(en colaboración con davidomega59)
Las fiebres de su pequeña Silvy no dejaban de empeorar. Lo que al principio creyó que era una insolación había devenido en algo mucho más grave. No era envenenamiento por alguna serpiente o insecto, ni se había lastimado con alguna planta venenosa. Gamond creyó que yéndose a vivir a la zona sur intermedia entre la Zona del Terror y el Desierto Carmesí evitaría todos los peligros de la guerra, pero no tomó en cuenta los de la propia naturaleza.
Ya había intentado todo, desde sumergirle los pies en agua fría, hasta infusiones y brebajes. Incluso una vez ambos intentaron dormir a la intemperie para ver si el frío de la noche menguaba las fiebres, pero nada funcionaba y ya estaba desesperado.
¡Solo tiene 10 años! Se decía maldiciendo su suerte. Le había dado un último vaso de elixir calmante y eso la hizo dormir, por fin. Saliendo de la tienda para tomar algo de aire fresco y pensar que más podía hacer.
Viajar de regreso a la zona aledaña a Luna Brillante no era una opción, pues tenía que ir a pie toda la zona fronteriza a La Zona del Terror y sí lo llegasen a encontrar las cosas solo irían a peor. Podía al desierto y consultar con algún curandero o alguien que supiera de plantas medicinales, pero era igual o más peligroso. Corría el riesgo de morir deshidratado, devorado por algo o apuñalado por alguien.
Se le acababan las opciones y también el tiempo.
De repente un olor no muy agradable llega hasta su nariz. Intenta localizar la fuente del mismo, es entonces que ve a alguien caminando cerca de su casa. Duda por un momento en ir a buscar la lanza de metal que guardaba en el cobertizo improvisado pero desecha la idea al ver que se trata solo de un anciano.
Era bajo y robusto, con un bastón de madera seca, ropas andrajosas y carcomida, la falta de cabello en su cabeza lo compensaba con una tupida barba blanca y rizada.
-¡Hola! – saluda animosamente.
- B-buenas noches. – responde Gamond.
- Sí, tiene razón. Aunque tal vez llueva más tarde. – dice el viejo de manera afable. ¿Lluvia? ¿Aquí? Se cuestiona Gamond.
- ¿Lo puedo ayudar en algo? ¿E-está perdido? – La duda en la voz de Gamond se hizo presente. Era solo un anciano, pero las bandas del desierto no les importaría usar a un indefenso viejecillo para sus fechorías. ¿Qué le garantizaba que él mismo no fuera el líder de una de esas bandas?
- Parece que el que necesita ayuda eres tú. – dice el viejo mientras se le acerca a paso lento pero firme.
- Yo estoy bien, gracias.
- Oh, no. No me refería a que tú específicamente necesitaras ayuda. Puedo ver la aflicción en tus ojos. – el señor sonríe ampliamente mostrando que tenía algunos dientes negros. La peste que desprendía se estaba volviendo inaguantable.
- Bueno, yo… - Usa su mano como abanico para disipar el olor. –Mi hija… está muy enferma. – el viejo se muestra curioso. – Tiene fiebres desde hace varios días y no bajan, y… ya no sé qué más hacer.
- Entonces parece que vine en el momento adecuado. – ríe un poco.
- ¿Qué? ¿De qué habla?
- Sostén esto un momento, muchacho. – el viejo le da su bastón y empieza a caminar hacia la covacha de madera y hojalata que había hecho Gamond.
- ¡Espere! ¿A dónde cree que va? – llama Gamond.
- Espérame aquí, ¿sí?
- Si cree que voy a dejar que… - El mal olor se convirtió en una peste terrible que le hizo sentir arcadas. Se empezó a sentir mareado y no sintió cuando su cuerpo se desplomó en el suelo.
My War:
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la
Let's start a new life from the darkness
Until the light reveals the end
Sinister faces, growing curses
This is my last war
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels playing disguised)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (with devil's faces)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling to their coins)
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (squeezing out their wisdom)
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels planning disguised)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (Rastis! Rastis!) (with devil's faces)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling on to their)
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (very last coins)
Destruction and regeneration
You are the real enemy (Rastis! Rastis! Rastis!)War!
(My) War!
(My) War!
Rastis! Rastis! Rastis! Rastis!
Otra misión fracasada.
Glimmer entendía que no siempre se alcanzaría la victoria, lo podía tolerar. Lo que no podía tolerar es que sus amigos salieran lastimados y menos si era por decisiones que ella había tomado, y lo que más le molestaba de todo el asunto era que no podía intervenir porque ahora ella era la reina.
Y Adora insistía en recordárselo.
¿Qué acaso ese caballo no se puede callar? Pensaba hasta que tropezó con Flutterina. Era una niña entusiasta pero no podía mandarla a una misión si las cosas iban volviéndose cada vez más peligrosas allá afuera. Quería estar sola, necesitaba estar sola.
Apartándose del campamento de la Rebelión se adentra en el bosque y busca un lugar donde sentarse y pensar… o llorar. Últimamente tenía muchas ganas de llorar.
Llorar por la impotencia de mandar a sus amigos al peligro. Llorar por sentirse inútil mientras se quedaba en Luna Brillante. Llorar por sentir que no hacía lo suficiente, que no estaba cumpliendo con su promesa. Llorar porque Catra seguía allá fuera impune por todo lo que ha hecho.
Recostándose contra un árbol se deja caer mientras oculta su cara entre sus piernas. ¿Cuánto más iba a seguir esto así? Ella usando finas sedas mientras otros cargaban con el peso de las armas en sus manos. ¿Cuántos más debían salir lastimados? Adora habló pocas veces de Catra, pero de las veces que lo hizo pensó que no era mala del todo. Le dio el beneficio de la duda cuando le dio la Espada de Protección cuando escaparon de la Zona del Terror después del Baile de Princesas. ¿Pero ahora?
Parecía que el único que no quería darle una golpiza era Bow. Frosta era de las primeras en la fila para hacerlo.
Un pequeño tarareo se escuchaba cerca de ella. Eso le llamó la atención. Buscando de donde provenía vio a alguien que no esperaba volver a ver.
-¡Gilgamesh! – Nunca recordó su nombre del todo. Estaba sentado sobre una roca de cara a un pequeño estanque vestido como la primera vez que lo conoció.
- ¡¿Cómo fue que me llamaste?! – Decir que estaba molesto era poco. Recupera la calma rápidamente. – Lo lamento, su majestad. Es solo que… es poco grato que pronuncien mal mi nombre.
- Tú discúlpame. No recordaba tu nombre y eso es vergonzoso.
- Nesaalesh, para servirle. – Ahora sí recuérdalo.
- ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en Mystacor? ¿O en el campamento? – Cuestiona Glimmer.
- Mis caminos me llevan a muchos lugares y me hace coincidir con seres peculiares. Pero quisiera evitar la guerra lo más posible. No es mi campo.
- Yo… lo entiendo. Quisiera poder decir lo mismo.
- ¿Qué… la aflige ahora, su majestad? – se gira para verla de frente.
- ¿Puedo ser sincera contigo?
- Ciertamente.
- ¡Estoy irritada! – alza Glimmer la voz mientras sus manos se hacen puños. - ¡La Horda ha estado atacándonos indiscriminadamente y no podemos hacer nada porque siempre están un paso adelante! – La reina regente intenta que su respiración se normalice. El emisario no hace ni siquiera un gesto de simpatía.
- Están prediciendo sus movimientos, su majestad. – confirma el emisario. - ya sea porque lo vean o lo oigan, pero sobre todo, puede ser que haga algo predecible para ellos.
- ¿Predecible? – Glimmer empieza a barajar todas las posibles variantes que lo haya hecho llegar a esa conclusión. ¿Qué lo vean o lo oigan? Pero si no usamos maquinaría como ellos – No lo entiendo. Siempre actuamos de la forma más cautelosa posible. Casi no usamos comunicadores y casi no manejamos tecnología como ellos. ¿Cómo podrían vernos venir? ¿Y qué podría ser predecible para ellos? Ellos deberían ser predecibles para nosotros, She-ra conoce sus operaciones desde niña. – se tapa la boca ante tal comentario.
Nesaalesh la mira intrigado. Lo había arruinado.
-¡Por favor no le digas a nadie! Nadie fuera de Luna Brillante sabe el pasado de She-ra en La Horda.
- ¿Y destruir el símbolo de esperanza de la Rebelión? No me gusta involucrarme en la guerra pero eso no significa que no tenga mis inclinaciones, su majestad – eso reconforta un poco a Glimmer. – Ahora con respecto a su problema, déjeme darle un ejemplo. – se aclara la garganta. - Un niño siempre busca su alimento favorito cuando lo cocinan, así que uno sabe que este podría ocultarse para robarse un pedazo de comida, por lo general bajo la mesa, oculto bajo el mantel. Así como un depredador se dedica cazar una presa en específico. Es el mismo principio. Así que debe preguntarse, que es lo que ha hecho que predicen constantemente.
Glimmer reflexiona a velocidad luz todo lo que podrían saber los hordeanos para adelantarse a sus planes. En primer lugar, Catra conoce a Adora mejor que nadie y sabe como atraerla. En segundo, lugar sus recursos tecnológicos eran superiores y pueden crear robots en grandes cantidades en poco tiempo, por lo que no temen despilfarrarlos. En tercer lugar, según lo que le contó Bow de lo que ocurrió en Elveron, están conscientes de que pueden hacerle daño a She-ra.
¡LOS HORDEANOS SABEN QUE PUEDEN DAÑAR A SHE-RA!
-¡LOS HORDEANOS SABEN QUE PUEDEN DAÑAR A SHE-RA! – exclama Glimmer. – ¡Bow dijo que los atacaron por la espalda! ¡Saben que She-ra estará ahí así que siempre están listos! Deben tener canales de comunicación cerrados donde planean como moverse y porque rutas ir. ¡Nesaalesh eres un genio!
- Fue usted quien dedujo todo eso. Yo solo… sembré la semilla.
- ¡Debes venir a Luna Brillante conmigo! – lo toma del brazo. - ¡Te necesito, por favor!
- ¡NO! – se zafa del agarre con brusquedad. - No. Oh, no. No es recomendable.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- Soy alguien que si bien puede dar consejos, no soy tan centrado en la guerra y lo bélico. Eso sería más para… Un hermano mío con quien no nos llevamos bien. Pero aquí hay un consejo, solo debe ser más atenta, su majestad. Piense siempre en qué clase de reina quiere ser.
¿Qué clase de reina quiero ser?
-Debo irme, su majestad. Me necesitan en otro lugar. Tenga a sus amigos cerca siempre. – Glimmer no notó la insidiosa sonrisa formada en su rostro.
- Gracias por todo – Debo decirles. Si puedo evitar otra misión fallida lo haré.
Conmocionado sería la palabra correcta para describir como se sentía y aun así creía que esa palabra no alcanzaba. Su hija ahora estaba ahí de pie llevándole algo de comer después de ponerlo sobre un viejo sillón después de que despertara de su repentino desmayo. El mal olor aún persistía pero ver que su niña estaba mejor, es más, como si nada hubiera pasado, hacía que todo lo demás no importará.
-No lo entiendo. ¿Cómo lo hizo? – cuestiona al anciano.
- Es una muy vieja receta. – responde sin darle mayor importancia.
- ¿Cómo te sientes? – pregunta a su hija.
- Mejor, mucho mejor. Se siente raro llevar eso en la espalda, pero me ayudó bastante. – el viejo le había puesto una cataplasma verde y pastosa, se veía repugnante, chorreaba un líquido algo espeso y pegajoso y desprendía un olor igual de fétido que el del viejo. Pero no iba a discutir los resultados.
- No sé como pagárselo. – dice Gamond acercándose al viejo, le habría dado la mano pero prefirió no hacerlo.
- No te preocupes, muchacho. El placer fue mío. – responde afablemente el anciano.
- Vamos, debe haber algo que pueda hacer para agradecerle. – el viejo parece dudar por un segundo.
- Tal vez sí, pero no ahora. Debes cuidar de tu hija. Si el destino así lo quiere nos veremos otra vez. Ahora… - Toma su corroído bastón y se dirige a la salida. – Debo ir a otro lugar.
- ¿A dónde irá? – pregunta Silvy.
- Esa es la parte emocionante. – responde y se marcha del lugar dando una amplia y pútrida sonrisa.
Los skavens tienen una vida relativamente corta debido a su metabolismo, su sociedad está dominada por una traicionera jerarquía de clanes, de los cuales los llamados Clanes de los Señores de la Guerra conforman el grueso de la siempre creciente población de hombres rata. Los esclavos tienen la desgracia de nacer en ese escaño de la sociedad de los hombres rata y vivir en alguno de los peldaños más altos no garantiza una vida mejor.
Kalmtrukz nació y creció bajo la ley del más fuerte que impera en su raza, y como todo subordinado hizo lo que fuera necesario para mostrar su valía ante cualquier superior, y al igual que otros que ostentaban cargos, así fuera simbólicos, sometió a aquellos que estuvieran por debajo de él.
Pero la verdad era que ni siquiera alcanzaba un lugar tan alto en la jerarquía del Imperio Subterráneo, pero podía decir con cierto orgullo que era de los pocos que no pertenecía al Clan Skryre que lograba usar la Piedra Bruja para la creación de armas. Durante muchos años manufacturó y creó armas que sirvieran para los futuros propósitos de su raza pero lo que había atestiguado ese día superaba con creces todo lo que él pudo haber creado.
Máquinas capaces de crear ondas expansivas que destruyen todo a su alrededor era un espectáculo que cualquiera que se dedicara a ese oficio debía, como mínimo, admitir que era algo notable. Pero su naturaleza hacía que con la admiración viniera el deseo de recrear e incluso superar tal instrumento.
-Cosa-humanos crear máquinas grandes. Nosotros hacer lo mismo para sobrevivir para cuando Clan Mors vengan-vengan, si. – chillaba Kalmtrukz a los demás.
- No-no. Hacerlo no podemos, piedra bruja no hay-no hay. – Replica otro de ellos, visiblemente más grande que él.
- Falta no hace, no-no. Otras formas debe haber. Buscarla debemos, si-si. Encontrar a las cosas-humanos verdes. Ellos deben saber, si-si. – Exclama Kalmtrukz
- Otras formas usar no puso en esta situación, si-si. Nuestra condena será este camino. Reconsiderar las cosas debemos, si-si. Cosa-humanos no ser más listos que nosotros, no-no.
- Pero saber cosas. Nuevo lugar, nuevas cosas que usar. Pelear debemos y trabajar rápido. Clan Mors estar por ahí, lo sé-lo sé. – Replica uno en favor de Kalmtrukz
- Tú buscar, Kalmtrukz. Tú responsable de esto, si-si. Nosotros, hacer lo que podamos. – bramidos y quejidos punzantemente sucios y viles resuenan en su nueva madriguera.
No era la primera vez que Kalmtrukz consideraba otras alternativas.
¿Qué clase de reina quiere ser?
De su boca había salido esa frase. Para Shadow Weaver no había magia más grande que la de las palabras. Con una buena retórica se podía hacer que las personas pensaran o hicieran lo que ella quisiera e incluso insultar profundamente a alguien sin necesidad de aludirlo directamente y seguir siendo bastante zafio.
Pero últimamente hablaba sin notarlo, olvidaba hasta los más mínimos detalles de cosas que recién había hecho y sentía una tosca pesadumbres a su alrededor que no entendía. No era que divagara, las palabras tenían sentido y lógica, como si la Shadow Weaver de siempre estuviera ahí, y aun así, se sentía ajena al mundo. Los días pasaban y la guerra seguía su decadente curso apuntando a la victoria de La Horda.
Se movía de allá para acá en su jardín intentando que se viera más o menos presentable, pero lo hacía de forma mecánica. Cuando la hija de Micah vino buscando su ayuda supo que había logrado lo que buscaba y sin embargo no se daba el tiempo de disfrutarlo, pues se sentía como un muñeco de trapo manipulado por un mocoso. Sabía como hacer el hechizo, sabía que ingredientes usar y que palabras decir pero era como si estuviera fuera de perspectiva. Estaba consciente de su falta consciencia y no podía si quiera expresarlo.
Estaba siendo manipulada. Poseída.
-Sabía que me caías bien por algo, ¿ya te estás divirtiendo? – Dice Double Trouble con una insidiosa sonrisa.
- ¿Sabes qué? Creo que sí – Responde Catra al otro lado de la pantalla.
- Y supongo que tú lo disfrutas más que nadie. – una refinada voz habla, Double Trouble corta transmisión y toma la forma de Flutterina. Un hombre alto y delgado con un bello rostro entra mientras viste prendas moradas aterciopeladas. – No hace falta que hagas eso. Sé exactamente lo que eres y lo que haces. – el rostro de Flutterina demuestra sorpresa. - Vamos. No hay razón de tanta timidez, no le diré a nadie con quién está tu lealtad.
- Lealtad no es una palabra que vaya conmigo. – responde Double Trouble regresando a su forma original.
- Oh, claro que eres leal, pero a tus intereses. Es algo que tenemos en común. – el hombre examina al reptil. - Eres realmente un ser impresionante. Sembrar la discordia desde adentro haciendo que todo se consuma a fuego lento.
- Por el precio adecuado, todo vale la pena. – dice Double Trouble tomando asiento en un mullido colchón.
- Estoy de acuerdo. ¿Y cuál es tu precio? – inquiere el hombre.
- Lo lamento, querido, pero ahora estoy en una situación complicada como para estarme involucrando en otros asuntos.
- Oh, es una pena, pero considero que pronto ya tendrás tiempo de escucharme y dedicarte enteramente a lo que quiero ofrecerte.
- A como están las cosas, espero que sea pronto.
- Bien. – el hombre se levanta y se dirige a la salida. – debo decir que admiro tu naturaleza. No todos encuentran tal placer en sembrar… caos.
- Las cosas estáticas me parecen que son taaaan aburridas, hacer que haya algo de movimiento hace que todo sea un poco más interesante. – el reptil sonríe oreja a oreja.
- Se escucha como algo que diría mi hermano. Procura buscarme a mí llegado el momento. Un pequeño consejo. ¿Quieres que sea más divertido? busca darle esperanzas a alguien y cuando esté en su punto más alto... hazlos caer
- Lo tomaré en cuenta. – ambos comparten sonrisas cómplices.
Otro día de búsqueda, otro día sin encontrar nada.
La lluvia caía de forma torrencial desde hacía unas horas que era la música que acompañaba sus pensamientos. Carlus era incapaz de conciliar el sueño mientras cada vez más se escuchaba ese retumbar metálico a la distancia. Cada noche su ansiedad crecía así como su frustración por no poder hacer nada más por el día que ir por el bosque gritando los nombres de los niños desaparecidos recibiendo solo como respuesta el eco de su propia voz retumbando entre los árboles.
Ya mañana se decidiría si se aventurarían a ir a las regiones cercanas al centro de Plumeria o suspender la búsqueda. No sabía que pensar.
-¿Otra vez? – pregunta su esposa Ebbie.
- Si. - responde sin más. Ella se recuesta sobre su pecho suspirando para escuchar el latir del corazón de su marido.
- Te preocupas demasiado.
- No puedo evitarlo. Hay algo que no me gusta, tengo un mal presentimiento.
- Estás alterado y cansado. Intenta dormir un poco ¿quieres algo de té?
- Ebbie, yo… - el sonido de la tierra siendo escarbada de manera abrupta llama la atención de la pareja. Ambos miran a su alrededor intentando ver donde había tierra removida pero el suelo seguía intacto. Otra vez, y otra vez, y otra vez. Se levantan de la cama para buscar de dónde provenía el sonido y, tal vez, atrapar al animal que lo estaba causando. Debía ser grande para causar tal escándalo.
-¿Qué es eso? – Pregunta Ebbie.
- No… tengo… la menor idea. – dice Carlus levantándose después de haber buscado debajo de un mueble. Creyó escuchar algo parecido a un chillido. Chillido extraño y agudo, pero había algo raro, por un segundo creyó que había sido como una tenue risa.
Un grito de pavor absoluto se escucha en el exterior alterando a la pareja y los gemidos histéricos e hiperventilados de una mujer clamando por ayuda. Todos los vecinos salen de sus casas para ver el motivo de tal escándalo.
Ven a una mujer tirada en el suelo con la ropa hecha girones y en un estado de histeria absoluta. Carlus se acerca para tratar de calmarla pero la mujer solo grita articulando una palabra que escapaba de manera compulsiva de sus temblorosos labios. Su rostro está desencajado en una mueca de horror mientras apunta hacia la casa de donde había salido despavorida.
¡AHÍ! ¡AHÍ! ¡AHÍ! ¡AHÍ! – gritaba.
Carlus corre hacia su casa solo para tomar el primer objeto contundente que encontrara para luego dirigir sus pasos hacia donde apuntaba la mujer. Daba pasos largos y pausados, el suelo parecía querer ceder pues sus pies se hundían en la fría tierra. Se asoma por el umbral de la puerta divisando solo una profunda oscuridad, dentro algo regurgitaba un masticar apurado y una respiración acelerada.
Con pasos más cortos, se adentra en aquel velo sombrío dejando atrás el tenue brillo de las lunas de Etheria que alumbraban el cielo nocturno, el llanto de la mujer y aquellos sonidos desagradables se zambullían en sus oídos. Fue entonces que los vio.
Un par de ojos como rubíes sangrientos refulgiendo en aquella penumbra sinuosa casi a la altura del piso solo para ver como se levantaban hasta lo que el calculaba que estaba su pecho. Lo que estuviera ahí era grande y emitía ruidos que le perturbaban como si fueran palabras dispersas de alguien que divagaba en su delirio.
(Suena Reek – Ramin Djawadi)
Un coro de gritos horrorizados se escuchó al exterior mientras aquello se le tiraba encima. Era fuerte y su peste era terrible. Sintió un par de dientes traspasando la piel y músculo de su mano izquierda. Carlus patea y logra quitarse a lo que fuera de encima y al hacerlo, suelta un quejido casi como el de una persona común. Los gritos solo se intensifican.
Él corre fuera de la casa pero su cuerpo cae atraves de la tierra más suelta que antes, casi tragándoselo de lleno. Como puede, logra arrastrarse fuera del sumidero solo para ver con horrible sorpresa como unas ratas corriendo sobre dos patas, con ojos rojizos, puñales y espadas cortas, llevando ropas carmesí atacan a sus vecinos. Royendo, masticando, cortando.
Algo salta sobre su espalda mordiendo su hombro derecho, él lanza codazos para que lo suelte. Estrella la parte dorsal de su cuerpo contra la pared de una casa para liberarse de aquellas fauces llenas de dientes afilados. Algo grande y deforme, tan alto y robusto como un árbol, atraviesa las casas con poderosos puños, barriéndolas como si fueran hojas secas al viento mientras gruñía.
La madera de los árboles cruje, personas claman de terror, la sangre baña el verde pasto mientras el cielo se ilumina con rayos y se estremece con los truenos, y el palpitar metálico se intensifica mientras la tierra se abre y ríos de lodo adornados de sangre fresca se pierden en el agujero de donde se levanta una nube de un olor nauseabundo. Y de la grieta brotan cientos y cientos de ojos rojos y mandíbulas con colmillos podridos. Un mar marrón y rojo inunda Gerbera mientras una risa lunática se pierde en la noche solo un poco más alta que los aullidos de los habitantes.
(Suena Aura of Despair V – Overlord OST)
-ⱠⱠɆ₲₳₴ ₮₳ⱤĐɆ - reprende Tzeentch que tiene una forma cuadrúpeda con una especie de cuello alargado y musculoso del que brotaban pequeñas protuberancias que se alargaban y retorcían.
- El que debería estar impacientado soy yo. ¿Cuánto más vas a retrasar esto? – replica Slaanesh sentado sobre un tronco caído.
- N0 par3c3 ¡mp0rtArte, yA qU3 pasAs mUch0 t¡3mp0 con l0s m0rtal3s – contraargumenta Tzeentch, su voz ya no sonaba tan distorsionada
- Tengo que sobrellevar la espera de algún modo.
- T3nem0s uN pr0bl3ma – dice Tzeentch sin humor para tolerar los berrinches del Príncipe Negro.
- ¿Y ahora qué sucede? – pregunta Slaanesh con desagrado.
- Nurgle está aquí – la rabia en la voz, ahora completamente clara, era demasiado evidente.
- ¿Por qué eso es un problema? Era cuestión de tiempo para que apareciera.
¡No lo entiendes! ¡El no debería haber actuado ahora! Si sus mugrosos Portadores de Plaga empiezan a esparcirse por doquier, todo se echará a perder - De su parte posterior brotaron otros cuatro miembros alzándolo en el aire haciéndolo lucir como una monstruosa araña. El Gran Conspirador no solía mantener una claridad vocal al hablar, pero ahora su tono profundo hacía notar la molestia que le provocaba El Gran Corruptor. Eso o creía que era estúpido y no llegaría a entender la magnitud de tal "predicamento". Cosa que no podía molestar más a Slaanesh y en otro momento habría replicado, pero no solo Tzeentch puede hacer sus planes.
-Bien, si tanto te preocupa me encargaré de él personalmente. – dice Slaanesh.
- ¿De verdad crees que te escuchará? – cuestiona el Señor del Cambio.
- Seré razonable. Además, de hacerlo tú no sería prudente. Cada vez que están cerca el uno del otro hacen un desastre. – Slaanesh le da la espalda a su hermano y empieza a alejarse. – Ah, y será mejor que te apresures. Si Nurgle fue capaz de actuar antes de que lo previeras, no sería favorable que Khorne hiciera lo mismo.
Dentro de la mente del Señor de los Placeres se estaba empezando a gestar la idea de que talvez su hermano no era el más indicado para lidiar con ese mundo, después de todo, si no pudo prever el actuar de Nurgle y hacer algo para evitarlo ¿qué le garantiza que todo lo demás no se marcado por "improvistos"?
This is War:
A warning to the people
The good and the evil
This is war
To the soldier, the civilian
The martyr, the victim
This is war
It's the moment of truth and the moment to lie
The moment to live and the moment to die
The moment to fight, the moment to fight, to fight, to fight, to fight
To the right, to the left
We will fight to the death
To the edge of the Earth
It's a brave new world from the last to the first
To the right, to the left
We will fight to the death
To the edge of the Earth
It's a brave new world, it's a brave new world, it's a brave new world
A brave new world
The war is won
The war is won
A brave new world
