Definitivamente, tal vez
Parte IV
El transcurrir del tiempo resultaba abrumador. Tan rápido y lento a la vez, como un dios antojadizo que disfrutaba viéndolo sufrir.
Ya solo quedaba un día para la competencia contra Haru y los nervios no hacían más que afectar su desempeño. Mikhail no dudaba en hacérselo notar durante los entrenamientos, reiterando bromas sobre una supuesta novia japonesa o un amor de verano que lo mantenía en las nubes. Esos comentarios siempre lo sacaban de sus casillas, pues estaba convencido de que algo así no podía hacer flaquear su determinación.
Incluso si admitía para sus adentros que la pelea con Haru lo tenía distraído, jamás podría encasillar su vínculo como un simple romance. Una definición tan superficial no encajaba con lo que ellos tenían…
—Rin.
Sucedió un viernes.
Después de ese fin de semana volvería a Sídney junto a su equipo, ya no tenía tiempo para arrepentimientos ni para mejorar lo inmejorable. Planeaba vencer a Haru y hacer desaparecer las dudas que su ausencia despertaba. Todo volvería a la normalidad. Asumiría en silencio que la natación era lo único que les unía, que jamás sería testigo de aquella faceta secreta que, hasta hacía poco, creía inexistente. Una faceta solo reservada para Makoto, al parecer, como muchas otras.
Estaría bien. La breve estadía en Japón haría estragos durante días, quizá semanas, pero después pasaría al olvido como un extraño recuerdo de juventud.
Sin embargo, aun cuando el plan ya estaba trazado y la decisión tomada, las puertas del vagón se abrieron y Haru apareció. Llevaba un rato pensando en lo genial que sería encontrarlo frente a su hotel o en la entrada del complejo donde solía entrenar, con la disposición de regalarle una disculpa que él aceptaría orgulloso.
Pero no fue así.
Aquella mirada azul lo atravesó apenas hizo contacto con ella, sentenciando un encuentro inevitable entre ambos. Haru esbozó una prudente expresión de sorpresa en su rostro, avanzó hacia él y pronunció su nombre, seguido de una gran multitud. "No puede ser", se lamentó Rin en secreto, ignorando aquel llamado que evidentemente iba dirigido hacia él. Aferró sus dedos al sujetador superior que colgaba desde el techo del metro y bajó la vista, consciente de que Haru estaba ahí, justo al frente.
—¿Aún estás molesto por eso? —le preguntó, viendo que no respondía.
—Cállate —soltó Rin con obstinación.
Esta respuesta disgustó a Haru, por lo que se limitó a compartir aquel incómodo silencio.
El metro avanzó y bastaron tres estaciones para llenar completamente el vagón donde se encontraban. Después de unos minutos, ambos acabaron presionados el uno contra el otro en el extremo opuesto de la máquina.
—Me estás aplastando —se quejó Rin, sintiendo la ventanilla a sus espaldas y la humanidad de Haru al frente.
—No puedo evitarlo —se excusó el delfín, más tenso de lo que Rin se podía imaginar.
Y es que la gente lo empujaba hacia él con una resistencia absurda, forzándolo a mantenerse cerca… mucho más cerca de lo que había estado jamás.
Haru no solía fijarse en la apariencia de las personas, pero tener a Rin a un palmo de distancia le permitió apreciar detalles que antes habían pasado desapercibidos a sus ojos, como los rasgos afilados o las sutiles marcas en el entrecejo. ¿Desde cuándo tenía un mentón tan pronunciado y masculino? ¿O unos músculos tan firmes bajo la ropa? Se cuestionó esta observación, siendo repentinamente consciente de que su propio cuerpo estaba pegadísimo al de Rin y que, si no fuera por las inevitables circunstancias, sería un acercamiento muy inapropiado. Esta idea lo consternó.
Lo mejor era hablar con normalidad, como si nada estuviera pasando.
—Por cierto, ¿hacia dónde vas?
—Shinagawa —fue la sola respuesta de Rin.
—También yo —se sorprendió Haru.
—Dudo que vayamos al mismo sitio. Me reuniré con Sousuke.
Fue entonces que recordó la conversación con Makoto. Yamazaki era un tipo observador y, si se sentía atraído hacia Rin, de seguro también se había percatado de su particular belleza. ¿Alguna vez habría utilizado una excusa para admirarla de cerca, tal y como él lo estaba haciendo en ese momento? ¿O tendría planeado abandonar su rol de mejor amigo y confesarse como Makoto había hecho con él? Esperaba que no, aunque no acababa de entender por qué.
—¿Q-qué harás tú en Shinagawa? —Rin volvió a hablar.
—Me reuniré con Makoto —mintió, a pesar de que detestaba hacerlo.
—Mmm.
Cuando se preguntó la razón detrás de esa mentira, comprendió que estaba enfadado con Rin. Le molestaba saber de su conversación con Makoto antes de declararse, de su desentendimiento con el tema y su convicción de que no existía mejor pareja para él que el castaño. Estaba claro que no lo conocía lo suficiente. Si Yamazaki fuera a pedirle su aprobación para salir con Rin, él se la negaría tajantemente.
"Porque un mejor amigo es un mejor amigo. Lo entiendo ahora."
—¿Vuelves de entrenar? —preguntó con aparente tranquilidad—. Hueles a piscina.
—¡No hagas esos comentarios en esta situación! —protestó Rin, obviando la respuesta.
El pelirrojo rehuía su mirada con la timidez evidenciada en las mejillas, por lo que Haru tenía la cara prácticamente asomada sobre su hombro… obteniendo una vista privilegiada del largo de su cuello. Podría morderlo si quisiera, y así dejar una marca que Yamazaki vería con claridad.
"Un momento, ¿qué?", se preguntó, extrañado de la inexplicable dirección que estaban tomando sus erráticos pensamientos.
Pero no pudo detenerlos.
Llevaba siete años negando lo que pasaba entre ellos, disfrazándolo de diferentes maneras para sí mismo y para los demás. Ya no podía hacerlo, no a tan corta distancia. Sentir su aroma mezclado con el cloro de la alberca lo estaba volviendo loco, al punto de preguntarse qué sucedería si se dejaba llevar por lo que le pedía la curiosidad…
De pronto, sus divagaciones se transformaron en urgencia y agitación.
Tragó saliva, en un intento de ordenar su propia cabeza.
Los minutos pasaron.
—Rin —murmuró, rindiéndose a sus instintos.
—¿Q-qué pasa? —respondió el tiburón, sin mirarle aún.
—Voltea hacia acá.
—No lo haré, ¿p-por qué? —Rin se escuchaba alterado.
—No lo sé. Solo quiero que voltees.
—¡¿Acaso quieres pelear?!
—No.
Haru quería confirmar la sospecha que tenía y, para ello, debía llegar más lejos. Debían romper las reglas implícitas formadas en esa extraña amistad que jugaba a las rivalidades y a los opuestos.
El azul quería un poco de rojo en su vida.
Y entonces, lo consiguió.
Rin volteó lentamente hacia él, barriéndole la cara con su respiración; exponiendo el intenso rubor de su piel y una expresión compungida por la vergüenza. A diferencia de Haru, todo su ser era caos. Estaba embelesado por la profundidad de esos ojos azules que no hacían más que mirarle la boca, tan peligrosamente cerca…
—Ha… Haru… —masculló Rin al comprobar que su amigo no tenía intención de luchar contra la presión de la multitud que los rodeaba.
Y cómo hacerlo, si era la cercanía que jamás se habían permitido, la misma que ahora los obligaba a mirarse de frente con las pupilas dilatadas y destellos en el corazón, enrostrando una verdad imposible de ignorar.
"Un mejor amigo es un mejor amigo. Lo entiendo ahora. Nosotros somos mucho más que eso."
Tiempo atrás ambos decidieron entregar sus vidas a una competencia eterna, declarando así la prolongación de su vínculo. Se buscaban en el agua y en cada torneo, afirmando que la admiración que se tenían era tan poderosa y mutua como la obsesión que sentían por el otro.
El esfuerzo de mantenerse a la altura. El nadar una carrera salvaje que los llevaría al primer y segundo lugar, según fuera el caso. El choque de sus palmas, el encuentro de miradas, la espera…
Si todo aquello no podía acabar en un beso, ¿de qué valía?
No supo cuándo Haru se movió. Primero fue un roce simple y tímido, como si estuviera colocándolo a prueba. Notó el temblor en su labio inferior y se separó un poco, para luego repetir el contacto de manera dulce y sensual, hasta convertirse en una jugarreta intencionada que el escenario facilitaba.
Rin estaba al borde del colapso. No comprendía las intenciones de su amigo ni sus propios deseos, pero aun así se dejó hacer con los músculos apretados y la frente perlada en sudor.
—Ha… Haru… esto no… —El tiburón fue el primero en recordar que estaban en público e intentó detenerlo, volviéndose inevitablemente consciente. Pero Haru hizo caso omiso a sus balbuceos y hundió el rostro en su cuello, cumpliendo con aquel deseo que tuvo minutos atrás—. Ah… ah… alguien puede…
Y así era. Si bien la mayoría de pasajeros estaban más atentos a las pantallas de sus respectivos teléfonos, hubo un par que les dirigió miradas reprobatorias tanto por el desagrado de ver a dos chicos desvergonzados besándose, como por la incomodidad de presenciar un momento tan íntimo.
Sin embargo, a Haru eso le importaba más bien poco. Había logrado dejar una marca que Yamazaki no podría ignorar en la piel de Rin. Y nadie, si consideraba que la profesión del pelirrojo —al igual que la suya— implicaba llevar el torso desnudo y enseñar esa zona. Una victoria por donde se viera.
Rin intentó apartar a Haru con violencia, pero como el vagón seguía lleno no lo consiguió. En lugar de eso, se llevó una mano a la boca para evitar un nuevo beso inesperado. Estaba sofocado por su fuego interior y no podía explicarse cómo Haru parecía tan compuesto después de lo que él mismo había iniciado.
"¿Por qué estoy tan agitado? En cambio, tú no has perdido esa expresión inmutable en todo este tiempo. ¿Estás sintiendo algo con esto? Maldita sea…"
—¿Ya acabaste? —preguntó Haru, secamente.
—¡¿Q-qué has dicho?! —se alteró Rin.
—Que si ya acabaste.
—¡Imbécil! —Rin respondió de manera amenazante, chocando su frente contra la de Haru mientras lo sujetaba del cuello de su buzo deportivo—. ¡¿Te estás burlando de mí?!
—Como luces tan nervioso pensé que querías detenerte.
—¡Tsk, ya cállate! ¡¿Qué haremos si alguien nos ve…?!
Pero Haru no lo dejó continuar. No sabía si tendría otra oportunidad como esa, por lo que apoyó ambas manos contra la ventanilla a espaldas de Rin, acorralándolo entre sus brazos. Sus labios volvieron a buscarlo, esta vez más hambrientos, decididos a saciarse con su enemigo natural.
—Quita tu mano y abre más la boca.
La solicitud no fue amable, y Rin deseó gritarle todos los improperios que conocía por semejante insolencia. Intentó usar sus brazos para alejarlo, pero Haru seguía abrumadoramente cerca e insistía en presionar.
Podía admitir que aquello no le desagradaba demasiado, pero ¿qué pasaba con Makoto?
"Si esto es un juego, no quiero participar", pensaba, cada vez más convencido de que su corazón no soportaría semejante treta. No obstante, cada vez que abría los ojos veía un escenario fascinante, nunca antes visto. Un Haru encendido y lleno de una pasión egoísta. Tan dispuesto, tan a punto… Solo para él.
Y cuando el afecto y los deseos dormidos no resisten la tensión, solo hay un resultado posible: obedecer a la gravedad y tomarse con fuerza. Porque la distancia nunca fue suficiente excusa para separarse ni para dejar de anhelarse todos los días, y ahora que ésta prácticamente no existía solo quedaba ceder el control de una vez por todas.
El segundo beso colisionó sobre su boca como un accidente premeditado y no tuvo nada de inocente. Rin se sintió vulnerable al tener la lengua de su amigo dentro, ardiendo y dejándose consumir como nunca antes. Ni siquiera el agua podía salvarlo ya, pero le gustó tanto que no volvió a protestar.
De pronto ambos olvidaron que el mundo existía, convirtiéndose en el hambre que aumentaba con cada beso; en la chispa que se convertía en fuego y luego en llamarada, haciendo que todo desapareciese. La inexperiencia mantuvo los movimientos torpes: los dientes chocaban y las manos no sabían adónde ir, hasta que la piel de ambos endureció bajo la tela, ansiando más de lo que sus cabezas podían imaginar.
Porque ni Rin ni Haru sabían a ciencia cierta qué estaba sucediendo ahí, solo se estaban dejando llevar por algo que parecía iba a suceder en cualquier momento, desde hacía años.
Cuando se volvieron a encontrar en las instalaciones de su antiguo club, o cuando se toparon casualmente en el centro comercial y tuvieron una intensa discusión. O cuando ganaron el relevo y se abrazaron frente a todos. O cuando viajaron juntos a Australia y acabaron durmiendo en la misma cama. O cuando Haru se lanzó sobre él, pensando que dejaría la natación.
Tantas habían sido las ocasiones en las que aquello pudo pasar, que devorarse en medio del metro no parecía ser suficiente para tanta demora.
Se detuvieron de forma abrupta, escondiendo sus rostros en el hombro del otro entre suspiros entrecortados.
Tenían que hacerlo, de lo contrario, aquello podía acabar mal. Muy mal.
—Rin… me siento extraño… —declaró Haru, mareado de tanta excitación.
—Ha-Haru… n-no… n-no te recargues tanto ahí… —jadeó Rin, notando que una rodilla traviesa lo empezaba a estimular entre sus piernas.
—Ri-Rin…
Sin embargo, en medio de semejante cúmulo de sensaciones, el vagón empezó a vaciarse.
NOTAS DE LA AUTORA:
Y como prometo, cumplo.
La ship máxima al fin hace presencia y soy la más feliz por eso :D
Todo lo anterior fue escrito para construir el contexto de este momento. Este MARAVILLOSO momento.
Sinceramente pensé que sería el último capítulo, pero como siempre me alargo tendremos una especie de epílogo.
