(En colaboración con davidomega59

My War:

La-La-La-La

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti

Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la

Let's start a new life from the darkness

Until the light reveals the end

Sinister faces, growing curses

This is my last war

La-La-La-La

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels playing disguised)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (with devil's faces)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling to their coins)

Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (squeezing out their wisdom)

La-La-La-La

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels planning disguised)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (Rastis! Rastis!) (with devil's faces)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling on to their)

Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (very last coins)

Destruction and regeneration

You are the real enemy (Rastis! Rastis! Rastis!)War!

(My) War!

(My) War!

Rastis! Rastis! Rastis! Rastis!


-La Horda ha aumentado su actividad. Solo en las últimas horas nuestras patrullas han detectado movimiento de al menos siete patrullas en los Bosques Susurrantes y cerca de varias aldeas. – Informaba la General Juliet ante la mesa del consejo de guerra proyectando un mapa donde estaban Bow, Adora, Spinerella, Netossa y por supuesto la reina.

- ¿Ha habido algún ataque? – Pregunta Adora observando los lugares marcados.

- No hasta el momento. Pero deben haber muchas más patrullas allá afuera. – Responde la general.

- Deben de estar planeando algo si aumentaron su actividad tan de repente y a mitad de la noche. – Interviene Bow.

- Estoy de acuerdo. – Apoya Adora.

- En ese caso debemos de averiguar qué es. – Dice Glimmer mientras se levanta de su mesa. – Spinerella y Netossa, ustedes irán al suroeste. Bow, Adora y yo cubriremos las zonas cercanas a Thaymor.

- No, Bow y yo cubriremos las zonas cercanas a Thaymor. Tú te quedarás aquí. – Interviene Adora. - ¿Cuántas veces tenemos que decirte que ahora que eres la reina no pue…?

- Ya sé, ya sé. – Reclama Glimmer con molestia, tomando asiento de nuevo.

- Reuniremos a voluntarios y partiremos en cuanto podamos. – Dice Bow.

- Estableceré un campamento alejado de Luna Brillante donde nos reuniremos para ahorrar tiempo entre viajes, si no es problema. – Añade la general volteando a ver a la reina.

- ¿Ah? – Estaba distraída. – Digo, ehm, si claro. Adelante. – Todos se levantan de la mesa haciendo su camino hacia la salida, Glimmer se quedó atrás.

- Oye. – Netossa le habla a Spinerella. – Si hay robots, ¿vemos quien destruye más?

- Querrás decir que cuantos más destruiré yo, ¿no? – Responde, dándole una mirada pícara. Netossa rie.

- Quisiera verte intentar superarme. – Glimmer escucha su conversación. Aunque su mirada está fija en sus dos mejores amigos. Cuando regresaron del Desierto Carmesí con la nave de Mara no pudo evitar sentirse un poco… ¿mal? Por no haber llegado a tiempo. Ya había sopesado el peso de su cargo lo suficiente pero eso no significaba que ya se había acostumbrado. La idea de su madre teniendo que lidiar con esta clase de cosas y que ella agregara peso en sus hombros con sus actos imprudentes le hiso sentir una horrible sensación en la garganta. Una vez afuera del castillo, donde Swift Wind los estaba ya esperando, se dispusieron a ir a sus respectivos objetivos.

- Oigan. – Llamó Glimmer a Adora y Bow. Ellos voltean.

- ¿Qué sucede? – Pregunta Bow. Ella solo se les queda viendo, no había pensado sus palabras. Otra vez actuaba por mero impulso.

- Solo… tengan cuidado, ¿de acuerdo? – Dice con un deje de aflicción. Ellos le sonríen.

- No te preocupes, estaremos bien. Hemos hecho esto cientos de veces. – La seguridad en la voz de Bow le hacía sentir tranquila.

- Si, tú ve a hacer… lo que… las reinas hacen. Ya sabes. – A veces la ingenuidad de Adora era algo divertido de ver. Pero no aliviaba el pesar. Montándose en el caballo alado, los ve alejarse perdiéndose de su vista. Se queda ahí por un momento sintiendo el calor del medio día el sonido del correr de las aguas de las cascadas de Luna Brillante. Todo tan calmo, todo tan pacífico. Como si no hubiera una guerra en curso al otro lado de las montañas.

Su vista se centra ahora en la Piedra Lunar, contempla su brillo pálido por un momento, recordando la sensación de calma y poder a la vez cuando estableció su vínculo. El día que hizo una promesa por toda Etheria, por sus amigos… por su madre.

Catra. Pensó con rabia, recordando el momento en que vio como jalaba la palanca del portal con una sonrisa burlona y triunfal en su rostro. Le escocia el simple recuerdo que invadía su cabeza algunos días, así como las cosas que le gustaría decirle si la tuviera de frente. Pero eso no les haría ganar, solo las acciones derrotarían a los hordeanos. Acciones llevadas a cabo por sus amigos allá afuera en tierra de nadie.

Adora había dicho que la última petición de su madre había sido que la cuidara, ¿pero quién iba cuidar de ellos sino ella? ¿She-ra seguirá siendo lo suficiente para derrotar a los hordeanos?

Suspirando muy profunda y pesadamente se adentra otra vez en el castillo confiando en que sus amigos estarán bien pero…

Todos pueden venir y enaltecer a las princesas y recordar con alevosía sus valerosos actos, pero recordarán siempre quién fue el que los guío hacia la victoria. ¿Y quién más sino su reina? Las palabras de aquel emisario de Mystacor llegaron de repente a su mente. ¿Podía haber algo de razón en sus palabras?

-¿Cuál era su nombre? – Se pregunta en voz alta. - ¿Nasaselesh? – Bufa frustrada al no poder recordar. Se plantea tal vez partir en algún momento hacia Mystacor para buscarlo, tal vez tendría algo más que decirle que sea de ayuda, incluso más que cualquier sermón que su tía le diera. Pero ahora debía permanecer en el castillo. Otra vez


Aun cuando el desierto te obliga a forjar carácter y se tiene que aprender que solo a través de la fuerza se sobrevive en este lugar donde la confianza vale para muy poco, siendo esto paradójico, ya que las bandas se mantienen leales a sus líderes hasta que alguien más fuerte llegue a tomar su lugar. Tal vez es un instinto primario de todos los seres el seguir al más capaz por la creencia de que los va a poder proteger, porque en el fondo son solo una masa voluble y carente de voluntad que necesitaban siempre que les dijeran que hacer y eso hacía que la sensación de poder, de creer que se es capaz y que estás en la cima de todo era algo embriagador, y Tung Lashor se había vuelto adicto.

Pero ser fuerte no significaba ser idiota. Todos sabían que la única forma en la que alguien cuerdo demostraría su superioridad era derrotar a los jefes de las diferentes bandas, por menores que sean, y ocupar su lugar. Y aun así, tampoco alguien sería tan tonto para retar a los líderes de las bandas más grandes del Desierto Carmesí; la de Huntara y la que alguna vez fue la suya. ¿Qué habría pasado con todos ellos? Pero solo un completo imbécil se atrevería a ir a la zona más alejada del Desierto Carmesí, más lejos del Valle de los Perdidos, donde la arena era parecía roja como la sangre y hacía que las piernas se hundieran hasta las rodillas y en donde reptan las peores criaturas de ese páramo alejado de cualquier rastro de civilización. Un terreno ondulado y desigual con pequeñas dunas que se extendían hasta donde llegaba la vista haciendo parecer que el desierto no tenía fin.

-Ni los más osados o los más estúpidos se atreverían jamás a querer plantarle cara a una cráneantula de obsidiana. – El tono desconfiado de Tung Lashor era demasiado obvio.

- Confío en que no seas alguno de esos. La osadía suele ir de la mano con la imprudencia, la ignorancia o la necedad. Una verdadera desgracia cuando todas se juntan. – Le respondió el desconocido que, hasta ahora, no había dicho su nombre, si es que tenía alguno. A pesar de llevar esa armadura que se notaba que era pesada, se posaba sobre la arena como si fuera tan ligero como una pluma. Había escuchado historias de magos, prestidigitadores e ilusionistas en las tierras más allá del desierto y nunca terminó de caerle en gracia. Eso, llevado de la mano con el hecho que se aparece de la nada ofreciéndole poder sin especificar en mayores detalles más allá de "servir con devoción al caos". ¿Qué significaba eso?

Sin embargo, cualquier oferta para recuperar su posición era más que bienvenidas ¿Las forasteras seguirían en algún lugar del desierto? Si era así, las iba a encontrar y las iba hacer pagar, ¿pero valdría la pena hacer tal locura?

-No te veo convencido. ¿Es acaso que tienes miedo? – No se acostumbraba a su extraña voz y el eco que resonaba en la máscara.

- No, es solo que no entiendo porque tengo que hacer esto. Si has venido a mi es porque sabes lo que puedo hacer. – Afirma Tung Lashor.

- Yo lo sé. ¿Ellos? Tengo serias dudas al respecto.

- ¿"Ellos"? Será mejor que empieces a hablar más claramente. – La paciencia de Tung se estaba empezando a agotar, de hecho, se sorprendía que aún le estuviera escuchando.

- Ya te lo dije. Hay grandes poderes allá fuera a los que muchos les temen porque no los entienden. No entienden las grandes recompensas que pueden obtener si se dieran la oportunidad de escuchar lo que tienen que decir. Te recompensarán a ti, tal como me han recompensado a mí a cambio de que los reconozcas por lo que son y sirvas con fidelidad y devoción.

- Como un esclavo. – Inquiere Tung Lashor.

- ¡NO! – El tono de la voz se volvió muy profunda y amenazadora. – Los esclavos son débiles, carentes de voluntad y si llegasen a tener algún atisbo de la misma se puede romper con facilidad. – Se posiciona detrás de él. - Nosotros, en cambio, somos ominosos servidores. De ti dependerá si quieres ser un esclavo o su poderoso heraldo. Demuéstrales que eres digno. – Lo empuja para adentrarse hacia el terreno.

- ¡No voy hacer nada hasta que no tenga ninguna garantía de lo que me dices! – Tung le señala de manera acusadora con su garra negra. La figura solo se queda de pie observándolo, si tenía alguna expresión en su rostro lo desconocía, pero no iba a tirarse de cabeza a tal locura a no ser que valiera la pena.

Extendiendo su brazo a su dirección con la mano extendida proyectando una sombra, logra ver como la arena se empieza a arremolinar debajo de la misma y logra distinguir como algo se asoma. Flexionando las rodillas y extendiendo sus alas, de la arena saca un mandoble con mango negro e incrustaciones escarlatas al pie donde la hoja empezaba. Una hoja negra dentada con puntas de acero que brillaban cuando la luz del día se reflejaba sobre ellas. Tung Lashor nunca había visto un arma como esa, empezó a imaginar la facilidad con la que ganaría los combates y empezó a acercarse al arma para tomarla, pero el desconocido la arrojó a al menos unos 30 metros dentro del terreno.

-Ahí está tu recompensa, ve y reclámala como es debido. – Era más una orden que un incentivo.

Tung va en dirección contraria, hacia el desconocido, pasando a su lado y toma una lanza de hueso con punta de piedra que había hecho y luego se adentra hacia las rojizas arenas que desprendían un aire de peligro llevado por el viento.

Las cráneatulas de obsidiana no solo obtenían su nombre por la dura coraza que dibujaba un cráneo sobre ellas, sino también por inyectar un mortal veneno en la nuca que penetraba en el cráneo y lo carcomía todo por dentro endureciéndolo a un punto que ni la propia criatura podía romper, por lo que cuando terminaba su bocadillo, solo quedaba un cráneo vacío y ennegrecido.

Caminando con dificultad por la haciendo su camino hasta el mandoble enterrado firmemente en la arena, daba vistazos rápidos a su alrededor para cerciorarse de que nada iba a aparecer de repente desde abajo. Sintiendo la fría mirada de aquella figura alada en la nuca, sostenía con más fuerza de lo usual la lanza ¿acaso estaba nervioso? ¿Acaso el desconocido sabía que lo estaba? Había avanzado apenas unos 2 metros en el terreno pero podía ver perfectamente esa espada a la distancia, podía distinguir las relucientes puntas de acero, si lograba llegar hasta al mandoble antes de que algo notará su presencia en aquel territorio tendría una oportunidad.

Una vibración llegó hasta sus pies, por el rabillo del ojo creyó a ver visto un puñado de arena levantarse. Algo ya sabía que estaba ahí. Las cráneatulas de obsidiana no eran las únicas criaturas en esa zona, pero si las que más abundaban, si era alguna otra criatura sería más fácil de enfrentar. Esperaba que fuera así.

Siguió avanzando y la vibración se hizo más fuerte esta vez, sostuvo con más fuerza la lanza mientras las manos le empezaban a sudar, una sensación abrumadora empezó a crecer en pecho, era como si lo aplastara. No puedes sentir miedo. No debes sentir miedo. La arena bajo sus pies temblaba de manera irrefrenable aumentando cada vez más hasta que de repente se detuvo. El viento soplo, el polvo se levantó y Tun Lashor se quedó inmóvil contando hacia atrás.

(Suena "Scorpioness Najka – Motoi Sakuraba")

Dio un grito y saltó dando un giro sobre su espalda al mismo tiempo que de la arena salía esa temida criatura dando un rugido agudo. Apenas y le dio tiempo a reaccionar cuando cuatros ojos ocres se le acercaron a velocidad apabullante. No pudo asestar un golpe con la lanza, la cráenantula dio un golpe con la cabeza y lo mandó a volar haciéndolo soltar el arma. Con sus manos logró evitar que las mandíbulas del monstruo se cerraran sobre su torso, la fuerza de sus brazos le salvó pero no podía sostenerlo por mucho tiempo.

Aun aferrándose al par de colmillos, el monstruo mueve su cabeza hacia atrás con violencia dejando a Tung sobre la criatura. El monstruo sacude su cabeza de un lado a otro, de arriba hacia abajo. Tung Lashor se aferraba como podía a la cabeza recubierta por la dura coraza. Tung aprovecha un momento en el que se queda quieta y golpea dos de sus cuatro ojos. Un rugido se alza al aire y la cráneantula salta adentrándose en la arena otra vez.

El rostro del réptil queda sobre la arena. Incorporándose rápidamente, escupiendo arena que se había adentrado en su boca. Busca con la vista su arma y logra verla no muy lejos de él. Corriendo como puede con la arena hasta sus rodillas siente las vibraciones y las arenas revolviéndose bajo sus pies. Logró llegar hasta la lanza y tomando una posición de pelea busca con la vista y con el movimiento donde podría atacar otra vez.

Sus piernas se hunden un poco más y usando la lanza para salir un poco, la criatura sale de nuevo desde abajo aplastándolo con una de sus ocho largas y peludas patas. Con la misma pata lo gira dejándolo boca abajo, la aberración separa sus patas una de otras poniéndose puntillas. Con su vista periférica logra ver como de su cola sale un aguijón delgado y negro recubierto con una sustancia verdosa y espesa.

Con sus dos manos sujeta la lanza y con un movimiento hacia atrás la clava en la pata de la criatura, esta se le quita de encima y girándose ve como la cráneantula se abalanza con sus mandíbulas abiertas dispuesta a arrancar un pedazo de su carne, pero Tung Lashor pone una de las puntas delante clavándose en la parte superior de las fauces del animal. El sonido fibroso de la carne crujió y la criatura chilló y se echándose para atrás. La punta de la lanza quedo manchada de negro.

Tung Lashor se pone de pie y corre hacia la alimaña, esta se la abalanzó otra vez con la boca abierta pero él rueda y queda debajo notando que esa parte no está recubierta por la coraza e inserta la punta piedra en la piel recubierta de pelo negro. Vuelve a arrojar un chillido pero al moverse la lanza se rompe y con una de sus patas traseras lo patea y lo arroja. Tung ve que la espada está cerca.

Se levanta y a como lo dejan sus piernas intenta llegar hasta el mandoble, pero escucha como las ocho patas se acercan rápidamente. No logra girarse a tiempo y esta lo muerde y engulle su brazo derecho y lo levanta en el aire. Siente su piel desgarrarse y el dolor punzante lo invade por completo mientras lo sacude. Él logra clavarle la parte que le quedó de la lanza en el ojo, la criatura abre las mandíbulas arrojándolo lejos de la espada, incluso aún más de donde estaba parado con el desconocido.

Cae de lleno y la arena no ayuda amortiguar el golpe. Las marcas de la mordedura quedaron sobre su piel dejando heridas profundas, la sangre brotaba de ellas. A duras penas logra ponerse de pie, la cráneantula sigue retorciéndose y chillando llevando sus patas a la cabeza. El desconocido ya no estaba. No estaba por ningún lugar, no había si quiera huellas. El monstruo lo vio pero esta vez no se le abalanzó otra vez, solo se quedó en el lugar donde estaba lanzando chillidos y dentelladas. La espada estaba muy atrás, ahora era un punto negro a la distancia. Tung Lashor intenta cubrir sus heridas y dándose la vuelta se va a paso lento y dificultosa dejando la espada en la arena y que las palabras del desconocido se las llevara el viento.

Este a su vez desde la distancia lo observa alejarse

-Anda y cura tus heridas, ya volverás. Solo hace falta que sepas por qué quieres su poder. – Dice con voz decepcionada y oscura malicia


Athel Loren es el más viejo de todos los bosques del Viejo Mundo, sus árboles más ancianos crecieron a partir de las semillas sembradas por los servidores de los Ancestrales. Se trata de un lugar místico cuya sombra se extiende más allá de lo que muchos piensan. Nadie sabe decir si fueron los Ancestrales quienes le dieron la vida a este bosque o si fue la llegada del Caos lo que hizo despertar a sus árboles. Todo lo que se sabe es que en el amanecer de los tiempos los árboles empezaron a pensar y a tener sentimientos como el enfado y el odio. El bosque tomó conciencia de sí mismo y de las demás razas de pequeños seres que habitaban el mundo. Y las intenciones de estas no le gustaron un ápice.

Nadie se aventura a pasar entre estos árboles sin sentir los ojos del bosque sobre ellos. Cada paso es seguido por un sentido de la vigilancia que se respira en cada claro y camino serpenteante del bosque. Este verdoso laberinto desconcierta y desquicia hasta a la más valerosa de las almas, pues el intruso no deja de ver movimientos por el rabillo de su ojo, escuchar extraños sonidos a su alrededor y sentir la sensación de que uno está siendo observado en todo momento.

La historia de los Asrai, como los Elfos Silvanos se denominan en algunos relatos, es una búsqueda del equilibrio y la soledad templados por una guerra interminable. Durante miles de años, han vivido en armonía con el bosque consciente de Athel Loren y con los espíritus que moran debajo de sus ramas. A diferencia del resto de razas élficas, los Asrai nunca han buscado gobernar y solo desean ver cómo su hogar sobrevive en las épocas venideras. Esta es la causa por la que luchan, porque una tierra no puede resistir mucho tiempo si no levanta las armas frente a los que quieren dañarla.

Hace más de cuatro mil años, las tierras situadas al oeste de las Montañas Grises, donde actualmente se encuentra el reino de Bretonia, fueron colonizadas por los Altos Elfos de Ulthuan. Comerciaban con el imperio Enano situado al este, y construyeron magníficas ciudades en las llanuras costeras, desde cuyos puertos zarpaban hacia Ulthuan sus navíos mercantes. Después de una larga guerra entre los Altos Elfos y los Enanos, estas colonias fueron abandonadas y pronto quedaron en ruinas. Después de que ambos bandos quedaran agotados por la guerra, los Elfos Oscuros de Naggaroth atacaron por sorpresa la tierra natal de los Elfos, Ulthuan. Todos los guerreros Elfos que se hallaban en el Viejo Mundo fueron llamados para defender su isla de origen. Para no dejar su patria indefensa, la mayoría de los Elfos de las colonias decidió volver a Ulthuan, pero algunos se negaron a marcharse. Los que se negaron a regresar abandonaron las ciudades costeras, pero no zarparon hacia el Oeste, sino que se retiraron hacia lo más profundo del extenso e inexplorado bosque que cubría el interior del continente.

Los Elfos Silvanos son altos y esbeltos, con mentes y cuerpos capaces de una gran destreza. Sus movimientos son elegantes y gráciles, pero pueden ser ágiles y rápidos cuando es necesario. Los Elfos se adaptaron pronto a la vida en el bosque, viviendo y vagando entre los árboles, cazando y recolectando los frutos del bosque. La mayor parte del bosque es un mundo extraño y casi siempre sumergido en la penumbra, casi crepuscular, bañado únicamente por los mortecinos rayos de luz del sol o de luna capaces de atravesar la espesa capa de hojas. Dispersos por el bosque, los espacios abiertos naturales del bosque permiten ver el cielo azulado de día o las brillantes estrellas de noche. Los Elfos Silvanos denominan a estos espacios abiertos.

Athel Loren está dividido en doce reinos, cada uno gobernado por un señor o dama del gran consejo. Algunos reinos están bloqueados permanentemente en el tiempo y lo que parece el paso de una estación es en realidad de años. Otros habitan en una noche eterna o en la gloria de la luz del sol de mediodía.

El bosque de Athel Loren se encuentra en su época más baja durante los largos meses de invierno, permanece aletargado y es muy vulnerable a causa del ciclo estacional. En estos largos meses, la vigilancia y salvaguarda de los lugares más sagrados del bosque recae sobre la Guardia Eterna, compuesta por los hijos y las hijas de las más nobles casas de Athel Loren.

Aunque desarrollan sus principales tareas en los meses más fríos, los Guardias Eternos se encuentran en activo durante todo el año, ya sea como vigilantes de los caminos, como guardias y jueces del orden de las casas y grandes salones élficos o como escoltas de los más importantes nobles Elfos.

Athel Loren se ha mantenido libre de guerras civiles, pues es costumbre común a los doce feudos dirimir sus diferencias en un combate singular entre representantes de las respectivas Guardias Eternas.

En uno de los claros dejados atrás por alguna de las tribus nómadas de los Elfos Silvanos, ante los ojos de Lord Findol del reino de Wydrioth o Los Pinares y Lord Thalandor de Argwylon también conocido de Claro de Luna Primaveral acompañados de su Guardia Eterna se disponían a ver el combate singular de sus elegidos para solventar una riña no especificada entre lores. Los elfos del Claro de Luna Primaveral eran los únicos que aún preservaban algunas de las antiguas costumbre de sus parientes de Ulthuan lo que les hacía sentirse superiores a sus semejantes y cuyas actitudes no granjeaban el cariño de los otros

Lord Findol, por otro lado, era un Elfo Silvano con una particular sed de sangre tal vez acreditada a que Los Pinares se encontraban a las faldas de las Montañas Grises y eran propensos a sufrir incursiones de los Pieles Verdes y los enanos.

Ser elegido para el combate singular entre miembros de la Guardia Eterna era el más alto honor que pueden alcanzar, pero lo contrincantes son elegidos por sorteo, por lo que cada noble debe entrenar a sus guardias al nivel que lo estándares requieren.

Lord Findol, con rostro solemne, y Lord Thalandor con expresión altiva se reúnen en el centro de claro.

-Millhadris, de la Guardia Eterna de Wydrioth. – Anuncia Lord Findol. Una elfa de cabellos amarillos, casi blancos, de ojos verdes y mirada afilada, facciones finas y bellas que podían engañar a los ojos ingenuos e incautos que era ser frágil. Llevando hombreras verdes y peto marrón con el yelmo característico de la Guardia Eterna fue la elegida en el sorteo. Llegando hasta su señor con escudo y lanza en mano a la espera de que se anuncie a su oponente.

- Nawan, de la Guardia Eterna de Argwylon. – Un elfo de sexo masculino hace acto de presencia llevando el mismo equipo y a pesar de llevar una expresión seria, la altivez en su mirar era notoria. Una vez presentados ambos elegidos, Thalandor toma la palabra.

- Que sea un combate justo, el que considere o sea considerado como no apto para continuar será declarado como vencido. – No era un combate muerte, pero en estos casos a veces las condiciones son solo palabras al viento. Ambos nobles se retiran dejando a sus elegidos. La luz del sol brillaba con intensidad en ese claro en particular, el silencio se hizo amo del lugar y solo algunos ruidos furtivos provenientes del bosque lograban a oídos de quienes lograban escucharlos.

La seguridad en el rostro de Nawan se hizo bastante palpable para Millhadris que se sentía extrañamente inquieta pero intentaba no exteriorizarlo, cualquier muestra de debilidad sería aprovechada por sus oponentes. Sosteniendo la lanza de doble punta con la mano izquierda y el escudo con la derecha, sosteniéndolo a la altura de su rostro cubriendo su pecho, flexiona sus rodillas apoyándose en su pierna izquierda para guardar el equilibrio.

Nawan adopta la misma posición, pero sosteniendo sus armas con las manos contrarias. Ambos intercambian miradas esperando que el otro haga el primer movimiento. Millhadris da pequeños pasos hacia su izquierda, Nawan no despega su mirada de la de ella girando hacia su dirección. Solo sus pasos sobre el suave pasto es mínimamente audible.

Nawan hace el primer movimiento. Lanza un golpe con la punta de la lanza a la cabeza de la elfa, esta retrocede un paso para esquivarlo. Vuelve a hacer el mismo movimiento extendiendo su brazo un poco más hacia el costado dejando vulnerable su hombro. Pero Nawan se movió más rápido que ella para que pudiera asestarle un golpe. Nawan hace un movimiento de barrido desde la izquierda, ella lo bloquea con el escudo. Ella lanza un golpe de lanza hacia la parte media del cuerpo del elfo, pero es bloqueada. Retrae rápidamente su brazo para luego intentar asestarle un golpe en el pecho, Nawan retrocede.

El elfo da un paso largo hacia su derecha quedando fuera del alcance de la lanza de Millhadris y deja caer un golpe perpendicular desde arriba que ella bloquea alzando su escudo mientras al mismo tiempo suelta un corte desde la derecha intentando dañar el abdomen de su oponente. El elfo una vez más retrocede fuera del alcance del ataque. Saltando hacia adelante y girando sobre si misma, vuelve a lanzar un corte al centro del cuerpo del elfo desde la izquierda, su espalda queda al descubierto, Nawan intenta aprovechar la oportunidad, la elfa pone su brazo donde tiene el escudo como puede para cubrir su espalda e intenta girarse, el elfo nota la posición comprometedora y la patea desequilibrándola.

Millhadris cae de espalda, suelta el escudo y gira sobre el suelo al ver la punta de la lanza apunto de clavarse en su rostro. Aún con la lanza, se para con premura y toma una posición defensiva sosteniendo el arma con ambas manos. Reprime el instinto de voltear a ver hacia su señor para ver su expresión. Nawan empieza a soltar una serie de golpes dirigidos hacia su cabeza, usando su antebrazo para atacarla desde la derecha y la izquierda mientras ella los esquiva. En una de esas se escucha el sonido del choque de acero contra acero al usar la lanza para desviar el ataque con fuerza para después ir a por el pecho de su oponente que se cubrió con su escudo. Este le suelta un ataque perpendicular desde arriba y otro barrido que la despoja de su yelmo. Usando la parte media de su lanza para bloquear otro ataque, le devuelve el favor y lo patea, pero este no cae.

Concentra mucho sus golpes a la cabeza pensó Y yo mucho hacia el pecho. La elfa no intentó nada pero Nawan por su parte da un salto cubriéndose con su escudo y sosteniendo la lanza más debajo de la parte media dirige la punta la cara de la elfa esta se aparta hacia un lado. Vamos, debo estar segura. Dejando caer un golpe desde arriba la elfa vuelve a pararlo con el medio de la lanza y lo empuja con la misma. Bien, simulando hacer un ataque, se le acerca y este le lanza un tajo, ella salta y gira sobre el suelo, recuperando su escudo, hace un cambio rápido y pasa a sostenerlo con la mano izquierda.

-Vamos, vamos, vamos. – Piensa ella esperando que funcione lo va a hacer.

Ambos dan pasos como lo haría una bestia intentando rodear a su presa, cuando Nawan vuelve a atacar a la cabeza avanza hacia adelante inclinando su cuerpo hacia la izquierda, suelta la lanza para no perder el equilibrio y con el escudo golpea el costado desprotegido de su rival, este suelta un quejido y antes de poder hacer algo más, ella le golpea con el escudo en la cabeza para desorientarlo.

Millhadris corre a tomar su lanza. Nawan, aún desorientado, intenta atacarla. Ella suelta el escudo y moviéndose por la derecha, gira sobre si misma para quedar detrás de él y clavarle la punta de la lanza en la parte posterior baja de la pierna. El elfo da un grito y ella lo patea y lo derriba, dejándolo boca arriba y poniendo un pie sobre su pecho le apunta con la lanza al cuello.

-¡Suficiente! – Le ordena una voz desde atrás. Era el propio Tharandol acompañado por Findol. Acompañados por dos miembros de la Guardia del noble de Argwylon. Ella se aparta mientras los guardias vendan la herida de Nawan y lo ayudan a ponerse de pie para llevárselo.

- Ven con nosotros. – Le ordena Findol. Ella los sigue fuera del claro para adentrarse en el bosque, durante el trayecto voltea a ver sus propios compañeros que están tan extrañados como ella. Una vez a solas Tharandol habla.

- Antes que nada debo felicitarte. Tienes grandes habilidades, pero espero que sean suficientes. – Ella no entiende nada, esperaba una felicitación por parte de su señor más no de noble rival.

- Estás confundida, es comprensible. La verdad es que nunca hubo ningún inconveniente que resolver. – Lord Findol toma la palabra.

- Mis señores. – La duda y algo de agobio se desprendían de sus ojos verdes. – Con todo respeto, quisiera saber de qué se trata todo esto.

- Es lo más justo. – Concedió Findol.

- Hace un poco tiempo, Ariel convocó a todos los nobles y biennacidos que pudieron llegar hasta el Roble Eterno para advertirnos sobre una visión que le fue dada por la propia Isha. – Habló Thalandor. La sorpresa en su rostro era más porque su señor había viajado desde su reino hasta el Roble Eterno sin la protección de su Guardia Eterna que por la visión que pudo tener La Señora del Bosque. – Dice que los Vientos de la Magia están próximos a soplar con una malicia nunca antes vista…

- La cuestión es… - Continuó Findol. – Que no será en ninguno de los reinos del mundo. Dice que vio árboles y ríos de tierras lejanas. Un resplandor desde lo profundo de la tierra que la hizo estremecerse y el palpitar de un corazón…

- Y, aunque en sombras, alguien marcado por la propia Isha y una puerta por la que soplaba un aire helado. – Terminó Thalandor.

- ¿Alguien marcado? ¿Cómo un campeón? – Cuestiona la joven elfa.

- Suponemos que sí. – Findol voltea a ver a Thalandor. – Dijo que no eran tierras que de las que ella tuviera conocimiento, que se sentía ajena, pero la visión de la puerta le hace pensar que tal vez… no era este nuestro mundo.

- ¿Es eso posible? – pregunta ella.

- No lo descartamos. – dice Thalandor. – Se llegó al acuerdo de que se tenía que enviar a alguien para averiguar como llegar a estas tierras y encontrar al que fue marcado. - ¿por qué la diosa Isha elegiría a alguien que probablemente desconozca su existencia? – Los doce Reinos Eternos han enfrascado en combates a miembros de su Guardia Eterna para elegir quien sería ese alguien. Y resulta que eres tú.

- Millhadris, tendrás que aventurarte más allá de las Montañas Grises fuera de Athel Loren. – Confirma Findol.

La elfa no puede abrir un poco su boca ante la impresión y su ser se llena de desasosiego ¿Cuándo fue la última vez que un Asrai fue más allá de nuestras fronteras? Se preguntó


This is War:

A warning to the people

The good and the evil

This is war

To the soldier, the civilian

The martyr, the victim

This is war

It's the moment of truth and the moment to lie

The moment to live and the moment to die

The moment to fight, the moment to fight, to fight, to fight, to fight

To the right, to the left

We will fight to the death

To the edge of the Earth

It's a brave new world from the last to the first

To the right, to the left

We will fight to the death

To the edge of the Earth

It's a brave new world, it's a brave new world, it's a brave new world

A brave new world

The war is won

The war is won

A brave new world