CAPÍTULO 5: Misterio resuelto
20 de Enero, Sábado
Llevaba días soñando. El artículo de Rita Skeeter había tenido un efecto mayor de lo que él había imaginado. Algunos de sus compañeros en Hogwarts que en un futuro pudieran haber considerado unirse a Voldemort ahora parecían totalmente asqueados y horrorizados. Suponía que imaginar arrodillarse ante un mestizo, ser torturado por éste y llevar a cabo actos inhumanos para éste, era mucho menos glamuroso de lo que habían pensado, sobre todo porque siempre habían presumido de ser sangre pura – de ser mejores – cuando realmente su amo era un mestizo mucho más poderoso que ellos. El Karma era, a veces, algo terrible y divertido. La sonrisa cruel y burlona que había vestido todos esos días era capaz de hacer vomitar de la ira a la mayoría de los Slytherin de su año.
Aun así, lo mejor había sido la reacción de Voldemort. Como pensaba su ira había alimentado el extraño vínculo – uno que tendría que investigar – entre ambos; todas las noches desde ese medio día se iba a dormir para espiar a su enemigo. Lo extraño es que sus sueños no parecían dolerle como antes, ahora se había convertido en un mero espectador y no en un participante pasivo como antes. Como pensaba algo estaba pasando con el torneo puesto que Voldemort lo seguía muy de cerca. Lo que no se había imaginado era que, de alguna forma que todavía no sabía, Voldemort pensaba hacerle ir a Little Hangleton para usarlo en un ritual desconocido. De solo pensarlo le daban escalofríos.
—Eres un inútil, Wormtail —había siseado con ira una noche delante del fuego Voldemort, la serpiente Nagini enroscada en la alfombra mohosa—. Menos mal que Barty no me fallará desde Hogwarts. Sino te necesitara ten por seguro que estarías bajo tierra, como el malnacido de mi padre. Es más, podría matarte ahora mismo y enterrarte en el cementerio en la tumba de mis parientes allí abajo así que no me falles otra vez. No querrás que tenga que castigarte...
—S-s-sí, m-mi S-señor.
Se acordaba de esas palabras perfectamente porque eran lo que necesitaba, la confirmación de que había un mortífago en Hogwarts y de dónde se encontraba Voldemort. Solo había tenido que revisar unos cuantos periódicos muggles, con la ayuda de Dobby por supuesto, para saber que la tumba de los Riddle se encontraba en Little Hangleton. El asunto del mortífago había sido más difícil de averiguar. Sin Snape ahora solo quedaba Karkaroff pero Barty era el diminutivo de Bartemius. ¿Se referiría a Bartemius Crouch? ¿Era él un mortífago? Algo no encajaba, pero si Moody lo sabía eso explicaría porque le arrinconaba tantas veces en su oficina, ¿sospecharía de él? ¿Intentaría sacarle información? Su cabeza empezó a doler y dejó de pensar tan duramente; se estaba sacando de quicio.
—¿Qué crees que estará haciendo Voldemort? —le susurró Hermione y Neville palideció al escuchar ese nombre, a pesar de que le habían contado todas sus escabrosas y ridículas aventuras—. Debe estar furioso.
—Si yo fuera él iría contra Skeeter —comentó Neville dejando de lado su libro de Herbología—. No sé cómo se ha atrevido a publicarlo.
—Eso es porque Skeeter no sabe que está vivo.
Hermione asintió. Los tres vieron pasar a Ron, Dean y Seamus que reían alocadamente y parecían no escuchar los gritos de la Señora Gorda. De reojo vio a Lavander mirar de forma hambrienta a Ron y sintió otro escalofrío recorrerle el cuerpo.
—¡Cuidado con mi marco incrustado en oro gamberros! —aulló desde fuera el retrato y algunos rieron.
Ron paró a mirarles un momento, fijando sus ojos en Neville con una mezcla de tristeza y enfado y luego subió las escaleras cuando Seamus le llamó para jugar a las cartas. Harry le vio ir, no sabía exactamente cuáles eran sus emociones respecto al asunto, pero era innegable que sentía alivio. Quizás era cruel pero sabía que sin Ron estaba mejor. De algún modo u otro no le echaba tanto de menos como cabría de esperar. Hermione suspiró y Neville volvió a meter su cara en su libro, con las orejas rojas, aunque no sabía si de la vergüenza o de la ira.
Harry se despidió temprano esa noche y se fue directo a su cama, dispuesto a mirar el mapa una vez más. Cuando todos se fueron a dormir, horas más tarde, ya había acabado de leer el libro de Sun Tzu. Aun así, había tantas cosas que le habían llamado la atención que tuvo que apartar sus pensamientos respecto al libro para más tarde. Le fue tremendamente fácil porque, justo cuando estaba a punto de guardar el mapa, vio el nombre de Bartemius Crouch junto al de Karkaroff en el pasillo de Pociones. Se dio cuenta, casi sin aliento, que este era el momento que había estado esperando. Cogió su sudadera, una a la que ni siquiera había vaciado sus bolsillos de la semana anterior y, suprimiendo una maldición, se dio cuenta que tendría que dejar el mapa atrás si no quería perder tiempo y la pista que acababa de encontrar. Comprobó que su varita seguía en su antebrazo, enfundada, y se hechizó invisible.
Caminó lo más rápido que pudo en la oscuridad y, cuando escuchó los murmullos de lejos, hechizó sus pies para silenciarlos. Se acercó lo más que pudo y agudizó el oído.
—Eres un traidor Karkaroff —la voz de Moody le sobre saltó, pero continuó escuchando en silencio—. Deberías estar en Azkaban, como el resto de tu calaña.
—Eso te incomoda, ¿no es cierto? —la voz marcada por acento ruso le contestó, con un deje de burla—. Veo que-...ya-...-mos.
Harry se acercó más cuando de repente un silbido le hizo saltar de su escondrijo. Maldiciendo en voz baja y sudando frío silenció el falsoscopio que no recordaba haber puesto en su sudadera, pero el mal ya estaba hecho. Escuchó unos pasos correr pasillo abajo y la pata de palo de Moody acercarse a él.
—¡Potter!
—Profesor Moody —suspiró aliviado él y vio el ojo de Moody dar vueltas en su cuenca—. Karkaroff es un mortífago, ¿no es así?
Moody pareció suspirar exasperado y asintió. —Estate atento, Potter, no puedes ir correteando por ahí cuando alguien te quiere muerto.
—¿Cree que fue él quien puso mi nombre en el cáliz?
—Nunca se sabe, pero le vigilo de cerca —entonces sus dos ojos se fijaron en él—. Harías bien en dejar ese falsoscopio en tu dormitorio, Potter, a pesar de su utilidad es posible que te vuelva a delatar cuanto menos te lo esperes y quizás no sea yo quién te encuentre.
—Eso haré Profesor —sonrió al ver que iba a librarse de un posible castigo y se dio la vuelta.
Volvió corriendo al dormitorio, puesto que no había averiguado nada, pero justo cuando cerró las cortinas tras él, con el corazón latiendo descontrolado se dio cuenta de algo: a pesar de estar silenciado el falsoscopio no había dejado de girar dentro de su bolsillo en presencia de Moody. Entonces recordó el mapa: Bartemius Crouch e Igor Karkaroff. De repente, como si le hubieran abofeteado, encajó todas las piezas del puzle que, por sí solas, no parecían tener sentido. ¡Pues claro!
Lo primero que recordó era el papel con su nombre que había surgido del cáliz. Lo que le había llamado la atención, y había pasado por alto, era que su nombre estaba escrito con su letra. Que idiota había sido. Con razón Dumbledore no le había creído de buenas a primeras porque era su letra. Eso quería decir que solo alguien cercano o alguien que pudiera conseguir uno de sus trabajos de la escuela podían haber puesto su nombre en el cáliz. Solo había enviado cartas a Sirius y las había firmado como "Harry". Eso significaba que solo un Profesor podría tener su firma completa. Podría haber sido un alumno pero, ¿para qué iba un alumno intentar infiltrarse en el despacho de uno de los Profesores para buscar una redacción suya y poner su nombre en el cáliz? No tenía sentido. Por no hablar de que no sabía si dicha infiltración era posible ni siquiera.
Además, Moody había intentado ayudarle en la primera prueba antes de decirle que tenía un plan. ¿Y no le había dado Moody a Neville un libro sobre plantas acuáticas cuando, curiosamente, la respuesta a la segunda prueba se encontraba en dicho libro? Libro que no estaba en la biblioteca de Hogwarts. Sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Abrió el mapa y supo antes de fijar sus ojos en los dormitorios de Moody que allí aparecerían dos nombres. Así fue: Alastor Moody y Bartemius Crouch. Eso era. Crouch no estaba enfermo, ni siquiera estaba en su casa encerrado como algunos decían... Crouch estaba en Hogwarts haciéndose pasar por Moody, a quién tenía encerrado como prisionero en sus propios aposentos. Con razón bebía solo de su petaca. El hecho de que Moody fuera tan paranoico le daba una coartada perfecta para beber la poción Multijugos cada hora. Por eso Voldemort estaba seguro de que su plan iba a la perfección. ¡Que tonto había sido! Solo tenía que darse cuenta de los antiguos Profesores de Defensa para ver que había una extraña correlación de hechos: todos parecían querer matarle o hacerle daño, incluso aunque fuera sin querer como Remus.
La cuestión era, ¿qué iba a hacer ahora? Podía desenmascararle delante de todos, pero si Voldemort no tenía a Bartemius Crouch dentro de Hogwarts quizás enviaría a otro y, probablemente, no pudiera saber quién era el espía esta vez. No. Decidió que no podía deshacerse de Crouch antes de tiempo. Lo que tenía que hacer era enterarse de cómo planeaba Voldemort hacerle ir a Little Hangleton e impedirlo.
De repente, antes de caer en un duerme vela, se dio cuenta con un sudor frío que había tenido mucha suerte al ser tan ingenuo y creer que era Karkaroff la verdadera amenaza. No podría haber mentido a Crouch tan de repente como había pasado todo, y no quería imaginar qué habría hecho con él de haberse dado cuenta que Harry sabía la verdad. ¿Le habría secuestrado en ese mismo momento? ¿Le habría torturado? Sintiéndose tremendamente débil se dijo que era hora de entrenarse de verdad.
24 de Enero, Miércoles
Crouch parecía no haberse dado cuenta que sabía la verdad y Harry hacía todo lo posible por actuar con normalidad. Como se había puesto al día en Runas ya no tenía el gira tiempos, que había sido dado de vuelta McGonagall, para su mala fortuna. Aun así, como iba al día en todos sus trabajos y estudios tenía mucho tiempo libre. Hermione había empezado a ayudar a Neville a estudiar mientras que Luna... bueno, Luna era un caso aparte. Así pues, por las tardes, cuando se suponía que debía estar buscando hechizos que pudieran ayudarle con el torneo se encontró leyendo los libros de combate y hechizos de defensa. Como su motivación era seguir vivo le fue fácil aprender todos los hechizos de cuarto curso. Pronto pasó a leer los libros que había en la biblioteca. Hechizos y contrahechizos fue bastante fácil e incluso divertido de leer – caídas de pelo, lenguas atadas, piernas de jalea y cosas banales pero irritantes – y en un par de días probó todos los hechizos en varios Hufflepuff. Pensaba leerse también Magia defensiva práctica y cómo utilizarla contra las artes oscuras y otro de Hechizos de defensa.
Lo mejor de todo fue que McGonagall, al devolverle el gira tiempos, le había dado un permiso especial para la Sección Prohibida. Hermione, al principio, le había reprochado su afán por sacar libros de dicha sección hasta que Luna le preguntó para qué pensaba que era el pase si no. Después de eso todos habían gozado de la carta blanca, incluso Neville.
—Aquí hay un montón de plantas raras y oscuras —les dijo encantado esa tarde mientras hojeaba las páginas de pergamino—. ¡Esto es increíble!
—¡Sssshhh! —le silenció Hermione levantando su rostro de La magia y sus milagros oscuros, del que parecía haberse leído la mitad en menos de una hora.
—Perdón —susurró Neville y se llevó el libro a la mesa.
Harry reprimió un suspiro mientras intentaba leer el libro que sostenía entre manos. Lo cierto es que le sorprendía el hecho de que Dumbledore no le hubiera llamado de nuevo a su despacho, sobre todo después del artículo de Tom Riddle. Los únicos que conocían la verdad eran ellos dos, sin contar a Ron y a Hermione quienes no tenían motivos suficientes para enviarle dicha información al Diario Profético. No, Dumbledore sabía que había sido él. Por eso había esperado durante días su reprimenda pero, al parecer, Dumbledore parecía más centrado en el Torneo que en la polémica del Señor Tenebroso.
Otra cosa pendiente era qué hacer con Crouch. De haber podido habría contactado con Sirius pero, ahora que estaba libre, estaba siendo sometido a un periodo de prueba para saber si podía hacerse con su custodia, a pesar de estar emancipado. Además, para su mala fortuna, estaba recluido en su hogar de la infancia, el cual odiaba, porque era el lugar más seguro y el que todo el mundo desconocía; todos salvo los Black. Esta era una de las razones por la cual se estaba planteando comprar una propiedad bajo una identidad muggle falsa. Las propiedades de los Black o de los Potter eran reconocidas fácilmente porque habían sido visitadas por múltiples Familias en varias galas y fiestas. Él quería una propiedad con terreno pero que pasara inadvertida, algo que estuviera en una zona muggle. Podría contratar los servicios de los duendes para guardar la propiedad pero no sabía si eso no llamaría la atención de aquellos que pudieran reconocer las barreras mágicas; por no hablar que Gringotts sabría la localización de su propiedad y, si había puesto las barreras, podrían también quitarlas fácilmente. No, él quería algo fuera del alcance de todos y eso implicaba el Fidelus. Suspiró al ver todo lo que tendría que hacer antes de comprarse una nueva propiedad. Esperaba que Sirius no se hubiera vuelvo loco en Grimmauld Place unos cuantos meses más.
Esa misma noche, cuando estaba a punto de irse a dormir, llegó Hedwig con una carta directamente al dormitorio. Estupefacto puesto que nadie le enviaba correspondencia de noche, la cogió. Con un movimiento de varita probó los hechizos que había leído para detectar venenos, maldiciones y trasladores y vio que estaba limpia.
—Estimado Lord Potter,
No es habitual para Gringotts emplear lechuzas ajenas pero su lechuza ha insistido en llevarse esta carta. Debería comprobar si no se ha convertido en su familiar. Dejando de lado la sorpresa que ha supuesto ver a su lechuza traspasar las incontables y poderosas barreras mágicas de Gringotts para esperarme en mi propia oficina iré al corazón de este mensaje: necesito verle cuanto antes. Solo en persona podré explicarle el asunto que requiere tanta urgencia. Puede decirle a Lord Black que le acompañe, si puede.
Gornuck,
Contable de la Noble y Ancestral Familia Potter,
Gringotts.
Harry releyó la carta con preocupación. Fuera lo que fuera Gornuck parecía preocupado. Suponía que este era el momento de contactar con un adulto así que sacó el espejo que le había mandado su padrino.
—Sirius Black —llamó él y en menos de medio minuto apareció el rostro de Sirius.
—¿Harry? ¿Ha sucedido algo?
—Bueno... Será mejor que no te lo cuente por aquí. Aparte de eso Gringotts me ha mandado una carta, pide vernos lo antes posible. No sé para qué pero Gornuck parecía preocupado.
Sirius pensó en silencio unos segundos y luego asintió. —Mañana pasaré a recogerte después de clases, así nadie sospechará nada. Te mandaré ahora una carta con Kreacher para que se la des a McGonagall y así ella te dejará salir sin problemas.
Harry asintió, sintiendo un peso de encima evaporarse. Por una vez en su vida no tenía que hacer las cosas a escondidas.
25 de Enero, Jueves
Harry suspiró y se quitó el polvo de su túnica nueva. Estaban sentados en una habitación privada del Caldero Chorreante. Sirius realizó los hechizos pertinentes y le indicó que podía empezar a hablar sin miedo a ser espiados.
—Moody no es Moody —soltó, sin poder contenerse—. Es Bartemius Crouch usando la poción Multijugos.
La mandíbula de Sirius se desencajó. —¿Estás seguro de eso?
Le explicó cómo había visto a Moody y a Crouch, aquella noche cuando su nombre salió del cáliz, en su despacho; cómo había escuchado a Percy Weasley alardear de la carta que le había enviado Crouch para que asistiera al baile en su nombre porque estaba enfermo cuando Harry veía continuamente el nombre de Crouch merodear por el castillo; y, para rematarlo, cómo el falsoscopio había delatado a Moody cuando él había ido a espiar a Karkaroff y a Crouch y se encontró con Moody.
—Para comprobarlo usé el mapa cuando sabía que Luna tenía clase de Defensa con Moody y, efectivamente, allí estaba Crouch dando clase y Moody en el despacho. Cada hora bebe de su frasco de metal y también escuché a Snape, antes de que fuera encarcelado, hablar sobre cómo le faltaba polvo de cuerno de bicornio y piel en tiras de serpiente arbórea africana, ingredientes que solo tenía en su alacena personal. Además, el otro día, después del artículo que publicó Skeeter sobre Voldemort, tuve una visión. Voldemort hablaba de cómo Barty era su único siervo leal en Hogwarts.
Sirius, pálido como la nieve, le escuchó en silencio. Se levantó y empezó a caminar mientras pensaba en todo lo que le había dicho.
—No creo que sea Crouch, Harry —dijo al final, negando con la cabeza mientras lo decía—. No sabes cómo era ese hombre.
—¡Pero el mapa nunca miente! —discutió él, incrédulo porque Sirius no le creyera.
—No es eso —le sonrió Sirius cuando vio su enfado—. Sé que nunca miente. Lo que pasa es que el mapa no hace distinciones entre dos nombres iguales, ¿lo sabías?
Harry, sorprendido, alzó una ceja. —¿Qué quieres decir?
—¿Sabías que Bartemius Crouch fue quien me mandó a Azkaban? —preguntó retóricamente Sirius y volvió a sentarse—. Después de mi juicio Bartemius Crouch recibió una última tongada de mortífagos antes de ser destituido del cargo, ¿lo sabías? Este último juicio contuvo a Bellatrix Lestrange y su marido, Rodolphus, y a su cuñado, Rabastan pero Crouch no les sacó palabra alguna, ni un solo nombre de algún cómplice. Hizo mandar a Igor Karkaroff y éste cantó.
La sonrisa de Sirius era maliciosa, como si le satisficiese lo que había pasado en ese juicio. Harry, curioso, se inclinó en su asiento.
—¿Y qué pasó? ¿Qué nombre dijo?
—Karkaroff sabía de un mortífago que nadie sospechaba. Era Bartemius Crouch Junior. El hijo del propio Bartemius Crouch.
Harry empezó a comprender lo que intentaba decir Sirius. —¿Crees que Moody es Barty Crouch Jr?
—Crouch Sr nunca pactaría con Voldemort, por mucho que me caiga mal debo reconocer que es más probable que se suicide que el hecho de que se convierta en un mortífago. Crouch Jr fue mandado a Azkaban por su propio padre y fue visitado una última vez por su madre enferma antes de morir.
—¿Entonces cómo está vivo?
—Su madre le quería muchísimo —el rostro de Sirius sonrió—. Incluso en Hogwarts todos sabíamos que Barty era un niño de mamá pero ella estaba enferma. No me extrañaría que se intercambiara por su hijo y muriera en Azkaban bajo el influjo de la poción Multijugos.
Harry no dijo nada. Su propia madre había sacrificado su vida valerosamente para que él pudiera vivir, ¿tan extraño era que la madre de Crouch hubiera querido que su hijo, aunque fuera un mortífago, viviera? Visto así no era tan descabellado, tampoco el hecho que un conocido mortífago sirviera de nuevo a su amo. De hecho, era algo lógico.
—Pero, ¿qué vamos a hacer con él? Ni siquiera sé cómo Voldemort planea llevarme hasta Little Hangleton.
—Lo cierto es que no podemos dejarle hacer, Harry —le dijo Sirius con un suspiro—. Compraré Veritaserum y una noche le interrogaremos. Una vez sepamos qué pretenden decidiremos qué hacer.
Él asintió. —Deberíamos ir a Gringotts. Me preguntó que quieren decirnos.
Sirius volvió a suspirar y se levantó. —Si es tan urgente imagino que nada bueno.
Pocos minutos después ya estaban en Gringotts. En cuanto se sentaron en un par de sillas y vieron a Gornuck acompañado de otro duende, que resultó ser Ripgut, el contable de los Black supo que Sirius tenía razón.
—Seré directo —empezó Gornuck—. Gringotts ha encontrado un horrocrux en la bóveda Lestrange.
Sirius palideció y parecía haberse quedado de piedra en su asiento y Harry alzó una ceja. ¿Horrocrux?
—¿De quién es?
—Según nuestra investigación se trata de un horrocrux de Voldemort.
—¿Qué es un horrocrux?
Durante unos segundos nadie dijo nada hasta que Sirius se giró a mirarle. —Es un trozo de alma capturado en un objeto. De esa forma se consigue algo parecido a la inmortalidad.
Harry se quedó sin aliento. ¿Voldemort era realmente inmortal? ¿¡Cómo iba a matarle si era inmortal!? Se desanimó tan de repente, después de las nuevas esperanzas que había descubierto desde hacía poco, que notó su cuerpo caer contra la silla.
—Este es el objeto.
El objeto no era ni más ni menos que una copa pequeña, casi femenina, de oro. Tenía dos asas y un escudo, que era lo único que la podía identificar como de la Casa Hufflepuff.
Sirius jadeó de la sorpresa. —¿La famosa copa de Helga Hufflepuff?
—En efecto.
Entonces Sirius se puso recto, con el rostro calculador. —¿Y cómo es que justamente ahora Gringotts recupera dicha copa y el horrocrux?
—Porque no sabíamos que dicha copa estaba en nuestro poder —los labios de Gornuck se rizaron—, no hasta que...
Pero Harry lo comprendió al instante, con una sensación nauseabunda. —Hasta que se abrió mi cicatriz y apareció aquello.
Sirius lo entendió todo. —Fue el anillo de los Potter, ¿no? Te aceptó, como era normal, pero no podía aceptar esa abominación en tu cicatriz. ¡Un trozo del alma del asesino de los Potter en el próximo Lord Potter, desde luego que no!
—¿Y ahora qué hacemos?
—Deshacernos del horrocrux.
—¿Y saben cómo proceder? —preguntó Ripgut, alzando una ceja—. Ninguna de las magias de Gringotts percibió este objeto. Aunque nos cueste confesarlo Gringotts no dispone de medios para destruir horrocrux.
Sirius se alzó de nuevo, pensando, pero Harry volvió a palidecer. —Veneno de basilisco.
Todos se giraron a mirarle, confundidos. —¿Qué quieres decir, Harry?
—El veneno de basilisco puede acabar con los horrocrux.
Ambos duendes y su padrino le miraron, intentando entenderle. —¿Y cómo lo sabe, Lord Potter?
—Porque yo destruí otro horrocrux de Tom Riddle hace dos años, en la Cámara de los Secretos, usando un colmillo de basilisco —Harry se tapó la cara con las manos—. Hasta ahora no sabía qué era, pensaba que era una simple memoria, pero...
Sirius le abrazó. La copa de Helga Hufflepuff no era el primer horrocrux de Voldemort así que no tenían ni idea de cuántos o qué objetos podían ser. Realmente la cosa se había vuelto más complicada si cabe.
29 de Enero, Lunes
Había pasado todo el maldito fin de semana pensando en los horrocruxes de Voldemort a pesar de las palabras de Sirius. Su padrino le había asegurado que investigaría a Voldemort a fondo con tal de averiguar qué objetos podían ser y dónde podría haberlos guardado. Harry les mandó con Kreacher uno de los múltiples colmillos del basilisco y, para sorpresa, de todos, apareció otro horrocrux dónde menos esperaban.
—Kreacher se puso como loco —le había dicho Sirius esa misma noche, el jueves pasado cuando le envió el colmillo—. Por un momento pensé que le iba a dar un infarto.
—¿Ah, sí? —dijo él, confuso y sorprendido.
—No te lo vas a creer —el rostro de Sirius era triste y melancólico—. Al parecer el bueno para nada de mi hermano descubrió los horrocrux de Voldemort, al menos uno, y lo robó con tan mala suerte que acabó convertido en un inferi. Durante todos estos años Kreacher ha intentado destruirlo sin éxito hasta que me vio sacar la copa y descubrió que era otro "artefacto malvado como el que acabó con el buen amo Regulus".
—¿Y qué era? —preguntó Harry, esperanzado por ese golpe de fortuna.
—El guardapelo de Slytherin.
—¿De Slytherin? Y la copa de Hufflepuff...
—Sí, eso pensé yo también —sonrió con orgullo Sirius—. Al parecer le gustaban las reliquias en su juventud a Tom Riddle. Si no fuera porque la espada de Gryffindor estaba escondida en el Sombrero todos estos años también la habría usado.
—¿Y Ravenclaw no tenía ningún objeto parecido? Algo... conocido y famoso.
—Por supuesto. La famosa tiara perdida de Ravenclaw.
—Claro que está perdida, como no —refunfuñó Harry y Sirius se carcajeó—. Y ni siquiera sabemos dónde buscar. ¿Dónde estaba el guardapelo, si se puede saber?
—Kreacher me contó que lo hallaron en una cueva en la costa pero el lugar no significa nada para mí, todavía.
—Hasta ahora el diario lo tenía Lucius Malfoy y la copa Bellatrix Lestrange...
—Sí, dos mortífagos muy leales a Voldemort. La cueva es una excepción.
—Seguiré pensando en ello, quizás se me ocurra algo.
Y así fue. Pasó todo lo que quedaba de semana pensando. Lo cierto es que ahora no tenía visiones de Voldemort, solo cuando estaba realmente furioso parecía verlo en sueños; obviamente la situación había cambiado desde que su cicatriz se curó en Gringotts. ¿Cómo, entonces, seguía teniendo visiones de Voldemort?
—¿...-scuchando? ¿Harry? —la voz de Hermione le sacó de su ensoñación—. ¿Te encuentras bien? Desde que fuiste a Gringotts estás extraño, preocupado.
Harry la miró. Estaban solos en la Sala Común de Gryffindor, sentados en un sofá. Sabía que no debería decirle nada a Hermione por su propia seguridad pero su amiga siempre le había ayudado en los momentos más difíciles. Quizás, si no podía explicarle todo, podría darle las pistas clave y ver qué pensaba. Eso era mejor que nada.
—No debería contarte nada pero... Necesito otro punto de vista.
El rostro de Hermione se tornó curioso. Cerró el libro en su regazo. —¿De qué se trata?
Harry silenció los alrededores con precaución. —Imagina que eres Voldemort. Eres hijo de una bruja casi squib y un muggle que la abandonó, creces en un orfanato donde eres odiado y llegas a Hogwarts donde, durante unos años, también eres repudiado en Slytherin. Con el tiempo logras hacerte un nombre pero, en tu fuero interno, siempre sigues siendo el mismo niño odiado en el orfanato y abandonado por su padre. No tienes familia que te proteja así que tienes miedo a morir, tampoco tienes nada material de tu familia y envidias lo que tienen los demás. Quieres ser alguien, tener un nombre, ser importante y no ser olvidado.
Harry cerró los ojos mientras hablaba e intentaba pensar en cómo se había sentido Voldemort y por qué había actuado cómo lo hizo. Sintió la mirada penetrante y especulativa de su amiga en su rostro. No sabía por qué pero ponerse en la piel del asesino de sus padres era más fácil de lo que pensaba, quizás porque una parte de él había convivido en su cicatriz durante más de una década o quizás porque Voldemort, de alguna forma, era una premonición de lo que el odio podía hacer y de cuan cerca había estado Harry de traspasar esa línea a lo largo de los años y convertirse en la imagen de su némesis.
—Por eso te haces con objetos de valor pertenecientes a grandes y famosas Familias, porque tú no tienes nada. Robas cosas como la Copa de Hufflepuff o el Relicario de Slytherin. Lo único que has tenido durante años es un diario que te ha acompañado y se lo das a una Familia leal e importante, como los Malfoy que lo guardan en su propia casa mágica. La Copa se la entregas para que la custodie otra Familia igualmente leal e importante, como los Lestrange que lo protegen en su bóveda ancestral en Gringotts... Son objetos de un gran valor sentimental para ti y se los confías a ellos, pero tienes más objetos y están escondidos en otros lugares. ¿Qué crees que serían y dónde podrían estar?
Cuando abrió los ojos el rostro de Hermione estaba pálido a la luz del fuego y parecía tremendamente seria. Sin duda no había pasado por alto que aquello que le había expuesto no era un mero caso hipotético sino que Voldemort tenía dichos objetos y eran importantes para acabar con él. Se quedó en silencio, pensando en sus palabras, hasta que finalmente habló.
—¿El diario que es entregado a Malfoy es el mismo diario que provocó toda la debacle en la Cámara de los Secretos, no es así? —él asintió y Hermione apretó la mandíbula con ira—. Objetos de valor de Voldemort... La Copa de Hufflepuff, el Relicario de Slytherin... Otro objeto debería ser la Tiara de Ravenclaw y descartaría la Espada de Gryffindor porque estuvo perdida durante décadas hasta que te la dio el Sombrero, si hubiera estado maldita Hogwarts nunca te la habría entregado. El diario, sin duda, me molesta. Es una excepción. Todos esos objetos son reliquias famosas, su diario no. Eso me hace pensar que quizás estos...objetos sean también cosas cotidianas importantes para él, aunque lo dudo.
—¿Cómo qué?
—Su varita sería un objeto de dicho valor pero sean lo que sean esos objetos de los que hablas están malditos y Voldemort jamás le haría eso al instrumento que usa para ejercer la magia. Descartado eso también descartaría la ropa, los libros, instrumentos mágicos... Todo lo que sea común y fácilmente encontrable en una tienda no tiene valor para alguien como Voldemort. Él ansía reconocimiento y un objeto extraño, peculiar, es más valioso para él que cualquier otra cosa. Seguramente por eso robó la Copa, el Relicario y la Tiara, si resulta que es uno de los objetos misteriosos.
Entonces, como si se encendiera una bombilla, se dio cuenta de porqué el diario era tan especial. El diario era una posesión de Tom Riddle en quinto curso, el mismo año que abrió la Cámara de los Secretos y culpó a Hagrid pero, lo que no había pensado hasta ahora, era el mismo año en que creó su primer horrocrux. Tenía que ser eso. La memoria de Tom Riddle era de su yo de 15 años. Eso implicaba que tuvo que matar a alguien ese año para fragmentar su alma y realmente lo hizo. Myrttle la Llorona fue la víctima de su primer horrocrux y su primer asesinato. Por eso era un simple diario. Seguramente en ese entonces no podía robar los objetos que deseaba, si es que se había planteado usar dichos objetos para empezar... Seguramente la muerte de Myrttle fue una prueba.
—¿Qué has deducido? —le preguntó Hermione, inclinándose en su asiento—. No lo niegues, conozco esa cara desde hace 4 años.
—El diario, es una excepción. ¡Justo como habías dicho! —Harry se levantó excitado—. El diario no era especial simplemente era lo primero que encontró, lo que tenía más a mano. Fue una prueba.
—¿Una prueba de qué? —preguntó Hermione, frunciendo el ceño.
—Para maldecir dichos objetos se tiene que asesinar a alguien y ejecutar un ritual.
Hermione jadeó de la sorpresa, con el rostro contraído. —¡Eso es magia negra! ¿Y dices que el diario era una abominación?
Esa palabra, justamente esa misma palabra, le hizo suspirar profundamente. —¿Y sabes quién fue la víctima?
Pero Hermione era inteligente y perspicaz y lo supo al instante. —Myrttle.
—Exactamente —entonces se sentó al lado de su amiga y le cogió las manos—. Tienes que ayudarme Hermione. La única forma de acabar con Voldemort es destruir estos objetos, sino...
—...Cuéntame más. Me has dicho que el diario lo tenían los Malfoy y la Copa los Lestrange; el primero en una mansión mágica y el segundo en una bóveda ancestral en Gringotts... Hmmm —Hermione pareció encontrar otro filón y empezó a pensar en voz alta—. ¿Te has fijado que son dos lugares que Voldemort nunca tuvo? Me refiero a que la familia de Voldemort no parece tener una residencia mágica o una bóveda ancestral. Parece estar celoso. Son lugares mágicos, antiguos, afamados... Nada que ver con su familia materna que ha perdido el lustro como los Gaunt y mucho menos con su familia paterna, muggles.
—Lugares mágicos, antiguos, afamados como la Mansión Malfoy o Gringotts.
La voz de Hermione era dura. —Como Hogwarts.
Harry se recostó en el sofá, perdiendo el aliento al darse cuenta de que era muy posible que Voldemort hubiera dejado un horrocrux el mismo día que regresó a Hogwarts a la entrevista de trabajo. Para ese entonces habría tenido tiempo de crear otro, de haberlo hecho. ¿Pero dónde guardarlo?
—Descarta los dormitorios, y las cocinas, y todos aquellos lugares de mucho tránsito. Si es algo importante tiene que estar escondido, donde nadie puede encontrarlo. Un sitio perdido, algún lugar que nadie conozca de este gran Castillo…
...Un lugar como la Sala de los Menesteres.
