CAPÍTULO 3: Tomando las riendas

25 de Diciembre, Lunes

El silencio del dormitorio no era opresivo pero tampoco era entusiasta. Seamus y Dean ya estaban vestidos y arreglados, así como Neville, que solo le estaba esperando a él. Ron, por otro lado, seguía en pijama y miraba horrorizado la ropa que su madre le había mandado. Él se encogió de hombros porque si Ron le hubiera pedido ayuda le habría mandado con George y Fred. Ellos, ahora en sexto curso, deberían poder transfigurarle la ropa en algo más normal. Como Ron seguía ignorándole, y él no pensaba mover un dedo, se calló. Neville le mandó una mirada exasperada y una sonrisita. Neville había aprendido rápido a comprenderle, aun sin abrir la boca.

—¡Huelo a mi bisabuela Tessy!

—¡Mala suerte, Ron! —estalló en carcajadas Seamus y él y Dean se fueron a por Lavander y Parvati, con quienes iban a ir al baile.

—Matadme... —gimió ensimismado en sí mismo Ron.

—Vamos Harry, no vas a ir con ese pelo, ¿no?

Él se fue directo al baño. Hermione, gracias a Dios, le había forzado a cortarse el pelo en una peluquería de Hogsmeade ese mismo sábado. Para su sorpresa resultaba que sí que existían productos mágicos capaces de domar su pelo, ¡y ni siquiera se había dado cuenta! Con el cabello algo más corto y perfilando su rostro afilado y su fuerte mandíbula ahora parecía menos crío. Lo mejor de todo era que su champú y acondicionador permitían, de algún modo u otro, que su cabello se mantuviera peinado durante un día entero. Además, para su grata sorpresa, George – el mejor de los dos gemelos en Transfiguración – le había transfigurado las gafas redondas y horribles en unas rectangulares mucho menos ridículas.

—Te quedan bien esas gafas —le comentó Neville mientras se peinaba el flequillo y le miraba ponerse los zapatos negros de cuero—. Sin el marco de las gafas tu cara parece más despejada.

Harry rió. —Aun así, me gustaría comprarme unas lentillas, las gafas son un estorbo tanto para jugar a Quidditch como para defenderme en este torneo.

—Hay algunas gafas que pueden encantarse, ¿lo sabías? Como el ojo de Moody.

—¿Y las lentillas? —preguntó él, interesado.

Neville se encogió de hombros. —Supongo que también. Quizás podrías comprar ambas cosas.

—Bueno, vamos tarde, deberíamos bajar ya.

—¿Cómo estoy?

—Genial, te queda bien vestir de largo Neville.

Bajaron las escaleras y fueron directos al Gran Salón, a esperar a sus parejas. A pesar de que llegaron con unos minutos de retraso tuvieron que esperar casi un cuarto de hora hasta que apareció McGonagall.

—¡Señor Potter! ¿Dónde está su pareja? —luego miró a Neville, con rostro sorprendido y confundido a la vez—. ¿No será...?

—¿Eh? —preguntó, ahora siendo él el confundido. Neville le miró extrañado y entonces comprendió la situación—. ¡Oh! ¡No! Que va, Neville no es mi pareja. Estamos esperando los dos.

Neville se puso rojo de golpe y dio un paso atrás, poniendo en medio a McGonagall, quién también se sonrojó ligeramente y carraspeó.

—Ya veo. Disculpen —le dijo la Profesora y luego le miró a él—. En cuanto baje su pareja póngase tras el señor Diggory y la señorita Chang.

Asintió y luego las vio de reojo. —Ahí están.

Neville y él miraron, junto con McGonagall, como Hermione y Luna aparecían. Hermione llevaba un bonito vestido de tirantes anchos con un escote en pico modesto y una falda suelta de color azul celeste. Luna, al contrario, llevaba un vestido azul marino sin mangas con un escote modesto en forma de corazón y con un gran cinturón blanco de pedrería bajo el pecho que hacía también de tirantes. El vestido no llevaba a tapar sus pies, en los que tenía unas sandalias blancas con un pequeño tacón, así que le hacían ver más alta de lo que realmente era. Su cabello, al igual que el de Hermione – quién también había descubierto la misma peluquería que él – había sido recogido totalmente en un moño alto con una pinza en forma de mariposa, salvo por un mechón rizado que enmarcaba su rostro. Harry vio que Hermione, por primera vez, parecía haberse maquillado para la ocasión. Y de paso también a Luna, que llevaba un colorete rosado y un brillo de labios del mismo color que le daba un aspecto de muñeca.

—¡Estáis genial, chicas! —les dijo cuando encontró las palabras y se armó de valor—. Hermione, me encanta tu pelo y Luna, el vestido te sienta de maravilla.

—C-cierto. Estáis fantásticas —se sonrojó Neville pero sonrió.

El Gran Salón, una vez entraron, estaba espectacular. La decoración había dado un radical giro navideño y todo parecía hecho de hielo. Las mesas, redondas salvo por la mesa principal, estaba ya medio llena con Dumbledore y los otros Directores así como algunos funcionarios del Ministerio. Lo que más le sorprendió fue ver a Percy. Por suerte, al estar Cedric y los demás delante, la mesa se fue ocupando de forma que quedó sentado en una punta, entre Luna y Cho. Para su mala suerte a Fleur le tocó escuchar la diatriba de Percy, que parecía muy contento de informarle a todos que como Crouch estaba enfermo le había mandado a él. Evitó rodar los ojos al ver como se daba aires cuando realmente no era más que el asistente de Crouch al que confundían de apellido constantemente.

—¿Enfermo dice? —preguntó Dumbledore con mirada pensativa y Harry los vigiló de reojo, mirando de aquí allá de forma discreta—. Hace tiempo que no le veo por el Ministerio, sí...

—Hace tiempo que está enfermo —confirmó Percy, sacando pecho—. Me envió una carta sellada con su firma.

—¿Te diviertes, Harry? —le preguntó de golpe Luna y desconectó de la conversación ajena.

—Lo siento Luna, creo que he escuchado algo interesante —le dijo. Tenía la sensación de que algo raro estaba sucediendo, pero todavía no sabía el qué.

—Tranquilo, es solo tu tercer ojo que se está desarrollando más rápido de lo esperado.

Harry asintió, confuso pero resignado.

La velada se pasó tremendamente rápida. Después de una comida perfecta tuvo que bailar con Luna quién, después de tanto tiempo enseñándole, le sonrió con aprobación al ver que no le había pisado ni una sola vez. Pronto otras parejas se unieron y de reojo vio a Ron con Padma, sentados y aburridos en una de las mesas abandonadas. Parecía ignorarle, pero luego vio que estaba totalmente concentrado en Neville y Hermione, que bailaban al ritmo de The Weird Sisters.

—¿Quieres ir a por bebidas? —preguntó Luna, con aire alegre y los ojos más enfocados que nunca. Él miró como Ron se acercaba a Hermione y decidió que sería mejor irse mientras pudiera.

—Vamos, no nos metamos en la pelea —los pasillos estaban medio vacíos. Muchos se iban con sus parejas a dar un paseo por los encantados jardines y otros parecían tan aburridos que preferían irse a la cama, entre algunos lloros—. ¿Por qué lo hará?

—¿El qué?

—¿Por qué Ron es... tan... cómo es Ron?

Luna, en un momento de seriedad, pareció contemplar sus palabras. —Ron debe estar muy triste, ¿no crees? Quizás te ha culpado a ti, pero son sus celos los que han hecho que vuestra amistad se quiebre.

—¿Entonces por qué no me pide perdón? ¿Por qué ha dejado que pase tanto tiempo?

Luna paró en seco. En lugar de ir a por las bebidas cambiaron de sentido y se sentaron en unas escaleras de un pasillo desierto. No sabía por qué, pero tenía la sensación que la conversación iba a ser importante.

—Sabes, una vez perdí la cartera en mi casa. No se me ocurrió pedirle ayuda a papá, aunque podría haberla invocado en un segundo, sino que me pasé buscándola toda una tarde antes de darme por vencida. Mamá decía que lo que perdemos al final siempre vuelve a nosotros, aunque a veces no de la forma que nosotros esperamos —los ojos de Luna, algo tristes, miraron el largo pasillo a la luz de las velas como recordando una memoria—. A la mañana siguiente encontré la cartera, la foto de mi madre aún intacta adentro, encima de mi mesita de noche.

Harry se la quedó mirando, esperando algo más y sin comprender la anécdota. Luna sonrió.

—Me di por vencida y dejé de buscar a mi cartera, algo preciado por mí, porque sabía que estaba en casa. Tarde o temprano aparecería. Lo mismo le ha pasado a Ron.

—¿Me estás comparando... con una cartera?

—Algo así... al final todos estamos hechos de la misma materia, ¿no es cierto? Ron sucumbió a sus celos y te dejó de lado. Después, en lugar de buscarte y pedirte perdón, te dejó ir porque él pensaba que siempre estarías ahí.

Harry apretó los puños de la ira. —Bueno, yo no soy una cartera.

—Pues claro, y esa es toda la diferencia. Las personas crecemos y cambiamos constantemente; incluso ahora estamos un instante más cerca de nuestra muerte. Es curioso que un solo segundo puede suponer una gran diferencia, y no nos damos ni cuenta del tiempo que perdemos en cosas que realmente no son importantes.

Harry comprendió en ese mismo instante que Luna, a la que todos llamaban lunática por ser aparentemente extraña, era la más lúcida y sabia de todos. Curiosamente las palabras de su amiga le hicieron sentir mejor. Ni siquiera Hermione, o Neville, habían sido capaces de aliviar sus preocupaciones.

—¿Entonces no es extraño que siente ira? ¿Qué esté enfadado, frustrado?

Luna le miró como si fuera idiota. —Creí que había quedado claro que no eres una cartera Harry: eres humano.

Estalló en carcajadas. —No cambies nunca, Luna.

26 de Diciembre, Martes

El examen de Runas, al contrario de lo esperado, le fue mucho mejor. Había sido ridículamente fácil de hacer. En cuanto se lo contó a Hermione, que esperaba ansiosa por saber cómo le había ido, ella sonrió.

—¿Te acuerdas de las pruebas que te fui haciendo estas semanas? —Hermione sonrió de forma traviesa—. En realidad eran mucho más difíciles de las que yo hice el año pasado.

Él la miró con el rostro en blanco. —¿Me has... gastado una broma?

Hermione se encogió de hombros. —De esta forma te esforzabas más para hacer mejor las pruebas y si no te lo decía antes del examen no estarías confiado en que pudieras hacerlo perfecto y luego llevarte una sorpresa.

Harry suspiró porque realmente tendría que habérselo imaginado. —Voy al baño, ¿nos vemos después en la biblioteca?

Hermione asintió. Luna había vuelto a casa esa misma mañana junto con Neville mientras que Hermione había preferido quedarse en Hogwarts. Era extraño, a pesar de que sus padres estaban vivos y tenía más familia, Hermione parecía tener una relación algo distante con ellos. O es que quizás prefería no dejarle solo. Fuera como fuera se habían quedado ellos solos, junto con unos pocos más en Gryffindor, uno de ellos Ron. Ahora Ron tampoco le hablaba a Hermione, ni a Neville, pensándolo bien. Quizás estaba resentido porque le había rechazado tan públicamente sabiendo que iba a ir con Neville, y él no había abierto la boca durante la confrontación. La situación cada vez era más melodramática, parecía una telenovela de las que le gustaban secretamente a su tía.

Cuando llegó al baño no tardó ni cinco segundos en usar el gira tiempos, haciéndolo girar para todo el día entero. Hermione, como no, pensaba ponerle al día de Runas de cuarto curso en apenas un par de semanas, pero él tenía más planes para esas vacaciones. Lo primero de todo era, no obstante, pasar desapercibido. Bajó las escaleras hasta uno de los pasadizos secretos y, veinte minutos más tarde, apareció en Honeydukes. No tardó en ir hasta las afueras de la aldea y sacar su varita. Por suerte para él, los hechizos glamour se la habían dado de maravilla y ahora parecía un chico moreno de ojos marrones normal y corriente.

—Un viaje 11 sickles —le informó de nuevo Stan Shumpike muerto de aburrimiento y él pagó el precio—. ¿Dirección?

—Caldero Chorreante.

—Agárrese fuerte entonces.

Harry se sentó en la silla más cercana a la puerta y se agarró a la barra de metal que tenía delante de él. Se preguntó si alguno se habría roto los dientes alguna vez con esa barra a tal velocidad pero rápidamente sus pensamientos se centraron en torno al viaje que tenía que hacer, además aprovecharía por hacer las compras de navidad que le debía a Hermione, a Neville y a Luna.

—Caldero Chorreante —informó Stan y él bajó algo mareado.

El camino desde el Caldero Chorreante hasta Gringotts fue corto y nadie le paró. Llevaba puesto sus mejores tejanos, un suéter algo grande de color granate y la túnica negra del baile pero sin la corbata ni la pajarita. No tenía nada de ropa mágica así que eso también tendría que remediarlo, al parecer. La ropa que había encontrado, y que servía, de la Sala que Viene y Va era anticuada y ninguna de su talla. A penas había podido salvar unas túnicas, cinturones, alguna que otra camisa y pantalón y zapatos. Olvidándose de ello subió las escaleras del banco y esperó a ser atendido en una de las colas. Por suerte había poca gente.

—¿Qué desea? —preguntó secamente el duende al atenderle.

—Me gustaría hablar de mis asuntos personales —le dijo él, sacando su llave y depositándola en la mesita.

El duende la inspeccionó y luego miró sus ojos hechizados. —En cuanto pase esas puertas desaparecerán, mago.

—Está bien.

El duende que le acompañó adentro no se presentó ni le miró cuando sintió el glamour colapsar y desaparecer. Justo cuando vio el vagón mágico el duende torció a otro pasillo y él le siguió, confuso.

—¿A dónde vamos?

—Su contable quiere verle —le explicó escuetamente el duende y golpeó una puerta antes de girarse a mirarle—. Le está esperando.

El duende que le esperaba, sentado tras una gran mesa, era conocido. Era el primer duende que le atendió la primera vez que pisó Hogwarts, y no estaba hablando de Griphook quien le acompañó hasta su cámara. No, este duende no se había presentado pero tenía un aspecto más anciano que Griphook, mucho más elegante y astuto. Las pequeñas gafas estaban puestas en su picuda y gran nariz aguileña y su cabello escaso era blanco y peinado tras sus largas orejas. Vestía un traje con pajarita negra y en las manos largas con largos y finos dedos cogía una pluma negra y mediana, con reflejos azulados. El duende le miró con sus penetrantes ojillos negros y le hizo un ademán de mano para que se sentara.

—Señor Potter, llevo mucho tiempo esperando su visita —le dijo el duende, nada más sentarse—. Mi nombre es Gornuk.

—Le he visto antes, ¿no es así? —preguntó él, incapaz de dejarlo pasar.

—Sí, esperaba que estuviera solo cuando visitara el banco y poderle recibir en persona. Por eso relevé aquel día a Griphook, el hijo de mi hermano, de su lugar de trabajo.

—Pero estaba con Hagrid.

—Sí, razón por la cual mandé a Griphook a acompañarle como si fuera un mero carretillero. Esperaba el momento en que Hagrid le dejara solo y pudiera ponerse en contacto con usted, pero no pudo ser.

—¿Ponerme en contacto?

—Después de todo este tiempo —el duende pareció al borde del suspiro pero simplemente posó su cabeza en las manos cruzadas— he comprendido que no tiene usted ni idea, ¿verdad?

—¿De qué?

—De sus finanzas por supuesto —Gornuk sacó un sobre abierto—. Este era el último testamento de sus padres, hecho poco tiempo antes de esconderse en Godric's Hollow. Para ese entonces sus padres no sabían que Peter Pettigrew acabaría traicionándoles y que Sirius Black acabaría en Azkaban. De hecho, todo el mundo cree lo contrario, incluso Dumbledore.

—¿Y cómo lo saben los duendes? —preguntó él, en un hilo de voz, con el corazón latiendo frenéticamente. Esto no lo esperaba.

—A Gringotts no le importan los asuntos personales de sus clientes mientras tengan oro y sus interesen no afecten negativamente al banco —el duende sacó otra carta abierta y la puso sobre la mesa—. No obstante, a los duendes les gusta saber con qué personas tratan y es por eso por lo que sabemos exactamente cuáles de nuestros clientes tienen cierta marca tenebrosa en el brazo. Después de todo, nuestras guardas mágicas son unas de las mejores del mundo.

—Ya veo... —así que Pettigrew debía haber aparecido en Gringotts, marcado. Eso, sin embargo, no explicaría como sabían que Sirius no era un mortífago—. ¿Y cómo saben de Sirius? ¿Cómo saben que no es un mortífago?

—Por su propio testamento. Sellado y escrito en sangre, Sirius Black, primo tercero de James Potter, es el Padrino mágico de Harry James Potter. No sé si sabe cuáles son los deberes de un padrino, o madrina, mágico pero Sirius Black debería estar muerto si de alguna forma hubiera causado daño alguno a su persona y, sin embargo, lleva esa cicatriz en su frente y Sirius Black está vivo, como muestra que su cámara esté aun activa —Gornuk le entregó el segundo paquete, el testamento de Sirius—. Creo que necesitará esto si pretende que su padrino tenga un juicio justo, uno que nunca tuvo. Eso es una copia, podrá hacer con ella lo que quiera.

—¿Por qué? ¿Qué gana Gringotts de esto? ¿Y por qué ahora?

—Los Black han sido casi extintos en los últimos años y el dinero de los Black no puede ser tocado sino es por un Black. El dinero que no se mueve no produce riquezas a largo plazo y en este banco estamos muy... interesados porque el dinero se mueva —le sonrió peligrosamente Gornuk y Harry suprimió un escalofrío en la pequeña oficina iluminada por la luz que atravesaba la mágica ventana—. Por qué ahora, dice... Hemos esperado casi cuatro años para tener esta oportunidad, creí que nunca podría contactar en persona con usted sin que estuviera acompañado.

—¿Y no podría haber mandado una lechuza?

—¿Y arriesgar Gringotts si hubiera sido interceptada? No —Harry asintió puesto que no lo veía alocado que intentaran robarle la correspondencia—. Ahora que podemos hablar tranquilamente le puedo decir algo más, algo relacionado con el Torneo de los Tres Magos que quizás no sabe.

—¿El qué?

—¿No le dijo Dumbledore que solamente alguien adulto, de más de 17 años, podía ser elegido por el cáliz?

Harry asintió. Era por eso por lo que había sido tan repudiado en Hogwarts. —Sí, incluso puso una línea de edad.

—Y sin embargo su nombre apareció.

—Yo no lo puse —contestó fríamente él. ¿Incluso los duendes iban a criticarle?

—Claro que no, solamente alguien adulto podría haber cruzado el hechizo. Es por eso por lo que en Gringotts sabemos que es inocente pero la cuestión es que su nombre salió elegido y, automáticamente, eso cambió las cosas. Solo un adulto puede poner su nombre en el cáliz y ser un campeón.

—Pero yo solo tengo 14 años.

—Creo que no me ha comprendido bien. Un mayor de 17 años podría haber puesto su nombre en el cáliz porque es adulto pero un adulto no es necesariamente alguien mayor de 17 años —y entonces lo comprendió de golpe. Se quedó mudo de la sorpresa y Gornuk lo vio—. Veo que lo comprende. Desde que su nombre salió elegido está, para bien o para mal, emancipado. Ni siquiera el Ministerio puede hacer algo para impedirlo porque su emancipación ha sido mágica.

—¿Significa eso que ya no tengo guardianes en el mundo muggle? —preguntó él puesto que su mayor problema había sido volver con los Dursley.

—Ni en el mundo muggle ni en el mundo mágico. Es adulto en ambos mundos y delante de todas las leyes habidas y por haber.

—Vale, perfecto —reflexionó en voz alta, sintiéndose algo mareado de nuevo—. ¿Y ahora qué pasa?

—Ahora puede hacerse cargo del título de su familia —le dijo el duende, pasándole una cajita negra de aspecto inocente—. El anillo de la Noble y Ancestral Familia de los Potter.

Era extraño como los libros de Hermione habían resultado ser un milagro. Ahora entendía prácticamente todo lo que Gornuk le estaba diciendo. La sorpresa era darse cuenta de que los Potter eran una familia antigua. Para ser Noble al menos siete de sus miembros debían ser magos o brujas reconocidos mundialmente – del tipo inventores de hechizos a nivel internacional o pociones que erradiquen enfermedades y otro tipo de acontecimientos increíbles – como parecía ser su familia, y para ser Ancestral una familia tenía que haber existido al menos veinte generaciones. El anillo de los Potter era de un metal plateado y tenía el escudo tallado de forma circular sobre una piedra rojiza. Era un escudo rodeado de flores de cinco pétalos y hojas con un yelmo encima. En el mismo escudo había una gran P gótica en medio de una cornamenta de algún tipo de venado o ciervo. Abajo, rezaba en latín "Amor Vincit Omnia".

—Está hecho de platino, el metal puro más duro, y de diamante rojo, el más raro de todos los diamantes —le informó Gornuk, rompiendo su concentración—. Las flores son Saxifraga oppositifolia, crecen en climas árticos o zonas montañosas; son comestibles, al principio son amargas, pero después su sabor se vuelve dulce; sus raíces son capaces de partir la piedra más dura. El lema de los Potter es "El amor lo vence todo". Sin duda alguna, es un escudo que representa bien a su familia...

—Irónico... —musitó para sí mismo él, puesto que había sido el amor de su madre el que había acabado con Voldemort y le había protegido a él de morir.

Se puso el anillo sin que tuviera que decírselo Gornuk y sintió la magia de su familia entrar en él y rodearle. Era como recibir un abrazo colectivo de toda su familia, una familia que le quería y le protegería hasta su hora final en este mundo. De repente, algo cambió y la familia se volvió protectora y amenazante a la vez. Gornuk retrocedió y observó como la cicatriz famosa de Lord Potter se reabría por enésima vez y empezaba a supurar. La sustancia negra y maligna parecía vaporizarse en el aire, pero Lord Potter, inconsciente en su silla, no parecía darse cuenta. Un instante después todo quedó en calma, la cicatriz se curó por siempre jamás y Harry James Potter volvió a tomar posesión de su cuerpo, sintiéndose más puro y con más energía que nunca, pero incapaz de ponerse recto en su silla debido al cansancio que sentía mentalmente.

El duende miró a su cliente, que parecía estar mirando incrédulo a su nuevo anillo, y carraspeó la garganta, como si no hubiera pasado nada. —Sigamos con los asuntos de dinero.

Pero Gornuk era muy consciente de lo que acababa de pasar. No obstante, como era un duende, no pensaba interferir en asuntos de magos. Lo que sí que haría sería informar a los duendes pertinentes y asegurar que Gringotts fuera analizado de arriba a abajo para deshacerse de semejantes abominaciones. Después de todo, no importaba quién muriera cuando se deshicieran de los posibles horrocrux. Sería, sin duda alguna, un estúpido mago.

—Sus padres le dejaron toda su fortuna, Lord Potter —prosiguió Gornuk como si nada y Harry le miró fijamente—. Ahora podrá acceder a todas las cámaras.

Harry le siguió el hilo, pensando en cómo el duende estaba haciendo el esfuerzo por redirigir la charla y olvidar lo sucedido —¿Cuántas cámaras tengo?

—Tres. La cámara que ha estado usando era su cuenta fiduciaria, tiene otra igual abierta hace 14 años por Sirius Black y la cámara principal de los Potter donde está la fortuna principal y otras cosas que hayan guardado a lo largo de los años.

—Me gustaría invertir parte del dinero —comentó Harry, viendo el interés en los ojos del duende—. Tanto en el mundo mágico como en el mundo muggle.

—Aquí en Gringotts podemos invertir su dinero, en ambos mundos, con un contrato de privacidad y de productividad, obviamente. Su madre decidió invertir en el mundo muggle poco después de su boda con James Potter, a la compañía de Yves Saint Laurent, creada en 1961, y Gucci fundada en 1921. Increíblemente tuvo buen ojo, Lady Potter, a pesar de ser una marca muy nueva. En 1992 Yves Saint Laurent tuvo pérdidas pero ahora ha sido vendido y recupera notablemente el crecimiento. Recibe anualmente un ingreso íntegro de 250000 galeones; la cuota de asesoría y la planificación financiera a Gringotts ya está pagada.

—Entonces de ese total ya habéis cobrado vuestra parte, ¿no? ¿Podríamos hacer otro contrato para unas nuevas inversiones?

—Por supuesto. ¿En qué quiere invertir?

—Las compañías de nuevas tecnologías muggle como ordenadores y esas cosas. Son muy nuevas, pero algo me dice que, al ser tan útiles, no tardarán en mejorarlas.

—Sin duda. Permítame que le recomiende invertir en las empresas indexadas del Dow Jones estadounidense; es un promedio de las treinta empresas transadas en Estados Unidos. Ahora está al alza y, sin duda, podrá beneficiarse por muchos años.

—¿Treinta empresas? Eso significa que tendré que invertir en todas ellas, ¿no es así? —preguntó él algo nervioso.

—No tiene por qué invertir en todas, aunque ahora son todas muy rentables de lo contrario el Dow Jones estaría a la baja —Gornuk sacó un contrato y unos papeles—. Le explicaré nuestra política de inversiones, algo por lo que muy poca gente pregunta. En Gringotts aceptamos una suma inicial de dinero del cliente y, una vez se definen los objetivos, se redacta un contrato mágico. En éste se especifica todo, incluido la paga del duende en cabeza del plan financiero; en este caso sería yo. Eso significa que usted lo deja todo en mis manos y yo invierto el dinero según las condiciones del contrato.

—¿Y si hay pérdidas?

—El contrato ya incluye pérdidas y también las ganancias. Por poner un ejemplo: un contrato incluye que el cliente dedica un 10% de su fortuna, que equivale a un millón de galeones, a una empresa de moda. El plazo para que dé fruto la inversión es de 1 año a 5 años. Si en ese plazo, por año, no hay una ganancia de más del 25% de lo invertido inicialmente – exactamente 250000 galeones – los duendes le bonificarán la pérdida pero, si al contrario, hay una ganancia igual o mayor al 25% los duendes recibirán un 20% de la ganancia de forma anual.

—Así que, si el primer año la ganancia es de 300000 galeones, un 20% de eso se lo llevará Gringotts.

—Exactamente.

—Es muy arriesgado, ¿no? Para Gringotts. ¿Dónde está el truco?

—No hay truco. Los humanos se niegan a darse cuenta de que los duendes tenemos un don especial para el oro. Somos capaces de leer los índices muggles o mágicos y ver cuándo es el momento de retirarse y cuando es el momento de comprar.

—¿Entonces cómo es que nadie más invierte? —preguntó todavía incrédulo él.

—Porque somos duendes, Lord Potter. No confían en nosotros. Muchos de los magos y brujas que guardan su oro en Gringotts no desean tratar con nosotros más de lo mínimo. Independientemente de que puedan ganar dinero o no con nuestras inversiones —dijo Gornuk con un claro resentimiento en la voz. Harry le comprendía. Sabía lo que era que desconfiaran de ti por tu forma de ser o por quién fueras—. Entonces, ¿está dispuesto a hacer el contrato, Lord Potter?

—Por supuesto.

Casi una hora más tarde, después de haber redactado un contrato claro y sin letra pequeña, ambos firmaron con una pluma de sangre. Gornuk, nuevamente, tenía permiso para manejar la fortuna Potter, invertirla y ganar dinero a título personal. Cuanto más ganara en su nombre, mayor sería la tajada que se llevaría Gringotts y, por supuesto, Gornuk. Sabía que haría todo lo posible para ganar dinero. Sin duda había dejado su dinero en buenas manos, por el momento. Con un monedero sin fondo encantado salió al Callejón a comprar los regalos de Navidad de sus amigos y un nuevo armario mágico. Como no tenía ni idea de qué necesitaba dejó que Madam Twilfitt de Twilfitt & Tatting le midiera, anotara los colores que más le favorecían – una vez se quitó el glamour y dejó que viera quién era – y le enviara su nuevo armario a Hogwarts mediante una lechuza.

Comprar en el mundo muggle era mucho más fácil. Para empezar los precios estaban puestos en cada prenda y sabía que necesitaba para llenar su armario entero. Acabó comprando siete tejanos negros, azules, grises y marrones así como un par de zapatos de deporte, quince prendas de ropa interior y calcetines, un cinturón negro y otro marrón además de múltiples jerséis, camisetas, un par de suéter, bufandas y guantes, unas botas marrones de piel y una chaqueta de invierno. En total solo gastó 360 libras, más o menos, que suponía unos 18 galeones.

—Tallarines con salsa carbonara —pidió ese mismo medio día, sentado en un restaurante muggle vestido con parte de su nueva ropa y el encantamiento de glamour puesto en su rostro una vez más.

—Aquí tiene.

Comió famélico pensando en todo lo que había descubierto. Dumbledore le había dejado con los Dursley porque ni siquiera él había estado advertido de que Pettigrew no iba a ser el guardador del secreto. Suponía que fue un grave error por parte de sus padres, no decírselo a nadie, pero estando en peligro de muerte era comprensible. Eso no quitaba cómo era que Dumbledore, siendo tan poderoso en el Ministerio, no pudiera pedir un juicio para Sirius. Suponía que tenía algo que ver con la protección que su madre le había dado y de la que tanto hablaba. Aun así, no pensaba pisar los Durlsey. Vio la carpeta color crema que Gornuk le había dado y supo que al menos tenía algún sitio a donde ir. Como pensaba sus padres tenían todavía la letra de Godric's Hollow, que era suya en su totalidad, y también varias casas más que habían comprado a lo largo de los años los Potter.

Aun así, según Gornuk, tendría que contratar a un abogado. Primero para que Gringotts pudiera exigir el dinero que muchos habían hecho con su nombre y que él no había visto en absoluto; como libros o algún que otro juguete. Después tendría que pedir un juicio para Sirius, su padrino, y si no se lo concedían denunciar al Ministerio. Por suerte la fortuna de los Potter estaba intacta ya que nadie podía acceder a ella y los asientos en el Wizengamot no habían sido usados en más de 14 años, desde que sus padres se escondieron.

Con un suspiro se centró una vez más en su comida y ésta dejó de saberle a ceniza.

28 de Diciembre, Jueves

El anillo que era obviamente mágico desapareció cuando notó su pánico al coger el Autobús Noctámbulo. Más bien se volvió invisible pues su peso era reconfortante en su dedo anular derecho; al contrario de lo tradicional en el mundo muggle, se llevaba en la mano derecha en el mundo mágico para que, al saludar, todos supieran de qué familia se trataba. Era bastante práctico considerando los feudos de sangre y otros temas peliagudos relacionados con la Familia. Sí, en mayúscula.

La carta que había sellado en su sobre después de haberla escrito con su estilográfica muggle – mucho más elegante y menos propensa a manchar el papel – era una respuesta a Johnson & Boot. La firma de abogados había aceptado representar una vez más a su familia y habían iniciado ya el caso del "uso fraudulento de su nombre para beneficio ajeno", tal y como decía Jaques Boot. Sabía que sería un caso fácil puesto que solo tenían que recopilar información de ventas sobre su nombre y sobre sus cuentas en Gringotts. El caso de Sirius, no obstante, había sido iniciado también, pero con el silencio más absoluto. Boot se había sorprendido al darse cuenta de que los documentos de Gringotts, sellados en sangre, proclamaban a Sirius Black como inocente, pero eso no le había echado atrás. Según su nuevo abogado se pondría en contacto con las personas pertinentes para llamar la atención al hecho que no había habido juicio alguno. Cuando se levantara el revuelo y se negaran a darle un juicio publicarían el testamento de Sirius y, sin poder negarse, se verían forzados a llevar el juicio a cabo.

Mientras tanto Sirius, que había vuelto al país, se tendría que desplazar a Gringotts para recibir su tardía herencia que, sorprendentemente, Arcturus Black le había legado. Así, con las propiedades de los Black bajo su nombre, podría refugiarse hasta que el juicio no se hiciera público. De hecho, ya le había enviado una carta a Sirius diciéndole que fuera a Gringotts y se escondiera, pero nada más, temeroso de que ahora las cosas se torcieran cuando por fin parecían a punto de arreglarse.

—Señor Potter —le llamó una voz y vio a la Profesora Babbling entrar en el Gran Salón y dirigirse a él.

Hermione levantó la cabeza del Diario Profético y los miró. —Debe ser tu examen, Harry.

—Así es. Me gustaría que se pasara por mi despacho luego de comer. ¿Le va bien? —preguntó la Profesora y él asintió.

—Claro.

Media hora más tarde, cuando Hermione no podía resistir la tentación, fueron directos al despacho de la Profesora de Runas, a pesar de que todavía debía estar comiendo.

—¡Seguro que te ha ido genial!

—Solo espero que no haya ido mal —suspiró cansado él. Llevaba a penas un tema de los cuatro temas de Runas que tenía que aprender para el próximo trimestre.

—No ha ido mal, señor Potter, nada mal —le dijo de improvisto la Profesora y les hizo pasar cuando abrió la clase con la varita—. De hecho, estoy gratamente sorprendida. Creo que tiene un don para Runas.

Hermione y él se sentaron en un par de sillas y vieron como sacaba el examen. —No ha fallado nada.

—¿Nada? —preguntó Hermione por él, cogiendo el pergamino—. Esto es increíble Harry.

—Si, y por eso me gustaría que se pusiera al ritmo de los otros cuanto antes. Es por eso por lo que les voy a dar varios apuntes —miró a Hermione que parecía apunto de botar en su silla del entusiasmo— para que pueda entender mejor el libro y para que la señorita Granger pueda repasar si lo desea.

Hermione cogió los papeles por él y los ojeó rápidamente, mientras él miraba por encima del hombro. Minutos más tarde, después de recibir unos últimos consejos de la Profesora, salieron directos a la Sala Común de Gryffindor, mayoritariamente vacía en las vacaciones.

—¿Sabes lo que esto significa? ¡La Profesora Babbling cree que puedes ponerte al día en solo dos semanas!

—También tenemos el gira tiempos —le recordó Harry y Hermione asintió, pensativa.

Esa misma tarde Hedwig se presentó cargando con tres nuevas cartas, lo que le sorprendió por la rapidez de la respuesta, solamente esa misma mañana había recibido la primera carta de su abogado; una de Sirius, una de Jaques Boot y otra de Gornuk. Era la primera vez que recibía tantas cartas juntas. Por suerte, su preciada Hedwig había tenido el sentido común – algo extraño viniendo de una lechuza – para esperar en el dormitorio a solas, sabedora de que Harry no quería que nadie viera que tenía correspondencia.

Estimado Lord Potter,

Le informamos que ya hemos iniciado contacto con Amelia Bones, Cabeza del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica. Además, hemos registrado a petición suya la forma de animago de Sirius Black en el Ministerio. Afortunadamente nadie se ha percatado de los cambios en el registro, ni lo harán hasta que no actualicen la lista y analicen el registro de nuevo.

Hemos recibido también una copia sellada de Gornuk, de Gringotts, del testamento de Sirius Black que será válida para cualquier juicio y ya ha sido enviada a Madam Bones. La respuesta de Madam Bones ha sido rápida y concisa: investigará el asunto del juicio, o la falta de éste, de Sirius Black. No obstante, en respuesta a mis preguntas sobre una fecha Madam Bones recomienda que esté libre el día 2 de Enero (1996), martes, a las 12.00 en punto de la mañana. Le aviso que será mejor presentarse en el Ministerio al menos 4 horas antes. No sería osado pensar que el Ministerio intentara condenar a Sirius Black por juicio in absentia, como ya se ha hecho en ocasiones anteriores. Sin embargo, por ley, el Ministerio solo puede adelantar un juicio 3 horas antes y siempre notificando primero por carta.

Debido a que es usted mi cliente, y no Sirius Black, necesitaría que le enviara una serie de instrucciones en mi nombre. Cuanto menos contacto con el imputado tenga mejor, así no podrán acusar a la defensa de ayudar a un "criminal convicto", por muy inocente que sea a nuestros ojos. Dígale a Black que no puede salir más transformado, que esté oculto y seguro.

¿Le parece bien encontrarnos mañana en el Callejón Diagón para estructurar la defensa de Black? Hay cosas de las que me gustaría hablar en persona. Llegaré a la oficina a las 8 de la mañana, a partir de esa hora estaré disponible hasta las 9 de la noche.

Cordialmente,

Jaques Boot,

Heredero de la Casa Boot.

Harry cerró pensativo la carta en su sobre. Sin duda alguna Madam Bones se estaba dando prisa por arreglar la situación y por hacer justicia. Entendía, además, porqué. Si otros indeseables del Ministerio se enterasen de que tenían pruebas de que Sirius Black era inocente seguramente preferirían silenciarlo con un simple asesinato. Ya lo habían planeado hacer el año pasado pero, por suerte, Sirius había escapado. De ahora en adelante Sirius sería el chivo expiatorio perfecto; cualquier cosa que fuera de mal en peor sería culpa de Sirius Black, y solo el Ministerio sabría la verdad. El rebaño de idiotas que eran los magos y brujas de este país se lo creerían, como todo lo demás, y no pasaría absolutamente nada para remediarlo. Si Amelia Bones era justa, tan justa como decían, ahora mismo debía estar tirándose de los pelos de la frustración.

Querido Harry,

Me he escondido en una casa de mis padres, tal y como te prometí. Es tal y como recordaba y la sigo odiando, pero al menos estoy cerca y a salvo. A Kreacher, el elfo doméstico de los Black, le he ordenado que responda a tu llamada y haga lo que le ordenes, si es necesario. Supongo que al menos el contacto será más rápido que usando a Hedwig o a cualquier otra lechuza. Y más seguro.

En cuanto a lo del registro... sí, tienes razón. Tendría que haberme registrado, pero en Azkaban me era imposible hacerlo. Al menos ahora no podrán condenarme de nuevo por ser un animago ilegal. ¿Te imaginas, volver a Azkaban por algo tan absurdo? ¡Al menos me condenarían de forma justa! Dejando bromas aparte, mañana me presentaré en Gringotts. He recibido una carta interesante de mi contable, ¿sabes algo de ello? Seguro que sí.

Respecto al torneo... piensa con la cabeza. No actúes a lo loco, como haría yo. O James. Cada vez veo más en ti de Lily. Ella era la más inteligente de todos nosotros.

Cuídate, y nos vemos pronto,

Padfoot.

La carta de Gornuk, al contrario que las otras, no era más que un informe semanal. Al parecer ya había invertido la cantidad de dinero acordada en las empresas acordadas. Por otro lado, también había unido todas sus cámaras en Gringotts bajo una sola cámara. La nueva llave, una vez que pusiera una gota de sangre, solo le serviría a él. La miró, adjunta bajo unos fuertes encantamientos en el sobre, y vio que igual que las otras. Lo único distinto era un diminuto agujero en la parte superior por donde pasaba una cadena plateada, encantada por supuesto. En cuanto se puso el nuevo collar, tras ponerle su correspondiente gota de sangre, éste desapareció pero al tocarse el torso notó el contorno de la llave encima de su pecho.

—Kreacher —llamó. Acto seguido apareció un elfo doméstico y él, que solo había visto a Dobby y a Winky, mucho más jóvenes y cordiales, se asustó al ver el rostro arrugado y enfadado de Kreacher.

—El amo mestizo de sangre sucia le llama, al pobre Kreacher.

Harry sintió algo contraerse al ver al sucio y descuidado elfo enano insultar la sangre de su madre. —A partir de ahora me llamarás amo Harry, ¿me has entendido? Es una orden.

Kreacher parecía apunto de vomitar y estrangularle a la vez, pero asintió casi rechinando los dientes. —Kreacher lo entiende, amo Harry.

—También te ordeno que no insultes a nadie, ni a nada, y que te comportes como un elfo digno de los Black —el elfo pareció tomarse mejor sus órdenes al mencionar la dignidad de su casi difunta familia así que siguió por esa tónica—. No quiero que contactes con nadie, es una orden, hablarás solo con Sirius y conmigo, y nunca hablarás si sabes que hay alguien escuchándote que no seamos Sirius o yo, esa es otra orden. No quiero que contactes con nadie, ni por carta ni por ningún otro método que permita que pases información a nadie salvo a Sirius Black o a mí, te lo ordeno.

Kreacher asintió, de mala gana. —Te ordeno explícitamente que no contactes con ningún mortífago ni ningún mago o bruja asociado a Voldemort, también llamado Tom Riddle o Quién-tú-sabes. No contactes con los Malfoy, ni con ninguna otra familia oscura que quiera hacer daño a los Black. Si escuchas algo que pueda afectar a Sirius Black o a mí, Harry Potter, quiero que nos lo comuniques al instante, te lo ordeno Kreacher.

—Sí, amo Harry.

Harry miró con cierto desdén al elfo, fingiendo, pero a la vez sintiendo lástima por él. —Ya veremos si Kreacher, el elfo doméstico, sigue siendo tan útil al último de los Black.

Los ojos de Kreacher brillaron con ira y con nueva motivación. —¿Hay algo que Kreacher pueda hacer por el amo Harry?

—Sí, envía esta carta a Sirius, no dejes que nadie lea o vea mi correspondencia nunca.

—Como ordene, amo.

El pequeño 'pop' marcó la desaparición de Kreacher y entonces se dio cuenta de algo muy útil: los elfos domésticos podían aparecer y desaparecer de Hogwarts. Algo que un mago o bruja se suponía que no podía hacer. Apuntó mentalmente esa información, seguro que algún día le servía de algo.

29 de Diciembre, Viernes

—Sin duda alguna intentarán hacerle parecer un loco, un necio.

—Intentarán desacreditarme —resumió él y Jaques Boot asintió.

Mirar a Jaques era como mirar el original de una copia, la copia siendo Terry Boot. Tenía el mismo cabello rubio castaño y los mismos ojos marrones. Al menos, era más alto y musculado que su hijo, y tenía una barba bien perfilada que le hacía parecer más elegante e inteligente. Jaques era, sin duda alguna, un buen abogado. Se había centrado en la información que tenían y había planteado las posibilidades de cara al juicio. Él, que era uno de los principales testigos junto con Ron y Hermione, sería llamado a testificar.

—Llamaré a testificar a la señorita Granger, primero ella y luego el señor Weasley —a la mención de Ron él se encogió de hombros, indiferente—. Espero que, al testificar ella primero podamos reducir el impacto que tendrá, a pesar de ser una nimiedad, el hecho que Lord Black haya arrastrado al señor Weasley en contra de su voluntad.

—¿Qué podrían decir de eso? —habló Sirius, por primera vez en toda la conversación.

Jaques suspiró. —Intentarán hacerle parecer, en términos muggles, el malo de la película. Le acusarán de maltrato a un menor, seguramente.

—Pero Sirius no le hizo daño a Ron, apenas le torció un tobillo —Sirius, con una sonrisa, no le corrigió pero se acordaba que había habido sangre—. Si le pregunta a Ron podrá hacer ver a todos que Sirius no le maltrató.

—Y eso haré. Además, tenemos otra carta contra esa posible imputación: Sirius Black estaba protegiendo a Ronald Weasley de un asesino.

—Pettigrew.

—Por supuesto. Claro está, el hecho de que nadie supiera que estaba escondido en forma de rata, o que era un asesino, es redundante en estos momentos.

—Entonces eso es salvable, ¿no? —preguntó Sirius de nuevo y Jaques asintió—. ¿Y qué pasa con Snape y Fudge? Snape me vio, escuchó y vio a Petter.

Jaques sonrió con malicia. —Al señor Snape le acusaremos de ocultación dolosa de la verdad, intento de homicidio involuntario y perjurio. A pesar de conocer la verdad, el señor Snape confirmó y mintió sobre la veracidad del testimonio del señor Weasley, la señorita Granger y Lord Potter, con el conocimiento de que, de no haber escapado usted, habría recibido el beso del dementor aun siendo inocente.

—Eso explicaría lo del intento de homicidio involuntario —gruñó Sirius, con el rostro ennegrecido del odio.

—¿Y perjurio?

—Delante de un importante miembro del Ministerio, el Ministro mismo, capaz de ejecutar la Ley el señor Snape le acusó a usted y a sus amigos de mentirosos. Aun sabiendo que quien mentía era él —Jaques miró su pergamino y apuntó algo—. Añadiremos también obstrucción a la justicia. Cuantos más cargos contra él más tendremos para acusarle y condenarle.

Los ojos de Harry brillaron. —Entonces déjeme que le cuente algo...

Durante horas estuvieron hablando de Snape, añadiendo cargos contra su lista, y poniendo apunto la defensa de Sirius. A los dos días de su juicio Harry tendría que volver a testificar contra su demanda por usar su nombre en beneficio ajeno. Por suerte, ese juicio sería breve y no tendría que testificar nadie más, salvo él, de su entorno. Hermione, como no, recibió una carta de su abogado esa misma tarde para avisarle de que requerirían su testimonio en el Wizengamot. Ron, quien todavía residía en el castillo, fue el primero en ondear su carta bajo sus narices.

—¿Un juicio? —le preguntó sorprendido—. ¿Cómo ha conseguido Sirius un abogado?

Hermione, que apareció por las escaleras y se coló en el dormitorio que solo residían Ron y él, le miró con comprensión y perspicacia en los ojos. Al parecer hablarían de ello largo y tendido más tarde.

—Ni idea —contestó él y se encogió de hombros. Técnicamente no estaba mintiendo puesto que el abogado lo había conseguido él.

—Ya era hora —afirmó Hermione, sentándose en su cama y Ron se sentó en la suya—. Por fin va a hacerse justicia.

—Eso espero —entonces sacó otra carta—. Yo también he recibido un aviso para testificar. Tendré que presentarme allí a las ocho de la mañana.

—Tendré que hablar con mis padres —pensó Ron en voz alta—. Les enviaré una lechuza esta misma noche.

Hermione asintió y luego se giró a verle. —Tenemos que acabar ese ejercicio de runas, Harry, no creas que hoy te escaparás.

Harry suspiró, pero se levantó de la cama. Sabía que Hermione quería hablar de lo sucedido porque, de hecho, estaban usando su gira tiempos para estudiar Runas, tal y como habían estado haciendo desde hacía semanas. Bajaron en silencio hasta la clase abandonada donde habían estado practicando, mucho más accesible que la Sala que Viene y Va, y que habían hechizado para negar la entrada de ciertas personas. Hermione no esperó ni un segundo.

—El abogado debe ser tuyo, ¿no?

—Obviamente —contestó sarcásticamente él—, ¿crees que Sirius está tan cuerdo, después de doce años en Azkaban, como para pensar rectamente?

Hermione se cruzó de brazos. —¿Por qué no me lo dijiste?

—No se lo dije a nadie, de hecho. Quería que nadie se enterase hasta que fue el momento oportuno —se sentó en una silla, limpia pero igualmente raída—. Para ser sinceros yo me enteré ayer del juicio. Fue Madam Bones la que quiso hacerlo cuanto antes.

—¿Y qué pasa una vez Sirius sea libre? —preguntó Hermione—. ¿Por qué ahora?

—Porque no pienso aguantar más las tonterías de los Dursley, Hermione, prefiero escapar que pisar una vez más su casa —de lo único que podía quejarse era de haber tenido un ataque de ansiedad planeando su fuga en una tienda mágica de campaña que ahora no le serviría para nada—. Ya sabes cómo es allí dentro.

Hermione suspiró y le miró compasiva. —¿Y qué pasa con las protecciones que Dumbledore puso?

—Ellas no me protegen de los Dursley.

—Y a los Durlsey, ¿quién les protegerá?

Harry la observó con una mueca de asco en el rostro, incrédulo. —¿Y eso a mí qué me importa? Si Vernon o Petunia son tan inteligentes como siempre dicen ser se marcharán y no volverán a pisar Privet Drive. De hecho, pensaba mandarles una carta, una vez Sirius sea libre —miró a su amiga muy seriamente, tanto que Hermione se puso recta de golpe—. Quiero dejar una cosa clara, Hermione, no quiero que nadie se entere de esto antes del día del juicio. No quiero que le vayas a Dumbledore o a McGonagall con la carta.

Hermione enrojeció, no supo si de la vergüenza o la ira. —¡Eso era distinto!

—Quizás —asintió él, pensando en la escoba—, esto es distinto. Dumbledore no es nada para mí más que el director de esta escuela, él no decide donde voy o qué hago. Ya no. Te considero mi mejor amiga, Hermione, pero si decides contarle algo a alguien de esto, o de mis futuros secretos, será la última vez que hablaremos, aunque me duela mucho cortar de raíz.

Durante un largo rato estuvieron callados, cada uno en sus pensamientos. Harry solo podía pensar en lo mucho que dolería si Hermione decidía traicionarle pero, por otro lado, no podía estar rodeado de gente dispuesta a apuñalarle por la espalda. Necesitaba confianza y seguridad y hasta ahora no lo había tenido del todo. Parecía que, a medida que tomaba el control de su vida, las cosas empezaban a cambiar y cambiaban a su gusto. Quizás era porque había decidido dejar de aguantar los insultos y vejaciones de otros, o quizás era porque se estaba convirtiendo en un adulto...

—Está bien —le cortó de sus pensamientos Hermione—. Veo por qué no quieres que lo sepa nadie, y no diré nada. Me duele que pienses así de mí, pero mirando atrás comprendo por qué dudas de mí. Te considero mi mejor amigo, también, y solo quiero lo mejor para ti.

—¿Y eso es estar con los Dursley y hacer caso a Dumbledore?

—No Harry, es que seas feliz, y para ser feliz hay que vivir —reprochó Hermione suavemente—. No soy tonta, he visto cosas que me dan ganas de ir y estrangular a tus tíos, pero si no lo he hecho es porque en su casa estabas a salvo. Ahora Sirius podrá protegerte, ¿no? No tienes porqué volver con los Dursley.

Harry cerró los ojos, emocionado y sin saber por qué. —Gracias, Hermione.

Su amiga le abrazó de repente y sintió un peso desvanecerse de sus hombros. Uno que no sabía que soportaba.