CAPÍTULO 9: Sobre rituales, libros y medicina
10 de Marzo, viernes
—Todavía siguen hablando de lo que pasó el otro día —les susurró Hermione mientras desayunaban, mirando a sus compañeros de reojo—. Parece un espectáculo de circo.
—Eso es porque nunca antes había pasado algo así —les contestó Neville—. Sí que es cierto que algunas veces un par de prisioneros han muerto enfermos, pero nunca tantos de golpe.
Harry se encogió de hombros, haciéndose el tonto. —Con las condiciones insalubres de Azkaban no me extraña.
—Por cierto, tenemos que hablar más tarde —les lanzó una mirada puntiaguda Hermione—. Creo que no encontraré lo que buscamos así que necesitaré que Sirius busque en sus libros.
Harry y Neville intercambiaron una mirada y asintieron. El tema del hueso había sido una incógnita sin resolver todos esos días. Harry sabía que Sirius estaba haciendo lo posible por encontrar algún ritual o maleficio que involucrara algún tipo de huesos pero, para su horror, muchos de los libros de su familia involucraban prácticas con diversas partes del cuerpo. Por no hablar de que Sirius, con la ayuda de Dobby, había estado también investigando Little Hangleton para saber de qué tumba había salido dicho hueso. Eso había sido la parte más fácil de todas porque, a pesar de todas las tumbas que había en el cementerio, Sirius solo había tardado un día corroborar que la Mansión en la colina había pertenecido a los Riddle y que sus tumbas estaban allí abajo.
—Tardé un poco en encontrar sus tumbas y en abrirlas para ver de qué cuerpo había salido el hueso, pero al final tenías razón. Era de su padre —le había dicho Sirius esa misma noche tras sus cortinas mediante el espejo—. Los cadáveres de sus abuelos están intactos, pero al del padre le faltan varios huesos, el que tenemos nosotros y un par más, el otro fémur y una tibia.
—Parece como si hubiera cogido unos pocos por si acaso, ¿no crees? —pensó él en voz alta—. ¿Y por qué dejarían un hueso en la casa si era necesario?
Sirius se quedó en silencio, pensativo. —Sinceramente, esto parece obra del idiota de Peter. Crouch Jr hubiera sido mucho más cuidadoso.
Harry sintió una punzada de miedo atravesarle el cuerpo al pensar en el Falso Moody. —Eso quiere decir que Pettigrew debe estar solo ahora mismo, sino ya se habría hecho cargo él mismo de algo tan importante.
—Eso parece…
Harry se dio cuenta que si no estaba con Voldemort quería decir que algo estaba haciendo. Se prometió llevar el mapa encima siempre que saliera de su dormitorio y evitar riesgos inútiles como pasear por los terrenos de Hogwarts por la tarde o desviarse de las calles más transitadas cuando visitara Hogsmeade. Es más, ahora que lo pensaba quizás no estaría de más proteger un poco más su dormitorio en Gryffindor, y las cortinas de su cama…
Salió de su ensoñación y continuó comiendo, escuchando con algo de aburrimiento las conversaciones ajenas que los rodeaban. Solo quería que se acabara el día para saber lo que Hermione había encontrado, si es que había encontrado algo en la biblioteca de Hogwarts. Vio, por encima del hombro de Neville, la cabeza de Cedric charlando con sus amigos y recordó las heridas que había sufrido en la primera prueba con un deje malicioso que cada día que pasaba se convertía más en indiferencia que en otra cosa.
Sinceramente, la ira que le había ahogado al principio de curso se estaba desvaneciendo a medida que pasaba el tiempo. No era que hubiera perdonado a sus compañeros o profesores de Hogwarts, pero ahora se daba cuenta de que esos extraños que le rodeaban no tenían por qué tener poder sobre él como lo habían tenido hasta ahora. Extrañamente, desahogarse con Sirius y gritarle a Dumbledore había sido algo terapéutico. ¿Por qué se había callado, agachado la cabeza y tragado toda la mierda que había tragado hasta ahora? Suponía que los Dursley le habían condicionado tanto, así como su entrada al mundo mágico, que no se había dado cuenta de que había una segunda opción; una que no supusiera ser más el chivo expiatorio de nadie. Quizás, en su interior, se había dado cuenta de que mirar más por sí mismo iba a suponer enfados de mucha gente y con tal de no escucharlos y enfrentarse a ellos, y de perder sus amistades, había aguantado muchas cosas. Ahora, que sabía quién eran sus verdaderos seres queridos, era más fácil deshacerse de los parásitos y de seguir con su vida. A lo mejor, se dijo con una media sonrisa, eso era lo que muchos llamaban "madurar".
Lo más gracioso de todo, pensó para sus adentros mientras se sentaba en su primera clase del día, era que a pesar de ser el único que no había metido su nombre en el cáliz de fuego y, siendo el más joven, era el que tenía más puntos de todos los competidores del torneo. Evitó una carcajada al darse cuenta de lo que eso suponía para los otros tres que hasta ahora habían pensado que iba a ser fácil dejarle en la cola solo porque tenía 4 años menos. Pensar en la ira, la vergüenza y humillación que deberían estar sintiendo le alegró el día como pocas cosas podían hacerlo ya.
Para cuando acabaron la última clase del día, Hermione ya le había lanzado varias miradas, seguramente preguntándose qué era lo que le divertía tanto. Él negó con la cabeza y vio como Neville acababa de recoger sus cosas.
—Luna me dijo que vendría en cuanto acabara su clase de Encantamientos —les informó Hermione y los tres echaron a andar escaleras arriba—. Supongo que podemos hacer alguna tarea mientras la esperamos.
Harry y Neville intercambiaron miradas agotadas, pero asintieron. Sabían que tarde o temprano tendrían que hacerlo y era mejor no discutir con Hermione por una nimiedad como esa.
—Creo que acabaré mi redacción de Transfiguraciones —dijo, cuando se acordó que la tenía prácticamente acabada—. Solo tengo que pasarla a limpio.
Neville sonrió. —¿Sabes cuánto tiempo me ahorro con la pluma que nos regalaste? Bueno, lo cierto es que no lo he contado, pero la verdad es que es una gran idea.
Hermione asintió con entusiasmo. —¿Sabías que la pluma es capaz de escribir a la velocidad a la que lo pienso? Solo con eso me duele menos la mano. Antes escribía tan rápido como podía para plasmar mis ideas, ahora voy el triple de rápido.
—Por no hablar de que mi letra es ahora legible —dijo él, viendo como su caligrafía había mejorado bastamente.
Leyó las últimas páginas del libro de referencia que había sacado de la biblioteca y escribió los últimos párrafos en su libreta muggle que usaba como borrador. La verdad era que no sabía para qué se estaba esforzando tanto con las tareas, después de todo lo único que contaba realmente eran los exámenes de quinto y séptimo curso. Se encogió de hombros, ahora acostumbrado a seguir sus estudios con la misma eficiencia que Hermione, y se dedicó a acabar su redacción.
Luna llegó cuando ya se había tumbado en el sofá agotado. Hermione y Neville, viendo como parecía incapaz de abrir los ojos, pusieron al día a su nueva amiga mientras él descansaba. Al final, un cojinazo de Hermione lo sentó de golpe.
—¿Quieres que te cuente o no lo que he encontrado? —le preguntó con exasperación su amiga.
—Sí, sí, por supuesto.
Hermione suspiró, pero se puso recta como solía hacer antes de predicar sobre algo. —Bueno, tal y como pensábamos no hay nada tan oscuro en la biblioteca de Hogwarts. Descarté la mayoría de hechizos y transfiguraciones ya que según lo que dijiste había un caldero así que eso significaba algún tipo de ritual oscuro con pociones. Por supuesto miré todos los libros de pociones pero nada, tuve que pedir un pase a la profesora McGonagall para acceder a la sección prohibida de la biblioteca.
—Tal y como supusimos que pasaría —intercedió Neville y luego se encogió al ver la mirada de soslayo de Hermione ante la interrupción—. Perdón.
—Sí, era obvio. No pensaba que el profesor Dumbledore hubiera dejado semejante libro al alcance de cualquiera, pero aun así no estaba dispuesta dejar pasar por alto cualquier posible… factor —Hermione se giró a mirarle—. ¡El caso es que busqué en los libros de la sección prohibida, pero nada! ¡Desde venenos, a pociones médicas que usan sangre, a pociones de tortura! Pero no hay mención alguna de un ritual o algo similar que esté relacionado con una poción y huesos humanos. Lo que más se acerca son las pociones de sanación y en los libros que las mencionan solo hay un par y nada que se asemeje a lo que buscamos. Es como si faltara información.
—Quizás el libro no esté en la biblioteca —dijo Luna, pensativa, mirando al techo como si tuviera la solución grabada.
Hermione casi bufó, con el cabello erizado —Eso estoy diciendo. La información que buscamos no está disponible en Hogwarts.
—No me estás entendiendo Hermione —cortó Luna y luego la miró a los ojos—. Me refiero a que quizás el libro ha desaparecido.
Hermione, Neville y Harry la miraron estupefactos. Hermione, sobre todo, parecía haber sido electrocutada del horror, como si robar un libro no fuera posible. Harry miró con una ceja alzada a Luna y musitó si era posible. Voldemort no tenía acceso, que él supiera, a una biblioteca mágica ya que no tenía acceso a ninguna propiedad mágica de lo contrario no creía que hubiera sido secuestrado en Little Hangletton… Por no hablar de que nadie parecía saber que estaba vivo salvo Pettigrew, que era un don nadie, y Crouch Jr, que era un prisionero fugado de Azkaban sin acceso a su mansión ancestral. ¿Estaría Luna en lo cierto? ¿Habría Voldemort obtenido la información que buscaban en Hogwarts? No era improbable teniendo en cuenta que Crouch Jr había estado disfrazado de un profesor de Hogwarts que, seguramente, tenía acceso al castillo durante el verano mientras se estuviera poniendo en marcha el torneo.
—¿Y cómo vamos a saber si es cierto?
—Fácil —dijo Luna, con una sonrisa casi divertida—. Madame Pince tiene una lista, un inventario, de todos los libros de Hogwarts. Después de todo, es la bibliotecaria.
—¡Pues claro! —sonrió Hermione—. ¿Si no cómo iba a saber qué libros se prestan y cuáles son devueltos? Eso es. Si comparamos su lista con los libros que hay ahora mismo en la biblioteca deberíamos saber si falta alguno.
—…y el que falte debe ser el que contiene la respuesta —acabó Neville, incrédulo con la sencillez del plan.
—¿Y qué hay de Sirius? —preguntó Hermione—. ¿Ha encontrado algo?
Harry suspiró sacudiendo la cabeza. —El caso es que la biblioteca de los Black es muy grande y muchos libros contienen menciones sobre pociones, rituales, huesos o una combinación de todos estos.
—Eso es bueno —contestó Luna—. Si sabemos qué libro ha desaparecido de Hogwarts, si es que así ha sido, seguramente Sirius tendrá una copia del ejemplar.
Harry asintió, esperando que fuera cierto, pero se dio cuenta de la ardua tarea que tenían por delante.
—Deberíamos empezar ahora, siendo viernes la mayoría están con sus amigos antes que en la biblioteca.
Cuando llegaron Madame Pince los miró con cara de pocos amigos, con el ceño fruncido y un deje de sospecha sus ojos. Sorprendentemente, fue Luna la que consiguió que les entregara un pergamino que prácticamente brillaba de lo cargado que estaba de hechizos y encantamientos.
—No es raro para Madame Pince que un Ravenclaw pida la lista —se encogió de hombros ella—. Después de todo, a los Ravenclaw les gusta saber si se añaden libros nuevos y qué hay disponible en Hogwarts. De esta forma podemos invertir el dinero en comprar libros que no estén al alcance.
Neville y Harry intercambiaron una mirada algo divertida al ver el rostro de Hermione, que hasta ahora no se había dado cuenta de la existencia de la lista ni de que los demás alumnos racionaban tanto su dinero con tal de ampliar su catálogo de lectura más eficientemente. Entraron en la sección prohibida con una última mirada cargada de la bibliotecaria, pero con el pase perfectamente legal, algo insólito para Harry, de Hermione. Copiaron el pergamino, dispuestos a tachar los libros que se encontraran disponibles, pero al final se la repartieron entre 4, viendo que estaban ordenados alfabéticamente, para no perder tiempo. Aun así, tardaron casi 2 horas en encontrar el primer libro que aparecía en la lista que no estaba en la biblioteca y una hora más en acabar de revisar todos los libros. Al final solo había 4 libros desaparecidos, aunque bien podrían haber sido prestados.
Se fueron con su lista, dándole las gracias a Madame Pince, directos de nuevo a la Sala de los Menesteres.
—Alguno de estos libros tiene que ser el que han usado —dijo casi con fervor Hermione—. Fíjate Harry, el libro Moste Potente Potions no está. En este libro está la receta de la poción multijugos que Crouch ha estado usando todo este curso.
—¿Pero porqué no lo devolvió? Podría haber copiado la receta y así nadie sospecharía ahora de él —preguntó confuso Neville.
—Porque no pensaba ser descubierto, está claro —contestó él—. Sino ha sido devuelto el libro a la escuela quiere decir que no estaba en sus aposentos cuando Dumbledore se dio cuenta de que era un farsante, con lo cual solo cabe la posibilidad de que lo llevara encima o lo escondiera.
—Cosa que tiene sentido porque no quería ser descubierto con el libro siendo Moody un ex-auror, de lo contrario habría llamado la atención sobre para qué lo quería —siguió Hermione, sonriente.
—Pero, ¿no sabría Madame Pince quién sacó el libro de la sección prohibida? —volvió a preguntar Neville, todavía más confuso.
Hermione y Harry se miraron un segundo en silencio, sopesando una respuesta, pero finalmente habló Luna, encogiéndose de hombros. —Seguramente no sabría que Madame Pince tiene una lista de todos los libros de la biblioteca de Hogwarts, después de todo, poca gente fuera de Ravenclaw se molesta en preguntar.
Harry comprendió que, una vez más, la arrogancia de un Slytherin se había vuelto en su contra. Luna debía estar en lo cierto. La mayoría de Gryffindor y Hufflepuff, para ser francos, no estaban muy interesados en la biblioteca más allá de sus estudios normales en Hogwarts y para ello no necesitaban una lista de libros. Los Ravenclaw eran los alumnos que más tiempo, por promedio, pasaban en la biblioteca así que era fácil comprender cómo se habían dado cuenta del índice. Los Slytherin, aunque solían ser más académicamente inclinados que los de su Casa, preferían comprar sus propios libros y no compartir los que había en la biblioteca. Lo sabía porque cada año veía como compraban y traían a la escuela los libros de referencia necesarios para completar sus tareas; de hecho, la mayoría solo usaban las mesas de la biblioteca para trabajar y estudiar. Así pues, no necesitaban saber de la lista porque tenían sus propios libros, a pesar de tener ejemplares disponibles en la biblioteca.
Ahora tenía claro que Crouch Jr no debió saber sobre la lista, seguramente porque ni el propio Voldemort lo sabía, y mucho menos el inútil de Pettigrew. Sin saber que Madame Pince podía saber qué libros habían sido sustraídos, se había quedado con el libro con la certeza de que nadie sabía que había sido sacado de la sección prohibida, al menos hasta que alguien no preguntara por éste y teniendo en cuenta los pocos pases que se dan a dicha sección, y el poco interés por las pociones gracias a Snape, debió haber creído que nadie lo sabría hasta que acabara el curso y pudiera regresar el libro a su sitio. Había sido tan arrogante que no había ni copiado la mísera página de instrucciones. Harry casi sintió vergüenza ajena de la incompetencia de Crouch.
—¿Qué libros más han desaparecido?
Hermione volvió su mirada al pergamino. —Historia del Mal escrito por Godelot y otros dos libros escritos por el mismo autor, Owle Bullock, Rituales de Sangre y Magia Negra y Secretos de las Artes Más Oscuras.
Harry, de repente, sintió un escalofrío. A saber qué clase de magia existía escrita en esos libros y, sin duda alguna, estaban ahora mismo en manos de Voldemort. Intercambiaron miradas lúgubres y un momento de silencio hasta que se dieron cuenta que era hora de comer. Hermione le tendió un trozo de papel de libreta donde apuntó los títulos y Harry lo guardó en su mochila hechizada.
18 de Marzo, sábado
Harry se metió las manos en la chaqueta, sintiéndolas algo frías, y caminó con paso firme el camino hacia Hogsmeade. Vio a lo lejos, al borde de la aldea, la silueta de un perro negro cerca de los árboles que rodeaban el pueblo.
—Nos vemos luego —le dijo a Hermione y a los demás.
Cuando se adentró en el bosque vio a su padrino ya convertido en humano de nuevo.
—Tengo buenas y malas noticias —le dijo Sirius con una sonrisa algo culpable—. La buena noticia es que hoy podrás quitarte esas horribles gafas definitivamente. La mala noticia es que Remus está ahora mismo en Grimmauld Place.
Harry le miró con exasperación. ¿Por qué todo se complicaba siempre tanto? Sirius no se decidía sobre si decirle o no a Remus sobre sus planes porque tenía la extraña sospecha de que podría involucrar a Dumbledore, y eso era algo que Harry no quería, ni Sirius, en absoluto. ¿Por qué ahora que justamente tenía que leer esos malditos tomos de magia oscura le habría las puertas a Remus? Harry gimió de la desesperación, ¿por qué siempre se torcía todo? Cogió el brazo que le tendía su padrino y se desaparecieron.
Miró a ambos lados con confusión puesto que nunca había visto St. Mungo y dejó que Sirius lo llevara hasta el mostrador.
—Buenos días, mi ahijado tiene una cita con la Sanadora Tonks.
Harry dio un respingo, mientras observaba a la gente ir y venir, cuando vio a un hombre con tentáculos saliendo de sus orejas y una mujer de color verde, literalmente verde, con unas pústulas que supuraban. Otra gente parecía tener un simple catarro, aunque uno de ellos cada vez que estornudaba le salían llamas de su enrojecida nariz. Lo más impactante era que nadie parecía estar sorprendido al ver las enfermedades y desastres de los demás. Los magos y brujas realmente habían perdido algún tornillo a lo largo de la historia, se dijo, aunque suponía que ver cosas así a diario al final le quitaba el brillo a la vida.
—Planta baja, consulta número 26 —dijo una voz desinteresada mientras leía una revista nueva de cotilleo—. Que tengan buen día.
Harry alzó una ceja al escuchar el entusiasmo de la recepcionista, pero se lo pensó mejor y decidió que era menor desinterés que ser reconocido y avasallado por desconocidos.
—La planta baja además de las consultas también trata los accidentes con artefactos —le informó Sirius, guiándole con un brazo sobre los hombros—. Aquí trabaja Andrómeda un fin de semana de cada mes, además de sus turnos entre semana.
—Y este es su fin de semana, imagino.
—Así es —Sirius echó un vistazo discreto a la gente, pero todos estaban más preocupados por sus propios problemas que por un adolescente sin tentáculos acompañado por un adulto—. No solamente no dirá nada, sino que será de gran ayuda.
Andrómeda Tonks no era como imaginaba. La observó con algo de sorpresa al recordar la fotografía en el diario de Bellatrix Lestrange y se dio cuenta que se parecía mucho a su hermana mortífago, tanto que se quedó un momento en shock mientras Sirius hablaba. Cuando sonrió, no obstante, era como ver a una persona totalmente distinta.
—Sirius me ha hablado mucho de ti, Harry —empezó ella con una sonrisa—. Me ha comentado algo de tu… caso. Haremos todo lo que sea posible para condenar a tus tíos.
Harry se sentó en la silla, estupefacto, al darse cuenta de que Sirius realmente planeaba denunciar a los Dursley.
—Lo más gracioso de todo es que siendo tus tíos muggles será mucho más humillante y fácil que sean juzgados por la justicia muggle —sonrió Sirius con algo de malicia—. Así nadie se enterará de todo este lío sino quieres.
Harry asintió, sintiendo una mezcla de emociones que todavía no supo identificar. Andrómeda no tardó en alzar su varita para diagnosticarle, frunciendo el ceño y los labios cuando leyó los resultados. Chasqueó con la lengua y con una pluma empezó a apuntar cosas en el mismo pergamino que había sido conjurado por el hechizo diagnóstico.
—No entiendo cómo Pomphrey no se ha dado cuenta de todo esto —dijo Sirius con algo de sorpresa y enfado—. Un simple hechizo ha sido todo lo que has necesitado para ver lo que está sucediendo y, sin embargo, en Hogwarts no le han dado ni una crema para las cicatrices.
—Me temo que Madame Pomphrey no es una sanadora, Sirius —contestó con algo de tristeza Andrómeda—. Hogwarts no tiene protocolos para gestionar cosas graves más allá de lo que pueda pasar en una escuela de magia. De hecho, su único protocolo es enviarnos a sus pacientes sino pueden con ellos. Así que no me extraña nada que el caso de Harry, y el de muchos otros, pasen desapercibidos.
Harry sintió su boca descolgarse al escuchar esas palabras. No entendía nada. ¿Un simple hechizo y Madame Pomphrey no era capaz de hacerlo? ¿Por qué no tenían en Hogwarts entonces un sanador? ¿Acaso no le importaba a nadie la salud de sus alumnos? Una vez más sintió el peso de la tristeza y la injusticia asentarse en su garganta, tan pesado y caliente como un trozo de hierro al rojo vivo. ¿Por qué existían cosas tan… mal hechas en el mundo mágico? Se dio cuenta en ese preciso instante que no quería seguir allí. No quería quedar atrapado en el mundo mágico inglés, uno donde nada tenía pies ni cabeza ni nadie hacía nada por romper el molde, avanzar y mejorar. Se dio cuenta, con sorpresa y más tristeza, que la sociedad mágica inglesa estaba estancada en unas arenas movedizas de las que ni ellos mismos parecían nerviosos por salir. Quería irse.
—Lo bueno es que podemos hacer muchas cosas con esto —cortó el hilo de sus pensamientos Andrómeda—. Podemos darte una versión muggle y así podrás iniciar la denuncia, para empezar.
—Gracias Andy. De hecho, me alegra que digas eso porque ya he contactado con un abogado.
—En cuanto al tratamiento en sí: vamos a iniciar un tratamiento de pociones para combatir la malnutrición, un deje anémico y también algo de debilidad y descalcificación en los huesos. Las cicatrices deberían desaparecer con una pomada en un par de días o a más tardar en una semana. Lo que me sorprende es que pareces ser inmune a venenos gracias a… ¿¡veneno de basilisco!? ¡Y lágrimas de fénix!
—¿Y mis ojos? —preguntó él, interesado como nunca antes por su salud. Andrómeda todavía estaba sacudiendo la cabeza incrédula pero se recompuso rápidamente.
—Se pueden corregir fácilmente. Es cierto que la mala visión es un rasgo genético de los Potter pero, al contrario de lo que mucha gente piensa, es muy simple de corregir.
—¿Por qué llevaba mi padre gafas, entonces? —preguntó él, confuso. Realmente no había esperado obtener tanta ayuda médica y mucho menos corregir su vista.
Sirius bufó una risa con una sonrisa pícara en los labios. —Porque las gafas son una gran escusa y nadie se da cuenta de que realmente las llevaba hechizadas completamente.
—¿Prefieres que hagamos eso? —preguntó Andrómeda alzando la cabeza de sus notas—. Podemos cambiarte las gafas por unas más atractivas, pero con cristales sin graduación que puedas hechizar a tu gusto.
—Me parece genial —dijo él, sonriendo ampliamente al darse cuenta de todo lo que podía hacer—. Odio estas gafas, la verdad.
—Por otro lado, va a tocar ponerte un gran número de vacunas —informó con una mueca Andrómeda—. Es cierto que tienes las primeras en regla, tal y como deberías, pero a partir de los 2 años no tienes ninguna sola dosis administrada. Has tenido suerte, viviendo en el mundo muggle, de no infectarte de nada raro.
—La suerte la ha tenido de no coger nada en Hogwarts —gruñó Sirius, apretándole el hombro—. ¿Se las puedes poner todas de golpe o tienes que dejar un periodo de descanso?
—Me gustaría poner hoy las más importantes. Realmente no sé cómo te sentará si te pongo 12 vacunas de golpe, y la verdad es que no quiero imaginarlo —se estremeció Andrómeda—. Será mejor dejar unas dos semanas y ponerle el resto, aunque sea un día entre semana. Solo serían un par de minutos, no afectará a tus clases en Hogwarts.
Cuando salieron del hospital ya habían pasado un par de horas. Andrómeda le entregó a Sirius los papeles para su denuncia y a Harry una caja de madera llena de viales de pociones, pomadas, y un pergamino con instrucciones. Lo malo era que no podría empezar el tratamiento hasta dentro de un par de días, cuando se cercioraran de que las vacunas no tenían ningún efecto adverso. Lo mejor de todo había sido la corrección de sus ojos, una mezcla de unas gotas de poción con un nombre impronunciable y unos hechizos correctivos, que le habían devuelto una visión perfecta. Irónicamente, era como ver el mundo desde otros ojos. La nueva montura, también, era mucho más atractiva con los aros más rectangulares, de aspecto más sofisticado y de color dorado que resaltaba gratamente con su tono de piel y el color de ojos.
Se desaparecieron del hospital y llegaron a Grimmauld Place, donde les esperaba Remus en la cocina. Harry le echó una mirada a Sirius y antes de que pudiera verle Remus subió las escaleras a la biblioteca. Como pensaba, era enorme y casi vibraba de lo cargados de magia que estaban los libros. Sacó su lista de 4 libros con un suspiro hasta que se dio cuenta que podía usar su varita ya que la magia de una casa mágica impedía, según Sirius, que el Ministerio se diera cuenta de que había hecho magia con su varita. Se preguntó, mientras usaba el hechizo invocador, si habría algún tipo de hechizo en la biblioteca que le permitiera deshacerse del localizador del Ministerio que contenía su varita.
—Accio libro Moste Potente Potions —dijo, casi sintiéndose ridículo por probarlo, pero para su sorpresa el libro voló de una de las estanterías, tirando un par de libros al suelo de rebote—. ¡Genial!
Lo dejó en una mesita libre, rodeada de un par de sillas mullidas negras, y luego invocó a los demás libros. Para su grata sorpresa los Black eran dignos de su palabra porque los 3 libros aparecieron de algún lugar remoto de la biblioteca, cada cual siendo un tomo más grueso y vibrante de magia oscura. Cogió el libro de Moste Potente Potions y empezó buscando un índice, pero luego se dio cuenta que tampoco tenía ni idea de lo que hacían la mayoría de pociones así que tuvo que leer la introducción uno a uno, con un suspiro de exasperación y agotamiento. Se sentó en las sillas y empezó a leer. Algunas de las pociones le revolvieron el estómago, otras, no entendía por qué habían sido clasificadas como oscuras. Después de casi 300 pociones y venenos y antivenenos se dio cuenta de que allí no se encontraba la poción o ritual que buscaban.
Justo cuando cogió el libro de Rituales de Sangre y Magia Negra apareció Sirius por la puerta, acompañado de Remus que parecía haber sido abofeteado, el rostro un poema de emociones indescriptibles, y se sentaron en las sillas, una de ellas conjurada de la nada. Harry miró penetrantemente a su padrino y Remus sonrió.
—Sirius me lo ha contado todo —sonrió débilmente Remus, sacudiendo la cabeza—, aunque he tenido que jurarle que no diría nada.
Harry alzó una ceja a Sirius y éste se encogió de hombros. —No es como si no se hubiera dado cuenta de que algo pasaba. Mejor así que… dejar que pase algo imprevisto.
—Entonces tened, ayudadme a buscar —les dijo él, pasando los dos libros restantes uno a cada uno—. He buscado ya en el libro de Moste Potente Potions pero nada, la única mención con partes humanas es la poción multijugos y otra poción de adopción que no tiene nada que ver con huesos.
Harry vio, antes de enterrar su rostro en el libro, como Sirius echaba un vistazo inescrutable al libro de pociones antes de girarse a su propio libro en mano. Buscó el índice por costumbre, sin esperar encontrar nada, y vio con algo de sorpresa que el libro parecía estar dividido en dos: rituales y otras magias. Empezó por la parte de rituales, leyendo el texto que, a parte de ser algo espeluznante, en realidad no era para nada tedioso. Justo cuando llevaba solamente 3 entradas de rituales se encontró con el que parecía ser el ritual que buscaban. Dio un bote enérgico al darse cuenta de que podía ser la respuesta.
—¡Mirad! ¡Creo que es esto! —exclamó él, poniéndose recto—. Es un ritual con pociones: hueso del padre, carne del vasallo y… sangre del enemigo.
Se quedaron en silencio sepulcral, mirando fijamente al libro. Cuando levantó la mirada observó como Remus y Sirius se miraban preocupados.
—Déjame ver eso Harry —pidió Remus y él le entregó el libro. Leyó—. Ritual de resurrección. Necesita un caldero de piedra con un agua madurada a la luz de la luna durante 3 meses, hueso del padre otorgado sin saberlo, carne del vasallo voluntariamente ofrecida y sangre del enemigo tomada por la fuerza.
Volvieron a quedarse en silencio. Harry se estiró contra el asiento, con la mente en blanco. Voldemort se había cansado de esperar su momento, cansado de buscar piedras filosofales, de usar horrocruxes y almas de niñas pequeñas… Este era su mejor, y mayor, intento y era acosta de su sangre. Lo malo, se dijo mientras corría en busca de un lavabo para vomitar, era que la sangre de un enemigo no necesariamente tenía porqué ser la suya puesto que Voldemort tenía a mucha gente que le odiase donde elegir. Parecía que el regreso de Voldemort era solo cuestión de tiempo.
23 de Marzo, jueves
Harry suspiró con un nudo en la garganta. Llevaba casi una semana en vela, preguntándose qué hacer. Ahora se arrepentía de no haber intentado matarlo en Little Hangleton cuando solo estaba escoltado de dos mortífagos, uno de ellos un inútil. Al final, se forzó a no pensar en ello puesto que no podía cambiar el pasado. Se tomó la poción nutritiva que le recetó Andrómeda y se bebió el agua que había conjurado para pasar el mal trago. Abajo, al pie de las escaleras, le esperaba Hermione con rostro de preocupación como en los últimos 5 días. Desde que les contó lo del ritual todos sus amigos parecían tensos, casi esperando el momento en que se quebrara y empezara a gritar, pero lo cierto es que ya no tenía fuerzas. Sentía que todo lo que hacía y había hecho había sido para nada cuando el regreso de su mayor enemigo era inminente.
Sabía qué pasaría si se lo intentaba comunicar a Dumbledore no haría nada porque él nunca había hecho nada para combatir activamente a Voldemort. Si se lo comunicaba al Ministerio le tomarían por loco, como había hecho el Ministro Fudge cuando le dijo que Sirius era inocente el año pasado. Y no quería pensar qué haría la sociedad si intentaba publicarlo en el diario sin que en la noticia le dejaran por retrasado y un alborotador. Una vez más, estaba solo. Sintió el mismo asco y desesperanza que llevaba padeciendo desde hacía días mientras desayunaba esa mañana.
Pasó el día como en una burbuja llena de mierda, sumido en la miseria e incapaz de hacer nada para quitársela de encima. Hasta que Luna apareció de la nada y le cogió del brazo. Dejó tirados a Hermione y a Neville y lo llevó casi a rastras al bosque.
—No puedes perder tu llama, Harry Potter —le ordenó, mirándole fijamente a los ojos—. Sin ti estamos perdidos.
—¿Sin mí? —casi gritó él, sintiendo algo más que depresión por primera vez en días—. ¿Por qué soy yo el que tiene siempre que arreglar las cosas que los demás rompen?
—Porque eres el elegido —contestó ella, totalmente cuerda y con firmeza—. Nadie más que tú puede hacerlo.
—¿¡Pero, por qué!? —gritó esta vez, tirándose del cabello sin comprender nada.
El rostro de Luna se suavizó y posó una mano sobre su mejilla. —Porque es tu destino. Porque está escrito. Porque él no dejará de perseguirte sino haces nada para evitarlo. Porque nadie moverá un dedo sino lo haces tú. Porque, aunque sea egoísta e injusto, te necesitamos.
Harry rompió a llorar en los brazos de su amiga, deseando no tener que encargarse de tal peso. Llorando una vez más por ser el títere de una sociedad incapaz de resolver sus problemas. Asqueado por todo. Lloró y lloró como nunca antes había hecho en casa de los Dursley, encerrado en la alacena como un trasto viejo al que querían hacer desaparecer. Cuando ya no pudo llorar más se tumbó en la hierba, sintiendo más que nunca la depresión creciente de su interior. Finalmente, se levantó y caminó de vuelta al castillo, a pesar de seguir sintiéndose como una mierda, pero sabedor que nadie movería un dedo para ayudarle sino lo hacía el mismo. Como siempre.
