(En colaboración con davidomega59)
My War:
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la
Let's start a new life from the darkness
Until the light reveals the end
Sinister faces, growing curses
This is my last war
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels playing disguised)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (with devil's faces)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling to their coins)
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (squeezing out their wisdom)
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels planning disguised)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (Rastis! Rastis!) (with devil's faces)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling on to their)
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (very last coins)
Destruction and regeneration
You are the real enemy (Rastis! Rastis! Rastis!)War!
(My) War!
(My) War!
Rastis! Rastis! Rastis! Rastis!
Observando desde la cima de un risco hacia abajo, espera pacientemente a que su presa se presente. La paciencia es la clave, pero ahora se le estaba acabando, últimamente le han escaseado muchas cosas. El sol desplegaba sus rayos sobre su escamosa piel, pero su cuerpo estaba hecho para aguantarlo, amenaza una tormenta de arena en el horizonte. Sus afilados ojos se mantienen fijos en un punto en específico mientras su respiración era lo único que él escuchaba.
Se había deshecho de las botas, así como le habían arrebatado su chaqueta. Con dos lanzas de madera con punta de piedra al alcance de su mano. Escucha el sonido serpenteante de algo acercándose. Era hora. Una serpiente tricéfala aparece de un agujero en el suelo, arrastrándose por la arena busca algo, atraída por su olor. Él toma una de las lanzas, la serpiente llega hasta un cúmulo de rocas apiladas olfateándolas de manera obscena, arroja la lanza hacia una cuerda que sostenía una gran roca, la cual cae de manera pesada sobre la serpiente.
Bajando rápidamente de su puesto con la otra arma en mano, disipa el polvo que levantó la roca al caer, la cola de serpiente quedó atrapada debajo de esta. Las cabezas se revolvían sobre la arena lanzando ruidos y chirridos de manera desesperada. Cuando notaron su presencia intentaron hacer un esfuerzo por alcanzarlo con su fauces, pero era en vano.
Tung Lashor patea arena a los ojos de las tres cabezas y al hacerlo, rápidamente toma posición sobre la roca que les soltó encima y en cuestión de segundos se tira encima sobre la parte trasera de la cabeza del centro, pues es la principal. La lanza se incrusta haciéndose paso a través de la carne, dando paso a que una sangre verde y espesa brote de la herida. La cabeza principal cae de lleno contra el suelo mientras las otras dos se sacuden y chirrían, perdiendo cada vez fuerza, ahogándose con su sangre y el propio veneno que usaban para paralizar a sus a sus víctimas.
Una vez que yacía muerta, Tung Lashor se deshizo de las cabezas quedándose con todo lo demás. La arrastró por un par de horas hasta su guarida, estaba empezando a oscurecer. Cortando en tajos la carne la pone a cocerlas. Sentándose a ver como las brasas arden, vuelve otra vez a su cabeza los recuerdos de ese día, cuando lo dejaron ahí a su suerte con medio cuerpo dentro arenas movedizas.
Esa irritante risa aún resonaba en sus oídos y hacía que su sangre fría de repente llegará a un punto de ebullición. La pandilla que le tomó años reunir y el respeto que le había costado aún más conseguir desapareció en cuestión de minutos volviéndose polvo como el que ella le había arrojado a los ojos. La herida a su orgullo le dolió más que la patada que le dio en la cara. Recordar como todos le dieron la espalda, abandonándolo, le hacía apretar y rechinar sus colmillos.
Había nacido en ese desierto, era lo único que conocía y aprendió que solo los fuertes sobreviven, que el fin justifica los medios y que se alguien más podía hacer las cosas por él ¿por qué hacerlas? Cuando ganó sus primeros aliados puso su vista a las dunas que se extendían a lo largo de kilómetros y quiso regir sobre cada grano de arena en el desierto, sobre cada ser consciente en el desierto. Robó, peleó, mató y se fortaleció hasta llegar a tener cierta reputación y no fue hasta que llegó Huntara que se presentó un rival a su altura. Muchos lo desertaron, lo tacharon de cruel y dudaron de liderazgo. Así que decidió que si así tenía que ser, así sería. No quería que débiles y cobardes los siguieran, quería a los fuertes y aptos porque solo ellos sobreviven al final. Son las reglas de la naturaleza.
Ahora estaba ahí en esa cueva solo, humillado y haciendo otra vez lo que durante años hicieron por él. Toma un pedazo de carne y le da una mordida. Maldecía a todos esos traidores, maldecía a las forasteras y así mismo por haber sido tan estúpido. Nunca recuperaría ni un tercio de lo que alguna vez consiguió, pues la voz se corría rápido y ahora ni en el Valle de los Perdidos había lugar para él.
Su instinto le dice que algo va mal, escucha el sonido de arena correr y ve una pequeña cascada de la misma cayendo desde el techo de la cueva, y luego otra más y otra más. Se levanta a tiempo que la cueva empieza a colapsarse y logra salir antes de quedar atrapado debajo y sofocarse hasta la muerte. El frío viento del desierto lo golpea y ve el cúmulo de arena que fue su guarida. Aprieta los puños, incrustando sus garras en las palmas a tal punto que se estaba haciendo daño, aprieta los colmillos y grita. Un grito frustrado que hace eco entre las paredes del cañón a donde se había arrastrado.
Ve algo por el rabillo del ojo, una sombra. Su instinto vuelve a advertirle de algo, alguien estaba ahí. Aún podía pelear y lo haría, alguien que no tiene nada que perder es peligroso. Agudiza su oído para detectar los pasos sobre la arena; eran pesados. Era alguien grande pero la gata forastera le había enseñado que ser rápido valía más, nunca lo admitiría en voz alta.
-La fortuna te puede favorecer como una corona que puedes lucir con la frente en alto. – Un susurro con eco metálico se escuchó, era como si dos voces hablaran al mismo tiempo, una voz profunda y severa, otra calmada y puede que hasta amable. – Pero puede venir un cuervo a quitártela y soltarla en la cabeza de alguien más. – Le estaba hablando a sus espaldas, él voltea y una figura cubierta por una armadura negra que parecía desprender un espectral brillo oscuro y dos protuberancias en su espalda. – Y encima, el cuervo volteará a verte con ojos burlones. – Se sentía extrañamente amenazado. No sabía si era su aspecto, la forma en la que hablaba el aura que desprendía. La figura parece notar que está una posición defensiva. – Me disculpo. No he venido a incordiarte. – Extiende dos alas de metal y vuela, posicionándose a su lado. – Y mucho menos a buscar conflicto.
- ¿Ah, si? ¿Y entonces a que has venido? – Le espeta Tung Lashor.
- Hay algo característico en ti. Algo que le llama la atención a… algunos y que puede ser una virtud. – Responde la figura. Tung Lashor ve como lleva una máscara lisa, solo dos cuencas oscuras que usaba como ojos y un símbolo extraño en el yelmo negro.
- ¿Quién eres? – Pregunta.
- Se me ha elegido para servir con fervor a un propósito del que tú podrías formar parte. – Le responde, dando unos pasos hacia él.
- Eso no responde mi pregunta.
- Y tú no has escuchado lo que tengo que decir.
- No tienes nada que me pueda interesar. – Le da la espalda, pero escucha esa voz pegada a su oído.
- Tu ira convertida en odio puede ser la fuerza que necesitas para vencer y tu ambición la llama ardiente que sirva como faro para guiarte hacia lo que quieres. Pero esa llama debe ser alimentada, debe ser avivada y no lo hará si solo piensas en gobernar sobre arenas yermas. – Sujetándolo fuerte del brazo, extiende sus alas y se elevan sobre los picos del acantilado y ve las figuras de las dunas en la noche. - ¿Nunca has pensado en lo que hay más allá? ¿En la vista de otras tierras desde la cima de la montaña más alta? ¿Saciar tu sed con las aguas cristalinas de los ríos más caudalosos?
El Desierto Carmesí era lo único que conocía y la verdad es que nunca le había interesado lo que yacía más allá, pero entendía hacia donde quería llegar este extraño.
-Tú y yo podríamos forjar nuestra propia corona, dar caza al cuervo y eliminar a cualquiera que intente quitárnosla. – Le susurra al oído mientras lo toma de los hombros.
- ¿Y cómo propones que logremos eso? – Pregunta Tung. El extraño lo vuelve a sujetar y regresan a la entrada derrumbada de la guarida.
- Serás bendecido con lo que se me ha dado. – Hace un gesto con su mano y la arena que se había derrumbado empieza a retroceder hacia el lugar donde había estado dejando la guarida impoluta, como si nada hubiera pasado. Tung no daba crédito a lo que veía. – Hay grandes poderes actuando ahora mismo, nosotros somos los medios para lograr su fin. Imagina recuperar lo que has perdido y tomar mucho más. - ¿Más? ¿Más que solo el desierto? Si pudo hacer que las arenas retrocedieran ¿qué más podría hacer? ¿Qué le permitirían hacer a él? Solo los fuertes sobreviven, esas eran las reglas del desierto. Aunque talvez era momento de crear otras.
¿De verdad iba a confiar en un forastero? Se daría esa oportunidad si le permitía volver a tomar más de lo que pudo imaginar.
-¿Cuándo empezamos? – Preguntó decidido.
- Pronto. Primero déjame enseñarte su grandeza para que me ayudes a esparcirla.
- ¿"Su" grandeza?
- Ya te lo he dicho. Hay grandes poderes actuando y me han elegido para servir con devoción y buscar a otros para que también lo hagan. Déjame hablarte de la hermosa recompensa del caos.
Tung pudo jurar que de las cuencas oscuras de la máscara una chispa roja brillo por unos segundos.
La fría nieve bajo sus pies estaba empezando a entumecérselos mientras a su rostro le llegaba el calor de las llamas que devoraban los árboles a su alrededor mientras el cielo nocturno se alzaba más allá del resplandor rojo y naranja del fuego. Vagaba como una sombra etérea por aquel páramo, el sonido chisporroteante de la madera siendo consumida lentamente por el fuego y el crujido de ramas partiéndose y cayendo de repente sonaba de vez en cuando, mientras el viento helado que soplaba traía consigo ecos y susurros de gritos, lamentos y el sonido del acero chocando contra el acero.
Catra se abrazaba a sí misma mientras seguía caminando dejando sus huellas sobre la blanca nieve mientras intentaba encontrarle algún sentido a su presencia en ese lugar y de como había llegado. Odiaba el frío, lo detestaba. Calaba muy profundo en su piel y la ponía de mal humor, la hacía sentirse débil y vulnerable. Su mente estaba en un estado alerta pues el despertar de repente en lugares aleatorios que no conocía le hacía pensar que otra vez sería transportada a otra espiral de locura, sangre y muerte, a la que no estaba dispuesta a someterse otra vez. Sin embargo, esta vez había algo que hacía el ambiente se sintiera opresivo. El fuego que consumía los arboles no parecía acabarse nunca y sentía como su piel podría incendiarse en cualquier momento como papel por el anormal calor que las llamas desprendía, parecía que las llamas ardían cada vez más con mayor intensidad, como si alguien las avivara de alguna manera.
Los árboles ahora estaban secos, simples carcasas quemadas que se caían al suelo levantando una marea de brazas rojizas y naranjas llevadas por el viento. Llegando a un punto donde parecía que terminaba el bosque consumido, llega a un campo que también estaba envuelto en llamas. Agujeros humeantes en el suelo, cráneos apilados contra una roca y a su izquierda una estaca de metal que sostenía un símbolo; un círculo rodeado con flechas que apuntaban hacia todos los puntos cardinales. Una criatura, grande, de pelo blanco y a cuatro patas está en el centro del campo de fuego mirando a la distancia, donde Catra pudo reconocer las murallas y la puerta de lo que fue una ciudad ahora devorada también por el inmisericorde fuego.
Una ventisca de aire caliente y un escalofrío recorre su espina, su cola se eriza y todo el su pelo se pone como escarpias. Una sensación que ya había sentido antes vuelve invadirla, hay algo rodeándola, algo enorme, algo que le hace sentir miedo, que la hace sentir pequeña e insignificante; algo que la está mirando. Su instinto le dice que voltee a ver a la ciudad. La sombra de la ciudad había cambiado, altas estructuras convertidas en pilares de humo negro pueden ser distinguidas y hay una figura alta que pareciera estar de espaldas. La oscuridad de la noche y el brillo impetuoso del fuego que proyectaba hacia otra dirección no le permiten reconocerlos. Pero si logra distinguir como este se voltea y a pesar de la distancia logra escuchar un rugido atronador llevado por el viento.
¡SANGRE PARA EL DIOS DE LA SANGRE, CRANEOS PARA EL TRONO DE CRANEOS!
Un cielo rojo, como si hubiera sido bañado con sangre, se abre ante ella y un relámpago naranja cae retumbando y hace resaltar dos orbes incandescentes en forma de ojos furiosos e inmisericordes, los cuales veían desde las alturas hacia la tierra calcinada.
Despierta sobre la relativa suavidad de su almohada y su cama, siente como si su garganta se cerrara y la resequedad de esta al tragar con dificultad, se deshace de las sábanas, pues siente demasiado calor. Está sudando. Maldice internamente y suelta gruñido de molestia, debía ser un sueño febril. No tenía otra explicación. Su mente debía estar trayendo retazos de su caída libre entre realidades y reproduciéndolas ahora. No había considerado el daño que su propia mente podía infringirle a ella misma. Todo se sentía tan real. La impotencia, el miedo, el desasosiego, todo activaba sus sentidos y el contacto con ellos y la vividez de todo le hacía plantearse muchas cosas. Si esto seguía así, podría llegar un punto en el que ya no podría distinguir la realidad del sueño.
Apuesto que eso es lo que quieren pensó. Recordó que ahora mismo, Shadow Weaver estaba en Luna Brillante con La Rebelión, y si estaba allá tendría acceso a magia, y si tenía acceso a magia nada le impedía poder crear visiones así. Si su táctica era destruirla desde adentro no iba a funcionar. No les daría ese lujo, lo daría el lujo a esa hechicera decrepita de ver como sus trucos le hacían sentir miedo. A ella siempre le gustó infundirle miedo, y ya estaba harta de ser el objetivo de sus viles artimañas.
No más. ¡Nunca más! Levantándose y poniéndose su ropa, hace su camino hasta la habitación de Scorpia.
-¡Scorpia! – Grita. La Capitana de la Fuerza se despierta de golpe dando un grito de sorpresa. Ordenando sus pensamientos, pregunta.
- Catra ¿qué…? ¿Qué sucede? – Pregunta rascándose los ojos con cuidado por sus pinzas.
- Levanta a todos. Quiero que se pongan a trabajar ¡de inmediato! Tenemos una guerra que ganar y estamos perdiendo el tiempo. Envía a patrullas a señalar todos los pueblos que encuentren y quiero que cartografíen y hagan mapas con todas las rutas y caminos por los que podamos acceder. ¡Ahora! – Ordena muy airada.
- Pero, Catra. – Objeta Scorpia. - ¿De verdad quieres enviar patrullas? Después de todo perdimos a tres en el Desierto Carmesí, y…
- ¡Ya te lo dije! Probablemente se quedaron sin señal. Encontrarán la forma de regresar. ¡Haz lo que te digo!
- Si… señora. – Dice Scorpia en tono bajo. Recordar que había perdido otras dos patrullas aparte de la que envío el mensaje que borró la había puesto muy nerviosa y Scorpia había insistido en quedarse a buscarlos, pero Catra ya había dado órdenes. Estaba mucho más interesada en presentar a Double Trouble frente a Hordak para que mostrara sus cualidades.
Caminando por los pasillos de la Zona del Terror donde habían ventanales, las figuras de las estructuras resaltadas por el cielo rojo habitual se cernían ante ella y por alguna razón las imaginó quemándose con un rayo naranja iluminando el cielo. Desechó ese pensamiento rápidamente. Es lo que querían, crearle paranoia, pero no lo lograrían. Que aún creyeran que era débil solo era un incentivo más para aplastarlos a todos y de manera contundente.
En La Horda había ciertos chismes y especulaciones sobre Shadow Weaver. La mayoría que había topado con ella se llevó una muy mala imagen de ella y los rumores hicieron el resto del trabajo, y entre ellos nacieron las especulaciones y las supercherías. Nadie negaba que como segunda al mando las cosas eran más que eficientes, sin embargo, al tener sus conocimientos y dominios sobre la magia algunos se hicieron ideas tales como que estaba en dos lugares al mismo tiempo, que podía ver el pasado y el futuro, que era un ente nacido de la mente de Hordak y que se manifestaba cuando él lo creyera conveniente y por eso no se la veía comiendo ni descansando.
Todas eran patrañas e inventos absurdos que alteraban la realidad. Shadow Weaver era tan dependiente de sus necesidades básicas como cualquier otro. Era una mortal con agenda propia e intereses propios que usaría siempre y cuando estos le beneficien, movida también por sus propias pasiones.
La… "prisión" que se la había dado era un jardín en uno de los patios de Luna Brillante donde era custodiada por guardias. Un jardín con plantas y hojas secas con una pequeña fuente en el centro, sin magia y poco más que hacer solo podía dedicarse a arreglar el lugar, más por aburrimiento que por algo más pues las plantas le importaban poco o nada. Excepto las margaritas, esas si le gustaban.
Yacía recostada en una banca de piedra blanca tallada sin su máscara para poder respirar adecuadamente. Sería una visión idílica de no ser por las cicatrices en su rostro. Pero como todos evitaban estar con ella la medida de lo posible, ignoraban el hecho de que tenía el sueño ligero, por lo que se despertó ante el sonido del crujir de las hojas y las ramas secas. Ahora despierta y de pie, busca con la mirada el causante del sonido, pues era algo con un tamaño considerable para hacerlas sonar del modo en que lo hicieron. Así como detectar un leve gorgoteo.
Tal vez algún animal se había metido pero se sentía extrañamente intranquila. Dando vueltas en el jardín viendo de aquí a allá, por encima y detrás de los arbustos y rebuscando por lugares que ya había visto antes, pero no veía nada y no volvió a escuchar nada. Su inquietud se calmó un poco, pero no dejaba de sentir una presión en la parte baja de la espalda y que la recorría por completo. No pudo volver a dormir, y a pesar de su perspicacia, un par de ojos que la observaban desde arriba pasaron completamente inadvertidos.
La biblioteca de Mystacor era probablemente el compendio más grande de la historia de Etheria del que se tuviera conocimiento, y a no ser que las piedras hablaran para narrar todo la han presenciado a lo largo de los siglos, este era el lugar predilecto para consultar fuentes de conocimiento.
Un par de libros son tomados de una estantería con rapidez por una grotesca extremidad similar a un tentáculo, cuya textura parecía un flujo de energía disforme e inestable. El tentáculo se contrajo atravesando varios pasillos hasta llegar a una mesa donde "Zetentch" Los atraía hacia si con la grotesca extremidad que le brotaba de la espalda y los leía y recitaba de manera ininteligible con una repugnante fauce que hacia pasar por boca debajo de su ojo izquierdo, mientras había hecho aparecer otros dos globos oculares por encima y debajo de su ojo derecho los cuales se movían de forma aparentemente arbitraría, pero que comprendían cada palabra que leía.
Sus piernas se habían vuelto un torrente de músculos fibrosos que parecían raíces de un árbol sobresaliendo de la tierra, sus brazos se habían alargado de forma anormal y sus dedos se extendían como vísceras con ojos en los extremos por toda la biblioteca, buscando libros que le pudieran ser de utilidad y el cabello era ahora una masa palpitante que cambiaba de color y forma de un segundo a otro.
(…)El primer registro conocido de una princesa de los 7 reinos de Etheria conectada a una Piedra Rúnica data del reinado de la Princesa Nemonara de Las Salinas (...)
(…) La Princesa Dalila aseguraba que su conexión con la Piedra Rúnica estaba ligada con la tierra (…)
(…) La Princesa Frizelda del Reino de las Nieves lograba manipular y crear hielo de la nada y la conexión con su Piedra Rúnica le permitía hacer y deshacer estructuras en su reino (…)
(…) Toda reina regente de Luna Brillante debe establecer su conexión con la Piedra Lunar antes de comenzar su mandato (…)
Esto llamó su atención, tanto que sin querer dejó caer una pila de libros. Echó un vistazo a las páginas anteriores por si se habría saltado algo.
(…) Fuentes no registradas aseguraban que la Princesa Nemonara había entablado contacto con Los Primeros (…)
-¿þrïmêrð§? Äñ¢ê§†rålê§. Úñå þlågå. – Habló con voz distorsionada. Escucha unos pasos acercarse. Retrae todas sus extremidades y elimina todas las protuberancias y órganos extra, volviendo a tomar la forma de un niño.
- ¿Hay alguien aquí? – Pregunta Castaspella llegando donde está Zetentch. – Oh, eres tú. ¿No te parece que es un poco temprano para estar aquí?
- Nunca hay hora para dejar de aprender. – Dice animosamente. Castaspella ríe un poco pero luego hace una mueca de duda.
- ¿Qué le pasó a tu cabello? – Señala, ya que ahora es castaño cobrizo cuando era verde oscuro.
- Oh, ¿esto? Estaba intentando cambiarle el color a una flor, pero creo que me salió mal.
- ¿Herbolaría y Piedras Rúnicas? Eres un chico muy ansioso ¿no? – Dice con entusiasmo Castaspella. El niño solo se encoge de hombros con una sonrisa inocente. – Oye, ¿podrías decirme quién fue que te admitió? He hablado con todos los encargados de eso y ninguno recuerda haberlo hecho.
- No recuerdo su nombre con exactitud, pero llevaba la cara tapada y era una mujer. – Castaspella hace un gesto de disgusto.
- Ya les he dicho que no hagan eso pero algunas personas parecen simplemente no entender. Bien, te dejaré tranquilo y si necesitas algo avísame. – La mujer se retira solo para regresar un segundo después. – Y deberías ver como regresar tu cabello a la normalidad. – Se retira otra vez.
¿Por qué lo haría? El cambio es la única constante, la naturaleza verdadera de las cosas, el querer mantenerlo todo como está le es aberrante. Pero ahora hay cosas que debe confirmar. Tal vez su hermano debió quedarse a ver un poco más el día que la Reina actual de Luna Brillante fue coronada, sin embargo los hilos de los que penden todas las cosas pueden ser entretejidos a lo que le convenga.
El continente de Lustria es una de las regiones más hostiles de todo el mundo. La mayoría de su tierra está cubierta por una jungla en la que priman las enfermedades tropicales que devoran la piel, parásitos voraces que chupan la sangre y fuertes carnívoros prehistóricos. Incluso el tiempo es hostil para todos excepto para la vida nativa, ya que sus junglas se ven devastadas por tormentas tropicales y violentos ciclones. Pero para los Hombres Lagarto, Lustria es un paraíso, un baluarte impenetrable frente al desorden del mundo surgido con la llegada del Caos.
Lustría es el hogar de innumerables especies venenosas y agresivas, desde la más pequeña sanguijuela hasta los monstruosos depredadores, comparables en agresividad y tamaño a los Dragones del Viejo Mundo. Las copas de los árboles son los lugares de caza de los Terradones que vuelan de árbol en árbol en busca de una presa. En el suelo el rugido del Carnosaurio infunde miedo incluso en los corazones de los más valerosos. Ni siquiera la densa maleza puede ahogar el rugido que se oye a muchas millas.
Los carnosaurios son los cazadores supremos de las tierras de Lustria: enormes reptiles depredadores que alcanzan los nueve metros de altura en edad adulta. Dominan y acechan en el oscuro mundo que se extiende bajo las altas cúpulas boscosas de las junglas primordiales. Los carnosaurios son muy poderosos; tienen unas largas y musculosas patas traseras y una gran cola pesada que le ayuda a mantenerse en equilibrio cuando carga contra su presa. Los carnosaurios tienen enormes mandíbulas, repletas de dientes afilados en forma de dagas; y es tan grande que puede tragarse a un ser del tamaño de un hombre de un solo bocado. Su mordisco puede arrancar enormes trozos de carne incluso de las bestias más grandes y, retorciendo su cuello serpentino, puede partirla en dos.
Los Hombres Lagarto buscan ansiosamente huevos de carnosaurio e incontables Eslizones se deslizan entre la jungla para encontrarlos. Robar estos huevos es una tarea muy peligrosa, puesto que la madre carnosaurio se encoleriza en cuanto se da cuenta y muchos Eslizones mueren aplastados o devorados, pero los huevos son un tesoro muy valorado. Y días como el de hoy dan fe de eso.
Solo dos de los seis eslizones que fueron en la búsqueda de un huevo de carnosaurio regresaron, pero había sido una jornada fructífera pues habían regresado con el preciado huevo.
Desde los días de su creación, los Hombres Lagarto han estado a la cabeza de la batalla por la supervivencia del mundo. Sus ejércitos están compuestos por guerreros salvajes desovados únicamente para la guerra y reforzados por titánicas bestias reptilianas cuyo avance hace temblar el suelo. Sus misteriosos líderes, los Slann, son hechiceros poderosos, y utilizan la magia a un nivel muy superior al de los meros mortales.
Había sido el propio Hechicero Sacerdote Mazdamundi, el más antiguo y poderoso de todos los Magos Sacerdote Slann vivos, quien había encargado tal tarea a los inquietos y veloces Eslizones, quienes destacan entre el resto de Hombres Lagarto, más torpes y lentos. Los eslizones son pequeñas, ágiles e inteligentes criaturas. En contraste con la correosa ferocidad de los Saurios, que son utilizados para labores de combate y vigilancia, los Eslizones son criaturas más ágiles, tanto física como mentalmente. Ellos son los artesanos y administradores de la sociedad de los Hombres Lagarto. Sin ellos, la sociedad de los Hombres Lagarto se desmoronaría rápidamente.
-Es grande. Debe haber previsto el desove de un Saurio bajo la influencia de Sotek tan poderoso como para montarlo.- Los eslizones son los más comunicativos, y usan sus tonos de piel cambiantes y el color de sus crestas para dar matices sutiles a su lenguaje verbal de incesantes chillidos agudos, chasquidos, siseos y otros sonidos curiosos. – Algo debe de estar por pasar para pedir con tal premura un huevo así. – Llegando a la ciudad-templo de Hexoatl, donde ha gobernado Mazdamundi desde tiempos inmemoriales y que a diferencia de las demás ciudades-templo, está fortificada con muros.
Llegando hasta la presencia de Mazadamundi, los eslizones presentan el huevo ante él. Los eslizones privilegiados que sirven a los Magos Sacerdotes Slann siempre están atentos a lo que tengan que decir ya sea verbal o telepáticamente y tienen que interpretar lo que les dicen, cosa que puede tardar mucho tiempo hasta entenderlo en toda su plenitud. Pero esta vez la orden fue tan tajantemente directa, que les había sorprendido.
-Debemos protegerlo y esperar hasta que nazca. – Dice el eslizón privilegiado del Mago Sacerdote. – Un antiguo enemigo resurgirá, y aquel que lo combata lo montará. Esas son sus palabras. – Le había comunicado telepáticamente.
- ¿Dónde? ¿Cuándo? - Pregunta uno de los eslizones que trajo el huevo. El eslizón privilegiado voltea hacia Mazdamundi quien emite profundos ruidos desde su garganta. – Lejos. No dirá más, debemos estar preparados. Asegúrense de que el huevo estará a salvo. Si el Caos regresará vamos a tener que disponer de todos.
This is War:
A warning to the people
The good and the evil
This is war
To the soldier, the civilian
The martyr, the victim
This is war
It's the moment of truth and the moment to lie
The moment to live and the moment to die
The moment to fight, the moment to fight, to fight, to fight, to fight
To the right, to the left
We will fight to the death
To the edge of the Earth
It's a brave new world from the last to the first
To the right, to the left
We will fight to the death
To the edge of the Earth
It's a brave new world, it's a brave new world, it's a brave new world
A brave new world
The war is won
The war is won
A brave new world
