Los personajes de She-ra and the Princesses of Power son propiedad de Noelle Stevenson y Dreamworks Animation y las razas y ubicaciones son propiedad de Games WorkShop.
(En colaboración con davidomega59)
Lilith había dicho que Él que Cambia las Cosas se relacionaba con todo lo que tuviera que ver con magia pero que aceptaba a cualquiera sin miramientos ni trabas de por medio, solo el ansia de poder, de ser algo más, de trascender a base de sacrificios. Sacrificios poco comunes de lo que se podría esperar en estos casos, pues el Amo de Fortunas exigía el sacrificio de conocimiento, aunque no cualquier conocimiento. Conocimientos prohibidos y peligrosos.
Cosa que contrariaba un poco a Jon Tolvok ya que en el Reino de las Nieves, de donde vienen, eso es un poco difícil de encontrar. Había dado la cara por She-ra pero Lilith había sido más indulgente de lo que aparentaba. Le incitó a no temer al Príncipe Oscuro a pesar de portar tal nombre pero el Amo de Fortunas le ofrecía poder a aquellos que lo buscaran.
Lilith les había hecho entender que solo ellos podían salvarse de La Horda, y solo él le ofrecía lo que buscaba. Poder. Poder para enfrentar a La Horda y hacer más de lo que La Rebelión haría jamás. Tras un par de conversaciones, tratos y una que otra mentira blanca de por medio, logró hacerse con un libro bastante peculiar.
Era un libro de herbolaria poco común, no es que haya visto muchos antes, era fácilmente saber que provenía de Plumeria aunque no tuviera créditos ni ningún crédito hacia quien lo había elaborado, pero estaba cuidadosamente separado por secciones. Le sorprendía la cantidad de plantas peligrosas o potencialmente peligrosas que había solo en Plumeria y como incluso podían mezclarse para crear gran variedad de venenos; ya fueran paralizantes o mortales.
Es lo último que se esperaría que viniera de Plumeria, pero es un mundo grande.
Encendiendo una pequeña hoguera con flores azules alrededor realiza un par de oraciones tan tenues, casi inaudibles excepto para los oídos más agudos arranca un par de hojas de aquel libro en la sección de venenos y las usa para envolver una de las flores azules.
El papel empieza a ser consumido por las llamas las cuales adquieren un brillo celeste mientras un humo con pequeños destellos se eleva. Un aroma extraño invadió sus fosas nasales, no es agradable pero tampoco repulsivo. A pesar de ser un par de páginas y una flor, se alza una columna de humo que no desaparece en el aire. Se contonea y gira alrededor de él y empieza a colarse entre los árboles.
Es una zona bastante alejada de Los Bosques Susurrantes, colindando entre los dominios de Luna Brillante, La Zona del Terror y Plumeria; una zona bastante predispuesta al conflicto. Jon sigue aquella bruma nacida del fuego entre la maleza hasta un claro. Ahí empieza a girar en el entorno.
No seguía un patrón, no cambiaba en alguna zona determinada, simplemente giraba por el claro. Intentó tocarla pero solo la atravesó sintiendo únicamente la áspera textura de un tronco con una capa de musgo. Pasó su mano sobre la superficie y al hacerlo nota como un par de partículas brillantes aparecen y se quedan suspendidas en el aire girando en conjunto con la bruma. Pasa su mano por el musgo en mayor rango haciendo que más partículas queden flotando por el aire.
Aquellas manchas brillantes se empezaron a entremezclar con la bruma girando cada vez más rápido llegando a una velocidad tal que estaba en un anillo brillante donde sentía como una fuerza extraña lo rodeaba, agobiándolo, una sensación eléctrica recorriendo su cuerpo. No se atrevía a salir de allí porque temía lo que podría pasar si tocaba aquel aro luminoso.
De pronto aquel círculo luminoso desaparece, Jon mira a su alrededor intentando entender qué había pasado encontrándose con Lilith quien sostenía aquel brillo en la palma de su mano como quien sostiene un objeto cualquiera. Aquel brillo rápidamente se convierte en un orbe rojizo con bordes púrpuras y con un movimiento desaparece convertido en una bruma oscura.
— Lilith —. dice sin más. — ¿Qué ha sido eso?
— Se les ha hecho creer que la magia pertenece solo a las princesas —. una onda de energía negra empieza a recorrer la figura de Lilith, desde sus manos hasta su alas, creando ondas y entrelazándose entre sí como un listón con borde brillante. — Pero acabas de hacer un gran descubrimiento, y ese conocimiento debe compartirse. Las piezas empezaron a moverse hace tiempo, y los movimientos sutiles son los que marcan la diferencia.
— ¿Qué haremos ahora? — pregunta Jon.
— Tenemos las llaves. Faltan las puertas —. contesta Lilith.
My War:
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la
Let's start a new life from the darkness
Until the light reveals the end
Sinister faces, growing curses
This is my last war
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels playing disguised)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (with devil's faces)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling to their coins)
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (squeezing out their wisdom)
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels planning disguised)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (Rastis! Rastis!) (with devil's faces)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling on to their)
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (very last coins)
Destruction and regeneration
You are the real enemy (Rastis! Rastis! Rastis!)War!
(My) War!
(My) War!
Rastis! Rastis! Rastis! Rastis!
Desde que habían regresado las tropas del perímetro norte, La Zona del Terror tenía ahora más manos que ayudaran con los quehaceres diarios que últimamente se habían multiplicado.
Scorpia sabía que podía lidiar con lo que sea, pero los últimos días se habían vuelto particularmente agotadores, incluso para ella. Desde revisiones diarias de armamento hasta el monitoreo constante del estado de las naves de la flota hordeana.
Catra parecía estar cada vez más desconectada de cualquier contacto cercano con cualquiera que no fueran las pantallas del laboratorio de Hordak y los únicos momentos en los que se le veía hablando con alguien era ejerciendo su rango dentro de La Horda. Estaba tan ensimismada en sus asuntos, en un estado casi paranoico y de desconexión total con todos aquellos bajo su mando que ni siquiera se dio cuenta cuando Scorpia ordenó el regreso de todas las patrullas desplegadas en el último mes.
Seguía siendo una Capitana de la Fuerza después de todo.
Aunque Catra no lo quisiera, Scorpia había aprendido bastante de ella en su tiempo juntas y sabía que esa obsesión mal sana de que todo saliera a pedir de boca era algo más que solo derrotar a la Rebelión, se atrevería a decir incluso que iba más allá de derrotar a Adora. Algo la tenía ansiosa, aterrada. No sabía por qué.
Scorpia tenía sus propias inquietudes, no solo con Catra, sino con la situación actual más allá de La Zona del Terror. Con las aldeas vacías y las patrullas desaparecidas sentía que debía ser más precavida con las decisiones que se tomaban.
No quería desafiar la autoridad de Catra, pero su plan no funcionaría si no había medios para ejecutarlo. Quería decírselo, pero ya estaba bastante ocupada y estresada con otras cosas como para que ella la estuviera hostigando con corazonadas y malos presentimientos.
Scorpia también tenía responsabilidades y hacer su parte para con La Horda, pero eso sería mañana.
En su habitación se alista para dormir mientras da un último vistazo a la única foto que tiene de sus madres y la única posesión que tiene de su infancia: un pequeño peluche de escorpión.
Muchas habían sido las noches en las que pensaba como habían sido las circunstancias que hicieron a su familia ceder su reino y el Granate Negro a Hordak, más cuando las ruinas del castillo de su familia aún estaban en la cara septentrional de la Zona del Terror.
Quería ser útil, ser lo que se esperaba de ella y encajar finalmente en aquel lugar que es su hogar. Demostrarle a Catra que podía confiar en ella, la clase de amiga que era para así eliminar esa reticencia de la felina a aceptar su amistad. Aún estaba dolida por lo de Adora, y aunque no tuviera nada personal contra ella, había desertado de La Horda y era la enemiga número uno, por lo que tendría que plantarle cara las veces que fueran necesarias.
Esa era su meta: hacer lo necesario, ser suficiente.
¿Hiciste lo suficiente por Entrapta? ¿Hiciste lo necesario?
Sacude la cabeza con rapidez para silenciar esa voz que tanto le molestaba.
— Vaya, Kyle tenía razón. — ríe un poco. — A veces piensas cosas raras antes de dormir.
Oderon Shibloft, la mano derecha de Castaspella, suspira antes de llamar a la puerta de los aposentos de la líder de Mystacor.
— Adelante —, Oderon entra y encuentra a su vieja amiga sentada delante su escritorio, leyendo. La habitación estaba iluminada por cristales blancos y rosa pálidos, los gruesos muros no dejaban entrar el ruido del exterior, —¿Puedo ayudarte en algo, Oderon? — pregunta Castaspella.
— Creo que eres tú la que necesita ayuda —, dice el hombre de piel morena. Conocía bastante bien a su superior para poder afirmar aquello.
— No lo creo —, se notaba bastante distante. En ningún momento le había dirigido la mirada, la mantenía fija en las páginas de aquel viejo libro, — ¿Sabías que las ruinas debajo de Mystacor no han sido exploradas del todo?
— Sí. Creo que me lo has dicho un par de veces.
— Oh, — Castaspella podía ser bastante dramática a veces, pero cuando algo realmente la molestaba su severidad se hacía palpable y su distanciamiento haría que cualquiera se sorprendiera y siempre volvía a los mismos viejos libros hasta que hubiera sopesado la situación que la aquejaba.
— Tal vez leer ahora no sea la mejor de las opciones, Casta —, sugiere Oderon.
— ¿Por qué no?
— Porque hay otros "asuntos" que atender.
— Si te refieres a todo el asunto de Adrey, no tengo nada que pensar. He tomado mi decisión y la mayoría dentro del Gremio también. — sigue sin voltear a ver a su segundo al mando mientras pasa la página del libro.
— ¿De verdad crees eso? — pregunta Oderon. Castaspella levanta un poco la cabeza.
— ¿Qué se supone que significa eso?
— Casta. Adrey está muy unido a varios de ellos, no puedes asumir tan rápido su posición con respecto a esto. — expresa Oderon con preocupación.
— Son miembros del Gremio de hechiceros, y como tal, su deber está con Mystacor y sus leyes —, Casta lo ve de reojo, — Lo sabes muy bien.
— ¿Y si fuera yo ya habrías tomado tu decisión? — Eso sorprende a la hechicera quien se levanta de golpe y lo ve a los ojos.
— No hagas esto —, suplica Casta, — Sabes que todo lo que hago es por los estudiantes, por el Gremio. Entiendeme. No podemos arriesgarnos a entrar en una guerra abierta, tú entiendes mejor que nadie que la magia no es para eso.
Oderon ve la preocupación en los ojos de Casta, pues es la misma que él ve cada vez que se mira en un espejo.
— Siempre lees los mismos viejos libros cuando estás molesta o preocupada… aún cuando sabes que dicen lo mismo —. Oderon posa su mano sobre el hombro de Casta quien no borra su semblante preocupado.
Un momento después Oderon se retira dejando a Castaspella confundida.
En las faldas de la montaña donde fue erigida Luna Brillante se había establecido una pequeña ciudad que usaba el follaje del lugar a su favor, haciendo que se viera más pequeña de lo que en realidad era. Todos vivían en las mismas condiciones, dedicándose al comercio, los textiles y el cultivo.
Si bien gran parte de la población se concentraba bajo los cimientos del castillo, en la parte posterior de la montaña había algunos asentamientos menos poblados que a pesar de estar tan cerca del castillo eran bastante más austeros e independientes. Fueron los habitantes de uno estos asentamientos que se especializaron en la pintura y el arte los que han ayudado a la decoración del castillo de la Reina de Luna Brillante para eventos importantes y de etiqueta.
Ithrant no entendía porque la tal Slina habría elegido un lugar con tal importancia para reunirse con conspiradores y lo único que podía pensar es que a lo mejor ese sentimiento de inconformidad estaba mucho más extendido de lo que creyó en un principio, demostrando cuan desconectada está la Guardia Real de los ciudadanos y cuanto más lo estaría la propia reina.
— No veo a nadie de la Guardia —, dice Ithrant junto a Midna entre los árboles — ¿Segura que es aquí?
— Si, es lo que me dijo —. responde Midna.
Midna había acudido a Ithrant justo después de haberse topado con la tal Slina y empezaron a buscarla por todo el castillo. Nadie vio nada, nadie la conocía o eso aparentaban. Era más que obvio que si alguien que no estuviera de acuerdo con la disidente empezaría a hacer preguntas y aún si alguien estuviera confabulada con ella negaría todo.
Eran ocho chozas de piedra en forma de cúpula y un cobertizo grande de madera donde guardaban herramientas y pinturas, las chozas estaban iluminadas por dentro por linternas. Midna e Ithrant empezaron a asomarse por las ventanas buscando el lugar donde estarían los traidores o Slina misma esperando.
— ¿Encontraste algo? — pregunta Midna.
— No. Nada que parezca sospechoso —, Ithrant mira alrededor — Creo que solo estaba… — Ithrant no puede terminar su frase ya que al voltearse encuentra a alguien de la Guardia Real sosteniendo una daga cerca del cuello de Midna mientras con la otra le tapa la boca.
No puede reconocerla, solo distingue el uniforme de la guardia. Con los labios hace un gesto para que Ithrant guarde silencio y empieza arrastrar a Midna hacia el bosque. Ithrant no tenía más opción que seguirla con la mano sobre el mango de su espada todo el tiempo, fuera quien fuera, la llevó a donde los árboles eran bastante frondosos y arbustos tupidos limitando su rango para usar su espada.
Aquella guardia había aprovechado para tomar distancia por lo que al momento de que tenían que cruzar el río Ithrant, aún con toda su habilidad y rapidez, no podría llegar a tiempo para evitar que le cortará el cuello a la novata. Adentrándose en lo que ya serían los Bosques Susurrantes, la espadachina solo podía ver como Midna era arrastrada intentando buscar alguna seña distintiva que le pudiera identificar a la traidora si lograba encontrar la oportunidad para que soltara a la menor y pudieran escapar.
Entre los árboles distingue el brillo rojizo de una hoguera y varias figuras femeninas alrededor de la misma. Una vez que se habían reunido con todas las demás Ithrant mantenía una expresión seria mientras que su interior todo estaba arremolinado. Una mezcla entre confusión, ansiedad y decepción.
Alena, Mary, Ubicza, Danya.
Las conocía a todas muy bien. Sangraron, sudaron y lloraron juntas durante todo su entrenamiento, eran muy cercanas. Nunca imaginó que estarían tan descontentas como para llegar a traicionar sus votos y ellas intentaban no tener contacto visual pero se les dificultaba.
Quien tenía de rehén a Midna la libera finalmente, un hilo de sangre corre por el cuello de la menor y se acerca a Ithrant con la esperanza que ella pudiera protegerla y aunque ninguna era tan buena peleadora como ella, sus probabilidades eran bastante bajas.
— Ah, ya estás aquí pequeña —, una aterciopelada y refinada voz aparece de entre la penumbra, — Y trajiste a una amiga, perfecto. Creo que podemos comenzar.
Era más alta que cualquiera de las presentes, pero no tanto como She-ra, sus rasgos finos pero afilados, su piel tan blanca y tersa como la de una perla, sus ojos provocativos y su figura curvilinea despertaban una sensación en Ithrant tan… curiosa, aún a pesar de la situación. Estaba vestida con una heráldica parecida a la de la General Juliet, pero era morada completamente. Su cabello lacio, negro y extramadamente largo estaba adornado por una diadema blanca.
No es de la guardia piensa Ithrant.
— Todas ustedes saben porqué están aquí —, habla Slina, — He visto desde hace un tiempo que tienen cierta sensación de… insatisfacción por como desempeñan su deber. Que están desperdiciando un talento con el que han nacido o que se han esforzado mucho para ser lo que son ahora y no es que menosprecien sus habilidades, sino que ya directamente las ignoran —. Slina empezó a caminar alrededor de ellas, tomándolas por los hombros, acariciando sus rostros y rozando sus cuerpos.
Hablaba con claridad para que todas la escucharan pero haciendo la tentativa de susurrarle al oído a todas a quienes se acercaba.
— Su deber es proteger a la Reina, pero ella no quiere ser protegida y es She-ra quien asume esa responsabilidad de todas formas. Blande su espada y cree que solo por poseer tal poder puede hacer mejor trabajo que ustedes, que han entregado años a una causa —, la mujer se detiene delante de Midna quien se notaba tensa, — Y sería muy injusto que la ilusión de las nuevas generaciones se desvanezca de esa forma.
Slina toma a Midna de la barbilla para que la mirara directamente a los ojos, la esbelta mujer le dedicó una pícara sonrisa antes de apartarse y acercarse a Ithrant.
— Debe ser frustrante que aquello a lo que dedicaron tanto tiempo de forma casi obsesiva vaya perdiendo sentido y razón de ser con el tiempo —, la mujer encara a Ithrant, — Saben lo que tienen para ofrecer, saben lo que valen y aún así se relegan a ustedes misma a las sombras mientras sus líderes se arrojan a las llamas de una guerra que están perdiendo —, se posa detrás de la espadachina tomándola firmemente de los hombros, — ¿Por qué? ¿Por qué seguir así cuando pueden reclamar su legítimo lugar en este mundo? ¿Por qué seguir sintiéndose inútiles cuando pueden reclamar con orgullo aquello que se les ha negado?
Sabía que le hablaba a todas, pero podía sentir como esas palabras calaban en su ser a través de sus oídos como un susurro lascivo y gentil a la vez, como si fuera aquella pequeña voz en el interior de cada quien la cual clama las verdades que se niegan las personas a sí mismas o hacerlas entrar en razón.
Pero Ithrant sabía que era Slina la que hablaba, no su sentido común ¿pero cuánta verdad había en sus palabras? Era cierto que su vocación no era nada menos que un chiste, pero había jurado lealtad hacia la reina, ¿pero la reina se mantendría igual de firme hacia ellas? ¿No las sacrificaría como si no valieran nada al igual que La Horda con sus soldados? ¿Las tomaría tan siquiera en consideración? Pero aún si la reina les fallaba su deber podía estar con las personas comunes ¿pero podrían protegerlas de verdad?
¿A qué servían? ¿Por qué lo hacían?
La guerra es un arte.
¿Era esa Slina o sus propios pensamientos?
Mira de reojo hacia su izquierda viendo los oscuros ojos de la incitadora, veía sus labios moverse sin escuchar las palabras que salían de ellos. Sus manos le empezaban a sudar, su corazón se aceleraba martillando su pecho con cada palpitar, baja la mirada y ve el pomo blanco de su espada y da un vistazo rápido a todas las que estaban a su alrededor.
Traidoras.
Aprieta los dientes, su expresión se endurece y toma su decisión al tiempo que desenvaina su espada y con una velocidad anormal dirige un tajo hacia el rostro de Slina. Lo siguiente que escuchó fue un tenue y agudo zumbido del acero de su espada chocando contra otra.
Sin saber de donde ni cuando, Slina había bloqueado su ataque, una burlona sonrisa adornó el rostro de aquella mujer mientras el sonido de más espadas siendo desenfundadas resonó en aquel claro, no debía perder de vista a Slina pero no podía darle la espalda al resto de conspiradoras.
Ithrant empuja a Slina pero apenas si tuvo algún efecto, parecía tener un gran equilibrio y resistencia. Voltea hacia el resto de mujeres ahí e iban a atacarla hasta que la cautivadora voz de Slina les ordena detenerse.
— Vaya atrevimiento —. dice socarronamente.
— No eres de la guardia, nunca lo has sido —, acusa Ithrant.
— En efecto, cielo, eres muy perspicaz —. Ithrant no iba a caer en sus enmieladas palabras.
— Tus palabras son muy convincentes, no puedo dejarte con vida —, la espalda de Ithrant silva y vuelva a chocar contra la de Slina, a pesar de ser bastante delgada tenía una fuerza considerable.
Slina ataca a la cabeza de Ithrant, ella logra esquivar los ataques quien ve el espacio para atacar pero la mujer logra bloquear su ofensiva y toma a Ithrant de la muñeca y la arroja encima de la hoguera cayendo al otro lado del claro. Ithrant se pone de pie rápidamente y adopta una posición defensiva.
La técnica siempre supera a la fuerza bruta.
Horas de práctica se habían reducido a simples piruetas comparadas con la técnica y habilidad de Slina, en la mente de Ithrant se maldecía y se reprochaba a sí misma diciéndo que su habilidad era basura en comparación. Aún así y a ojos de todas las presentes, a pesar de ser inferior, Ithrant era una oponente tenaz y formidable, tanto que hubiera derrotado con suma facilidad a cualquiera de la guardia.
Grácil y hermosa destreza en el manejo de la espada estaba siendo desplegada frente al fuego, no era un combate sino una danza y las únicas heridas causadas fueron al orgullo de la propia Ithrant quien se estaba empezando cansar sin saber cuanto tiempo había pasado entre choque de acero con acero, las hojas de las espadas brillaban al verse reflectado el brillo del fuego sobre las mismas. La respiración de la leal espadachina era agitada, su garganta estaba seca y el férreo agarre que tenía sobre el mango de su espada empezaba a menguar mientras una amarga gota de sudor recorría su rostro hasta la barbilla y cae sobre las llamas. Su ceño fruncido y sus furiosos ojos lanzan una afilada mirada a la conspiradora quien la ve al otro lado del fuego quien a pesar del largo rato de estar intercambiando estocadas y cortes seguía tan firme e impoluta desde el primer momento en que la vio.
Más no había presunción en su rostro ni palabras condescendientes ni altivas salían de sus labios, incluso esperaba con expectante fascinación el siguiente movimiento que haría como si estuviera poniéndola a prueba. Ithrant siente su sangre hervir y su fuerza se revitalizó por un momento y saltó entre las llamas de la hoguera lanzando un corte hacia la parte baja del cuerpo de Slina.
Y una vez más el acero de Ithrant chocó y tintineó contra el de la conspiradora.
— Cuanto vigor en una guerrera tan tenaz y dedicada —, dice Slina con euforia, — No es común ver un guerrero que trate de derribar a su enemigo, no por la fuerza sino con su mente. Y aún así tratas de demostrar fidelidad a una reina que no sabe que existes, ¿por qué? — Slina logra patearla en la parte posterior de la rodilla haciéndola caer, — Pero yo sé que existes —, se gira para verlas a todas, — Sé que todas existen.
Un humo púrpura empieza a brotar de la nada con un olor dulce. La hoguera había desaparecido, todo se había vuelto oscuro y solo podía ver aquella densa bruma mientras un aroma digno del perfume de una princesa.
— Vengan a mí —, una espantosa voz retumba en sus oídos, se vio rodeada por el resto de las traidoras y el sonido de unas pezuñas se escuchaba en la oscuridad mientras el cielo nocturno se tornaba de un tono rosa vibrante.
Una horrible monstruosidad salida de las retorcidas pesadillas de alguien atormentado aparece frente a todas. Un ser alto y parado sobre dos piernas de caballo usando un taparrabo morado con un adorno dorado que se movía con el movimiento. Ithrant se aún estaba arrodillada, sus músculos y su mente le fallaban. Su figura delineada se contoneaba sin el más mínimo atisbo de pudor, cuatro brazos se extendían desde su tórax, las inferiores portando espadas, el brazo superior izquierdo llevaba un escudo y el miembro superior derecho era una pinza alargada y ennegrecida. En los ojos de aquella criatura brillaban con orgullo, sus labios estaban pintados y de su cabeza sobresalían dos prominentes cuernos portando un adorno emplumado en su frente.
En el cielo una parvada de seres alados de piel rosa pálido agitaban sus alas con furia mientras en la tierra trotaban seres delgados con caras alargadas y tenazas.
— Hermanos y hermanas, ¡regocíjense! —, legiones de demonios montaban criaturas bípedas como si fueran caballos —, Deseo… —, hordas de figuras femeninas portando dagas brillantes o con tenazas en vez de manos arremeten contra soldados de heráldica de color negro y amarillo, —, Orgullo… —, gritos de éxtasis y rugidos desenfrenados son elevados al aire —, Dolor —, Un carruaje con docenas de pinchos en sus ruedas rompen a través de las filas de los lánguidos soldados convirtiéndolos en girones de entrañas y sangre.
Abominaciones con extremidades parecidas a las de hormigas con largas y ensangrentadas pinzas y varios senos descubiertos golpean, cortan y machacan todo lo que se les ponga por delante mientras la misma voz de antes clama:
— Exceso en todas las cosas... Para participar en esta gran perfección y ir más allá — Ithrant se ve un reflejo de sí misma luchando codo con codo no solo con aquellas criaturas sino con el resto de su hermanas de armas contra La Horda, derribándolos, apuñalándolos, haciéndolos batirse en retirada mientras hace gala de una gracia marcial superior a la que ya tenía y mientras sus hermosos rostros no eran mancillados por sudor. Bellas, así se veían todas, más de lo que ya eran y era la primera vez que lo admitía, — Solo debemos escuchar al Príncipe Oscuro... ¡Y nos deleitaremos no solo con la victoria, sino con las delicias que este mundo aún no sabe que tiene!
Un demonio alto, sin nariz ni labios con colmillos blancos se para delante de Ithrant, dos cuernos curvados nacen al lado de su cabeza y también tiene tenazas brotando desde sus omoplatos como alas y le extiende una mano grande y plana con seis huesudos dedos y uñas negras. Ella la mira fascinada, aún embelesada por aquella visión de ella misma junto a todas las guardias.
— ¡Al servir al Caos, y al Príncipe Oscuro! ¡Slaanesh! —, Ithrant frunce el ceño y tomó aquella escabrosa mano y aquel demonio, un Guardián de los Secretos, sonríe de forma enfermiza y tira fuertemente de ella y poniéndola de pie delante del fuego.
Todas las presentes se miran entre ellas, unas fascinadas, otras confusas, otras horrorizadas. Slina había desaparecido, aquel aroma dulce había quedado en el aire, en el brazo de Ithrant habían quedado marcados aquellos dedos y su espada yacía tendida en el suelo. La levanta y al ver su reflejo queda pasmada pues su rostro era irreconocible.
Su nariz antes algo pronunciada ahora es respingada y pequeña, sus ojos ahora eran pequeños y redondeados con un marcado delineado negro y sus ojeras habían desaparecido, sus rasgos eran más finos y marcados, sus labios eran mas gruesos con un tono rosa natural cuando antes los tenía delgados y algo resecos. Sus manos se habían vuelto suaves pero sin perder nada de su fuerza.
Nuevamente aquella visión de ella junto a todas las demás ahí haciendo retroceder a La Horda, acabando con ellos como los miserables que eran vuelve a pasar por su mente y viendo su aspecto se da cuenta que aquello era algo más. No magia, no ilusiones ni pociones. Algo mucho más poderoso y… caótico.
Le gustaba y por lo que podía ver en la mirada de fascinación de Midna que había crecido unos centímetros de estatura de golpe sabía que no era la única.
Los mayores navíos que los Corsarios Elfos Oscuros tienen son las infames Arcas Negras. Comandadas por Capitanes de Arca, estas naves son enormes fortalezas flotantes capaces de transportar miles de guerreros y esclavos.
El tamaño de un Arca Negra es difícil de concebir, pues varían unas de otras, pero en general son mucho mayores de lo que parecen desde la superficie del océano, pues se asemejan a ciudades fortificadas, erizadas con decenas de oscuras y amenazantes torres. Un Arca Negra sola es capaz de acuartelar a todo un ejército de guerreros elfos oscuros, junto con todas las máquinas de guerra auxiliares, monturas, bestias de guerra y los esclavos que los acompañan. Las torres más altas actúan como nido para las arpías, mantícoras y otros monstruos voladores, mientras que por debajo de la línea de flotación los monstruos marinos son utilizados para atacar embarcaciones desprevenidas.
La destrucción de la mayor parte de las tierras de Nagarythe y Tiranoc en Ulthuan en los tiempos de La Recesión, cuando Malekith intentó reclamar el trono del fénix, resultaron sumergidas por una gigantesca ola, pero los Elfos Oscuros no se acobardaron por lo que habían hecho y lograron salvarse gracias a la magia oscura. Mientras las aguas cubrían la tierra, el Rey Brujo y los hechiceros Elfos Oscuros de mayor poder lanzaron poderosos hechizos sobre sus Fortalezas-Palacio, protegiéndolas de la inundación. Los castillos, tras desgajarse de la roca, flotaron en las agitadas aguas, manteniendo su estructura gracias a los titánicos hechizos utilizados. Estos hechizos les permitieron no sólo flotar, sino también navegar.
— Llevas mucho tiempo ahí parado sin hacer nada, ve a traer más vino y hazlo rápido —, ordena Velshakir a un esclavo tileano cuyas cadenas crepitan entre ellas al salir, ella se reclina sobre su silla mientras ve al resto de sus subordinados, — Dicen que atacar las naves bretonianas que van a Tilea es innecesario y una pérdida de tiempo, pero cuando dan el primer sorbo a su vino casi puedo escucharlos atragantarse con sus palabras.
Cualquiera que conociera a Velshakir Coldblood notaría rápidamente que era muy dependiente del vino de Bretonia pero nadie se atrevería a plantarle algún pero a menos que quisiera un puñal en su costado.
Su arca negra, Garra del Sufrimiento, no respondía a otra voluntad que no fuera la de ella, podían pasar semanas sin que izaran velas para el gran malestar de la tripulación quienes no dirían nada si sabían lo que les convenía. Como era de esperar, el arca no le fue entregada ni mucho menos la compró o algo por el estilo, pues la única forma de volverse un capitán de arca negra era deshaciéndose del anterior, por lo que se debía ser precavido con la "leal" tripulación.
Esa noche Velshakir estaba de un particular mal humor, pues tuvo que salir a prisa de Karond Kar después de semanas en el mar y para colmo el Rey Brujo decidió que debería partir con la mitad de tripulación, de esclavos y armas. La druchii injuriaba y calumniaba sobre el Rey Brujo cuando le placiera pero todos sabían que estando delante de él si bien su arrogancia no desaparecía era casi sumisa ante él… casi.
Cuando el tileano regresó ella le dio su copa para que le fuera llenada.
— Viendo que estamos… "limitados" tendremos que matar algunos cabos —, toma la copa y da un largo y sonoro sorbo —, Si están demasiado famélicos, enfermos o cualquier tipo de incapacidad desháganse de ellos —, vuelve a beber hasta que la copa queda vacía, — ¿Escuchaste, Vhalmer? No quiero que empieces a jugar con ellos.
— Sí, señora —, responde el druchii encargado de las mazmorras.
— Ahora, ¿podría alguien explicarme por qué tenemos una arpía de más y nos falta una hidra? —, fija su vista en Gharez y Sorcer, los encargados de las bestias de guerra.
— Tú misma lo dijiste, estamos limitados, alimentar una hidra es complicado —, responde Gharez.
— Acabo de darle una solución a ese problema hace un momento, porque nos falta esa cosa es que tendremos que arrojar a esos miserables al mar —, reprende Velshakir.
— Nos quitaron la mitad de todo ¿y tú quieres dejarnos sin más? — reprende un elfo oscuro al fondo de la mesa. Velshakir no sabía su nombre y ni le importaba.
— No creas que por haber bebido puedes venir a hablarme así, estúpido —, escupe la druchii, — Podría matarlos a todos aquí y ahora si me diera la gana. Además ¿qué es lo que tenemos? ¿Estalianos, árabes y unos cuantos más? No valen nada, ¡reclámame cuando sean Asur! — le arroja la copa de vino, dándole de lleno en el espacio entre los ojos.
Garra del Sufrimiento había ganado su fama hundiendo innumerables barcos de los Altos Elfos. Por ser lo que son, Velshakir sabía el valor de sus primos lejanos como esclavos, por lo que en lugar de hundirlos por métodos tradicionales, usaban arpones de gran tamaño para atrapar las naves para después atraerlas hacia el arca y después de matar a quien tuvieran que matar, encadenaban al resto. De ahí su nombre.
— ¡Escúchenme bien, ustedes malditas alimañas! ¡No voy a…! — un escándalo arriba en cubierta, pues el comedor para los lugartenientes estaba en el primer piso del arca, detuvo el arrebato de ira de la capitana. Pisadas de algo pesado hacían crujir la madera y la piedra. Velshakir maldice por lo bajo y dando un último trago directo de la botella de vino, toma su espada y sale de la habitación.
Saliendo a cubierta es recibida por la lluvia que caía torrencialmente. Gritos y maldiciones se escuchaban junto al sonido de las saetas siendo disparadas desde las ballestas. Un rayo atraviesa el cielo e ilumina la estructura del barco, su consumo desmedido de vino le había nublado la vista y no había distinguido a aquella masa pulsante de músculos y carne, de piernas inflamadas y poderosos tentáculos, con una boca con colmillos deformes y una repugnante lengua azulada que actuaba como un tentáculo más y un par de alas de murciélago.
Un engendro del Caos.
— Ya había tardado en que apareciera uno —, musita Coldblood. Y era cierto, estando tan cerca de los Desiertos del Caos al norte era común que alguno de estos apareciera.
Su espada silva, cortando gotas de lluvia al ser blandida, ella da un grito y lanza un tajo hacia una de las piernas. Nada más que una herida superficial. El engendro ataca con uno de sus tentáculos y ella responde con otro ataque cortando un trozo de aquel apéndice, solo para ver como este se regenera soltando un líquido denso y maloliente en el proceso.
Con otra de sus extremidades toma a un druchii y lo arroja contra Velshakir quien logra evitar el impacto. Los disparos de ballesta se reanudan, enfureciendo a la abominación que se empieza a contonear y lanzar golpes y rugidos de forma errática y desesperada. El golpe de sus tentáculos golpeaban como martillos y uno de ellos logra arremeter contra la capitana, que se estrella contra una pared de piedra.
La druchii resuelve subir por una escalera de mano hasta las almenaras de donde estaban disparando las saetas.
— ¡No se queden ahí, imbéciles! ¡Mátenlo! — ruge sus órdenes a los elfos que estaban abajo para que atacaran a la bestia del caos.
Los elfos se lanzan al ataque con espadas y lanzas, algunos son golpeados otros triturados al ser pisados y los más desafortunados son despedazados por las fauces de aquella abominación disforme al ser engullidos. Velshakir, por su lado toma su espada y la arroja hacia el cerrojo de una jaula de arpía en los mástiles. La otra hija de caos se abalanza sobre el engendro gimiendo y aullando mientras clava las garras de sus manos y sus patas en la carne, desgarrándola.
Tomando una ballesta de las manos de otro druchii, se sujeta de una cuerda y se balancea hasta uno de los soportes del mástil y le dispara una saeta a una de las heridas del engendro. Al sentir la saeta toma a la arpía con todas sus extremidades y la engulle para tragársela de un solo bocado para después fijar su atención en Velshakir quien maldice al notar que solo tenía un tiro.
— ¡Los arpones! — ordena y los druchii empiezan a girar los descomunales proyectiles de hierro a toda velocidad.
La lengua de aquella cosa atrapa su pierna, jalandola, ella se aferra a la madera cuando ve como alguien va disparar a aquel horripilante órgano pero ve que baja la ballesta, otro rayo ilumina el cielo haciendo que distinga que ese druchii tiene un corte fresco en el puente de la nariz. Maldice una vez más.
El sonido de la carne al ser atravesada y un lamento gutural y desagradable se escucha cuando uno de los arpones impacta en el engendro soltando a Velshakir y cayendo de nuevo a cubierta. Un segundo arpón le atraviesa seguido de un tercero, pero lejos de caer muerto, se levanta y una vez más va a por la capitana druchii quien recobra y hace un gesto que todos conocen.
Las cadenas de los arpones empiezan a ser jaladas por los torniquetes. El engendro gime y aúlla mientras se aferra a la madera del mástil, el reconocible sonido de la carne siendo rasgada con violencia se distingue entre los alaridos, la lluvia y las olas rompiendo contra el arca negra hasta que finalmente cede.
Los músculos se parten, los torniquetes pierden toda tracción y tiran con facilidad una mitad del engendro del caos que a su vez se parte en tres al ser disparados de diferentes direcciones y lo que queda aún se aferra al mástil hasta que Velshakir patea uno de los tentáculos y la gravedad hace el resto.
Una vez bajó del mástil podía ver el vapor elevarse de las sanguinolentas entrañas del engendro. Los restos cubrían todo el suelo de madera que se veía roja por la purulenta sangre que lo cubría. Su ceño se frunce y empieza a buscar entre los druchii hasta que lo encuentra.
— ¡Eres una maldita sabandija! — brama mientras lo toma del cuello.
— ¡Suéltame! — quita la mano de un manotazo — No es mi culpa que esta cosa se atorara —. Velshakir le quita la ballesta, se escucha un click y lo siguiente que ven es una saeta insertada en la pierna de aquel druchii.
— Para mi funciona bien —, lo obliga a ponerse firme, — Debiste haberme disparado, pero fuiste tan estúpido para creer que esa acabaría conmigo. ¿Qué tan inútil tienes que ser para que un monstruo sin cerebro tenga que hacer tu trabajo? — tira de su cabello hacia atrás y lo degüella dejándolo caer sobre un pedazo de los restos del engendro del caos, — Quiero este lugar limpio para el amanecer.
La idea de un último trago no sonaba tan mala.
— Y cuando nos volteamos ¡ya no estaban! — relata un sujeto de rasgos reptiles junto a otra chica de aspecto lobuno.
Huntara ya había perdido la cuenta de la cantidad de personas que le venían con la historia de los esqueletos en carros tirados por caballos muertos corriendo por ahí en el desierto y se estaba empezando a aburrir, al principio era interesante y hasta divertido, pero ahora…
— Estoy completamente segura que fue aterrador y que son afortunados de haber salido vivos de eso ¿Algo más que reportar? — se miran entre ellos y simplemente niegan. —Bien, ahora váyanse.
El retomar el Desierto Carmesí para hacerlo el lugar libre de lo que siempre había sido y siempre debería ser así se estaba haciendo complicado. Si bien solo tenía que hacerse cargo de su propia pandilla y todo lo que hicieran los demás la traía sin cuidado, tenía que cuidarse de aquellos que aún trabajaban para La Horda. No sabía que les habían ofrecido pero debe ser algo bastante valioso para que siguieran teniendo esa "lealtad" hacia ellos.
Sin embargo, al Valle de los Perdidos estaban llegando más y más pandillas menores y nómadas y los cuentos sobre el mismo tema se estaban corriendo demasiado rápido. Y no eran versiones exageradas de la misma historia, cada uno tenía una experiencia única que contar; desde los esqueletos andantes con espadas, hasta una pirámide dorada en medio de la nada.
Pero ahora mismo no tenía tiempo para lidiar con cuentos de fantasmas y alucinaciones colectivas, pues Mireda, la mujer que atendía el bar que frecuentaba y donde conocía a Adora con sus amigos, había expresado su miedo de que alguien haya fuera estuviera vendiéndole a los bandidos alguna sustancia o planta que los alteraba de tal manera que los volvía violentos.
Demasiado violentos.
— Huntara —, un sujeto bajo con una espalda muy ancha y peludo entra en la carpa que había montado para ella, — Encontramos a un par de sujetos a las afueras del valle. Estaban heridos.
— ¿Y? — pregunta Huntara.
— Dijeron que fueron atacados por los miembros de una pandilla y escaparon por muy poco —, Huntara distinguió el tono serio con el que hablaba, — En la pelea logró quitarle a uno de ellos esto.
Le entregó una bandana roja completamente, cualquiera en el Desierto Carmesí sabía a quiénes pertenecían.
— Las Cuchillas Carmesíes —, responde Huntara, — Hace tiempo que no escuchaba de ellos. ¿Por qué reaparecen de repente?
— No lo sé, pero si quieren recuperar su territorio tenemos un gran problema,
— Throsh está muy a gusto en su retiro como para volver a las andadas. Deben ser unos desertores bastante inquietos —, deduce la mujer, — Habrá que tener los ojos abiertos si no queremos problemas aquí. Unos salvajes bárbaros no me arruinarán esto.
El sujeto asiente y sale de la carpa, Huntara se queda observando la bandana completamente lisa pero en la parte posterior había algo dibujado. Las Cuchillas Carmesíes no tenían ningún símbolo distintivo más que la bandana pero alguien le había dado unos retoques.
Una estrella de ocho puntas.
Oderon no se molestó en llamar a la puerta de la habitación de Adrey, solo entró rompiendo el silencio imperante en el lugar y se acercó a la mesa en forma de cuarto creciente donde está sentado muy ocupado haciendo algo con una cuchilla común dándose cuenta que estaba tallando un dado.
Ya vería en otro momento quien le había facilitado tales instrumentos.
— ¿Has venido a ofrecerme un ultimátum porque te preocupas por mi vida? — dice Adrey.
— He venido a conversar —, responde Oderon, — Siempre me pareciste una persona interesante.
— ¿Y decidiste que era buena idea hacernos cercanos en mis últimos momentos?
— No hables así, sabes que Castaspella jamás haría eso.
— Claro, porque la conoces muy bien. Todas sus virtudes y sus… fallos.
— Hablas como si fuera algo malo —, Adrey termina de tallar el dado y toma otro que ya había hecho con anterioridad, — No sabía que eras aficionado a este tipo de cosas.
— Es un gusto recién adquirido —, toma ambos objetos, — Es fascinante hacer este tipo de cosas.
— Supongo que lo es, el crear… ¿cosas? —. Responde Oderon sin entender del todo.
— No, crear no —, corrige Adrey, — Moldear. Cambiar la naturaleza de las cosas para crear oportunidades a tu favor —. arroja los dados marcando un cinco y un cuatro, — Imagina cuántas oportunidades tendría Mystacor si se le da la oportunidad de cambiar.
— De acuerdo, es suficiente —, Oderon no iba a seguir fingiendo, — ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué de repente actúas como si supieras una verdad absoluta?
— Porque la he visto —. responde Adrey.
— ¿Eso qué significa? ¡Dímelo! — Oderon relaja un poco su tono — Estoy tratando de ayudarte pero lo estás complicando. Castaspella ya ha tomado su decisión y nada va a cambiar eso…
— Pero no puede oponerse a la decisión del resto. Su segunda gran debilidad es que no todos en El Gremio estén de acuerdo.
— ¿Segunda? — cuestiona Oderon.
— Aferrarse al pasado encabeza la lista —, Adrey le dedicó una mirada que Oderon no sabe discernir, — Pero eso ya lo sabías.
— ¡Adrey! — la voz de Lila se escucha desde el marco de la puerta, — ¡Ellos han…! — detrás de ella venían Cait, Groloth y Umi Lunarlake. Oderon al ver esto se levanta de su asiento de golpe y alza la voz.
(Suena Mephisto's Lullaby - Xtortion Audio)
— ¡¿Qué significa todo esto?! — Lila se ve sorprendida e intimidada — ¡¿Es alguna clase de conspiración acaso?! — la puerta se azota con fuerza, espantando a todos los presentes mientras la figura de Adrey se pone de pie.
— Ahora que ya estamos todos reunidos podemos comenzar —, observa a Oderon quien está conspicuo, — Tú querías saber la verdad ¡y yo se las voy a mostrar!
Las paredes de la habitación se tornaron de un color azul radiante y todos sintieron como el piso se movió bajo sus pies, Lila grita y Cait la ayuda a no caerse. Se encontraban en un lugar rocoso bajo un cielo cubierto por nubes azules y rojas que se arremolinaban sobre sí mismas como torrentes de energía tenebrosa.
Fue en medio del desconcierto que la voz de Adrey resonó en las mentes de todos.
— Había sido previsto… que el cambio era inevitable —, desde un risco un ave bicéfala de plumaje azulado con un bastón da un grito y monta vuelo mientras cientos de criaturas aplanadas en forma de bandeja, generalmente con viciosos dientes y afiladas espinas, — Maestros de la manipulación.
Jinetes enmascarados montando caballos con armaduras y ojos azules aparecen delante de ellos. Los hechiceros se arrejuntan entre ellos y Oderon dibuja unas runas de protección pero estas se disuelven en el aire y esa magia embulle los embulle a todos sintiendo como un poder terrible y ominoso los recorre a todos. Sobre ellos guerreros de formidable tamaño y gruesas armaduras montan aquellos seres aplanados suspendidos en el aire.
— Orquestadores de grandes complejidades —, criaturas horrorosas y de un solo ojo farfullan insidiosos ruidos desde sus gargantas mientras avanzan en tropel contra guerreros de extraña apariencia que pretendían ponerles frente —, Todos tocados por el Arquitecto del Destino.
Guerreros fornidos y mutados avanzan en falanges, más aves bípedas de plumajes oscuros lanzan sus atronadores cantos al cielo que ahora se cubre por monstruos voladores enormes y relucientes de color púrpura con colmillos, cuerno y aguijones multicolor.
Personas con cabezas de buitre levitan en el aire libros que contenían magia sombría y pérdida dibujando runas desconocidas creando muros de fuego azul y morado mientras otros hacían ademanes con sus manos delgadas cuya piel parecía estar pegada a la fuerza sobre el hueso invocan rayos multicolor.
— ¡Revelamos lo insondable! — la voz de Adrey habla en las mentes de todos que solo pueden retorcerse por la abrumadora sensación, menos Lila quien logra ponerse de pie viendo tal paisaje como si fuera lo más hermoso que hubiera visto en su vida. Fija su mirada hacia atrás y allí se encuentran con Mystacor, siempre suspendida sobre las nubes.
— Manipulen el destino… ¡por Tzeentch! — el ave bicéfala alza su bastón y rayos de colores cegadores son dirigidos hacia la ciudadela y antes de que pudieran impactar están todos de nuevo en los aposentos de Adrey.
— Hemos intervenido de forma monstruosa el orden de las cosas —, dice Adrey mirando por su ventana, — Nos hemos estancado, nos hemos conformado. Tenemos los medios para ser más y nos quedamos aquí sin hacer nada. Castaspella no lo entiende, ni lo entenderá. Pero ustedes sí ¿verdad?
This is War:
A warning to the people
The good and the evil
This is war
To the soldier, the civilian
The martyr, the victim
This is war
It's the moment of truth and the moment to lie
The moment to live and the moment to die
The moment to fight, the moment to fight, to fight, to fight, to fight
To the right, to the left
We will fight to the death
To the edge of the Earth
It's a brave new world from the last to the first
To the right, to the left
We will fight to the death
To the edge of the Earth
It's a brave new world, it's a brave new world, it's a brave new world
A brave new world
The war is won
The war is won
A brave new world
We've seen that most of the readers of this fic are non-spanish speakers, so we condsidered to translate the chapters to ease the reading and the first chapter will be pusblished along side the new one chapter in spanish. The chapters in english would be publish in time, because is such a hard work to translate and for the same reason, you apologize have for the mistakes along the reading. Thank you for read and have a good time.
