Los personajes de She-ra and the Princesses of Power son propiedad de Noelle Stevenson y Dreamworks Animation y las razas y ubicaciones son propiedad de Games WorkShop.
(En colaboración con davidomega59)
— Tienes que creerme, Izmali, jamás había visto algo así y es… — Lila no puede seguir explicando lo que había experimentado hace apenas unas horas mientras las primeras luces del amanecer aparecían en el horizonte. No pudo esperar más para hablarle a su amiga sobre aquello.
Quería que fuera parte de esto.
— Lila, sé que Adrey significa mucho para ti, pero no puedes dejarte llevar por promesas e ilusiones —, los ojos magenta aún están adormilados pero sus oídos estaban atentos a lo que Lila decía.
— No son ilusiones, ¡es real! ¡Todo! —, Lila estaba emocionada, — Los Verdaderos Poderes han venido para hacernos libres a través del caos.
— ¿Caos? ¿Cómo el caos puede hacer libre a alguien? — cuando Lila entró en su habitación para contarle algo "increíble" no creyó que sería un desvarío como ese.
Izmali se levanta de su cama y se dirige a una mesa donde tenía una serie de cremas para su piel cobriza y a cepillar su cabello corto y rubio.
— El Arquitecto del Destino puede que haga las cosas un poco complicadas pero siempre con un propósito. Según Adrey acoge a todos a lo que lo buscan sin restricciones —. Hace un énfasis en esa última palabra.
— ¿Arquitecto del…? Lila, por favor, ¿estás escuchándote?
— ¡Tú no estás escuchándome! Podríamos retomar el proyecto donde lo dejamos —. Lila toma su mano esperanzada.
— Tu proyecto, Lila. Eras tú quien estaba tan empecinada en eso.
— Y tú dijiste que ibas a apoyarme, no solo con eso, sino en todo. ¡Ayúdame ahora!
Lila e Izmali fueron siempre bastante cercanas, se tenían confianza la una a la otra, incluso después de sus restricciones. Izmali no participó directamente en el proyecto de Lila porque aún tenía otros proyectos personales, además de sus estudios superiores. Cuando Lila echó a sus compañeros de proyecto y Oderon y Castaspella intervinieron, Izmali no intervino en su favor.
¿Pero qué podía hacer? Solo era una estudiante. A eso se le sumo los numerosos testimonios de personas con las que había tratado no favorecían en nada a Lila y lo que Izmali hiciera o no hiciera no cambiaría nada, ya todo estaba decidido.
Pero Lila no la apartó antes y no la quería apartar ahora. Pero ahora Izmali no le gustaba nada de lo que estaba escuchando.
— Lila, yo… — se quedó con las palabras en la boca.
— Por favor —, suplica Lila, — podemos ser más. Seremos más que solo estudiantes memorizando runas. Estaríamos en la gracia, no de maestros que se dejaron la mentalidad hace 50 años, sino de algo superior. Terrible pero sabio.
Lila estaba tan frustrada por todo lo que había pasado en los últimos años, no solo por su proyecto, sino por lo que estaba pasando con Adrey por tener el atrevimiento de hacer algo contra La Horda, porque supo que era cuestión de tiempo. Y en su frustración viene Adrey a ofrecerle poder.
— No hay porque tenerlo miedo al cambio —, dice Lila casi hipnotizada, — El caos impondrá su propio orden. Tzeentch nos ve y nos oye. El conoce la verdad detrás de las mentiras de este mundo.
Izmali ve un brillo siniestro y suplicante en los ojos de Lila, que en el fondo tumultuoso de esa fascinación insana, ve desesperación reprimida por alcanzar algo o ser algo.
Algo que la aterraba.
— Muy bien, Lila —, dice Izmali, — Explícame más y lo pensaré.
Lila sonríe con entusiasmo y satisfacción.
My War:
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la
Let's start a new life from the darkness
Until the light reveals the end
Sinister faces, growing curses
This is my last war
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels playing disguised)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (with devil's faces)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling to their coins)
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (squeezing out their wisdom)
La-La-La-La
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Angels planning disguised)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ta (Rastis! Rastis!) (with devil's faces)
Ba-ba-ri-as-ras-ti-ti-ti-ras-ti-ti (Children cling on to their)
Rastis! Rastis! Ra-ti-ti-la (very last coins)
Destruction and regeneration
You are the real enemy (Rastis! Rastis! Rastis!)
War!
(My) War!
(My) War!
Rastis! Rastis! Rastis! Rastis!
— Aplastar mis miedos e inseguridades ¡Listo! —, esa era la parte más importante de su ritual matutino. Scorpia dudaba muchas veces sobre sus propias capacidades más no de sus atributos como persona, — Soy valiente, fuerte, leal y doy buenos abrazos y voy a ser la mejor amiga ¡que pueda hacer!
Alguien grita mientras cae de un barandal al tiempo que las puertas se abren y una caja con herramientas dentro se estrella contra el suelo y dos soldados pasan corriendo a toda prisa frente a ella. Otros dos estaban recogiendo tornillos que habían tirado y otros dos chocan entre ellos al no fijarse por donde iban.
— Si… ¡Hoy será un gran día! —. No pudo terminar de formular otro pensamiento cuando algo explotó a su lado llenando el lugar de un humo que hace toser a todos los del lugar.
Con las principales defensas del perímetro norte de vuelta en la Zona del Terror el número de efectivos presentes era el más grande que habían visto en mucho tiempo. Sea lo que sea que estuviera planeando Catra, necesitaría de todos ellos pero obviamente no iba a dejar que se sentaran ahí sin hacer nada. La productividad era el estandarte actual en La Horda y todos debían cumplir su parte.
Aún no sabía nada de lo que pretendía hacer pero todo parecía ir según lo planeado y ya le diría que es lo que pasaría y seguramente le daría una misión especial para ella sola. O ellas dos se encargarían de todo, solo que ahora Catra necesitaba enfocarse en otras cosas.
Pero Scorpia debía cumplir con su parte para demostrarle a la felina lo que en realidad valía. La presión a la estaba sometida últimamente la habían dicho decir cosas que probablemente no sentía y que Scorpia no había entendido bien.
Pero, ¿qué debía hacer supuestamente?
Catra no le había encargado ninguna tarea en específico y al no saber que planeaba no podía asignarse a sí misma algo que hacer sin que interviniera en todo lo que se estaba haciendo causando la ira de Catra.
Eran esos momentos en los que de verdad echaba en falta a Entrapta porque la asistía, la ayudaba y la escuchaba o se escuchaban mutuamente y se sentía muy a gusto con ella y muchas veces intentó con genuino interés de que Catra perteneciera a todo eso. Ser el Súper Trío de Amigas.
Pero simplemente Catra estaba con la cabeza en otro lado. Siempre tenía la cabeza en otro lado, y debía ser estresante.
¡Claro! Piensa Scorpia.
— Tal vez no puedo hacer cosas para Catra, pero si puedo hacer cosas por Catra —. Fue cuando una vieja receta familiar llegó a su mente.
— No deberíamos de empezar muy lejos, no-no. Somos pocos, aún si cosas-humanas son muy tontas para pelear —. Expresó Khak Cava-Terrenos mientras intentaban cubrirse bajo los árboles a plena luz del día.
Cuando Kalmtrukz les informó sobre lo que había descubierto bajo tierra hizo sentir al clan lo más cercano a la esperanza que alguna vez ningún skaven hubiera sentido. Sin embargo, seguía actuando bajo aquellas ideas y formas de pensamiento que les ganó el desprecio irremediable de los de su propia especie
Que una raza como los skaven llegue a esos límites era algo inaudito.
— Cosa-fantasma brillante y cosa-humana hablaban de restablecer algo. Lugar así no puede estar desprotegido. Con cautela hay que actuar, si-si —. Había algo en el aire que le hacía sentir inquieto. Sabía que no debía precipitarse pero tampoco debía dejar que el tiempo pasara.
No dudaba de la habilidad de Khak, pero empezar a cavar sobre aquel lugar no le parecía adecuado como tampoco empezar a hacerlo desde su asentamiento bajo tierra pues, si algo salía mal, podían llegar a encontrarlos. Eran numerosos pero seguían siendo un clan menor que había sido obliterado en el pasado por otros más importantes y muchos de sus miembros habían sido aniquilados por los elfos oscuros.
El brillo de aquella espada bajo la luz de Morrslieb sería algo que no olvidaría jamás.
— ¡Kalmtrukz! —. El llamado de uno de los miembros de su clan que no había venido con ellos le hace dar un chillido que le mandaba a callar.
— ¿Qué ocurre? —. El skaven simplemente le entrega una roca y un pedazo de madera que pertenecieron a alguna estructura. De inmediato hubo algo que le aterró.
Empezó a olisquear los objetos con premura y lanza un gemido pavoroso y molesto.
— ¡Hay que cavar! ¡Ya! ¡No pueden encontrarnos! ¡Clan Mors no deben encontrarnos, no-no! —. Los otros dos skaven bufan en señal de aprobación y Khak empieza con los primeros pasos para empezar a cavar y entrar al Castillo de Cristal.
El alivio de ver que Silvy había mejorado y no había recaído en sus fiebres no fue suficiente para calmar los nuevos temores que afloraron en Gamond. Había huido de su hogar en contra de las protestas de la madre de Silvy porque le preocupaba la seguridad de su niña, era ahora que entendía que a pesar del peligro que representa la Horda, no podía estar tan aislado pues si algo así volvía a pasar no iba a tener tanta suerte.
No fue difícil para ninguno de los dos el desapegarse de aquel mal trecho lugar que había hecho Gamond improvisadamente. El viaje fue largo y cansado, por los días y las noches podían ver el brillo y el humo que emanaba desde la Zona del Terror. Era lo único que podía vislumbrar en esos rojos y áridos terrenos que circundaban aquel reino de oscuridad mientras el sonido del mar y las olas rompían contra aquellas ennegrecidas costas que eran un reflejo del desaliento y miseria.
Fueron días duros hasta que volvieron a respirar aquel aroma a rocío y misterio que envolvían a los Bosques Susurrantes. Gamond nunca olvidó como se veían y lo que allí podría haber. Andaban con cautela pero con mucha más calma que nunca habrían sentido en aquella zona del desierto.
Sabía que no iba a encontrar a su esposa otra vez y si lo hacía, iba a ser recibido con una acalorada discusión. Durante todo su viaje fueron seguidos muy de cerca por dos indeseables conocidos. La peste y los insectos. La cataplasma que aquel viejo había puesto en Silvy no se caí y desprendía un olor asqueroso que parecía no molestar a su hija y era esa misma peste la que atraía a insectos anormalmente grandes.
— ¡Mira! —. Señala Silvy. Ven una casa en buenas condiciones y el sonido de varias personas venía de la misma dirección.
— Vamos —. Padre e hija empiezan a acercarse al lugar y encuentran una pequeña villa con personas e híbridos por igual, su presencia no pasó desapercibida y una mujer con facciones humanas y plumas en su cuerpo los recibe.
— Bienvenidos, hay… ¿Hay algo en que podamos ayudarles?
— Tal vez… solo… queremos descansar un poco —. Responde Gamond.
— ¿Quieren algo de comer o de beber? ¿Un lugar para asearse quizá?
— Se lo agradeceríamos —, Contesta Silvy, — ¿Nos quedaremos mucho? — pregunta a Gamond.
— No lo sé. Si las cosas salen bien, tal vez. Puede que sea más seguro que ir solos —, Los pies le estaban matando y sentía un bulto en la garganta que debía bajar con un buen trago de agua, — Trata de descansar un poco.
— Está bien —. Gamond se da el lujo de dar un suspiro aliviado.
La pintura roja dibujando aquel símbolo alado de La Horda había estado en aquellas paredes de lo que quedaba del reino de su especie desde que tenía memoria. Los salones desprovistos de todo esplendor y cuya grandiosidad había sido erradicada. Las representaciones en los murales de grandes acontecimientos habían perdido todo significado al no quedar nadie que los recordase. Los miembros de una noble familia y sus tronos de piedra tallada estaban agrietados y cubiertos de polvo.
Un magnifico palacio, relegado a simples ruinas en un lugar apartado de la Zona del Terror y en medio de todo eso, una máquina y la última de aquella noble e incomprendida raza en sus momentos de duda y debate interno empezaba a comprender e hilar todos los acontecimientos. Dándoles sentido y apesarando su cálido corazón que se abría hacia los demás y cuyas emociones eran siempre aplastadas y dejadas de lado.
La visita al laboratorio de Entrapta le hizo añorar tiempos mejores como si hubieran pasado hace eones cuando en realidad solo habían pasado unas cuantas semanas, tal vez meses. Aquel lugar donde su querida amiga materializaba sus anhelos le traían recuerdos y la sala del Granate Negro preguntas.
Era una princesa.
Pero al igual que Catra, todo lo que hacía lo hacía por La Horda, al fin y al cabo era para…
¿Para qué?
¿Qué buscaba La Horda? ¿Qué hacían? ¿Por qué lo hacían? Ocupar territorio, vencer y someter a los habitantes de esos lugares para… ¿para qué?
Las princesas se separaron después de que algo salió mal con la última Alianza de Princesas ¿y antes de eso qué? ¿Qué hacían? ¿Eso es lo que hacía una princesa?
¿Cómo saberlo?
Aún si nada de los últimos 40 años hubiera sucedido la habrían hecho a un lado, como si fuera un bicho raro, lo mismo sucedía ahí en su hogar ¿Era su hogar? ¿Realmente todos son así?
Entrapta es la única amiga real que has tenido.
Ahí estaba esa voz otra vez. Tenía muchas voces en su cabeza, la misma que le impidió tocar el Granate Negro hace apenas una hora. Pero era diferente esta hacía un eco por toda su mente, la otra fue un susurro distorsionado en su oído que le decía Aún no a la que obedeció sin saber por qué.
Catra traicionó a Entrapta y a ella. Lastimaría y eliminaría a todo aquel que se le interpusiera. Catra lo quería todo, sea lo que sea que eso significara.
— Aún tengo tiempo. Aún puedo ser una buena amiga —. Daría lo que fuera porque Emily tuviera un rostro, para inspirarla o para que reconsiderara las cosas. Pero ya era tiempo de que tomará sus decisiones.
Saliendo de las ruinas para volver a la zona alta ve como un grupo de soldados camina a paso firme. No llevaban armas, ni cargamentos ni nada y algunos llevaban la armadura mal puesta y otros algo dañada.
— ¡Oigan! — el grupo de al menos 10 o 15 se detiene en seco — ¿Qué hacen aquí? ¿Son del perímetro norte? — Scorpia se acerca para ver si puede reconocer alguno pero todos llevaban los cascos puestos.
— Así es. Estábamos buscando la armería —. Responde uno de ellos.
— ¿La armería? ¿Qué? ¿Terminaron su entrenamiento y los mandaron así nada más? —, Scorpia ríe un poco, todos sabían dónde estaba, — Vayan a la zona superior norte, por donde dejan los tanques y deslizadores y unas cuantas bodegas y pasillos hacia la derecha la encontrarán. La zona de embalaje está justo enfrente, así que no se confundan.
— Le agradecemos su ayuda —. Responde el mismo soldado y todos juntos se alejan.
— Vaya, que amable —. Tomando una profunda respiración se dirige a buscar a Catra, no sin antes pasar por el laboratorio de Entrapta.
Catra sintió una punzada que la hizo tensar todo su brazo. El dolor se tornó en algo inaguantable de un segundo a otro y así como vino se fue dejándola mareada. Parpadeó para intentar recobrar el sentido pero todo se volvía borroso y el mundo parecía girar sobre ella y ella con él al mismo tiempo. Sus piernas se movían más no sentía el suelo, las paredes se volvían humo mientras su visión se iba limitando hasta ver un punto luminoso en el horizonte y luces paralelas aparecían a su lado.
El espacio y el tiempo volvió a la normalidad, aquellas luces se volvieron ojos curiosos que la veían. Soldados que se apartaron ante la presencia de la Capitana de la Fuerza. Volvió a sentir el frío y duro suelo bajo sus pies y había una sensación pegajosa cada que daba un paso. Aquel olor llenó sus fosas nasales al tiempo que el del humo de algún fuego extendiéndose lo hacía también.
La sangre corría por el suelo como ríos, sus ojos se resecaban y le costaba respirar. Sintió la superficie de una pared. Había regresado. El suelo estaba sucio pero no había manchas hemáticas, nada ardía y la ventilación evitaba que el humo de las fábricas se colara a esa zona. Los soldados seguían viéndola con curiosidad, otros con miedo. Un apesarado sentimiento de urgencia la invadió y lo primero que pensó era que tenía que encontrar a Scorpia.
No sabía porqué, pero su instinto la alertaba, la instaba a actuar. Algo estaba mal, algo estaba terriblemente mal y solo podía esperar que Scorpia no lo hubiera echado a perder.
— Debió haber sido difícil para ustedes —. Trata de confortar la mujer que recibió a Gamond y Silvy.
— Lo fue más para ella. Aún es muy pequeña y apenas se hace una idea de como funcionan las cosas en este… loco mundo —. Dice Gamond.
— Pero es muy servicial y amable —. Felicita la mujer.
— Sí, lo heredó de su madre.
— ¿Por qué no se fue con ustedes?
— Estaba muy apegada a su pueblo; era su hogar. Fue el abuelo de Silvy el que me pidió que nos fuéramos. No sé qué pasó después entre ellos, pero… —, Gamond da un vistazo al cielo, — Creo que lo hice más por mí que por ella. Tenía miedo, mucho miedo.
— Pero no la dejó atrás, aún si lo hizo todo por miedo.
— Haría lo que sea por ella, lo que ella me pidiera. Incluso pelear.
Sonidos parecidos a los de un ave pero mucho más forzados y agudos provenientes del bosque hacen que la mujer se ponga de pie y un puñal improvisado hecho con una piedra y un trozo de madera.
— Lamento que eso tenga que ser muy pronto —. Musita la mujer.
Un destello verde se convierte en uno amarillo seguido de un estruendo mientras una de las casas se desplomaba en medio de humo, polvo y gritos. Todas las personas de aquel pequeño refugio se levantan de golpe empezando a correr de un lado a otro. Los hordeanos salieron de entre los árboles, rodeando a los ethereanos. Unos caían de rodillas, rindiéndose, otros hacían el intento de ponerles frente pero eran abatidos por sus armas eléctricas.
A base de piedras y palos, algunos refugiados lograban golpear a los soldados y desarmarlos usando sus propias armas contra ellos. El sonido apabullante de los tanques entrando en el lugar y pasando por encima de las casas cuadradas y de techos de lámina o de piedra mientras sus cañones abrían fuego.
En medio de los gritos y el desasosiego, Gamond ve a su hija escondiéndose bajo una mesa de madera, él se esconde junto con ella pero rápidamente se volvió inútil al ver aquellas máquinas flotantes acercarse a donde estaban. Él la toma y se tropieza con sus propios pies, poniéndose rápidamente de pie, chocando contra un hordeano haciéndolo caer quien desde el suelo intenta dispararles y aquella mujer que los recibió golpea con su cuchillo rompiendo el visor del casco.
Un ruido mecánico inunda el ambiente, rayos rojos quemaban a través del aire levantando fuego y humo. Gamond y Silvy se meten en una casa, las paredes ahogan aquel ruido mientras afuera reinaba el desastre y la angustia. Por un momento el mundo se sumió en el silencio, Silvy pasaba su mirada de allá para acá, de un rincón a otro queriendo averiguar que iba a pasar a continuación. La respiración agitada y desesperada de su padre que tragaba gruesamente para intentar armarse de valor.
El polvo entró en su nariz y el rojo del fuego inunda su mirada mientras las paredes de aquella casa se derrumban. Una viga cae del techo, siente como su padre la empuja, su cabeza se golpea contra la tierra, ella tose e intenta dispersar el polvo y ve como su padre está atrapado bajo aquel trozo de madera humeante. Ella se horroriza e inútilmente intenta levantarlo.
— ¡Vete! ¡Vete ahora! —. Exclama su padre.
— ¡No! —, reniega Silvy, — ¡Solo debo…! — Todo el esfuerzo que podía tener los estaba poniendo en intentar sacar a Gamond.
— ¡Largo! ¡Vete! ¡Vete! —. Silvy siente la amargura de las lágrimas corriendo por sus mejillas mientras sus brazos aún daban todo lo que podían de sí para hacer algo a tal punto que se estaba empezando a hacer daño.
El mundo se sumió en el silencio nuevamente para ella mientras afuera las máquinas trípodes y los tanques arrasaban todo aquello que tenían por delante. Sus brazos se rinden y cae de rodillas mientras apoya su cabeza en la viga. Las lágrimas y el sudor se entremezclaban. El aroma del humo fue reemplazado por un aroma al que ya estaba acostumbrada desde hace ya unos días pero ahora se había vuelto más insoportable.
— Es una lástima todo esto —. Aquel anciano que apareció en su casa para sanarla estaba ahí delante de ella.
— ¡Por favor, ayúdeme! —. Suplica la niña.
— No puedo, pequeña, yo… estoy muy lejos ahora —, el tenue atisbo de esperanza desaparece, — Aunque tal vez tú puedas, pero tienes que estar tranquila.
Silvy siente un escozor escurriéndose desde su espalda hasta sus brazos. Una baba verde, pastosa e inmunda que emanaba de aquella cataplasma que tenía en su espalda le cubre sus extremidades. Una lágrima desesperada surcaba el rostro de Gamond, Silvy la limpia dejando un rastro de aquella sustancia. Una sonrisa adorna el rostro de la niña quien siente una amable caricia en su cabello.
— Ahora escúchame con mucha atención —. Susurra el anciano.
Afuera, los hordeanos ya habían sometido a todos los refugiados apesarados por aquellos que murieron aplastados o que estuvieron en el rango de alguna explosión.
— ¿Ya son todos? —. Pregunta el sargento a cargo.
— Sí, creo que sí —. El hordeano suelta un sonido de duda al ver a una niña cubierta por lo que creía que era barro o pasto que goteaba.
— Creo que no —. Le reprende su superior.
— Ellos son malos —. Musita Silvy.
(Suena Elena Siegman – 115)
— Ahora pueden ser tus amigos. Ve y dale un abrazo —. Silvy levanta la mirada cuando aquel soldado se para delante de ella y sin pensarlo, cierra sus brazos a la altura de su cintura. Los reniegos del sargento no se hicieron esperar.
— ¡Suéltame, niña! —, El hordeano rebuzna y logra zafarse del agarre de la niña, — ¿Qué le pasa a esta gente? ¿Y qué es esto? Apesta espantoso.
Sacude la mano intentando deshacerse de aquel material pastoso y sucio pero en vez de caer se aferra a la armadura donde había quedado y en los guantes. Empezó a esparcirse. El hordeano empieza a dar quejidos desesperados pues sentía que le quemaba, y el olor.
La peste era abominable.
— Todos pueden ser amigos, todos son mis niños —, Una nube densa empieza condensarse desde donde estaba Silvy. Ella era la fuente. Aquella nube de miasma empezó a rodear a hordeano y refugiados por igual, — Ya no deben temer a la muerte —, Los hordeanos caían de rodillas mientras sus armaduras se pudrían y desintegraban, los cristales de sus cascos crepitaron y se quebraron, las ropas de tela se degastaron debajo de su armadura se desgastaron exponiendo su piel, — Las legiones de carne avanzan, — los refugiado se ahogaban y perdían el aire, de sus bocas y narices supuraban materia verde, la piel de los rostros de algunos se cayó a tajos mientras que la de sus brazos se ampollaba y hervía en otros, — Un desfile de mis dones hecho por mis hijos —, los sistemas de orientación de los bots empezaron a fallar y a caer con su blindaje oxidado y desde adentro surgía un musgo de donde insectos pequeños, deformes y alados nacieron, — Miran el dominio de la vida y la descomposición —, llagas y pústulas empiezan a brotar de todos los presentes y a pesar de la aberrante escena, los afectados parecían estar sintiendo gozo y alegría.
Dos de los insectos crecieron y mutaron en cuestión de segundos, su aletear haría que un escalofrío recorriera a cualquiera y su aspecto inducía al vómito y otros malestares, se acercaron a Silvy y se dejaron acariciar de forma sumisa y con una nobleza execrable.
Por muy pequeña que fuera en comparación, esa parte de los Bosques Susurrantes murió y renació. De los bots enjambres de moscas salían a trompicones y se arremolinaban en el cielo, las hojas de los árboles cayeron marchitas y los troncos se pudrieron y deshicieron para dar paso a otros que se abotargaban y nacían de la tierra infecta como grandes plantas con una sabía corruptora mientras el fértil pasto se convirtió en un campo de hongos verdes de aspecto enfermizo.
— Mi dominio en la entropía —, pieles encostradas, rostros podridos, pies atestados de inmundicias fúngicas y alientos fétidos les fueron dados a todos. Silvy sabía de alguna manera que todos escuchaban aquella voz jovial, — Este mundo aún no ha visto los dones que les he dado, pueden corregirlo en esta era de renacimiento virulento que ha llegado junto a mis otros hijos, se deleitaran junto a ellos en la proliferación —, tanto hordeanos como refugiados, ahora desdibujados de lo que fueron, se miran entre ellos, aún a pesar de sus aspectos no se horrorizaron al verse, — Jo, jo, jo, —, se escucha la risa del Gran Corruptor, — No tienen que ser tan rígidos, pequeños… No delante de su Abuelo Nurgle.
Eres una mala amiga
Scorpia era incapaz de ser grosera y ciertamente la asertividad no era su fuerte, pero siempre expresaba lo que su corazón sentía y eso era todo lo que tenía que decir.
No respuestas ingeniosas, no insultos ni exaltaciones. Los sentimientos podían ser tan complejos como para explicarlos y a veces tan simples que se podían definir en palabras que podían adquirir matices si se pensaban de una manera u otra que adquirían complejidad pero al mismo tiempo eran simples.
Toda una maraña que a veces la agobiaba y frustraba. Esta triste y abatida pero también se sentía liberada aquella opresión en el pecho desapareció en gran medida y una extraña resolución afloró en su mente.
(Suena Will of Heart – Bleach OST)
Recibe a Emily entre sus brazos, era algo que necesitaba en ese momento.
— Nos conseguí más tiempo. Catra no averiguó que era solo basura, aunque estaba mintiendo —, no quería recordar aquellas palabras tan desastrosas que la felina había dicho, — No puedo hacer nada por ella… pero tal vez aún pueda ayudar a Entrapta —, toma su mochila con lo poco que necesitaba y voltea hacia Emily, — ¿Lista para un viaje de súper dúo de amigas? — el robot da pitidos de aprobación, — Nos largamos de aquí, Emily… para siempre —. Su determinación no podía ser más absoluta y su decisión más rotunda.
No hizo lo necesario por Entrapta y ya había hecho demás por Catra.
La Zona del Terror no era su hogar, La Horda nunca la aceptaría como tal, su familia y su especie se habían ido y las princesas renegaron de ella y aun así, haría lo que una princesa debía.
Ninguna voz en su mente la detuvo, la duda se había disipado y el dolor menguaría con el tiempo. Su futuro estaba en otro lado.
