—44—. PRUEBAS.

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Hermione estaba entusiasmada con el próximo cumpleaños de Harry pues veía ese acontecimiento como un medio para apaciguar las aguas entre su novio y su mejor amiga.

Debido a que el propio treinta y uno de julio caía lunes y siendo que todos trabajaban, Hermione había organizado con Ginny un desayuno en Grimmauld Place el día antes, con solo ellos cuatro presentes. Sería una prueba más camino a reunirse con los Malfoy, algo que tanto ella como Draco venían aplazando.

Molly había planeado una gran cena para festejar a su yerno con el resto de la familia ese domingo en la tarde y Hermione también acudiría, obviamente sin Draco. La matriarca había insistido en que le debían al menos esa celebración, puesto que no había podido hacerlo con motivo de la boda de su única hija, para quien hubiera deseado una absurdamente pomposa ceremonia.

Hermione sabía que Draco no compartía su entusiasmo por relacionarse con Ginny, sobre todo porque ella había cometido el error de relatarle palabra por palabra todo cuanto su amiga había dicho de él, pero sabía que era muy probable que Harry hubiera intentado calmar los ánimos de su ahora esposa, sobre todo porque tenía conocimiento de primera mano de que Draco no era quien solía ser.

Hermione le había sugerido a su novio que utilizara la ropa casual que por lo general usaba en casa con la idea de darle la apariencia de ser más accesible que el elegante Malfoy que todos solían asociar con el arrogante chico del colegio. Draco se había decidido por un jeans negro y una camiseta gris claro, lo más casual que encontró en su closet, pero Hermione había comprobado que no importara qué llevara puesto, la elegancia y el aire arrogante eran innatos en él y no producto de lo que vistiera.

—Prométeme que serás todo un caballero con ella, no importa lo que te diga. —Draco había alzado una ceja con escepticismo y ella no había podido evitar besar una de sus mejillas—. Sé que harás tu mejor esfuerzo. Y estoy segura de que en algún momento ella te gustará. —Draco hizo una mueca de disgusto.

—Gustarme un Weasley, por supuesto; es lo que más anhelo en la vida.

—Es Potter ahora.

—¡Cierto! No había caído en cuenta el pésimo gusto de tu amiga. —Hermione lo golpeó en un brazo y él esbozó una maliciosa sonrisa.

—No tienes remedio.

Él negó con la cabeza aún sonriendo y ella decidió dar por terminada esa conversación. Se abrazó a Draco para una aparición conjunta y los llevó hasta la calle frente a la casa de sus amigos donde Harry ya los esperaba, pues por deseo suyo, la ubicación de la propiedad se mantenía aún bajo el encantamiento Fidelio para lograr mayor privacidad, por lo que debía ser él quien se la mostrara a Draco.

El encuentro entre Ginny y Draco fue tenso. Luego de saludarse fríamente por sus apellidos —Draco primero dijo Weasley pero inmediatamente corrigió guiñando un ojo a Hermione—, esta última se había aferrado a una mano de su novio para infundirse valor más que a él, a sí misma, y luego se dirigieron al comedor donde ya estaba servida la mesa.

Draco se sirvió en el plato lo que comería y se dispuso a escuchar la conversación entre los otros tres sin aportar mucho. Lo conocía, sabía que esa era su forma de no llamar la atención de la anfitriona, mejor. Cuando vio que su novia también había terminado de comer, tomó los platos sucios de ambos, se levantó y los lavó como lo hacía en el apartamento, lo que dejó a Ginny con la boca abierta.

—¡No es necesario que hagas eso! —le dijo con asombro.

—Estoy acostumbrado a hacerlo. No hay problema —respondió alzándose de hombros, lo que dejó aún más asombrada a la muchacha.

Después, Draco se dirigió a la sala de estar donde lo siguieron los demás. Sentado al lado de Hermione, pasándole un brazo por encima de los hombros, de manera inconsciente, estaba segura, había empezado a trazar lentos círculos en el hombro de Hermione y ocasionalmente buscaba su mirada y le sonreía. Hermione agradeció el esfuerzo que él estaba haciendo por estar ahí, por complacerla a ella.

Harry les contó sobre su idea de comprar el restaurante en el que trabajaba, hacerle unas mejoras sobre todo en cuanto a espacio construyendo un segundo piso, pues al ser un local más bien pequeño, por lo general, los visitantes debían esperar a que se desocuparan las mesas para optar por una. Además, necesitaría aumentar el personal.

Draco mencionó algunas ideas y Harry lo escuchaba atento y de vez en cuando asentía con la cabeza, cosa que tenía sorprendida a su esposa. Ginny no salía de un asombro para caer en otro, viendo la dinámica que tenían los tres, cierta camaradería que evidentemente les había dejado el trato constante aunque ella aún desconocía que Draco vivía en el apartamento. A lo mejor era el momento de dar el siguiente paso.

—Yo también les tengo una noticia —dijo viendo a Harry intentando que él entendiera que debía seguirle la corriente. Había tomado la mano de su novio y la presionó con disimulo con la idea de que él también siguiera el juego—. Draco se ha mudado conmigo. —Al decir esas palabras, Draco se había puesto tenso y había buscado su mirada; ella sonrió con picardía aunque sin poder evitar sonrojarse—. Es mejor que lo sepa; así está tranquilo de que no estoy viviendo sola.

En el estricto sentido de la palabra, no era una mentira. Draco no había vuelto a dormir en su propio dormitorio desde que Harry se había mudado definitivamente a Grimmauld Place.

—Bueno… —tartamudeó Draco devolviendo el apretón de manos— yo…

—Eso me tranquiliza mucho —sonrió Harry a su amiga y luego dirigiéndose a Ginny, le sonrió también—. ¿Cierto, Gin?

—¿No creen que van muy rápido? —preguntó la aludida sin inmutarse.

—Estamos juntos desde inicios de diciembre —se apresuró a aclarar Hermione—. Eso son casi ocho meses.

—¡Cierto! Olvidé el tiempo que lo escondieron de mí —comentó Ginny con sarcasmo.

—Y antes de eso —continuó Hermione como si no la hubiera escuchado—, tuvimos muchos meses para dejar atrás rencores del pasado. —Había terminado la frase con una amplia sonrisa. Draco seguía tenso a su lado.

—Desde febrero del año pasado, si mal no recuerdo —aseveró Harry en tono conciliador que Hermione agradeció con un leve asentimiento de cabeza. Harry volvió a sonreír.

Draco permanecía callado, algo que sinceramente tenía impresionada a Hermione y se había aferrado con ambas manos a la suya, ella adivinó que en un gesto de no mostrar nerviosismo.

—Veo cómo la miras y me parece mentira —comentó Ginny con voz plana—. Veo cómo la tratas ahora y a mi mente vienen tantos recuerdos que chocan con este Malfoy que tengo al frente y que parece adorar el suelo que Hermione pisa.

Draco no quitaba su mirada de ella, animándola a seguir.

—No me gustas —le dijo con mirada fría pero desafiante—. Si no la haces feliz, me encargaré de que tampoco lo seas.

Hermione abrió la boca para decir algo pero Draco asintió y con voz pausada.

—Yo mismo me hechizaré si no la hago feliz.

Y esta afirmación pareció calmar la revolución mental que debía estar teniendo Ginny. Una hora más se quedaron Hermione y Draco con ellos antes de volver a su rutina de domingo. Draco se reuniría ese día con los Granger para almorzar.

Dado el paso con Ginny y viendo que su amiga no había hechizado a su novio, Hermione se reunió con Luna una tarde de mediados de agosto con la idea de agrandar el círculo de amigos que debían enterarse de su relación con Draco Malfoy, quien a su vez se había reunido con Theo, Daphne, Pansy y Blaise para lo mismo. Gregory y Millicent se habían mudado a Estados Unidos por negocios.

Luna se veía radiante como siempre y hablaba entusiasmada sobre lo bien que iba su noviazgo con Ron, algo que a Hermione realmente le alegró, aunque de pronto su actitud se tornó seria.

—Quieres decirme algo que te mortifica, ¿verdad? —preguntó Luna de pronto.

Ella vio que no tenía razón para seguir aplazando el momento, ya que para eso la había citado y rápidamente puso a su amiga al tanto de lo que había pasado en los últimos meses. Luna se quedó en silencio unos instantes, y luego dijo quedamente:

—Era un chico asustado que no tuvo elección. Me alegra que ahora tenga una oportunidad para reivindicarse y te tenga a su lado durante este duro proceso. —Hermione sabía que Luna se lo tomaría con calma, pero jamás que le respondiera algo así. Iba a preguntar a qué se refería pero la joven pareció adivinarlo—. Estuve en su casa tres meses… tuve el tiempo suficiente para enterarme de muchas cosas. —Se alzó de hombros y siguió comiendo su pudín de chocolate—. No fue fácil para nadie… tampoco para él…

Y así era Luna. Comprensiva, empática, increíblemente perceptiva.

—Imagino que querrás que prevenga a Ron.

—Sí, y a los más cercanos, aunque sus padres aún no saben nada…

—Su enemistad es legendaria, Hermione. Los Malfoy han despreciado a la familia Weasley desde hace mucho tiempo. Son jurados enemigos y Ron se sentirá traicionado por ti.

—Lo sé.

—El deporte favorito de ambos es insultarse; no esperes que se vuelvan amigos porque eso nunca sucederá. Nunca se pondrán de acuerdo, nunca se dejarán de ver con odio. Pero estoy segura que por complacerte, ambos tratarán de tolerarse y eso será ganancia para todos.

Hermione comprendió y asintió con resignación. Sabía que Ron se sentiría herido pero al menos tendría a Luna para calmar sus ánimos.

En otro sitio de Londres, los amigos de Draco no habían sido tan indulgentes con él, aunque ya preveía que algo así pasaría.

—Al menos no podrán quejarse de que no se los conté a ellos primero antes que al resto de la comunidad mágica —resopló Draco como si al fin se hubiera quitado un peso de encima—. Por supuesto que estaban molestos porque pasan meses y sin que nos veamos o conteste sus cartas, luego nos encontramos por la cena de mi madre donde apenas cruzo unas palabras con ellos y después los cito para darles esa noticia. Al final les dije que los estaba enterando, no pidiendo permiso y me aparecí. Lo último que vi fue a Blaise asegurando que, con sus torturas, el lord me había dejado graves daños cerebrales, y a Pansy gritando como una banshee una serie de improperios y a punto de lanzarme alguna maldición.

—¿Y si se lo dicen a tus padres?

—Antes de contarles, les dije que era un secreto. Son leales, no dirán nada. Al final van a entender que no es de su incumbencia. Theo me envió un Howler —Draco señaló un poco de cenizas— según él recordándome mis deberes como sangre pura. Aún no puedo creer que siga con eso después de lo que le dije el año pasado. —Hermione no pudo evitar sentir una punzada en su corazón—. Pero es su problema, no el mío.

Draco la atrajo y abrazó contra su pecho y de repente sus temores de evaporaron. Sabía que no todos serían como Luna pero si estaban juntos, lograrían ganar con éxito las pruebas que se iban presentando en el camino.