Capítulo 26
Escobas Voladoras
Dos figuras solitarias caminaban con dificultad por la gruesa capa de nieve que cubría el campo de Quidditch. Ambas, aferradas a viejas escobas del colegio, la más baja de ellas, sonriendo emocionada al tomar su primera clase de vuelo durante aquella radiante tarde de enero.
"Muy bien, intenta mantenerte estable, no dejes que tus manos tiemblen, las escobas saben cuándo tienes miedo".
"¿Cómo los caballos?"
"Supongo, nunca me he montado en uno. Ahora, lentamente, eleva la escoba. Poco a poco, aprieta las manos alrededor del mango con firmeza, con cuidado de no resbalarte, Severus me matará si te lastimas".
"Probablemente tú serías quien me matara primero, ya sabes, si me lastimo y sangro". — Dijo Laurel mientras se sostenía en el aire, sus piernas temblando en la suave brisa, asustada de intentar elevarse.
"¡¿Oh, por qué me juzgas tan precipitadamente?!" — Le contestó Remus con una risa ladina, mientras flotaba junto a ella —"Creo que pasar tanto tiempo en las mazmorras no te hace bien. Cada día más y más Slytherin, diría yo".
Laurel chasqueó su lengua y posó sus pies sobre la nieve, ajustando su capa y su cola de caballo.
"Que manía de estar clasificando siempre a la gente por sus casas. ¿Dejarías de hablarme si en verdad fuera Slytherin?"
"Claro que no". — Respondió Remus, aterrizando también a su lado. — "Pero debes aceptar que es la casa con más adeptos a las artes oscuras. Severus incluido".
Laurel asintió levemente, su cuerpo recargado contra la escoba, su rostro pensativo apoyado contra el mango.
"Por qué se odian tú y Severus?"
"Yo no lo odio. No me agrada, ni me desagrada. En realidad, tengo mucho porque agradecerle. ¿Recuerdas que te dije que fui profesor de Defensa contra Las Artes Oscuras por un año? Bien, él se encargó de mantenerme sano con la poción Matalobos cada mes. Ya sabes lo difícil que es prepararla". — Se aclaró la garganta. — "Supongo que todo lo que ocurrió mientras éramos estudiantes ha dejado una terrible amargura en él, que creo será irreparable".
"Quieres decirme?"
Lupin levantó la cabeza, mirándola con sorpresa.
"Pensé que Severus no había perdido el tiempo en contarte lo terribles y arrogantes que éramos".
"¡Lo juzgas muy precipitadamente!" — Dijo ella, con una mueca pícara, repitiendo las mismas palabras que le había dicho él antes. — "No, no es muy comunicativo en lo que respecta a sus años en Hogwarts".
Lupin pareció palidecer un poco, estiró su cuello, volviendo a aclarar su garganta.
"Te cae muy bien Severus, ¿no?"
Laurel se sonrojó, pero no apartó sus ojos de Remus que le miraba con intensidad, sus ojos llenos de curiosidad.
"Sé que puede parecer muy hosco, pero..."
"Pero ves algo en él que nadie más puede". — Remus terminó su frase. — "Sabes, realmente me recuerdas a Lily, ella también tenía una forma de ver la belleza en los demás incluso cuando ellos no podían verla en sí mismos".
"¿Lily?" — Laurel sintió un estremecimiento en el cuerpo al oír aquel nombre.
"Sí, una preciosa pelirroja de Gryffindor, una chica brillante, su única amiga en Hogwarts que yo recuerde. Eran inseparables, Lily y Severus, hasta ese día durante nuestros TIMOS"
"Qué pasó?" — Preguntó ella, recordando que Severus le dijo que había insultado a su amiga de una forma horrible, sin explicar con detalle las razones de ello.
"Es una larga historia". — Dijo él, cabizbajo. — "Algo de lo que no me enorgullezco. Tal vez Severus no quiera que tú lo sepas. Tal vez lo tome a mal si te lo digo".
"¿Acaso fue tan malo lo que sucedió?"
"Si algo como eso me hubiese sucedido a mí… bueno, no me gustaría volver a recordarlo".
"¿Era Lily mucho más que una amiga? — Aquella pregunta se le había escapado del pecho, azorada, intentó remediarlo de alguna forma. — "Quiero decir, si dices que eran tan inseparables…"
"¿Lily? Oh, no, claro que no". — Remus negó con la cabeza y miró con inquietud a la mujer. Ya le estaba quedando más claro el tipo de relación que la Akardos tenía con el amargado profesor. — "A Severus le gustaba, eso era obvio, y por eso a James no le hacía mucha gracia que fuera tan cercana a él. Intentaba convencerse de que ella sólo era su amiga porque le tenía lástima, siendo el debilucho de la casa de Slytherin, despreciado por sus propios compañeros por ser mestizo y pobre... Y es por eso por lo que creo que decidieron arremeter contra él ese día..."
"Quienes?"
"Nosotros." — Remus miró hacia el suelo, estirando el cuello de nuevo. — "Los Merodeadores".
. . .
"…Y creo que Severus intentó pedirle perdón en varias oportunidades. Era la comidilla de las chicas, ya sabes, el chico Slytherin rogando afuera de los dormitorios de Gryffindor durante varias noches. Lily jamás volvió a dirigirle la palabra".
Remus terminó su relato y volvió sus ojos hacia la mujer que no había despegado su mirada del piso por un largo tiempo. Se habían refugiado del frio en las graderías internas del campo de Quidditch, la emoción de su primer vuelo en escoba totalmente olvidada.
"Mira, éramos unos adolescentes, Sirius y James se pasaban la mitad del día haciendo bromas y la otra mitad recibiendo castigos por todas las travesuras en las que se metían. — Remus hablaba rápido, intentando obtener alguna reacción de Laurel.
"Tú eras el prefecto, Remus". — Dijo ella en voz baja, volviendo sus ojos vidriosos hacia él. — "Permitiste que lo expusieran desnudo frente a toda la escuela. Por Dios, eso no tiene excusa. Si hubiese sido una chica…".
"¡Ellos nunca le hubiesen hecho eso a una chica!" — Respondió él poniéndose colorado, su voz atropellándose en un balbuceo avergonzado. —"De cierto modo, James sentía que Severus necesitaba ser humillado por llamar a Lily asquerosa sangre-sucia… Severus tampoco perdía oportunidad de usar maleficios en contra de nosotros… Al final terminó uniéndose a los Mortífagos, asíque quedaba claro que en realidad sí creía en la supremacía de sangre… Él es un Mortífago, Laurel, y nadie deja nunca de ser Mortífago...".
"¡Se convirtió en Mortífago porque no tenía nadie más a quien recurrir!" — Le cortó Laurel, cruzándose de brazos. — "Tan sólo tuvo la aprobación de parte de los demás Slytherins por su conocimiento de las artes oscuras, por su habilidad mágica. ¡Era una pieza importante que reclutar!"
"¡Tal vez si no hubiese estado tan interesado en las artes oscuras y no tuviera una personalidad tan mierda hubiese podido relacionarse con otras personas!".
"¡Tú no tienes ni idea de lo que tuvo que soportar durante su niñez! ¡Lo que tuvo que afrontar!"
"No busques pretextos, Laurel". — La voz de Remus se acalló por un instante. — "Yo soy un licántropo, desde los cinco años tuve que vivir aislado, sin amigos, sabiendo que sería discriminado por el resto de mis días, sabiendo que cada mes me convertiría en un monstruo. Pude haberme unido a Greyback, pude haber encontrado mi lugar entre mis pares, ayudando a Voldemort durante la Primera Guerra Mágica, pero no lo hice, porque sé que está mal, porque no podía sacrificar mi moral por saciar mis ansias de ser aceptado".
"Se arrepintió". — Susurró Laurel en un intento de convencerse a sí misma. —"Confío en él. Confío en el más que en ningún otra persona".
"Lily confiaba en él también". — Dijo Remus en un tono de advertencia. — "Tendría cuidado si fuera tú, no quiero que te hieran Laurel. Un Mortífago y una Akardos… es una relación reprochable".
"Me dijiste que no lo odiabas, sin embargo, hablas como si lo hicieras".
Remus respiró profundamente, intentando que sus palabras no reflejaran su desaprobación por la ciega forma en que Laurel insistía en estar de lado de Snape.
"Me has hecho una pregunta y te he contestado honestamente, aún dejando en evidencia mi estupidez de colegial. ¿Ha hecho él lo mismo? ¿Ha sido completamente honesto contigo?"
Laurel se tronó los dedos al tiempo que se acomodaba en su asiento. Sentía que algo en su pecho se había desinflado, un pequeño pinchazo de duda se le instaló en el corazón.
"Él... me ha ocultado mucha información. Dice que lo hace para protegerme". — Contestó en voz baja sin mirarle.
"Protegerte de la verdad?" — Remus bufó exasperado, el lobo que llevaba adentro despertó de pronto, empujándolo a acercarse más a la mujer, a estrujarla en sus brazos; pero se contuvo. Se contentó con dejar salir su indignación al quedarle claro que Laurel en verdad había puesto toda su estima y confianza en un hombre como Severus.
"Es realmente un salto de fe confiar en él. No puedo estar absolutamente seguro de su lealtad, Laurel. Nadie lo está. Todos confiamos en él porque Dumbledore confía en él. De lo que solo puedo estar seguro es de que todavía debe cumplir las órdenes de Voldemort, de que es un hombre frío, sarcástico y manipulador. No mereces eso. Es peligroso, Laurel. Escucha mis palabras, será mejor que tengas cuidado".
Laurel no se había dado cuenta de que había estado conteniendo la respiración por un largo rato. No quería seguir escuchando a Remus. Sintiéndose un poco mareada se puso de pie lentamente.
"Creo que debo volver al castillo, no me siento muy bien. Gracias por ser honesto conmigo, y por las lecciones."
"No te enfades conmigo…"
"No lo estoy". — Le sonrió débilmente. — "Es bueno saber que puedo considerarte mi amigo, Remus. No hay muchos magos que me deseen lo mejor".
"¡Pero no has podido sobrevolar ni un metro por encima del campo de Quidditch!" — Insistió él, poniéndose también de pie. — "¿Por qué no lo intentamos de nuevo? Podríamos ir hasta Hogsmeade, hasta las Tres Escobas. ¿Has probado la cerveza de mantequilla? Es realmente fantástica."
Laurel negó con la cabeza.
"No es seguro para mí dejar los terrenos de Hogwarts".
"Severus te ha dicho eso, ¿no?" — El rostro de Remus se ensombreció, su lobo interno mostró los dientes agresivamente. — "Te está controlando demasiado, ¿no puedes verlo?"
"¡Déjalo!" — Ella se volvió hacia él de pronto, su cola de caballo agitándose en el aire, sus puños apretados y su ceño fruncido. — "Deja de criticar tanto a Severus. No soy estúpida, Remus, puedo hacer mis propios juicios. Y no, no fue él. Fue Dumbledore quien aconsejó que no debía salir".
"Lo siento". — Tartamudeó en respuesta, con el rostro sonrojado. — "Yo pensé…"
"No importa". — Le interrumpió. — "Podemos continuar con la práctica otro día. Ahora estoy realmente…" — No pudo terminar su frase, ¿qué estaba a punto de decir? ¿Cansada? ¿Triste? ¿Emocionalmente agotada?
"No, por favor. No quería hacerte enojar". — Dijo él, obstinado. — "Te llevaré a dar un paseo rápido en la escoba, te gustará volar, ya lo verás".
"Ya he volado antes". — Dijo Laurel con una sonrisa dibujándosele sin querer en el rostro, al recordar el cálido abrazo de Severus, contrarrestando el viento helado de las alturas.
"Sí, llegaste a Hogwarts en un Thestral, ¿no? — Remus sonrió también al confundir la expresión en el rostro de la mujer con un repentino entusiasmo. — "Bueno, la escoba te será mucho más cómoda. Al menos podrás verla".
Laurel volvió sus ojos hacia él con curiosidad:
"¿Puedes ver a los Thestrals, Remus?"
"Oh, sí. Sí que puedo". — Y al notar como sus ojos se abrían conmocionados añadió:
"Mi madre, Hope Lupin. Falleció ya hace unos cuantos años".
"Tu madre tenía un nombre precioso" — Dijo ella, tomando su mano. — "Lo siento mucho, Remus".
"Está bien, no te preocupes". — Contestó él. — "Mi madre era muggle, me enseñó mucho de su mundo, me habló acerca de los aviones, esos armatostes que los muggles usan para volar".
"Pues yo nunca me he subido en uno". — Rio ella. — "Pero te aseguro que deben ser más cómodos que viajar en Thestral".
Remus rió también y mirando a su reloj de pulsera dijo:
"Los estudiantes ya deben estar por llegar. El expreso de Hogwarts ya debe estar en la estación de Hogsmeade. Desde allí son llevados hasta el colegio en carruajes tirados por Thestrals. Si nos damos prisa, llegaremos a tiempo para acariciar a algunos".
Laurel accedió sonriendo y ambos salieron al exterior del campo de Quidditch.
"¿Lista?"
"Lista".
Laurel estaba sentada detrás de él, sobre la escoba. Agarrándose de su cintura, cerró los ojos y apretó los dientes preparada para sentir la súbita ventisca helada sobre su rostro y la molesta sensación de vacío en su estómago, pero para su sorpresa, Remus ascendió muy lentamente, rodeando en un amplio circulo el campo de Quidditch.
"¿Qué te parece?" — Preguntó volviendo su rostro hacia ella.
"Bastante placentero". — Respondió Laurel sonriéndole de vuelta. — "Aunque pensé que iríamos más rápido".
"Ah, podría ir mucho más rápido si pudiera, pero las escobas del colegio son unos vejestorios. Ésta ha estado en uso desde que estaba en segundo año, si no recuerdo mal. Algunas escobas pueden alcanzar velocidades de casi 300 millas por hora. Son escobas para jugar Quidditch".
"Deben ser muy costosas, supongo".
"Varios cientos de Galeones. ¿Sabes que son los Galeones?"
"Severus me lo explicó. Aunque encuentro un poco engorroso, eso de tener que cargar con doblones tan pesados. En eso los muggles tenemos ventaja".
Remus soltó una risotada y se elevó de repente haciendo que Laurel ahogara un grito de sorpresa y se apretará más contra él. Sobrevoló el bosque prohibido y las torres de Hogwarts, señalando también Hogsmeade a la distancia.
"Los carruajes ya están en camino". — Dijo mientras empezaba a descender hacia la explanada en frente al enorme patio de entrada del colegio.
Cuando aterrizaron, el bullicio de los estudiantes que se dirigían hacia el Gran Vestíbulo dejó a Laurel totalmente pasmada. Se había acostumbrado tanto al mutismo y al sedentarismo de su prisión durante los últimos meses que aquella horda de vitalidad y algarabía le dio de lleno en el espíritu dejándola al mismo tiempo agotada pero feliz.
"Ven, Laurel". — Remus la tomó de la mano y la llevó hasta donde estaban algunos de los carruajes ya vacíos de alumnos.
"¿Están aquí?" — Preguntó ella con una risa nerviosa.
"Justo aquí". — Guiando la mano de la mujer, la apoyó sobre la crin de la bestia que sacudió su cabeza ligeramente.
Laurel dio un paso hacia atrás alarmada, pero de inmediato volvió a acariciar la suave crin del animal. Severus le había mostrado ilustraciones de los Thestrals, pero en aquel momento pensó que no les hacía justicia, los dibujos no podían demostrar la sedosa suavidad de su pelaje, que era tan lustroso y liso que a Laurel le pareció un milagro que ella se hubiese podido mantener sobre él sin resbalarse.
"¡Oye, es Lupin!"
Una voz resonó por sobre la algarabía y dos jóvenes vestidos con el uniforme y los emblemas de Gryffindor corrieron hacia ellos.
"Hola, chicos".
"¿Qué estás haciendo aquí, Remus?" — Preguntó Harry alzando una ceja, pero fue interrumpido por Ron:
"Estábamos realmente esperanzados en que fueras a La Madriguera en Navidad. Te has perdido de ver al mismísimo ministro en persona".
"Si, Ron, tu padre me lo ha contado". — Asintió Remus y luego se dirigió a Harry. — "Entonces el Ministerio está buscando reclutarte, tú por supuesto te negaste".
"Le he dejado claro al ministro que soy leal a Dumbledore de principio a fin".
"Scrimgeour no estará nada contento de quedarse sin 'El Elegido'". — Suspiró Remus. — "Es mejor que empieces a ir con cuidado, Harry".
"¡Me encargaré de cuidarle las espaldas como siempre, no te preocupes!" — Exclamó Ron al tiempo que abría el envoltorio de su última rana de chocolate y le daba un mordisco. — "Pero aún no nos has contado qué haces aquí".
"¿Has venido a reemplazar a algún profesor? ¿La vacante de Defensa contra las Artes Oscuras ha quedado abierta?"
Al escuchar las palabras de Harry, Ron se volvió con una mirada expectante hacia Remus:
"¿Por fin nos hemos librado de Snape? ¿Han echado al grasiento murciélago al fin?"
"Ron, esa no es forma de hablar de un profesor". — Remus se aclaró la garganta, mirando de soslayo a Laurel.
"Vamos, a nadie le cae bien Snape, además se ha pasado los últimos meses ausentándose de clases. No es que lo extrañe de ninguna forma, pero tal vez Dumbledore por fin ha entrado en razón y lo ha echado".
"O tal vez haya sido enviado a Azkaban, a hacerle compañía a Lucius Malfoy". — Sonrió Harry.
"Tal vez le haya explotado un caldero en su fea cara". — Replicó Ron riendo. — "Con un poco de suerte se tendrá que quedar en San Mungo por el resto de sus días".
"Es suficiente chicos. No estoy aquí para reemplazar a nadie. Estoy aquí por mandato de Dumbledore. Cosas de la Orden. Y no, el Profesor Snape no ha sido despedido, ni ha sido enviado a Azkaban o a San Mungo". — Dijo Remus en voz alta, para luego estirar su cuello como lo hacía siempre cuando se sentía incómodo. — "Quiero presentarles a la señorita Noel, ella… ella es la asistente del Profesor Snape. Laurel, ellos son Harry Potter y Ronald Weasley".
Ambos muchachos se fijaron en la mujer por primera vez. Las orejas de Ron se pusieron coloradas y se ruborizó tanto que sus pecas casi desaparecieron. Laurel les sonrió y les saludó a ambos con un apretón de manos.
"Yo no he escuchado nada, no te preocupes". — Dijo, guiñándole un ojo al pelirrojo.
"¿Para qué necesita Snape una asistente?" — Preguntó Harry sin importarle parecer grosero. Estaba harto de la confianza que Dumbledore y los miembros de la Orden le tenían a Snape, especialmente cuando él estaba seguro de que su profesor aún era leal a Voldemort y le estaba ofreciendo ayuda a Draco Malfoy para completar alguna misión.
"Profesor Snape, Harry". — Le corrigió Remus. — "Ha tenido mucha carga de trabajo últimamente, así que el director ha decidido…"
Laurel dejó de escuchar lo que Lupin le estaba diciendo a Harry al notar la figura de un joven con cabello rubio platinado que resaltaba entre la marea de túnicas negras de los alumnos que caminaban hacia el patio de entrada.
Draco Malfoy se había detenido en seco al ver a la Akardos. No estaba sorprendido de verla en Hogwarts, no. Su madre ya le había informado que Snape había decidido continuar sus investigaciones desde el castillo. Lo que lo había dejado perplejo fue ver cuanto había cambiado desde la última vez que la había visto: la expresión temerosa de su rostro estaba completamente borrada, su postura recta y espigada denotaba una disposición optimista, feliz. Parecía ser casi otra persona.
Draco se sobresaltó al darse cuenta de que la mujer le devolvía la mirada y le saludaba con un breve gesto de su mano. Él tan sólo asintió en señal de reconocimiento y se volvió de inmediato hacia sus compañeros Slytherin, que se agolpaban en la entrada del Gran Vestíbulo, alrededor de Filch, quien pasaba lista y permitía la entrada de los estudiantes.
Harry se dio cuenta de aquel intercambio inmediatamente.
"¿Lo conoces?"
"El profesor Snape ha estado dándole clases particulares durante las navidades". — Mintió Laurel de forma tan rápida que se sorprendió a si misma. Tal vez Remus tenía razón, tal vez pasar tanto tiempo con Severus realmente la había vuelto más astuta, más Slytherin.
"Creo que es mejor que entren, chicos, no querrán perderse la cena". — Dijo Lupin, notando como Harry miraba a la mujer con sospecha. — "Nos veremos luego".
"¿'El Elegido'? ¿Por qué llaman el elegido a un chico de dieciséis años?" — Preguntó mirando como Ron y Harry se alejaban.
"Es Harry Potter". — Contestó Lupin y se sorprendió al ver que Laurel parecía no entender. — "¡Harry Potter! ¿Acaso Severus no te ha explicado…?"
"Me suena ese nombre". — Dijo ella entrecerrando los ojos, pensativa. — "¿Dónde lo habré escuchado?"
"¡Por Merlín! ¡Severus ha mantenido una venda sobre tus ojos!" — Su lobo interior se había vuelto a poner en guardia, gruñendo agresivamente. — "Ese chico, es el único ser humano que ha sobrevivido a una maldición asesina. Lord Voldemort quería asesinarlo cuando era tan sólo un bebé. Logró asesinar a sus padres, pero por alguna razón, al lanzar la maldición sobre Harry, ésta rebotó haciendo que Voldemort desapareciera por largos años. Se dice que ese chico, es el único que puede derrotarlo de una vez y para siempre. Ese chico, es el hijo de James Potter y Lily Evans, Laurel".
Laurel miró a Remus con los ojos muy abiertos, aferrando su túnica con manos temblorosas. Se había quedado petrificada.
"Lily y James Potter…?"
"Laurel, lo menos que Snape puede hacer es explicarte todas las causas de esta guerra. Es peligroso que te inmiscuyas si no sabes qué es lo que está sucediendo exactamente. Deberías venir conmigo, te lo puedo explicar todo…"
"No". — Susurró ella, dando un paso hacia atrás, alejándose de él. — "No puedo salir del castillo. Debo… debo encontrar a Sev. Te veo luego, Remus".
"Lo has llamado Sev?" — Susurró él, pero Laurel no pudo escucharlo, ya le había dado la espalda, caminando deprisa hacia el patio de entrada que se había quedado vacío de estudiantes.
La figura de un hombre alto y delgado, envuelto en ondulantes túnicas había aparecido de repente en los escalones de piedra que conducían al Gran Vestíbulo. Lupin miró esperanzado, esperando oír los reclamos de Laurel, esperando ver su indignación hacia Snape, pero nada de esto ocurrió.
Remus pudo ver cómo el hombre le susurraba algo al oído y le pasaba un viejo libro de pociones. Laurel le agradeció con una dulce sonrisa y se aproximó a él, sacudiendo con su mano algunas partículas de polvo de su levita. Y entonces Severus le sonrió de vuelta.
El lobo que llevaba dentro luchó desesperadamente por salir, gruñendo de rabia, rechinando los colmillos. Remus bajó la mirada hacia sus pies inmediatamente, intentando controlarse, respirando hondo. Alzó la mirada nuevamente y los vio a ambos caminar lado a lado, adentrándose en el castillo. Aquella imagen era idéntica a la que tantas veces había visto durante sus años de estudiante: Lily y Severus, estudiando, compartiendo apuntes, riendo juntos. Pero esta vez no era Lily, Lily se había ido para siempre. Era Laurel. Laurel y Severus.
. . .
"Y lo llamó Sev. ¿Puedes creerlo? Ella lo sigue a donde quiera que vaya, como una mascota con su correa".
"¿A sí? Pues yo creo que es al revés, él es el que tiene la correa al cuello". — Le cortó Tonks de tajo. — "¿Por qué te importa tanto su relación? Déjalos en paz, no es asunto tuyo".
"Él la está usando, Dora…"
"¿No la estás usando tú a ella también? ¿No estás usando su sangre para crear tu cura? Solo come tu cena por favor, se está enfriando".
Lupin miró a su plato y se dio cuenta que no había probado bocado desde que se sentó en la mesa de la taberna. Se había pasado la última hora despotricando contra la relación de Laurel y Snape. Se disculpó apenado:
"Perdóname. No me di cuenta…"
"¿Que estabas haciendo el tonto? Pues ya te has enterado". — Dijo ella cortando su filete con más fuerza de la que debía. — "Sé que es su olor, pero no te dejes llevar".
Remus tomó su mano y la besó, sonriendo tímidamente.
"Te quiero, Nymphadora".
"¡No me llames así, Lunático!" — Exclamó ella riendo.
