—41—. PROMESAS.
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Por supuesto que a Harry no le había tomado por sorpresa la noticia. Con el paso de los años se había convertido en una persona observadora y por eso, meses atrás había descubierto algunas miradas en Hermione que la delataban pues él la conocía muy bien. Malfoy, por otro lado, entrenado en ocultar sus emociones, era mucho más cuidadoso, pero había cierta familiaridad o complicidad entre ellos, como algunos toques inocentes en las manos o los hombros que no pasaban desapercibidas.
Él había preferido fingir que no se daba por enterado con la intención de no incomodar a su amiga, quien tendría sus razones para no contárselo, pero sabía que la actitud únicamente podía deberse a que existía una relación más íntima entre ellos y no la de simples compañeros de apartamento. Poco a poco, había ido notando que compartían más tiempo juntos, que después de la visita a Hyde Park meses atrás ya ella lo consideraba su amigo, y posteriormente su amistad había evolucionado de forma muy natural a algo más.
Desde la conversación que habían tenido hacía unas semanas cuando ellos habían limado asperezas, reconocía que Malfoy era muy diferente del niño que recordaba y conociendo a Hermione, deducía que aquello no era una simple aventura. Aunque Harry hubiera querido tener los mismos reproches de meses atrás, aquél ya no era ese muchacho del colegio y se había acostumbrado a la idea.
Era esperable que la diaria convivencia los hubiera llevado a mejorar su trato, aunque sí le sorprendió el que, de pronto, ella sonriera más o se sonrojara por algún comentario o detalle que Malfoy había tenido con ella. Recordó la forma de actuar de ambos para Navidad y sonrió. No se había equivocado con sus sospechas. Después, le había llamado poderosamente la atención lo sobreprotector que Malfoy se había vuelto de la noche a la mañana. Intuyó que algo debía haber ocurrido en algún momento para que él cambiara su horario de trabajo con el fin de que coincidiera con el de ella.
Harry no había querido darse por enterado ante su amiga. Si ellos querían mantenerlo en secreto, respetaría su decisión; al fin y al cabo, ambos eran adultos. De todos modos, aunque él también era sobreprotector con Hermione, eso no significaba que quisiera atreverse a meter la nariz en su relación. Sabía que ella defendería a Draco antes que a él, por más amor de hermana que le tuviera, e internamente se alegró de que tuviera una nueva ilusión en su vida después de lo sucedido con Ron. Harry era tan feliz con Ginny, que el que su mejor amiga estuviera viviendo algo similar le alegraba, aunque la causa de su felicidad fuera Draco Malfoy.
En todo caso, se divertía viendo a los dos tratando de evitar sonreír más de la cuenta, o incluso estar muy cerca para no evidenciar lo que sentían. Harry se preguntaba cuánto más podrían fingir hasta contarle.
Esa mañana que Hermione había besado la mejilla de Malfoy frente a él, tuvo que hacer un gran esfuerzo por no desternillarse de risa. Supo de inmediato que había sido su manera de ponerlo al tanto de la situación. Y el rubor de Malfoy había sido digno de haberlo grabado. Jamás pensó que lo vería avergonzado y menos por amor. Porque Harry sabía lo que era estar enamorado, y sabía que Malfoy y Hermione, si no lo estaban aún, llevaban camino a estarlo pronto.
Lo de ellos no había sido apresurado. Cada etapa había sido importante para hacerlos crecer a ambos y llevarlos hasta el punto donde se encontraban en ese momento.
Ese diecisiete de marzo, el pequeño pueblo donde vivían, que tenía un importante número de residentes irlandeses, celebraba el Saint Patrick's Day, y los tres habían acordado la noche anterior ir a disfrutar un poco de los desfiles, música, alimentos y bebidas irlandesas.
Hermione, frente al espejo de su dormitorio, tarareaba una melodía que Harry sabía que canturreaba en momentos de felicidad. Había transformado unos aretes en forma de gota a unos con forma de tréboles verdes y luego peinó su cabello para colocarse un pequeño sombrero de copa del duende Leprechaun, ajena a lo que pasaba a su alrededor, simplemente siendo feliz. Harry vestía una camisa con el típico verde de la celebración pero Malfoy se había resistido a unirse a la tradición, alegando que los disfraces no eran lo suyo. Un suéter de lana azul marino y una jacket de cuero encima acompañaba el pantalón jeans negro y zapatos tipo loafers también negros; una barba de pocos días y el cabello peinado hacia atrás pero sin fijador le daban un aspecto completamente muggle. Con las manos en los bolsillos del pantalón, en actitud despreocupada, ambos esperaban pacientemente a que Hermione terminara de arreglarse para salir.
—No la mereces y lo sabes —le dijo Harry de un pronto a otro, viendo a su amiga y no a su interlocutor.
—Lo sé —afirmó Draco asintiendo sin dejar de mirarla, según Harry pudo constatar, completamente embelesado.
—Cuando hagan pública su relación, generarán un caos mediático.
—También lo sé. Y estoy dispuesto a enfrentar lo que sea. —Malfoy ahora lo veía fijamente a los ojos, por lo que Harry pudo constatar que era sincero, aunque quería que se lo confirmara con palabras.
—¿Y ella también está dispuesta a enfrentarlo?
—Tengo entendido que siempre fue la más valiente de ustedes ¿o no?
—Tus padres y sus ideas puristas de siglos de antigüedad no se comparan con dragones, brujas locas y magos tenebrosos…
—Estoy de acuerdo contigo… Pero ella y yo estamos juntos en esto y estoy seguro que lograremos salir adelante.
—Hace poco luchamos por un mundo libre de prejuicios, así que no seré yo quien empiece a juzgar su relación debido al rencor que pudiera tenerte por un comportamiento estúpido e infantil. Además, ella es una bruja inteligente. Si te eligió a pesar de todo lo que significa estar contigo, es porque considera que vales la pena. —Un incómodo silencio los acompañó varios segundos—. Por supuesto, cualquiera se siente motivado cuando posees millones de galeones —bromeó en esa última frase lo que provocó una sonrisa en Draco. Quería bajar la tensión del momento y demostrarle que confiaba en él para su mejor amiga, pero luego, poniéndose serio de nuevo, recalcó—. Lo único que ella necesita es amor, Malfoy. Nunca dejes de dárselo.
—O me las tendré que ver con ella misma, contigo, los Weasley y quién sabe cuántos más. También sé eso. Ustedes son parte del paquete Hermione Granger. Eso lo he tenido claro siempre. Gracias, Potter.
Como un acto reflejo en respuesta a la última frase, Harry le extendió la mano y algo similar a un déjà vu lo sorprendió. Draco sonrió de medio lado y asintiendo ligeramente aceptó el gesto probablemente recordando el mismo momento que él. Harry pensó en lo diferente que quizá hubiera sido todo si él hubiera aceptado esa mano cuando tenía once años.
Habían sido enemigos tantos años que era complicado decir que ahora, luego de trece meses bajo el mismo techo, se llevaban mejor o que su relación mejoraría gracias a la influencia de la mujer que ambos, a su manera, amaban: Harry como la hermana que nunca tuvo, y Draco como la mujer que le había devuelto la alegría a su vida. Pero sabían que por ella, intentarían llevarse bien; al fin y al cabo, vivían juntos y, en el futuro, coincidirían muchas veces en actividades sociales, de trabajo o familiares, y quizá hasta se volverían los padrinos de sus hijos.
Este nuevo acercamiento sumado a la conversación que habían tenido meses atrás y que había disminuido considerablemente la tensión entre ellos, era solo otro paso más hacia adelante, donde dejaban todo el pasado atrás, ya no eran desagradables el uno con el otro y estaban en proceso de construir algo similar a una amistad.
—Todos merecen una segunda oportunidad y me gustaría saber que tú la vas a aprovechar y la harás feliz. —Todavía estrechaban sus manos. Draco asintió y de pronto se soltó del agarre como si el contacto le quemara la piel; por unos instantes siguieron intercambiando miradas, pero luego Malfoy volvió su atención en su novia.
—Eso intentaré cada día mientras viva. Me lo he prometido a mí mismo.
Harry supo que no mentía. Y en su interior, ahí, con esas dos personas que no estaban destinadas a estar juntas, se imaginó al travieso Cupido haciendo de las suyas, preguntándose a cuál de los dos había herido primero el dios del amor con sus flechas de punta de oro.
Durante el desfile, Harry observaba a su amiga y definitivamente había un brillo en sus ojos que jamás le había visto, ni siquiera cuando estuvo con Ron. Era la primera vez que los veía juntos fuera del hogar, y si bien era cierto no eran la típica pareja de novios que iban de la mano por todo lado y se cuchicheaban palabras de amor, como lo eran él y Ginny, ahora que él estaba al tanto de su relación, Malfoy no se despegaba del lado de Hermione atento a cada palabra que ella dijera. Ocasionalmente, ella le tocaba un brazo o él le ponía la mano en la espalda para guiarla; solo una vez en toda la velada se abrazaron de lado; además, él le había besado la coronilla.
Harry casi lo entendía. Nunca había visto a una pareja de magos sangre pura expresarse cariño en público. Lo mismo sucedía con la familia real y le hizo gracia la comparación. Los Malfoy en algún momento estuvieron en la cumbre de la alta sociedad mágica; era lógico que tuvieran reglas a seguir. Draco Malfoy podría haber sido un niño insoportable pero no podía negar que tenía buenos modales, elegancia y refinamiento evidentemente producto de una esmerada educación acorde a su estatus. Se imaginó cómo sería la posible educación de un hijo de ambos y la idea le hizo sonreír. Curiosa mezcla, pensó, y se descubrió deseando ver crecer un niño Malfoy-Granger. Definitivamente, él o el mundo se habían vuelto locos.
Ver a Hermione y a Malfoy juntos le recordó cuánto extrañaba a Ginny y cuánto añoraba formar una familia con ella, esto último reforzado por la relación que tenía con el pequeño Teddy. Hubiera dado todo porque su novia estuviera ahí con él, pero aún no le había contado la verdad. Temía una reacción similar a la que había tenido Ron cuando Hermione le dijo que quería darse un tiempo fuera del mundo mágico. Ginny era más comprensiva que su hermano pero casi igual de impulsiva. Aun así, pensó que debía empezar a buscar un bonito anillo de compromiso y pedirle que se casara con él. También hablaría con Kingsley sobre el puesto en el ministerio aunque esa idea no lo entusiasmaba; se había encariñado demasiado con su monótona vida en el restaurante donde era un hombre común y corriente, no el héroe al que había que reverenciar.
En todo caso, Harry ya no temía dejar sola a Hermione pues ahora tenía quién velara por ella, aunque sabía perfectamente que no necesitaba quién la protegiera pues era capaz de cuidarse sola.
