Disclaimer: No me pertenece nada, y mucho menos algo relacionado con Prison Break.

Dedicado a cualquiera que se tome la molestia de leerlo.

Gracias.

Spoilers para toda la primera temporada.

Título: Algunas noches IV

By Lylou

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Michael se despertó asustado.

Tenía una fina capa de sudor cálido pegado a su piel, el corazón le latía a toda velocidad en sus sienes, y sintió como las lágrimas agolpadas detrás de sus parpados, se deslizaban por sus mejillas.

Había tenido una pesadilla, una de las peores.

Las peores eran siempre en las que salía ella.

Había visto a Sarah con ese hombre extraño, el mismo que una noche fría de otoño vio cómo la besaba en la puerta de su casa, estaban en la cama de ella, y Michael podía ver cómo se entrecerraban sus ojos bajo el peso del cuerpo de un hombre que no era él.

Era horrible y doloroso, pero no fue aquello lo que le hizo despertarse asustado.

Su desbordado cerebro le regalaba algo aun peor, cuando de repente y cómo sólo ocurre en lo sueños, supo que ahora, Sarah y él mismo, estaban en la acera frente a su casa.

Michael había visto la sangre de ella, derramándose despacio sobre la nieve de diciembre mientras él sujetaba su cuerpo, cada vez más frío.

Podía sentir la sangre cálida, escapándose a toda velocidad de ella.

Michael quería hacer algo en vez de abrazarla estúpidamente sobre la acera nevada, con lágrimas calidas detrás de sus ojos, pero no podía, y de repente, supo que Sarah había muerto.

Y era ahí cuándo se había despertado.

Aunque durante los primeros segundos, eternos y dolorosos, aquello no le había parecido una pesadilla a Michael.

Le había parecido un recuerdo.

Tanto, que necesitó unos instantes agotadores para recordarse que aquello no había ocurrido nunca.

Pero él todavía sentía su corazón acelerado, y sabía que tenía que hacer.

O qué era lo que iba a hacer.

Porque para Michael Scofield, lo que debía hacer y lo que iba a hacer, no eran siempre la misma cosa.

Michael se levantó y caminó hacía la ducha.

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Sarah se despertó sobresaltada en su cama, sin saber que Michael, a casi dos países de distancia de ella, se había despertado de la misma forma sólo unas horas antes.

Ella tardó unos segundos en ver el bulto oscuro y tibio bajo las mantas, cerca de ella, era Jack, que no se había despertado.

Mejor, por que Sarah supo que no habría podido inventarse algo medianamente creíble.

Ella sólo se metía bien a si misma.

Jack estaba ahí, junto a ella, a solo unos centímetros de distancia en la oscuridad, pero ella deseó con toda su alma que hubiera sido Michael.

Siempre lo deseaba, y se volvió a sentir de nuevo cómo la persona más mezquina y solitaria del mundo.

Pero no podía evitarlo.

No sabía que sentía por él, pero sabía muy bien, desde el primer instante, que no era lo mismo que sentía por Michael, de hecho estaba a una jodida galaxia de distancia de lo que sentía por Michael.

Si hubiera sido Michael el que dormía a su lado, ella se habría escondido de nuevo bajo las mantas, y seguramente habría escuchado su respiración, lenta y familiar en la oscuridad, hasta descubrir que él no estaba realmente dormido.

Era curioso, pero a Sarah le parecía que Michael dormía aun menos que ella.

Las noches que él estaba ahí, siempre estaba despierto cuando ella tenía una pesadilla o no podía dormir, pero Sarah nunca se dejaba abrazar y consolar en la oscuridad, cómo si ellos fueran una pareja tierna de alguna tele-comedia.

Sólo le escuchaba hablar, despacio y bajo, con su voz familiar flotando en la oscuridad de su habitación, Michael hablaba sobre los lugares en los que había estado, sobre las cosas agradables que recordaba de cuando era un niño, de la novela que había dejado a medio leer sobre alguna mesilla, a miles de kilómetros de ella… de cosas de verdad para variar, de cosas que le dejaban a Sarah ver cómo el verdadero Michael Scofield, y así hasta que ella se quedaba dormida casi sin darse cuenta.

Aunque a la mañana siguiente, él nunca estaba allí.

Pero ahora Sarah no quería pensar en eso, ni en la pesadilla que le había parecido terrorífica antes, pero de la que no podía recordar más que imágenes perdidas y borrosas ahora, así que se levantó despacio y salió a oscuras de la habitación.

Caminó descalza hasta la cocina y abrió la nevera para buscar agua fría, se la bebió de un trago a pesar de que estaba helada y por un segundo, pensó que no era agua lo que necesitaba.

Necesitaba un wiskey doble y sin hielo, incluso podía sentir cómo le quemaba la garganta al bajar hasta su estomago, pero después de ese querría otro, y después algo más fuerte y a ser posible directo a su sangre, cómo si fuera veneno tibio.

Sarah tomó aire y suspiró en su cocina vacía y oscura, pensaba en algo que le había dicho Jack mientras cenaban:

"No soy tan aburrido cómo piensas"

Y entonces Sarah se dio cuenta de que no le importaba lo más mínimo cómo fuera Jack, o que esas palabras misteriosas pudieran significar algo más de lo que parecía a simple vista, Sarah sólo pensó que quizá no conocía muy bien a ese hombre que dormía con ella varias noches a la semana, pero sabía, que no era Michael Scofield.

Y que nunca lo sería.

De repente sintió cómo faltaba a su promesa otra vez, cómo se sorprendía a si misma pensando en Michael, que estaba a miles de kilómetros de ella, pero que siempre parecía extrañamente necesitado.

Sarah se dio cuenta de que le extrañaba, de que le hubiera gustado escuchar sus pasos suaves y familiares por el pasillo de su casa.

Seguramente, a la mañana siguiente Sarah hubiera sentido esa mezcla de alivio y tristeza que sentía cada vez que se despertaba y veía el otro lado de la cama vacío, pero con su olor todavía atrapado entre las sabanas.

Pero ahora, en su cocina a oscuras en mitad de la noche, le hubiera gustado haber sentido su respiración cálida sobre su pelo.

Pero ahí solo estaba Jack, durmiendo en su habitación al final del pasillo.

Ni siquiera estaba segura de que ese hombre la gustara realmente, a veces se comportaba de forma extraña con ella, cómo si él también estuviera guardando un secreto, uno casi tan pesado como el suyo.

¿Pero quién coño era ella para juzgarle?

No confiaba en él, y seguramente nunca se hubiera subido al polvoriento falso techo de una prisión amotinada de su mano, pero cuando ella se despertaba por las mañanas, Jack estaba ahí.

Sarah pensó en lo poco que le gustaba su vida ahora, era como si ella ya no controlase su destino, había perdido la licencia para ejercer la medicina, y había tenido suerte de no haber perdido también la libertad.

Ser doctora había sido su pasión durante años, desde las noches de café cargado y libros abiertos en la residencia universitaria hasta ese mismo momento, pero nunca más podría ejercer.

Y aquello era sólo culpa suya.

Pensar que la gente podía salvarse y que todo el mundo merecía una segunda oportunidad, incluida ella, la había llevado a trabajar en una prisión inmunda, a intentar cambiar el destino de aunque fuera, sólo uno, de aquellos tristes y deshumanizados hombres, pero ahora ya no tenía ninguna de esas dos cosas.

Ni su trabajo con el que un día pensó que tal vez podría salvarse salvando, ni su carrera, que había sido para ella casi una característica más de su personalidad.

Sarah abrió la ventana de la cocina, necesitaba sentir el frío intenso de fuera y le gustó sentir el aire helado de diciembre removiéndole el pelo, oler la nieve en el viento de madrugada colándose a oscuras en su cocina, pero volvió a pensar en la pesadilla que la había despertado y un escalofrío subió a toda velocidad por su columna.

¿Había soñado con Michael?

No podía jurarlo por que no recordaba nada más que pedazos sueltos e inconexos, cómo solía ocurrir con los sueños, pero estaba casi segura de haberle visto en su pesadilla, asustado y con los ojos húmedos.

Pero Sarah no tenía forma de saber que en ese mismo momento, mientras ella miraba la nieve oscura sobre la acera, Michael estaba a punto de atravesar el límite del estado, a escasas tres horas de Chicago.

Sarah miró una vez más hacía la calle desierta antes de cerrar definitivamente la ventana, y vio un coche de color indeterminado aparcado junto a su edificio, aunque entonces, no le dio importancia.

Caminó despacio hacía la habitación y se acostó en silencio, sin mirar el bulto oscuro e inmóvil al otro lado de la cama.

Pero antes de dormirse otra vez, Sarah supo sin ninguna duda, que Michael estaba pensado en ella en ese mismo momento.

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Lo escuchó una vez, de forma lejana y borrosa.

No sabía cuándo se había vuelto a dormir pero estaba claro que lo había hecho, sintió como Jack se movía despacio en su lado de la cama, podía ver cómo la luz se colaba por las rendijas de la persiana, luz fría y gris, típica de diciembre, que iluminaba débilmente los contornos de los muebles de la habitación, entonces volvió a oírlo.

Esta vez sin ninguna duda.

Era el zumbido lejano de su timbre.

Y Sarah supo, a pesar de estar solo medio despierta, quién era.

Por que sólo había una persona que llamara desesperadamente a su puerta.

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Michael llamó de nuevo, esta vez más fuerte, cómo si el pequeño botón negro del telefonillo fuera el responsable de todos sus problemas, mientras el viento helado convertía el aliento que salía de su boca en nubecitas pálidas.

Sabía que ella estaba en casa, o mejor dicho, esperaba que ella estuviera en casa.

No por que él hubiera conducido toda la noche saltándose todos los límites de velocidad, sino por qué tenía todavía la visión borrosa y somnolienta de su sangre cálida y oscura escapándose de su cuerpo y derramándose sobre la nieve, justo en la acera que estaba mirando de reojo ahora.

Iba a apretar el pequeño y estúpido botón una vez más, pero justo entonces la cerradura de la puerta hizo un ruido característico y se abrió cuando él la empujó, dejando que un pequeño remolino de nieve se colara con él.

Cómo siempre, ninguno de los dos había dicho una sola palabra.

La pesada puerta del portal se cerró tras él, y Michael no vio el coche oscuro aparcado junto al edificio, ni a los dos ocupantes, que fingían no mirarle.

Sólo caminó hasta el ascensor, y apretó el botón del piso de Sarah.

Michael miró a un lado y al otro del pasillo desierto y elegante mientras escuchaba cómo se abría la cerradura al otro lado de la puerta pesada del apartamento de Sarah.

La puerta se abrió y ahí estaba ella, con el pelo suelto y desordenado cayéndole sobre los hombros desnudos y los ojos somnolientos.

Pero estaba bien.

Antes de que ella pudiera hablar, Michael la besó, un poco más necesitado de lo normal y sintió sus labios cálidos y familiares contra los suyos, su pelo cayendo sobre sus manos y su cuerpo pequeño contra el suyo, cómo si ella hubiera estado esperándole al otro lado de la puerta durante horas.

Sus manos dejaron su pelo para bajar por su espalda y acercarla más a él, Michael podía sentir su piel tibia debajo de la fina tela de su pijama verde, y su olor, dulce y cálido flotando por todas partes a su alrededor, y supo que tardaría días en quitarse su olor de su propia piel.

Pero entonces Michael escuchó unos pasos por el pasillo y su cuerpo se tensó, y supo que pasaba algo, cuando Sarah se separó bruscamente de él.

-¿Ocurre algo Sarah?

Jack apareció en el hall, sólo con los pantalones del pijama y el pelo alborotado.

-Jack… no sabía que estuvieras despierto.

Sarah se separó definitivamente de Michael y se acercó hasta el espacio personal de Jack.

-No ocurre nada, él es… Michael.

Jack estrechó la mano de Michael, sin mucho entusiasmo y durante un segundo Michael le estudió en silencio, era una mirada que Sarah ya había visto otras veces, estaba calculando opciones y posibilidades.

-Encantado.

Pero Sarah sabía muy bien que Michael no estaba precisamente "encantado".

-¿Va todo bien Sarah?

-Si, Michael sólo ha venido a…

-…A decir "hola", pero no esperaba que tuvieras compañía.

Lo siento.

Y esto último era cierto, Michael sentía en el alma estar ahí, de pie estúpidamente en el hall de Sarah, viendo al hombre que se acostaba con ella, por que el medio pijama y el pelo revuelto de él ya no dejaban lugar a dudas.

"No deberías estar aquí"

Aquella maldita voz volvió a colarse de nuevo en su cerebro, mientras pensaba en un millón de cosas distintas al mismo tiempo.

-Entiendo…

La voz de Jack sonó menos segura de lo que le hubiera gustado aparentar, por que en realidad, aunque tuviera una idea lejana y confusa de lo que ocurría, no podía saber lo que estaba pasando realmente.

-Me ha gustado verte Sara…

Adiós.

Michael se acercó a ella y la besó en la mejilla, y ese beso duró un momento más de lo que dura un beso entre amigos.

-Adiós… Jack

Michael se dio la vuelta y abrió la puerta, y después de haber mirado a Sarah un segundo más, salió, y la puerta se cerró tras él.

El hall de Sarah se quedó silencio y entonces ella se dio cuenta de lo había ocurrido.

Él se había despedido de ella, por primera vez, le había dicho "Adiós".

Michael nunca se despedía de ella por que siempre volvía, no se despidió de ella en Fox River, por que siempre supo que algún día volvería a verla, y nunca, en todas las noches que había dormido con ella se había despedido, por que siempre volvía, y "Adiós" sólo significaba una cosa para ellos.

Y ese beso cálido y triste en su mejilla, y sobre todo, esa mirada verdosa deslizándose sobre ella, cómo si quisiera recordarla perfectamente, cómo si no fuera a verla nunca más.

-Que tío tan raro...

Sarah escuchó la voz lejana de Jack y miró al suelo un segundo, quería hablar, realmente quería hacerlo, pero no podía.

Abrió la puerta de su apartamento y salió al pasillo, descalza y con su pijama de raso verde y corrió hasta el ascensor.

Y mientras las puertas metálicas de este se cerraban, Sarah miró a Jack, que estaba inmóvil y sin saber que hacer en el vado de su puerta.

Cuando por fin llegó al portal sintió el frío intenso colándose debajo de su pijama, pero abrió la pesada puerta de metal y cristal y entonces el frío se hizo mucho más intenso y doloroso.

Vio a Michael, que caminaba deprisa a sólo unos metros de donde ella estaba.

Le llamó, y por un segundo pensó que él no se daría la vuelta para mirarla.

Pero lo hizo, se giró sorprendido y confuso, y la vio bajo la nieve, descalza y despeinada, vio las nubecillas que formaba su aliento en el viento helado.

Caminó deprisa hasta donde ella estaba, y habló con su voz suave mientras se quitaba su pesado abrigo negro y lo ponía despacio sobre los hombros de ella.

-Creía que estas cosas sólo pasaban en las películas…

Y de repente Michael escuchó un ruido que sólo identifico después, por que estaba mirando a Sarah, que abrió y cerró la boca delante de él, pero que nunca llegó a decir nada, por que se desplomó contra él, que apenas tuvo tiempo de sujetarla antes de que cayera al suelo.

Y sólo entonces, Michael pudo ver cómo aparecía una mancha oscura de sangre en su costado izquierdo, a través del raso verde de su pijama.

Continuará…