(en colaboración con davidomega59)
Los métodos y los resultados de la Capitana Fuerza podrían ser cualquier cosa, menos cuestionables. Sin embargo, parecía olvidar que no todos en La Horda son robots a los que puede poner un par de tornillos y una batería nueva y ponerlos a funcionar otra vez. Era el quinto día seguido de trabajo desde el incidente en Elveron y ahora se habían internado en la zona montañosa aledaña a Luna Brillante.
Supuestamente Lord Hordak había estado trabajando en algo nuevo, eso por lo general significaban problemas, pero últimamente las fuerzas hordeanas se sentían más motivadas por alguna razón.
Pero a Roger no le gustaban los turnos de sondeo, le parecían infructíferos, después de todo, los guerreros de la Rebelión se contaban con los dedos de las dos manos. No conocía a la Capitana de la Fuerza de nada, pero sabía reconocer a alguien inquieto cuando lo veía. Sea lo que fuera no podía hacer nada al respecto, era el escalafón más bajo en la jerarquía hordeana. Al menos Annie y Josgar se lo pasaban bien. En un tanque hordeano cualquiera lo haría, debía admitirlo.
-Deberíamos volver ya – Sugiere Roger.
- No hemos cubierto la zona que nos indicaron. – Responde Annie.
- ¿Y qué? No es como que vayamos a encontrar algo interesante. Solo ¡Oh, mira! ¡Un árbol! – La reputación de Roger no era la mejor entre su batallón, estaba hasta el final de la filas en las formaciones por una razón.
- Un día ¿Podrías dejar de quejarte un día? – Le suplica Josgar. – Además, ya casi terminamos.
- Menos mal, tengo hambr-¡¿EEEEHHH?!. – El tanque freno de golpe agitando a sus pilotos y provocando que Roger se cayera de su asiento y chocara con la parte trasera del asiento del piloto. – ¿Que rayos, Annie?
- Ese estúpido árbol se cayó de la nada. - Fue la respuesta mirando el árbol que ahora bloqueaba el camino.
- Bien, vuélalo en pedazos y vámonos.
- No es tan sencillo, torpe. – Annie se levantó de su asiento y salió seguida por sus dos compañeros. – La Capitana Catra nos va a colgar. – Dijo negando con la cabeza ente su mala suerte. El árbol había caído sobre la parte delantera del tanque aplastándola así que estarían un rato arreglando los daños. Pero había algo raro en como había caído ese árbol.
- ¡Allá! – Grito Josgar, y sus compañeros vieron que provoco su reacción.
De entre el bosque podían ver a varios civiles rodear el tanque, no se veían muy felices. Josgar sacó el bastón eléctrico de su cinturón y se vio como unas chispas saltaban de la punta.
-Guarda esa cosa, no van a hacernos nada. – Decia Roger pero se escuchó algo. Pasos pesados de alguien muy grande se escucharon desde la retaguardia. Y al voltearse lo vieron.
Un par de alas metal y cuencas vacías y oscuras los recibieron al mismo tiempo que todos los vellos de la piel de los tres soldados se erizaban y un escalofrío les recorría la espina. Solo bastó una mirada para catalizar tal madeja de sensaciones.
- Acérquense y vean. ¡Acérquense y vean! – Alzo su extraña voz al aire, los civiles parecían obedecerle. – Consideren esto su primer paso para reclamar justicia. – Dijo el extraño, y cada civil dio pasos cada vez más cerca y los tres soldados podían sentir en su piel que lo que pasaría, no era algo bueno... ni siquiera podrían imaginarse su destino.
My War:
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la
Let's start a new life from the darkness
Until the light reveals the end
Sinister faces, growing curses
This is my last war
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels playing disguised)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (with devil's faces)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling to their coins)
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (squeezing out their wisdom)
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels planning disguised)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (Rastis! Rastis!) (with devil's faces)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling on to their)
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (very last coins)
Destruction and regeneration
You are the real enemy (Rastis! Rastis! Rastis!)War!
(My) War!
(My) War!
Rastis! Rastis! Rastis! Rastis!
Catra había empezado a atesorar las noches que podía dormir tranquila, pero esta vez el sueño no era fuego por una vez.
Unos pasos presurosos y una respiración agitada se hicieron presentes e intento saber de dónde vienen, pero no quiere salir del agujero, los pelos de su cola estaban crispados. Algo estaba terriblemente mal, sus instintos le gritaban que algo estaba terriblemente mal. De golpe alguien apareció.
Una niña de piel pálida, descalza, con un vestido blanco y delantal rojo con cabellos dorados se mete también en el agujero. La niña la ignora por completo, como si no estuviera allí, su vista estaba hacia el exterior, moviendo los ojos de un lado a otro con rapidez. Su expresión desencajada hizo que el temor en Catra acrecentara y su miedo se intensificara.
Afuera se escuchaban pisadas y murmullos guturales desagradables mientras delante del agujero unas extremidades azules similares piernas tensaban sus repulsivos músculos y clavaban sus blancas garras en el suelo. El crujir de las ramas, el carrasposo ruido emitido de las gargantas de lo que fueran las criaturas que estaban afuera y la incertidumbre de cuantos de esas cosas habrían afuera hacían que Catra se hiperventilara, ¡Corre, Huye, Escapa!, era lo único que sentía en ese momento.
No importaba cuantas veces pasara, su mente se encargaba de crear nuevos escenarios para torturarla. Manos anormalmente grandes sostenían con cruda dureza puñales mientras acechaban en el exterior, su comportamiento era como el de insidiosos niños planeando alguna diablura pero con la única diferencia de que tenían intención de hacer daño real solo porque sí. La niña tapaba su boca intentando ahogar sus gritos mientras amargas lágrimas de desesperación bajaban por sus blancas mejillas. El solo pensar que alguien tan frágil sea sujetado por una sola de esas nauseabundas manos era estremecedor, y esto le trajo algunos recuerdos también.
Finalmente, fueran lo que fueran, deciden irse. Catra logra distinguir como de sus espaldas se contoneaban largas protuberancias y sus colas largas y azules azotaban la tierra a su paso firme y poderoso.
Tanto ella como la niña suspiran con alivio. Catra intenta relajarse mientras pasa sus manos por larga cabellera. ¿Por qué sigues teniendo miedo? Ellos no pueden tocarte. Aunque…
La figura temblorosa de la niña se abrazaba a sí misma mientras secaba un par de lágrimas que caían por sus mejías. Sus pies descalzos y sucios se veían sangrantes, como si hubiera corrido por horas y no le importara lo que se le clavó en los pies mientras huía. Esta escena evocaba en Catra una extraña sensación de familiaridad. No por la niña, sino por su estado.
Allí en ese agujero en el suelo vino a su mente aquellos días lejanos de su infancia cuando huía de la figura de Shadow Weaver después de alguna de sus reprimendas venidas a base de nada, o porque hablo "fuera de turno" como decía siempre.
Sola, temerosa y recurriendo a la oscuridad para aplacar la impotencia y el enojo donde sentía que nadie la lastimaría, intentando olvidar fuera lo que le hubiera hecho esa decrepita hechicera, aun si eso no evitaba que llorara hasta no poder más.
De pronto, una garra rosada atravesó la parte superior del agujero y unos rocambolescos y aversivos músculos apretaban a la niña que con un grito de horror es jalada hacia afuera con dureza.
Catra salió del agujero solo para atestiguar como una abominación antropomorfa con fauces enormes, dientes amarillentos y tentáculos en su espalda se llevaba a la niña mientras esta gritaba y trataba de liberarse, a lo cual el monstruo solo sonreía por el aparente desafío de la niña.
Catra lo siguió con toda la velocidad que su cuerpo puede darle. El monstruo agitó a la niña mientras da alaridos desgarradores que debía de estarse haciendo dañó en la garganta. Estos eran atenuados los manotazos que la abominación daba contra los árboles. Catra le seguía el paso tan bien como podía, pero su mente era un huracán
¿Qué haces? Lárgate. Sal corriendo. No conoces a esa mocosa ¡ve hacia la otra dirección! Gritaba su mente.
Llegando a un pueblo arrasado por más de esos horrores azules y rosas, cada variando en tamaño, pero todos igual de repulsivos. Hombres con armaduras azules gruesas y pesadas portaban mandobles y escudos con una estrella de ocho puntas plasmada sobre el frío metal arrastraban a los aldeanos hacia el centro del lugar. Sus yelmos llevaban cuernos y no lograba ver sus rostros, solo negrura era distinguible a sus ojos. Y algunos estaban en discos de oro flotantes junto a una especie de seres extraños similares a una criaturas marinas con dientes largos e inmensos y múltiples ojos, pero también había seres repulsivos con cuatro o seis cabezas pegadas a un solo cuerpo con cuencas vacías, y cada cabeza tenía dientes afilados mientras cada expresión era distinta y de sus bocas salía fuego azul. No tenían piernas sino que flotaban y tenían al final de sus brazos unas pinzas que hasta parecían ser bocas lanzando fuego, como si las llamas que veían fueran una indicación. Esto era un festival de seres deformes, pero había uno más.
Del cielo descendió un ave famélica de plumaje blanco con piezas de oro en su ser, más alta que los hombres en armadura, con un cuello largo y un pico grande y grueso capaz de abrirle el cráneo a alguien de un picotazo y piernas retorcidas. En sus brazos delgados y al mismo tiempo, fuertes, llevaba un bastón con una gema azul y con su voz retorcida clama:
- La única constante en todos nosotros es el cambio, y ahora ustedes son parte de él y del plan del Gran Salvador. – El inenarrable espectáculo de mutaciones y deformación que le prosiguió iba más allá de cualquier horror que Catra hubiera podido concebir. Ni siquiera Shadow Weaver tendría el poder de hacer crecer extremidades, protuberancias carnosas, bocas y ojos en zonas anormales a otros.
Los gritos y alaridos de los pobres desgraciados sometidos a tal monstruosidad que atenta contra todas las leyes naturales conocidas fueron demasiado para Catra quien solo voltea la vista y aprieta con sus manos sus orejas para silenciar ese horrible coro de lamentos desdichados, pero nada le permitió esa calma, y cuanto más pasaba, mas podía oír el grito de la niña elevándose sobre el resto mientras oia el eco de la risa de posiblemente el pájaro gigante.
Un espasmo la hace despertar sobre un escritorio. Y tras tomar un par de respiraciones y calmarse pudo ver donde estaba. Había olvidado que se había trasladado a las montañas para probar su nuevo juguete. Pero ahora… Se sentía cansada, pero temía volver a dormir.
Pasa una mano por su mejilla. Una lágrima. ¿Por qué? Todo estaba en su mente, esas personas no debían siquiera existir. ¿Era por ella misma? ¿Se estaba quebrando?
No
Ella es la Capitana de la Fuerza. Ella llevará a La Horda a la victoria. Ella arrasará La Rebelión. Ella destruirá a She-ra. Llorar no es algo que esté entre sus planes.
Desde el aumento de la actividad de La Horda y el incidente en Elberon, para Adora se volvió prioridad cubrir todas las zonas de Los Bosques Susurrantes que fuera posibles. Según algunos rastreadores, los hordeanos habían establecido una base en algún lado de los bosques y si había un número considerable de transportes pesados es porque estaban preparándose para desplegar alguna clase de arma nueva.
Algo dentro de ella le decía que los robots regenerativos que atacaron Elberon eran solo el principio de algo más grande, y con Entrapta aun trabajando para ellos su desarrollo tecnológico solo iría en aumento cada día que pasara y eso la hacía sentir muy ansiosa.
Aunque, en honor a la verdad, últimamente se sentía ansiosa casi todo el tiempo y no entendía el porqué, era una sensación desagradable que recorría todo su ser y le hacía sentirse mermada, no de forma física ni mental. Era algo que simplemente no entendía y no sabía como explicar.
Pero ahora debía concentrarse en otra cosa. No le gustaba la idea de separarse, pues los hacía vulnerables, pero no les quedaba más remedio si querían cubrir terreno. Andando sola por los bosques le hacía sentirse intranquila y al mismo tiempo relajada. Le daba tiempo a pensar las cosas.
"Todo tu asunto de heroína se está volviendo viejo" Le había dicho Catra. Si pudiera tenerla de frente le diría que en realidad se estaba volviendo agotador, después claro, de haberle dado una paliza.
Apenas si tenía tiempo de descansar últimamente, sus pensamientos le carcomían la cabeza con todas las formas posibles que Catra pudiera hacerle daño a sus amigos con alguno de sus planes, la imagen de la Reina Ángela sonriéndole con una dolorosa calidez mientras tomaba su espada para terminar con aquel vórtice de locura en la que Catra los había metido.
No lo entendía. Simplemente no lo entendía. ¿Por qué Catra estaba tan empeñada en hacerle daño? Su deserción de La Horda no era una excusa, habían sido amigas y como tal, le ofreció la oportunidad de hacer lo mismo. Pero decidió no hacerlo y parecía que solo ella cargaba con las consecuencias por los actos de las dos. Sabía que ser She-ra acarrearía responsabilidades y creyó poder lidiar con ellas. Ya no estaba tan segura. Pero era una heroína e inspiraba a la gente. Era el símbolo de la lucha contra La Horda.
De la nada algo capta su atención. Sus instintos le alertan de algo cerca, tomando su espada con ambas manos, busca con la mirada… algo. No entendía el qué, pero había algo a su alrededor y se sentía amenazada. Agudiza sus sentidos y detecta movimiento a su derecha, detrás de unos árboles y algo de maleza. ¡No voy a caer en otra de sus trampas!
Su espada silva mientras corta el silencio del lugar al momento de ser blandida, brillando tenuemente con el movimiento. Hojas verdes se desparraman por el lugar como lo haría la sangre a través de una herida. She-ra corre hacia adelante con la punta de la espada precipitándose contra lo que estuviera del otro lado solo para frenar su cuerpo al ver a un hombre de rasgos finos y una túnica blanca con detalles morados y un colgante con un cristal púrpura a punto de ser apuñalado.
No sabía si ella había logrado desviar su ataque a tiempo o el hombre tenía unos increíbles reflejos, pues en cuestión de segundos ya no estaba en la trayectoria de la espada.
El hombre no se veía ni exaltado, sobrecogido ni mucho menos asustado, solo miro con una ceja levantada todo lo que paso. Cualquiera que viera a alguien de dos metros tirársele encima con una espada de esa envergadura intentaría por lo menos cubrirse. Pero no se inmutó en ningún momento. Ya debió haberla visto venir.
-L-lo lamento mucho, señor. C-creí que… - Estaba intentando disculparse. – N-no había visto que era usted, yo eh…
- Creíste que era de La Horda. – Confirmaba el sujeto.
- Pues… si. ¿Qué hace por aquí de todas formas? No debería viajar solo, menos cuando…
- ¿La Horda tiene a sus patrullas por todos lados? Así ha sido los últimos años, tengo entendido. Menos mal aquí está She-ra para protegerme. – El tono algo despectivo se hizo demasiado evidente.
- Si, aquí estoy. – Levanta su espada hacia el sujeto. – Y ¿Hacia dónde se dirigía? ¿Si puedo preguntar? – El sujeto pasa su dedo sobre la hoja de la espada hasta casi rozar la piedra rúnica.
- Oh, piensas que soy un espía. Eres precavida, no me lo esperaba. Me llamo Nesaalesh y déjame reconfortarte diciendo que solo soy un emisario de Mystacor, acabo de salir de Luna Brillante. – Aparta la espada de su delicado pero afilado rostro.
- Pues está un poco perdido, por lo que veo. - No veía nada cercano a un mapa con él.
- Al contrario, sé exactamente donde estoy. Pero lo que busco parece no querer dar señas de salir. - - Su respuesta hizo que ahora fuera ella quien arqueara una ceja.
- ¿Y qué es lo que busca exactamente?
- Dime, She-ra, en alguna de tus excitantes aventuras ¿has visto algo que pueda liberar una cantidad considerable de magia?
- ¿Qué está diciendo? – She-ra frunce el ceño.
- Hace un tiempo percibí una anomalía que llamó poderosamente mi atención. Una anomalía mágica, tan grande que podría ser capaz de curvar una delgada línea entre la realidad y lo que hay más allá. – Sabía lo que se refería, pero no quería recordar ese día. Aún no habían determinado el daño que había causado la apertura del portal en Etheria y las personas no sabían que había pasado en realidad con la Reina y era mejor así, pero cualquier resquicio que implicara problemas en el futuro debía ser encontrado.
- Creo que sé de lo que habla, pero… fue algo grande y terrible. Mucha gente salió lastimada y pudo evitarse, si tan solo ella no hubiera… - Se interrumpe a sí misma antes de perder el control.
- Entonces sabes quién lo hizo. – Vuelve a confirmar Nesaalesh. Ella solo suspira con pesar.
- Sí, fuimos amigas cercanas durante mucho tiempo y ha tomado tantas malas decisiones y creí que podía ayudarla, que de alguna forma todo el tiempo que vivimos juntas significaría algo, que YO significaría algo ¡pero es imposible! Está tan metida en sus ideas y nada va hacerla cambiar de opinión y ahora solo me queda… - Vuelve a respirar profundamente y trata de recobrar la compostura al darse cuenta que estaba contándole algo tan personal a un completo desconocido. Ni siquiera Bow o Glimmer sabían tanto de su vida en la Zona del Terror con Catra.
- Por lo general los amigos van y vienen, algunos se quedan y otros no. Pero sobre todo algunos envidiaran los logros de uno y querrán destruirlos, así que lo más placentero es mostrarles que no te afecta. – Adiós, Adora. Recordó ese día que quedaron encerradas en el Castillo de Cristal, el día en que la hicieron rememorar varios de los momentos más difíciles de su vida. El día en que ella había dejado en claro como se sentía.
Catra siempre tuvo el potencial para hacer las cosas pero decidía no hacer nada ¿y esperaba que la ascendieran así nada más? Ella sí se esforzaba en hacer las cosas bien y fue así que logró volverse Capitana de la Fuerza. Cuando lograba lo que Catra no podía se molestaba como si tuviera algún derecho. Era una holgazana a la que la carcomía la envidia y ahora ella es She-ra, no podría ser She-ra aunque lo intentara. Por eso se empeñaba en vencerla, simple e infantil envidia.
Pero, ¿cómo podía alguien así estar siempre a su lado sin importar las circunstancias? Al fin y al cabo, aunque no le gustará, predominaban los buenos recuerdos sobre los malos
-¿Cómo puedes dejar de apreciar a alguien que significó mucho para ti durante tanto tiempo? – Pregunta en voz alta.
Nesaalesh se le acercó y le colocó suavemente una mano en su hombro, y al mirarlo, vio que este le sonreía melancólicamente y con sinceridad.
- Creo que la respuesta es obvia. Después de todo, si ya no es como creías que era entonces, complácete y disfruta con aquellos que aprecias. No hay mayor placer que el cariño y amor entre amigos. – Dice.
No podía quitarle razón. El tiempo de querer ayudar a Catra había pasado. Debía defender y proteger a sus amigos, a las princesas, a Etheria. Lo había prometido.
-Creo que… está en lo cierto. – Dice ella con ánimos renovados.
- Claro que lo estoy. - Le dijo mientras parecía sonreír por verla animarse.
- Y en todo caso, ¿por qué el interés en esa "anomalía"? – Cuestiona She-ra.
- Mi hermano y yo somos seres… curiosos. Él cree firmemente que todo debe cambiar ya que es el estado natural de todas las cosas que existen, así que cualquier cosa que represente ese cambio es digna de investigación. Yo por otro lado, hago esto por la mera satisfacción de hacerlo. Te sorprendería la cantidad de cosas que las personas hacen para alcanzar cierto nivel de realización.
- Pues supongo que tiene razón. – El extraño canto de un ave llama su atención. Era Bow dando la señal de alerta, no estaba lejos. – Debo irme ¡Tenga cuidado siempre, señor!
- Tu también, She-ra, tú también. – cuando She-ra desapareció de la vista, la sonrisa de Nesaalesh se extendió a una sonrisa tanto hermosa como perturbadora y antinatural, y un brillo malicioso purpura brillo en sus ojos.
En Gerbera las cosas no habían ido del todo bien los últimos días. Desde la desaparición de tres niños en inmediaciones de la aldea se habían organizado grupos de búsqueda en toda la zona aledaña que hasta ahora no había dado frutos o indicios de dar resultados alentadores, ahora debían ir más allá de los límites del pueblo. Seguían estando bastante lejos del centro de Plumería y, por lo tanto, de la guerra. Pero con los recientes acontecimientos ya no estaban tan seguros.
Además había algo que incomodaba a los habitantes del lugar, pues últimamente todas las noches sin falta se escuchaba un ruido sordo y distante. La primera vez creyeron que eran truenos de una tormenta en la lejanía, sin embargo su tendencia en el tiempo hizo que se descartara después de la primera noche. No sabían quién había sido el que comentó que podría ser maquinaría de La Horda, pues algunos deseaban que no lo hubiera hecho pues ahora había un miedo constante a que la guerra los haya alcanzado y que las desapariciones serían el primero de muchos males.
-¿A dónde irás mañana? – Pregunta Riz Mongrey a su amigo y vecino Carlus mientras lo acompañaba a la puerta de su casa.
- Hacia el sur. Con algo de suerte encontraremos un rastro. – Dice Carlus.
- Yo espero encontrarlos, Salia está devastada. – Habla Riz.
- Es una madre, Riz. Sería horrible que no lo estuviera. – Llegan a la puerta del hogar de Carlus. – Ah, perfecto.
- ¿Qué pasa? – Pregunta Riz.
- Ahora hay un sumidero en la entrada también. – Dice Carlus mientras se agacha para ver el sumidero.
- ¿Por qué el terreno se está volviendo tan desigual? Hay uno en medio de mi casa también. – Se queja Riz. – Les dije que ese hoyo era porque la tierra se está…
- Shhh. – Lo manda a callar Carlus.
- ¿Qué?
- ¿No lo sientes?
El silencio se hizo. Solo los ruidos de la noche, los quehaceres de las personas dentro de sus casas y uno que otro insecto haciendo los sonidos que la naturaleza les concedió se hacían presente. Y en medio de todo eso un golpeteo ahogado se escuchaba. Un rítmico compás que si se prestaba la suficiente atención se podía distinguir un crujir metálico. Un corazón de grandes proporciones que hacía temblar la tierra.
-¿Un temblor? – Pregunta Riz
- Un temblor no hace eso. – Responde Carlus
- ¿No creerás que es La Horda o sí? – Pregunta en voz baja Riz.
- No lo sé. Ten las mochilas listas. – Riz solo asiente.
- Hasta luego, amigo.
- Hasta luego.
-Cosa-Humanos buscar en todas partes, pero tonto-tontos nunca buscan en suelo. Los traidores escaparon con luz-brillo misterioso siii. –
Cientos de mandíbulas chasqueantes emitiendo chillidos hacen eco en el leve manto de oscuridad que los cubría. Objeciones y maldiciones en un lenguaje primitivo y ofensivo a los oídos de cualquiera repitiendo como dementes enajenados un nombre.
-¡Silencio!, Kalmtruz no estar aqui-aqui. Pero lejos no estar de seguro no-no. Cazar cosas-humanas y construir-construir. La grande necesita comida y base para cazar a Kalmtruz.
This is War:
A warning to the people
The good and the evil
This is war
To the soldier, the civilian
The martyr, the victim
This is war
It's the moment of truth and the moment to lie
The moment to live and the moment to die
The moment to fight, the moment to fight, to fight, to fight, to fight
To the right, to the left
We will fight to the death
To the edge of the Earth
It's a brave new world from the last to the first
To the right, to the left
We will fight to the death
To the edge of the Earth
It's a brave new world, it's a brave new world, it's a brave new world
A brave new world
The war is won
The war is won
A brave new world
