Advertencia: El siguiente capítulo contiene escenas de contenido sexual explícito. Se recomienda la discreción del lector.

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Capítulo 25

Canción de Cuna en las Mazmorras

Por un momento pensó que aún seguía soñando.

Severus despertó, sintiéndose reconfortado al notar que el cálido cuerpo de la mujer seguía a su lado, su olor a dulces especias llenándole los pulmones, su cabello castaño, contrastando con la blancura de las sábanas. Sin embargo, notó también otra presencia, una que pensó, había podido alejar la noche anterior. Una que le había acompañado por años, que residía en su cabeza y en su corazón. El recuerdo de Lily aun rondaba sus pensamientos.

Dejó salir un suspiro y apretó sus dientes, avergonzado de que el fantasma de Lily hubiese logrado colarse en su mente justo después de hacer el amor con Laurel. Consideró usar la occlumancia para hacer desaparecer esos sentimientos, pero no quería hundirse en la oscuridad, no ahora que el cariño y la pasión de Laurel le habían colmado el cuerpo y el espíritu.

Se enfrentó entonces a ella, abrazándose a Laurel, cómo si fuese el áncora que lo mantendría seguro e impávido frente al diluvio de remordimiento que estaba a punto de caer sobre él.

Lily

"No puedo seguir pretendiendo más. Tú has elegido tu camino, yo he elegido el mío".

"No, escucha, no quería…"

"¿Llamarme sangre sucia? Pero así es como llamas a todos los de mi clase, Severus. ¿Por qué yo debería recibir un trato especial?"

Ese recuerdo, volvió a reproducirse en su cabeza, más nítido que nunca.

Deseaba haber podido tener la oportunidad de responderle:

"Porque te amo, Lily. Porque nunca quise lastimarte".

"Lo siento, estaba enojado, humillado y celoso de James Potter. Le gustas, y él también te gusta a ti, lo sé. Te vi reír cuando ese cerdo me colgó boca abajo en el aire".

"Sé que solo soy el chico de la ropa andrajosa que vive en la espantosa Calle de La Hilandera, sé que nunca me mirarías de la misma manera que miras a James. Pero te pido perdón porque no tengo a nadie más, porque eres mi única amiga y no quiero perderte, ahora que también he perdido a mi familia".

"El invierno pasado evité que mi padre intentara matar a mi madre, ¿te lo dije? No, no lo hice, porque ya es suficiente humillación para mí saber que no soy tan importante para ti como para creerme, para tomarme en serio cuando te dije que Sirius Black intentó matarme. Incluso Dumbledore, el sabio y justo director me ha hecho jurar silencio para proteger su decisión de recibir a un hombre lobo en el colegio, me ha hecho jurar tener la boca cerrada para proteger a sus adorados Gryffindors".

"¿Qué más da que sepas que le hice un encantamiento desmemorizante a mi padre y lo eché de casa? ¿Qué te importa a ti que ahora mi madre no tenga deseo alguno de seguir viviendo y se niegue siquiera a dirigirme la palabra?"

"Eres luz, Lily. Tú no te mereces lidiar con alguien como yo, un miserable amante de las artes oscuras, un retorcido Slytherin que sólo ha encontrado aprecio de parte de pérfidos mortífagos".

"Perdóname, Lily, todo fue mi culpa, nunca debí arrastrarte conmigo".

"Oh, dream maker, you heart breaker… Wherever you're goin', I'm goin' your way…"

Severus volvió a abrir los ojos al oír aquel callado canturreo y sentir una suave caricia sobre su antebrazo. Laurel había despertado también y estaba ahora acurrucada a su lado, tarareando débilmente, su mirada fija en la marca tenebrosa.

Encogió su brazo rápidamente, apartándolo del roce de la mujer, que volvió sus ojos hacia él, sonriéndole de forma tímida.

"Es una bonita melodía". — Susurró él, esperando que su impulsivo movimiento pasara desapercibido.

"Mi madre solía arrullarme con ella". — Susurró ella de vuelta, comprendiendo que la marca tenebrosa estaba fuera de los límites.

"¿Por qué has despertado tan temprano?".

"Debo volver a mi habitación. Entre más temprano, menos personas me verán". — Dijo encogiéndose de hombros y ahogando un suspiro al apartar el edredón, su piel erizándose ante el frío aire de las mazmorras.

Severus sintió de inmediato el vacío en su cama, no tenía deseos de quedarse a solas con sus pensamientos.

"Quédate".

Laurel soltó una risita al sentir como Severus la agarraba de la muñeca, halándola hacia él, envolviéndola nuevamente con las sábanas, abrazándola por la espalda. Mordió su nuca, dejando marcados sus desiguales dientes sobre la delicada piel, para luego empezar a descender lentamente por su columna, besando y chupando cada vertebra, hasta alcanzar los dos pequeños hoyuelos en la parte baja de su espalda.

Ella dejaba salir leves gemidos, su cuerpo meneándose por sí solo, estrechándose contra el de él y no tardó en sentir su erección frotándose contra su trasero. Severus se llevó una mano a la boca y humedeció sus dedos, para luego meterlos entre las firmes piernas de Laurel, acariciando su palpitante sexo, masturbándola. Su cuerpo estaba pidiendo a gritos ser penetrada por la bien dotada polla del mago, sin embargo, Severus parecía tener otros planes.

Continuó frotando su clítoris, al tiempo que le susurraba con voz excitada dulces guarradas a su oído. Laurel apretó sus piernas y gimió con fuerza, moviendo su pelvis, intentando incrementar el contacto, respirando pesadamente contra la almohada, implorándole que se la follara.

Severus por lo contrario prefería seguir con su tortura. Introdujo sus dedos de forma dolorosamente lenta, moviéndolos dentro de ella, hasta encontrar su punto g.

"¡Severus, por favor!" — Rogó ella, al tiempo que su complexión adquiría un tono sonrojado.

Severus mordió su hombro, intentando controlar los espasmos que azotaron el cuerpo de la mujer al aumentar la fricción en aquel punto de placer, sus dedos curvándose, frotando su abultado punto g con presteza. Se vino de forma desbocada, su boca abierta en un grito silencioso, su cuerpo deshaciéndose en sus manos como la manteca.

Sacando los dedos húmedos por sus jugos, abrió sus piernas, follándosela de lado, tiernamente; despacio, disfrutando de su coño recién corrido.

"Dime que me amas". — Murmuró él, empujando su polla dentro de ella. Necesitaba escuchar nuevamente esas palabras, necesitaba estar seguro de que realmente había una persona en el mundo que lo amase a él, Severus Snape, el pobre y abusado niño mestizo, el vil y desagradable mortífago, el odiado profesor.

"Te amo… te amo, Severus". — Gimió ella con voz agitada, sintiendo cómo choques eléctricos subían por su cérvix a cada arremetida del hombre.

Severus la tomó sorpresivamente del brazo y agarrándola con fuerza, giró su cuerpo dejándola boca abajo en la cama, mientras él se apoyaba encima de ella, balanceando su peso sobre sus brazos y penetrándola vigorosamente por detrás; sus pálidos glúteos contrayéndose con cada embestida, su pelo negro, rebotando contra su rostro sudoroso. Notando como sus chupetones le habían dejado sendas marcas rojas que resaltaban contra las apagadas cicatrices en la espalda de Laurel, Severus se puso incluso aún mucho más cachondo.

Con una mano apartó el cabello de su oído, susurrándole con su voz profunda y sedosa:

"Eres mía, Laurel. Sólo mía y de nadie más. ¡Repítelo!"

Laurel estaba a punto de tener otro orgasmo, la deliciosa voz de su amante la volvía loca, su peso encima de ella, su obsesión posesiva y la intensidad con la que se la follaba, a duras penas le dejaban pensar con claridad.

"Tuya… tuya… ¡AHH!"

Laurel se dejó ir y un segundo después, el profundo gruñido de Severus le avisó que él también la había alcanzado, desplomándose a su lado, con sus ojos cerrados, respirando erráticamente.

La mujer se encogió junto a él, hundiendo su rostro contra la suave piel de su pecho, sintiendo los rápidos latidos de su corazón, olvidándose por completo que Severus era un mago, que estaba en Hogwarts, que una guerra se estaba librando en ese momento. Nada le importaba, podría quedarse allí mismo para siempre.

"Cántame otra vez, Lau". — Le susurró él, apoyando su mentón sobre la cabeza de la Akardos.

"Two drifters, off to see the world… There's such a lot of world to see…"

El canto suave y quebradizo de Laurel le trajo recuerdos de su más tierna infancia, de la época en la que todavía su padre no había empezado a beber, ni su madre había confesado su condición de bruja, de la época en que un trozo de pan y un vaso de agua eran suficientes para saciar el hambre de un niño de cuatro años. Recordó a su madre Eileen tarareando delicadamente, meciéndolo en sus brazos, silenciando los llantos de un niño febril durante la Noche de las Hogueras. Recordaba claramente haber visto a través de la ventana las llamas brillantes de la hoguera encendida en su calle, la sombra de los niños corriendo a su alrededor, las risas y gritos de los vecinos arrojando un muñeco de paja al fuego. Casi podía saborear las patatas que su padre había traído para desayunar después de cocinarlas en las brasas que quedaron de la hoguera.

Nunca pensó que volvería a extrañar esos tiempos, pensó que odiaba su infancia y, sin embargo, Laurel de alguna manera había logrado despertar en él una nostalgia huérfana, una evocación de años más inocentes que nada tenía que ver con Lily.

"Severus". — Laurel acarició su rostro, haciéndolo volver a la realidad. —"Te quedaste atrapado en tus pensamientos".

"Lo siento". — Respondió él, su mente aún no se acostumbraba a estar por tanto tiempo libre de las cadenas de la occlumancia.

"No tienes por qué disculparte". — Dijo ella, liberándose de su abrazo y sentándose al borde de la cama — "Pero debemos levantarnos ya. Remus llegará pronto".

"¿Remus?" — Severus sintió como la familiar sensación de celos empezó a escocerle el estómago. — "No te ha pedido que lo llames Lunático aún?"

Se enterró nuevamente entre las sábanas, sus brazos cruzados frente a su pecho, su rostro adusto mirándola de soslayo.

"No, aunque sinceramente es un apodo bastante ingenioso. Creo que empezaré a llamarlo así". — Rio ella, divertida. — "Vamos, Severus, no te enfurruñes ahora. Le prometí a Dumbledore que debía mantenerte enfocado en tus estudios".

Y mirando hacia el suelo a donde habían ido a parar sus prendas anoche añadió:

"Creo que no estoy haciendo un muy buen trabajo".

Severus dejó sus ojos clavados en ella, contemplando la hermosa curvatura de su sonrisa, sus blancos dientes, la límpida risa que hacía eco en su habitación. Ella era suya y él quería hacerle sentir que él también era de ella.

"Llámame Sev". — Dijo de forma impulsiva, casi infantil. Ansiaba volver a escuchar ese nombre de los labios de una mujer que lo amase de verdad.

"¿Disculpa?" — Laurel volvió su mirada hacia él, sus cejas levantadas. — "Pensé que no querías..."

"Lo quiero, quiero que me llames, Sev". — Severus se sentó en la cama junto a ella, tomando su rostro delicadamente con sus manos. — "Por favor".

Laurel se mordió los labios, sus ojos escaneándole, intentando ver en la mirada de Severus la razón de aquel súbito pedido. Una punzada en el corazón le alertó de que el recuerdo de su amada Lily debía haberse filtrado en algún momento de su intimidad, pero ¿en cuál? ¿Anoche mientras le pedía que no lo dejara? ¿Al morder su espalda? ¿Al pedirle que le dijera que lo amaba? ¿Habrá soñado con ella?

Laurel miró hacia abajo, hacia su cuerpo desnudo y de repente sintió vergüenza de sí misma. ¿Cómo podría compararse ella con Lily? La mujer que lo dejó marcado desde su adolescencia. Él mismo lo había dicho desde el principio, seguía amándola.

"Yo…"

Ella se levantó y se vistió rápido con su camisón, mientras se aclaraba la garganta, intentando calmar los desvaríos de su mente. Estaba exagerando, seguro. Severus no tenía malas intenciones, era tan sólo un apodo, cómo Lunático… Sí era eso, estaba celoso de que ella dijera que llamaría así a Remus.

Severus la veía ofuscado, dándose cuenta muy tarde que su petición había causado un grave disgusto en ella. ¿Cómo pudo haber sido tan tonto? ¿Cómo no se detuvo a pensar que Laurel pensaría de inmediato que la estaba comparando con Lily? Para ser un espía, realmente se estaba comportando como uno de sus estúpidos estudiantes.

Se levantó de la cama y se acercó a ella despacio, sin importarle el aire gélido de la habitación, sobre su cuerpo desnudo.

"No tienes que llamarme así si no lo quieres". — Dijo él en voz baja, mirando cómo Laurel, distraída en sus pensamientos, recogía su bata del piso. — "Puedes llamarme cabeza de alcornoque, seguro que me queda mejor".

Laurel sonrió levemente, intentando no dejarse llevar por sus celos, no quería dudar del cariño que Severus le había demostrado. Tan sólo quería aclarar una duda.

"Antes no querías que te llamara Sev. ¿Por qué has cambiado de idea?"

Severus se encogió de hombros y con su acostumbrada sonrisa de suficiencia dijo:

"No lo sé, tal vez sea porque no había probado tus labios". — Severus la tomó de los hombros y la besó con pasión en la boca. — "Tal vez sea porque no te habías metido en mi cama antes." — Sus dedos se deslizaron por debajo del suave satín, rozando su muslo seductoramente. —"Tal vez porque no había tenido el gusto de verte con esa cortita y sensual lencería".

Laurel se quedó paralizada, fascinada ante la voz de Severus, ante su irresistible aroma a hierbas secas. A pesar de ser Akardos, había caído bajo su hechizo.

"¿Me explico lo suficiente, Lau?"

"Te dejaré ganar esta vez, Sev". — Dijo ella sonriendo, apartándolo de un empujón y cubriéndose con su bata. — "Ahora ponte algo de ropa porque te vas a resfriar".


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Canción: Moon River
Audrey Hepburn
Compuesta por Henry Mancini, letra de Johnny Mercer
1961