HIJO DE LA LUNA
Por Maytelu
Disclaimer: Inuyasha y todos sus personajes pertenecen a Rumiko Takahashi. La canción 'Hijo de la luna' es interpretada por Mecano. Yo solo los tome prestados para hacer esta obra sin ningún fin de lucro.
Advertencia: Esta historia es un AU, así que los personajes pueden estar algo fuera de lugar. La pareja Sesshomaru/Kagome NO existe, pero esto es un fanfic. ¿Nombres japoneses en la edad media Europea? No, tampoco existe eso, pero es más bizarro si a Inuyasha le cambio el nombre por Esteban y a Sango por Isabel. AGREGUEN 25 AÑOS A LOS ACONTECIMIENTOS DEL PROLOGO O SE PERDERAN EN EL TIEMPO.
Es NECESARIO que presten atención a los cambios de escena marcados con: OoOoOoOoO. El texto que esta en script, es un sueño. Gracias por su atención y disfruten la lectura
CAPITULO 4.- PASADO Y PRESENTE
Tuvo la necesidad de llamarlo…
Quiso, de pronto, preguntarle mil cosas a la vez…
El verlo observar tan fijamente el agua correr, como si aquello le diera la respuesta a la pregunta universal, era mágico. No podía. Kagome no pudo dejar de observarlo. Un par de pasos más y sutilmente le tocaría el hombro para llamar su atención, pero no lo hizo. Aunque no podía ocultar su presencia por más tiempo.
Sin siquiera girar, aquel hombre le miró de reojo y luego, sin prisa, se levantó.
-Buen día.- saludó Kagome. No obtuvo respuesta. –Nos volvemos a encontrar…- y luego recordó –Lamento lo de ayer, lo que sucede es que mi amigo me cuida con recelo y nosotros no solemos entablar relación con los payos, usted debe saber.- habló rápido, sin dejar de mirarle. Era tan blanco, tan fuerte. ¿Por qué había dicho que Inuyasha era su amigo? Bueno, al menos hasta el día anterior aún lo era, así que no mintió del todo.
Sesshomaru finalmente le miró de frente. Era otra vez aquella mujer, ahora es que se daba cuenta que era muy escandalosa.
-Por cierto, –volvió a hablar la chica- la ocasión anterior, no me dijo su nombre.
Él se giró por completo y dejo caer a propósito algunos mechones sobre su rostro, de forma sutil. Ahora que estaba limpio, Kagome podía observar que el color de su cabello era blanco brillante y no gris, además menos enmarañado lucia más largo.
-Sesshomaru –respondió él en un cansino suspiro.
¿Entonces aquél monosílabo si era su nombre?
Sesshomaru recogió su camisa mojada y se la colocó encima, dispuesto a retirarse. No lo admitiría, pero se estaba sintiendo incomodo.
-¡Espere! –Kagome jugó con sus dedos.– Sesshomaru, ah… vera, es que estoy extraviada. –El joven solo alzó un poco las cejas.- No logro encontrar el camino de vuelta, tal vez usted podría ayudarme.
-No, –fue la seca respuesta. Para un día ya había exclamado suficientes palabras.
Kagome colocó sus manos en jarra –¡Creí que usted era diferente! Pero puedo darme cuenta que los payos no dejan de ser arrogantes. ¡Gracias por su ayuda! –gritó con fuerza y se dio media vuelta. No tenia idea a donde dirigirse, pero no se quedaría un segundo más donde obviamente no la querían. Y tal vez se hubiese echado a correr si una mano grande no se hubiera posado sobre su hombro.
-No soy un payo y no puedo ayudarte, porque no conozco los terrenos –Sesshomaru habló tranquilamente, mirándole fijamente a los ojos. Kagome no pudo evitar dirigir su vista hacia las ocultas orejas del hombre y descubrió, que lo que había observado la ocasión anterior no era un sueño, sus orejas terminaban en punta. Además su rostro… esas marcas. Sesshomaru apenas si pudo evitar que la chica pasara sus finos dedos por su rostro, por lo que involuntariamente respingó.
-Lo-lo lamento, –se disculpó ella,- por ambas cosas, por gritarle y por acercarme sin su permiso. –Él negó en respuesta.
Era extraño, una sensación que nunca había tenido.
De pronto él, que no tenia una identidad, que vagaba por doquier, apartado del mundo que le rodeaba, se encontraba a si mismo con algo que le recorría por el cuerpo, algo que le provocaba dejar sus soliloquios y enfrentarse a un interlocutor. Era un estremecimiento extraño, él no conocía el nombre de lo que estaba SINTIENDO, pero para cualquiera, era bien definido como felicidad.
OoOoOoOoO
Corría sin parar, no le importaba que los cabellos pegaran contra su rostro, ni que el aire hiciera estragos con su falda, lo único que quería era gritar al viento lo feliz que se sentía, lo emocionada que estaba por haber conocido el amor; quería llegar con su madre y confesarle que no había podido dejar de verle, que estaba dispuesta a ser de las mujeres de leyenda que no amaban a alguien de su etnia, lo mucho que estaba prendada de él. De Inutaisho.
Pero su visión cambió cuando por fin, atravesando la comunidad, llegó a su hogar. Sus hermanos y sus padres le esperaban con ansia, con la misma ansia que ella tenía de comunicarles sus sentimientos. En su morada había alguien más, un conocido y a la vez, extraño. Un calé diez años más grande que ella, con largos cabellos negros y ondulados y unos ojos tan rojos que parecían inyectados de sangre, podía ser bastante atractivo, pero su presencia no era agradable.
-Buena tarde. –saludó ella educadamente y con precaución. Sin embargo ardía en deseos de salir corriendo y volver cuando aquella escena terminara. Todas las miradas posadas en ella, le indicaron que nada de lo que ocurriera a continuación, sería a su beneficio.
-Buena tarde, Tsuki. –regresó aquel hombre el saludo. Nadie más intervino. –Espero no te moleste, pero tuve el atrevimiento de buscar una charla con tu padre y hermanos, sin agraviar por supuesto a tu madre. –Él sonrió de tal forma que la joven sintió escalofríos –Sé que casi no nos conocemos, pero creo tener el honor suficiente para aventurarme a pedirte como mi mujer.
Aquellas palabras no pudieron escapar de la mente de Tsuki, ni tampoco las enormes sonrisas que su padre y hermanos mostraban, su madre dejo escapar una lágrima y ella nunca pudo saber si era de dicha o desdicha.
Tres meses antes, sin duda alguna, ella se hubiese encontrado sumamente feliz de aquella propuesta tan formal, proveniente de uno de los calés más honorables en toda la comunidad, un joven apuesto y conocido por su amabilidad. Él era lo que Tsuki buscaba y pedía a la madre luna, noche tras noche, lagrima tras lágrima. Pero no ahora, no cuando en el transcurso de esos tres meses había conocido al ser más extraordinario, al hombre que llenaba su ser. No ahora, que existía Inutaisho.
-Naraku…
El joven, así llamado, alzó una de sus manos interrumpiendo lo que Tsuki estaba a punto de exclamar. –No quiero presionarte Tsuki. Entenderé si tu respuesta es negativa, pero estoy confiado en no haberte visto con ningún otro calé –La joven no evitó alarmarse ante la mirada tan penetrante e insinuante que la había dirigido Naraku ¿Seria posible, es que él conocía su secreto?
Cuando abrió los ojos se encontró con otro par que le miraban pacientemente y luego sintió que una suave mano retiraba de su frente un paño húmedo.
-¿Esta usted bien 'Tsu'? –La pregunta recién hecha, le permitió por fin enfocar a la persona que se encontraba hincada a un lado suyo. Era Kikyou.
Entonces se levantó con dificultad, trastabillando un par de veces y prefirió quedarse sentada, antes de provocar que su mareo la tumbara nuevamente -¿Qué haces aquí? –interrogó de forma brusca, alejando su verde mirada del rostro de la chica que recién le había atendido.
Lo último que necesitaba era compasión de alguien de ellos. Aquel sueño le había hecho recordar demasiadas cosas, entre ellas que la relación que tenia con Kikyou solo debía ser maestra-alumna.
-La encontré a mitad del bosque, llena de secreciones, murmuraba cosas incoherentes. Mientras la traía a la cueva, se desmayó. –respondió la joven sin siquiera prestar atención a la agresión de la ermitaña.
-Te agradezco el traerme, pero ya estas viendo que estoy bien. Ahora, deberías regresar a la comunidad. El que haya perdido el conocimiento por unos minutos, no es para alarmarse –dijo la mujer, haciendo un gesto huraño.
-Bien, me retirare si es lo que desea 'Tsu' –dijo Kikyou con templanza y levantándose sigilosamente –Pero debo decirle que esto que le cuento, sucedió ayer y no hoy. Tuve que dejarle sola parte de la tarde y toda la noche, porque no puedo ausentarme en el campamento. Creí que debía venir a ver como seguía hoy día.
Tsuki, la ermitaña, parpadeó lentamente, tratando de asimilar aquello que le habían dicho. Observando como la muchacha que era su alumna, se retiraba a paso tardo.
Entonces no era un sueño. La imagen que había visto en el bosque, aquel hombre… y aquella pareja de gitanos… Ella había creído que su mente tan solo le había hecho pasar un mal momento, que la edad y la soledad eran predisponentes para la locura. Y ahora, tenía claro que ESO no lo había soñado.
-¡Kikyou! –Gritó Tsuki haciendo que la aludida se girara. –Te pido disculpas, –dijo de la forma más firme que pudo. Kikyou asintió –Regresa un momento, que necesito me digas algunas cosas.
La joven de ojos castaños se acercó lentamente a la otra mujer –Lo haré solo si me dice para que requiere saberlas, por que aunque no sea de mi incumbencia saber sus asuntos, si es de importancia para mi, saber porque le estoy compartiendo información.
Tsuki sonrió. Aquella muchacha era dura, inteligente, madura. Era como ella a su edad. No, a ella le había faltado su templanza y le había sobrado inocencia.
-Muy bien Kikyou. Entonces antes de preguntarte, te contare solo lo que debes saber, no más. –Kikyou se sentó sobre las pieles en el piso de la cueva.- Sabrás ya de mí, por leyendas de la etnia. Pero existen distorsiones, calumnias, que no estoy dispuesta a aceptar. Lo que debes saber, es que alguna vez amé, que no se trató de calé o payo alguno, pero tal vez tu mentalidad no te permitiría entenderlo. Ayer, en el bosque, creí estar enloqueciendo al ver a ese que se llevó mi primera vida y de lo que me respondas, podrá depender que vuelva a hallarlo.
La gitana más joven quedo fascinada con aquellas pocas palabras, mas no lo mostró en su rostro, Tsuki nunca le había hablado de aquella forma, lo único que compartía con ella eran formulas para infusiones. –Entonces puede preguntar.
-En tu comunidad¿existe alguien con un físico muy parecido al tuyo que se llame… Kagome? –la pregunta tomó por sorpresa a Kikyou. La respuesta era inmediata, tanto que temía darla.
-Así es. –respondió secamente.
-¿Sabes si tiene hermano o marido que posea una cabellera negra y larga? –Tsuki parecía excitada con la contestación anterior. Era como estar cerca de una verdad y a la vez, muy alejada de ella.
-No. –La ermitaña palideció.- Aquel, seguramente es Inuyasha y no es su hermano o marido, pero hoy por la mañana he escuchado que se han emparejado. –Tsuki no pudo evitar notar el tono triste que la chica había ocupado. -¿Qué tienen que ver ellos?
-Ellos también lo vieron, si no fue una alucinación mía, podrán confirmarlo. –Tsuki entonces se llevó las manos al rostro y en un inesperado arranque, comenzó a sollozar. Nada pudo haber preparado a Kikyou para tal cosa. –Mi respuesta esta tan lejos, tan cerca y tan lejos.
Kikyou comprendió, al menos en parte. –No puedes acercarte a la comunidad, ya veo. –Tsuki negó lentamente, sin apartar de su rostro las manos. Es que el ver a una mujer tan dura, huraña, independiente, quebrarse como una rama era inimaginable. –Tal vez… tal vez, yo pueda auxiliarte.
Y cuando Kikyou caminó de regreso a la comunidad, pensó de forma sería en lo que había finalmente prometido. Cumplir con ello, era llevar a un precipicio sus sentimientos más ocultos, se trataba de una tortura. Lo comprobó al llegar a la entrada de su hogar, cuando viajando en sus pensamientos, tropezó con Inuyasha.
OoOoOoOoO
Habían caminado mucho, a ella le parecía todo igual, pero él tomaba camino si, camino no, como sabiendo a donde dirigirse. Era verdad que Sesshomaru no conocía los terrenos, que tenía poco tiempo de haber llegado ahí y que seguramente no tardaría en irse, como siempre lo había hecho. Pero de cualquier forma, siempre era bueno ubicar al menos los sitios en los que podía descansar, encontrar alimento y bebida, por supuesto, también los sitios en donde había estado un lapso largo de tiempo.
Kagome no supo cuanto tiempo había pasado desde que salió de la comunidad con la intención de atrapar al escapista de la capa, pero sabía que ya era hora de regresar. Aún cuando no había dejado de buscar el camino de regreso a su hogar.
De cualquier forma, ningún tiempo pasa en vano cuando se tiene buena compañía. O al menos así lo pensó la gitana de ojos chocolate.
-Sesshomaru, dices que no eres payo y por supuesto, tampoco eres de la etnia, no lo entiendo. ¿De que forma te consideras –Kagome sonrió y miró a su interlocutor hacia arriba, esperando la respuesta.
El joven, por el contrario, no dejo de mirar hacia el frente, aparentemente ignorando a la mujer que iba a su lado, pero pensando seriamente en aquella pregunta. ¿Cómo podía responderle que él se había preguntado eso toda la vida?
Es que durante su recorrido por el bosque, habían permanecido el mayor tiempo callados y era ella, quien rompía esos lapsos de silencio con preguntas que él intentaba responder de la mejor manera, con monosílabos si era posible.
Le había preguntado sobre sus orejas y él tan solo pudo manifestarle que no era una apariencia que deseara tener… que sorpresa cuando ella rió como niña pequeña y saltó para acariciarlas, diciendo que a ella si le gustaría tener unas así de lindas.
El siguiente tópico habían sido sus marcas en el rostro y él no había podido contener una sonrisa (quizá la primera en años) cuando ella talló fuertemente con un pedazo de tela que escondía entre sus ropas, pensando que aquello se trataba de algún maquillaje. Ni siquiera tuvo que decir algo, porque Kagome concluyó que se trataban de tatuajes hechos, probablemente, por costumbres de los suyos. ¿Y quiénes son los míos? Se había preguntado Sesshomaru en ese instante.
-¿Entonces? –la voz cantarina de Kagome, trajo nuevamente a Sesshomaru a la pregunta que recién le había hecho.
Suspiró, muy profundo.
-Cuando era pequeño, dos ancianos de los que tú llamas payos, cuidaron de mí. Muy lejos de este sitio. Muy lejos de este tiempo. Pero al morir ellos, nunca más fui recibido en otro lugar, ni entre los tuyos. No pertenezco a ningún sitio de los que he conocido, y han sido muchos. –Sesshomaru habló al aire, sin dirigirse a ella, pero en su interior sorprendido por todo lo que acababa de revelar. Solo había dejado convertirse en palabras su pensamiento.
-Tienes que pertenecer a algún sitio. No puedes ser nadie, porque te tengo frente a mí. Tal vez aún no hayas encontrado a los tuyos, pero no debes rendirte, y aún cuando no los encontraras, piensa que el simple hecho de existir ya te hace ser alguien. –respondió Kagome también pensativa y mirando el cielo.
Ser alguien. Existir y ser alguien.
Sesshomaru paró su caminata en seco e hizo que Kagome tropezara con su propio pie. En un segundo la chica ya estaba de pie, ayudada por él.
-Llegamos. –Dijo él, con un rostro que reflejaba tranquilidad –Aquí, es el lugar donde nos vimos la primera vez. Creí, que tal vez, recordarías mejor el camino a tu hogar desde este sitio.
Kagome, embelezada como había estado, aspirando sutilmente el aroma de Sesshomaru, observó lentamente su alrededor.
Y era cierto. Podía recordar todo del día anterior, cada árbol que le llevaría de regreso. Cada arbusto, que le hizo recordar al que desde un día antes, era su novio. ¿Porque Inuyasha no se había presentado en sus pensamientos desde que se topó con Sesshomaru?
-Sesshomaru… –murmuró Kagome en voz baja. La chica pareció meditar lo que diría y él, por fin, bajo su rostro para verla fijamente. –Perdona tanto atrevimiento pero¿te gustaría ser mi amigo?
Él abrió sus ojos exageradamente, en un gesto de sorpresa que, Kagome pensó, no iba con su apacible y siempre estoico rostro.
¿Amigos? Ella quería ser su amiga. De él. Amigos.
Una sonrisa, sincera, la segunda del día, apareció en su blanco rostro y asintió con lentitud. Nunca había tenido amigos. No podía confiar en nadie, todo mundo le había dado la espalda. Y sin embargo, ella, escandalosa, infantil, voluble, parecía honesta. Por eso, él también debía serlo.
-Probablemente, ya no nos veremos. No estaré aquí más tiempo.
Ella negó rápidamente con la cabeza. –No quiero detenerte, pero por favor, quédate. Solo unos días más. Seria cruel perder un nuevo amigo tan pronto.
Eso tenía lógica. Pero él tenia sus propias reglas, que sabía era importante no romper. Reglas que incluía no quedarse en un solo sitio por mucho tiempo, para no arraigarse a las tierras, para no tener que pasar por la sensación de vacío que alguna vez experimentó. Normalmente no podría acceder a una petición así.
-Bien.
Kagome hubiese saltado de emoción, si no hubiese visto entre los arbustos una capa. Graciosamente lo mismo que le había sucedido tiempo antes.
-No sé como, pero prometo que vendré, a media mañana y en este sitio, tal vez podamos charlar. –Él no se movió un milímetro, pero aquello fue como sellar un pacto. –Bien, entonces, buena tarde Sesshomaru.
Cuando Kagome llegó al campamento, casi entrada la noche, Inuyasha corrió a ella, con un reclamó en la boca y preocupación en su mente. Ella le había contado su extravío en el bosque y las horas que pasó buscando el camino de regreso. Pero en ningún momento, menciono que tenía un nuevo amigo, alguien que le había acompañado todas esas horas y con quien se encontraría en adelante, así tuviese que volverse la gitana más embustera en la comunidad.
Aunque Inuyasha, intuyó algo. Y prefirió guardar para otro momento, una conversación que había tenido momentos antes con la nieta del patriarca, Kikyou.
FIN DEL CAPITULO 4
POR
MAYTELU
Nota de la autora (24 de Septiembre de 2006): Ya sé que me tardé, pero en esta ocasión se trató del poco gusto que tuve por la primera versión de este capítulo, como que ya se había distanciado de lo que quería y tuve que comenzarlo todo de nuevo. Seguro algunos entenderán lo que es hacer eso. Así que, esto es lo que resultó, a mi me agradó, espero que a ustedes también.
Esta historia, ha sido de mis favoritas al escribir y he puesto bastante esmero en realizarla, ya que al ser un universo alterno, me ha costado bastante no dejar atrás el carácter de cada personaje y adaptarlo a mi idea. Hago referencia a esto, porque me he enterado por una fuente, que circula por ahí una historia casi clon de la mía, que de hecho tiene un titulo similar. Si la persona autora de ello, lee esto, solo quiero decirle que me da mucha lastima su caso. Yo estoy orgullosa de escribir cosas totalmente de mi autoría, creo que una cosa es tomar como referencia una historia (lo cual me halagaría si ese fuese el caso) y otra, copiar el contenido total de ella. No pasare corajes por situaciones así.
Como siempre, sus comentarios son bien recibidos aquí o en a la cultura gitana…
- El capítulo pasado, en donde se hace referencia a Kikyou, se comenta que tiene un buen prestigio a pesar de no tener aún hijos: un aspecto valorable en la mujer gitana es el tener hijos y si estos son varones mejor, ya que su influencia y su prestigio aumenta.
- Actualmente los matrimonios mixtos, entre gitanos y payos, son aceptados, pero esto es reciente (según mis fuentes). Así que hago la suposición que anteriormente eran mal vistos y que si alguien, lo hacía, seguramente era considerado una verdadera excepción.
