(en colaboración con davidomega59)

My War:

La-La-La-La

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti

Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la

Let's start a new life from the darkness

Until the light reveals the end

Sinister faces, growing curses

This is my last war

La-La-La-La

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels playing disguised)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (with devil's faces)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling to their coins)

Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (squeezing out their wisdom)

La-La-La-La

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels planning disguised)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (Rastis! Rastis!) (with devil's faces)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling on to their)

Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (very last coins)

Destruction and regeneration

You are the real enemy (Rastis! Rastis! Rastis!)War!

(My) War!

(My) War!

Rastis! Rastis! Rastis! Rastis!


Aún en las áridas arenas del desierto, si se busca bien en los lugares adecuados, se pueden encontrar verdaderos tesoros que a los ojos de los extranjeros serían minucias, pero para sus habitantes podrían ser invaluables en situaciones adversas. Si se saben usar, los cactus pueden ser más que simple maleza originaria del lugar, usando el jugo del interior de la planta para lavar sus heridas y su sábila como ungüento para tratar sus heridas, Tung Lashor se había ocultado en una zona rocosa del desierto a la luz de una tenue hoguera bajo el abrigo de una noche sin estrellas.á

Entre maldiciones y bramidos de dolor, el reptil procuraba que sus heridas no se infectaran. No daba muestras de ello y aún no había tenido fiebres de ningún tipo, tal vez había actuado a tiempo antes de que eso ocurriera. Su mente apaciguaba el dolor con la rabia hacia el desconocido que lo había dejado a su suerte ante esa alimaña, sabía que no debía confiar en prestidigitadores y magos, sabía que toda esa clase de artes eran dignos de plena desconfianza y desprecio, debió hacer hincapié en asegurarse que esa clase de seres no llegaran a su desierto.

Pero esa había sido la razón por la que había decidido confiar en ese sujeto, le había dicho que lo ayudaría, que juntos iban a lograr grandes cosas, pero ese extraño era un esclavo. Un esclavo de su propia locura. No fueron pocas las veces que repetía que "había grandes poderes actuando en ese momento" o "que se ganara el favor del Caos" y muchas más cosas que solo tenían sentido en el mundo que se creó en su cabeza.

Pero debía admitir que era alguien que sabía como hacer las cosas, apelar a su orgullo y engañarlos de tal modo para llevarlo a una trampa mortal donde tendría una muerte horrible y dolorosa. Era un sádico muy astuto. Si alguien de esa naturaleza poseía tales poderes mágicos era un peligro, que esperaba lo hubiera dado por muerto y no volviera a molestarlo otra vez nunca más.

Escuchó un ruido extraño, sus sentidos entraron en alerta, sus ojos iban de aquí a allá buscando la fuente de los sonidos que lo rodeaban.

-Vaya, ¿quién lo diría? ¡Sigues con vida! – Una voz molesta y burlona ríe a sus espaldas. Tung se voltea y ve a otro reptil mucho más pequeño y delgado con escamas verdes y una chaqueta marrón, descalzo y un arma larga de chatarra cuyas partes estaban soldadas firmemente. – O bueno, casi. – Vuelve a soltar una carcajada.

- Kolly. – Escupe con desprecio el reptil más alto.

- ¿Qué te pasa? ¿No estás feliz de verme? – Su actitud le estaba empezando a molestar y no llevaba ni un minuto con él. – Oh, no te preocupes, yo tampoco me alegro de verte. ¿Qué te pasó, eh? ¿Te peleaste con un cactus? – Vuelve a reír. Kolly siempre había sido un líder de una banda menor que no había sido nada menos que una molestia, siempre había sido un lame botas que durante un tiempo siempre intentó quedar bien con él, pero ahora… - ¿Qué has hecho de tu vida? Dime, las cosas están regulares allá fuera, ¿sabes? Vino La Horda y compró a todos en el Valle de los Perdidos pero apareció Huntara y sus amigos extranjeros y ahora es ella quien está siendo una molestia. ¿Y sabes qué? Estaba la enana esa, la orejuda con cola y la grandota con pinzas. – Sus manos se volvieron puños.

- En el Valle de los Perdidos, dices. – Dice Tung.

- ¿Qué? ¿Vas a ir por ella? – Una sonora carcajada más resuena en el lugar, la paciencia de Tung estaba menguando con rapidez. – Olvídalo, ya se largó con todos sus amigotes. Pero hablando en serio, ¿qué fue lo que te pasó? Digo, mírate.

- Me peleé con una cráneantula. – El que nada tiene, nada teme. Otra risa burlona de Kolly volvió a mermar otro poco de la paciencia de Tung.

- Vaya… - Recobra el aliento. – El calor por fin te derritió el cerebro. ¿Por qué lo hiciste? No, ¿sabes qué? No me importa. Venía a ver de quien era la fogata, creí que era una amenaza. Puedo dormir tranquilo sabiendo que eres tú. – Levantándose con un hilo de gracia en su voz empieza a hacer su camino de vuelta por donde vino. – Debo decir que ha sido agradable verte. Contraté a alguien para hacerle de bufón pero no me he reído ni la mitad con él que contigo. Si quieres trabajo, puedo… - Se interrumpió para esquivar una roca dirigida a su cabeza y salió huyendo a cuatro patas mientras reía.

Rabia. Nada más que rabia recorría su ser, quería aplastarlo como la sabandija que es. Quería tomarlo por el cuello y estrangularlo.

No.

Quería romperle los brazos, estrellar su cabeza contra las rocas hasta que su cráneo no fuera más que piezas óseas diminutas regadas sobre la arena.

No.

Le arrancaría la cabeza. Lo haría con su propia arma y colgaría su cuerpo de cabeza para que la sangre cayera. Su cráneo sería su recompensa.

Cerca de él una figura sombría, ocultándose detrás de una roca, veía los ojos del reptil arder con ira ciega y pura, su pecho se contraía con rapidez por su respiración agitada. Su pupila estaba dilatada y apretaba los colmillos de sus fauces sedientas de sangre.

-Sangre, para el Dios de la Sangre. -dijo el desconocido como un susurro tenue y siniestro. - Cráneos, para el Trono de Cráneos… Si, que así sea.


Desde la llegada de She-ra, durante el último año todas las zonas que habían sido abandonadas por el avance de la Horda fueron rehabitadas otra vez pues entre la población etheriana la esperanza había regresado, sin embargo no significaba que debieran bajar la guardia. Los hordeanos podían movilizarse de un momento a otro y desplegar tropas y bots en cualquier parte de Etheria en cuestión de horas. Nada a lo que no estuvieran acostumbrados.

Después del incidente del portal la guerra había llegado a un punto muerto, bastante común cuando un conflicto se extiende durante 40 años, ningún bando hacía ningún movimiento esperando a que el otro actuara. Pero Adora durante ese período no se dio la oportunidad de relajarse estando siempre atenta a cualquier indicio de actividad hordeana, más después de haber presenciado de primera mano hasta que punto estaba dispuesta a llegar Catra.

Cuídense entre ustedes fueron las últimas palabras de Ángela, acompañadas de una sonrisa amable y una mirada misericordiosa, y haría todo lo que estuviera bajo su poder para cumplir con eso. Se lo debía.

Elberon debía estar a al menos unos dos kilómetros de donde estaban, Swift Wind vigilaba desde los cielos si veía algún rastro de los hordeanos. Cuando la general informó sobre el súbito reinicio de operaciones de La Horda sabía que no tenía ni un segundo que perder, después de todo, She-ra debía proteger Etheria y ahora con la nave de Mara sabía que podía encontrarle un uso útil y descubrir cosas sobre su origen. Si la reparaban, claro.

-Deberíamos estar cerca de Syndall. – La voz de Bow la saca de sus pensamientos.

- ¿Syndall? – Pregunta ella.

- Una villa igual a Elberon o Thaymor. Fue una de las primeras en ser rehabitada después de La Batalla de Luna Brillante. – Explica Bow. - ¿Crees que Swift Wind haya visto algo?

- Ni siquiera sé donde está. Conociéndolo tal vez se haya perdido. – Dice Adora volviendo su mirada al cielo buscando al corcel alado.

- ¿Qué crees que esté planeando Catra ahora?

- No lo sé. Pero sea lo que sea no dejare que se salga con la suya. Ya ha causado suficiente daño. – Las palabras de Adora salían con un enojo bastante anormal para Bow. En el Desierto Carmesí atacó a Catra con uso desmedido de fuerza que no había usado las otras veces que se habían enfrentado. Sabía que estaba enojada con ella, ¿pero tanto así?

- Mira. ¡Ya estamos aquí! – Dice Bow con efusividad y echa a correr. – Escuché que hacen un platillo especial hecho de… - Bow se detiene y es alcanzado por su amiga rubia. – No hay nadie.

Ambos empiezan a caminar dentro del terreno de la villa. Había un par hogueras apagadas hace tiempo, las casas y chozas hechas de barro en forma circular adornadas con listones y pintura de diferentes colores estaban abandonadas pero no había signos de que hubiera habido un ataque de los hordeanos. Revisaron casa por casa para ver si había alguien aun escondiéndose o algún indicio que les dijera a donde pudieron haber ido. Pero en cada casa que revisaban era siempre lo mismo; vacías, sin señales de pelea o huidas a la desesperada, todo en su lugar y ordenado. Como si el viento se los hubiera llevado.

Adora ve un rastro de pisadas sobre el suelo, debía ser alguien grande para dejar marcas tan profundas en el suelo. Siguiéndolas, llegó hasta el centro de la villa donde el pasto se veía aplastado, como si hubiera habido una congregación allí. Una sensación incómoda la recorría por completo. La punta de sus dedos las sentía frías y los ojos un poco cansados de repente.

-Adora, mira esto. – Voltea a ver a Bow que sostenía algo en sus manos.

- ¿De dónde sacaste esa daga?

- Estaba ahí tirada, y está manchada con algo pero no sé qué es. – No pasó su dedo por la hoja para examinar por medio del tacto porque se miraba a simple vista que estaba muy afilada.

- ¿Y eso? – Señala Adora sobre una de las puertas de las casas que daban de frente al centro de la villa. Sobre ella había un símbolo que no reconocía. Un círculo con flechas desiguales en tamaño apuntando a todos los puntos cardinales, las flechas de arriba eran mucho más pequeñas en comparación con las de la parte inferior. Estaba hecho con pintura roja muy espesa que había chorreado un poco. Un segundo piensa Adora. - ¿Eso es…?

- ¡Ahí están! – Bow y Adora dan un grito de espanto al ser sorprendido por el parlanchín caballo de crin multicolor. – Los estuve buscando por todos lados. Vi a un unos robots de La Horda cerca de Elberon ¡Vamos!

- De acuerdo, enseguida. ¿Adora? – La rubia da un último vistazo a ese extraño símbolo dibujado, esperando que no estuviera hecho con lo que creía que era.


Estaba ya cansado de tener que adoptar esa figura cada vez que esa mujer se le acercaba para revisar el avance de "ese dulce e inteligente niño", pero ya sabía lo que necesitaba y ya había tomado medidas por si las cosas no iban según lo planeado, pero nunca había sido el caso, Tzeentch siempre obtenía lo que quería, siempre hacía que los mortales hicieran lo que necesitaba, aun si tenía que esperar siglos. Pero esta vez no tendría por qué esperar tanto.

-¿No crees que te estás exigiendo demasiado, pequeño? – Cuestionaba Castaspella. Veía al alumno nuevo, del que no sabía de donde había salido, acomodar los libros sobre la historia conocida de las princesas de Etheria.

- Siendo sincero, no lo creo. Me parece un tema realmente fascinante pero ahora tengo que ir a atender otra cosa. – Decía mientras hacia su camino fuera de la biblioteca.

- Oh, ¿qué harás ahora? ¿Runas antiguas, conjuración, tal vez estudio de fauna etheriana? – Atosiga con entusiasmo al pequeño.

- Primero iré al baño.

- Oh… claro. Llevas mucho tiempo aquí supongo que es normal. – Le dedica una sonrisa empalagosa mientras el niño sale. - ¡Y deberías tener cuidado la próxima vez que hagas pociones! ¡Tener las manos rojas se ve raro!

Caminando por los amplios pasillos blancos y solemnes de Mystacor, Zetentch, con las manos rojas y el cabello amarillo, pensando en molesta que era esa mujer, pero ahora ya sabiendo lo que necesitaba no debía seguir tolerando estar tanto tiempo entre mortales. Su paciencia podía ser infinita pero una vez que llegaba el momento de que las cosas se pusieran en marcha le molestaba que algo se interpusiera en sus designios.

Llegando a una ventana abierta, mira para todos lados asegurándose de que no hay nadie, hace crecer su pierna derecha y la extiende por la ventana hasta que llega al suelo. Sus brazos, volviéndose tentáculos recubiertos por una piel parecida a una materia pulsante, los usa para apoyarse sobre los techos y almenas de la fortaleza. Escabulléndose entre las murallas, calles y los escasos torreones alargando sus extremidades y cambiándolas a voluntad de tentáculos a garras, y de garras a manoplas, alargando su torso y piernas haciéndolo lucir como una serpiente monstruosa y repelente a la vista, mientras 3 pares de ojos más cubrían esa masa amorfa que hacía pasar por rostro viendo de aquí a allá. Lo hacía sin tapujos ni disfraces pues sabía que a esa hora del día en esa zona no se encontraría nadie, estaría desperdiciando su poder y magia en banalidades.

Llegando hasta los límites del lugar, parándose al borde de ese abismo de nubes blancas que separaba a Mystacor del resto de Etheria se percata de algo indeseable. Volteando a su derecha se da cuenta de que un hechicero con rasgos de ciervo lo está observando con una mueca de horrorosa sorpresa ante lo que acababa de presenciar. Antes de que pudiera hacer otra cosa, este lo envuelve con una asquerosa y fuerte extremidad salida de su espalda y así como llegó al reino, se fue.


En alguno de los picos elevados dentro de los dominios de Luna Brillante, una esbelta y elegante figura mira hacia abajo y solo él sabe que pasa exactamente por su mente. Todas las lucubraciones que estaba planeando y los placeres escondidos buscando ser explotados al máximo era una constante duda que rondaba su mente pero debía ser paciente si quería bañarse en todas aquellas sensaciones placenteras que anhelaba.

-Haz tardado más de lo que esperaba. – Su voz grácil sonaba un poco fastidiada, girándose para encontrar a esa figura etérea con la que solía presentarse Tzeentch.

- †ê håz ¢ðñ†rðlåÐð má§ å †ï mï§mð Ðê lð qµê ê§þêråßå. – Contesta con esa voz que a oídos comunes serían palabras ininteligibles, a no ser que él así lo quisiera.

- Lo sé. Debería recompensarme a mí mismo por eso.

- ຖ໐ tē คtrēงคŞ ค hค¢ēr คlງ໐ hคŞtค ๑นē ēŞtē๓໐Ş rēคl๓ēຖtē liŞt໐Ş

- ¿Y cuándo será eso, hermano? – Su impaciencia estaba empezando a hacerse más palpable.

- ¢นคຖ໓໐ ฯ໐ l໐ ¢໐ຖŞi໓ērē คŞí

- ¿Desde cuándo eres tú el que toma las decisiones?

- ¿¢นáຖ໓໐ fนē lค últi๓ค งēຊ ๑นē ŞนpiŞtē ໓ē ຖนēŞtr໐ ¢ค๓pēóຖ?

- Está ahora mismo cumpliendo mis designios con fervorosa lealtad, mientras tú juegas a lucir como un inservible mortal ¿Hay algo que quieras decir que yo no sepa?

- fนiŞtē ēl pri๓ēr໐ ēຖ Şēຖtir lค ēxiŞtēຖ¢iค ໓ē ēŞtē ๓นຖ໓໐, ฯ คúຖ คŞí ຖ໐ hคŞ llēງค໓໐ ค ¢໐ຖŞi໓ērคr t໐໓໐ l໐ ๑นē pนē໓ē ໐frē¢ērຖ໐Ş ค ¢ค๓๖i໐ ໓ē นຖ p໐¢໐ ໓ē tน pค¢iēຖ¢iค. Şi ๑นiŞiērค ēŞ¢น¢hคr ¢໐ຖŞtคຖtēŞ prēŞi໐ຖēŞ pคrค ໓ēŞคtคr ຖนēŞtrคŞ lēງi໐ຖēŞ, prēfēriríค ēŞtคr คl lค໓໐ ໓ē kh໐rຖē. pēr໐ ¢໐ຖŞi໓ēr໐ ๑นē ērēŞ ๓ēว໐r ๑นē ēŞ໐.

- Siempre has sabido que palabras escoger, hermano. Aun así tengo curiosidad de saber. ¿Quién es él? – Pregunta el más joven de los cuatro Dioses Oscuros, refiriéndose al ser humanoide con rasgos de ciervo que estaba sosteniendo con un miembro repugnante que nacía de su espalda.

- Úñå hêrråmïêñ†å má§ - Dice simplemente sin intenciones claras.


Anochecería en unas horas, cosa que agradecía, pues el calor hacía que fuera peor lidiar con sus heridas. Tung Lashor había encontrado otra cueva donde esconderse y esperar a sanar por completo, pues ahora solo podía casar pequeñas criaturas que se arrastraban por las áridas paredes de los acantilados.

Pasaba las horas recostado esperando no tener visitas indeseables y tratando de no pensar demasiado en lo que sea, sus energías a veces desaparecían por completo haciéndolo dormir por periodos cortos de tiempo, ese instinto que desarrolló a lo largo de los años para no dejarse vulnerable ante posibles atentados contra su vida mientras dormía.

-Muerto no me sirves. Además de que sería una gran decepción para ellos dejarte vencer así nada más. Están acostumbrados a que aquellos que buscan su favor sean capaces de dar su integridad física y su propia alma; no esperan menos. – Lo había tomado desprevenido, pero lejos de asustarlo ahora solo le parecía molesto escuchar ese despojo de voz.

- Me parece que te di el espectáculo que buscabas. Parece que yo sobreviviera era parte de tu plan aunque muerto creo que hubiera servido igual. – Replica con molestia.

- El único artífice de tu fracaso, fuiste tú.

- Si tienes razón, y todo por creerte, ¿cómo pude pensar en serio que decías la verdad? – Se pone de pie para encararlo.

- Yo dije la verdad, pera has decidido creer que yo miento.

- Así es. Yo decido en lo que creo ¿y sabes por qué? Porque yo soy el dueño de mi destino. No esos poderes superiores que te has creado en tu cabeza. – El desconocido echa sus hombros para atrás y extiende sus alas un poco.

- Tu falta de fe me resulta molesta.

- Tu presencia me parece molesta. Lárgate y déjame tranquilo.

- No harás que ellos se hagan una mala imagen de mi. – La voz se vuelve sombría y profunda.

- Oh, no te preocupes. Ellos solo están en tu imaginación. – Siente como sus pies empiezan a ser devorados por la arena rápidamente, intenta moverse pero es engullido y para cuando se da cuenta sus piernas y tórax están bajo tierra.

- Tal vez te hace falta un poco de… perspectiva. – Lo último que ve antes de hundirse es esa máscara lisa y un par de ojos rojos resplandeciendo como hogueras ardientes.

Y cae. Cae hacia el vacío sin pausa y sin freno. Grita sin la esperanza de ser oído. Calor, hace calor de repente. Un par de estruendos resuenan en la nada, estruendos como cañones siendo disparados. Ve el fondo. Una luz naranja y amarilla que se hace más grande a medida que se precipita sobre un suelo rojo como la sangre y contra el que se estrella de lleno. Levanta el rostro y ante una torre negra como la noche se alzaba como si fuera una sombra contrastada por los colores del fuego a su alrededor.

-¿Qué es esto? – Pregunta consternado, intenta convencerse así mismo que es solo un truco de magia de ese prestidigitador embaucador.

El rugido de una criatura se escucha y ve como toda una horda de seres monstruosos con cuernos se le vienen encima a gran velocidad todos llevando espadas flameantes formando hileras llameantes. Abominaciones aladas y fornidas llevando látigos y hachas se aparecen en los cielos mientras vomitan llamaradas por sus bocas. Bestias cuadrúpedas con colmillos deformes y cuatro ojos en sus cráneos corriendo es debandada hacia él. El ruido de cañones vuelven a retumbar y seres con armaduras gruesas y rojas blanden mandobles repartiendo tajos feroces e inmisericordes contra pequeños y casi indefensos enemigos. Y en medio de legiones rojas de jinetes sobre bestias con armaduras pesadas y espadas en llamas un demonio con alas derruidas suelta un rugido atronador para después montar vuelo, y antes de recibir la embestida total de esa caballería pesadillesca cae sobre su espalda y vuelve a estar en la cueva y el desconocido solo estaba ahí de pie; mirándolo.

-¿Qué fue todo eso? – Exige alterado.

- Eso… puede ser tuyo. – La expresión atónita del reptil no se hizo esperar. – Las legiones del Señor de la Ira son nacidas de la destrucción y una insaciable sed de sangre. Son su salvajismo encarnado, la epitome de la brutalidad, recompensados por su ferocidad. ¡Úneteles a su despiadada cacería! Enaltece la ira del Dios de la Sangre y libera tu furia. Ofrécele sangre y cráneos para su trono. No crees ahora, pero tu fe vendrá a través de tu rabia. Solo tienes que dejarte llevar y entregarte o seguirás siendo humillado.

Humillado recordó su encuentro con Kolly, la mirada desdeñosa de los miembros de su antigua pandilla, a las forasteras. ¿Por qué? ¿Por qué había regresado? ¿Por qué seguía insistiéndole? Había sido solo una visión pero fue tan real, tan vivida que aún retumbaba el disparar de los cañones y el eco de los rugidos. Tal vez había algo de verdad en sus palabras pero aún debía demostrarle de lo que era capaz.

Sus heridas de repente ya no dolían, se sentía con fuerzas renovadas y algo en su interior crecía y le hacía sentir ansioso. Deseoso.


-¡Date prisa con eso! ¡Estoy hambriento! – Exigía Kolly desde una mal trecha silla elevada por un par toneles y una placa de metal donde descansaba a modo de un pseudo trono. Un pedazo de carne le es acercado por un ser de aspecto canino, Kolly lo muerde para después escupir el bocado. - ¡Esto es horrible! Si quisiera comer piedras, tomaría cualquiera del suelo. – Lo da una bofetada con el pedazo de carne, se acomoda en su silla mientras acaricia su arma puesta al lado suya.

- ¡Oye tú!, ¿Qué…? – Alguien afuera grita y los dos guardias que estaban a fuera de la carpa amarillenta donde Kolly se resguardaba son arrojados dentro la misma con un grito estampándose contra el suelo. Kolly se sorprende por lo sucedido, alguien más entra.

- Vaya, vaya. Miren quien es. – El rostro inexpresivo de Tung Lashor hizo sentir intranquilo a más de uno dentro de la tienda, más no a Kolly. -¿Qué puedo hacer por ti, grandulón?

- Me ofreciste trabajo. – Responde. - ¿Recuerdas? – La molesta risa de Kolly se hace presente de tal manera que parecía que le iba a dar un ataque.

- ¿Oyeron… eso… muchachos? Tung Lashor ¡ha venido por el trabajo de bufón! – Dice con dificultad mientras su risa se contagiaba al resto de granujas. – ¡Oye, Smirk! Prepara tus cosas. Tal vez ya no te necesite. ¡Espero que seas bueno!

- Créeme. Será placentero. – Avanza hacia Kolly, sentado ahí estaban a la misma altura.

- ¿Y qué sabes hacer además de dar pena, eh?

- Me especializo en hacer caras graciosas

- ¿Qué dices? ¿Cómo va a ser eso algo…? – Su frase es cortada mientras Tung Lashor le cortaba el suministro de aire con su mano izquierda.

- Ojalá pudieras ver lo graciosa que es tu cara ahora. – Había un eco de placer en la voz del reptil rojo. Los demás miembros de la banda se levantan rápidamente para auxiliar a su jefe, Tung usa el escuálido cuerpo del reptil más pequeños como maza para golpear a todo aquel que se le abalanzara.

Algunos lograron subírsele a la espalda, pero Tung los agarraba y los estampaba contra el suelo o los arrojaba contras las rocas o cajas de metal que había dentro de la carpa. A algunos los pateaba en el abdomen y los remataba con un poderoso golpe de su cola. ¿A esto le llamas banda? No son ni 20 ríe internamente. Kolly se retorcía intentando zafarse del agarre del reptil pero era simplemente inútil.

-No te ves bien, Kolly. ¡Tal vez deberías sentarte! – Lo arroja contra la silla la cual se precipita hacia atrás cayendo ambos con un estruendo mientras la plataforma improvisada se desarmaba dejando el arma de Kolly al alcance de Tung quien la recoge. – Liviana pero resistente. Servirá.

Kolly aun aturdido sobre el suelo, intenta levantarse hasta que su rostro es pateado con tal fuerza que hace que brote sangre de sus dos fosas nasales. Otra patada en su espalda, otra más en el abdomen. El pie de Tung empuja cara contra la arena mientras este intenta quitárselo de encima. Finalmente, Tung deja de hacer presión y hace que quede boca arriba mostrando su cara manchada con sangre y tierra.

Y sin vacilar entierra una de las puntas de la lanza en el pecho del reptil más pequeño. Sin dificultad, aún clavado en la lanza, lo levanta alzándolo cerca del techo de la carpa. La sangre corría por el metal ennegrecido mientras Kolly gemía y gimoteaba. Una extraña sensación de plenitud invadió a Tung Lashor.

-Te dije que iba a ser placentero. Aunque tal vez debí ser específico. – Con un movimiento arroja al pobre tonto hacia a un lado, zafándose del arma y golpeando el suelo y a algunos de sus compinches inconscientes. Ve entonces que hay un barril con brazas ardiendo y una parrilla ardiendo.

Toma el barril y lo saca de la carpa, tomando uno de los pedazos de carne por el hueso se dirige a derribar la carpa, haciéndola caer sobre sus noqueados habitantes, aunque pudo ver que algunos se movían. No importaba. Una vez la carpa había caído, tomo el barril y lo arrojó sobre la misma dejando que las brasas empezaran a consumir la tela, algunos gritos espantados empezaron a oírse y había algo debajo de la misma pero poco le importaba pues ahora tenía un arma nueva y el estómago lleno.


La altura nunca había estado del lado de Catra. Era pequeña, no más alta que Kyle, cosa que no era algo de lo que estar particularmente orgullosa puesto que cualquiera lo era. Sin embargo, no fue en la única cuestión en la que se sintió pequeña durante mucho tiempo pero ahora veía todo y a todos desde la cima, que siempre fue lugar.

Su anatomía, por otro lado, la había bendecido con habilidades que algunos solo desearían o soñarían con ellas. Sus brazos son delgados pero fuertes, sus piernas ágiles y resistentes; sus garras duras y afiladas. Los entrenamientos se le hacían molestos pues sentía que no reforzaban todo el potencial que tenía, además, si quería escuchar como Adora era mejor que ella ya tenía el resto de días para hacerlo.

Se desaparecía durante horas para mejorar sus propias habilidades sin ser molestada, perfeccionando un estilo único que ella había creado para sí misma aprovechando su físico y sus instintos naturales. Casi no recordaba la época en que sus garras eran blancas, era algo muy lejano que casi le parecía ajeno, pero si recordaba como estas se fueron volviendo negras a lo largo de los años a causa de las veces que estás se rompían haciéndola sangrar y cada vez que crecían iban tomando ese color.

Una vez que la heroína se volvió una constante molestia y su superioridad física una barrera a superar, sabía que no podía quedarse solo con lo aprendido. Debía mejorar. Y lo había hecho con creces pero sentía que aún le faltaba, que aún no le hacía suficiente daño. Era momento de probar algo nuevo.

Si algo había quedado grabado a fuego en su mente después de su quiebre dimensional, más allá de esos ojos verdes fulgurantes y esa inquietante risa de las ratas, fue algo que había visto hacer a una de ellas que captó particularmente su atención. Su cola era el más débil de todos sus miembros y todo en su ser debía ser fuerte en conjunto si es que ganar era su intención.

La rata en su visión usó la cola como una extremidad más para tomar una espada, si podía replicar eso, podría ser un recurso más que efectivo. El combate cuerpo a cuerpo era su especialidad pero pasó años entrenando con barras de metal ahora solo tenía que afinar el combate a distancia media. Aunque ahora lo más importante era aprender a usar su cola como algo útil.

No supo cuanto tiempo había pasado intentando hacer que su cola siquiera sostuviera con firmeza uno de los bastones eléctricos de La Horda. Entre gruñidos y un par de palabras mal sonantes, por fin pudo estabilizar el aparato. Dando un par de vueltas en esa bodega semi vacía para acostumbrarse un poco a la sensación y para que no se le cayera, creyó estar lista para intentarlo.

-A ver. Veamos si funciona. – Estás en un espacio lo suficientemente abierto para moverte. Ella se está acercando a ti a toda prisa con ese cuchillote lista para cortarte a la mitad desde arriba. Sé rápida. La imagen mental de She-ra yéndosele encima a gran velocidad blandiendo la espada con fuerza se apodero por completo de ella.

Echando a correr hacia delante, donde la visualizaba, fue tomando velocidad con cada paso e impulsándose con sus piernas da un salto calculando casi de manera exacta la altura debida para pasar por encima de la cabeza hueca de Adora y, usando los brazos para equilibrarse y un movimiento de cadera, intenta asestarle un golpe con el bastón estando este activado a donde en teoría debía estar su oponente. La simulación debía ser realista según ella. Lo único que consiguió fue que el bastón cayera sin siquiera haber tenido un resultado medianamente aceptable.

Siempre había sido más de esquivar los ataques y golpear en los puntos vulnerables con zarpazos y patadas rápidas, pero después de haber presenciado la saña con la que Adora atacó a Double Trouble en el Desierto Carmesí le hizo replantearse un par de cosas. Tal vez ser rápida ya no era suficiente. Tal vez debía ponerse a su alcance, y al mismo tiempo, estar lo más lejos posible.

No tenía ni la más remota idea de como ejercitar su cola para que hiciera lo que ella deseara, era incómoda para dormir en ocasiones. Pero su terquedad la estaba controlando en ese momento. Solo se limitó a intentar acostumbrarse a sostener el bastón.

Vamos se reprendía mentalmente Es una parte de ti, tienes control sobre ella. Sabía cuando y como usar sus habilidades, y si pudo aprender a usar un látigo en su primer intento ¿por qué esto era tan difícil? La sola idea de tener que rememorar alguna de esas visiones hacía que le recorriera un escozor que hacía que todo su pelaje se erizara. Y cuando lo hacía solo recordaba las pilas de cadáveres sobre las que caminaba y las carrosas oscuras tiradas por caballos negros que hacían al suelo estremecerse como temblores.

Pero recordó que tanto en su cabeza como la del ser alto y piel pálida una voz hablaba. Con odio todo es posible.

Un ardor invade su brazo derecho. Las marcas volvían a doler y un recuerdo ajeno visto desde sus ojos llega a su mente como un relámpago centellante iluminando el cielo nocturno. Un recuerdo de Adora reprochándole Tomaste tu decisión. Ahora vive con ella y su puño yendo directo hacia su rostro.

No sabía cuando había pasado eso. No sabía porque estaba en su mente y sabía aún menos porque la irritaba tanto. Pero lo hacía.

El bastón estaba sujetado firmemente por su cola, sentía cada fibra de la misma trabajando arduamente. Seguía viéndola ahí recordándole cosas que ya sabía. La vivida memoria del día en que la vio transformarse en esa cosa que durante muchas noches la atormentó.

Empezó a correr con fiera velocidad y cuando creyó tenerla cerca y esta estaba dispuesta a atacarla, Catra dobló sus rodillas y una vez en el aire hace girar su cuerpo sobre sí mismo y con un movimiento de sus caderas en sintonía con su cola logra golpearla justo en la cara. El bastón chisporroteo y un rayo verde salió del arma, sacándola de su trance autoinducido.

Cayó de pie, por un momento pudo jurar que escuchó su grito de dolor haciendo eco en el lugar. Una sonrisa satisfecha se dibujó en su rostro. Aunque el gozo no le duró mucho.

-Mi-au. – Una voz con acento refinado la hace voltear. – De verdad me impresionas, gatita.

- ¿Qué haces aquí? – Le reprende Catra a su más reciente "adquisición".

- Este no es el lugar más divertido del mundo y lo es menos si insistes en que me quede en cuarto frío y húmedo. – Se queja Double Trouble. – Sin mencionar que aún no he visto ningún… beneficio. – Hizo énfasis en lo último.

- Tendrás tu paga cuando yo tenga resultados. – Responde Catra tajantemente. – Antes de hacer cualquier cosa tengo que mostrarte con el "jefe".

- "El jefe", entonces, ¿hay alguien más a cargo? – Inquiere insidiosamente el cambiaformas.

- Solo le hago creer que es así. – Sonríe de lado mientras recoge el bastón eléctrico. – Demuéstrale tus habilidades.

Ambos comparten sonrisas maliciosas.


Ya no había más duda. No había vacilaciones. Cualquier atisbo de miedo había desaparecido por completo.

Tung Lashor avanzaba dando largas zancadas sobre la arena de aquel terreno que muchos temían pisar. Sus ojos estaban puestos en su premio y ahora estaba a la espera de que apareciera aquello que sería su prueba definitiva.

Aún estaba extasiado por la noche anterior. La satisfacción en su ser tras apuñalar a Kolly seguía a flor de piel y en su pecho ardía un fuego desconocido para él y estaba dispuesto a esparcirlo y quemarlo todo.

Un estruendo se oye a su lado. Ahí estaba su otro premio. Una craneántula tuerta chillaba e intentaba parecer intimidante, pero a los ojos del reptil, ya no era tan grande ni tan peligrosa.

-Ahí estás, asquerosa. – La craneántula corre a toda prisa contra el reptil. Con la lanza de metal en las manos espera hasta que esté a la distancia adecuada y una vez que la tuvo donde quería este salta y da un giro sobre su espalda, quedando debajo de ella y sin vacilar la apuñala en el vientre desprotegido con toda la fuerza que tiene.

La criatura lanza un repugnante grito y se las arregla para golpear a Tung con sus cuartos traseros pero su presa no tarda en reincorporarse y ya era tarde para actuar pues ya se había lanzado con las mandíbulas abiertas dispuesta a engullirlo. Otra de las puntas se clava en la parte superior de las mandíbulas.

Los brazos de Tung con fuerzas renovadas sobre la cabeza y con sus puños golpea los ojos de la alimaña. Esta solo gimotea intentando sin suerte quitárselo de encima. Aprovechando la desorientación de su enemigo corre como puede. Ya podía sentir el arma en sus manos. Su peso, sus brazos moviéndose cortando y desagarrando, el brillo de las puntas de acero resplandeciendo a plena luz del día o reflejando el brillo de las hogueras durante la noche.

(Suena Anthem of the Dead – God of War III)

Finalmente, pone sus manos obre el mango y tira con fuerza blandiendo el mandoble mientras escuchaba el aire siendo cortado por su filo. La craneántula sigue en donde la dejo con la lanza clavada en sus fauces y los ojos reventados y sangrantes. Tung carga contra ella a toda velocidad llevando su nueva arma como quien lleva una vara de madera delgada.

Da un corte y despoja de un tajo una de las patas del animal. Da otro y otro y otro; ya con varias patas cercenadas cae y Tung sube sobre la coraza de obsidiana y lanzando un eufórico y anormal grito entierra el arma a través de la armadura natural haciéndola crujir y resquebrajarse. La alimaña volvió a chillar pero fue silenciada cuando la espada atraviesa de lleno su cabeza acabando finalmente con ella.

Su respiración era agitada, sus manos estaban temblorosas y en su rostro se dibujaba una sonrisa desquiciada, como si hubiera disfrutado cada momento de sufrimiento de la criatura que casi lo mata.

Así es en el Desierto Carmesí

Una figura con alas negras vuela sobre él y desciende hasta quedar sobre la arena cerca del charco de sangre negra que se había formado por las heridas del animal. La máscara hacía imposible saber cual era su expresión.

-¡¿Lo ves?! – Declama sobre el cadáver del animal. - ¡¿Lo has visto?! ¡Soy el primero en matar a una de estas pestilentes criaturas! ¡Me he ganado el derecho de llevar esto! – Alza el arma a los cielos. - ¡Yo soy Tung Lashor!

- Yo nunca dudé de ti. Y ahora ellos tampoco. ¡Vamos! Tung Lashor. Tenemos trabajo que hacer. – Despliega sus alas para montar vuelo otra vez. -¡Enseñémosles a todos la gloria del Caos!

Una marca se graba en el mango de la espada y en muñecas, y a pesar de estar marcadas a fuego sobre la piel no siente. Empuña la espada otra vez y de un corte rápido decapita a los restos del animal. La sensación de gozo en su interior era tan grande, tan complaciente que sentía como si su magnificencia estuviera siendo atestiguada para beneplácito de quien lo viera.


This is War:

A warning to the people

The good and the evil

This is war

To the soldier, the civilian

The martyr, the victim

This is war

It's the moment of truth and the moment to lie

The moment to live and the moment to die

The moment to fight, the moment to fight, to fight, to fight, to fight

To the right, to the left

We will fight to the death

To the edge of the Earth

It's a brave new world from the last to the first

To the right, to the left

We will fight to the death

To the edge of the Earth

It's a brave new world, it's a brave new world, it's a brave new world

A brave new world

The war is won

The war is won

A brave new world