Disclaimer: Evidentemente ninguno de los personajes de Prison Break me pertenecen, hago esto movida únicamente por el placer de escribir.
Dedicado a todo el que se tome la molestia de leerlo.
Spoilers para toda la primera temporada.
Título: Algunas noches.
By Lylou
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Cuándo Sara abrió los ojos, él ya no estaba ahí.
Tampoco es que hubiera esperado encontrarle, hacía mucho que ya no esperaba hacerlo, pero durante un segundo después de despertar, ella siempre pensaba:
"Y si…"
Su olor a otoño y a recuerdos lejanos aun estaba suspendido en la habitación, y las sábanas todavía tenían atrapado su calor familiar y asfixiante.
Pero él ya no estaba.
Sarah miró los números verdes de su despertador y vio que eran más de las once del sábado, seguramente, Michael estaría en un coche, camino del sito en el que quiera que se escondía de todo el mundo, incluido, de ella.
Ahora Sarah sólo podía esperar a que la extrañara tanto, que tuviera que a arriesgarlo todo para volver a verla, aunque fuera sólo durante una noche.
Pero aquello siempre acababa de la misma forma.
Él tenía que irse, tenía que volver a desaparecer por el horizonte cada vez, cómo si su vida fuera una jodida película de Hollywood.
Ella siempre se prometía a sí misma, que aquella sería la ultima vez, que nunca más volvería a abrir la puerta de madrugada en silencio, que dejaría de comparar a todos los hombres que conocía con él, que buscaría la manera de tener una vida normal por fin y que quizá, por primera vez, se permitiría a si misma ser feliz para variar.
Pero todos esos buenos propósitos duraban muy poco en su mente deprimida y aun somnolienta, por que ella sabía muy bien que nunca podrían escapar del círculo de fuego en el que los dos estaban atrapados.
Sarah quiso reírse, pero en no lo consiguió, pensó que aun podía retrasar el desayuno un rato más, no tenía hambre, sentía todos los músculos de su cuerpo entumecidos por el cansancio que solo causa el sexo desesperado, si cerraba los ojos, aun podía sentir el rastro invisible de sus besos, quemándola, sobre la piel, su olor atrapado entre su pelo, sus manos… todas aquellas sensaciones siempre tardaban en desvanecerse.
Incluso a veces, días después de haberse visto, Sarah sentía su mirada verdosa derramándose sobre ella en el supermercado, en el video club, mientras volvía por la noche a su piso… al principio siempre se daba la vuelta sorprendida, buscando sus ojos de fuego entre la gente, pero jamás le vio.
Después, y sin saber muy bien cómo, pensó que tal vez él estaba realmente ahí, y a partir de entonces, dejó de buscarle, dejó de darse la vuelta en la cola de la cafetería para ver si realmente Michael estaba ahí.
Cómo aquélla mañana fría en el hospital.
Ella lo supo, al despertarse supo sin ninguna duda que él había estado ahí.
Lo supo por que su olor aun estaba atrapado en la habitación, igual que después de una de sus visitas de madrugada, lo supo por que sus palabras silenciosas aun estaban suspendidas mágicamente en el aire, cómo los electrones flotando antes de una gran tormenta, era algo que sólo ella podía saber.
Y ahora, casi ocho meses después, sabía que lo que hacían era lo correcto, lo menos trágico dentro de la tragedia voluntaria en la que ellos vivían, ella sabía que la cama vacía por la mañana y el olor a sexo en el aire, era lo más cerca de una vida "normal" de lo que ellos estarían nunca.
Y ambos sabían muy bien que aquello era lo correcto, por que dolía, por que cada mañana les hacía sangrar y estar muertos.
O desear estarlo.
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Michael vio por el retrovisor cómo se cerraba la verja de su nueva casa, sabía que tenía que hacer eso ahora, formaba parte de cómo era su nueva vida.
Pero a pesar de todo le gustaba aquella casa, por eso la eligió, por eso y por un millón de paranoicas razones más que en su día le parecieron muy importantes, claro que entonces, mientras planeaba su fuga, todo parecía muy sencillo, entrar y salir con Lincon.
La voz familiar de su cerebro le atacó sin piedad una vez más:
"Ya no parece tan sencillo¿Verdad?".
Atravesó el jardín y sintió el olor intenso a salitre llenando sus pulmones, desde ahí se podía ver el mar, había exactamente doce escalones de madera hasta el embarcadero, le hubiera gustado enseñárselo a ella.
Le hubiera gustado que Sarah hubiese dicho esta vez:
"Llévame contigo".
Que se hubiera sentado a su lado en el coche y hubiera confiado en él lo bastante cómo para dejarse llevar hasta ahí, para empezar una vida nueva y diferente a su lado.
Pero aquello no pasaría jamás.
Por que una cosa era hacer el amor desesperadamente con él cada vez que iba a verla, y otra muy diferente, era la confianza que hacía falta para subirse a su BMW y dejar que la arrastrara de nuevo a su mundo.
Pero aun así, Michael siempre tenía la borrosa esperanza de que ella se lo susurraría al oído de madrugada, de que alguna vez, cuándo solo la luz amarillenta de las farolas se colara por las rendijas de la persiana, y Sarah fuera una sombra cálida apoyada contra su cuerpo lo escucharía "Llévame contigo".
Pero no.
Michael se bajó del coche y entonces vio el todo terreno oscuro deteniéndose en el camino, y supo inmediatamente quién estaba ahí.
-Estuve aquí ayer… Y no estabas.
Su hermano mayor sonrió, con más cariño que humor, y después camino hacía la verja metálica que volvió abrirse.
-Lo se… tenía algo importante que hacer.
-Ya…
De nuevo miró a Michael, con esa mezcla de melancolía y afecto con la que le miraba siempre que él lo necesitaba, a Michael le gustaba sentirse cómo el hermano pequeño y se dio cuenta de que aun sentía el mismo amor desbordante y necesitado que cuándo eran niños.
-Y… ¿Cómo está ella?
-No se de que me hablas Linc.
Michael se dio la vuelta y empezó a andar hacía la casa.
-Ya… Nunca te he preguntado esto hermanito pero… Le diste las gracias
¿Verdad?
No estaríamos hoy aquí si no fuera por ella.
-…Si…
Le di las gracias.
De nuevo esa mirada melancólica de los que han mirado demasiado al abismo, que sólo ellos dos podían entender.
-¿Ya no le ofreces un café a los invitados?
-Técnicamente Linc… no te he invitado.
Michael sonrió, probablemente por primera vez en todo el día y entró en la cocina.
-¿Cómo está LJ?
-Ya sabes… ser adolescente es un asco en circunstancias normales, pero cuando tú, y toda tu familia son fugitivos… la verdad es que a mi nunca me cuenta nada.
-Dile que… que todo podría haber sido peor.
Lincon sonrió despacio y su mirada se perdió en su hermano, que estaba de pie junto a la barra americana, esperando que la cafetera empezara a hacer su trabajo.
Lincon sabía que las cosas nunca habían sido fáciles con su hijo, y ahora, que todo era muy diferente, seguían siendo igual de difícil.
-Normalmente está cabreado conmigo, o simplemente me odia, o le descubro llorando mientras ve Anatomía de Grey…
Los dos hermanos se rieron en la cocina mientras el café empezaba a bajar, y por un segundo, ambos parecieron niños de nuevo, cómo si nunca hubieran tenido que hacerse fuertes y tristes.
-Dale tiempo.
-Y tu… ¿Cómo estas Michael?
-Bien.
-Es verdad, olvidaba que tú siempre estas bien.
Michael sonrió sin nada de humor y cogió dos tazas del armario de su nueva e impersonal cocina, que se había llenado de olor a café recién hecho, y entonces Lincon pudo ver cómo la mirada de su hermano se perdía en el Pacífico a través de la cristalera.
-¿Te arrepientes Michael?
¿Te arrepientes alguna vez de haberme sacado de ahí?
Michael miró en silencio y a su hermano, y su voz sonó baja pero firme cuándo habló.
-Jamás…
Pero algunas noches pienso que me hubiera gustado haber tenido otra opción entonces.
-No la tenías… y no la tienes ahora.
-Lo se pero me gustaría que ella lo supiera.
¿Crees que las cosas serán diferentes alguna vez Lincon?
-Las cosas siempre cambian y nadie, ni siquiera tú, puede evitarlo.
Es lo único de lo que estoy seguro en este mundo Michael.
-¿Alguna vez piensas en cómo sería tu vida, si no hubieras entrado aquella noche en aquel garaje?
Lincon sonrío despacio, y miró a su hermano.
-Cada día.
Siempre pienso en cómo sería todo ahora, cómo serían nuestras vidas si yo hubiera ido aquella noche a volarle los sesos a un desgraciado al que ni siquiera conocía.
La tuya, la de LJ, la de Verónica… la de Sarah.
Michael se sorprendió un poco al escuchar su nombre dicho por su hermano, y recordó que él también la conoció allí dentro, que conociéndola a ella, seguramente habría sido la única en aquel lugar que le había tratado como a un ser humano.
"No estaríamos aquí de no ser por ella."
Aquella era la jodida verdad.
-… Pero ahora se una cosa Michael, si no hubiera sido de aquella forma, habría sido de cualquier otra.
Yo estaba en la cuenta atrás Michael, entonces no me quedaba nada, cada día pensaba: "¿Será hoy?".
Fui un estupido Michael… pero volvería a hacerlo, por que era y sigue siendo, un precio muy pequeño por la vida de mi hijo.
Michael pensó en algo que había leído mucho tiempo atrás, antes de que todo cambiase definitivamente para ellos, pero ya no podía recordar donde, y quizá nunca más podría hacerlo.
"Las sombras siempre nos encuentran, no importa cuanto de rápido corramos, no importa donde nos escondamos, las personas como nosotros, llevamos las sombras cosidas al alma…"
Michael volvió a mirar al océano y se preguntó que estaría haciendo ella ahora mismo.
Tal vez estaría pensado en él, maldiciéndole o extrañándole desesperadamente, tal vez estaría desnuda junto a otro hombre…
"No estaríamos aquí de no haber sido por ella"
-Michael… no podemos elegir quienes somos.
O a quien amamos…
Pero al final, eso no importa.
Yo he estado muy cerca del final hermanito, más de lo que me hubiera gustado, y te prometo que el consuelo de haber sentido amor, cualquier tipo de amor, es lo único que puede salvarnos.
Y eso tiene que bastarnos mientras no tengamos nada más.
-No sabía que fueras cómo una galleta de la fortuna Lincon.
Michael se sonrió, pero las palabras de su hermano quedaron suspendidas en el aire de su cocina unos segundos más.
Él quizá fuera bueno con los números y las posibilidades, los cálculos obsesivos… pero su hermano era el especialista en la gente, y siempre había sido así.
Lincon tenía una habilidad especial para las personas, lo que no dejaba de ser irónico, por que sus relaciones personales siempre habían sido un desastre.
-… Pero nosotros Linc, tu, yo….todos los que vivimos entre sombras, no entendemos el amor como el resto del mundo.
¿Verdad?
Lincon sonrió y miró a Michael, cómo si se acabara de darse cuenta por primera vez, de que era un hombre adulto y no un niño perseguido por las pesadillas.
-… Estamos jodidos hermanito, tu, yo… todos.
Y no tiene nada que ver con ser unos presos fugados.
-Lo se.
Continuará…
