Cuando había logrado entrar en el ascensor y le había dado al botón una mano paró la puerta justo cuando iba a cerrarse. No podía ser cierto. Todo se podía complicar aún más. Cameron le sonrió ligeramente y entró en el ascensor mientras las puertas se cerraban tras ella. Demasiada tensión.

- House¿estás bien¿Te duele la pierna?– Lo había notado raro, con la cara desencajada y pensó que se trataba de su pierna.
- No. – Contestó secamente.

El aire estaba cargado. Necesitaba salir de allí ya. ¿Es que alguien había ralentizado aquel ascensor? Dejó de pensar. Las ideas no se ordenaban en su mente. Su cuerpo mandaba señales que su cerebro no era capaz de controlar.

- Cameron.
- ¿Sí? – Preguntó.

Y cuando se giró lo hizo. Su cuerpo no aguantaba más aquello. La besó.

Cameron abrió los ojos. No fueron ni dos segundos. House se había inclinado hacia ella demasiado rápido. Se había girado y ahí tenía a House basándola. Pero no parecía un beso. Es como si algo hubiese ordenado juntar sus labios con los de Cameron. Como si una extraña fuerza dependiese de ello. Pero no la besaba, o ella no sentía que fuese un beso. Estaba paralizada. Clavada en el suelo de aquel ascensor que no parecía subir ni bajar. De pronto House se separó, una milésima de segundo antes de que se abriese la puerta del ascensor. Seguía allí, helada. Su cuerpo no reaccionaba. No podía moverse. Los ojos cada vez más abiertos y la boca entreabierta por la sorpresa.

- ¿Qué tenéis para mí? – Preguntó a Foreman y Chase que estaban esperando a que se abriese el ascensor y un poco extrañados por la expresión de Cameron.
- Necesita un transplante. – Dijo Foreman seriamente.
- Hablaré con Cuddy. – Y se marchó todo lo rápido que pudo.

Todo su cuerpo estaba en estado de shock. No se percató de que las puertas del ascensor se habían cerrado y que el ascensor se movía. Tampoco sabía si subía o bajaba. ¿Qué había sido eso? Estaba claro que un beso no. El simple hecho de que House juntase sus labios con los suyos y ninguno de los dos hiciese nada, que no hubiese esfuerzo por su parte en demostrar que aquello era un beso, significaba algo. ¿Pero el qué¿Qué se le podía haber pasado por la cabeza a ese hombre para hacer aquello? Cuando por fin reaccionó el ascensor había subido y bajado un par de veces. La gente que había ido junto a ella la habían mirado extrañados, como si estuviese loca. Era posible que aquello estuviese a punto de volverla loca.

Entró sin llamar. Como siempre. Cuddy ni siquiera se molestó en levantar la cabeza. Es como si su sexto sentido siempre estuviese alerta cuando se trataba de House. Parecía ocupada con unos papeles.

- ¿Qué quieres? – Preguntó.
- El paciente necesita un transplante de corazón. – Dijo con seguridad.
- ¿El niño? – Preguntó levantando la vista y preocupada.
- Yo no tengo otro paciente. – Replicó.
- Va a ser difícil House. – Contestó serena aunque sabiendo que la reacción de House no iba a serlo tanto…
- ¿Cómo que va a ser difícil? – Estaba indignado. – Te estoy hablando de un niño de ocho años ¡por el amor de Dios! – Gritó.
- Primero, no hace falta que grites. Y segundo, sé que es un niño de ocho años. Pero también sé que hasta ayer se estaba muriendo y no era por un problema con su corazón – Tenía toda la razón y House lo sabía.
- Pero es un niño de ocho años. – Suplicó con la mirada tras pensarlo.
- Lo sé House, y créeme que nadie querría más que yo darle un corazón a ese niño, pero no andamos sobrados de corazones y no conocemos las posibilidades de que viva después de la intervención, incluso que sobreviva a ella. – Hablaba el médico, la directora del hospital y en el fondo la amiga.

House intentaba algo imposible y lo sabía. Era consciente de que la comisión daría un rotundo no a esa donación. Cuddy le miraba apesadumbrada por tener que negarle algo que más tarde haría la comisión. Y como él, estaba frustrada porque se trataba de un niño que tenía toda la vida por delante si House y su equipo lograban averiguar que tenía, y siempre lo hacían. Confiaba en que esta vez no iba a ser menos. Mantuvieron la mirada durante unos instantes. Unos segundos en los que no hacía falta hablar. En la que aquel silencio no era incómodo. House sabía que ella estaba preocupada. Negó con la cabeza y salió del despacho sin decir nada más. El tiempo corría demasiado deprisa en su contra. Necesitaban un milagro.

Caminaba a paso lento por el pasillo. Como si la realidad a su alrededor, todas las personas que se cruzaban con él fuesen parte de una película. Todo a cámara lenta. Se paró un momento frente al ventanal. Observó a los tres. Como interactuaban. Como hablaban entre ellos, diciendo tan poco y tanto. Observaba como se habían unido, como a pesar de los malos ratos, de los malentendidos entre ellos, de las traiciones, eran capaces de mantener la confianza. Tenían fe en ellos. Por primera vez les envidió.

- No va a haber transplante. – Dijo sin ninguna entonación mientras pasaba y entraba en su despacho.

Los tres se quedaron callados. Se miraron. Estaban enfadados. Eran conscientes de la situación de Jaime, pero aún así, negarle un corazón a un niño de ocho años era cruel. Era impensable. Cameron se levantó y salio de la sala. Foreman se puso a revisar unos papeles y Chase se quedó con la mirada perdida, clavada e algún lugar, tal vez buscando una respuesta lógica a todo aquello.

Bajó a la farmacia del hospital. No aguantaba más el dolor en la pierna. En su despacho tan solo había encontrado un par de Vicodinas en un cajón. No lo podía soportar más. Le dolía como si le estuviesen pinchando con mil agujas a la vez. No podía aguantar tanta intensidad. No era capaz. Como si hubiese detectado su dolor y su necesidad, Wilson apareció.

- Ya me lo ha dicho Cuddy. Lo siento. – Dijo realmente apenado a House.
- Si vale, firma la receta. – Le dijo.

Cuando el farmacéutico le dio el bote de Vicodina tomo una y la ingirió como si su vida dependiese de esa pastilla blanca. Wilson le miraba aún preocupado. No sabía bien qué decir, si hablar o no.

- Supongo que tiene razón. – Dijo House.
- ¿Quién¿Cuddy? – Preguntó sin saber muy bien a qué se refería.
- Sí, no sabemos que tiene y hace días que está muriendo. Hacerle un transplante de corazón no cambiaría nada. Es posible que en dos días muriese.
- O sea, que te has rendido… - Dijo Wilson en un suspiro.
- No me he rendido, esto no tiene solución. – Contestó cabizbajo.
- ¿Desde cuando un caso no tiene solución? – Empezaba a preocuparse porque presentía que algo serio ocurría.
- Desde que un niño de ocho años está muriendo y ahora se muere por nuestra culpa. – Contestó enfadado y caminó hacia su despacho.

Wilson le siguió. No parecía que aquel día fuese a ser tranquilo. Se había convertido en el día más largo de su vida. House se giró a él cuando llegaron a su despacho. Una mirada. Le pedía a su amigo que le dejase en paz, que esa noche no quería. Pero Wilson no era una persona que se rindiese y lo sabía. Se avecinaba otra tormenta.

- ¿Qué coño te pasa? – Preguntó.
- Que te pasa a ti que no dejas de seguirme. – Replicó evasivo.
- Te duele la pierna más que nunca, te rindes ante una complicación con el niño, llevas todo el día más raro que de costumbre. – Todo era demasiado obvio.
- Me duele la pierna porque tengo un hoyo ahí – y señaló con su mano derecha enervado – no es una complicación¡su muere! Y por si no lo habías notado, siempre he sido así.
- Ya, pero no creo que se trate de eso. Tu dolor, lo de ese niño y tu mala leche son solo la apariencia de algo. – Le leía como un libro abierto. House levantó una ceja, como esperando a que prosiguiese. – Me preocupa que haya algo de lo que no quieras hablar y que esté afectándote tanto como para que sientas más dolor y para que te rindas ante un caso que hace dos días hubieses resuelto con los ojos cerrados. Es, es – dudó unos segundos – ¿es por Stacy?