- Dr. Chase. – Contestó. – Em… sí, ahora mismo. – Levantó el auricular hacia Cameron. – Es para ti, un tal Joe.

El primer segundo quiso decirle que no contestaría, que colgase. No quería recibir esa llamada delante de sus compañeros de trabajo y mucho menos de House. Él que todavía se mantenía de espaldas notó un ligero escalofrío que recorrió toda su espalda. Los segundos se hacían eternos y pesados. Chase estaba extrañado ante la situación y miró a Foreman en busca de un gesto que le hiciese ver que no era el único que se sentía así. House se giró.

- ¿Vas a contestar? – Preguntó encarando a Cameron.

Tomó aire antes de coger el teléfono y contestar. House no parecía ni molesto ni preocupado. En su rostro solo estaba reflejada la impaciencia porque cogiese el teléfono o no. Como si de esa llamada dependiese toda su vida, contestó.

- Soy Allison. – Utilizó su nombre de pila. Eso dejaba claro que era alguien importante en su vida. Nadie allí la llamaba Allison. – De acuerdo. – Asentía con la cabeza. – Ahora, ahora no puedo hablar. – House se había vuelto a girar hacia la ventana. – Hasta luego. – Colgó.
- Después de esta entrega de la vida personal de la Doctora Allison Cameron – hizo más énfasis en su nombre – sigamos con lo que estábamos.

Se sintió ofendida, enfadada. ¿Es que acaso su vida personal no había interferido nunca en su trabajo? Recordaba a Stacy, cuando siempre estaba ella presente en todo lo que hacían porque House no era capaz de discernir, y recordó cuando se fue y House estaba tan afectado que todo giraba en torno a ella incluso aunque estuviese a miles de kilómetros. No le gustó que ella estuviese allí y aguantó porque sabía que era importante para él, porque significaba demasiado y soportó que significase más que ella en la vida de su jefe. Se sentía cada vez más indignada.

Cuando Chase y Foreman salieron del despacho House seguía de espaldas. Cameron estaba allí aunque él no lo supiese. Quizás notaba su presencia, no lo sabía y le importaba poco. En ese momento lo único que rondaba por su mente era gritarle. Quería gritarle fuerte y alto, que todo el mundo supiese que la encantadora Cameron también tenía agallas y la importaba bien poco si aquello le costaba el despido o una discusión demasiado terrible como para poder seguir trabajando allí. Le quería matar.

- ¿A qué ha venido eso? – Preguntó y en su tono se podía percibir su enfado.

House se sorprendió de que siguiese allí. Cerró los ojos, presintiendo que aquello no iba a llevar a nada bueno. Lo sabía por el tono de su voz, por la decisión que transmitía aquella pregunta.

- ¿A qué viene el qué? – Preguntó por fin dándose la vuelta y haciendo como que no entendía de lo que hablaba.
- Lo de mi vida personal. Era una simple llamada, sin más. – Extendió los brazos señalando el teléfono y abriendo los ojos más aún y clavándolos en los de su jefe.
- ¿Desde cuando un simple comentario te molesta tanto? – Preguntó extrañado.
- Me molesta que cuestiones que algo privado pueda interferir en mi trabajo. Soy buen médico. – Dijo enfadada.
- No lo cuestiono. Te dejas llevar por tus emociones, tu, tu vida, todo interfiere siempre en tu trabajo¿por qué esta vez iba a ser diferente? – Preguntó tratando de obviar que no le había gustado que recibiese aquella llamada.
- Es increíble. – Dijo Cameron exasperada.

House mantenía su mirada clavada en su subordinada. Como si estuviese retándola. Lo había logrado. Había hecho que aquella discusión girara en torno a Cameron y no a él y por qué había hecho ese comentario que en otra persona no hubiese tenido importancia o quizás sí, pero era algo que a ella le había molestado.

Y ahí estaban, mirándose sin decir nada. Durante el tiempo que llevaban trabajando juntos habían aprendido lo que querían decir con una mirada y House notaba como Cameron estaba realmente dolida. No le gustaba que le mirase así. Lo odiaba. De pronto alguien entró.

- House¿tienes un minuto? – Era Wilson con un informe en su mano.

Se dio cuenta que había interrumpido algo. House levantó por fin la mirada aliviado. Realmente se estaba sintiendo incomodo ante los ojos acusadores de Cameron, ante lo chispeante de su mirada llena de indignación. Miró a su amigo y Cameron agachó la cabeza antes de irse rendida. Wilson percibía lo incomodo de aquella situación.

- ¿Interrumpo? – Preguntó cuando salió Cameron por la puerta sin dirigirle una mirada o un saludo.
- No. – Contestó mientras buscaba algo en los cajones de su mesilla.
- ¿Le has preguntado por el tal Joe? – Pensó que quizás le había preguntado y por eso Cameron se había ido así.
- No. – Contestó de nuevo secamente.
- ¿Entonces? – No entendía que ocurría.
- Entonces¿qué? – Preguntó House un poco irritado.
- ¿Por qué estaba así? – Y señaló la puerta aludiendo a Cameron.
- Es Cameron… - Dijo House como si eso contestase a todas sus preguntas. – Ya sabes, le gusta ponerse melodramática de vez en cuando.
- Ayuda que tú te comportes como un cabrón. – Dijo Wilson conociendo a su amigo.
- Me descubriste, me encanta torturar a Cameron. – Contestó irónico mientras encontraba un bote de Vicodina y tomaba una.
- El niño no tiene cáncer. – Dijo mientras dejaba caer el informe sobre la mesilla de House y se sentaba frente a él.

House lo cogió y lo miró por encima. Había pensando en un cáncer. Esa sería una buena opción, al menos mientras no tuviesen nada. Empezaba a desesperarse. Wilson no dijo nada, observó como volvía a releerlo y su mirada se perdía entre todo esos datos. Se levantó en silencio y se fue, sabiendo que no sería de gran ayuda. Las ideas brillantes del Doctor House solo aparecían cuando estaba solo.

Había pasado dos horas en su despacho mirando todas las pruebas, pensando en los síntomas, en todas las enfermedades que tenían conexión y las que podía descartar. Nada que ayudase. Sus manos sujetaban su cabeza, que parecía más pesada que nunca. Y en cambio estaba más vacía, sin ideas, sin razonamientos médicos tan locos y poco probables que finalmente tuviesen éxito. Esa noche nada bueno saldría de él. Era necesario que Jaime aguantase otro día con vida. Necesitaba más tiempo. Cogió su mochila y metió en ella unos cuantos papeles, su iPod y salió de su despacho. En el pasillo se encontró con Cuddy que se dirigía hacia su despacho. House no tenía ganas de hablar con nadie en ese momento.

- ¿Ya te vas? – Preguntó con tono suave.
- ¿Algún problema? – Estaba irritado.
- House, vete a casa, descansa y seguir mañana con este caso. – Cuddy podía ser una jefa autoritaria pero también era bastante comprensiva dependiendo de la situación. – Si hay algún cambio en su estado te avisaré.
- Gracias. – Dijo cabizbajo y siguió su paso hasta el ascensor.

Pulsó el botón. Se sentía frustrado por no poder ayudar a ese pequeño, al menos no parecía que pudiese hacerlo. Y no podía dejar de pensar en la discusión que había tenido con Cameron. Todo había sido absurdo. La manera en la que ella había reaccionado, como le había mirado. Y lo peor de todo es como él había reaccionado ante aquello. Como si no fuese capaz de controlar nada que tuviese que ver con ella. Sabía que aquel comentario no había sido acertado y que seguramente era lo que faltaba para que Cameron empezase a odiarle como todo el mundo. Una vez le dijo que le odiaba como todos hacían, pero su mirada decía todo lo contrario. Él sabía que ella era demasiado buena para odiarle, que ella era incapaz de sentir eso. Sin embargo, aquella tarde había visto algo diferente en la forma de mirarle, es como si le diese igual y eso era peor que odiarle. Al menos si le odiase provocaría algún sentimiento en ella.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron pudo verla fuera. Estaba de espaldas y miraba hacía los lados insistente. Se sentía culpable. Cameron era de las pocas personas que lograba que sintiese culpa. Pensó que sería buena idea acercarse y pedirla perdón, a su manera, pero si dejaba que las cosas no se asentasen, que no tuviese al menos una conversación normal, sin ataques y ofensas, tal vez todo volviese a ser más real, más como antes. Caminó hacía ella todo lo decidido y rápido que le permitía su cojera.