—49—. BRANDY.
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Una tarde de sábado a inicios de abril, una lechuza llegó con una carta para Draco.
—¿Lady P? —reconoció la lechuza gris de Pansy. No había vuelto a tener noticias de sus amigos desde que les había contado que estaba con Hermione en agosto pasado. Probablemente habían visto la nota en la prensa rosa o su madre, quien había puesto el grito en el cielo porque no habían hecho una gran fiesta para anunciarlo, ya había comentado en su círculo social sobre el compromiso y quizá por eso se ponía nuevamente en contacto.
Tenso por lo que pudiera encontrar en el pergamino, se apresuró a quitárselo al ave.
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Draco:
Evidentemente tu relación con Granger es algo muy serio y en vista de que deseo a mi mejor amigo de vuelta en mi vida, debo aceptarla como parte de la tuya. Lo he hablado con los demás y todos estamos de acuerdo en apoyarte, por lo que hemos organizado una tarde de té para darle la bienvenida a tu prometida a nuestro círculo.
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—Oh no, esto no suena bien. Las tardes de té nunca terminan bien.
Por supuesto, lo menos que tomaban era té, por lo que nunca había entendido por qué Blaise las había bautizado así. La última en la que había participado había sido para celebrar los diecisiete años de Theo, todos se habían excedido con las bebidas, pero sobre todo él intentando olvidar la porquería de misión suicida que le había encomendado quien una vez fuera el mago tenebroso más poderoso de todos los tiempos, y se había despertado horas después en un hotel barato, sin recordar cómo había llegado ahí, casi desnudo, abrazando a Blaise, cubiertos de vómito y sin querer recordar nada más. Theo tampoco había amanecido mejor, y ni qué decir de Daphne y Pansy.
No. No tenía los mejores recuerdos de una tarde de té.
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No aceptamos negativas por parte de ustedes, así que, a menos que alguno de los dos esté muerto, los esperamos en casa de Theo el siguiente sábado a las tres de la tarde. Trae lo mismo de siempre.
Un beso,
Pansy.
PD. Recuerda que a Lady P no le gustan las chucherías lechuziles.
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Draco suspiró. Lady P lo miraba exigiendo su recompensa. Él siempre había asegurado que Pansy la había entrenado fervientemente para que su mascota aprendiera esa mirada.
—Lo siento, no tengo nada para ti —intentó acariciarla pero inmediatamente fue mordido por el filoso pico de la lechuza lo que provocó que una sarta de insultos salieran de su boca, llamando la atención de Hermione que en aquel momento salía del baño.
—¿Qué sucede? —preguntó intrigada.
—Léelo tú misma —respondió entregándole la carta.
—¿Qué nos toca llevar?
—Brandy… —suspiró con resignación—, preferiblemente con más de veinticinco años de añejado.
—¿Brandy? ¿A una tarde de té? Creí que a ese tipo de cosas se llevaban panecillos o pasteles.
—No a ésta —aclaró pasándose la mano sobre la frente—. Hermione, no tenemos que ir.
—Parkinson no está dando opciones.
—Así es ella —repuso luego de otro profundo suspiro, alborotando la parte occipital de su cabello—. Pero créeme, no querrás estar ahí con ellos.
—Bueno… algún día tengo que conocer a tus amigos, ¿no? y ella está dando el primer paso. Sería muy descortés si no voy.
—Es una decisión tomada bajo tu propio riesgo.
—Lo sé… me arriesgaré.
—Después no digas que no te lo advertí —sonrió de lado.
—¿Qué tan malo será?
—Tú misma lo verás.
La tarde en cuestión, Hermione se vistió con un ajustado jeans azul oscuro, una blusa manga larga blanca a rayas verticales azules y un suéter color coral; trenzó su cabello y maquilló los labios con un brillo suave. Draco, con un pantalón gris oscuro y camisa manga larga negra, la esperaba en medio de la sala de estar con el brandy en una mano y en la otra, una caja transparente que contenía el cheesecake de fresas reducido a un octavo de su tamaño por medio de magia que su novia había insistido en preparar para «no llegar con las manos vacías», su cantaleta usual, aunque él le había asegurado que Blaise lo acapararía.
Hermione tomó la botella y luego pasó un brazo alrededor del suyo y se aparecieron en las afueras de la mansión de Theo. Una corta caminata los separaba de la entrada principal luego de pasar la verja.
Draco sabía que Hermione estaba nerviosa.
—Aún estamos a tiempo de devolvernos.
—Presiento que ella misma nos iría a buscar, aunque no sepa nuestra dirección.
Draco sonrió. Probablemente Pansy sería capaz de eso y más.
Theo abrió la puerta y lo saludó efusivamente con un abrazo como si no hubieran pasado meses desde su último encuentro, para luego sonreír a Hermione con aquella sonrisa que tanto gustaba a las mujeres. Draco vio a la bruja devolverle la sonrisa y no pudo evitar fruncir el ceño.
—No coquetees con mi prometida, Nott —dijo con seriedad. Sintió a Hermione tensarse en su brazo, pero inmediatamente Theodore soltó una risotada que aligeró el ambiente.
—Tranquilo, Malfoy. Conmigo no son necesarias tus amenazas de macho alfa de la tribu. Solo estoy siendo un buen anfitrión con la señorita Granger.
—Por favor, somos de la misma edad. Dime Hermione o Granger, pero eso de señorita es demasiado formal para nosotros.
—¿Ves, Draco? Ella sí sabe de urbanidad, no como tú. —Draco apretó la boca para no devolver el comentario con alguno de los típicos insultos que guardaba exclusivamente para su hermano. Internamente estaba feliz de que no hubieran resentimientos por todo su tiempo desaparecido y lo de su relación con Hermione.
—Dejen la plática y pasen al Salón Verde —ordenó Blaise acercándose con esa personalidad avasalladora que siempre desplegaba—. Las chicas están ansiosas por empezar la tarde de té. ¿Esto es para mí? —preguntó tomando el cheesecake que ya había vuelto a su tamaño normal.
—Para todos —aclaró Hermione viéndolo con una sonrisa; Draco hizo una mueca con la boca que significaba «te lo dije».
—Los demás no comen nada que tenga mucho azúcar. Arruina su figura. Yo no tengo problemas con eso —le guiñó un ojo a Hermione. ¿Blaise también? Draco no era celoso, pero definitivamente había llevado a su prometida a la boca del lobo.
Daphne y Pansy la saludaron desde sus asientos apenas pronunciando su nombre y el apellido de Hermione a tiempo que levantaban sendas copas de vino como si estuvieran brindando. Draco había tomado la mano de Hermione en actitud sobreprotectora y eligió dos asientos al otro extremo de la mesa donde estaban sus amigas.
El Salón Verde era una habitación grande donde solían reunirse desde la infancia, con sus tapices verde musgo en las paredes donde no habían enormes pinturas. Muebles antiguos, un piano del siglo diecisiete y una antigua mesa de billar en madera de roble eran los protagonistas. Esto último acaparó la atención de Hermione, posiblemente intrigada por la presencia del objeto muggle en la mansión y con cierta fascinación, se dirigió hacia la mesa.
—Nunca he jugado, a pesar de que mi abuelo materno tenía una en casa —dijo tocando con delicadeza la superficie—; no nos permitían ni siquiera acercarnos «para no dañar el fino tapizado».
Theo, quien los había seguido, con el aire pomposo que siempre usaba para hablar de la historia familiar de los Nott, comentó:
—Algunas familias ricas e influyentes se oponían fuertemente al Estatuto del Secreto Mágico, pues esa ley los obligaba a no relacionarse con la nobleza muggle y realmente amaban esa vida social. La cacería de brujas y magos estaba en su apogeo por toda Europa pero aún así, algunos se colaban entre la aristocracia sobre todo francesa, cuidando muy bien de no mostrar su magia. Uno de esos fue un antepasado Nott, pero luego, temiendo el castigo del ministerio nuestro a ser marginado de la comunidad mágica, trajo la diversión a la casa y organizó sus propias reuniones al estilo de la corte francesa con sus allegados. Y esa es la explicación de esta mesa de billar acá, el piano y algunos otros muebles que he movido a otras estancias o definitivamente he eliminado por no ser de mi gusto. Se cuenta que esas fiestas nada tenían que envidiarle a las del Palacio de Versailles.
Después de la explicación, Theo insistió en enseñarle a Hermione a jugar billar y mientras jugaban, por más que Draco intentó persuadirlos, todos le hicieron a ella una serie de preguntas con tal de «conocerla mejor». Habían servido bebidas y algunos bocadillos que iban pellizcando a medida que avanzaba la velada.
Daphne le preguntó por la profesión de sus padres y su trabajo en la floristería, Theo quiso saber de sus primeras manifestaciones de magia. Pansy la interrogó sobre Krum, y acá Draco se sintió ligeramente tentado a buscar un giratiempo para devolverse al Mundial de Quidditch del noventa y cuatro y lanzarle una maldición antes de que atrapara la snitch en el partido ante Irlanda y así no pudiera llegar al Torneo de los Tres Magos. Debía estar haciendo mala cara porque Hermione se acercó y lo besó en una mejilla.
—Tú eres ahora mi favorito —le aseguró con voz melosa y mirada sugerente que despertó unas ganas inmensas de aparecerse en su dormitorio y olvidarse de esta absurda tarde de té.
—Siempre dijeron que eras inteligente. ¿Cómo es que te enredaste con este idiota? —preguntó Blaise con tono divertido. Draco lo golpeó en un costado. Ella le lanzó una mirada de reprobación por lo que había hecho.
—Es por su dinero —respondió Hermione luego de pensarlo unos segundos y después sonrió traviesa. Draco rodó los ojos.
—Me gustó esa respuesta —comentó Daphne—. Brindemos por eso.
—¿Qué es lo más peligroso que hiciste por Potter? —arremetió de nuevo Pansy.
—Las preguntas sobre la guerra… —advirtió Draco pero Hermione le tocó un brazo con tono conciliador.
—No hay problema. Es normal que tengan curiosidad y ya no me afecta tanto… —Se quedó con expresión meditabunda unos instantes—. Creo que no hay una sola… Tuve que hacerme pasar por Bellatrix, quitarle un guardapelo a Umbridge y luego escapar de Yaxley en el ministerio y también enfrentar a un Ironbelly ucraniano en Gringotts. Pero quizá la más aterradora fue la de escapar de Nagini que poseía en ese entonces el cadáver de Bathilda Bagshot.
—¿La escritora? —inquirió Theo con la sorpresa reflejada en el rostro.
—Sí. Vivía en Godric's Hollow y fue asesinada con magia negra. Voldemort…
—¡No digas ese nombre! —gritaron Blaise y Pansy a la vez.
—Lo siento… Es la costumbre… Bueno, él usó su cadáver para que Nagini lo poseyera con la intención de emboscar a Harry anticipando que en algún momento visitaría la tumba de sus padres y el que había sido su hogar en ese pueblo. Además, estábamos buscando la espada de Gryffindor y creíamos que ella podía saber algo. Bathilda nos atrajo, hizo que Harry la siguiera a otra habitación para que yo no escuchara que hablaban en pársel e intentó retenerlo mientras llegaba Quien-Tú-Sabes. Yo, intrigada por los ruidos provenientes de la habitación, fui en su busca apenas para ver cómo la serpiente atacaba a Harry —Hermione había ido bajando la voz poco a poco—. Todo era un caos… Nos salvamos por poco… él quedó muy mal por varias horas… Además, por accidente quebré su varita con la maldición explosiva que usé para intentar detener a Nagini…
Hermione se había puesto triste y la respiración algo acelerada. Draco supo que había sido suficiente.
—¡Basta, no se habla más de ese tema! —decretó con tono autoritario—. ¡Ella no satisfará más su curiosidad morbosa!
Hermione, con los ojos húmedos, bebió un poco del brandy que él le ofreció y después se anidó en su pecho; él no dudó en abrazarla luego de que se alejaran unos metros del grupo. Los demás se disculparon y su novia, con la bondad que la caracterizaba con quienes no lo merecían, sonrió diciéndoles que estaba bien, aún cuando él sabía que no lo estaba. La llevó hasta el piano y se sentaron en la banqueta.
—Te dije que no sería buena idea venir —le susurró.
—No te preocupes. De repente me sentí en ese lugar y casi pude sentir la putrefacción, el terror de esa noche… pero ya estoy bien.
Hermione volvió a buscar su pecho y lo abrazó con fuerza. Él besó su cabeza y la sintió relajarse y desde donde estaban, le lanzó a todos una mirada de advertencia. Pansy, frunciendo el ceño sin quitar los ojos de Hermione, tomó de un solo golpe lo que quedaba en una botella.
Él nunca había sido de los que mostraban cariño y, conociendo a Pansy, ese era el mudo reproche que le estaba haciendo con su gesto. Cada vez que ella había intentado tomarle una mano, él siempre se había apartado. Si acaso recordaba haberse recostado sobre su regazo y dejar que le acariciara el cabello en algún momento donde únicamente tenía cabeza para planear la muerte de Dumbledore y reparar el armario evanescente.
Intentó desviar la atención hacia otra cosa mientras Hermione comía un trozo del cheesecake que había preparado y admiraba las pinturas en las paredes.
Desde ese ángulo, Draco observó a Theo en su relación con Daphne y pudo ver cierta complicidad entre ellos que anteriormente nunca habían tenido. Daphne ocasionalmente le tocaba un brazo para llamar su atención y él le sonreía con frecuencia. Eso lo alegró. Quizá la convivencia entre ellos había despertado un sentimiento más allá de la amistad, más allá de tener que casarse porque sí, porque era lo que se esperaba de ellos.
Pansy, por otro lado, no dejaba de intentar llamar su atención mientras Blaise fingía estar más interesado en su trago. Draco supo que ya había tenido suficiente de sus amigos por ese día.
—¿Nos vamos? —le preguntó a Hermione. Ella lo vio con expresión de duda.
—¿Estás seguro?
Draco asintió y se levantaron. Sin dar explicaciones, pues jamaś se las pedían, ambos se despidieron, no sin antes Daphne darles una noticia: estaba embarazada y se casarían pronto en una ceremonia muy íntima a la que por supuesto, estaban todos invitados. Draco abrazó efusivamente a Theo, felicitándolo y entendiendo el por qué había observado a la pareja más feliz y unida. Realmente se alegraba por ellos. Deseaba que sus amigos más cercanos tuvieran un poco de la felicidad que él tenía con Hermione. Si se hubiera fijado en que Daphne había estado tomando jugo de grosella en lugar de licor, probablemente hubiera adivinado la razón.
Tomados de la mano, Draco y Hermione caminaron sin prisa por el sendero que los llevaba a los límites de la propiedad de Theo, comentando la noticia; luego se aparecieron en el apartamento y terminaron la velada con una película en el televisor.
Poco después volvieron a reunirse en casa de Blaise para un almuerzo por el cumpleaños de Pansy, actividad que se había alargado toda la tarde y donde no había habido momentos incómodos.
Draco sentía que poco a poco su vida se iba acomodando y ver a sus amigos aceptando a Hermione como una más era un gran paso que llenaba de alegría su corazón, pues ellos también eran importantes para él aunque hubiera preferido alejarse por tanto tiempo por su estabilidad mental.
