CAPÍTULO 12: Lo inevitable
24 de Junio, lunes
—…y recuerden, el primero en tocar la copa será el ganador —les informó por enésima vez Ludo Bagman—. Así que mucha suerte, dama y caballeros. Que gane el mejor. Señor Potter, usted irá primero.
—Suerte Harry —hizo un ademán de cabeza Cedric y sonrió algo parecido a una mueca nerviosa.
Harry asintió. —Igualmente.
Se tocó el brazo derecho donde llevaba el único objeto permitido y miró por encima del hombro a Hermione, que apretaba fuertemente sobre su regazo la mochila invisible que había hechizado esa tarde. Bagman tardó unos minutos en dar inicio a la última prueba, hablando de cara al público, y luego hizo sonar el cañón. Harry entró rápidamente al laberinto y observó cómo se cerraba detrás de sí. Alzó su varita y tardó un segundo en invocar su mochila. Por suerte no había ninguna barrera mágica que le impidiera usar el hechizo invocador. En cuando llegó a su mano finalizó el hechizo de invisibilidad y la abrió. Se puso primero la funda de su segunda varita en el brazo izquierdo y guardó la varita de su madre con cuidado, esperando no tener que usarla. Luego procedió a hacer lo mismo con su daga en el tobillo derecho.
Sonó el siguiente cañonazo y supo que Krum debía haber entrado al laberinto. Se hechizo invisible junto con su mochila e intentó los hechizos de jardinería que le había enseñado Neville pero fueron una decepción al darse cuenta que los setos se recuperaban al instante, apareciendo un muro de vegetación nada más destruir la primera capa. Se preguntó si intentar prenderles fuego funcionaría, pero desistió de ese plan. Cogió la escoba de segunda mano que había comprado para el torneo e intentó sobrevolar el laberinto pero, para su sorpresa, se dio cuenta que había una barrera invisible que hacía que rebotara en sentido opuesto, impidiendo que saliera volando. Sinceramente, no creía que hubieran sido tan listos como para contemplar dicha posibilidad. ¿Quizás alguien le había visto alguna noche sobrevolar el laberinto? Frunció el ceño mientras lo pensaba, cabreado por su supuesta negligencia al dejarse ver, pero al final suspiró. De nada servía pensar ahora en ello.
Escuchó el tercer cañonazo que marcaba la entrada de Cedric al laberinto y supo que ya era hora de moverse. Cogió sus piedras hechizadas con un encantamiento sellador como el antiguo retrato de Walburga Black, aunque no de forma permanente, y comprobó las coordenadas donde estaba parado, viendo que eran bastante exactas. Entonces intentó su mejor plan.
—Portus. Portus. Portus —vio como las piedras brillaban un segundo confirmando el hechizo y sonrió triunfalmente.
Aunque era ilegal fabricar trasladores fuera del control del Ministerio nadie iba a enterarse así que le dio igual. Empezó a caminar, con un par de piedras en la mano izquierda y su varita desenfundada en la mano derecha.
Observó como el laberinto parecía un cementerio. Silencioso, lúgubre y deprimente. Lo único que rompió la calma fue el sonido del último cañonazo. Con una sonrisa en los labios usó su varita para buscar a Fleur. Horizontal, sobre la palma de su mano, la varita apuntó en dirección a Fleur Delacour. Se puso a caminar con paso cauteloso pero firme. Durante un tiempo no se topó con nada, ni con nadie, hasta que de repente giró uno de los cruces del laberinto y de pronto se alzó un dementor. Estupefacto, pues no pensaba que fueran tan idiotas como para meter a dementores en el laberinto, usó su encantamiento Patronum pero no funcionó. Entonces, sintiéndose como un tonto, se dio cuenta que debía ser un boggart.
—Riddikulus.
El dementor-boggart se deshinchó como un globo y desapareció. Harry miró a todas partes en busca de un lugar oscuro donde se pudiera ocultar pero no había nada salvo un largo corredor y más y más arbustos enormes que le cortaban el paso. Usó de nuevo el hechizo para buscar a Fleur y se dio cuenta de que estaba cada vez más cerca. Escuchó unos pasos y miró disimuladamente como aparecía Fleur, con la varita alzada, y ojos llenos de determinación. Estaba tan concentrada mirando al frente, en dirección a la victoria, que ni siquiera lo vio venir.
—Stupefy.
El hechizo le alcanzó la espalda y cayó desplomada al suelo. Rápidamente cogió uno de sus cabellos y lo metió en el vial de poción que le había entregado Sirius. En cuanto la poción dejó de burbujear se tragó la pócima intentando no vomitar. Por suerte, la ropa que llevaba era suficientemente grande, ahora que había dado unos cuantos estirones, como para que Fleur, 3 años mayor, cupiera en ella y no tuviera que agrandarla. Una vez recuperó sus sentidos miró el cuerpo de Fleur, dispuesto a atarla y dejarla allí hasta que finalizara el torneo, pero vio como los setos parecían estar tragándosela poco a poco. Con algo de espanto se estremeció pero no lo evitó.
Empezó a caminar de nuevo una vez comprobó que su hechizo de invisibilidad estaba intacto y se percató de la hora a la que había tomado la poción. Tardó unos minutos en encontrarse con uno de las criaturas que criaba Hagrid. Uno de sus escregutos de cola explosiva. En cuanto le sintió se dio la vuelta, intentando detectar dónde estaba, pero Harry no le dio tiempo a reaccionar. Activó el hechizo sellador de la piedra y se la lanzó. Se pegó al animal como un imán.
—Coordenadas 1 —dijo él y vio como el escreguto desaparecía con un chillido que le erizó el bello.
Esperó unos segundos por si aparecía otro de ellos pero no pasó nada. Siguió caminando, pero extrañamente no se topó con nada durante unos buenos 10 minutos cuando de repente dio un grito al verse en volandas. Rápidamente comprendió lo que era y usó un hechizo para deshacerse de la niebla dorada que lo rodeaba. Cayó al suelo de pie y siguió caminando. Caminó, caminó y caminó hasta que se topó con Cedric. Extrañamente no parecía tan preocupado o nervioso como las otras veces, aunque suponía que había tenido tiempo de prepararse para el laberinto. Le vio darse la vuelta y perderse en un pasillo de setos con el ceño fruncido.
Harry siguió caminando, preguntándose por qué no seguía adelante en lugar de usar uno de los pasillos laterales. Caminó unos minutos y se encontró con una sphinx. La criatura le miró a pesar de estar hechizado invisible y se preguntó si tenía otros sentidos mágicos que le permitían verle o quizás era su olor lo que le había delatado, después de todo era mitad león así que suponía que debía tener mejores sentidos que él.
—Veo que te escondes bajo un hechizo —le dijo tranquilamente— pero eso no será suficiente para seguir adelante.
Harry le miró unos segundos, dándose cuenta de porqué Cedric había retrocedido, y se preguntó mentalmente si quería atreverse a contestar un acertijo y perder el tiempo o retroceder. Al final se encogió de hombros y lanzó otra piedra hechizada a la criatura mágica, que vio con ojos sorprendidos como se pegaba en su torso.
—Coordenadas 2 —escuchar la voz femenina con su acento inglés le arrancó una sonrisa.
Vio cómo desaparecía sin más. Empezó a caminar cuando de repente escuchó unos pasos y vio cómo se acercaba a paso firme Krum hasta que llegó a su lado. Pensó que iba a pasar de largo, sin haberse dado cuenta de su presencia, pero se equivocó.
—¡Crucio!
La maldición le tomó desprevenido, puesto que estaba invisible, y cayó al suelo con un chillido pero pronto se mordió la lengua para evitar seguir gritando. Vio como Krum se cernía sobre él, con los ojos nublados y comprendió que estaba también bajo un hechizo. Con todas sus fuerzas le dio una patada en el tobillo, doblándoselo, y Krum se tambaleó, cayendo hacia detrás.
—¿Potter? —preguntó una voz a sus espaldas.
Harry se dio la vuelta, atónito, y vio que su hechizo de invisibilidad había caído. Miró a Krum de nuevo. Vio que parecía haber vuelto en sí, a pesar de que se cogía la cabeza como si alguien le hubiera dado un fuerte golpe, y observaba con ojos entrecerrados su rostro y su cuerpo alternativamente, como si no acabara de entender la situación. Se alzó lo más rápido que pudo y usó su varita que había caído a su lado para dejarlo inconsciente. Empezó a gatear lejos de Krum, sabedor que los gritos podrían haber atraído a más criaturas. Se quedó quieto en uno de los pasillos, cuando vio que estaba suficientemente lejos y que no había ninguna criatura, e intentó escuchar el sonido de pasos o de algo similar, pero sin éxito. Parecía estar solo de nuevo.
Reflexionó unos momentos en lo que acaba de pasar. Krum había sido hechizado con el Imperius, estaba clarísimo, y parecía haberle reconocido a pesar de ser Fleur ahora mismo. Se miró las manos femeninas y vio que seguía siendo Fleur. Solo cuando tuvo sus brazos estirados delante de sí se dio cuenta de lo idiota que había sido. Con razón le había reconocido. Seguía llevando sus ropas negras con motivos rojos y en su espalda rezaba su nombre. Con un suspiro se hechizó las ropas para que fueran lo más realistas posible al uniforme de Fleur.
—Tempus.
Vio como había pasado una media hora desde que se convirtió en Fleur lo cual significaba que le quedaba otra media hora, según los experimentos que habían hecho en Grimmauld Place bebiendo diferentes volúmenes de poción multijugos y probando diferentes sujetos. Se puso de pie, dispuesto a deshacerse por último de Cedric, y caminó. Por suerte, Krum le había tenido tan solo unos segundos bajo la maldición Cruciatus así que se recuperó muy pronto de los temblores. Cogió una de las piedras que le quedaban, previamente hechizadas con el encantamiento sellador, y la tomó en la mano mientras alzaba de nuevo la varita.
De repente escuchó unos pasos, bastantes pasos, como si algo correteara a gran velocidad por los pasillos cercanos del laberinto. Dejó de respirar, aguantando el aliento casi sin querer, agudizando el oído mientras intentaba descifrar que era aquello, pero solo eran como tacones repicando sobre parqué. Siguió caminando lo más despacio y en silencio posible hasta que vio a lo lejos un punto de luz azul brillante y, con el corazón en un puño, se dio cuenta de que era la copa. Siguió caminando cuando solo escuchó silencio cuando de golpe algo se abalanzó sobre su espalda, tirándole de cara al suelo. Escuchó un sonido parecido al de unas pinzas, así como el repicar de esos falsos tacones y se acordó perfectamente de dónde lo había escuchado antes. Se dio la vuelta con la varita en mano.
—¡Expulso!
La acromántula salió volando por los aires, pero se recuperó del golpe rápidamente. Harry se volvió al suelo, buscando desesperadamente la piedra traslador que había perdido cuando había caído. La encontró unos metros más allá. El sonido de las patas de la araña le alertó de lo rápido que se movía hacia él, ni siquiera lo pensó cuando se giró de nuevo.
—¡Expulso!
Volvió a usar el mismo hechizo aunque con menos éxito, la araña solo se tambaleó, clavando los colmillos a escasos pies y Harry tanteó el suelo tras su espalda en busca de la piedra. Justo cuando la tuvo en su mano la acromántula, de casi metro y medio, volvía a blandir sus colmillos hacia su torso. La lanzó y le dio de pleno en la frente.
—¡Coordenadas 1!
La araña desapareció y Harry sintió los colmillos rozar con su brazo estirado. Se dejó caer, exhausto y asustado, en el suelo de tierra y piedra. Por un momento pensó que iba a perder el conocimiento de lo rápido que le latía el corazón. Tardó un par de minutos en relajarse de nuevo y se levantó cuando vio que el seto de su izquierda parecía moverse lentamente en su dirección. Notó como sus músculos estaban tensos y dolidos de haber caído varias veces sin descanso al suelo pero aun así siguió. Caminó sin pararse hasta el claro donde estaba la copa. Cuando llegó no había nadie así que respiró profundamente, descansando unos segundos. Justo cuando iba a ponerse a andar hacia la copa para cogerla volvió a escuchar el sonido inconfundible de una acromántula a su derecha.
Esta vez evitó ser arrollado a toda velocidad pero se dio cuenta, sintiéndose un idiota de nuevo, que no tenía más piedras preparadas.
—¡Expulso! ¡Diffindo!
Harry intentó deshacerse de la araña sin tener que emplear algunos de los dudosos hechizos y maleficios que había aprendido, por lo que pudiera pasar si le descubrían usando magia ilegal, hasta que recordó el hechizo de las flechas. De su varita salió una gran flecha metálica, totalmente negra, y casi reluciente de lo afilada que estaba que impactó en la acromántula, dejándola malherida pero no mortalmente.
—¡Desmaius!
La acromántula se tambaleó en su dirección pero mucho más despacio. Harry lanzó otra flecha, dándole en una de sus patas, seccionándola al instante. La acromántula cojeó pero se movió en su dirección y, jadeante, lanzó una tercera flecha en dirección a su cabeza a pesar de que había estado evitando matarla. Cuando por fin se desplomó en el suelo, viva pero moribunda, se atrevió a andar hacia la copa.
—¡Stupefy!
La voz de Cedric le sorprendió pero rápidamente se tiró al suelo, evitando el encantamiento debido a la adrenalina que circulaba aun por su cuerpo gracias a su encuentro con la acromántula. Se dio la vuelta con la varita alzada y vio a Cedric con el rostro desencajado y, por un segundo, se preguntó si él también era víctima del mortífago que merodeaba el laberinto y que había puesto bajo el Imperius a Krum. Se levantó, deshaciendo su hechizo de invisibilidad, con la copa a su espalda.
—¿A ti que te pasa? —le preguntó Harry, casi tan irritado como preocupado.
—No deberías haber llegado hasta aquí, Delacour —contestó Cedric con un deje en su voz que Harry nunca habría asociado con el popular Hufflepuff—. Aunque realmente no importa.
—¿A qué te refieres?
—No hace falta que lo entiendas —sonrió maliciosamente Cedric y la punta de su varita se iluminó de color verde—. ¡Avada kedavra!
Harry se movió por instinto, cogiendo lo único que tenía a mano. Sus dedos se cerraron entorno a un asa de la copa al mismo tiempo que desaparecía sin que la maldición mortal le tocara por una milésima de segundo. Lo último que vio fue el rostro sorprendido, enfadado y contraído de odio de Cedric Diggory. El hecho de que le hubiera atacado, dispuesto a matarlo, Cedric le previno de que algo muy malo estaba pasando. Tuvo el tiempo suficiente para darse cuenta de que el traslador que era la copa no le estaba llevando al podio donde suponía que debía llegar el campeón según Ludo Bagman. Aun así, nada le preparó para caer casi totalmente de espaldas en lo que parecía ser un enorme salón de la altura de 2 plantas, vacío pero pulcro de mármol blanco con columnas de mármol y unos enormes ventanales de casi dos plantas tapadas por cortinas negras. Rebosaba tal opulencia que incluso vio un palco, o quizás un balcón interior con unas escaleras de caracol que comunicaban la planta superior con la interior.
Sintió su muñeca izquierda ceder y romperse con un chasquido cuando cargó con su peso evitando un espaldazo en el suelo.
—¡DÓNDE ESTÁ POTTER! —gritó una voz chillona y Harry olvidó el dolor para darse la vuelta.
Vio un caldero negro enorme y un diván donde parecía estar envuelto un bebé, protegido por una enorme serpiente verde y negra, y a su lado el que reconoció inmediatamente como Pettigrew con una varita en mano. Sin pensarlo dos veces alzó su varita.
—¡Bombarda!
El hechizo salió de su varita con tanto poder que Pettigrew se lanzó de cabeza hacia el lado, aunque demasiado torpemente como para evitar todo el impacto. Lo último que vio antes de levantarse corriendo y escabullirse por una de las múltiples puertas fue como el diván explotaba en mil pedazos y como Voldemort, el que había creído como un bebé de buenas a primeras, gritaba de la ira entre los siseos enfadados y dolidos de la serpiente, que parecía haberle protegido con su propio cuerpo.
Cerró la puerta tras de sí con un hechizo y vio que se había metido en lo que parecía ser una sala de servicio. Miró rápidamente la estancia en busca de una puerta y vio como había varias. Abrió una y descubrió que solo era un enorme almacén de vajillas, abrió otra y vio un pasadizo pequeño pero muy largo. Salió corriendo, cerrando y hechizando las puertas detrás de si para retrasar su captura. Por suerte la mansión donde se encontraba parecía estar vacía, salvo por Voldemort y Pettigrew. Vio una puerta al final de todo y supo que no tenía más escapatoria que volver por donde había caminado así que se detuvo momentáneamente mirando al otro lado del pasillo y pegó la oreja a la puerta. No escuchó nada así que se hechizó invisible, dándose cuenta de que ahora mismo era un blanco fácil, y abrió la puerta.
Miró por una rendija el exterior pero se dio cuenta de que era otro pasillo, aunque estaba vez era 4 veces más grande y más alto que el pasillo del servicio de dónde venía. Salió lo más silenciosamente que pudo y vio que solo había dos direcciones. A la derecha el pasillo seguía, cada vez más oscuro, y dedujo que debía adentrarse dentro de la mansión. A la izquierda el pasillo terminaba en lo que parecía ser un enorme salón del cual solo podía ver una parte pero que estaba iluminado por la luz de la luna que entraba una vez más por los enormes ventanales de cristal y unas antorchas mágicas. Percibió a lo lejos lo que parecía ser otra estancia aún más grande y luego se fijó en lo que parecía ser una pequeña escalera. Caminó despacio hacia la izquierda y contempló un momento el salón desde la esquina.
Observó un enorme habitáculo que parecía ser un salón con un par de butacas de cuero negro, un diván y un sofá de aspecto fino y antiguo, todos los muebles de color oscuro. La única mota de color eran las paredes de madera que, aunque oscura, le daban un toque algo más cálido a la tétrica sala iluminada también con las llamas de la inmensa chimenea, que incluso incluía columnas, y que le daban un toque espectral. En las paredes vio los retratos de algunos tipos y supo, por el físico, que debían ser parientes de Malfoy.
Unos ruidos a su espalda le devolvieron en sí y miró hacia atrás. Por su constitución supo que era Pettigrew y se acercaba a paso ligero en su dirección. Se quedó allí un segundo, preguntándose qué hacer pero sabedor que si cometía el mínimo desliz los retratos mágicos le delatarían. Al final dudó, pero se acercó lo más rápido que pudo a las escalerillas que, para su sorpresa y espanto, no eran del servicio sino unos calabozos laberínticos. Escuchó los pasos de Pettigrew y se dio cuenta con horror que se dirigía al calabozo también. Se escondió rápidamente tras una columna y esperó en silencio. Miró como pudo la entrada y vio aparecer a la rata de Petiggrew. Con satisfacción se dio cuenta que llevaba el brazo derecho envuelto en una tela manchada copiosamente de sangre.
Justo en ese momento la poción multijugos dejó de hacer efecto y Harry creció en sus ropas de golpe. Intentó no hacer ruido pero inevitablemente la armadura de piel de dragón hizo un pequeño crujido. De repente se quedó todo en silencio y Harry volvió a mirar a Pettigrew que parecía estar mirando a la oscuridad, escuchando con el rostro lleno de dolor, ira y pánico. Cogió una de las antorchas de la pared con la mano izquierda y paseó por allí en su búsqueda. Harry se adentró un poco más en el sótano de los Malfoy, evitando hacer ruido. Tardó unos segundos en desistir y finalmente dejó la antorcha en su sitio y se fue en la otra dirección.
Harry volvió a mirar pero no veía nada, estando tan lejos y en sentido opuesto. Escuchó como cargaba con algo de peso pero cuando apareció de nuevo Pettigrew, éste se giró de repente en su dirección, como si le hubiera sentido, y Harry se escondió tras la columna. Intentó escuchar si se movía hacia él pero luego de unos segundos Pettigrew se fue casi cojeando arrastrando consigo algo hasta que finalmente usó el hechizo de levitación, 3 veces, sin éxito al parecer. Entonces escuchó unos pasos firmes y decididos caminar en su dirección.
—¡A qué estás esperando, Pettigrew! —gruñó una voz masculina y se dio cuenta que era Barty Crouch Jr—. El Señor Oscuro está impaciente.
—¿Y-y-y q-qué hay de D-Delacour? —tartamudeó totalmente preso del miedo, y con razón, Pettigrew—. ¿Q-que hay de P-P-Potter?
Se hizo un silencio incómodo y lleno de tensión. —Delacour no puede andar muy lejos y dudo que escape sin que la encontremos antes… Y sobre Potter… yo mismo buscaré a ese sangre sucia en Hogwarts y se lo presentaré a mí señor. Tú quédate aquí y busca a Delacour. No puede desaparecerse ni crear un nuevo traslador así que será fácil, incluso para un idiota como tú, dar con ella. Yo me encargo del resto.
Escuchó como se marchaban, los pasos cada vez más lejos. Harry se dejó caer al suelo, exhausto y tembloroso del miedo, e intentó serenarse para pensar en un plan. Por ahora creían que era Fleur Delacour así que su muerte no era tan prioritaria en comparación a la de Harry Potter, sobre todo si Crouch estaba en lo cierto y escapar era tan difícil. Intentó usar un traslador con una piedra pero no había mentido. Tampoco sabía aparecerse así que ni lo intentó. Durante un par de minutos rebuscó en su mochila e hizo un inventario. Solo tenía piedras que no servían como traslador, la daga que abría todo tipo de cerraduras, las dos varitas y la escoba de segunda mano, que no era precisamente rápida, empequeñecida en uno de los bolsillos.
Por si fuera poco, tenía una muñeca rota y estaba exhausto además de sediento. Por suerte, fue fácil beber algo de agua con un par de hechizos. Lo difícil era pensar qué hacer. No tenía ni idea de dónde estaba la salida, de si estaba protegida con barreras mágicas que alertaran a sus enemigos, o si tan siquiera podría salir. Por suerte, el único que le buscaba era Pettigrew… Quizás, se dijo, podría usarlo para escapar. Le estaba buscando así que sería fácil dar con él. Entonces se acordó de Dobby.
—¡Dobby! —esperó unos momentos pero no sucedió nada. Con algo de pánico lo intentó con Kreacher, llamándole un poco más alto—. ¡Kreacher!
Nada. Evitó un grito de frustración apretando los labios. Justo cuando creía que se iba a echar a llorar de la desesperación volvió a escuchar unos pasos. Se calló de golpe y esperó a que apareciera su captor. Volvió a ser Pettigrew. De repente, ver al traidor de sus padres allí parado, con expresión patéticamente angustiada por no encontrarle, le llenó de ira. Si la única opción para sobrevivir era usar de la forma que fuera a Pettigrew lo haría. Empezó a andar sigilosamente en su dirección, viendo como parecía estar buscándole entre las sombras, y sacó su varita.
—¡Stupefy! —la rata cayó al suelo, tirando la antorcha mágica de su mano—. ¡Expeliarmus! ¡Incarceus!
Le revisó todos los bolsillos pero no tenía nada, absolutamente nada. Incluso le miró el brazo precariamente vendado que sangraba y vio, con el estómago revuelto, que parte del hueso del antebrazo se había salido y que el dedo anular y meñique estaban partidos y montados uno sobre el otro como un puzle. Una vez comprobó que no tenía armas, ni joyas o alguna cosa que fuera de interés lo devolvió a la consciencia. No sin antes silenciar el calabozo, cosa que no había tenido en cuenta antes.
—Vaya, vaya Peter —le saludó Harry, casi fuera de sí, cuando sus ojillos saltones se clavaron en los suyos—. ¿Quién iba a pensar que nos íbamos a encontrar aquí?
—¡Harry! ¡Qué alegría verte! —intentó engatusarle Pettigrew cuando vio sus ataduras.
—¡Ni lo intentes, cobarde gusano! —gruñó él tragándose los gritos que rogaban por salir—. No tengo tiempo para juegos. Ahora mismo me vas a ayudar a escapar.
—¡Si lo hago el Señor Oscuro me matara! —negó rápidamente con la cabeza Pettigrew.
—Y sino me ayudas te mataré yo mismo —le juró él—. Quizás no me atreva a usar la maldición mortal pero creo que un bombarda en la cabeza tendría exactamente el mismo efecto, ¿no te parece?
Pettigrew se puso pálido al darse cuenta de que no bromeaba pero aun así parecía reacio a ayudarle. Sabía que estaba en lo cierto al decir que Voldemort le mataría si lo descubría. Aun así dulcificó su traición, explicándole su plan.
—Además, ahora mismo están buscando a Fleur Delacour, no a Harry Potter —le informó Harry—. Nadie sabrá que yo era Fleur bajo la poción multijugos. Él no tiene porqué enterarse ni siquiera de que he estado aquí, y mucho menos de que tú me has ayudado.
Se hizo un silencio mientras Pettigrew comprendía cómo había llegado a parar al calabozo de los Malfoy y se daba cuenta de lo que le estaba ofreciendo Harry. El rostro de Pettigrew se tornó algo calculador.
—Ambos sabemos que tengo ganas de matarte —empezó de nuevo, casi tranquilo— pero ahora mismo tengo más ganas de salir de aquí con vida. Si eso implica dejarte escapar esta vez… lo haré pero a cambio de tu ayuda. No obstante, si me traicionas…
Harry le pisó el brazo herido, haciéndole chillar agónicamente.
—Moriré llevándote conmigo, ¿lo entiendes?
—¡SÍ, SÍ! ¡DETENTE! ¡TE DIRÉ TODO LO QUE QUIERAS SABER!
Harry dejó de pisar el brazo y se apartó, por si acaso, sin dejar de apuntarle en ningún momento con su varita.
—¿Cómo puedo salir de aquí?
—L-La p-puerta principal está ahí afuera, bajando esas escaleras y cruzando la gran entrada —lloró Pettigrew— pero da igual porque, aunque lograras salir por la puerta el terreno de los Malfoy se extiende unos cuántos quilómetros y no tendrías cobertura para esconderte y, por si fuera poco, al final del terreno hay unas verjas mágicas que seguramente impedirían tu escape.
—¿Y si me fuera volando, saltando de una ventana? —preguntó Harry pero Pettigrew estaba negando antes de que acabara.
—Las barreras mágicas lo impedirían. Ahora mismo el Señor Oscuro tiene el control de las protecciones de la Mansión Malfoy.
Harry maldijo en voz baja, pensando a mil por hora otra opción.
—El traslador —le interrumpió Pettigrew.
Harry le miró al instante, fijamente. —¿De qué traslador hablas?
—La copa. Es el único traslador al cual el Señor Oscuro ha otorgado acceso en las barreras mágicas, de lo contrario no podrías haber llegado hasta aquí.
Harry sintió un mareo al darse cuenta de dónde estaba la copa. La única opción de salida estaba justamente en el lugar más peligroso. Al menos ahora volvía a tener un plan.
—¡Stupefy! —volvió a dejar inconsciente a Pettigrew y partió su varita por si acaso.
Se hechizó invisible y en silencio de nuevo, usó todos los hechizos de camuflaje que se le ocurrieron, y luego se marchó escaleras arriba. Por suerte el camino de vuelta no tenía perdida y, para más fortuna aun, no se encontró con Crouch. Volvió a encontrar la puerta del servicio, ahora camuflada con la pared, y la abrió con un hechizo. El pasillo se le hizo menos angosto que antes pero igualmente tétrico. Tardó unos minutos en deshacer el camino que había recorrido. Justo cuando llegó a la estancia con varias puertas, una de ellas abierta desde que la había abierto, todavía abierta enseñando las vajillas, se detuvo. Solo una puerta de madera le separaba de Voldemort, Crouch y seguramente Nagini.
Estuvo unos segundos tranquilizándose y pensando en lo que iba a hacer. Al final decidió usar el maleficio de la tempestad para sembrar el caos y acto seguido invocaría la copa. Con un poco de suerte el maleficio de la tempestad le arruinaría el ritual a Voldemort y mataría a Crouch de un rayo. Abrió una rendija la puerta con el corazón acelerado como nunca antes y sacó la punta de su varita. Tardaría unos segundos en surtir efecto pero Harry había practicado lo suficiente como para saber cómo influenciar el maleficio así que primero imaginó las nubes oscuras rebosantes de lluvia y luego vendrían los rayos y relámpagos. Así podría pasar desapercibido hasta que empezara a caer la lluvia torrencial que anularía gran parte de la visibilidad.
Justo cuando empezaron a caer rayos y una cortina de agua, Harry vio en el suelo a Cedric, pálido pero vivo a juzgar por el leve movimiento de su pecho. Se quedó momentáneamente helado de la sorpresa hasta que los gritos de ira de Voldemort le sacaron de su ensoñación. De repente una sombra se abalanzó sobre sus piernas y sintió la mordedura de Nagini. Gritó de dolor pero el ruido de los rayos y relámpagos era tan ensordecedor que amortiguó su chillido. Usó el hechizo de flechas y logró clavarle una en la cola a la serpiente, que le soltó la pierna con un siseó cargado de dolor.
—¡Accio copa!
Lo último que vio antes de agarrar el traslador fue la figura de Voldemort saliendo del caldero, siendo impactado por un par de rayos, a Nagini retorcerse en el suelo al recibir de forma constante la descarga de un rayo en la flecha de su cola y a Crouch intentando disipar el maleficio sin éxito.
Apareció de nuevo en el claro del laberinto y casi rompió a llorar de nuevo al ver la acromántula. Nunca antes había estado tan aliviado de ver una de las criaturas de Hagrid.
—¡Periculum!
Lanzó la señal acordada, deseando más que nunca ser rescatado. Justo cuando apareció uno de los profesores, acompañado de un integrante del Ministerio, se desmayó.
25 de Junio, martes
Se despertó con un tremendo dolor general. Era como si hubiera ejercitado los últimos 24 días en solo una hora. Abrió los ojos como pudo y vio que se encontraba en St Mungo, a juzgar por la estructura y el diseño de la habitación. A su lado se encontraba Sirius dormido en una butaca de aspecto cómodo. Todavía se encontraba asimilando lo que había pasado cuando apareció Andrómeda por la puerta, para nada sorprendida de verle despierto.
—Hola Harry —sonrió Andrómeda y empezó a agitar su varita—. Veo que estás algo menos pálido.
—¿Qué hago aquí? —preguntó él—. ¿Por qué no estoy en Hogwarts? ¿Qué ha pasado?
—Sirius ordenó que te trajeran aquí. Después de todo, ahora yo soy tu sanadora oficial —Andrómeda dijo mirando el pergamino—. Por suerte no ha sido tan grave. Tenías una muñeca rota, restos de la maldición cruciatus, algunos rasguños, una mordedura de serpiente en la pierna, un leve envenenamiento y fatiga mágica.
—No ha sido tan grave —musitó él divertido—. Por lo menos estoy vivo.
—Ciertamente. Tu muñeca ha sido tratada, así como los rasguños, tus nervios irritados, la mordedura en tu pierna y, por suerte, el veneno de basilisco junto con las lágrimas de fénix ha eliminado el veneno naturalmente. Lo problemático era la fatiga mágica pero ahora estás mucho mejor, aunque vas a tener que poner un tope a tu uso de magia por un par de días, para estar seguros.
Harry asintió con un suspiro.
—¿Y qué ha pasado con el torneo? —preguntó finalmente, casi sin querer saberlo.
—Felicidades, has ganado el torneo —sopló Andrómeda, apuntando a una bolsa negra con el premio que no había visto antes.
—¿Y los otros campeones?
—La única que no ha recibido ningún tipo de daño ha sido Fleur Delacour —dijo Andrómeda y Harry sintió cierta ironía al darse cuenta de que había sido él quien le había ahorrado el cruciatus a Fleur—. Krum tenía una contusión cerebral y había sido puesto bajo el Imperius. Los aurores, al detectarse el caso, han revisado vuestras varitas bajo el permiso de vuestros tutores y familia, pero ninguno de vosotros ha sido el culpable así que la investigación sigue.
—¿Y Cedric? —preguntó casi sin querer saberlo Harry.
Se hizo un silencio algo tenso que despertó a Sirius. —¡Harry! ¡Estás despierto por fin!
Su padrino le abrazó casi demasiado fuerte y Andrómeda tuvo que separarlos. Le informó de su estado de salud y solo entonces Sirius se calmó considerablemente, recostándose de nuevo sobre su asiento pero inclinado en su dirección, como si no pudiera creer que estaba vivo. Volvió a preguntar por Cedric, incapaz de dejarlo estar.
—Me temo que Cedric ha incumplido el contrato del torneo —le informó Sirius finalmente, con el rostro serio.
—¿Qué quiere decir eso? —preguntó totalmente confuso Harry.
—Harry… —Andrómeda y Sirius intercambiaron miradas—. Cedric ha perdido su magia.
Harry los miró sin comprender. No era posible. ¿Cedric? ¿Sin su magia?
—No es posible —negó él con la cabeza— pero, ¿¡cómo!?
—Ni siquiera se presentó a la tercera prueba así que eso incumplió las reglas del Torneo, volviéndose contra él.
—Según la investigación el piensa que tú le atacaste, dejándole encerrado en una aula vacía de la escuela —le dijo Sirius.
—¡QUÉ! ¡YO NI SIQUIERA LE TOQUÉ! —entonces se acordó de Cedric, o su farsante en el laberinto—. ¡Además, todo el mundo vio a Cedric entrar en el laberinto!
Sirius suspiró cansado. —Lo sé. El caso es que le han borrado la memoria e implantado unas cuantas así que, a pesar de que sabemos que es mentira, los aurores esperaran corroborar tu versión para salir de dudas. Por suerte, Amelia Bones se está haciendo cargo de todo esto ya que la llamé en seguida cuando vi que no aparecías y que Krum había sido atacado. Por no hablar de que Karkaroff se fugó esa misma noche. Toda la situación pintaba bastante mal, la verdad.
—Creemos que alguien intenta sembrar la duda sobre tu carácter con todo esto —le dijo Andrómeda—. Gracias a Merlín no había reporteros en la enfermería de Hogwarts y todos los que estaban allí han sido ordenados por Amelia para que mantengan el secreto. Sino esto sería el caos total.
—Necesitamos saber qué ha pasado, Harry —cortó Sirius—. Todo lo que puedas decirnos, eso ayudará muchísimo.
—Os lo contaré todo, pero cuando estemos en Grimmauld Place.
Andrómeda y Sirius intercambiaron de nuevo miradas pero su rostro serio, inamovible, les hizo asentir sin más. Un rato más tarde era dado de alta, aunque con la orden de tomárselo con calma y en cama durante unos días.
Esa misma noche le contó todo a Sirius y a Remus, y a Amelia Bones que había sido invitada a Grimmauld Place, y todos vieron también sus memorias desde que entró al laberinto hasta que se desmayó casi 2 horas más tarde. Bones se fue con el rostro pálido como la nieve, pero con la afirmación de que estaba libre de todos los cargos. Horas más tarde, Sirius le comentó cenando cómo las otras escuelas habían partido de Hogwarts y cómo el Ministerio dio una rueda de prensa donde se informó que Bartemius Crouch Junior, fugado con la ayuda de su padre, fue el responsable de las heridas de Krum, de Cedric y de intentar matarle mediante el Torneo solo para vengar a su antiguo amo. De la vuelta de Voldemort no se dijo ni una sola palabra.
—Necesito un plan B, Sirius —dijo él, sintiendo como todo se le echaba encima—. Necesito salir de aquí. Yo… no quiero morir. No quiero seguir enfrentándome a él.
Remus, que había estado callado, asintió. —Solo tienes 14 años. Tú no eres el responsable de terminar con el problema de generaciones anteriores.
Sirius le miró con determinación. —Solo un año más, aprueba todas esas asignaturas en los TIMO, y te sacaremos de aquí.
Harry cenó como pudo, con un nudo en la garganta que no sabía si era de preocupación, miedo, alivio o gratitud. Solo un año más, y dejaría atrás todo.
