Capítulo 8

Un Slytherin y un Gryffindor

Indecisa aún sobre lo que debía hacer, Laurel caminó con pasos lentos de vuelta a la cama y se sentó. Evitó mirar al joven como le había sido instruido y no mencionó palabra alguna. Realmente no sentía miedo del muchacho, al contrario, su rostro pálido le recordaba a la fotografía de Severus cuando era niño, su mirada cargada de impotencia y aburrimiento le hacía sentir cierta lástima.

-"Nunca pensé ver a una muggle en mi hogar."

Lo dijo sin malicia, más bien con indiferente sorpresa. Sacudió su varita mágica y las luces de la habitación se encendieron al tiempo que Enoby se incorporaba y casi se iba de bruces con la rapidez en que hacía una profunda reverencia hacia el joven.

"Amo Draco, Enoby ha sido encargada de cuidar a la desalmada. Si el Amo requiere de Enoby con gran placer llamaré a otro elfo…"

-"Prepara la comida de la Akardos, Enoby. Te ordeno que vayas a la cocina y prepares su cena y te prohíbo que le menciones a alguien que me encuentro aquí."

La elfina dudó por un instante pero desapareció con otro ruidoso chasquido. Draco ocupó el mismo sillón donde se había sentado Severus y con los ojos clavados en el piso preguntó:

-"¿Que se siente al recibir la maldición asesina?"

Laurel soltó un suspiro y fijó su mirada en las cortinas de seda de la cama adoselada, reviviendo una vez más los dolorosos espasmos que le recorrieron el cuerpo y el intenso brillo verde que parecía iluminarla desde adentro. Por supuesto, Draco debía sentir curiosidad, como cualquier otra persona sentiría curiosidad al saber que alguien había escapado de una muerte segura. Ella se aclaró la garganta y aún sabiendo que Severus se enfadaría si llegaba a saberlo, le respondió en voz baja:

-"Es doloroso. Al menos para mi lo fue. Pero tal vez no sea eso lo que te preguntes. Tal vez lo que quieras saber es si es correcto usar esa maldición con una persona. Si vale la pena causar tanto daño y dolor."

Draco la miró a los ojos, sus carrillos temblaron con rabia. Bruscamente subió la manga de su brazo izquierdo revelando la marca que ya le era familiar a Laurel.

-"Ten cuidado, estás hablando con un mortifago."

Laurel le miró impasible, si se había arriesgado a colarse en las habitaciones de Severus Snape a escondidas para discutir nociones morales con una muggle, no debía traer tan malas intenciones.

- "Eres solo un niño".

-"¡No soy un niño!"

- "No, un joven perdido. Era obvio que no querías lanzar era maldición. Ella te obligó. ¿Por qué haces algo que claramente no quieres hacer?"

- "¿Qué podrás saber tú acerca de lo que debe hacer un mago de sangre pura?

- "No mucho en realidad, pero me gustaría poder ayudarte. Mago o no, puedo ver la angustia en tus ojos, no es común para alguien tan joven."

- "¡Todos quieren ayudarme! Mi tía, el profesor Snape, ¡pero puedo hacerlo yo mismo! ¡No necesito la ayuda de nadie! "

- "¿Profesor Snape? ¿Snape es tu maestro?"

- "En Hogwarts. Es el maestro de pociones."

-"No le veo mucha madera para ser un profesor, la verdad."

-"Es un tirano." - respondió Draco y una leve sonrisa alumbró su rostro. - "Pero es un buen jefe de casa, siempre de lado de los Slytherins. Además no se arrodilla ante el Elegido Potter como lo hace Dumbledore."

Al mencionar aquel nombre la leve sonrisa se le apagó de pronto.

-"Lo siento, no entiendo nada de lo que dices." -dijo Laurel. -"pero si crees que el Profesor Snape no es tan malo, seguro que él podrá ayudarte."

-"Snape es la mano derecha del Señor Oscuro, sólo quiere tomar el crédito por mi trabajo, robarme la gloria. Estoy seguro que lo lograré. Haré hasta lo imposible para que mi plan dé resultado. Todos se sorprenderán cuando haga lo que ellos creen que es imposible."

Draco parecía hablar más para sí mismo que para Laurel.

-"Y qué es lo que tienes que hacer?"

El se quedó mirándola pensativo por un instante, cuando respondió su voz había recuperado el tono amenazante:

-"Lo que haré será demostrar que los Malfoy somos los más leales sangre pura. Daré el primer paso para dejarle el camino libre al Señor Tenebroso y cuando él llegue al poder, mi nombre quedará grabado en la historia y ya nadie recordará el nombre de Harry Potter."

-"¿Qué pasará entonces con los que son como yo? ¿Con los muggles?"

-"Daños colaterales." - respondió agitando su mano desdeñosamente. -"Los sangre pura crearemos un mundo superior, donde ya no tengamos que escondernos, donde seamos respetados y temidos por los sangre sucia y los muggles."

Laurel le sostuvo la mirada, estaba impactada por sus crueles palabras, pero no quiso hacérselo saber. La historia volvía a repetirse nuevamente: una guerra basada en creencias inútiles acerca de superioridades inventadas, un líder perverso y sus peones siguiendo ciegamente sus órdenes. Cuando Tobías le había contado acerca del mundo mágico, Laurel muchas veces lo había imaginado como un mundo perfecto y magnífico donde nadie tendría que sufrir. Mucho se había equivocado. Los magos también eran seres humanos y como tales, cometían los mismos errores que los muggles.

-"No quiero aplastar tu ego, Draco. Pero aún eres muy joven para entender el mundo. Algo me dice que estás repitiendo lo que te han enseñado tus padres."

-"Tienes muchas agallas al decirme eso, desalmada. Veo que los azotes fueron pocos."

Laurel agachó la cabeza asustada. Draco sin embargo rió satisfecho al ver que sus palabras habían tenido el efecto esperado.

-"Me acusas de ser muy joven, ¿qué edad tienes tú?"

-"Veintiséis"

-"Ya ves, y pretendes ser muy sabia. Hablas como si tuvieras la edad de Dumbledore."

-"¿Dumbledore?"

-"El viejo chiflado director de Hogwarts."

Laurel notó como Draco volvía a apagarse. Su voz arrastró la última frase con desgana. Antes de que pudiera hundirse en su mal humor le preguntó:

-"Háblame de Hogwarts, por favor."

Y así pasaron varios minutos en que Draco le contó los orígenes del colegio, del sombrero seleccionador, de la supremacía y astucia de Slytherin, de los delirios de grandeza y el heroísmo inútil de Gryffindor, de la obsesión académica de los Ravenclaw y de los buenos para nada de Hufflepuff. Habló de sus maestros, de sus clases, de quidditch. Laurel le escuchaba embelesada, soñando despierta con el castillo, con el lago, con el bosque prohibido. Draco habló y habló hasta que se sintió más ligero. La carga que llevaba encima desde que su padre había sido llevado a Azkaban se aminoró un poco, pero entonces recordó que este sería su último año en Hogwarts. Si lograba su objetivo de asesinar a Dumbledore, no volvería a pisar jamás el colegio, consagraría su posición como lugarteniente de Lord Voldemort, pero si fallaba, el que sería asesinado sería él.

Un chasquido hizo que ambos dieran un respingo. Enoby había aparecido nuevamente sosteniendo una bandeja que colocó en el regazo de Laurel. El delicioso aroma de un bol de estofado y una hogaza de pan recién horneado hicieron que sus tripas revivieran nuevamente haciendo un ruido escabroso.

-"¿Quieres un poco?"- le ofreció a Draco. -"Tiene buena pinta."

Draco negó con la cabeza.

-"No, será mejor que me vaya. Snape llegará en cualquier momento."

A pesar de que Laurel sentía el impulso de empezar a engullir la comida de inmediato, se contuvo y dejó salir la pregunta que tenía atorada desde que vio a Draco Malfoy en la habitación.

-"¿Por qué has venido a hablar conmigo Draco?"

-"Quería saber qué es lo que tienes de especial. Quería saber quién era la Akardos de la que todos hablan."

-"¿Y descubriste algo especial en mi? ¿Soy acaso muy diferente a los demás?"

-"No."- respondió Draco después de repasarla con los ojos. -"Eres común y corriente."

-"Claro." -Dijo Laurel sonriendo. -"Tan común como las flores en primavera."

Y como ya no pudo contenerse más, empezó a devorar el estofado a cucharadas. Draco miró a su alrededor. Había esperado encontrar la suite de huéspedes convertida en un laboratorio alquímico y se había decepcionado un poco al no encontrarla llena de calderos y frascos de vidrio con ingredientes extraños como acostumbraba ver en las clases de pociones.

-"¿Qué es lo que planea hacer Snape contigo? Todos están hablando de una especie de pócima para repeler ataques.

-"No tengo idea." - le contestó Laurel con la boca atiborrada de pan. -"Tendrás que preguntárselo a él."

-"No me fío de él." -dijo mirando a la puerta, temeroso de ver al alto y delgado mago entrando por ella. - "¿Me lo dirás cuando empiecen los experimentos?"

-"Y tú me dirás que es lo que tienes que hacer para el Señor Tenebroso?"

-"Eso no puedo decírtelo."

-"Entonces yo tampoco te lo diré." - Dijo ella y extendió su mano hacia Draco. -"Estamos a mano."

Una sonrisa cómplice se dibujó en ambos rostros al estrecharse las manos. Draco se levantó y se dirigió hacia la puerta, ignorando a la elfina que le seguía, haciendo profundas reverencias. Antes de que saliera Laurel le preguntó:

-"Snape no es tan sólo un profesor, cierto?"

Draco se volvió hacia ella, su rostro afilado tan parecido al de su madre. Le contestó con voz fría y rápida:

-"Es un espía en Hogwarts. Se dice que la única persona a quien el Señor Oscuro teme es a Albus Dumbledore y Snape es el único mortífago con acceso a él. Le confía todo. Es un viejo chiflado, te lo digo."

. . .

La lentitud con la que la escalinata en espiral ascendía hacia la oficina de Dumbledore le hizo perder la poca paciencia que le quedaba. Severus subió de dos en dos los escalones hasta llegar a las puertas de roble y tocó con más fuerza de lo debido pero no le importó. Las puertas se abrieron revelando al director sentado en su escritorio con Remus Lupin, Nymphadora Tonks y Bill Weasley de pie a su alrededor. Todos los presentes lo miraron expectantes. Snape había desaparecido en mitad del atentado y no había dado señales de vida hasta que recibieron su urgente mensaje aquella misma tarde.

-"Severus, es bueno saber que te encuentras bien." - Dijo Dumbledore. -"Los miembros de la Orden dicen que huiste después de un enfrentamiento con tus colegas mortífagos. Estábamos preocupados por ti."

-"¡Caramba!" - Exclamó Tonks antes de que Severus pudiera contestar. -"Saliste volando con aquella chica. La que no pude hacer desaparecer. Diles, Snape. ¡Piensan que alucino!"

-"Gracias por tu apunte Nymphadora." - le cortó Dumbledore. -"Pero deja que Severus nos explique lo que ha ocurrido."

Severus miró a los demás con su usual mueca desdeñosa y reservó una última mirada de odio hacia Lupin antes de volverse hacia Dumbledore.

-"Es una Akardos. Fue llevada a la Mansión Malfoy donde es prisionera. El Señor Oscuro me ha dejado a cargo de ella, espera que pueda usarla para su ventaja."

-"Hablas como si no fueras tú mismo el que se ha llevado a esa pobre chica y dejado a merced de los mortífagos." - Dijo Lupin devolviéndole la mirada de rabia.

-"Si no la hubiera sacado de allí estaría muerta. Greyback estuvo a punto de destrozarle el cuello. Tú ya sabes que tan salvajes pueden ser los hombres lobo."

Lupin se rió entre dientes ante la insolencia de Snape y lo maldijo por lo bajo. Dumbledore se puso de pie y se acercó a ellos, su voz clara alzándose en la oficina circular.

-"Atacaste a un aliado, te enfrentaste a los demás mortífagos por defender a una muggle y luego huiste con ella. Me temo que pusiste en grave riesgo tu posición frente a Voldemort."

- "¿Preferiría que fuera testigo de la carnicería de una mujer inocente?" - Gruñó Severus. -"No soy un idiota, sabía muy bien lo que arriesgaba al salvarla. He conseguido ponerla relativamente a salvo por el momento y el Señor Tenebroso mantiene su plena confianza en mí. ¿Qué más quiere de mí, Dumbledore?"

Dumbledore soltó un suspiro y se dirigió hasta una de las ventanas. El Lago Negro brillaba bajo el sol del verano, pero no eran sus brillantes aguas las que captaban su atención. Su mente se dirigía hacia aquella noche en que Snape había recurrido a él, traicionando a Lord Voldemort para salvar la vida de Lily Potter. Sabía muy bien de la inmensa capacidad de amar de Snape, una capacidad única entre los mortífagos y que él había usado para su ventaja, convirtiendo a Snape en un fiel servidor a la causa de la Orden del Fénix. Sin embargo, y a pesar de los largos años en que el Slytherin había demostrado ser excepcionalmente leal, ésta era la primera vez que actuaba de una forma tan imprudente e insensata. Dumbledore se preguntó si el influjo de aquella mujer sería lo suficientemente fuerte como para socavar el recuerdo de Lily y de paso acabar con el dominio que él tenía sobre Snape. No lo creía posible, pero aún así:

-"Quisiera hablar un momento a solas con Severus, por favor."

Los demás no protestaron. Al quedarse solos Dumbledore se sentó nuevamente en su escritorio e invitó a Snape a sentarse frente a él.

-"Eres un buen hombre, Severus. Estoy convencido de ello. Como también estoy convencido que tú misión como doble espía y protector del hijo de Lily es tu mayor prioridad, no es cierto?"

Snape no le contestó, desvío la mirada del anciano mago que le miraba con sus intensos ojos azules. Sabía que Dumbledore estaba intentando penetrar en su mente. A pesar de que había recobrado pleno control de su oclumancia al huir de la presencia de Laurel, no estaba de humor para defender sus más profundos pensamientos contra la legeremancia de Dumbledore.

-"Le dí mi palabra, Dumbledore."

El director asintió e hizo aparecer sobre el escritorio un juego de té con su tetera humeante y le sirvió una taza a Snape. Éste la aceptó educadamente a pesar de que no quería beber ni una sola gota. Dumbledore tomó un sorbo antes de volver a hablar:

-"Has hecho bien en entregar a la Akardos, de otra manera serías acusado de traición, pero al querer protegerla tal vez hayas puesto una peligrosa arma en las manos equivocadas. Imagino que fue tuya la idea de convencer a Voldemort de que era posible darle un uso a la mujer."

-"Era la única forma de justificar el mantenerla con vida. La idea de crear una poción que de alguna manera proteja contra los ataques mágicos se me ocurrió de repente. Ni siquiera estoy seguro de que sea posible hacerlo. Pero el Señor Oscuro creyó en mí y espera resultados."

-"Como también los espero yo, Severus. Eres un mago con una inteligencia extraordinaria, como pocos he tenido el placer de conocer. Continuarás con tu plan. Tendrás que dividir tu tiempo entre Hogwarts y la Mansión Malfoy. No será nada fácil, y sé que ya sabes lo que podría sucederte si Voldemort se entera de que lo estás burlando."

-"Lo he estado burlando por años, Dumbledore, y nunca he visto tanta preocupación de su parte. Creo que lo que lo inquieta es que haya traído un problema que no estaba en sus planes."

-"Seré honesto contigo, nunca pensé en verte tan empeñado en proteger a una persona. Ni siquiera con Harry pareces tan interesado."

-"¡He dedicado mi vida a proteger ese mocoso insolente!" - Replicó Snape en voz alta. -"Día tras día desde que puso un pie en Hogwarts, he tenido que lidiar con su arrogancia mientras le cubría las espaldas. Así que no se atreva, director, a insinuar que he faltado a mi promesa."

-"En absoluto, Severus, sin embargo no puedo evitar preguntarme ¿Sientes algo por esa mujer?

Por primera vez desde que entró en la oficina, Severus miró a Dumbledore directamente a los ojos, desafiándolo a penetrar en su mente. Su fuerte escudo de oclumancia hizo desaparecer cualquier emoción, dejando tan sólo oscuridad, dejando tan sólo la negrura que siempre parecía estar rodeándolo, que hacía parte de su aura, de su personalidad, una oscuridad total que incluso se destilaba en su apariencia física.

Permitió la presencia de Dumbledore dentro de su mente. Su oclumancia le permitió al director ver solo lo que él quería. Como de costumbre, Dumbledore encontró los viejos recuerdos en Hogwarts, su odio inconmensurable por James Potter, los brillantes ojos verdes de Lily, su total y absoluta lealtad hacia él, pero eso no era lo que estaba buscando. Merodeando a través de los miles de complejos estratos del pensamiento de Snape, finalmente lo encontró: el rostro redondo e infantil de una mujer que le sonreía con tristeza, su cuerpo lacerado recostado sobre una cama. No obstante, no encontró ninguna emoción apegada a la mujer. El anciano mago se retiró vencido. Tomó otro sorbo de la taza de té y sostuvo su ojos en Severus que le miraba impávido y frío. Volvió a preguntar:

-"¿Y bien?¿Sientes algo por ella?"

-"Nada. Mis acciones no tienen nada que ver con sentimentalismos, Dumbledore."

-"Entonces, aún no entiendo por qué…"

-"Ella conocía a mi padre. Mi padre muggle. Cuidó de él durante sus últimos años." - La voz de Snape era monótona y fría . - "No pensará que soy tan inhumano de dejar morir a una persona que se ha ocupado de ayudar a mi propio padre enfermo, no es cierto?"

Dumbledore no quiso discutir más el tema, sabía que Severus era leal a su palabra y a la memoria de Lily Potter y eso le bastaba por el momento. Ahora lo que más le concernía era la seguridad de su espía y la posibilidad de que Voldemort se hiciera con una potente ventaja gracias a la Akardos. Discutió el tema con Snape, examinando todas las alternativas para la elaboración de la poción, que no implicaran un grave daño a la mujer. Finalmente dijo:

-"Tendrás que hacer como en el mito de Penélope, los avances que hagas durante el día, destrúyelos por la noche. Así ganarás más tiempo. Manténme informado del desarrollo de tu investigación.

-"¿Cuánto tiempo cree que le tomará al Señor Tenebroso darse cuenta que lo estoy tomando por tonto?"

Dumbledore sonrió y haciendo un movimiento con su varita hizo desaparecer el juego de té incluyendo la taza intacta de Severus.

-"Por el bien de la Akardos es mejor que mantengas tu papel lo mejor posible. Ahora si lo deseas puedes dirigirte a tu despacho. Creo que necesitarás de tus implementos alquímicos."

. . .

Severus apareció como un remolino de sombras enfrente de las enormes verjas de la Mansión Malfoy. Traía junto a él tres grandes baúles en los que había acomodado con un hechizo expansivo todos sus elementos de laboratorio, ingredientes mágicos y docenas de libros que esperaba fueran de ayuda para la difícil tarea que debía emprender.

Se detuvo un instante frente a las puertas de su recámara, respirando intranquilo. Alguien había accedido, las guardas que había invocado antes de salir estaban rotas. Abrió las puertas lentamente, una punzada de miedo al imaginar el cuerpo inerte de Laurel sobre la cama hizo que el corazón se le detuviera. Pero soltó un suspiro de alivio al verla de pie, mirando la oscuridad de la noche desde el ventanal. Su torso ahora cubierto por su propia camisa sucia y manchada. Ella se volvió hacia él.

-"Me alegro de que hayas vuelto, Severus".