Va dedicado a la fundadora del "House Rebelde", clara, porque jamás recibiremos sobres con antrax y las patadas giratorias que nos han podido dar! ;p

A mis niñas del foro House Fans y del foro House&Cam: sandralara (porque tus fics son inspiradores, y sí, Jesse también lo es...) Palm (montones de candy canes para tí mi niña!), Queenie (no se tú pero voy a forrar mi carpeta con imágenes tórridas de Hugh) ReWilson (porque para mí ha significado mucho que se tomase el tiempo y la molestia de leer mi fic) , Katrazti (el mundo Hameron no sería lo mismo sin la "bendita ignorancia"), Elenika28 (porque tus comentarios me han animado mucho), Lux (animate a publicar tu fic en el foro!), Angy06 (por las paranoias que se te ocurren y que nos dejas en el foro), karla3, clauhouse, doodle, 100purohouse, yoastur... a todas que sois muchas! Gracias por vuestros comentarios y leeros este fic que en un principio iba a ser short pero se alargo más de lo previsto.

Y ahora ya que sí os dejo que leais el capítulo...

House jugaba con su pelota en su despacho. La tiraba contra la pared y la mantenía de vuelta en su bastón. Chase y Foreman interrumpieron su momento de ocio y despreocupación.

- Ya está. – Dijo Chase sentándose abatido.
- ¿Hablaras con Cuddy para lo del transplante? – Preguntó Foreman.
- La he llamado mientras estabais con los padres. Está el primero en la lista. – Dijo House volviendo a su juego.
- Bien. – Se sentó junto a su compañero.
- ¿Y Cameron? – Preguntó House viendo que no estaba con ellos.
- Estaba un poco afectada así que habrá ido a tomar aire supongo. – Dijo Chase.

Miró hacia Foreman y Chase y después al suelo. Tan típico de Cameron. Lanzó la pelota hacia Chase que tuvo los reflejos suficientes como para cogerla en el aire y salió del despacho.

No había dado dos pasos cuando le paró Wilson en el pasillo.

- ¿Y tu paciente? – Preguntó intrigado.
- Enfermedad de Batten. – Dijo solemne.
- Joder… Por lo menos no está muerto. – Dijo como si fuese un consuelo.
- La diferencia es que está muriendo lentamente, dentro de unos quince años lo estará. Muere joven y deja un bonito cadáver. – Levantó la ceja haciéndose el interesante.
- ¿Y lo otro? – Preguntó.
- Por mucho que quiera salir del armario contigo querido Jimmy, tendrás que esperar a que algunas mujeres más caten a este macho. – Contestó sarcástico.
- Uy sí, la de putas que te quedan por tirarte… - Replicó Wilson. Golpe Bajo.
- No puedes ni hacerte a la idea de la cantidad de putas que hay en New Jersey. – Dijo abriendo los ojos de par en par.
- Fascinante. – Contestó Wilson obviamente poco interesado en saberlo. – Más tarde o más temprano tendrás que enfrentarte a ello. Vas a tener que decidirte y hacer algo o morirás solo.
- Solo no, rodeado de un montón de gatos, aunque no sé si eso le gustará a Steve…
- Claro, es probable que Steve te sobreviva. – Dijo irónico.
- Tranquilo, la herencia será a partes iguales. Un bastón para ti y otro para él.
- No puedo esperar… - Fingió emoción.

De pronto vio como Chase y Foreman corrían desde la sala de diagnóstico hacia las habitaciones sin decirle nada. Les miró extrañado y luego a Wilson que tenía la misma expresión de desconcierto en su cara. Caminaron apresurados intentando seguir a Chase y Foreman que les llevaban varios metros de ventaja. House pudo observar como se metían en una habitación.

Cuando llegaron las máquinas hacían ese ruido ensordecedor que comunicaba que el paciente estaba muerto. Cameron, Chase y Foreman estaban alrededor de la cama. Trataban de reanimar al paciente. Miró hacia su derecha y en la esquina de la habitación dos familiares respiraban como si fuese el último aliento y estaban en un estado de shock bastante evidente. Y otra vez el ruido de la máquina. Pi…

- Hora de la muerte, veinte horas y cinco minutos. – Sentenció Foreman.
- ¡No! – Volvió la vista a su derecha y vio como aquellas dos personas gritaban desesperadas y se abalanzaban hacia la cama.
- Señores Curtis por favor, tranquilos… no… - Chase y Foreman intentaban controlarlos.
- ¿Cómo se calman unos padres que han visto morir a su hijo? – Preguntó House a Wilson.

La madre parecía no tener fuerzas mientras gritaba y lloraba a la vez y Foreman trataba de sujetarla para que no cayese al suelo. Chase le ayudaba en lo que podía. Es como si estuviesen viendo una escena dantesca de una película. Dirigió su mirada hacia el niño que yacía muerto en la cama. Se maldijo así mismo porque de nada valía ya haber diagnosticado su enfermedad y haberle puesto el primero en la lista de transplantes. ¿Qué le pasaba a ella? Cameron observaba con la cara desencajada aquella imagen. Como si estuviese memorizándola de algún modo. Con la boca entre abierta estaba pálida, los ojos clavados en un punto, el rostro de aquel niño que parecía dormir placidamente. Es como si estuviese pensando que se iba a despertar en cualquier momento. Sabía que algo dentro de ella lo estaba deseando, lo pedía a gritos.

De pronto apareció Cuddy alarmada por las enfermeras de la situación que se había producido en la habitación. No dijo nada. En cuanto vio al niño muerto y los padres llorando como si así pudiesen morir también con él, se dibujó en su rostro una tristeza y frustración que ya había conocido antes.

- Ya no hace falta el transplante. – Dijo House mientras salía y miraba por última aquella situación.

El único ruido que oía era el de la pelota de tenis golpeando contra la pared de su despacho. Una y otra vez. De nada había servido resolver el puzzle. El niño estaba muerto. Buscó en su bolsillo el bote de Vicodina. Lo dejó encima de la mesa y lo miró fijamente antes de abrirlo y tomar una. No era el primer paciente que perdían, pero no quitaba para que se sintiese enfadado. Con todo, con el mundo y consigo mismo. Se levantó con dificultad y caminó hasta la puerta que daba a la sala de diagnóstico. Aún no habían borrado la pizarra y había algunas carpetas e informes en la mesa. Suspiró.

Notó como alguien le tocaba el brazo e instintivamente se giró para descubrir quien era. Chase la miraba preocupado y algo agitado.

- Cameron¿estás bien? – Preguntó.
- ¿Qué? – Se sentía desorientada.
- Vamos, salgamos de aquí. – La guió hacia la puerta.

Miró una última vez. Jaime seguía inmóvil. Sus padres habían sido sacados fuera de la habitación y llevados a otra para proporcionarles unos calmantes y ayuda psicológica. La voz de sus compañeros la devolvieron a la realidad.

- Vete a casa y descansa. – Aconsejó Foreman.
- No te preocupes, nosotros nos encargaremos de todo. – Dijo Chase tratando de animarla.
- Sí, será lo mejor. Gracias. – Contestó ella con la voz entrecortada y se fue.
- ¿Y House? – Preguntó Foreman.
- Creo que en su despacho. – Contestó Chase y se pusieron en marcha.

Caminaba y sus piernas temblaban. Irse a casa. ¿Qué iba a hacer¿Lamentarse por no ser lo suficientemente rápida como para salvarlo? Sentía que se mareaba, que todo daba vueltas a su alrededor. Se apoyó unos segundos en la pared. Miró hacia su izquierda. El laboratorio estaba vacío y aún estaban las muestras y las pruebas que había realizado durante esos días. Es como si algo dentro de ella le forzase a comprobarlo todo de nuevo. Y una pregunta que no la dejaba casi pensar en otra cosa. ¿Qué es lo que había producido el fallo en su corazón¿Qué demonios habían hecho a ese niño para que muriese antes de tiempo por su culpa? Y mientras todas estas preguntas la atormentaban y repetía pruebas y las comparaba con los resultados que habían obtenido sus ojos vidriosos derramaron las lágrimas que llevaban conteniendo desde el mismo momento en aquella maldita máquina se había callado.

- No lo puedo creer. ¿Otra vez la centrifugadora? Voy a tener que hablar seriamente con Cuddy. Ya veo tu carta de suicidio culpando a la centrifugadora.

¿Qué coño hacía allí¿Es que ni en un momento así era capaz de dejarla sola? La miraba apoyado ligeramente en la puerta. Es como si aquella escena se repitiese de nuevo. Como si hubiese viajado en el tiempo para volver al lugar de donde quizás empezó todo. Aunque para ella todo hubiese empezado antes. Ella fue capaz de abrirle su corazón, de confiarle algo que le dolía aún como si le clavasen cien puñales en el alma. Fue sincera. Tuvo fe en él y confió.

- Vete House. – Dijo ella con decisión e intentando disimular los sollozos.

Las lágrimas cada vez se hacían más pesadas. Como si se despojase así de todas sus frustraciones, miedos y errores. Tal vez él no veía con buenos ojos que fuese tan débil. Pero poco la importaba ya. No quería ser juzgada de nuevo por sentir lo que sentía en cada momento, por llorar si lo necesitaba o reír si era lo que su ánimo le pedía. Quería ser ella misma sin que él estuviese criticando lo bueno o lo malo de sus acciones. Deseaba no haberse fijado en aquel hombre, no haberse vuelto loca por él, no haberse enamorado. Deseaba con todas las fuerzas de las que disponía no amarle más.

- ¿Qué haces? – Preguntó desde la puerta.

Agachó la cabeza. Estaba volviéndola loca. Lo pensó durante uno segundos antes de girarse para estar frente a él.

- ¿Es que no vas a dejarme en paz? Te lo pido por favor, vete. – Dijo mirándole fijamente y tratando de frenar las lágrimas.

No contestó. No era capaz de decirle que no quería dejarla en paz. Parecía que iba a derrumbarse en cualquier momento tratando de hacerse la valiente frente a él. Tratando de fingir que no le importaba que estuviese allí y que realmente quería que se fuese. Porque una parte de ella deseaba que se quedase y otra le gritaba en su interior que se alejase cuanto antes. Se acercaba hacia ella caminando lento. Tenía la sensación de que sus pasos le acercaban muy poco a poco. Se paró frente a ella, tan solo unos centímetros les separaban. La miró de un modo diferente, algo que la hizo mantenerse en su sitio. Parecía como si estuviese estudiando su rostro, las lágrimas que cubrían su cara.

Apretaba sus dientes. No quería llorar más delante de él. No se lo podía permitir así misma. Otra vez no. De repente sintió su mano en su mejilla izquierda. La calidez de su mano y como la miraba a los ojos sin dudas. Y en ese momento no pudo más que suspirar como si la hubiese quitado de encima la mayor de las losas. Agachó la cabeza al sentir que volvía a llorar. Pero él hizo un leve movimiento para frenar sus lágrimas y levantó la mirada de nuevo. Esos ojos azules la seguían mirando. No sabía como sentirse en aquel momento. La desconcertaba que la mirase tan fijamente y no dijese nada. La asustaba el tacto de su mano en su cara. Tenía miedo de no ser capaz de salir de allí sin el corazón roto de nuevo.

Un impulso. Una fuerza superior a su voluntad. Algo dentro de él, algo que no era capaz de controlar, quería mirarla durante minutos, horas. Su cuerpo estaba impulsado por algo que no lograba descifrar. La sonrió y e inclinó su cabeza. Quería observar de cerca, a escasos milímetros de su piel sus ojos, sus lágrimas, su nariz, sus mejillas, su boca. Impulsos. Destino.

Podía sentir su aliento en su cara. Todo el miedo que le producía su mirada lo calmaba su aliento. La serenidad con que su cuerpo parecía estar frente al suyo. Más impulsos. Quizá fue cuando cerró sus ojos ligeramente durante un segundo, o cuando estaba demasiado hipnotizada por su mirada. De la manera que fuese, daba igual, porque el momento en que rozó su nariz y la besó sintió que se caía y tuvo que apoyar sus manos sobre la mesa a sus espaldas.

Toda esa mezcla de sabores era Allison Cameron. Sus labios temblorosos, su cálida boca, lágrimas saladas, melocotón. Como su cuerpo se había estremecido cuando la besó y como temblaba mientras la besaba. Mientras disfrutaba de aquellos segundos no pensaba, solo sentía. Se aceleraba su pulso. Se separó a tan solo unos milímetros y sonrió triunfante. Nunca pensó que besarla fuese una victoria mejor.

Abrió los ojos segundos después de que él se hubiese separado de ella. ¿Qué significaba aquello? No quería saberlo. Había dejado su sabor en su boca. Se mordió ligeramente el labio inferior mientras él la seguía sonriendo. Sentía su respiración agitada, como si el corazón se le fuese a salir del pecho. El suelo a sus pies parecía temblar. Sin dejar de mirarle a los ojos, a esos ojos azul eléctrico, puso su mano sobre la suya. La que sostenía el bastón. La acarició para poco después coger el bastón con sus manos y dejarlo apoyado en la mesa. House no se quejó. Tan solo era capaz de mirarla como queriéndose fundir en su mirada. Entrelazó sus dedos con los suyos, mientras que con la mano izquierda tocaba su cara. No estaba muy segura de aquello pero no podía evitarlo. Le devolvió la sonrisa y el beso. Necesitaba probarlo de nuevo. Con la mano que tenía libre, la cogió por la cintura y la acercó hacía él. Podían sentir sus corazones latiendo fuerte y cada vez más rápido. Su respiración entrecortada. Exploraron sus bocas, las comisuras de sus labios. Se llenaron el uno del otro.

Cuando se separaron para tomar aire House aún la tenía agarrada por la cintura y estaban cogidos de las manos. La besó en la frente y se fue de allí sin decir ni una sola palabra. No le intentó parar. De la misma manera que su cuerpo le había deseado de una manera irracional, supo que debía dejarlo ir entonces. No podía más que sonreír y recuperar el aliento.

Entró en su despacho y se sentó. Se sentía nervioso, extasiado. No sabía por qué razón la había besado, pero no le importaba mucho. Había sido un momento indescriptible. Había entendido con un gesto único que ella era su apoyo, que jamás sería capaz de dejarle caer del mismo modo que él jamás la dejaría sola. No habían necesitado decirse nada para conectar de una forma tan intensa. Había bastado con sentirse el uno al otro para entender que aunque había cosas imposibles, no se podía negar lo posible.

Se puso los cascos. Cerró los ojos.

Because maybe
You're gonna be the one who saves me?

Cuando abrió los ojos la vio en el pasillo. Mirándolo. Tenía esa mirada de esperanza. Sonreía. La miró y sonrió. Pensó en los gatos. Pensó en Steve. Pensó en Wilson. Quizás ahora tuviese que compartir con una persona más su herencia. La sonrió y le guiñó el ojo.

And after all
You're my wonderwall