Capítulo 16
La Familia Noel
"Severus, es sólo porque confío en tu juicio que estoy permitiendo algo como esto". - Dumbledore estaba sentado en su escritorio, con las manos entrelazadas, apoyadas sobre una reluciente tela plateada. - "No haré preguntas, cómo me lo has pedido; solo espero que la Capa de Invisibilidad sea devuelta a su dueño en el menor tiempo posible".
"Así será, director".
Él agarró la capa, la dobló con cuidado e hizo una reverencia ante Dumbledore.
"Se lo agradezco.".
"Ten cuidado. Lo que sea que estés planeando hacer, sólo ten cuidado".
. . .
"¿Éstas seguro de que funcionará?" – Preguntó Laurel, su rostro maravillado al sostener aquella capa en sus manos, más que tela, parecía estar confeccionada de plata líquida.
"No lo sabremos si no te la pruebas". – Dijo Severus, tomando la capa y cubriendo el cuerpo de la mujer de pies a cabeza. Una mueca de satisfacción dibujándosele de inmediato. – "Mírate en el espejo".
Laurel se volvió hacia el espejo de la habitación, pero su cerebro tardó un poco en comprender que no había reflejo alguno que le devolviera la mirada. Entrecerró los ojos con incredulidad, pensando que algo andaba mal con su visión.
"¡Es increíble!" - Dijo mientras removía la capa de su cabeza, que se quedó flotando en el aire, sin ningún cuerpo que la sostuviese. Se volvió para mirar a al mago. - "¿Cómo?"
"Una capa de invisibilidad". - Dijo acercándose a ella. - "Son bastante raras, pero ésta es muy especial. Ha llamado la atención de una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo, él la ha examinado y ha concluido que es única. Pensé que podría funcionar contigo. Tenía razón".
"¿Entonces? ¿El Señor Oscuro te la ha dado? - preguntó quitándosela y levantando una ceja con curiosidad.
"No." – dijo él con una sonrisa afectada. - "La otra mente más brillante de nuestro tiempo".
"¿Dumbledore? ¿Él sabe…?"
"No hagas preguntas, Laurel. Por favor".
Ella cerró la boca y asintió. Su curiosidad no era tan fuerte como sus ganas de ver a su familia. ¿Qué más daba si Dumbledore sabía de su existencia? En ese momento poco le importaba. Severus estaba cumpliendo con su palabra y eso para ella era suficiente.
Afuera todo estaba en penumbras, faltaban aún un par de horas para el amanecer, pero ellos ya estaban preparados para ejecutar el plan que había sido cuidadosamente calculado. Severus saldría de la mansión como siempre lo hacía cada madrugada, pero esta vez iría acompañado de la Akardos, pegada a él cómo una sombra, oculta bajo la capa de invisibilidad. Aquella noche, Pettigrew estaba a cargo de la vigilancia en las puertas del vestíbulo y esperaba encontrarlo dormitando en su puesto como de costumbre. Tras atravesar las verjas, debían caminar un largo trecho hasta ocultarse entre las colinas, y desde allí, ambos volarían al norte, hacia Hackleton.
Ella ya estaba usando la ropa muggle que Severus le había proporcionado: Pantalones negros, un grueso suéter, un largo abrigo de invierno, una bufanda, guantes y un gorro de lana. Los había hechizado para proporcionarle un calor extra, ya que la altura y el viento helado contra el que volarían seguramente la enfermarían.
"Estaré contigo a cada paso. Sé valiente". – Susurró Severus al echarse el bolso al hombro y asegurarse con una ultima mirada que la capa cubriera el cuerpo de la mujer por completo.
Laurel tenía los nervios a flor de piel al posar un pie afuera de la suite en la que se había pasado los últimos cuatro meses encerrada. El largo corredor se le hacía totalmente extraño y recordando que había sido llevada a aquellos aposentos en un estado de total conmoción, el fantasma del terrible dolor dejado por los latigazos de Bellatrix le atravesó la espalda. Inhaló profundamente y siguió a Severus lo más silenciosamente posible, mientras él caminaba hasta llegar a la amplia escalinata al final del pasillo. Cada pequeña sombra que se cruzaba por el camino se le parecía a Bellatrix, a Greyback, a la figura encapuchada del Señor Oscuro.
El trayecto hasta el vestíbulo tardó tan sólo unos pocos minutos que a Laurel le parecieron siglos, hasta que aliviada pudo oír los débiles ronquidos de Pettigrew, rompiendo el total silencio en la dormida mansión. Severus abrió las puertas lentamente, sin hacer ruido y con un movimiento de cabeza, le indicó a Laurel que saliera primero. El áspero frío del invierno, la hizo temblar de pies a cabeza, pero para Laurel, aquella primera bocanada de aire helado pareció despertarla por completo de una ensoñación. Los largos meses de encierro desaparecieron de su mente y tan sólo pudo sonreír. Sonreír extasiada hacia el cielo oscuro, hacia los manicurados setos, hacia Severus, quien ahora se dirigía despacio por el amplio camino donde sabía, al final, aún esperaba la inmensa verja de hierro forjado. Laurel apuró sus pasos hasta alcanzarlo y juntos la atravesaron.
Estaba tan contenta que no se daba cuenta del largo tiempo que habían pasado caminando por el estrecho camino que serpenteaba por entre las colinas, rodeando granjas y enormes campos de cultivos. La Mansión Malfoy, había desaparecido de vista hacía tiempo. Atravesaron un pequeño bosque hasta que Severus se detuvo en un claro, completamente desierto. Las luces del amanecer estaban todavía escondidas entre los nubarrones y tan sólo se escuchaba el ruido de las hojas secas susurrando al viento.
"Ya te puedes quitar la capa, Laurel". – Dijo mientras agitaba su varita, transformando su larga túnica negra en un elegante atuendo gris, una larga gabardina negra y una bufanda verde oscuro.
"¿Vestido para impresionar, Dr. Snape?" - Ella le sonrió con brillo en los ojos. Tal vez era debido al súbito sentimiento de libertad que todo a su alrededor se veía más radiante, pero no podía evitar pensar que Severus parecía haber puesto un esfuerzo en elegir aquel atuendo.
"Espero que éste bien". – Dijo, sonrojándose y ajustándose la bufanda alrededor del cuello.
"Mejor que bien". – Contestó ella. – "Te ves bastante guapo".
Severus se aclaró la garganta, dejando entrever una pequeña sonrisa de satisfacción en su rostro enrojecido.
"Preparada?". – Preguntó acercándose hasta ella.
"No". – Respondió, apretando con fuerza la capa de invisibilidad con sus manos. – "Mi madre se morirá de la impresión al verme. Fern seguro me matará".
"No, no lo harán." -Dijo él tomando la capa y guardándola dentro de su bolso. –"Estarán felices de verte, sólo mantén la historia que hemos planeado ¿de acuerdo?"
Laurel asintió nerviosa. Severus le encajó el gorro de lana, asegurándose de que protegiera sus orejas, para luego acomodar la bufanda lo mejor que pudo sobre su nariz y boca. Ella lo miraba con cariño, el ardor que sentía en su pecho, era suficiente para contrarrestar aquel frío invierno.
"Debemos irnos ya, Laurel".
El mago la alzó en sus brazos y ella cerró los ojos al sentir la súbita y estremecedora ingravidez. La afilada ráfaga de viento contra su cuerpo ahogó aquel "te quiero" que estuvo a punto de decirle. Se conformó con repetir aquella frase en su mente, su rostro hundido en su cuello, respirando su olor a colonia y a hierbas secas.
"Te quiero, Severus".
El sol ya empezaba a asomar en el horizonte, tiñendo las nubes de tonos rosas y dorados. Abajo, el mundo poco a poco empezaba a despertar y las luces de las ciudades aún alumbraban la tierra oscura como si quisiesen imitar a las estrellas. Un avión solitario cruzó sobre ellos dejando una brillante estela de vapor detrás de sí.
"Laurel, abre los ojos". – Le dijo al oído. – "Te gustará".
Ella volvió su cabeza, asustada de abrirlos, pero al ver aquel espectáculo de luz y color, sintió que estaba dentro de un sueño. "el paraíso debe lucir de esta forma". – Pensó.
"Northhampton está allí". – Dijo Severus mirando a un alejado conjunto de luces. – "Falta muy poco".
Descendieron lentamente hasta alcanzar un parque de juegos abandonado, dónde Laurel recordaba jugar de pequeña, desde ahí pudo guiarse rápidamente, su casa estaba a tres calles de allí, a las afueras del pueblo. Su corazón latía a gran velocidad, se le había formado un nudo en la garganta y sus ojos se humedecieron al dar el primer paso en dirección a su hogar. Empezó a caminar con rapidez, Severus pisándole los talones hasta que se detuvieron frente a una pequeña casa de una planta, un poco alejada de las demás, rodeada de terrenos baldíos y pintada de un color amarillo pastel que pedía a gritos otra capa de pintura. Las luces estaban apagadas y las cortinas corridas. Su familia debía estar aun durmiendo.
Laurel se detuvo ante la verja oxidada que daba paso al descuidado antejardín. Los nervios la habían dejado paralizada, sus ojos enrojecidos se volvieron hacia Severus.
"Cálmate, respira hondo". – Dijo él, tomándola de la mano – "No querrás que tu madre te vea así. Controla tus emociones".
"No puedo hacerlo".
"Sí, sí que puedes. Deja tu mente en blanco, vacíala de todo pensamiento".
Laurel ahogó un sollozo e intentó respirar con más calma.
"Si te ven de ese modo, me culparan a mí, Laurel". – Dijo él alcanzándole su pañuelo.
"Tienes razón". – Contestó ella, secándose las lagrimas y limpiando su nariz. - "Dejar la mente en blanco, eso haré…"
Severus abrió la verja por ella y ambos caminaron hasta la puerta de madera gris. Laurel tocó el timbre, pero no hubo respuesta, tras un segundo intento, golpeó la puerta, con suavidad primero, luego con más ímpetu. No tardaron en oír una cabreada voz desde el interior, acompañada del llanto de un bebé.
"¡No puedo creerlo! ¡A estás horas de la mañana! ¡¿Cómo se atreven a venir a molestar a una casa decente?! ¡Apenas si logré que David se quedara dormido un par de horas! – Una jovencita con un pequeño bebé en brazos abrió la puerta de golpe. – "Ya hemos dicho que pagaremos el próximo mes, he firmado el pagaré…"
La joven, vestida con un camisón rosa y con su pelo corto alborotado, palideció, dejó los ojos y la boca abierta al finalmente darse cuenta de que no eran los colectores de deudas quienes estaban tocando. Apretó al pequeño niño con más fuerza, asustada de dejarlo caer de la impresión. Sus ojos grises no daban crédito a lo que veían. Era su hermana, su hermana mayor estaba viva.
"¿La… Laurel?" – Fern no supo si lo que se le atoraba en la garganta era llanto o risa, tal vez eran ambos. - "Laurel, dime que no estoy viendo visiones, dime que no eres un fantasma".
"No soy un fantasma, Fern." – Contestó Laurel, ahogando su propio llanto, evitando demostrar su propia emoción. – "Te extrañé muchísimo".
Ambas hermanas se abrazaron. Fern llorando sobre su hombro, sosteniendo al pequeño David con un brazo.
"¡¿Dónde diablos estabas metida?!" – Le gritó. – "¡Mamá casi muere, idiota! Casi muero yo también. Cuando supimos lo del club… Rebecca había dicho que estabas con ellos… desaparecida por meses…Te odio, te odio…"
"Te lo voy a explicar todo, Fern, te lo juro. Todo fue un malentendido"
"¿Malentendido?" – Contestó Fern, separándose de ella y mirándola con rabia. – "¿Malentendido? ¿Me vas a decir que mi madre, tuvo que pasar la noche en un hospital por un malentendido? ¿Qué tuvimos que llorar tu muerte por meses por un malentendido? ¡Jódete, Laurel!"
"¿Qué le pasó a mamá?" – Preguntó ella preocupada.
"Perdió el conocimiento cuando le dieron la noticia, al caer se golpeó la cabeza y tuvieron que ponerle puntos, todo por tu pequeño malentendido".
"Lo siento, perdóname Fern, en serio… No tenía idea…"
"Y quien demonios es este tipo?" – Preguntó al notar la presencia de Severus, que estaba mirando la escena con un rostro taciturno desde el portal de la puerta.
"Es… Es el Doctor Severus Snape… Mi nuevo empleador".
Severus se adentró en el umbral, y estiró una mano hacia Fern, que lo miró de arriba a abajo con suspicacia.
"¿Qué clase de nombre es ese?" – preguntó al tiempo que estrechó apenas la punta de sus dedos con rapidez y la soltó de inmediato.
"Es extranjero". – Respondió Severus, sus ojos negros clavados en la muchacha.
Pudo adentrarse en sus pensamientos de inmediato: vagos recuerdos de infancia junto a Laurel, orgullo desmedido, rebeldía adolescente, celos, dolores de parto, aversión y recelo al verlo. Definitivamente no era una Akardos.
"¿De dónde, exactamente, Sr. Snape?"
"Dr. Snape". - Corrigió Laurel, quien se inclinó sobre David y le acarició la cabeza, calmando el llanto.
"¡No lo toques! Lávate las manos primero". – Le espetó ella, apartándolo de Laurel para luego dirigirse a Severus. – "Y tú, cierra la puerta. No podemos permitirnos pagar extra por la calefacción".
Dándoles la espalda se dirigió hacia el final del corredor, donde se encontraban dos pequeñas habitaciones. Laurel y Severus se miraron, tras desprenderse de sus abrigos, ella lo tomó de la mano y lo guio hasta la cocina. Todo estaba exactamente igual a cómo lo había dejado tres años antes tras mudarse a Londres, a excepción del montón de biberones sucios, la vieja cocina estaba impecable. Laurel empezó a preparar el té, mientras Severus se sentaba, sintiéndose incómodo, en una de las sillas de la pequeña mesa de madera. Se puso de pie, casi al instante al escuchar las voces que se aproximaban.
"Fern, por favor, debió haber sido un sueño".
"No es un sueño mamá. Laurel está aquí".
"Mamá… madre". – Llamó Laurel, dejando las bolsitas de té a un lado y corriendo hasta el pasillo.
"Por Dios, ambas estamos soñando, Fern. ¡Estamos alucinando! ¿Crees que el viejo Dirk nos ha puesto algo en el pastel que nos ofreció?"
"¡Mamá!" – Dijo Laurel riendo, unas cuantas lágrimas abrillantándole los ojos. Se arrojó hacia ella, abrazándole fuertemente. – "Dirk dejó de contrabandear hace mucho tiempo, no estás alucinando".
"¡Gracias al cielo, Laurel!"- Gritó su madre abrazándola y besándole el rostro. –"Estás viva, lo sabía, rezaba cada noche por un milagro. Creo que recé a todo un panteón de dioses por ti, calabacita."
"Alguno de ellos, debió haberte escuchado, mamá". – Rió Laurel, besándola. – "Ya estoy en casa, siento mucho haberte causado tantos problemas".
"Al diablo con los problemas, estás aquí, los problemas ya no existen". – Contestó su madre, abrazándola por la cintura y entrando en la cocina. – "¿Y quién es este caballero tan elegante?"
Laurel se aclaró la garganta, sonriendo hacia Severus, quien de inmediato, escaneó la mente de la mujer: la algarabía de las gallinas en la granja donde había crecido, una templanza de hierro, las calles de Londres inundadas de esperanza y de drogas psicodélicas, la sombra de un hombre en las grietas más profundas de su pensamiento.
"Te presento al Doctor Severus Snape, madre. Dr. Snape, mi madre, Hazel Noel".
"Es un placer conocerla, Sra. Noel".
Severus se adelantó, estirando su brazo hacia la mujer de prematuros cabellos grises. Tenía los mismos ojos de Fern, y el mismo rostro infantil de Laurel. La mujer ignoró su mano y le abrazó con fuerza, dándole unos cuantos golpecitos en la espalda.
"Bienvenido, Dr. Snail, es un placer que nos acompañe en este día tan maravilloso. Por favor, tome asiento. El té ya está de camino".
Laurel sonrió, guiñándole un ojo a Severus, que se volvió a sentar azorado.
"Es Snape, mamá. No, Snail".
Hazel se había sentado al lado del mago, secando lágrimas silenciosas con sus nudosas manos, Severus no despegaba la vista de Laurel y Fern estaba de pie, arrullando al niño en brazos que se había quedado dormido nuevamente y miraba a Severus cómo un halcón mira a su presa.
"Será mejor que prepares suficiente té". – Dijo Fern a su hermana. – "Tienes muchas explicaciones que dar".
"Yo puedo… puedo aclararles que tengo parte de culpa en todo esto." – La sedosa voz de Severus captó la atención de las tres mujeres. – "Yo, le he ofrecí un puesto a la Señorita Noel en mi centro de investigación, insistí en que empezara su periodo de prácticas de forma inmediata. El vuelo a Suiza salía esa misma noche, la misma noche del terrible suceso. No nos enteramos de la tragedia hasta el día de ayer al volver a Inglaterra"
"¡¿Suiza?!" – Exclamaron al unísono ambas mujeres.
"¡¿Has estado en Suiza, todo este tiempo?!" – Preguntó Fern.
"Sí". – Respondió Laurel mordiéndose los labios, intentando parecer sincera. – "Salí del club mucho antes del incendio. No tuve tiempo de avisar a Rebecca o a Edward".
"¡¿Y en cuatro meses no tuviste tiempo de telefonear?! ¡¿Una carta, un telegrama, algo?!
"Nuestro centro es muy estricto respecto a nuestra política de confidencialidad". – Respondió Severus, tomando un sorbo de la taza de té que Laurel le había servido. – "Nuestro laboratorio es el más avanzado en lo que respecta a ingeniería biomédica, la competencia es feroz, debe entender que, durante su tiempo de prácticas, a la Señorita Noel no se le era permitido tener ningún contacto externo".
"Laurel… en Suiza… trabajando para una compañía de no se qué ingeniería". – Fern soltó un bufido indignado. – "¿Se piensa que nací ayer? ¡Usted ni siquiera es suizo! Ich glaube dir nicht".
Laurel dejó caer su cabeza hacia atrás, dejando sus ojos en blanco, irritada con el comportamiento de su hermana. Siempre queriendo llamar la atención, siempre queriendo tener la última palabra en todo.
"Excusez moi, mademoiselle. Notre société est située à Genève." – Respondió Severus en un perfecto francés, sonriendo despectivamente – "Perdone que no le conteste en alemán, pero lo tengo un poco oxidado. Creo que… sí, aquí tengo el documento dónde queda constancia de las fechas en que Laurel se vinculó a la compañía y los tiquetes de avión".
Severus sacó de su bolso unos cuantos pergaminos con ensayos acerca de duendecillos de Cornualles de estudiantes de primero y se los pasó a Fern, quien los examinó cuidadosamente. Finalmente, se los devolvió de mala gana.
"Ésta bien, dr. Snape, creo que todo está en regla".
Laurel por poco se atraganta con el té, al no poder evitar soltar una carcajada.
"Aunque aún no termino de entender que habilidades podría ofrecer mi hermana". – Continuó diciendo, mirándola con recelo.
"Compórtate, Fern. Si el Dr. Snape ha decidido ofrecer un puesto a Laurel, sus razones tendrá". - Dijo Hazel y luego se dirigió a Severus, con una sonrisa cómplice – "Mi calabacita, siempre ha sido una buena chica, no tan brillante, ni tan talentosa, pero trabaja duro y siempre hace lo mejor que puede. Estoy segura de que ha sido una buena empleada para su firma".
"Por supuesto". – Contestó Severus, mirando anhelante a Laurel. –"Su colaboración ha sido invaluable para mí".
Laurel le devolvió la mirada y él asintió. Aquella era la señal convenida. Su familia no era Akardos.
"Mamá, no podré quedarme mucho tiempo, debemos partir esta misma noche. El Dr. Snape tiene un horario bastante apretado y sólo hemos venido para hacerte saber que estoy bien, sana y salva". – Laurel sintió como la tristeza empezaba a empañarle los ojos, pero intentó controlarse, intentó no sentir ninguna emoción.
"Estás de coña. ¿has venido por un día? ¡Un solo día!" – Fern estaba fuera de sí.
"Y también hemos venido porque la compañía ha desarrollado un nuevo producto, una nueva medicina que puede curarte del todo". – Continuó Laurel, ignorando a su hermana.
Delicadamente, Severus colocó sobre la mesa un pequeño frasco de vidrio con un líquido púrpura que parecía burbujear en su interior. Las dos muggles lo miraron maravilladas y Fern no tardó en tomarlo, acercándoselo a los ojos.
"No hay etiqueta, no hay componentes…"
"Es totalmente nuevo, Fern".
"Vas a experimentar con mi madre?"
"Les aseguro que no habrá ningún efecto adverso. Funcionará. Se los garantizo." -Dijo Severus y volviéndose hacia Hazel susurró – "Sólo cinco gotas y ya no tendrá que soportar el dolor".
Hazel lo miró, el rostro cetrino y los ojos negros irradiaban seguridad, autoridad. Estaba segura de que podía confiar en él. Ella asintió, empujando la taza con el té hacia Severus, quien abrió la botella y dejó caer cinco gotas de la poción dentro.
"Mamá, no".
"Cinco gotas es mejor que toda esa farmacia de píldoras que debo tomar a diario, Fern". – Contestó al tiempo que se tomó todo el té de una sola vez.
Un leve sonido de burbujeo se escuchó conforme la poción alcanzaba su estómago y fue incrementándose poco a poco. Todos tenían sus ojos fijos en Hazel, que torcía los labios ante la sensación de efervescencia que le recorría todos los huesos del cuerpo. Sus manos empezaron a enderezarse y el constante dolor fue reemplazado por un agradable cosquilleo en sus articulaciones.
"¿Mamá cómo te sientes?" – preguntó Laurel.
"Es un milagro". – Contestó al tiempo que abría y cerraba las manos estupefacta. – "Un verdadero milagro. ¿Están seguros de que no estoy soñando?"
