- ¿Qué coño te pasa? – Preguntó.
- Que te pasa a ti que no dejas de seguirme. – Replicó evasivo.
-
Te duele la pierna más que nunca, te rindes ante una complicación con
el niño, llevas todo el día más raro que de costumbre. – Todo era
demasiado obvio.
- Me duele la pierna porque tengo un hoyo ahí – y
señaló con su mano derecha enervado – no es una complicación¡su
muere! Y por si no lo habías notado, siempre he sido así.
- Ya, pero
no creo que se trate de eso. Tu dolor, lo de ese niño y tu mala leche
son solo la apariencia de algo. – Le leía como un libro abierto. House
levantó una ceja, como esperando a que prosiguiese. – Me preocupa que
haya algo de lo que no quieras hablar y que esté afectándote tanto como
para que sientas más dolor y para que te rindas ante un caso que hace
dos días hubieses resuelto con los ojos cerrados. Es, es – dudó unos
segundos – ¿es por Stacy?
House negó con la cabeza y la mirada. Stacy. Había desaparecido de su vida hacía tanto que no lo recordaba. Eso quería creer. Fue como un lapsus temporal. Como un viaje al pasado en el que todo era complicado y raro. Durante las semanas siguientes a su marcha se había preguntado por quién lo había hecho realmente. Por qué había echado a Stacy de su vida. En ocasiones pensaba que era lo mejor para ella y su marido, estarían mejor sin él tratando de destrozar sus vidas y en parte sentía lástima por Mark. Odió a Stacy durante tanto tiempo por abandonarle, por lisiarle, por destruir lo único bueno que tenía, que no le importaba si podía hacerla sufrir a través de su marido. Pero no pudo evitar verse reflejado en aquel hombre que luchaba, que daba pasos atrás en su propia rehabilitación. Todo por la mujer a la que amaba. House se planteó entonces si él era capaz de tanto por ella, si sería capaz de perdonarla algún día y seguir hacia delante con su vida. Y la respuesta era no. Jamás lograría olvidarlo y en el fondo no podía perdonarla. No la amaba tanto como para luchar por ella.
Wilson se había ido hacía más de una hora. No quiso profundizar más. Su amigo no parecía muy dispuesto a colaborar. Había corrido las cortinas antes de irse de forma que pudiese tener un poco de intimidad antes los cristales que le separaban del resto de los mortales. Tan solo una pequeña luz iluminaba el despacho. House escuchaba música, bajo, pero perceptible aún. Con la cabeza entre las manos no parecía pensar en nada. Alguien entró en el despacho y le miró, parecía tan concentrado en algo…
- ¿House? – Era el tono de su voz.
Ni si quiera se había acordado de ella desde el incidente en el ascensor. ¿En qué estaría pensando¿En que no estaba pensando? De pronto toda la angustia, la ansiedad, la asfixia, volvían a su cuerpo como una ola rompiendo contra las rocas. No quería mirarla a la cara, no después de lo que había pasado. No quería enfrentarse a ella.
- ¿Aún no te has ido a casa? – Preguntó como si nada hubiese pasado.
Cameron le miró contrariada. ¿A qué demonios estaba jugando con ella? Se mordió el labio inferior, como buscando las fuerzas en algún sitio. En lo más profundo de ella latía una pregunta.
- ¿Por qué, por qué has hecho eso? – Preguntó por fin tratando de que su voz no temblase como ella.
- Hago tantas cosas… - Quería correr, saltar por la ventana, volar. Esfumarse.
- Lo del ascensor. – Dijo indecisa.
- Mi pierna no me deja subir por las escaleras sabes…
-
¡Basta ya! – Estaba realmente enfadada. - ¿Por qué me has besado? – Y
aquella palabra, besado, sonó rara, no porque se tratase de ellos, sino
por la forma de decirlo, evidenciando que aquello no fue un beso.
-
Ah. – Se levantó y fue hacia la estantería que tenía a la izquierda. –
Te vi con ese tipo y como sé que te gustan los desvalidos y moribundos
pensé que este sí te convencería.
- Me convencería¿para qué? – Por momentos lo entendía menos.
-
Para irte. El tío de la tuberculosis no lo consiguió pero, quién sabe
con éste… - No podía creer lo que decía, la de tonterías que salían por
su boca.
- ¿Y qué coño tiene que ver con lo que hiciste? – Estaba perdiendo la compostura por momentos.
-
La primera vez que renunciaste tuve que salir contigo para que no te
fueses, así que pensé que como es la segunda vez que ibas a renunciar,
esperarías algo más que una cita. Sumé dos más dos y…
Quería matarle allí mismo. Estaba tan indignada, tan ofendida. No lo podía creer. ¿Hasta dónde podía llegar ese hombre? La exasperaba. House se dio cuenta en cuanto pronunció aquello que definitivamente Cameron ya no sería nada en su vida, tan solo una empleada como Chase y Foreman, incluso menos que ellos. Es más, si en ese momento presentase su renuncia no la culparía. Jamás había sentido tanto rechazo por sí mismo ante la mirada de Cameron. No sabía si era odio o decepción lo que reflejaban.
- Si quieres renunciar lo entenderé. – Dijo House intentando que no se notase su angustia.
-
¿Serías capaz de entenderlo? – Preguntó. – Porque dudo bastante que
entiendas a la gente. Eres tan egocéntrico que lo único que importa
eres tú y solo lo que tú haces. Los demás solo estamos ahí para
satisfacer tu necesidad de autoestima. Para comprobar que eres mejor
que todos, más inteligente. No eres tan brillante Doctor House.
Y según dijo eso último se fue de allí cerrando la puerta con toda la fuerza que pudo. House se quedó boquiabierto. Parecía perdido, desorientado entre la oscuridad de su despacho. Y todo lo que Wilson le dijo tiempo atrás cobraba tanto sentido… Miserable. No solo se sentía así. Era un miserable. Ella tenía razón, no era tan brillante cuando lo único que sabía hacer era despreciar las cosas buenas que ocurrían a su alrededor. Ella era algo bueno, tanto que le asustaba. Le asustaba tanto que nadie sabía que era así. Buscó en su bolsillo la Vicodina. Ignoraba que la pierna era el menor de sus dolores y que la Vicodina no era el remedio para lo que él sentía. La atmósfera aún estaba cargada de tensión, de enajenación, de resentimiento. De odio. De ella. Necesitaba salir de allí. Era como si el aire no llegase a sus pulmones. Necesitaba sentir que aún podía respirar normalmente.
- ¿Qué haces aquí arriba? – Preguntó Wilson que había subido a buscarle.
- Tomando el aire. – Dijo sin dejar de mirar hacia el horizonte.
-
Acabo de ver marchar a Cameron. Parece que lo del paciente le está
afectando bastante. – Comentó sin darle la menor importancia.
- ¿Cómo cuanto de afectada? – Preguntó mirando a su amigo obviamente preocupado.
- Espera… - Lo vio en sus ojos. - ¿Qué está pasando aquí? No se trata del paciente¿verdad? – Demasiado listo.
- Es posible que renuncie. – Dijo House agachando la cabeza avergonzado.
- ¿Por qué iba a renunciar? – Wilson no entendía que pasaba.
- Por mi culpa. – Contestó casi en voz baja.
- Joder House¿qué coño le has hecho? – Preguntó con los brazos en jarra.
- Nada que tenga importancia… ¿cómo de afectada estaba? – Insistió.
- Juraría que ha estado llorando. – Dijo. – Pero ¿por qué te interesa tanto¿Acaso…?
La mirada de su amigo lo dijo todo. ¿Acaso…? Sí. Y como siempre era tarde. Siempre llegaba tarde cuando se trataba de ser feliz, pero tal vez era por el simple hecho de que no debía serlo, de creer que no merecería serlo.
- Tenías que hacerlo otra vez… - Wilson ya no sabía como hacerle reaccionar. – Incluso en esto tienes que ser más que los demás, más infeliz. House, la vida es un cúmulo de oportunidades, de ser feliz o infeliz, de elegir lo que uno quiere. Tú siempre eliges la segunda opción. Me preocupa que llegue el día en que te encuentres solo y te des cuenta de que has tirado tu vida a la basura. Te has negado demasiadas cosas. Deja de ser un miserable.
No solo sus palabras decían lo que pensaba, también sus ojos. Le había advertido sobre aquello cientos de veces. No tenía respuesta. Wilson ya no podía enfadarse con él. Era él quien decidía. Ya no podía hacer más, se había rendido. Se quedó solo en aquella azotea pensando. Pensando en cómo había vuelto a fastidiarlo todo. Al menos en eso sí era brillante. En echarlo todo a perder nadie era mejor que él. Sin embargo pensó en ella, en el hecho de que se había ido afectada. Tal vez no le odiase. Al menos no tanto como debería después de todo lo que había hecho. De todos modos tampoco era la primera vez que alguien lloraba por su culpa. Tal vez Cameron había dejado de llorar por él para llorar por su culpa como todos.
