(en colaboración con davidomega59)

-Lilith. – el metal de su armadura crepita al voltearse. – Han venido más.

- Bien, démosles la bienvenida. – Se pone de pie y sigue a su adepto hacia donde recibiría a los nuevos seguidores. El brillo del fuego de una hoguera apenas iluminaba el lugar y el fuego se reflejaba en sus oscuras alas, los grupos de personas se arrejuntaban en círculos elevando oraciones a Los Grandes Poderes para que les concedieran la fuerza para librar las futuras acciones por venir en su nombre, confiaba que pronto les serían concedidos sus primeros dones.

Finalmente vio a los recién llegados. Era un grupo de siete personas, todos ellos hombres adultos y dos jóvenes que no pasaban de los veinte años, todos de piel blanca y cabellos claros. Llevaban mochilas donde habían guardado sus mullidos abrigos, pues eran del reino de las nieves y al igual que todos al verle por primera vez se sintieron inquietados por su aspecto. – Sean bienvenidos. – ninguno responde, solo comparten miradas nerviosas hasta que uno da un paso al frente.

- Hemos escuchado… que… puedes derrotar a La Horda. – dice el hombre mirando al vacío oscuro que amenazaba en las cuencas negras de los ojos de su máscara.

- Yo puedo hacer muchas cosas, pero lo que nos importa aquí es lo que ustedes pueden hacer. – la sombra de su figura cubre al hombre, desde atrás, sus alas parecían fauces engulléndolo en las tinieblas. – Y entre las tantas cosas que puedo hacer, es guiarlos en su lucha contra aquellos que buscan someterlos.

- Por favor, hemos venido por ayuda. No tenemos guerreros y tememos el avance de la Horda. – suplica el hombre.

- ¿Cuál es tu nombre? – pregunta Liltih.

- Oukli.

- Bien, Oukli, a como yo lo veo, no tienes más remedio que ser tú quien saque la casta por tu gente.

- ¿Yo? No puedo. No sé como sostener una espada.

- Entonces tendrás que aprender. – la figura alada se gira dándole la espalda y empieza a alejarse.

- No puedes dejarnos así.

- Les he dado la bienvenida, pero solo pueden quedarse aquellos dispuestos a cambiar su situación por su cuenta y escuchar la palabra de Los Grandes Poderes. Si no tienen la voluntad de luchar ¿cómo pueden tener la voluntad de vivir? – la dureza en su voz desánimo a Oukli.

- She-ra no sería capaz de darle la espalda a alguien que lo necesita. – interviene otro del grupo de Oukli. Todos los cultistas voltean ante tales declaraciones, la expresión de Lilith en ese momento era un completo misterio que era mejor no descubrir.

- She-ra no es capaz de proteger ni a sus allegados. La verdadera salvación solo vendrá a través de sus manos si dejan que Los Grandes Poderes los guíen. – alza la voz de modo que todos los presentes la escucharan. Una advertencia para los recién llegados y un recordatorio para sus seguidores. – Si esperaban encontrar un héroe que los salvara, lamento decepcionarlos. Pero, ¿qué tal un guía? Un maestro que le enseñe el único y verdadero poder que los hará libres.

- Haremos lo que sea, por favor. – súplica Oukli.

- Levántate, no debes arrodillarte ante mí. – ordena Lilith. – Ahora, lo primero que deben hacer es escuchar. – con un gesto los invita a sentarse alrededor del fuego. Con rostros dubitativos y pasos torpes se acercan a las llamas y toman asiento. – Díganme, ¿cuáles son sus placeres más profundos?


My War:

La-La-La-La

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti

Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la

Let's start a new life from the darkness

Until the light reveals the end

Sinister faces, growing curses

This is my last war

La-La-La-La

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels playing disguised)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (with devil's faces)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling to their coins)

Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (squeezing out their wisdom)

La-La-La-La

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels planning disguised)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (Rastis! Rastis!) (with devil's faces)

Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling on to their)

Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (very last coins)

Destruction and regeneration

You are the real enemy (Rastis! Rastis! Rastis!)War!

(My) War!

(My) War!

Rastis! Rastis! Rastis! Rastis!


Los Portadores de Plaga son las tropas de línea de las legiones de Nurgle. Estos repugnantes demonios son creados a partir de las almas podridas de todas las pobres criaturas mortales que han sucumbido a la terrible enfermedad conocida como la Putrefacción de Nurgle, una de las peores enfermedades creadas por el Gran Corruptor, que es contagiosa y casi incurable.

Tienen la apariencia de humanos horriblemente mutados, destrozados por la enfermedad y el hambre, y apestando a putrefacción, con suciedad innombrable acumulándose en sus manos y pies con forma de garras. Su piel es como la del propio Nurgle: resquebrajada, cubierta totalmente de úlceras y con cientos de larvas devorando su putridez. Lo poco que puede verse de su pellejo bajo las innumerables pústulas tiene un supurante color verde putrefacto con maliciemos toques marrones.

En el centro de su ser tienen un abdomen grotescamente distendido e hinchado, muchas veces abierto y reventado con heridas que rezuman pus y otras extrañas sustancias y que deja al descubierto los grandes y chorreantes órganos corruptos que contienen, desparramándose como si fueran gusanos surgiendo de frutas podridas. Sobre su prodigiosa mole descansa un flaco costillar cubierto por una delgada capa de carne verde u ocre, testimonio de la naturaleza de su amo.

No había nadie mejor que él mismo para reconocerlos cuando los tenía delante, ahora solo faltaba descubrir quién lo había arrojado frente a sus pies.

-La sutileza nunca ha sido tu fuerte. – dice una voz refinada que resuena en los árboles del bosque a su alrededor.

- No creí que fueras capaz de ensuciar tus delicadas manos con tal de llamar mi atención. – responde Nurgle aún en su forma de anciano. – Ven, Slaanesh. Esperaba que fueras tú quien viniera a verme.

- Y menos mal, Tzeentch estaba tan dispuesto a hacerlo por su cuenta. – aparece detrás de un árbol arrastrando su túnica blanca. – Que apariencia tan apropiada has adoptado.

- Lo mismo digo. – responde Nurgle sentándose sobre un tronco caído cuya madera empezó a pudrirse al contacto. - ¿Y qué tiene que decir El Gran Señor del Cambio para que hayas venido a hablar conmigo?

- Le preocupa tu actuar en este mundo, y aunque deteste admitirlo, yo también. – gira a ver el cuerpo del Portador de la Plaga al que desmembró nada más encontrarlo. – Debe haber alguien enfermo por aquí, ¿me equívoco?

- Un anciano con fiebre. – responde Nurgle sonriendo ampliamente. - ¿Por qué tal preocupación?

- Ya sabes como es Tzeentch, siempre… planeando. Y ahora mismo parece que estás interfiriendo con sus maquinaciones.

- Lo cual no podría llenarme más de júbilo. – dice socarronamente.

- En otro momento no me importaría su absurda rivalidad, pero en este mundo tan virgen, preferiría que no fuera así. – dice Slaanesh apelando a la razón.

- El Príncipe Oscuro siempre viendo por sus propios intereses. – dice Nurgle con ironía desde su asiento.

- Nuestros intereses. Será para todos. – dice Slaanesh.

- Sí, para todos. Es por eso que vinieron a mí inmediatamente después de que descubrieran este… - inhala ronca y profundamente el aroma del lugar. – inmaculado mundo.

- No pensábamos dejarte fuera, créeme.

- Claro, ¿y qué dijo Khorne al respecto? Todo está demasiado intacto así que asumo que dispusieron de él de otra forma.

- Tenemos más puertas a nuestra disposición aquí que en ese pequeño mundo con todos esos humanos, elfos y enanos. Tiene más lugares donde soltar su bruta ira.

- ¿Y qué pasará cuando descubra que ustedes dos, sobre todo tú, han estado jugando con pequeñas vidas mortales en lugar de estar derramando la sangre de todos para que vea quién es el más fuerte? – Nurgle intenta imitar el tono del Dios de la Sangre.

- Para cuando eso pase ya habremos actuado.

- Pero necesitan que yo me quede sin hacer nada.

- Por eso estoy aquí. Sé que eres razonable, Tzeentch no te entiende y no hace el esfuerzo por hacerlo. Yo en cambio te ofrezco a quedarte con una villa de forma temporal. Consideralo un indulto por los inconvenientes y por la afrenta de no haberte notificado. – Nurgle solo resopla ante el intento de Slaanesh por enmendar las cosas. – Cuando nuestro hermano haya terminado de tejer y empiece a tirar de los hilos, todos nos regocijaremos con lo que este mundo tiene que ofrecer.

- ¿Y cuándo será eso?

- Estoy apresurándolo para que lo haga, entre tú y yo, hay cosas que me está ocultando y otras que no está viendo.

- Creí que ese día nunca llegaría. – Nurgle ríe un poco. – Bien, aceptaré este… indulto. Solo trata de que sea lo que sea que esté haciendo, lo haga rápido.

- Sabía que llegaríamos a un acuerdo. No te preocupes, algo me dice que las cosas están yendo por el camino adecuado.


Desde que era niña, Scorpia se había asegurado de no demostrar preocupación, debilidad o miedo, sobre todo miedo, y menos en el ambiente que predominaba en La Zona del Terror y La Horda. Sin embargo daba rienda suelta a otros sentimientos, que sí bien también se le había dicho que no eran apropiados, consideraba que eran necesarios pues de alguna forma alguien tenía que tener una buena actitud lo cual había conllevado que se le considerara diferente, fuera de lugar, en el mal sentido, aunque trataba de no darle mucha importancia, después de todo; era una Capitana de la Fuerza.

Pero últimamente era difícil que su preocupación creciera y su miedo también. No solo por las constantes desapariciones de patrullas, sino también por el estado de Catra, quién se sobre esforzaba cada día más y parecía que no dormía para nada, así como también su actitud. Siempre había sido alguien difícil de tratar pero tenía la decisión y la convicción de hacer las cosas, era una de las razones por las que se sentía atraída por ella, pero últimamente actuaba de forma errática, alterada… desesperada.

Las largas jornadas a las que sometía a las tropas, la incesante producción de robots estándar y nuevos prototipos, su estado alterado y ansioso le hacía cuestionarse qué pasaba por su cabeza, nunca la había visto así y todo empezó después del incidente del portal y no importaba cuantas veces intentará sacar el tema a colación o las veces que le dijera directamente sobre los soldados desaparecidos, ella simplemente lo esquivaba. Algo estaba mal.

La Rebelión no actuaba de esa forma, ¿tomaban prisioneros para interrogarlos? No estarían ganando si fuera así, al menos que eso les estuvieran haciendo creer, pero ¿de verdad los dejarían tomar territorio si fuera así? No tenía sentido.

-¡Scorpia! – la aludida se da vuelta con un respingo al escuchar el ya habitual tono molesto de Catra.

- ¡Sí, señora! Digo, Catra ¿qué… sucede? – pregunta intentando recomponerse. No sabía como actuar ante las sorpresas.

- ¿En dónde están Lonnie, Kyle y Rogelio? Debieron haber venido hace una hora. – Catra se cruza de brazos esperando una explicación.

- ¿No han regresado? Qué raro, no suelen atrasarse cuando son cosas así de urgentes. – no era la respuesta que Catra esperaba.

- No puede ser. – aprieta el puente de su nariz con su dedos. - No sé ni porqué me molesté en preguntar, a veces parece que lo hacen a propósito. – regaña mientras dispone a irse.

- Catra, yo eh… - la felina se voltea esperando algo que aportará. - ¿Recuerdas… lo que te dije sobre las patrullas? Supongo que sí, te lo dije esta mañana, no eres tonta para olvidar cosas tan recientes, pero no crees que deberías reconsiderar que tal vez… -

- ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Seguramente deben estar por allí perdidos ¡porque son unos inútiles! O deben haber desertado, se está volviendo algo demasiado común. Creen que no los encontraremos cuando Etheria sea nuestra. – una retorcida sonrisa aparece en su rostro al decir la última frase. Scorpia nota que está sujetándose el brazo que resultó herido después de lo del portal.

- ¿Estás bien? – pregunta en voz baja.

- ¿Qué dijiste?

- ¿Te duelen tus...? Ya sabes. – señala a su brazo, pensar o decir que había resultado herida era algo que no podía asimilar y expresarlo en palabras.

- Últimamente es molesto, a veces arden y luego esos sueños… - Catra se detiene. - ¡Estoy bien! ¿Sí? Lo que debería preocuparte es que las cosas sigan funcionando aquí. Llama a esos tres chiflados y diles que necesito que estén aquí ¡YA!

- Sí, ahora mismo voy a…

- ¿Sabes qué? Lo haré yo misma. Solo así entenderán lo importante que es ese blindaje. – Catra se aleja dejándola con una sensación amarga en la boca.

Quería ayudarla, quería ayudar a La Horda, ser útil. Pero a veces, en lo más profundo de la noche, se cuestionaba seriamente si podría hacerlo. Si podría ayudar a Catra. Debía hacerlo, a pesar de que ella dijera lo contrario, sabía que eran amigas, solo que Catra no sabía como lidiar con otras personas que no fueran Adora y ella se encargaría de eso. Para ella el tiempo que han pasado significa mucho, incluso si fueran solo amigas.

Entrapta también era tu amiga. Esa voz que reprimía decidía ignorar cada mañana al despertar habló e hizo eco que cualquier otra cosa que podría haberse dicho a sí misma.


Ni siquiera las propiedades mutágenas de la Piedra Bruja le hacía tanto daño como esas brillantes esporas que caían del cielo y quemaban su piel. Su conocimiento sobre el mundo superior no incluía la existencia de esta clase de materiales, si podía decirle de esa forma, pero claro esos conocimientos pertenecían a un mundo que estaba muy lejos ahora.

Kalmtrukz corría por los bosques de ese planeta ajeno mientras su sucio pelaje marrón se chamuscaba cada que entraba en contacto con las esporas. Pasaba atráves de ramas y raíces salidas mientras el manto de puntos amarillos brillantes se hacía cada vez más denso.

-¡Quema! ¡Doler mucho, si-si! – subió hasta la copa de un árbol creyendo que la frondosidad del mismo lo protegería pero era rápidamente devorado por esa lluvia ardiente que había aparecido de la nada. Logra ver una estructura triangular que sobre sale por las copas de los árboles, parecía estar hecha de piedra pero era demasiado blanca y lisa para serlo.

Las hojas del árbol donde estaba casi se habían consumido por lo que no le quedaba más remedio que seguir con su camino, pero la curiosidad le había ganado por lo que emprendió marcha hacia la dirección donde había visto aquella estructura. Para su suerte, la zona entre su posición y aquel lugar era más frondosa por lo que las esporas no penetraban con facilidad por lo que se había librado del ardor momentáneamente.

Llegando al lugar donde había la estructura ve que se trata de un claro donde se alzaba el monolito que había visto con otras estructuras alrededor cubiertas por maleza que también estaba siendo quemada por las esporas y estaban traspasando el suelo de piedra tallada. Ve que de los agujeros hechos por la corrosión sale un brillo azulado, lo que indicaba que debajo era mucho más profundo y que había más bajo tierra.

Todos los caminos que tomaba lo seguían guiando bajo tierra.

El hoyo era más profundo de lo que creía y en el fondo parecía estar lleno de lo que parecían cristales de tonalidades frías. Algunas esporas le cayeron encima y se dispuso a irse y volver cuando esa tormenta pasara, pero una parte de la orilla se partió y cayó al vació, aferrándose al pedazo de suelo que finalmente llegó al fondo rompiéndose en el acto.

No parecía ser una cueva formada naturalmente y tanto las paredes como el suelo estaban hechos de cristales que formaban diferentes figuras y algunos parecían estar flotando o amontonados de modo que dificultaban el paso, ningún reto para él que había empezado su vida arrastrándose entre las rocas debajo del Viejo Mundo.

Pasando por un cúmulo de piedras cristalizadas llega hasta un pasillo largo y semi iluminado que recorre hasta llegar al marco de una puerta donde logra reconocer un par de voces femeninas y ve a una figura alta de color azul y violeta oscuros e inferior en tamaño con el cabello rubio y la piel blanca que parecían estar teniendo una discusión.

-¡Por supuesto! Era la ranura equivocada. Aun cuando sabes todo, no me dices nada ¡eres inservible! – el eco de la voz de la rubia resuena por el lugar quien parece arrepentirse de inmediato de sus palabras. La otra no muestra expresión alguna.

- Soy un holograma. Mi propósito principal es entrenar a She-ra, si no hago mi función, he fallado. Lo siento, Adora. – la figura alta desaparece de la nada consternando al skaven por tal acto que en cualquier parte del Imperio Subterráneo se consideraría como magia.

Un pedazo de techo cae dejando entrar las esporas mientras una tercera voz femenina se hace escuchar.

-¡Light Hope! – la rubia sigue de donde cree que viene la voz mientras él la sigue cautelosamente, llegando a otra habitación. – Mira lo que te traje, flores. Están floreciendo por todo el planeta. Huele. – Una visión hecha de la nada que ningún Vidente Gris podría conjurar cubierta de un espectro rosa desfila ante la figura alta y la rubia. Las dos proyecciones parecen tener una conversación amena hasta que el suelo se cubre de flores traslúcidas.

Kalmtrukz considera que lo mejor sería salir, estando el solo no podría hacerle frente a la hechicería que parecía abundar en el lugar y regresa sobre sus pasos solo para darse cuenta que hay tres caminos diferentes y no podía darse el lujo de explorar todo el lugar, volvería después con más tiempo y refuerzos ya que este sería un lugar idóneo para estar y prepararse cuando la inevitable llegada del Clan Pestilens sucediera.

Escucha pasos ir a su dirección y se esconde detrás de un pedazo de cristal esperando que no le descubrieran, la figura alta crea otro cristal triangular más pequeño que desprendía una luz blanca y se lo entrega a la rubia.

-¿Me prometes que esta ranura es la correcta? – cuestiona.

- Estoy treinta y seis por ciento segura. – responde la alta.

- Basta con eso. – la rubia inserta el cristal blanco en la ranura y de él empieza a brotar un brillo celeste que embulle la superficie donde lo había colocado, fue entonces que se da cuenta que estaba parado sobre un pedazo de escombro que había caído del techo y se empieza a elevar junto con otros escombros más dejándolo en el exterior una vez que terminó el ascenso.

El monolito se vio envuelto en la misma luz celeste y disparó un rayo de luz hacia el cielo mientras un halo creaba una onda expansiva que sacudió los árboles.

- Magia. – dice el skaven. – Magia y tecnología. No necesitamos Piedra Bruja, no-no. Decir a los otros debo. – las esporas habían dejado de caer y parecía estar amaneciendo. Emprendió la huida del lugar.

Si tendrían una oportunidad después de todo.


En la parte más austral del Desierto Carmesí se encontraba la zona más montañosa y barrancos que propiciaban sombra que permitía que creciera algo de flora. Era el lugar más idóneo para establecerse si podía tallar en la dura piedra. Sabía que había un par de bandas más o menos grandes que tenían una pseudo sociedad dentro de las entrañas de las montañas, con minas interconectadas entre ellas. Pese a no haber ido ahí desde hace tiempo, aun recordaba el camino perfectamente.

En otros tiempos le habría tomado más tiempo llegar hasta ahí pero el calor del desierto parecía no hacer mella en Tung Lashor, incluso si llevaba a rastras ese mandoble que había ganado.

Lilith le había explicado cómo podía aumentar su fuerza y su poder, así como obtener otros "dones", y estaba dispuesto a pagar tal precio y usarlo de excusa para atar cabos sueltos.

Debían ser los peores exploradores que había visto o simplemente estaba más alerta, porque sabía que estaba siendo observado desde que atravesó ese arco de piedra del desierto formado naturalmente. En la sombra podía sentirse frío en ocasiones pero su piel ardía con el calor del desierto. Una llama que ardí fervientemente y que esparciría allá donde fuera.

Llegando a un hoyo escavado en la tierra se dispone a entrar hasta que de las alturas cae un reptil de escamas negras y escarlatas con ojos como carbón ardiente un poco más alto que él, con una hilera de espinas amarillentas que recorría desde su cuello hasta su cola, donde se hacían más pequeñas.

-Oroshk Fuegonegro. – le nombra Tung ante su autodenominado tío que parecía no haber envejecido ni un día y seguía viéndose tan fuerte como el día en qué se fue.

- Vaya, vaya, vaya. El pequeño Tung Lashor ha vuelto a casa. Mírate, haz crecido un poco, hasta parece que te salieron músculos. – su tosca y carrasposa voz parece darle la bienvenida. - ¿A qué debemos tan inesperado placer?

- ¿Dónde está? – pregunta con firmeza Tung.

- Donde siempre, no sé como se vaya a tomar a esto. – Tung intenta pasarlo pero es detenido. – Alto ahí, niño, vas a tener que dejar esa cosa afuera. – Oroshk señala a su espada. Tung no dice nada y con facilidad y la clava en la arena. - ¿A quién le robaste esa cosa?

- Me fue entregada. – Oroshk solo atina a reír sonoramente. - ¿Desde cuándo no permite armas aquí?

- Han pasado cosas, niño. Créeme, para mí también es molesto. – Oroshk es la mano derecha del padre de Tung desde que tiene memoria, su brutalidad y salvajismo era un ejemplo y modelo a seguir para todo aquel que aspirara a formar su propia pandilla, pero eran solo una bola de aficionados en comparación. La única razón por la que el nombre Throsh era conocido, fue por todos los actos que Oroshk había hecho. A veces por orden de su padre, a veces por su propia cuenta.

Seguido de cerca por Fuegonegro, se adentra en la red de cuevas. Las madrigeras escarbadas y talladas en el centro de la montaña donde yacían los miembros de la pandilla, así como sus subordinados. Ya sea holgazaneando, ya sea dejándose llevar por sus bajos instintos junto a sus múltiples acompañantes.

El Señor de los Placeres siempre encuentra la forma de hacerse un lugar le había dicho Lilith. No le interesaba, no le importaba. Sabía que alguien que ya estaba mirando sus pasos.

El interior de la montaña estaba tallada en forma de cúpula y habían hecho una especie de traga luz, era lo suficientemente alto como para dar espacio a un segundo nivel superior y probablemente había otro nivel inferior. El centro del lugar estaba dispuesto de forma que por las noches se hiciera una hoguera gigante. Había pasajes que daban a otros salones con más madrigueras o cámaras para los que vivieran ahí. Dos escondrijos eran usados para cocinar los alimentos y una serie de tuberías hacía correr el agua hasta una pileta de hojalata.

En el segundo nivel había un hoyo grande y mejor tallado que los otros del cual salía un humo blanco, Tung encaminó sus pasos hacía allí, subió por escaleras talladas en la piedra y llegó hasta el lugar que era el único con mantas y colchas viejas y algo descoloridas, y ahí estaba. Throsh.

La Víbora Roja había descuidado su imagen estos últimos años. Donde una vez hubo abdominales marcados ahora languidecía una gran barriga, sus brazos fuertes ahora estaban fofos y se había dejado crecer una barba enmarañada y blanca, estaba ahí echado sin más, fumando raíces violetas, plantas venenosas que cubren con una membrana paralizante todo aquello que toque, pero inhalada es una potente droga relajante.

Con dificultad logró sentarse para encarar al desagradecido de su hijo.

- Al fin te dignas en visitar a tu padre. Mírate, muchacho, ya no estás tan flaco. – dice jadeando un poco. – Si hay buena cacería hoy deberíamos hacer un festín.

- Ya has comido suficiente, parecer ser. – replica Tung.

- Cuida tu lengua, serás mi hijo pero desde hace tiempo que eres un extraño por aquí. No te conviene decir cosas fuera de lugar, aún puedo arrancarte ambos brazos si me lo propusiera. – amenaza el viejo reptil.

- ¿Soy un extraño? ¿Desde cuándo? ¿Cuándo me echaste al desierto a mí suerte o desde que escuchaste que había logrado lo que tú nunca pudiste?

- Nunca aprendiste a escuchar o a obedecer. ¿Por qué debería sentir envidia de ti? Todo lo que hiciste fue solo porque yo te enseñé los caminos del desierto, de otro modo, solo serías otro esqueleto tirado por ahí. Si es que hubieras tenido la suerte de que quedara algo de ti.

- ¡¿Enseñarme?! Lo único que hiciste fue mandar a Fuegonegro a qué me azotara mientras tú te embriagabas y comías sin control.

- Y mírate, aquí estás. Alto y fuerte, igual a tu padre.

- No soy como tú. – Throsh reflexiona un momento.

- Tienes razón, muchacho. Yo aún tengo a mis subordinados, mis peleadores y a mis damas. A diferencia de ti. – Tung sabía hacia donde se dirigía el asunto. – No te asomarías al nido que te vio nacer si aún tuvieras eso de lo que tanto alardeas. – Tung aprieta sus puños. – Si hubiera sido por la acción de Huntara hubiera sido más honorable, ¿pero una forastera? – Throsh bufa. - ¿No habrás creído en serio que no iba a enterarme o sí?

- ¿Y si te doy tanta vergüenza por qué me has dejado entrar?

- ¿Vergüenza? Por supuesto, estoy sorprendido que pueda verte de frente, pero eres mi hijo. Quédate si quieres, pero no vuelvas aquí a verme. – Tung hace rechinar sus dientes mientras se da la vuelta dejando ahí al viejo. Fuegonegro lo lleva através de un pasillo y le deja sentarse en su agujero.

- ¿Cuándo se convirtió en eso? – cuestiona Tung. – Es incluso más vergonzoso.

- El tiempo nos da y nos quita cosas, niño. Desde que se volvió en esa masa inerte los días de saqueo y gloria se vuelven borrosos. Aún recuerdo cuando íbamos a los asentamientos de nuestros rivales tomábamos lo que queríamos y acabamos con el resto. – Oroshk aprieta sus puños y se relame sus secos labios. – No entiendo como pude dejarme someter por ese inútil. Siempre deteniéndome, siempre diciéndome que ya era suficiente. ¡Nunca era suficiente! Creo que tú entiendes ese poder ¿verdad? El saber que puedes arrancar una vida por el simple hecho de poder.

- Los fuertes hacen las reglas y solo ellos sobreviven. – voltea a verlo. – Aprendí del mejor. – ambos comparten sonrisas cómplices. - ¿Qué me dirías si yo supiera que hay una forma en que puedas saciar esa necesidad y ser recompensado? – Fuegonegro no parece entender. - ¿Quién crees que me dio esa espada?


Incluso en una tierra donde la miseria y el tormento son la moneda común del día a día como Naggaroth, Karond Kar se considera como un refugio especialmente sombrío. Es la única ciudadela se mantiene vigilante a la orilla del Mar Frío.

Karond Kar era la más lejana, siniestra y rica de las seis ciudades de Naggaroth, y disfrutaba de grandes riquezas como centro de intercambio de todos los esclavos que transportaban los invasores druchii por todo el mundo conocido. Por esto, la ciudad también es conocida como la Puerta de los Esclavistas, ya que es aquí donde las grandes flotas de saqueadores dejan su carga viviente. Miles de esclavos son arrastrados hasta este terrible lugar, hombres del Viejo Mundo, Elfos de Ulthuan, y muchos más de todos los rincones del mundo, todos ellos destinados a servir al Rey Brujo y sus sirvientes.

Desde los muelles, los esclavos son brutalmente conducidos encadenados entre la jubilosa multitud mientras sus captores los azotan para que marchen. Tal es el número de esclavos que los que caen al suelo están condenados a morir aplastados bajo los pies encadenados de sus compañeros mientras los látigos de los Elfos Oscuros los obligan a dirigirse a los mercados.

Los mercados de esclavos son enormes y los cautivos son conducidos a grandes plazas más allá de los muelles donde son examinados rudamente y divididos por edad y género, para destinarse a trabajar en las minas y canteras, o para servir en las mazmorras y cocinas de las grandes torres, aunque algunos desafortunados son enviados directamente a los altares de Khaine para ser sacrificados, con el corazón arrancado de su pecho.

Los palacios de los comerciantes de esclavos dominan los mercados para que de esta forma estén al tanto de cuando un Arca Negra regresa de sus saqueos.

Los Elfos Oscuros son educados desde que nacen como soldados e incursores y aprenden desde su más tierna edad que solo tienen lo que pueden saquear. Aunque su desconfianza natural y su egoísmo ocasionalmente menoscaban su disciplina, a los Elfos Oscuros les une su amargura sincera y su aversión por el resto de criaturas.

Los regimientos de Elfos Oscuros son la espina dorsal de los ejércitos Druchii. Están compuestos de guerreros procedentes de la misma ciudad y, a menudo, de una misma y amplia familia. Si la arrogancia de cualquier Elfo Oscuro ya es insoportable, los Espadas Marchitadoras llevan esa cualidad mucho más allá que cualquier otro Naggarothi. Cada uno se considera el mejor guerrero de su época, capaz de valérselas por sí solo y desdeñar el peligro. Thranzrad no era la excepción.

Caminando por los muelles de Karond Kar siguiendo a Endred, su superior si es que podía llamarle así, se dirigían a una Arca Negra que había arribado hacía unas horas y que ya había descargado a todos los esclavos que habían traído consigo, una orden dada por el mismísimo Rey Brujo exigía que se le comunicara a la capitana de algo urgente.

Los Elfos Oscuros suelen jurar su adhesión a un señor o casa gobernante particular y lucharán bajo el estandarte de su maestro, aunque éste vaya cambiando con el tiempo, aunque habían ciertas excepciones.

El hostil clima siempre presente en Karond Kar estaba desatado ese día en particular, haciendo caer una lluvia helada con fuertes vientos provenientes del este.

-No digas nada a menos que yo te lo diga, o ella te lo ordene. – índica Endred.

- ¿Quién puede ser tan importante como para que el Rey Brujo solicite sus servicios? – cuestiona Thranzrad.

- Yo sería más precavido con mis deseos. – advierte Endred.

El tamaño de un Arca Negra es difícil de concebir, pues varían unas de otras, pero en general son mucho mayores de lo que parecen desde la superficie del océano, pues se asemejan a ciudades fortificadas, erizadas con decenas de oscuras y amenazantes torres. Un Arca Negra sola es capaz de acuartelar a todo un ejército de guerreros elfos oscuros, junto con todas las máquinas de guerra auxiliares.

Dirigiéndose al camarote designado para capitán del arca, Endred no llama a la puerta dirigiéndose directamente hacia el capitán, o bueno, capitana quien estaba sentada en su silla dándole la espalda a la puerta.

-Detesto las visitas y más cuando son inesperadas. Que hayan venido mientras estoy descansando solo empeora las cosas. – sobre la mesa yacía un yelmo alto de color negro con una pieza dorada simulando cuernos volteados hacia atrás con un pequeña gema morada. La silla gira y son recibidos por un par de ojos morados con pequeñas ojeras, su cabello blanco caía sobre sus hombros, sus rasgos eran delicados resaltando su belleza pero distaba mucho de ser alguien frágil o débil.

Llevaba una armadura negra con acabados que formaban surcos en el peto con unas hombreras ostentosas con oro en la orillas, a pesar del aspecto le daba bastante movilidad. Los guanteles también tenían detalles dorados en los nudillos y las falanges estaban pintadas de un color rosa oscuro.

- No estaría aquí si no fuera necesario. – habla Endred.

- No estarías aquí si supieras lo que te conviene. – amenaza la druchii.

- A ti te conviene esto. – Endred muestra un pergamino enrollado, estira su brazo para entregárselo y ella lo toma dando un manotazo y empieza a leerlo rápidamente.

- ¿En serio no puede esperar al menos un día? Fue un largo viaje. – se queja ella. - ¿Y si escribió esto por qué te envía a ti?

- Porque no lo hubieras leído de haberle enviado por otro medio.

- ¿Desde cuándo se preocupa tanto por los "designios de Khaine"? – su forma de expresarse no era propia de un druchii, eso era obvio para cualquiera.

- Si los Poderes Ruinosos están de por medio, creo que lo hace tomar ciertas cosas en consideración. – dice Endred, cosa que tomó por sorpresa a Thranzrad.

- ¿Qué? ¿Acaso Malekith no puede encargarse de un simple demonio? Si fuera Valkia me lo creería. – solo por esa oración el castigo que debería de caerle sería algo más allá de lo severo.

- ¿Cómo se atreve a hablar del Rey Brujo? – dice Thranzrad. Ella solo le lanza una mirada desdeñosa.

- ¿Y este quién es? – pregunta.

- Ignóralo. Acaba de terminar su entrenamiento. – excusa Endred.

- ¿Entrenamiento? ¿Cuándo se perdieron las viejas costumbres? – dice la druchii. – Escucha, yo le hablo a quién yo quiera del modo que yo quiera ¿entiendes? – lo encara – Pregunte que sí entendiste.

- Sí, señora. – ella solo ladea la cabeza.

- Hay Cultos de Placer por doquier y colindamos con los Desiertos del Norte, ¿por qué de repente le preocupa lo que haga el Caos? – dice la capitana.

- Parece ser que Khaine ya no le complace la sangre de esclavos humanos y los patéticos Asur. Quiere más. Y la visión que tuvieron las brujas les ha revelado la existencia de un nuevo mundo, con nueva sangre, probablemente lo suficientemente pura para satisfacerle, y… - Endred es interrumpido.

- Y dejárselo todo eso al Caos hace que se irrite. Comprensible. – la druchii se levanta mostrando que su armadura le queda bastante ceñida, resaltando su figura. – Pero estos asuntos no me conciernen. Que envíe a alguien más, estoy cansada. – el tintineo de las piezas de la armadura chocando unas con otras hacen una extraña armonía con sus pazos sobre el suelo.

(Suena Wolves among Sheep – For Honor OST)

- Nunca creí que viviría para ver tan decepcionante día. – la druchii se detiene en el marco de la puerta. - ¿Cuándo fue que Velshakir Bloodcold se conforma con tan poco? – la rabia en su mirada era suficiente para hacer a cualquier guerrero del otro lado del océano tirar sus armas y rendirse pidiendo clemencia. – Uno pensarías que después de tantos viajes serías más ambiciosa. - A largas zancadas se acerca a Endred, desenfundando una daga oculta cerca de cuello, Thranzrad iba a hacer lo mismo con su arma pero un gesto de Endred lo detiene.

- No vuelvas a insinuar algo parecido sobre mí ¡JAMÁS! – su sombría voz era tan fría como el propio ambiente de Naggaroth. - ¿Cuándo debo salir?

- Lo más pronto posible. – dice Endred con un deje de satisfacción aun con la daga en su cuello.

- ¿Dónde?

- Norsca. – Velshakir guarda su arma haciendo una mueca.

- Bien, siempre es bien recibido el cortar un par de cabezas de bárbaros salvajes. – nuevamente dirige sus pasos hacia la salida. – Más le vale que me deje encargarme de esto. Si veo a Malus Darkblade y a su sucio gélido habrá problemas.


This is War:

A warning to the people

The good and the evil

This is war

To the soldier, the civilian

The martyr, the victim

This is war

It's the moment of truth and the moment to lie

The moment to live and the moment to die

The moment to fight, the moment to fight, to fight, to fight, to fight

To the right, to the left

We will fight to the death

To the edge of the Earth

It's a brave new world from the last to the first

To the right, to the left

We will fight to the death

To the edge of the Earth

It's a brave new world, it's a brave new world, it's a brave new world

A brave new world

The war is won

The war is won

A brave new world