CAPÍTULO 10: Apatía general
27 de Mayo, lunes
Harry miró con más calma la consulta de Andrómeda, casi 2 semanas después de su primera fase de vacunación. Por suerte no había sufrido efectos adversos más que una leve fiebre. Andrómeda creía que el veneno de basilisco y las lágrimas de fénix que se habían incorporado en su torrente sanguíneo, y que a día de hoy parecían replicarse por sí solos mágicamente, eran suficiente para repeler los signos clínicos más molestos como vómitos, temblores o dolores de cabeza. Según ella, Harry nunca podría donar sangre como cualquier otro muggle, y también tendría que ser más cuidadoso si alguna vez practicaba según qué tipos de magia de sangre (prácticamente ilegales en el país, por cierto).
—Estás mucho mejor ahora —le informó, revisando el nuevo pergamino diagnóstico—. Tus huesos están en plena forma, en parte gracias a la poción que tomaste hace un par de años en Hogwarts. Tu anemia ha desaparecido también y veo que las cicatrices que te causaron tus…. tíos han desaparecido también, aunque la marca del colmillo de basilisco y tu cicatriz en la frente persisten. Necesitarás más tiempo así que sigue aplicándote la pomada hasta que desaparezcan.
Sirius asintió, sin sorprenderse. —Las cicatrices mágicas es lo que tienen: tardan mucho en desaparecer y algunas nunca desaparecen completamente.
—Y peor aún, has tenido esa cicatriz durante casi 13 años de tu vida sin que nadie intente tratarla —dijo con voz mezquina Andrómeda al hablar de la incompetencia de otros—. Sinceramente, quizás puede que nunca desaparezca.
Harry se encogió de hombros. —Hasta ahora no tenía ni idea de que existía esta pomada así que tampoco pensaba que podía borrarla. Aunque sí que he notado que están más disimuladas. Como si fueran de hace mucho tiempo.
Andrómeda asintió un par de veces. —Eso es buena señal. Con un poco de suerte desaparecerán completamente. Bueno Harry, a día de hoy ya tienes todas tus inoculaciones al día. Felicidades. La última parte del tratamiento será seguir con las pociones nutritivas para corregir tu malnutrición.
—¿Cuánto tiempo tendrá que seguir con estas pociones? —preguntó Sirius, algo preocupado y enfadado.
—Lo cierto es que un par de meses —contestó Andrómeda con una mueca simpática—. Si te fijas, Harry, solo llevas 10 días de tratamiento y aun así estás dando un estirón. Has pasado de 1,60 a 1,63 en solo 10 días y has ganado algo de peso, y eso que todavía queda mucho por corregir. Una malnutrición como la tuya, de casi 10 años, no se arregla en un par de días.
Harry asintió, comprensivo. Lo único que le importaba era que se estaba corrigiendo. Le daba igual tener que beber esas asquerosas pociones cada día durante un año si al final lograba estar perfectamente de salud. Ya había borrado de su cuerpo las marcas de los Dursley, ahora solo faltaba una nimiedad en comparación con todo lo que había sufrido allí. Vio la mandíbula tensa de Sirius y supo que, una vez más, parecía estar contemplando el asesinato en lugar de una denuncia. Harry, por el contrario, estaba deseoso de llevar a los Dursley a juicio. Sabía que no volvería a pisar su casa y en el caso de hacerlo por alguna recóndita y remota posibilidad, no pensaba quedarse allí sin su varita o un cuchillo. Los Dursley ya no le asustaban. Ahora solo quería que pagaran por lo que le hicieron.
Volvieron a Grimmauld Place donde, una vez más, les esperaba Remus en la cocina. Al parecer se había mudado gracias a la insistencia de Sirius. A Harry, una vez que supo que había jurado ayudarlos y guardar el secreto, no le importaba. Remus era inteligente y era capaz de tranquilizar el temperamento impulsivo de Sirius. Junto con Kreacher, bajo tantas órdenes que era incapaz de traicionarlos, y Dobby, que le era totalmente devoto, Harry tenía un buen equipo para acabar con Voldemort.
—Tenemos algunas noticias —comentó nada más sentarse, Remus—. ¿Te acuerdas de los libros que sacaste el otro día de la biblioteca? Tanto Historia del Mal como Secretos de las Artes Más Oscuras mencionan a los horrocrux.
—¿Qué? —preguntó él, estupefacto—. Podrías haberlo dicho por el espejo anoche. Solo puedo quedarme media hora antes de que acabe mi descanso y vuelva a Hogwarts.
—Estas cosas mejor no hablar de ellas, Harry, cuando alguien pueda escucharte —asintió Sirius—. Tener este libro es ilegal según el Ministerio.
—¡Pero si consta como catálogo de la biblioteca de Hogwarts!
—Sí, pero solo puedes acceder a él con un pase. Un pase altamente regulado.
Harry se acordó del pase que le dio Lockhart a Hermione y lo dudó. ¿Altamente regulado? Eso era lo que querían hacer ver, pero realmente cualquiera podía entrar, coger un libro y salir, como había hecho él, sin que nadie supiera nada. Aun así, suspiró y se dio por vencido. Quizás Remus tenía razón. Mejor que nadie pensara que se estaba yendo al "lado oscuro" o alguna tontería por el estilo.
—¿Y qué dice de los horrocrux?
—Bueno, en Historia del Mal solo aparecen mencionados pero en el otro libro… Aparecen instrucciones detalladas sobre cómo crear horrocrux así que imagino que en algún momento debió de leerlos Voldemort.
Harry se preguntó si seguiría teniendo en su posesión los libros o si los había solo ojeado, sin que nadie se diera cuenta, cuando era estudiante en Hogwarts. Pero entonces, ¿quién tenía los libros? Justamente los únicos libros que parecían tener alguna mención sobre anclas de alma eran los que habían desaparecido de Hogwarts. Harry empezaba a hilar la historia de Tom Riddle a medida que conocía piezas del puzle. Podía imaginar a Tom Riddle, tan impecable e inteligente que era, siendo un alumno modelo al que le facilitarían un pase a la sección prohibida. Allí seguramente con 15 años descubrió sobre los horrocrux y probó suerte creando uno, usando el asesinato de Myrttle la Llorona para transformar su diario en un ancla. ¿Cómo no se había dado cuenta nadie de los libros que ojeaba Voldemort? En aquel entonces el director no era Dumbledore sino Dippet… ¿sería solo mala suerte, el hecho de que sus acciones pasaran desapercibidas, debido a que Dippet estaba a punto de morir? ¿O lo sabía y no pudo decírselo a nadie? ¿Le habría matado el mismo Voldemort?
Fuera como fuera los libros habían desaparecido. Ahora prácticamente eso daba igual ya que Voldemort ya sabía cómo crear más horrocrux si le fuera necesarios. Por suerte, hasta ahora no parecía haberse dado cuenta de que casi todas sus anclas habían sido destruidas, seguramente porque todavía era un espectro y no tenía cuerpo real.
—Hemos encontrado algo bastante interesante, además de las instrucciones —le informó Remus—. Te ahorraré el proceso pero lo más importante es que cada vez que se crea un horrocrux se parte en 2 el alma, una mitad va al objeto que se convierte en horrocrux y la otra mitad se queda en el anfitrión. Gracias a esta información sabemos que lo más probable es que solo puedan haber 7 horrocrux de una misma persona.
—El diario fue su primer horrocrux así que contenía un 50% de alma —intercedió Sirius—. Era el horrocrux más poderoso. Por eso seguramente fue capaz de poseer en tan poco tiempo a Ginny y enseñarte las memorias, tenía poder y alma suficiente para hacerlo.
—Voldemort, para su siguiente horrocrux, solo disponía de un 50% de alma, así que el segundo horrocrux solo contiene 25%. Si hacemos cálculos eso significa que el trozo que tenías en su cicatriz solo tenía un 1.56% de alma. No era suficiente para poseerte, pero sí para forjar una conexión entre vosotros dos.
—Una conexión que, como las cicatrices mágicas, después de tanto tiempo cuesta que desaparezca —le dijo Remus, sabedor de que a veces tenía visiones a pesar de no ser ya un horrocrux.
—Considerando que nos hemos encargado del diario, el guardapelo, la tiara, la copa y de tu cicatriz, eso significa que existe al menos un horrocrux, posiblemente un par si Nagini lo es.
—Pero Nagini debería ser el último horrocrux, el séptimo, ya que Voldemort ya no tendría más que 0.78% de alma. Sería prácticamente incapaz de crear uno nuevo sin alma.
Harry intentó retener la información a pesar de su nuevo dolor de cabeza. Eso significaba que Voldemort todavía era inmortal, con 2 horrocrux aun por destruir. Uno de ellos desconocido. Perfecto.
—Será mejor que te lleve a Hogwarts —dijo Sirius, dándose cuenta del tiempo—. Hablamos más tarde sobre la denuncia, tengo cosas que contarte.
Sirius apareció en Hogsmeade y le acompañó hasta el castillo a pesar de ser de día. Harry no dijo nada puesto que sabía que, ahora más que nunca, era un blanco fácil. Buscó a Hermione con el mapa y la encontró en la biblioteca, para su poca sorpresa, acompañada de Neville y Luna. Cuando llegó y vio su cara empezó a recoger sus cosas. Cuando se volvió a sentar, agotado y deprimido, en la Sala de los Menesteres, empezó a contarles todo lo que había pasado.
Hermione frunció el ceño, pensativa. —No me gusta la idea de que cualquiera puede tener esos libros. ¿Cómo sabemos que realmente los tiene Voldemort? ¿Y si algún alumno los ha cogido y planea usarlos?
—¿Y qué podemos hacer? ¿Preguntarle a Madame Pince?
—Invocarlos —dijo Luna, encogiéndose de hombros—. Los libros de la biblioteca tienen protecciones para poder ser invocados por si algún alumno los pierde.
Se miraron los unos a los otros. —¿Y cómo sabremos quién los ha tenido?
—Puedo intentar invocarlos montado en mi escoba —pensó en voz alta—. Así sabría de dónde vienen.
—No si los ha cogido un Slytherin o un Hufflepuff.
—Bueno, la idea de Harry es mejor que nada —dijo Neville—. Así podemos descartar a gente.
—Eso si es que están en Hogwarts.
Hermione le miró y alzó una ceja. —Por probar supongo que no perdemos nada.
—Lo intentaré esta noche para que nadie se de cuenta.
Harry cogió su lista, una que le había obligado a escribir Hermione en vista de su reciente depresión y agotamiento, y vio las cosas que tenía apuntadas.
1. Visitar St Mungo para las vacunas y revisión.
2. Destruir los horrocrux restantes.
3. Denunciar a los Dursley.
4. Estudiar para los exámenes de quinto curso.
5. Prepararme para la última prueba del torneo.
6. Visitar la bóveda de los Potter en Gringotts en busca de una varita.
7. Prepararme para los exámenes muggle.
8. Hacer lista de las propiedades de los Potter.
Tachó aquello que podía tachar y volvió a enrollar el pergamino. Hermione había tenido razón pensando que hacer una lista de objetivos le ayudaría. A pesar de que quería desistir esos 8 puntos le habían hecho seguir adelante cuando creía que no tendría fuerzas para aguantar su ahora moderada depresión y apatía. Gracias a Remus sabía que podía examinarse cuando quisiera, pagando una pequeña cuota claro, en el Ministerio. Su idea había sido examinarse de aquellas materias que no pensaba continuar como Historia de la Magia, y de otras que eran tan absurdas o fáciles que podía examinarse sin problemas como Estudios Muggles y Adivinación.
Había sido Sirius, pensó con algo de sorpresa, el que le dio la idea de examinarse antes de lo previsto. Sinceramente, pensaba hacer todo lo posible por quitarse alguna que otra asignatura antes del siguiente curso. Su idea era acabar Hogwarts lo antes posible y para ello necesitaba al menos los exámenes TIMO de todas sus asignaturas. El mismo Sirius le había dado la idea de comprar los apuntes de Historia a algún alumno de séptimo curso puesto que el contenido del examen siempre era el mismo. Harry, con algo de estupefacción, se preguntó por qué no lo había pensado antes. Es más, no solamente le compró los apuntes de Percy Weasley después de enviarle una carta con Hedwig, sino que también compró los apuntes de otras asignaturas a varios alumnos de séptimo curso que sabía que habían sacado la máxima puntuación en sus TIMO en las respectivas asignaturas.
Hermione le había mirado mal pero, después de todo, ¿por qué iba a estudiarse cada palabra del libro si alguien se había molestado en hacer un resumen completo que solo ocupaba la mitad del libro de texto? Probaría la recomendación de Sirius con algunas asignaturas y si luego resultaba un chasco ya estudiaría del libro como hacía Hermione. Además, siendo un campeón del torneo no tenía por qué examinarse de sus exámenes de cuarto curso así que podía centrar toda su atención en los TIMO que quería examinarse y en el torneo. Ciertamente, eso era de las pocas cosas buenas que tenía el dichoso torneo.
Esa misma noche, mientras repasaba un poco los apuntes de Historia, esperó a que todos se fueran a dormir para agrandar su escoba. Abrió silenciosamente la ventana de la torre y saltó agarrando fuertemente su escoba. Tardó poco en ponerse recto y sobre volar Hogwarts.
—Accio libro de Secretos de las Artes Más Oscuras.
Se quedó parado un segundo, pensando que no funcionaría, pero para su tremenda sorpresa un libro salió de lo que parecía ser la Torre del Director. Tardó apenas un par de segundos en llegar a su mano y cuando lo tuvo cogido y vio la portada y la encuadernación volvió en sí. Sintió como el estómago le daba un vuelco al comprender quién tenía el libro. No intentó invocar el libro de la Historia del Mal antes de regresar a su dormitorio. Con otro hechizo devolvió el libro de dónde había salido para que no se dieran cuenta de su desaparición. Se quedó en la cama, sentado, con la mano aún aferrada a su escoba y mirando las cortinas rojas de la cama de Ron.
Sintió un pitido en los oídos y empezó a nublarse su visión cuando se dio cuenta de lo que eso significaba. Dumbledore sabía, tenía que saberlo, de los horrocrux de Voldemort. Después de todo, ¿acaso Harry no le había dado en bandeja uno de ellos hacía 2 años? Le había contado cómo ese trozo de alma, aun sin saber qué era, había poseído a Ginny, cómo le había mostrado el rostro de Tom Riddle en una memoria y cómo lo había destruido con el veneno del colmillo de basilisco. ¿Para qué sino iba a tener el libro sino para informarse de qué era exactamente el diario, si es que no lo había sabido de buenas a primeras cuando lo vio? ¿Por qué, si lo sabía desde hacía 2 años, no había buscado un horrocrux en Hogwarts cuando había sido obvio para Hermione y para él que un posible lugar para un ancla de Voldemort estaba en el propio castillo? ¿Cómo no se había dado cuenta de la presencia de alma en su cicatriz? ¿O era verdad el hecho de que nadie le había tratado cuando murieron sus padres y quisieron matarle? O peor aún…. ¿Lo sabía y no pensaba hacer nada? Y de ser así, ¿por qué? No acababa de comprender qué estaba sucediendo, pero se tumbó en la cama dispuesto a dormir o al menos desmayarse tumbado.
30 de Mayo, jueves
—Le he estado dando muchas vueltas a lo que me dijiste —empezó Hermione con rostro severo—. Las probabilidades de que Dumbledore no supiera nada sobre los horrocrux son nulas y respecto a tu cicatriz creo que también debió saberlo o al menos intuirlo.
—¡Pero eso quiere decir que lo sabe y no ha hecho nada! —casi gritó Neville, con el rostro pálido.
—Como siempre —bufó con asco él, totalmente harto de Dumbledore—. Parece querer que otro resuelva el problema.
—No —negó Hermione, con el rostro serio y voz firme—. Parece querer que tú resuelvas los problemas. He estado pensando profundamente estos días y… la verdad, hay tantas cosas que se podrían haber hecho diferente. Mejor. Sinceramente, ya no sé qué pensar.
Harry deseó que Luna estuviera con ellos en lugar de en su clase de pociones para darles consejo. Aunque era la más joven parecía tener poderes proféticos. Hacía días ella misma le había dicho que él era elegido, lo que fuera que eso fuera. Tenía la sensación de que Luna podría ayudarle con más respuestas. Lo necesitaba porque ahora mismo estaba estancado.
—¿Y qué hay de Crouch Jr? —preguntó Hermione.
—Nada, no se ha mostrado en el mapa. Tampoco Pettigrew.
—¿Y el torneo? —preguntó Neville.
Harry suspiró, volviendo a recordar a Bagman. —Al parecer esta tarde nos van a enseñar algo a los campeones, algo relacionado con la última prueba. Eso me dejaría unos 23 días para prepararme para lo que sea.
Hermione frunció el ceño con preocupación. —Solo 23 días me parece poco.
Se encogió de hombros. Sacó sus tareas y acabó de completarlas en silencio. Luego se puso a estudiar cómo había estado haciendo. Historia de la Magia era tedioso, pero solo se trataba de memorizar texto. Estudios Muggle resultó ser patéticamente fácil ya que el currículo estaba totalmente desfasado desde hacía casi 20 años o más. Adivinación, por otro lado, era una asignatura liviana tanto la teoría como la práctica así que se había centrado en estudiar Encantamientos de cuarto y quinto curso con tal de examinarse de sus TIMO ese mismo verano, juntamente con Runas Antiguas y Cuidado de Criaturas Mágicas si se veía preparado antes de Setiembre. Eso significaría que el siguiente curso podría ahorrarse 2 asignaturas ya que no pensaba seguir cursando Cuidado de Criaturas Mágicas ni Historia. Si quería seguir con sus estudios siempre podría examinarse cuando quisiera más tarde, estudiando de libros, en el Ministerio.
Esa misma tarde salió del castillo en dirección a la pista de Quidditch pero, para su horror, vio que había sido convertida en una especie de laberinto gigante. Acompañado de los otros 3 campeones, Harry observó y escuchó lo que decía Bagman.
—¡...criaturas, trampas y todo tipo de hechizos! El objetivo será alcanzar una copa que los trasladará al podio frente a unas gradas que se montarán ahí mismo.
Señaló un espacio con un dedo y luego continuó hablando.
—¡El que llegue primero a la copa recibirá 50 puntos así que será el ganador del torneo!
—¿Entonces para qué nos han dado puntos en las otras pruebas a todos si solo uno va a recibir puntos en la última prueba, con lo cual es imposible que los otros ganen por puntos? —preguntó él con un amago de desdén que casi no pudo esconder.
—El número de puntos indica el orden de entrada en el laberinto y entre campeón y campeón habrá un espacio de 3 minutos. Lo cual representa una ventaja para usted, señor Potter, que va en cabeza con 90 puntos ni más ni menos. El siguiente será el señor Krum, seguido del señor Diggory y finalmente la señorita Delacour.
Harry evitó soltar una carcajada al ver los rostros irritados de Krum y Delacour mientras que Diggory parecía avergonzado de que un compañero suyo de Hogwarts al que no había defendido fuera por delante de él Y de Krum, el icono nacional de Bulgaria. Mientras caminaba acompañado de Krum y los demás vio a lo lejos una persona salir del bosque. Estupefacto paró en seco, pero nadie le hizo caso. Sacó el mapa, dudando sobre si su alcance llegaría al margen del bosque, pero no pudo ver el nombre del desconocido. Decepcionado, se dijo que incluso algo tan extraordinario como el mapa tenía limitaciones.
Enotnces se acordó de sus gafas hechizadas y, por primera vez desde que se las hechizó, las usó para ver a lo lejos y se dio cuenta de que era Crouch Sr. El mismo hombre que vio en el estadio de Quidditch el verano pasado. Antes de que pudiera pensar qué hacer o moverse en su dirección vio una luz verde salir del bosque y engullir al hombre, que cayó sin vida al suelo y acto seguido fue transformado en un hueso que luego fue invocado al bosque. Ni siquiera pasaron 3 segundos.
—¿Harry? —le llamó una voz. Era Diggory—. ¿Estás bien? Estás pálido.
Con manos temblorosas corrió a cerrar el mapa y desactivó sus gafas. Se giró casi robóticamente y asintió, echando a andar a grandes zancadas al castillo. No tenía duda alguna de quién acababa de asesinar a Crouch, a pesar de que la línea de árboles gigantes, altos, frondosos y enredados, no le habían dejado ver a su asesino. Seguramente era su propio hijo.
1 de Junio, sábado
Sirius sacudió con la cabeza, suspirando. —Esto cada vez se parece más a los inicios de la anterior guerra. Debes tener cuidado, Harry, ha estado muy cerca y ni siquiera te has dado cuenta.
No dijo nada porque era totalmente cierto. Crouch Jr estaba merodeando Hogwarts. Con el laberinto allí afuera, al alcance de todos, no quería imaginar qué estaría haciendo. Sin duda alguna tenía que pensar un plan para salir ileso del laberinto, pero ¿cómo? Lo cierto es que podía entrar al laberinto y lanzar un hechizo para que le recogieran, tirando la toalla al instante, pero no sabía si eso contaría como un "intento" de participar en el torneo o si por el contrario no cualificaría como uno, y perdería su magia según el contrato del cáliz de fuego. También podría quedarse en la entrada, dando vueltas como un tonto hasta que uno de los otros campeones cogiera la copa y ganara, con lo cual alguien tendría que ir a recogerle ya que habría acabado la competición.
Pero… lo cierto es que Harry no quería dejar ganar a los otros inútiles que competían contra él. Era temerario querer participar, pero hasta hacia poco apenas había tenido algo suyo, material o no, y el orgullo no podía quitárselo nadie. ¿Por qué iba a dejar ganar a alguien que le había repudiado injustamente? No. No pensaba dejar que nadie cogiera esa maldita copa, a pesar de que realmente le importara un bledo la copa y los 1000 galeones. Lo único que podía hacer era pensar en una estrategia para ganar y evitar ser secuestrado de nuevo, pues el laberinto era la última baza de Voldemort antes de que acabara el curso sino podía secuestrarlo antes…
Esa misma noche, después de coger de nuevo su escoba y su capa de invisibilidad, sobre voló el laberinto cuando supo que no había nadie en los terrenos de Hogwarts con la ayuda del mapa. Empezó a dibujar el laberinto en la libreta, a pesar de que era muy posible que las paredes cambiaran de posición como las escaleras del castillo, y luego volvió a su dormitorio sin que nadie se diera cuenta. A pesar de que todos estaban en la sala común, jugando y hablando con sus amigos, Harry cerró las cortinas de su cama y esperó hasta que notó que se activaban las runas que había grabado antes de llamar a Sirius.
—¡Harry! Esperaba tu llamada —le dijo nada más empezar con una sonrisa—. ¿Qué tal en Hogwarts? ¿Alguna novedad?
—He descubierto quién tenía los libros desaparecidos de la biblioteca —dijo él secamente—. A ver si adivinas quién.
—¿Snape? —preguntó casi burlonamente Sirius y él sacudió la cabeza. Pensó para sus adentros y Harry vio el momento en que se le ocurrió—. No… ¿Dumbledore?
Harry asintió y vio como Sirius parecía batallar entre el horror y la ira. Se quedaron unos minutos en silencio, Sirius asimilando la situación y Harry sumido en su ahora habitual estado apático.
—¿Qué hay de los Dursley? —preguntó Harry, con un deje malicioso.
Sirius recuperó la sonrisa, aunque no era para nada agradable, y respondió. —El hechizo sigue en pie, aunque no han intentado nada más. Fue la misma Amelia Bones la que lo hizo, con total secretismo, tal y como ha prometido.
Harry asintió. El hechizo del que hablaba Sirius era uno que se usaba en los muggles que conocían la magia y que habían sido acusados de algún crimen e iban a ser juzgados en el mundo muggle. Al parecer en algunos juicios antes de que se inventara dicho hechizo y se pusiera en marcha, algunos muggles habían anunciado que la magia existía con tal de que, de alguna forma, eso forzara a los magos a ayudarlos mientras eran juzgados. Lo que no se habían podido imaginar esos muggles era que los magos no solamente borraran las memorias de todos los que habían escuchado la mera mención de "magia" sino que también inventaran un hechizo mezcla entre un tabú y el encantamiento de lengua atada con tal de que en el futuro muggles en disposición judicial de la justicia muggle no pudieran volverlo a intentar y, por si fuera poco, fueran juzgados en un tribunal mágico y condenados a Azkaban no por sus crímenes muggles sino por haber abierto la boca sobre la magia cuando no debían.
A los Dursley se les había planteado la opción, como era el procedimiento normal, de someterse voluntariamente al hechizo o bien pasar a disposición judicial del Wizenmagot. Habían alargado al máximo el momento de decidirlo, los 15 días que les habían dado, pero al final habían accedido cuando vieron que Sirius, perspicaz, había impedido que se escaparan del país de rositas como pretendían hacer en un intento inútil de escapar a sus abogados y las denuncias de su padrino. Harry había dormido como un bebé, con una sonrisa radiante, cuando se enteró de que el equipo mágico que había contratado Sirius había devuelto a los Durlsey a su casa como si fueran niños de 3 años castigados por una pataleta. Después de eso, se encerraron el fin de semana en su casa y al día siguiente fueron hechizados.
—Nuestros abogados les han entregado también todo el papeleo a la justicia y, según me han informado, los Dursley ya han recibido una fecha —le siguió informando Sirius—. Te harán declarar con total seguridad.
—Ya me lo imaginaba —asintió Harry—. Lo cierto es que ahora solo quiero justicia y si tengo que narrar cada cosa que me hicieron pienso hacerlo.
Harry estaba harto de sentir miedo de los Dursely, sobre todo cuando era capaz de defenderse a no ser por una estúpida ley que le impedía hacerlo hasta que no tuviera 17 años. Lo cierto era que ahora que pensaba en ellos solo sentía rencor y un deseo horrible de hacerlos sufrir, de destruir todo lo que habían construido. Si bien era cierto que sus tíos no recibían dinero de las cámaras de los Potter, tal y como le había informado Gringotts, sí que recibía una pequeña pensión del estado muggle. Por no hablar de todas las tareas que él hacía en número 4 como un sirviente no pagado y de que todo lo que había tenido en esa casa era de segunda mano. Así pues, esa deuda, en su opinión, estaba más que pagada.
—¿Cuándo es el juicio? ¿Se sabe la fecha?
—Tiene pinta que para Agosto, como mínimo —dijo con una mueca Sirius pero luego sonrió—. Mientras tanto me encargaré de hacerlos sufrir un poco.
Harry rio. Se quedaron hablando un rato más del torneo, de Barty Crouch Jr y de los papeles con información que había recibido Bones y que todavía no había salido en las noticias. Se durmió pensando en cómo prepararse para la última prueba y salir vivo.
