por el esfuerzo la volvió a desconectar de la realidad. La ilusión por hacerlo realidad la invadió por varios minutos.
De repente, el recuerdo de una conversación con Draco cuando recién había llegado al apartamento hacía más de un año vino a su memoria y, sin poderlo evitar, sintió unas inmensas ganas de llorar. Tratando de mantener la calma con respiraciones profundas, de pronto sintió una mirada sobre ella.
—¿En qué piensas tan de madrugada, Granger? —Draco, aún adormilado, estaba semi sentado, apoyado por sus codos y a pesar de la poca luz que entraba a través de las cortinas, ella pudo ver la intriga en su mirada. Solo cuando estaba molesto volvía a utilizar su apellido.
—Sé que nos cuidamos, pero… Qué pasa si algún día quiero tener hijos contigo... —se atrevió a preguntar, algo nerviosa.
—¿Estás indirectamente proponiéndome matrimonio, Hermione? —preguntó con una sonrisa ladeada pero ella se mantuvo seria por lo que él la imitó—. Imagino que lo dices porque una vez te dije que no quería tener hijos. —Ella asintió. Haciendo la sábana a un lado, Draco se levantó y pronto estuvo frente a ella.
—También lo he pensado, Hermione, y quiero que sepas que pienso de una forma muy distinta ahora. Quiero tener hijos a quienes enseñarles a montar su primera escoba o bicicleta, llevarlos al cine o a comprar su varita, acompañarlos a su primer viaje en el Expreso. Estar ahí cuando realicen su primera manifestación de magia o cuando reciban su carta de Hogwarts. Y quiero tenerlos contigo, que de eso no te quede ninguna duda.
—Qué pasa con… —No sabía cómo tocar el tema que de pronto se presentó en su mente, uno que realmente podría echar a perder todas sus ilusiones de formar una familia con el hombre que amaba.
—La pureza de la sangre… —adivinó. Su voz sonaba sin emoción y temió por su respuesta.
—Sí, estamos hablando de siglos de...
—¡No me interesa nada de eso y agradecería que no habláramos del asunto! —Draco estaba frunciendo el ceño y su actitud y tono de voz le recordó al niño de su infancia que la insultaba por su origen—. Creo que este tiempo ha sido suficiente para que sepas que esas ideas retrógradas quedaron en el pasado. —Dio un largo suspiro y luego empezó a acariciar sus brazos hacia arriba y hacia abajo—. Sé que una vez mencioné mi miedo a repetir el patrón de mi padre... Pero tú me has enseñado que yo no soy él.
La última frase había salido casi como un susurro. Hermione empezó a sentir las lágrimas recorriendo sus mejillas, lágrimas que él limpiaba suavemente con el pulgar.
—Tal vez sea cierto esto de siglos de pureza, no solo en mi familia sino en todas las que se jactan de serlo. Pero sé que muchos de esos niños vinieron al mundo por obligación, por cumplir con un trato y otros tantos no fueron reconocidos por ser engendrados fuera de matrimonio incluso con muggles. No quiero nada de eso en mi vida, Hermione. Y tampoco permitiré que mis padres u otros se entrometan con ese tema. Así que te repito, espero tener hijos contigo; sé que los amaré incluso más por ser eso, nuestros y engendrados con amor. Eso es lo más importante, ¿no crees?
Tras escucharlo decir tan emotivo discurso, ella se refugió en su pecho y empezó a llorar sin poderse contener, pero esta vez de felicidad. Abrazada al hombre que la hacía tan feliz, quien pasaba sus manos por la espalda al tiempo que besaba su coronilla, repitiendo en voz baja algunos te amo, lentamente se fueron calmando sus emociones. Hermione buscó sus labios y se fundió en él una vez más.
—Debemos decirle a Harry —dijo Hermione al cabo de unas horas. Con las piernas entrelazadas, estaba recostada sobre su pecho, con los ojos cerrados escuchando su corazón, embriagándose del aroma de su cuerpo combinado con el del sándalo de su perfume, y dibujando círculos en el tórax mientras él hacía jugueteaba con su cabello enredándolo entre sus dedos. Había sentido la inmediata tensión en él al mencionar lo que quería—. No me gusta ocultarle nada; es mi mejor amigo, el hermano que nunca tuve. Hemos estado juntos por tres meses y quiero que él lo sepa, que sea testigo de lo feliz que soy gracias a ti.
—¿Estás segura? —preguntó; era evidente la turbación en su voz—. No soy de su agrado… no creo que se lo vaya a tomar bien y no quisiera que tuvieras un disgusto con él por mi causa.
—¿Todo este año conviviendo con él y aún no has aprendido a conocerlo, Draco Malfoy? —Ella sintió que él se alzaba de hombros e intuyó que sonreía—. No es el ogro que crees y su opinión de ti es muy distinta ahora. Eso ya deberías saberlo, así que no te preocupes. Ya encontraré la forma. También me gustaría presentarte a mis padres.
—Un paso a la vez, ¿sí? —Ella había vuelto a percibir la tensión en su voz y respondió con un beso en su pecho.
A los pocos días, Hermione salió de su dormitorio por la mañana. Draco y Harry estaban en la cocina desayunando tranquilamente mientras comentaban el último partido de Ginny. Ella supo que esa era su oportunidad. Se acercó a Draco y besando su mejilla como si fuera lo más natural del mundo, le dio los buenos días. Contrario a lo que había imaginado, Harry no estaba sorprendido sino que sonreía ampliamente.
—A mí nunca me has dado los buenos días así. Me voy a poner celoso —se quejó con fingido tono de reproche para luego empezar a reírse. Draco estaba paralizado y Hermione sonreía traviesamente. Acercándose a su amigo, le dio un beso en la mejilla y le dijo:
—¡Buenos días, Harry! —Y seguidamente se puso a tararear una canción que estaba de moda mientras preparaba su té Earl Grey.
—Hace meses que sospechaba que había algo entre ustedes —aseguró Harry con aire divertido—; me alegra saber que no estaba equivocado y que se están dando una oportunidad…
Draco abrió la boca con asombro. Hermione sabía que esa respuesta jamás se la hubiera esperado pues a ella misma le sorprendía.
—¿Eso es lo único que vas a decir? —preguntó Draco. Harry se limitó a alzar los hombros, despreocupado. El gesto de estupefacción de Draco no podía ser más divertido y Hermione estaba haciendo grandes esfuerzos por no reírse a carcajadas.
—¿Ves? Te dije que encontraría la forma —le dijo a Draco guiñando un ojo con picardía—, y que todo saldría bien.
Draco se sonrojó y Hermione siguió cantando alegremente. Habían dado el primer paso y nadie había salido herido, y eso era un gran avance.
