CAPÍTULO 2: El nuevo orden de su vida

2 de Diciembre, Sábado

La semana había pasado rapidísima. Sin la presión constante y aplastante de la primera prueba del torneo era capaz de concentrarse en sus estudios.

—La segunda prueba es el 24 de Febrero así que tengo bastante tiempo —dijo él a Hermione una tarde. Neville, que se había unido a su grupo de estudio ya que no congeniaba bien con Dean, Seamus o Ron, solamente asintió—. Digo, si empiezo a averiguar la pista al volver de las vacaciones aun así tendré un mes y medio por delante para prepararme.

Hermione le miró con los brazos cruzados y el ceño fruncido. —¿Y qué pasa si no resuelves la pista? ¿Qué pasa si no te da tiempo?

—Vamos Hermione, Harry no es tonto y además también nos tiene a nosotros, ¿no? ¡Además, va primero en el torneo! —intentó calmarla Neville y Hermione suspiró pero dejó correr el tema.

Harry reprimió una sonrisa al ver que Neville, con su temperamento calmado, era capaz de suavizar el temperamento explosivo de su amiga. Congeniaban realmente bien, pensó en silencio. Sus pensamientos de nuevo giraron en torno a la estúpida gala que tenía que asistir el día 25. Para colmo debía comenzar el baile con los otros campeones así que tenía que tener una pareja para el baile; era obligatorio. Neville, después del anunciamiento, le preguntó si le importaría que se lo pidiera a Hermione. Él, sorprendido, lo negó preguntándose si todos pensaban que había algo entre Hermione y él. No es que no le pareciera una buena chica pero realmente no había química entre ambos; si tenía que poner nombre a su relación sería mejores amigos tirando a hermanos. Merlín sabía que Hermione le aguantaba como si fueran familia.

—¿Por qué no vas con Ginny? Sé que quiere asistir al baile y también que le gustaría que fueras tú —le dijo Hermione en un susurro, después de todo estaban en la biblioteca.

—¿Eso te lo ha dicho o lo has deducido tú? —preguntó él, con una mueca. Ginny no le gustaba de esa forma. Es más, a veces sus miradas de soslayo le ponían muy nervioso. Parecía... hambrienta.

—¿Entonces con quién piensas ir? —refutó ella, y Neville miró de uno a otro—. No quieres ir con chicas mayores.

—¡Sería ridículo!

—Tampoco quieres ir con ninguna Slytherin.

—No es que me importe que sean de Slytherin pero tengo suficiente con ser el campeón más joven de la historia que no puso su nombre en el cáliz.

—Tampoco quieres ir con ninguna de Hufflepuff.

—¡Toda la Casa se giró contra mí cuando pensaron que quería robarle fama a Cedric! Por no hablar de cómo hablaron de mí a mis espaldas en segundo curso...

—Como si necesitarás más fama... —musitó Neville, sin darse cuenta.

Hermione bufó. —Tampoco quieres ir con Parvati o Lavander.

Él la miró significativamente y Hermione sonrió. —Solo me faltaba eso. No quiero pasarme toda la noche hablando de tonterías ni bailando. Sin contar que seguro que aparece un nuevo rumor sobre si estoy con una de ellas o no.

—Lo dicho, solo te queda Ravenclaw o alumnas de cursos anteriores.

—Y sería raro que fueras con una de segundo o primer curso —intercedió Neville.

Lo dicho: estoy perdido.

—No, simplemente tienes que elegir a una chica de tercero de Gryffindor o Ravenclaw o a alguna de cuarto de Ravenclaw.

—Eso reduce mucho el listado.

—Lo pensaré —finalizó la conversación él.

Al final decidió hacer una lista de chicas que cumplían los requerimientos de Hermione y descubrió que era corta. Tan corta que eliminó directamente a Ginny y luego pasó a eliminar a aquellas que alguna vez le miraron mal o hablaron mal de él. Era poco alentador, pensó deprimido, que solo quedara Luna Lovegood de casi 25 chicas. Aunque claro, en algún momento de su historia en Hogwarts todos, salvo personas contadas con una sola mano, se habían deshecho en insultos en su contra. Esa misma tarde decidió preguntarle a Luna si quería ir al baile con él.

—¡Claro, por qué no! —le contestó y pareció mucho más lúcida que otras veces que la había visto flotando por los pasillos.

—¡Fantástico! —contestó él aliviado—. ¿Tienes algún vestido o quieres que vayamos a mirar mañana a Hogsmeade?

Ella negó con la cabeza. —Tendré que comprar uno. En nuestra lista no aparecía nada de vestido.

—Eso es porque solo a partir de cuarto se puede acceder al baile, a no ser que seas un acompañante —lo sabía bien porque Hermione le había preguntado a McGonagall.

—Entonces será un gran placer acompañarte Harry.

Él sonrió al ver que realmente sus palabras eran sinceras. Quizás no fuera tan malo ir a la gala con Luna; a lo mejor podía hacer un nuevo y verdadero amigo.

—¿Nos vemos mañana a las nueve en las puertas principales?

—Claro. Hasta mañana Harry.

—Hasta mañana Luna —sonrió de nuevo.

3 de Diciembre, Domingo

Hermione y Neville parecían sorprendidos de su cita para el baile pero no estaban disgustados. Luna, al contrario de lo que muchos decían, no estaba loca ni era una lunática. Harry empezaba a creer que tenía algún tipo de poder especial porque, de vez en cuando, Luna le advertía de pequeñas cosas que luego resultaban pasando de verdad. Mezcladas entre sus criaturas fantásticas y su rostro soñador había casi premoniciones. Después de varias de sus advertencias una de ellas le dejó confuso.

—El huevo de sirena quiere nadar, Harry.

Horas más tarde, cuando por fin Hermione y Luna habían comprado el traje, se encontraron en las Tres Escobas donde Neville hablaba excitado sobre nuevas semillas de Mimbulus Mimbletonia y él jugueteaba con la cartera de cuero negra llena de hechizos de extensibilidad tamaño extra grande y encantamientos contra robos. El mayor descubrimiento no había sido la cartera sino las plumas encantadas – una de ellas el Vuelapluma – que según el dependiente era capaz de escribir lo que uno estaba pensando en ese instante. Con esa pluma podría escribir una redacción en la mitad de tiempo, tan solo tendría que hacer un primer borrador con la misma pluma y, una vez editado, leer el borrador para redactar el trabajo acabado. ¡Como no se le había ocurrido a Hermione antes era un sacrilegio!

—Esas plumas cuestan 20 galeones, Harry —le informó Hermione inspeccionando la pluma de águila que había comprado—. ¿Sabes que 20 galeones son poco más de 300 libras? Simplemente es un gasto que pocos pueden permitirse. Con esos galeones puedes comprar 20 libros, o más, en Flourish y Botts.

—Lo bueno es que las plumas mágicas tienen hechizos auto-reparables, tinta infinita y garantía de 100 años —se encogió de hombros Neville con expresión anhelante—. Si yo tuviera una buena paga podría permitirme una pero mi abuela solo me da 5 galeones al mes y siempre me acompaña a hacer las compras de curso así que...

Harry, no obstante, ya sabía que podía regalarles a sus amigos. Aun así, las palabras de Hermione le dieron otra idea. ¿Unos 20 galeones eran 300 libras? Tendría en su cuenta más de 100000 galeones y si podía invertir algo en el mundo muggle quizás podría aumentar su fortuna. Después de todo, le quedaban 3 años por delante y no quería gastar la fortuna de sus padres. Además, con tan solo 20 galeones podría comprarse un armario entero muggle si lo deseaba. Las cosas estaban pintando mejor de lo esperado. Realmente tenía que ponerse al día de muchas cosas, se dijo, viendo que eso debería haberlo sabido hacía años.

—¿No tendrás por ahí libros de introducción al mundo mágico, no? —le preguntó esa misma tarde, mientras hacían un descanso de su trabajo de Encantamientos.

Hermione le miró fijamente y, sin decir nada, le sacó 4 libros de su cartera. —¡Tendrías que haberlos leído hace mucho Harry!

—Lo sé...

Lo cierto es que había estado tan emocionado por dejar el mundo muggle donde solamente convivía con los Dursley que apenas había preguntado qué, cómo, cuándo, dónde y porqué. Era un idiota de remate. No tenía ni idea de las cosas más simples del mundo mágico y ahora volvía a sentirse avergonzado porque, a pesar de que sus padres eran mago y brujo respectivamente, él bien podría ser un nacido de muggles. No sabía nada. ¡Ni siquiera cuánto era un galeón en libras, por lo visto! Esa misma noche, antes de ir a dormir, empezó a leerse el pequeño libro de Introducción al mundo mágico: cómo dejar de ser un estúpido muggle. Aguantó una risa al imaginar lo que debió costarle a Hermione, siendo nacida de muggles, comprar ese libro. El primer capítulo trataba sobre objetos, animales y cosas mágicas que un muggle creía fantasía. El segundo era sobre la vida de una familia mágica normal; incluyendo la moneda mágica y otra serie de cosas como el transporte. El tercero era de fiestas y celebraciones mágicas. El cuarto sobre las ramas de la magia y las diferentes salidas profesionales. El quinto sobre las escuelas de magia en el mundo. El sexto, y último capítulo, era sobre los lugares mágicos del mundo.

Tan fascinado estaba que no tardó ni dos horas en leerse el libro entero. Para cuando apagó la luz ya era media noche.

6 de Diciembre, Miércoles

—Es increíble, Harry —le felicitó Hermione, viendo las 17 redacciones que ya había hecho de Runas—. Me estoy empezando a dar cuenta que se te dan muy bien las lenguas, ¿lo sabías? Has memorizado prácticamente todas las runas y su significado.

Él se encogió de hombros. —Es más fácil memorizar que entender. Lo difícil es saber cómo conectan unas con otras, pero si sabes qué significa cada una es como escribir.

—Sí pero hacer una secuencia rúnica no solamente es escribir se debe tener un objetivo en mente, debes estudiarlo antes y, sin embargo, para ti es como... como...

—Natural —intercedió Luna, que había empezado a estudiar con ellos en la biblioteca por las tardes—. Neville entiende las plantas, Harry escribe secuencias rúnicas y tú eres un genio con los números y descifrando cartas de aritmancia.

Hermione suspiró pero asintió. Harry no veía el problema. Lo que podía comprender era porque Hermione era muy buena en Aritmancia y se le daba peor Runas. Aritmancia estaba sujeta a cartas numéricas – multitud de ellas y todas muy complicadas – mientras que Runas, aunque tenía algunas restricciones, era casi ilimitado. Se trataba de usar el instinto, el conocimiento de runas y la creatividad. Ese era un gran problema de Hermione, que a veces era demasiado estricta consigo misma y con seguir las reglas. Él, sin embargo, no estaba sujeto a ellas porque le parecían ridículas. ¿Desde cuándo la magia tenía reglas? ¡Si rompía cada segundo varias leyes de la física con su mera existencia!

No obstante, ya había acabado con dos tercios de los libros y las notas de Hermione del curso pasado. En tan solo 3 semanas, usando el gira tiempos y estudiando los fines de semana, sabía que podía acabar con lo que quedaba. Tal y como había dicho Hermione, era mayoritariamente introducción y memorizar. Esa misma noche, cuando fue directo al dormitorio, dispuesto a empezar el siguiente libro Una genealogía de magos, se topó en lo alto de las escaleras con Ron, que salía del dormitorio. Ahorrándose una maldición por no haber recordado usar el mapa, como había estado haciendo hasta ahora para evitar a todos, miró a su antiguo amigo en silencio. Todavía recordaba cómo se suponía que debía informarle de los dragones y ni siquiera se había molestado en avisar a Hermione para que ella le avisara a él. Había sido Neville, en uno de esos momentos en que todos se olvidan de que está presente en la habitación, quién había escuchado a Ron y se lo había comentado a Hermione y ella le había avisado a él.

Recordando esto entró en la habitación sin mediar palabra. No obstante, cuando iba a cerrar la puerta ésta se volvió a abrir y entró Ron.

—¿No vas a dejar que me disculpe? —preguntó enfadado, mirándole desde el marco.

—¿Disculparte? ¿Ahora? —preguntó retóricamente él, incrédulo y luego empezó ordenar sus cosas en la mesita con más fuerza de la necesaria—. Si hubieras querido disculparte de verdad has tenido todas las horas de la comida y la cena que, por cierto, tomamos en la misma mesa, y ni siquiera me has dirigido una palabra.

Ron se puso colorado del enfado y la vergüenza. —¿Pretendías que me disculpara delante de todos?

Harry le lanzó una mirada asqueada. —Podrías haberme mandado una nota en clase, diciéndome que necesitabas hablar conmigo o podrías haberme despertado cuando todos dormían una noche. ¡Hay mil maneras Ron!

—¿Y qué hay de ti? ¡Tú me has estado ignorando!

Él se sentó en la cama, incrédulo y exhausto. —No te he estado ignorando a ti, Ron. He estado ignorando a todos. Estoy harto, harto de que me den la espalda. Y tú... se suponía que eras mi mejor amigo y a la mínima de cambio me culpaste de algo que no hice, a pesar de saber cómo soy realmente. No me dijiste lo de los dragones, ni me defendiste ante aquellos que me insultaban, ni me pediste perdón. Ahora me echas en cara que yo te ignore, como si fueras tú la víctima, y yo ya estoy harto de dejar que me pisoteen. ¿Me entiendes? Hogwarts es una escuela y voy a estudiar. No voy a ser el chivo expiatorio de nadie.

Ron se quedó callado, mirándole. Cuando no supo qué contestar y el silencio se alargó demasiado sacudió la cabeza y se fue. Harry sabía que no estaba enfadado, pero Ron parecía no poder afrontar la situación. Algo en Harry había cambiado y Ron no había estado allí para presenciarlo; ahora no podía venir y esperar que todo fuera igual. Porque realmente no lo era. Con un sentimiento de distanciamiento cada vez más grande entre ambos sabía que, o bien Ron hacía algo por enmendar sus errores y sus problemas de celos, o bien ya no serían más que conocidos. Entonces recordó la Madriguera y supo que, sin Ron para invitarle, no la volvería a pisar. Estaría todo el santo verano con los Dursley y se preguntó por qué debería hacerlo. ¿Por qué tenía que hacer caso a Dumbledore y quedarse con una familia con la que se odiaban mutuamente? ¿Y la casa de sus padres? ¿No estaría en pie? Cuando más aprendía y pensaba más cosas tenía que resolver. Sacó la libreta muggle que los padres de Hermione le habían regalado y en una de las últimas páginas apuntó una lista:

1. Comprar un nuevo armario muggle.

2. Invertir algo de dinero en el mundo muggle.

3. Buscar la propiedad de mis padres.

4. Buscar un lugar alternativo para vivir.

Si no podía vivir en la casa de sus padres no pensaba vivir con los Dursley, estaba decidido. Preferiría acampar en un bosque que quedarse tres meses encerrado en Privet Drive número 4. Además, de esa forma podría hacer todos sus deberes a tiempo, comprar su nuevo vestuario e ir a donde le viniera en gana. Estaba seguro de que Voldemort y sus esbirros no pensarían en buscarle en el mundo muggle. Cada vez que le daba más vueltas se daba cuenta que tenía más sentido dejar a los Dursley definitivamente. No obstante, si Dumbledore se enteraba que planeaba dejarlos seguramente le forzaría a vivir con ellos. Eso significaba varias cosas. La primera era que no podía decírselo a nadie; Hermione ya fue una vez a McGonagall con su Firebolt sin avisarle tan siquiera. No, estaba claro que en esto estaba solo. Como solía pasar.

Según lo que había leído en el primer libro de introducción había tiendas de campaña mágicas mucho más grandes por dentro y más completas de la que usó ese mismo verano con los Weasley. Si podía conseguir una estaría salvado. Con un gran suspiro y dolor de cabeza dejó de pensar en todo y se durmió.

9 de Diciembre, Sábado

—Lo has captado muy rápido, Harry —la voz suave y dulce de Luna Lovegood le dijo.

—Eso es gracias a ti —y luego sacó la lengua burlonamente 3a Hermione, que miraba en los brazos de Neville.

—No es mi culpa que casi me partieras el pie, Harry —bromeó Hermione y continuó bailando con Neville, practicando el waltz.

—Deberías quitarte esas horribles gafas, ¿sabías? —interrumpió de repente Luna y él tropezó—. No podrás ver a los Wrackspurts.

Hermione hizo un sonido de reproche pero Neville rápidamente bailó más para allá. Esa era otra de las cualidades de Luna: ver criaturas míticas. Claro que solamente las veía ella. Era por eso por lo que Hermione creía que eran simplemente una fantasía; Harry creía que Luna enmascaraba sus sentimientos y sus palabras premonitorias con ellas, así nadie parecía creerle. Fuera como fuera, Luna tenía razón: sus gafas eran horribles.

—¿No podría corregir mi visión?

—No lo creo, por ahora; si es posible debe ser un secreto muy bien guardado.

—Aun así, puedes ponerte lentillas mágicas —le dijo Neville, para la sorpresa de Harry y Hermione. Los miró con una ceja alzada—. ¿Qué? No a todos los sangre pura les gusta llevar gafas.

—¿Y dónde las podría encontrar?

—Las venden en St. Mungo —contestó, dándole una vuelta a Hermione—. Lo sé porque visito a mis padres frecuentemente y... bueno.

—Ya...

Entonces Luna le forzó a dar una vuelta, con la que acabó tropezando. —Debes cubrir tus deslices, Harry.

—Lo intentaré —le prometió con un suspiro.

Horas más tarde, después de acabar la última redacción de la semana, Harry se acostó cansado en la cama. Realmente bailar durante horas era agotador. Con un suspiro se quedó mirando a la nada hasta que sus ojos se posaron en el brillo dorado del huevo. Era grande y pesado, y tenía pinturas grabadas en él. Lo examinó detalladamente por primera vez. Era una especie de dibujo sobre una ciudad. La llave en la parte superior parecía una pata de lechuza; lo sabía porque las de Hedwig era idénticas y llevaba viéndolas cuatro años. Sin duda alguna la pista no estaba en el exterior, ¿si no para qué podía abrirse? Con otro suspiro sacó su varita y silenció el huevo y, por si acaso, también silenció el dormitorio entero. Lo abrió. El huevo era más impresionante si cabe por dentro. Era como un huevo de cristal, no era transparente pero tampoco era opaco. Le recordaba a algo... Estaba lleno de burbujas, pero no de jabón, eran burbujas de aire. ¡Un acuario! Había visto uno en el despacho del Director de su antigua escuela en Little Whinging. ¿Pero qué tenía eso que ver? La pista estaba relacionada con agua, ¿podría ser el Lago Negro? ¿Pero el qué? Tenía que haber algo más; y entonces lo recordó:

—El huevo de sirena quiere nadar.

Luna era un genio.

—¡Así que era eso! —exclamó Hermione pero estaba mirando especulativamente a Luna. Por una vez su expresión no era de exasperación sino de incredulidad—. ¿Cómo lo sabías?

Luna se encogió de hombros y todos supieron que no iba a decir nada más. Neville chasqueó los dedos de repente y cogió su mochila. Ésta, al igual que las otras, tenía un encantamiento de expansibilidad. Según Neville había sido de su madre, su abuela se la había entregado en primero.

—¡Pues claro! ¡Gillyweed! —dijo e incluso Hermione parecía confusa. Se sonrojó—. Como sabéis me gusta la Herbología así que días después de la clase del Profesor Moody, la del... Aquella que nos enseñó las Maldiciones Imperdonables... me entregó este libro como disculpa.

Las plantas acuáticas del Mediterráneo y sus propiedades —leyó Hermione, cogiendo el gran tomo y abriéndolo.

Harry cogió el tomo cuando se lo entregó Hermione y leyó la página. ¡Justo lo que necesitaba! Si pudiera conseguir dos tomas en lugar de una para estar más seguro podría respirar bajo agua y, al contrario que una transformación o un encantamiento – que todavía no había conseguido descubrir – esto le permitiría nadar más rápido. Ahora solo faltaba pensar qué era lo que iban a quitarle. ¿Un objeto? ¿Pero el qué? Cualquier libro podría volver a comprarlo lo que lo eliminaba como la cosa que más echaría en falta.

—Una persona.

—¡Pues claro! —pensó en voz alta—. Una persona, si está muerta, no puede volver a la vida. Esa es la pista.

—¿No creerás que van en serio, no? —preguntó dubitativo Neville, mirando cada cara.

—No tengo ni idea pero espero que no —contestó él, pero ya estaba pensando en investigar el lago para ver qué le deparaba ahí dentro.

Esa misma noche apuntó algo más en su lista.

5. Ir a St. Mungo a por lentillas y un chequeo médico.

12 de Diciembre, Martes

—Hermione —llamó de repente Ron, a dos metros de distancia rodeado de Dean y Seamus—. Tú eres una chica.

Su rostro era de chiste; parecía haber descubierto una verdad universal. Era como si le hubieran abofeteado con un pescado vivo. Hermione se giró lentamente con el rostro cada vez más enfadado y Harry supo por qué lo decía. Parvati y Lavander, que separaban a Ron y a los otros de Neville, Hermione y él, parecían estar cuchicheando sobre el baile. Lavander, al parecer, iba a ir con Seamus. Parvati, al contrario, todavía no había conseguido elegir a su pareja pero, por sus miradas de indiferencia, no pensaba ir con Ron.

—¡Muy listo Ronald! —le espetó Hermione, cortando su conversación sobre cuándo ponerse a estudiar Historia de la magia para los exámenes—. Solo has tardado cuatro años en darte cuenta.

—Entonces no te importará ir conmigo al baile —sonrió beatíficamente Ron y los demás callaron impresionados. ¿Era idiota?—. Digo, para una chica es humillante no tener pareja.

—¿¡Perdona!? —siseó en voz baja Parvati, puesto que hasta hacia un momento había estado hablando de su falta de cita para el baile.

—Igualmente ya voy con alguien —cortó Hermione, girándole el rostro pero Ron bufó divertido.

—¿Ah, sí? No hace falta que mientas.

—¡Por qué iba a mentir! ¡Te he dicho que voy con alguien al baile y punto! —cogió sus cosas y se levantó—. Nos vemos en la biblioteca chicos.

Harry y Neville se quedaron allí terminándose el postre. Ron, mientras tanto, le miraba con mala cara.

—¿Vais juntos?

Harry le miró incrédulo. —¿Y eso a ti qué te importa?

Si Hermione no quería que Ron supiera la verdad él no pensaba decir nada. Esa misma tarde, después de hacer los respectivos trabajos de la semana todavía por hacer, fue directo al lago. Al ver a Krum delante decidió esconderse y, para su poca sorpresa, le vio entrar en el lago y nadar hasta desaparecer. Cuando vio que no iba a poder hacer nada sin delatar su presencia se volvió de nuevo al castillo, con tan mala pata que encontró a Malfoy en uno de los pasillos.

—¡Eh, Potter! ¿No te cansas de desaparecer cada día? —le preguntó burlonamente y él simplemente le alzó una ceja.

—Me canso de ver tu cara, Malfoy.

—¿Dónde crees que vas? —le persiguió Malfoy, acompañado de sus siempre presentes montañas de carne—. Te estoy hablando.

—Pues habla.

¡Densaugeo!

Ni siquiera tuvo que girarse, se lanzó a un lado y el hechizo chocó contra alguien más desafortunado. Se giró a mirar a Malfoy, que parecía palidecer al ver a Moody corretear hasta allí con su pata de palo. No sabía por qué pero la chica llorando con sus enormes dientes, el rostro pálido y horrorizado de Malfoy y el sonido de la pata de palo a lo pirata de Moody le pareció tremendamente cómico y tuvo que apartar su cara para reírse en su túnica.

—¡MALFOY! ¡Lanzando hechizos por la espalda, sabandija!

—¡Yo no he sido!

Harry suprimió otra risa y se marchó en medio de la conmoción. Los lloros de la niña de segundo curso llamaron la atención de todos y pronto se formó un espectáculo. Lo último que vio de lejos fue a Malfoy convertirse en un hurón blanco y caer en los pantalones de Goyle. Sin ganas de ponerse a estudiar esa tarde fue directo al séptimo piso, quizás podría explorar la Sala que Viene y Va. Entonces, mientras subía las escaleras tuvo una genial idea. ¡Pues claro! Si la habitación podía proporcionarle cualquier cosa, ¿por qué no una tienda de campaña? Le había dicho Dobby que allí se guardaban todos los objetos dejados atrás o perdidos en Hogwarts. Quizás había algo interesante allí. Se hechizó invisible y se puso el falsoscopio en el bolsillo. Desde hacía días estaba seguro de que alguien no paraba de vigilarle. Según Sirius, en su única conversación por chimenea, Karkaroff era un mortífago y más de una vez le había visto mirándole. Más valía prevenir que curar. Por suerte, al llegar a su destino el falsoscopio no chilló ni una sola vez.

La puerta apareció por arte de magia y cuando la abrió se quedó mudo de la sorpresa. Había una verdadera fortuna de objetos... que sirvieran para algo ya era otra cosa. Ahora mucho más excitado y lleno de energía se arremangó las mangas y empezó a caminar. Pero por más que caminaba la habitación parecía continuar y continuar. Al final, cansado, se decidió por pedir ayuda de la sala. Por arte de magia, todos los objetos desaparecieron salvo los libros. Cogió uno y se quedó de piedra al ver que era Alquimia y todos los secretos habidos y por haber. Otros estaban en varios idiomas, algunos ya los tenía y otros desconocía su origen. A simple vista debería haber miles de libros, ¿cómo demonios los iba a sacar de la habitación? De repente, apareció un baúl mágico grande y negro. Tenía cuatro candados y parecía pesar una barbaridad. Por suerte, ahora sabía cómo empequeñecer y hacer ligeros como una pluma los objetos que quisiera. Cuando tocó el primer candado se escuchó un clic y el baúl pareció crecer delante de sus ojos. La tapa se abrió y, al asomarse, vio el interior iluminado de una especie de librería vacía. Era como asomarse a un pozo y ver, a lo lejos, una habitación: parecía pequeña pero solamente era un efecto óptico producido por la distancia.

Cogió un libro cualquiera y lo dejó caer. Con la boca abierta vio como parecía volar hasta una estantería, colocándose en perfecta posición. El polvo que lo cubría desapareció a la nada.

—¡Esto es perfecto! —gritó en la soledad de la Sala que Viene y Va.

Con su varita levitó los libros y observó como desaparecían dentro del baúl. En pocos minutos la habitación se quedó vacía y el baúl, una vez tocó el candado, volvió a su estado original. Jugueteando con el baúl comprobó que el segundo cajón era como un boticario enorme, también vacío, el tercer y cuarto cajón eran un armario ropero y una especie de trastero respectivamente. Concentrándose, la habitación le proporcionó todos los ingredientes de pociones y las pociones guardadas allí. Había un enorme armario lleno de botes antiguos y precisamente etiquetados y varias mesas llenas de ingredientes y estanterías con hierbas secas colgando. ¡Incluso había un árbol enorme que debía haber crecido con la magia de Hogwarts! Cada vez estaba más sorprendido de las posibilidades de la sala y, con el tiempo que pasaba, más convencido de aprovechar al máximo la grandeza de ésta.

Los ingredientes que estaban podridos, que eran pocos considerando los encantamientos de preservación, fueron eliminados por la sala y los que quedaron fueron levitados al baúl – cuyo interior era un espacio parecido a la biblioteca de Hogwarts, grande y organizado – y pronto no había nada en el interior salvo los muebles vacíos y el árbol.

El oro, las joyas, las escobas, algunos muebles, cubertería, platos y cálices, objetos mágicos como armas, telescopios, cuerdas, cadenas, relojes... y los cuadros que le gustaron fueron a parar al gran trastero, ordenados mágicamente. Las ropas fueron divididas en dos montones; los que le gustaban fueron a parar al ropero, los que no desaparecieron a la nada. Poco a poco la habitación inicial donde había convivido todo durante siglos se fue reduciendo. Todo aquello maligno o maldito había sido filtrado por la sala así que sabía que todo lo que estaba guardando era de fiar. Al final, preguntó por aquello por lo que había venido y aparecieron allí más de diez tiendas de campaña y se preguntó en qué momento Hogwarts había utilizado tantas tiendas. ¿Quizás en uno de los antiguos torneos? Dos de ellas estaban rotas y la sala las eliminó al pensar en "tiendas de campaña mágicas que funcionan". Ninguna de ellas estaba montada pero, por lo que podía ver, parecía que una de ellas era más grande que las otras. De repente apareció una hoja de pergamino.

—Las campañas mágicas de Smith & Gambol se alzan mágicamente con un simple hechizo en menos de tres segundos: Supra, ¡y adentro! —leyó él, viendo los dibujos que se movían en el panfleto amarillento. Se encogió de hombros—. ¡Supra!

La tienda a la que estaba apuntando empezó a levantarse y, como si la estuvieran montando un par de duendecillos invisibles, las cuerdas se estiraron de una parte y luego la otra, y los postes se pusieron rectos. Tal y como decía el anuncio, en menos de tres segundos la tienda estaba montada y una vez más libre de polvo. Miró de nuevo el panfleto y leyó los cuidados de la tienda y cómo rehechizarla para que se auto mantuviera. Después de lanzar los hechizos adecuados y ver cómo brillaba azul como decía el panfleto, entró. Si la tienda de los Weasley le había parecido maravillosa esta era increíble. Tenía tres plantas y la decoración era exquisita. Las paredes eran de color crema, los muebles de color caoba y el suelo era de madera oscura. El techo era una especie de réplica del Gran Salón pero, en lugar de mostrar el cielo actual estaba encantado para mostrar el sol radiante y un par de blancas nubes pasajeras.

En la primera planta había un gran comedor y un salón igual de grandes. También había un baño completo, un lavadero mediano y la cocina, que era grande y espaciosa. En la segunda planta había dos habitaciones el triple de grandes que su habitación en Privet Drive, un baño completo también, un trastero y un despacho con una librería pequeña. Por último, en la tercera planta, había dos habitaciones medianas, así como un baño idéntico al de la planta anterior y otras dos habitaciones algo más grandes con un baño mediano cada una. Lo único que no tenía y, quizás, podría echar uno en falta era un laboratorio de pociones pero claro... hacer pociones peligrosas en una tienda de campaña mágica quizás no era prudente. Miró las habitaciones y vio que, como era de esperar, estaban amuebladas también. Todas con camas grandes y mullidas, así como con su propio armario y ventanas mágicas. Algunas tenían mesita de noche y otras un baúl a los pies de la cama.

Lo que se preguntó era, ¿dónde iba a vivir? ¿Y cómo iba a esconderse de los muggles?

17 de Diciembre, Domingo

Trabajó en silencio en su nuevo trabajo de Pociones. Era su último trabajo para el viernes siguiente y pensaba terminarlo cuanto antes. Hermione, no obstante, estaba leyendo un libro de Aritmancia así como Neville uno de Herbología, para su poca sorpresa. Luna había salido a dar un paseo hacía rato y no parecía que iba a volver pronto. Se preguntaba si podría preguntarles de alguna manera a sus amigos sobre su problema de las vacaciones de verano pero, estaba claro, no quería mencionarles nada sobre sus planes de acampar en la intemperie. Además, ¿cómo iba a esquivar a Dumbledore durante todo el verano? Se acordaba de cómo el Ministro le había encontrado cuando hinchó a Marge en el Caldero Chorreante y se preguntaba cómo le habrían seguido. ¿Estaría marcado de alguna forma?

Además, en verano no podía usar su varita así que cualquier cosa que quisiera hacer tenía que ser ahora. Mientras pudiera. Cuanto más pensaba en ello más se daba cuenta que la mayoría de sus planes tenían que realizarse nada más acabar el verano. Si quería pasar desapercibido en el mundo muggle necesitaba un nuevo armario muggle y ahora no tenía dinero muggle encima, y tampoco dónde gastarlo. Sus estúpidas gafas solo podría quitárselas una vez visitara St. Mungo y para eso necesitaba esperar al verano, también.

—¿Estás bien, Harry? —le preguntó Hermione por encima de su libro.

—Claro.

—Es la cuarta vez que suspiras en menos de diez minutos.

Decidió que contar la verdad o algo más cercano a la verdad sería más fácil para engañar a Hermione. —Solo estaba pensando en este estúpido torneo.

—No te preocupes, cuando se acabe el año todo regresará a la normalidad —le tranquilizó Hermione, dándole una palmadita en la mano.

Él no dijo nada porque realmente no quería que las cosas volvieran a la normalidad. Hasta ahora la normalidad había sido peligro de muerte cada año, notas mediocres y enfados de Ron. Por lo visto, si quería algo tendría que hacerlo él mismo. ¿Pero cómo? Merlín, se había relajado demasiado estos años. Se había vuelto demasiado complaciente. Es más, sabía cuánto había cambiado: al conocer a Hagrid. Descubrir su herencia mágica le había idiotizado. Necesitaba pensar más como Harry de Privet Drive, el que había salvado el pellejo durante 10 años y dejar de actuar como el valiente Harry Potter, el Chico-que-sobrevivió y al que todos querían. ¿Pero cómo?

Lo primero que tenía que hacer era, sin duda alguna, probar la inocencia de su padrino. De esa forma podría vivir con él y no se vería forzado a ir con los Dursley. Lo segundo que podía hacer era vengarse de los Dursley pero eso requería bastante esfuerzo con tal de reunir pruebas y, además, si se veía obligado a volver con ellos después de destrozar su reputación no quería saber lo que le harían. No, mejor olvidarse de los Dursley hasta su mayoría de edad. Por otro lado, ya había encaminado sus estudios así que eso no requería mucho esfuerzo extra para ponerse al día – salvo Runas, que solo le quedaba a penas dos capítulos del año pasado que estudiar – y sabía que podría con ello con el gira tiempos. ¡El gira tiempos!

—¿Por qué estás sonriendo? —le preguntó Hermione, extrañada.

—Me estaba acordando de la cara de Malfoy cuando vio las anacondas —rió él, acordándose ahora de la cara horrorizada de Malfoy al verle derrotar el dragón con un talento de Slytherin.

Neville ahogó una risa. —Sí, la verdad es que parecía haber visto un boggart.

Hermione sacudió la cabeza antes de enterrar su rostro en el libro. Pero él ya estaba pensando en cómo usar el gira tiempos en las vacaciones para comprar su nuevo armario muggle y buscar información sobre dónde acampar en las vacaciones. Podría ir a St. Mungo pero no quería imaginarse cómo sería que uno de sus yo tuviera lentillas y el otro no. ¿Crearía una paradoja? Sintió un escalofrío y descartó rápidamente la idea. Al menos algo era algo. Además, prefería no tener que pisar el Callejón Diagón a pesar de que quería ir a Gringotts a preguntar sobre la casa de sus padres.

—Es la hora de comer —les informó Luna, apareciendo horas más tarde por la puerta con los zapatos llenos de barro.

Él empezó a recoger, hambriento, y metió su redacción de pociones finalizada en el carpesano mágico que Hermione le había hecho comprar en Hogsmeade. Tenía muchas cosas por hacer y necesitaba pensar en ellas. Aun así, nada más sentarse a comer Hermione silenció la mesa y se giró a mirarle.

—¿Cómo llevas lo del lago?

Él suspiró, viendo que no iba a dejarlo correr. —Lo he sobrevolado y es enorme. No podría hacer un mapa de él en todo lo que queda de tiempo. No solamente es largo y ancho sino también es profundo.

Hermione frunció el ceño pero Neville habló antes. —Entonces mejor será que te centres en los hechizos para buscar cosas.

—Pero el mejor hechizo, el Hechizo de Cuatro Puntos, solo actúa como una brújula. No podrá encontrar aquello que busca, simplemente le señalará el norte.

—Necesitaré saber dónde guardarán el objeto, o la persona —pensó en voz alta él.

—Lógicamente.

—Un momento, ¿no eran sirenas las que cantaban? —miró de uno a otro Neville, en un momento de lucidez—. ¿Y si son las sirenas las que custodiasen aquello perdido?

Hermione le sonrió ampliamente y luego miró a Harry. —¡Pues claro! Hay un pueblo de sirenas en el Lago Negro, está escrito en Hogwarts, una historia. Ahí debe ser, Harry. Si pudieras saber en qué sentido está el pueblo podrías localizarlo nadando, ni siquiera te haría falta el gillyweed.

—Muy lista Hermione —premió él, pensando en la canción del huevo—. En ningún momento me dice que debo poder respirar bajo el agua una hora...

—Simplemente que tienes una hora para rescatar a la persona —Hermione sacudió la cabeza riendo—. Magos, no tienen una pizca de sentido común. Tenías razón.

—Creo que me he perdido —interrumpió Neville, con expresión confundida.

Hermione rodó los ojos. —Neville, según las reglas Harry puede hacer lo que quiera, lo único que debe hacer es rescatar algo o alguien en menos de una hora. En la prueba anterior las reglas eran estas: coger el huevo llevando a la arena solo la varita. Harry podría haber matado al dragón o haber secuestrado los huevos, aunque le hubieran bajado puntos, pero no estaba fuera de las normas. No podría, por el contrario, llevar su escoba a la arena pero invocarla con su varita porque sí que podía llevar su varita consigo a la arena. ¿Lo entiendes?

—Y ahora, mientras rescate a lo que sea en menos de una hora, podré nadar o bucear o incluso aparecerme si supiera.

—Ya veo —musitó Neville, impresionado.

—Igualmente utilizaré gillyweed pero ahora que lo sé nadaré pegado a la superficie hasta el pueblo de las sirenas.

Hermione asintió entusiasta. —Así no te toparás con los grindylows o cualquier cosa que haya ahí dentro.

—Quizás podrías hacerte invisible, así nada podría verte —le aconsejó Luna, apareciendo de golpe y haciéndole golpear con la rodilla la mesa.

—¡Luna!

—Es de mala educación chillar a la gente, Hermione.

—También lo es interrumpir una conversación —se cruzó de brazos Hermione y Luna simplemente la ignoró con su típico aire soñador y se sentó a su lado.

—No te preocupes Harry, siempre acabas sorprendiendo a la gente y esta vez no será diferente, ¿no te parece? —le habló mientras se ponía una bola de helado en su copa en lugar de tomarse un té caliente.

20 de Diciembre, Miércoles

—¿Ya las ha hecho todas, señor Potter? —se preguntó algo incrédula la Profesora Babbling. Ojeó las redacciones que le había mandado y luego le miró—. Las tendré todas corregidas para final de año, señor Potter. Tenga, esta es la lista de redacciones que debe hacer para alcanzar a los de cuarto curso. Estoy segura de que la señorita Granger le ayudará si tiene algún problema aunque, como sabe, estaré estas vacaciones en el castillo.

—Gracias Profesora.

—Además, le haré una pequeña prueba tal y como le dije. ¿Le va bien el día 26?

—¿En sus vacaciones? —preguntó él.

—Solo será media hora como mucho. A las nueve véngame a ver a mi clase, ya se lo indicará la señorita Granger.

—Entonces bien.

—¡Ah, y una cosa más! —le llamó Babbling y se giró para verla entregándole un libro—. Es el libro de cuarto curso. Utilícelo. También recomiendo que se compre el del año pasado.

—Gracias.

Cogió el libro que le tendía la Profesora y se fue. A pesar de que era una prueba fácil, según la Profesora, y había estado haciendo exámenes de prueba de Hermione no podía evitar sentir nerviosismo.

—Lo harás bien —le calmó Hermione con una sonrisa misteriosa—. Ya verás como no es para tanto.

—Eso espero.