CAPÍTULO 15: La ley de Murphy

18 de Agosto, lunes

Harry no entendía por qué se torcían siempre las cosas cuando por fin era capaz de poner en orden en su vida. Irónico. Cuando por fin pasaba el bache con Sirius y Remus y se proponía comprar una propiedad con la ayuda de sus padrinos, el oficial y extraoficial, de repente el Wizenmagot convocaba reuniones de emergencia una tras otra que, para más inri, no habían servido de nada salvo para perder el tiempo. Los aurores, los pocos competentes con los que podía contar Amelia Bones, todavía estaban intentando escarbar de forma legal la montaña de mierda que les había entregado vía Dobby hacía semanas. Mientras tanto, el Ministerio había tomado un rumbo anti criaturas mágicas encabezado por la odiosa Dolores Umbridge mientras Fudge hacía la vista gorda a lo que pasaba bajo su mandato.

Por otro lado, Dumbledore seguía empeñado en formar una nueva Orden del Fénix con la ayuda de Sirius y Remus, no sabía por qué, pero para su alivio había sido rechazado tajantemente así que Dumbledore había tenido que usar la casa de otro de sus colegas y Bill Weasley había vuelto de Egipto para proteger la propiedad de los Weasley, como su abuelo había dicho que sucedería. Esto último había acabado con cualquier sentimiento de culpabilidad que hubieran sentido en Grimmauld Place.

—Sinceramente, no estaba deseando tener a los Weasley en casa —le comentó Remus una noche mientras cenaban—. Molly Weasley siempre ha sido demasiado… demasiado, dejémoslo así, y Ronald y vuestra rencilla no habría sido lo mejor para el ambiente.

Sirius bufó una risa. —Cuando todos tus hijos se van de casa nada más cumplir la mayoría de edad, un par de ellos yéndose tan lejos como Egipto o Rumanía, es que estás haciendo algo mal.

Harry no dijo nada, pero en silencio estaba de acuerdo. Molly no era mala persona, pero era demasiado controladora y algo intolerante. Por no hablar de su claro favoritismo a Ginny por ser la única hija de la familia. Ron había empezado Hogwarts con la túnica, la mascota, los libros e incluso la varita de sus hermanos mientras que Ginny cada año parecía tener algo nuevo, como el vestido del año pasado. Además, era incapaz de entender a los gemelos ni su pasión por las bromas y objetos mágicos de broma. ¿Acaso realmente creía que George y Fred iban a ser felices trabajando en el Ministerio como el estirado y lameculos de Percy? Harry creía firmemente que Molly Weasley era incapaz de entender a sus hijos ya que no conseguía ver el mundo de otra forma que como lo entendía ella. No, Molly Weasley no era mala persona, pero no creía que fuera una buena madre tampoco. Lo que no entendía era como Arthur Weasley lo permitía. Al final, como no era de su incumbencia, se encogió de hombros y dejó de atormentarse por los problemas ajenos, como hacía la gente.

Tenía apenas menos de 2 semanas para presentarse a sus exámenes pero casi no podía concentrarse. Había repasado todo lo que podía, tanto con sus amigos, cuando podían ayudarle, como con Remus, Sirius y su abuelo. Sabía que si se presentaba mañana mismo al examen lo aprobaría con buena nota así que cerró el libro y se recostó en la butaca. Descansar también era parte importante del proceso de estudio, se dijo suspirando.

—¿Has encontrado ya alguna casa muggle? —le preguntó su abuelo y Harry alzó la vista.

—Lo cierto es que sí… Es una casa de dos plantas bastante céntrica —contestó él, recordando los folletos que había encontrado de una inmobiliaria muggle—. Lleva sin venderse casi 50 años debido a que necesita una reforma completa.

—¿Y el precio?

—Nada que no pueda permitirme —respondió Harry, bostezando de sueño—. Unas 200.000 libras. Por la zona debería valer mucho más pero los vendedores deben estar desesperados.

—Llegados este punto creo que no les ha importado rebajar el precio —dijo Remus detrás de su libro—. Nadie se ha pasado a ver la propiedad desde hace años, y no me extraña, repararla de forma muggle debe costar lo mismo, o más, que la propiedad en sí. Para alguien con pocos recursos no debe valer la pena y para alguien con dinero seguro que hay opciones mejores en el mercado que no requieran reparaciones.

Harry se encogió de hombros. —Sea como sea, mejor para mí. Dentro de una semana firmaré los papeles con mis abogados muggle.

Como Harry había decidido mantener esa propiedad a salvo bajo cualquier circunstancia habían pensado en hacer el papeleo de forma totalmente muggle, cuyos registros debían ser sánscrito antiguo para los ignorantes que seguían a Voldemort. El problema era que era menor a ojos de los muggles a pesar de su emancipación así que la burocracia se había alargado más de lo que hubiera querido. Aun así, la casa era perfecta. A pesar de todas las reformas, era una casa sin adosar con dos plantas y un sótano, un jardín pequeño y totalmente vallado. Tenía 3 habitaciones solamente pero cada una tenía su propio baño, más un baño de invitados en la planta baja, lo que era sorprendente, una cocina, un salón-comedor de gran tamaño y una lavandería pequeña. El sótano era una gran estancia que únicamente la habían usado para meter trastos así que estaba prácticamente en blanco. Por suerte, aunque en mal estado, todo era fácilmente reparable.

Lo tenía todo pensado. Lo primero que iba a hacer era poner la propiedad bajo el encantamiento Fidelus siendo él el guardador del secreto. Luego desvanecería toda la porquería, muebles antiguos, polvo y desechos de animales que pudiera haber. Repararía todas las paredes y reforzaría las vigas antiguas con runas, encantamientos y todo lo que fuera necesario. Luego procedería a transformar los suelos, las escaleras, quitaría el papel de pared y los muebles, prefiriendo comprarlos totalmente nuevos a pesar de poder transformarlos.

Abrió la revista de muebles que había estado ojeando y cogió una pluma, dispuesto a marcar aquello que iba a comprar Remus en su nombre en el mundo muggle. Con dinero, se dijo, no había ningún problema que no pudiera solucionar. Era curioso cómo, a pesar de todas las propiedades que tenía en su nombre, estaba más feliz por comprar una casa muggle prácticamente en la ruina. Era la única casa en la que había participado, decidido, se había empleado a fondo… y le sorprendió lo reconfortante que era.

—¿En serio quieres hacer esta compra, Harry? —le había preguntado Sirius cuando fueron a visitarla la primera vez—. No es como si te faltaran propiedades donde puedas independizarte.

—Sí, Sirius, estoy seguro —suspiró él con algo de exasperación.

Sirius era incapaz de entenderle. Desde que tenía uso de memoria su lugar había sido una alacena destinada a productos de limpieza. Incluso en Hogwarts compartía su espacio con otras 4 personas y cuando le dieron el segundo cuarto de Dudley en Privet Drive sentía aquel espacio más como una celda que como un lugar privado para él, quizás por los barrotes, los múltiples candados y la puerta de gatos que usaban para darle una pésima porción de comida y agua de tanto en tanto. No fue sino hasta que Sirius le dio su cuarto en Grimmauld Place que se sintió una persona normal con espacio propio, y aun así Sirius y Remus habían pensado durante un momento quitarle la privacidad y la paz que había ganado después de años sin nada propio. Esa amenaza le había dado dejado más tocado de lo que hubiera imaginado.

Sirius, y Remus, había crecido en un mal ambiente, sí, pero había tenido su habitación propia. Ni siquiera habían destruido su cuarto cuando se mudó con sus abuelos a los 16 años. ¿Cómo iba a entenderle? Por mucho que odiara Grimmauld Place por sus recuerdos, esa era su casa de la infancia donde había tenido su dominio de forma indiscutida cada vez que hubiera tenido que alejarse de su madre. ¿Qué tenía Harry? Una lista de propiedades, la mayoría demasiado grandes para una sola persona, y llenas de recuerdos de una familia que nunca regresaría ni había podido conocer. ¿Acaso era tan difícil darse cuenta porqué quería adquirir una propiedad nueva? ¿Una que nadie conociera, donde no pudieran encontrarle y molestarle? ¿Una propiedad segura donde no dormir con un ojo abierto? ¿Una que fuera más pequeña, a su medida, a su gusto, libre de memorias?

Sirius asintió sin decir nada, pero Harry no sabía si entendía por qué era tan importante para él.

21 de Agosto, jueves

—Rozando el límite, ¿no cree? —le preguntó el vendedor cuando vio que estaba comprando los libros del curso siguiente.

Harry se encogió de hombros. ¿Qué demonios le importaba mientras comprara los libros? No entendía las ganas de la gente de cotillear sobre él, si solo era un adolescente. Cogió sus compras y las guardó en su bandolera de cuero negra prácticamente sin fondo. Por suerte, Sirius estaba ayudándole comprando los ingredientes de pociones y alguna cosa más así que las compras se le hicieron cortas.

Todavía podía sentir algunas miradas resentidas en su cogote, ya no sabía ni porqué era: si por Cedric o simplemente por ser Harry Potter. Nunca podía contentarlos a todos así que se encogió de hombros pero siguió andando con los ojos bien abiertos, acompañado de Remus. Se puso su capucha y notó como se desviaban las miradas debido a los encantamientos de su ropa, algo ingenioso por parte de Remus. Cada vez que pisaba estas calles se encontraba más asqueado. Para empezar, nada parecía cambiar para mejor y cada vez más se daba cuenta de lo pequeño que era realmente el mundo mágico en Inglaterra. ¿Cuánto espacio tenían que fuera puramente mágico? Un par de callejones y un par de pueblos prácticamente apartados de la civilización. Incluso el hospital se encontraba escondido en algún lugar de Londres. Sacudió la cabeza al darse cuenta de lo bajo que habían caído. Realmente solo eran un pueblo de capa caída que cada vez quedaba más recluido si cabe por su propia estupidez y negligencia.

Cada vez que leía el periódico o paseaba por estas calles se daba cuenta de que dejarlos a su suerte tampoco iba a cambiar mucho las cosas. Aunque matara a Voldemort, ¿algo iba a cambiar respecto a todo lo demás? El idiota de Fudge seguiría siendo el ministro, Umbridge seguiría con sus campañas racistas, la gente seguiría sin mover un dedo para mejorar las cosas, Hogwarts seguiría siendo el hazmerreír de las escuelas europeas, Dumbledore seguiría sin poner remedio a la separación y al abuso que sucedía en Hogwarts, los corruptos seguirían ocupando gran parte del poder… y podía seguir así todo el día. Cada día que pasaba sentía menos culpa, pero más desesperanza por el pueblo mágico, tanto para los que le caían mal, los que le caían bien y a los que no conocía.

Acabó de comprar lo que necesitaba casi sin ganas.

—¿Ya está todo? —preguntó Sirius cuando se reencontraron, con una sonrisa—. Ya no recordaba lo divertido que era comprar para Hogwarts. Tampoco ha cambiado tanto.

—Ese es el problema —murmuró Harry, sin poder evitarlo—. Nada cambia.

Sirius alzó una ceja, pero no dijo nada. Las charlas importantes era mejor no tenerlas en público. Se desaparecieron a Grimmauld Place para dejarlas cosas mientras Remus salía al mundo muggle a pedir lo necesario para su nueva casa, a pesar de no haber firmado todavía los papeles.

—¿A qué te referías? —le preguntó con curiosidad Sirius.

Harry suspiró, sentándose en el sofá con cansancio, y le explicó todo lo que había pensado. Lo que llevaba pensando desde hace días. Le mostró los recortes del periódico, los informes del Wizenmagot que recibía de Wilas sobre lo que discutían….

—¿No lo ves? Este barco hace aguas —rio con algo de histerismo Harry—. Vamos derechos a la extinción. Cada vez quedamos menos y los que quedamos estamos demasiado preocupados peleándonos entre nosotros en lugar de ver que estamos perdiendo tanto terreno como criaturas y plantas mágicas. ¿Cuántos animales no están extintos o malviviendo en reservas porque no podemos dejarlos en libertad debido a los muggles? ¡Y el problema es que a nadie parece importarle!

—¿Y tú qué harías? —preguntó después de un largo silencio Sirius.

Harry se quedó callado. Pensó en todo lo que tendría que cambiar, pero finalmente desistió porque aquellos que tenían que arreglar las cosas eran justamente los que no iban a cambiar. Antes de arreglar todo lo que estaba mal, los magos y brujas tendrían que hacer una gran reflexión personal, y eso no iba a pasar nunca, o en mucho tiempo, y para ese entonces ya no habría vuelta atrás.

—No lo sé —dijo finalmente.

Pero siguió pensando en ello porque hasta ahora no se habría preguntado cómo podría él ayudar al conflicto. Desde hacía un año y meses que se había desentendido de todo, motivos tenía, pero eso significaba que tampoco había planteado ninguna hipotética solución para los problemas que sabía que existían. ¿Algo hipócrita quejarse de los demás cuando él tampoco estaba dispuesto a hacer nada? Puede ser. ¿Pero qué podía hacer? Como le había dicho a Sirius había demasiados frentes abiertos por resolver aunque, ahora que lo pensaba, el problema de la extinción de flora y fauna mágica era más fácil de atajar. Lo que necesitaban era territorio ininterrumpido por los muggles, protegido por barreras mágicas. Si tuviera un terreno lo suficientemente grande podría introducir cierta flora y fauna, recuperar los números de algunas especies, pero no tenía ese territorio y tampoco sabía dónde encontrarlo. A no ser que comprara un terreno lo suficientemente grande para convertirlo en una reserva natural mágica…

Al final, acabó explicándole todo a su abuelo. —No es una mala idea. Esas cosas cuestan dinero, pero supongo que si lo compras en el mundo muggle será mucho más barato. Además, ahora mismo tienes casi 60 millones de libras por gastar, sin contar el dinero que tienes en Gringotts. Eso deben de ser, ¿cuánto? ¿80 millones de dólares? Con ese dinero puedes comprar hasta una isla si quieres.

Harry suspiró de nuevo y se dejó caer en el asiento. Empezaba a dolerle la cabeza del estrés. ¡Y pensar que había creído que Voldemort era el peor de sus problemas!

25 de Agosto, lunes

Harry miró con una gran sonrisa en el rostro el desastre que era su nueva casa. Por fin era suya, por fin había firmado los papeles, por fin podía empezar a construir y decorar su nueva casa. Era la primera cosa que era simplemente suya y no herencia de una familia muerta. El encantamiento ya había sido puesto, con él mismo como el guardador del secreto, y las barreras mágicas estaban programadas para los próximos días, preparadas para rodear la propiedad a pesar de estar ahora desaparecida.

—Tenemos mucho trabajo por delante —dijo Remus.

Sirius y Harry asintieron, en silencio. De repente, se cayó una lámpara y se hizo trizas al chocar con el suelo. El estruendo les hizo dar un salto.

—Ni que lo digas —suspiró Sirius.

Por suerte, con la magia y los hechizos especializados encontrados en varios libros del Callejón Diagón y en las librerías de los Potter y los Black entre los 3 estaban más que preparados para lo que se les venía encima.

—Bueno, empecemos entonces.

Durante las siguientes horas se olvidó de los exámenes que tenía pendientes dentro de 5 días en el Ministerio, se olvidó del Diario Profético, de Hogwarts, de Voldemort, de Dumbledore y de todas sus otras preocupaciones. Lo primero que hicieron fue reforzar la estructura de carga de todo el edificio, así como la fachada y las escaleras, y luego hicieron desaparecer toda la basura y suciedad de cada planta. Al final, la casa parecía mucho más espaciosa de lo que pensaban, sobre todo cuando a Harry se le metió en la cabeza quitar las paredes que separaban el comedor, la cocina y el salón, dejando la primera planta totalmente abierta, salvo por el pequeño cuarto de baño con ducha y el lavadero.

—Sirius, tú encárgate de desvanecer el papel de las paredes y yo me encargo de quitar la instalación eléctrica —dijo Remus, sacudiéndose el polvo del jersey—. Harry, ¿por qué no te encargas de la instalación del agua?

Harry asintió. Cogió la lista de hechizos que habían recopilado esos últimos días y se puso manos a la obra. La idea era desvanecer toda la instalación eléctrica y las tuberías ya que las casas mágicas tenían íntegramente instalaciones con runas. La primera vez que lo descubrió fue cuando vio que no había desagüe en las duchas de Hogwarts. Fue Hermione, con rostro exasperado, quien le informó del sistema mágico que existía en Hogwarts desde hacía 200 años y de cómo las runas del suelo hacían desaparecer el agua de la ducha una vez hacía contacto con éste. Recordaba ese momento como una de las mayores sorpresas de su introducción a la magia, y su repentino interés por las runas. A día de hoy, no podía entender cómo se dejó convencer por Ron para apuntarse a Adivinación, con lo ilusionado que había estado la primera semana de Hogwarts.

Cuando acabó de desvanecer todas las tuberías de la casa Sirius ya había quitado todo el papel y había transformado las paredes como un lienzo en blanco de piedra, seguramente eran de yeso, hormigón o algún material del estilo. Lo siguiente era transformar el suelo de madera antiguo, en uno más moderno y nuevo. Todavía quedaba mucho por hacer. Eso y unas cuantas runas serían suficientes para no revertir los cambios.

—Por fin hemos acabado —suspiró Harry, apoyándose contra una pared. Horas más tarde.

Aunque quedaba mucho por hacer por lo menos la estructura era sólida ahora y todas las paredes, suelos y desperdicios habían sido reparados o desaparecidos. Ahora mismo era un lienzo en blanco listo para ser amueblado, pintado y decorado.

—Faltará arreglar el jardín trasero y delantero —dijo Sirius, pasándose una mano por el pelo polvoriento— pero yo ahora mismo necesito una ducha.

—Será mejor que lo dejemos por hoy —suspiró Remus, masajeándose las cervicales—. Estoy hecho polvo, nunca mejor dicho.

Riendo se desaparecieron de la casa y aparecieron en Grimmauld Place pero, para sorpresa de todos, les esperaba una lechuza del Ministerio con una carta urgente. Sirius la cogió, leyó la breve información, maldijo y se fue directo a la ducha corriendo.

—¡Sesión de emergencia en 10 minutos! —les dijo mientras desaparecía por las escaleras.

Harry sacudió la cabeza, yendo a su habitación con más calma. Esta era la enésima sesión de emergencia. A pesar de que Sirius iba a contratar un apoderado en su nombre había preferido asistir a las últimas sesiones, sobre todo cuando supo que estaban relacionadas con la información que le habían entregado anónimamente a Amelia Bones. Aun así, esperaba que esta sesión tampoco fuera de mucha ayuda. Después de todo, las otras 10 tampoco lo habían sido.

—¿Qué te parece este? —preguntó Remus, enseñándole en el catálogo de muebles un armario de cuatro puertas—. Quedaría bien ocupando toda la pared de tu cuarto.

—Me gusta —dijo Harry, viendo la madera de arce de color beige claro—. Pega bien con la temática de colores claros.

Remus asintió, señalando el armario para comprarlo. Llevaban casi una hora seleccionando muebles para los tres dormitorios con baño de la planta superior, uno de ellos suyo y los otros dos de invitados. Por suerte, Remus había tenido la idea de medir cada estancia antes de irse con tal de poder comprar los muebles mientras acaban de pintar y arreglar la casa. La planta superior era la más fácil de amueblar mientras que todavía no sabía qué hacer con el sótano. Su primera propuesta había sido una librería pero no tenía tantos libros como para ocupar una planta entera. Además, Remus tenía razón al decir que no era buena idea poner allí abajo un laboratorio de pociones o un estudio de runas ya que se podían producir explosiones que podían derrumbar la propiedad.

—¿Por qué no construyes una piscina interior con jardín? —preguntó el retrato de su abuelo—. Según los planos la propiedad no tiene piscina y no creo que quieras una piscina exterior cuando la mitad o más del año llueve.

—¡Es una buena idea Harry! —exclamó Remus—. Puedes expandir el sótano mágicamente y hacer un jardín mágico. La librería la puedes poner en el salón ocupando una de las paredes.

—¿Y dónde puedo montar un laboratorio de pociones o el estudio?

—Puedes construir una caseta en el jardín trasero, adosada a la casa, y expandirla, o quizás construir un ático —se encogió de hombros su abuelo.

Cuando más lo pensaba más le gustaba así que finalmente asintió con una gran sonrisa.

—Será mejor que dejemos el proyecto de la piscina para lo último. Todavía falta la planta baja y deberíamos pedir material para construir la caseta.

Justo cuando iban a empezar a decidir los muebles del salón apareció Sirius con una gran sonrisa en el rostro.

—¡No os lo vais a creer!

29 de Agosto, viernes

Harry caminó por los pasillos lúgubres del Ministerio acompañado de Sirius. Era el último día de exámenes para él antes de empezar quinto curso el día 1 y estaba hasta ansioso por quitarse de encima Encantamientos. Si aprobaba los dos exámenes no tendría que volver a la clase de Flitwick la semana siguiente. Decían que los exámenes finales de último curso eran extremadamente agotadores pero ahora mismo se sentía más preparado que nunca.

—Por aquí señor Potter —le indicó una de las ayudantes del Departamento de Educación—. El primer examen, Estudios Muggle, empezará en 10 minutos. Buena suerte.

Sirius le apretó el hombro. —Buena suerte Harry. Mientras tanto voy a dar una vuelta por aquí, a ver si escucho algo interesante.

Se sentó en la silla en el único pupitre preparado de la sala. Delante de él había una mujer anciana que le miraba con ojos ávidos sentada en una butaca detrás de una mesa.

—Es el único alumno que ha pedido este examen, señor Potter —le informó, como si no lo supiera ya al encontrarse solo—. Su nota la recibirá hoy mismo junto con sus otras notas. Delante de usted tiene el examen y una pluma hechizada reglamentaria. El examen consta de una mezcla de preguntas escritas, tipo test de única respuesta correcta y 5 preguntas bonus en la parte trasera. Puede empezar cuando quiera. Tiene 3 horas para finalizar el examen.

Harry dio la vuelta al mini libro de páginas de pergamino y rellenó con sus datos la primera página, como era costumbre. Ojeó cada página por encima pero vio que eran preguntas ridículamente fáciles. Eran una mezcla entre objetos muggle, medios de comunicación muggle, transporte muggle, costumbres muggle… Se quedó en silencio, suprimiendo una carcajada de lo irrisorio que debía resultarle semejante examen a un nacido de muggle, y se preguntó cuán difícil suponía para un sangre pura si eso lo consideraban conocimientos avanzados. Con razón eran incapaces de pasar desapercibidos en el mundo muggle.

Ni siquiera formuló una estrategia como había hecho en los otros exámenes, simplemente abrió la segunda hoja y empezó a escribir. Cuando llevaba casi una hora acabó con la parte escrita y luego no tardó ni 5 minutos en señalar las respuestas correctas de las 50 preguntas tipo test. Acabada la parte obligatoria miró las preguntas extra que no había ojeado antes y se encogió de hombros. La primera eran 3 fotografías de aparatos distintos, solo tenía que seleccionar cuál de ellos era el microscopio y explicar para qué servía. La segunda pregunta era hablar de un objeto u otra cosa muggle que fuera usada en el mundo mágico, como por ejemplo el tren de Hogwarts. La tercera pregunta pedía un mini relato muggle mientras que la cuarta pregunta pedía información sobre Neil Armstrong. La última pregunta consistía en enumerar cosas muggles que pudieran ser de utilidad en el mundo mágico.

Tardó solo media hora en entregarle el examen finalizado a Madame Marchbanks, que le miró algo sorprendida.

—El examen de Encantamientos no comenzará hasta dentro de 4 horas y media, si quiere puede esperar lo que le queda de su hora de examen mientras le corrijo esto ahora mismo —le informó Marchbanks y él asintió.

No es que tuviera algo que hacer en el Ministerio así que se encogió de hombros y sacó sus apuntes de Encantamientos dispuesto a repasar lo que pudiera.

—Me ha vuelto a sorprender, señor Potter, aunque habiendo crecido en el mundo muggle era de esperar su nota —le sorprendió Marchbanks una hora después—. Su puntuación es de 125%, siendo el máximo 135%.

Harry guardó los apuntes y se puso de pie. —Gracias, Madame Marchbanks. ¿Puedo salir entonces?

—Así es. Recibirá su nota junto con la nota de Encantamientos, Astronomía y Cuidado de Criaturas Mágicas en una carta reglamentaria. Nos vemos en unas horas.

Harry salió del aula con un peso menos. Fue en busca de Sirius pero sin mucho éxito. No le extrañaba ya que supuestamente aún tenía 30 minutos de examen así que se encontró vagando con las manos en los bolsillos hacia la cafetería.

—…-muy importante para mí —escuchó una voz susurrar y eso le picó la curiosidad—. Ahora mismo estoy en la cuerda floja, Dolores, no puedo permitirme otro error.

—Puede confiar en mí, Ministro, llegaré hasta el fondo de este asunto.

Harry se acercó a la esquina y miró discretamente. Vio una figura vestida de cabeza a pies de rosa y al Ministro de Magia masajeándose los párpados con cansancio. Se volvió a esconder antes de que pudieran darse cuenta de que estaba allí.

—Seguro que el Director tiene algo que ver, estoy segura.

—Puede ser, Dolores, puede ser…

Por desgracia, lo único que había captado era el final de una conversación así que se encogió de hombros, pensativo, y volvió a ponerse en marcha. Todavía no podía creer como muchos habían sido arrestados el fatídico día de la sesión de emergencia. Por lo visto, Amelia Bones ya tenía pruebas suficientes como para interrogarles pero, por desgracia, alguien había dado un chivatazo de las presuntas detenciones y muchos habían huido. Incluido Lucius Malfoy y gente de su calaña. Con el Wizenmagot medio vacío había sido más fácil para los que estaban presentes aprobar y abolir algunas leyes.

Remus casi lloró cuando se dio cuenta de que, sin oposición, Umbridge y otros como ella no tenían fuerza para prácticamente nada. Lo que le mosqueaba era saber que se habían escapado muchos de ellos gracias a un auror o algún otro trabajador corrupto. Tanto tiempo esperando que Amelia Bones hiciera algo para que luego no pisaran la prisión. Harry sabía qué iba a pasar: la mayoría de ellos se quedaría en sus casas protegidas o ya se habrían ido del país y no volverían hasta que Voldemort hubiera ganado o sus cargos fueran tumbados. Por suerte, eso dejaba un vacío de poder en el Wizenmagot que no podían llenar con apoderados mientras fueran imputados. Un vacío que Harry pensaba aprovechar cuanto pudiera.

—Creo que entre todos tenemos fuerza suficiente como para alcanzar la mayoría —le dijo Sirius, cuando debatían sobre qué iba a pasar.

—Piensa que esto no va a durar mucho tiempo —le recordó su abuelo—, en cuanto puedan volver a su asiento algunas de las leyes que paséis serán tumbadas de nuevo.

—¿Entonces qué hacemos? —preguntó Harry, asqueado.

—Centraos en la legislación que os sirva para ganar la guerra, luego ya se verá.

Su abuelo, con todo su conocimiento, tenía razón. Si ganaban la guerra ya sería suficiente ya que muchos de los aliados de Voldemort acabarían en la cárcel e incluso podían perder su asiento. Era por eso que Harry, y Sirius, planeaban un paquete de leyes destinado a acabar con la corrupción en el Ministerio, a mejorar la educación de Hogwarts, a fomentar la investigación y la conservación de flora y fauna.

Entonces, una noche mientras meditaba sobre el asunto, tuvo una idea.

—Las leyes que aprobemos ahora pueden ser tumbadas cuando vuelvan al poder, ¿no es así? —preguntó entusiasmado Harry—. Pero, ¿y si pudiéramos evitar que volvieran al poder?

Remus, Sirius y su abuelo le miraron intrigados. —¿A qué te refieres?

—A un contrato como el de los apoderados, o parecido. Es decir, teniendo una herramienta infalible como un contrato mágico, ¿por qué no usarlo con los miembros del Wizenmagot? Podríamos hacer obligatoria la firma de un contrato mágico básico para todos los miembros y que, de no firmarlo, pudieran quedarse afuera.

Charlus miró a su nieto algo atónito. —Eso nunca habría sido posible.

—Antes no —sonrió Harry— pero con la mayoría que supuestamente tenemos, y más ahora que toda la mierda de esta gente ha salido a la luz… ¿Quién se negaría a algo así, salvo los mismos criminales?

—Y lo mejor de todo es que aunque algunos estén en contra seguramente votarán a favor para no perder su reputación —sonrió, con la misma sonrisa, su abuelo—. Bien pensado, Harry.

Sirius le miró con la boca algo desencajada, el rostro sorprendido y orgulloso. —¿Dónde estaba escondido este lado tuyo tan ladino?

—Debajo de mi apatía de estos últimos años —bufó Harry.

Remus, que no había dicho nada hasta ahora, asintió. —Puede funcionar.

Y así fue como los 4 se pusieron manos a la obra, dispuestos a escribir el contrato mágico que luego llevarían a revisar a sus abogados.

1 de Setiembre, lunes

Harry se sentó en el compartimento sin prisas. Era la única vez en todos sus inicios de curso que llegaba tan temprano. Mientras miraba por la ventana meditó en el próximo curso. Tal y como esperaba, había aprobado con matrícula Encantamientos y Estudios Muggle, así que, después de todos los exámenes que había escrito antes de tiempo, solo tendría que asistir a clase de las materias troncales y poco más: Pociones, Defensa, Transformaciones, Herbología y la optativa de Runas. Las otras asignaturas no pensaba continuarlas en Hogwarts ya que eran prácticamente todo teoría y podía estudiar por su cuenta para los finales de séptimo curso. De hecho, este mismo curso pensaba examinarse en los TIMO y los EXTASIS de Defensa y, si todo salía según lo previsto, no tendría que volver a Hogwarts en sexto curso.

Por desgracia, no era todo de color de rosas. Como más de la mitad de los miembros del Consejo de Hogwarts habían huido después de los escándalos de corrupción, que incluso habían llegado a las portadas del periódico, el Ministro había decidido rellenar los 7 huecos vacíos con su gente de forma temporal, mientras los otros 5 candidatos no encontraran a miembros nuevos. En resumen, el nuevo profesor de Hogwarts de Defensa contra las Artes Oscuras era ni más ni menos que Dolores Umbridge, para el cabreo de mucha gente, incluida Amelia Bones o Sirius.

—Ese idiota de Dumbledore —masculló su abuelo cuando se enteró—. Ha estado todo el verano más pendiente de su orden de ineptos que de hacerse cargo de la escuela. Así está.

—Pero, ¿cómo es posible? ¡Ha tenido todo el verano!

—Quizás el nuevo consejo ha desechado su primera opción de profesor, es posible que tuviera a un candidato.

Harry lo pensó, enfadado, y se dio cuenta que era cierto. Si más de la mitad del Consejo de Hogwarts, es decir, 7 personas, pensaban que la elección de Dumbledore era mala tenían el poder para imponer otra opción. Al final, hubiera pasado una cosa u otra, la conclusión era la misma: ahora el Ministerio tenía el poder de entrometerse en Hogwarts.

—Lo que es peor es que Dolores Umbridge no tiene las cualificaciones necesarias para enseñar ni a un alumno de primero —le informó Sirius, que había mirado las notas en el Ministerio a petición de Remus.

—Vais a sufrir a menos que estudiéis por vuestra cuenta —asintió con rostro exasperado Remus.

—Lo que me faltaba.

Aun así, con las pocas asignaturas que iba a cursar en quinto curso, podía permitirse estudiar Defensa él solo. Es más, quizás le iba hasta bien ya que pensaba estudiar también sexto y séptimo curso para examinarse en Junio.

—¡Harry! ¡Casi no te encuentro! —le abrazó Hermione, arrastrando tras de sí su baúl—. ¿Cómo fueron los exámenes?

Harry sonrió y empezaron a hablar, como si Hermione no supiera ya que había aprobado. Durante varios minutos le sonsacó todo tipo de información sobre los exámenes, sobre el Ministerio y, justo cuando iban a hablar de Umbridge, aparecieron Luna y Neville. Estuvieron hablando sobre lo que iban a hacer con sus clases de Defensa y de lo difícil que iba a ser el curso para Hermione y Neville, Luna salvándose siendo un año menor.

—Vas a tener un montón de tiempo libre, Harry —le dijo Hermione con cara de envidia—. No quiero ni imaginar los exámenes de este año.

—Al menos el torneo te ha servido de algo —sonrió Luna, leyendo la revista al revés con sus gafas mágicas.

Harry alzó una ceja cuando le ofreció una revista y otro par de gafas pero se las puso, viendo de reojo a Neville aguantar una risa y a Hermione mirarle con exasperación y cariño. Para su sorpresa, cuando dio la vuelta a la revista vio como las letras se movían.

Lord Voldemort visto en compañía de los corruptos huidos del Wizenmagot —leyó para sus adentros Harry. Levantó la mirada pero Luna no le miraba.

Se acomodó en su asiento y continuó leyendo. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Pasó el tiempo ensimismado, escuchando los susurros de Hermione y Neville a su lado, y el pasar de las páginas de Luna. De repente, la puerta se abrió y allí estaba Ron con una chapita en su pecho. Harry no estaba enfadado a pesar de que Ron era la última persona que él habría elegido para ser prefecto, pero mentiría si dijera que estaba de acuerdo con la elección de McGonagall.

Ron le miró con el rostro en blanco antes de pestañear. —Bonitas gafas. ¿Vienes a la reunión, Hermione?

—Gracias —dijo él, enterrando su rostro en la revista.

Hermione dio un bote al darse cuenta de la hora y salió corriendo. —¡Lo había olvidado! ¡Luego nos vemos!

Horas más tarde, cuando llegaron a Hogwarts, se dio cuenta de que Malfoy no había hecho su rutinaria visita.

—Seguramente ahora no esté en condiciones de hacerte visitas, con su padre "huido" —exclamó de forma sarcástica Hermione.

Todos tenían claro que Lucius Malfoy debía estar en su mansión, escondido como una rata, pero viviendo del cuento mientras todo se calmara. Harry intentó aguantar la sonrisa maligna al darse cuenta de que Lucius Malfoy, si todo iba bien, no podría volver a pisar el Wizenmagot. El contrato tardaría un tiempo en redactarse y presentarse de forma oficial y más tiempo tardarían los apoderados que Sirius y él habían contratado, en aliarse con suficiente gente como para que la nueva ley se aprobase. Aun así, su abuelo tenía fe de que para las vacaciones de invierno pudieran empezar a tantear el terreno.

Escucharon en silencio como la idiota de Umbridge hablaba casi explícitamente de los planes del Ministerio, del Ministro más bien después de todo el "personal" afín que había perdido, y Harry supo que tendría agachar la cabeza para no llamar la atención. Lo último que quería era que su año final en Hogwarts le arrastraran a una disputa contra el Ministerio, y menos cuando quería introducir una ley tan… polémica.

—Se espera movidito este año… —susurró Neville.

Hermione suspiró. —Como siempre.

Harry miró de reojo la cara satisfecha de Umbridge y apretó un puño casi involuntariamente. Cuanto odiaba a veces Hogwarts.