Definitivamente, tal vez
Parte III
Al día siguiente, Haru estaba tan distraído que apenas podía prestar atención al enorme acuario y a los peces que nadaban frente a él.
Era la primera cita que tenía con Makoto, pero no se sentía tan nervioso como creyó que estaría. Ser su pareja no distaba demasiado de las interacciones y salidas que compartían cuando solo eran amigos. Le resultaba hasta un poco extraño el separar una cosa de la otra, marcar la diferencia. Makoto tampoco se esforzaba en hacerlo; parecía estar teniendo consideración con sus ritmos y procesos.
"Es lo mismo de siempre", se decía Haru, mientras observaba de soslayo al más alto, tan sonriente y amable como lo conocía. Quizá su relación siempre fue parecida a la de una pareja y él simplemente no había querido darse cuenta de ello. Sintió alivio.
Makoto debía saber lo mucho que le gustaba la rutina y la estabilidad de los vínculos, independiente del nombre que estos llevaran. A fin de cuentas, por mucho que amase el agua y la libertad, eso era lo único que podía tranquilizarlo de verdad. Su mejor amigo —y ahora novio— se comportaba en consecuencia, manteniendo el ambiente sosegado y acogedor, y Haruka lo agradeció desde lo más profundo de su ser.
Era totalmente opuesto a Rin, a quien le bastó un breve regreso para atentar contra su paz. Otra vez.
Después de lo sucedido en esos últimos tres años, el delfín ya no sabía si lo prefería cerca o lejos. Su presencia solía arrastrarlo fuera de su ambiente seguro, aportando un sinfín de nuevas sensaciones; pero también mucha ansiedad, caos y descontrol. Por ese motivo, Haru siempre acababa escudándose en Makoto, empeñado en proteger su preciada y muy valiosa zona de confort.
Sin embargo, cuando Rin salía de la ecuación sentía que no era suficiente. Peor aún, la ausencia del pelirrojo le hacía ver cuán necesario era ese desorden que generaba, y cuánto extrañaba dejarse llevar por sus impulsos y pasiones. Con Makoto no bastaba, y entendía que reconocerlo resultaba una contradicción, por lo que elegía eludir el pensamiento.
¿Cómo convivir con semejante tempestad? ¿Cómo apartarse de ella? Esto se preguntaba en silencio, mientras su pareja admiraba el acuario y comentaba acerca de las especies marinas que habitaban en su interior.
El tiempo transcurrió hasta que acabaron en una cafetería del recinto.
—Hablé con Nagisa por teléfono, ¡no deja de insistir con la cita doble! —le contaba el muchacho de muy buen humor.
—Suena bien —respondió Haru, pinchando con el tenedor el sándwich que Makoto amablemente le había comprado.
—Tal vez podamos invitar a Rin y a Sousuke también.
La sugerencia del castaño turbó a Nanase.
—¿Por qué a esos dos? —quiso saber, manteniéndose compuesto a pesar de la pequeña arruga en su entrecejo.
—Pues… supongo que lo correcto sería ir todos en pareja, ¿no? —respondió Makoto con inocencia.
—¿Rin tiene algo con Sousuke?
—No, pero no sería extraño que acabaran como nosotros. Sousuke siente algo por él. —A Haru esto no le sorprendió, es más, le parecía algo evidente, sobre todo cuando Yamazaki le clavaba esas miradas asesinas cada vez que se acercaba a Rin. Un encanto de sujeto—. Haru, ¿pasa algo? Casi no has tocado tu comida —observó su novio con preocupación.
El delfín bajó la mirada: su sándwich estaba destrozado después de haber sido pinchado reiteradas veces sin que él se diese cuenta. Dejó el tenedor sobre la mesa.
—Estoy bien, solo…
—¿Tuviste una discusión con Rin? —adivinó Makoto.
—¿Eh? —Haru estaba acostumbrado a que el chico más o menos le leyera el pensamiento, pero esta vez lo atrapó volando bajo. No podía mentirle—. Sí —admitió, avergonzado.
—A ustedes dos sí que les gusta pelear. —El castaño le sonrió con cariño—. Uno diría que son completamente opuestos, pero la verdad es que tienen bastantes cosas en común.
Haru quedó viendo a Makoto como si acabara de tragarse una olla entera de caballas sin convidar.
—Ah, ¿sí? ¿Cómo cuáles? —preguntó, ya sin disimular su irritabilidad.
—Pues… ya sabes. Ambos son muy tercos —ejemplificó el más alto.
—Hm, ¿algo más?
—Y tienen dificultades para expresar abiertamente sus sentimientos.
—Eso no es cierto —contradijo Haru—. Yo soy muy sincero, es Rin quien no…
Vaciló, confundido, y la frase quedó sin concluir. Nuevamente veía delante de sí el desorden que Rin provocaba, incapaz de explicar nada que tuviera relación con él.
—Reconcíliense pronto, ¿sí? —interrumpió Makoto, dedicándole una sonrisa tirante.
Al verle, Haru comprendió que no quería hablar más del tema. Y era un sentimiento compartido, pues no podía importarle menos.
El tiburón era un drama ambulante, actuaba con descaro y soltura la mayor parte del tiempo, hasta que su sentimentalismo salía a flote y sorprendía a Haru con las más inesperadas reacciones. Y él estaba cansado de pensarlo todo el día, todos los días. Debía de ser la mala costumbre que le dejó la primera vez que se marchó a Australia.
De todos modos, ¿por qué rayos lucía tan incómodo cuando le dijo lo de Makoto? ¿Por qué tenía que compartir una estúpida cita con él y Sousuke dándose arrumacos?
—Haru.
Una voz lo llamó de pronto. Ya anochecía, pero Haru no sabía dónde estaba, pues apenas reaccionó sintió los labios de Makoto sobre los suyos.
El contacto fue breve, pero revelador. Al primer impacto siguió una tranquilidad aplastante, la misma paz que le transmitía el castaño en su día a día, generando una sensación de extrañeza y desconcierto. No había fuegos artificiales explotando en su cabeza ni insectos revoloteándole el estómago: cada una de las células de su cuerpo seguía en su sitio y la emoción era prudente, como si se tratara de su madre besándole la frente.
No tardó en sentir una mano sobre su hombro, demostrando gallardía, mas sin forzar nada, dándole la posibilidad de negarse si lo deseaba. No lo hizo. En ese preciso momento, no sabía exactamente qué era lo que quería ni por qué la situación le parecía tan surreal.
Estaban solos en medio de la calle, a pocos pasos de su casa. Al parecer acababan de subir la escalera que, con el paso de los años, se había convertido en su lugar de encuentro. Era verano y oscurecía tarde, por lo que los colores del cielo no eran del todo opacos, sino más bien una mezcla interesante entre morado y naranja.
Haru confirmó, con horror, que era el escenario más perfecto y simbólico en el que pudo experimentar un primer beso con su amigo de la infancia, y aun así…
—Buenas noches —susurró Makoto, muy cerca de él, sonrojado hasta las orejas.
Era evidente que planeaba hacer una retirada rápida hacia su casa, prácticamente una huida. Sin embargo, Haru lo sujetó del brazo para retenerlo a su lado. El solo gesto hizo temblar la tierra bajo los pies de Makoto, quien llevaba años esperando más, ansiando más.
Pero la cabeza de Haru no estaba ahí. Nunca lo había estado.
Ni qué decir de su corazón.
—Makoto —pronunció su nombre con angustia, ciñendo los dedos sobre su piel.
—¿Eh?
"Pero podemos seguir siendo amigos", eran las palabras que Sousuke no quería escuchar. Aun con el paso de los años hacía todo para evitarlas, para ocultarse de esa respuesta implacable que casi podía leer en los labios de su mejor amigo.
Nunca le había dicho nada parecido, pero lo conocía mejor de lo que él creía. Podía ver a través de los balbuceos que salpicaba cuando se sentía acorralado, cuando no sabía realmente qué decir. Distinguía hasta el menor de sus suspiros y temblores, y no se molestaba cuando él mismo era receptor de esas exclamaciones llenas de nerviosismo y fuertes negativas.
Sabía que Rin confiaba profundamente en él, que jamás le mentiría en la cara. Y por eso entendía mejor que nadie que no estuviera preparado para enfrentar ciertas verdades de sí mismo, sobre todo aquella que involucraba el azul de ciertos ojos.
No iba a culparlo por ello, no cuando él mismo vivía ignorando sus propias necesidades para colocar las de Rin en primer lugar. Desconocía si compartían el miedo al rechazo o si se trataba de una poderosa incapacidad para confrontar sus sentimientos. Quizá fuera una desafortunada mezcla de ambos males.
Al contrario de lo que Makoto pensaba, Sousuke no era un buen samaritano. Lo único que quería conseguir al ayudarle era una reacción, específicamente, una reacción de parte de Rin: ¿qué haría cuando un chico revelara estar enamorado de otro chico que, por mera casualidad, él amaba con una locura que no lograba dimensionar? Era un escenario antes impensado. Y aun así, desde siempre supo que el asco o la aversión jamás surcarían su semblante; sí lo harían la sorpresa y el desconcierto, como una noticia que no vio venir, pero es capaz de aceptar con mediana tranquilidad.
Ver esa expresión resumida en su rostro afilado después de escuchar a Makoto le hizo confirmar, una vez más, que Rin era genial. Y que gustaba de él con la misma intensidad que cuando eran niños.
"Pero podemos seguir siendo amigos", era la respuesta obvia y predecible a una declaración que jamás haría. Ni siquiera cuando las oportunidades se presentaban con modestia, ofreciendo un rato a solas con él. Ni siquiera cuando Rin lo llamó esa noche por teléfono con voz apagada, haciéndose el interesante a la hora de preguntar dónde estaba y si podían verse.
No había nada más que agregar. Sousuke siempre estaría ahí, donde fuera que lo necesitara.
—¿Qué tal te va? —le preguntó el tiburón apenas se encontraron.
Eran cerca de las nueve y la bahía permanecía encendida a su costado, como si tuviera vida propia. Tal vez la misma Tokio ocultaba un corazón latente en alguno de sus enroscados recovecos.
Sousuke puso los ojos en blanco.
—Anda al grano. —Lo miró fijamente, provocando que Rin rehuyera—. Es sobre Nanase, ¿no?
—¡¿Qué te hace pensar que llamaría a estas horas solo para hablar sobre Haru?! —se alteró el pelirrojo.
—Es lo único que se me ocurre, ¿no piensas competir contra él antes de volver a Sídney? —le preguntó Sousuke con naturalidad.
—Ah, bueno… sí —recordó Rin, repentinamente avergonzado de su exabrupto.
Yamazaki se sentó en una banca cercana y ensanchó una sonrisa.
—Sabes que puedes contarme lo que sea.
Rin lo observó con expresión contrariada, para luego imitarlo y tomar asiento a su lado.
—Yo… no sé qué me sucede últimamente —intentó explicarse—. Mi tiempo no ha mejorado en lo absoluto y no puedo dejar de pensar en que no quiero desilusionar a Haru.
—Deberías relajarte —sugirió el moreno—. No conozco tanto a Nanase, pero creo que le bastará con nadar junto a ti.
—No estoy tan seguro de eso.
—El resultado no es importante. Además, siempre existirá una próxima vez. Las revanchas son lo suyo.
La triste mirada de Rin se detuvo en la luz reflejada sobre la superficie del agua frente a ellos. Sousuke tuvo que reprimir el deseo de envolverlo entre sus brazos, comprendiendo el verdadero origen de su resquemor.
—Ya lo sabes, ¿verdad? —susurró suavemente.
Los músculos del pelirrojo se tensaron, como una respuesta en sí misma.
—Lo que ellos hagan no me incumbe —murmuró Rin con voz temblorosa, insegura.
—Sigue diciendo eso, hasta que te lo creas.
—¡Es la verdad! —saltó el chico, molesto de que su amigo insistiera en involucrarlo.
Sousuke suspiró, incorporándose de la banca.
—Entonces, da tu mejor esfuerzo contra Nanase, vuelve a Australia y olvídate de todo.
—¡E-eso es justo lo que pensaba hacer! —escupió Rin, azorado—. Es solo que…
—¿Qué cosa?
Rin apretó la mandíbula al sentir la penetrante mirada aguamarina sobre él, e hizo presión sobre sus rodillas con las palmas de sus manos. Inclinó la cabeza hacia delante, ocultando la confusión que amenazaba con romper esa terrible negación.
—Nada. Olvídalo —soltó el tiburón de últimas, haciendo amago de querer retirarse.
Escapar era lo único que sabía hacer.
Sin embargo, Sousuke ya no se lo iba a permitir. Lo detuvo de golpe, aferrándose a su brazo con fuerza, confirmando que sus ojos resplandecían de emociones vibrantes y cristalinas.
Yamazaki las reconoció y arrugó el ceño con irritación.
—Te dije que no vinieras a llorar.
—¡Yo no estoy-!
El grito fue interrumpido por un abrazo.
Rin contuvo la respiración, comprendiendo en el acto que Sousuke lo estaba consolando. "¿De qué? ¿Por qué?", se preguntó, y con solo pensarlo se arriesgó a llenar sus ojos de lágrimas. Aún no tenía la oportunidad de medirse contra Haru, pero la sola gota de sal que alcanzó sus labios sabía a derrota.
NOTAS DE LA AUTORA:
Estoy actualizando después de mil años (para variar).
Sé que las excusas no sirven de nada, pero tengo muchos proyectos pendientes y me fui de viaje.
Encima, el fanfic quedó más largo de lo que pensaba. Mis perdones. (?)
Entre otras novedades, aún no veo "The Final Stroke" ;_;
